Lionel Robbins
FINES Y MEDIOS
    
    §1. Tenemos ya una definición práctica del objeto de estudio de la Economía. 
    El segundo paso consiste en examinar sus consecuencias. En este capítulo nos 
    referiremos a la naturaleza de los fines y medios según los consideran la 
    teoría y la historia económica. En el siguiente trataremos de la 
    interpretación de diversas "magnitudes" económicas.
    
    § 2. Examinaremos primero la condición de los fines.(1)
    
    A la Ciencia Económica, como hemos visto, le concierne el aspecto de la 
    conducta que proviene de la escasez de medios para lograr determinados 
    fines. Se deduce que la economía es enteramente neutral frente a los fines y 
    que la consecución de un fin cualquiera, en la medida en que dependa de la 
    limitación de medios, es una cuestión que interesa al economista. Los fines 
    como tales no interesan a la Economía. Supone que los seres humanos los 
    tienen en el sentido de que tienen tendencias que pueden definirse y 
    comprenderse de modo que se pregunta cómo la escasez de medios condiciona el 
    progreso hacia sus objetivos, cómo la disposición de medios escasos depende 
    de estas valoraciones finales.
    
    Debe ser claro, pues, que es del todo equívoco hablar de cualquier fin como 
    "económico" en sí mismo. La costumbre de ciertos grupos de economistas de 
    hablar de "satisfacciones económicas" es ajena al propósito central del 
    análisis económico. Una satisfacción debe ser concebida como un producto 
    final de la actividad. Ella misma no forma parte de la actividad que 
    estudiamos. Sería ir muy lejos sostener la imposibilidad de concebir 
    "satisfacciones económicas", pues tal vez pueda describirse así la que 
    depende de la disponibilidad de medios escasos, considerándola en forma 
    distinta de una satisfacción que depende enteramente de factores subjetivos: 
    la satisfacción de unas vacaciones veraniegas, por ejemplo, comparada con la 
    satisfacción de recordarlas. Esta concepción, sin embargo, no es útil, 
    puesto que, como ya hemos visto, la limitación de medios es tan general que 
    influye de algún modo en casi todos los tipos de conducta. Probablemente lo 
    mejor será desecharla del todo, puesto que manifiestamente no está en 
    armonía con las principales deducciones de nuestra definición.
    
    Se colige, además, que es hija de una equivocación la creencia, dominante 
    entre ciertos críticos de la Ciencia Económica, de que la preocupación del 
    economista es un tipo peculiarmente bajo de conducta. Al economista no le 
    interesan los fines mismos, sino la forma en que el logro de ellos es 
    limitado. Los fines pueden ser nobles o bajos, "materiales" o 
    "inmateriales", si pudiera hablarse de ellos en esa forma. Pero sí la 
    consecución de un conjunto de fines supone el sacrificio de otros, entonces 
    esa actividad tiene un aspecto económico.
    
    Todo esto resulta obvio con sólo considerar la esfera real en que se aplica 
    el análisis económico, en lugar de aceptar las afirmaciones de quienes no 
    saben qué es el análisis económico. Supongamos, por ejemplo, una comunidad 
    de sibaritas, sus placeres sensuales y groseros y sus actividades 
    intelectuales encaminadas a lo "puramente material". Es evidente que el 
    análisis económico puede establecer categorías para describir las relaciones 
    entre esos fines y los medios disponibles para lograrlos. Pero no es exacto, 
    como Ruskin y Carlyle y otros críticos parecidos han afirmado, que se limite 
    a esta clase de cosas. Imaginemos que esta reprobable comunidad recibe la 
    visita de un Savonarola. Sus antiguos fines les repugnarán ahora; los 
    placeres de los sentidos quedan proscritos; los sibaritas se convierten en 
    ascetas. Sin duda que el análisis económico sigue siendo aplicable. No hay 
    necesidad de cambiar las categorías que nos han servido para explicarlos. 
    Todo lo que habrá sucedido es que la curva de la demanda ha cambiado. 
    Algunas cosas serán relativamente menos escasas y otras más. La renta de los 
    viñedos baja y sube la de las canteras de piedra para construcciones 
    eclesiásticas. Eso es todo. La distribución del tiempo entre oraciones y 
    obras piadosas tiene su aspecto económico del mismo modo que su distribución 
    entre las orgías y el sueño. La "filosofía porcina". -para usar el desdeñoso 
    epíteto de Carlyle- resulta abarcarlo todo.
    
    Debe admitirse, para ser sinceros, que éste es un caso en el que hay que 
    culpar en cierta medida a los economistas de sus propios reveses. Su actitud 
    ha sido más o menos intachable, según hemos visto ya; pero sus definiciones 
    han sido equívocas y de excusa innecesaria su actitud frente a la crítica. 
    Aun se dice que algunos economistas de los más modernos, quienes han sido 
    convencidos de la importancia de la Economía y de la preocupación de ella 
    por el "aspecto más material del bienestar humano", se han limitado a 
    comenzar sus explicaciones de Teoría Económica general con la excusa, un 
    tanto pusilánime, de que, después de todo, el pan y la mantequilla son 
    necesarios aun para la vida de las artistas y de los santos. Esto parece 
    innecesario en sí mismo y, al propio tiempo, expuesto a provocar un error en 
    quienes son propensos a considerar insignificante lo meramente material. Sin 
    embargo, si Carlyle y Ruskin hubieran estado dispuestos a hacer el esfuerzo 
    intelectual necesario para asimilar el cuerpo central del análisis legado 
    por los grandes hombres a quienes criticaron tan injustamente, habrían 
    admitido su profunda significación para interpretar la conducta en general, 
    aun si no hubieran podido mejorar la descripción de sus autores. Pero nunca 
    lo hicieron, según se percibe con tanta claridad de sus criticas. No 
    querían: era mucho más fácil y más agradable desfigurar a quienes lo 
    hicieron. Y no había que ir muy lejos para encontrar ocasión de desfigurar 
    una ciencia que apenas era consciente de sus alcances lejanos.
    
    Pero si no hay ya pretexto alguno para que los detractores de la Economía la 
    acusen de que se preocupa de fines particularmente bajos de la conducta, 
    tampoco la hay para que los economistas adopten una actitud de superioridad 
    por lo que toca a los temas que pueden manejar. Ya hicimos notar la actitud 
    un tanto paradójica del profesor Cannan frente a la economía política de 
    guerra. Y, en términos generales, ¿no tenemos razón para afirmar que desde 
    este punto de vista, el profesor Cannan no es el más indicado para que, 
    imitando a San Pedro, pueda decir: "no, Señor, pues nada vulgar ni sucio ha 
    entrado jamás por mi boca"? En el primer capítulo de Wealth
    (2) el profesor 
    Cannan, abandonando un tanto su posición, afirma que "el criterio de comprar 
    y vender introduce varias cosas en la Economía que comúnmente no son motivo 
    de su estudio ni es conveniente que lo sean. Desde que nació la historia ha 
    existido un tráfico importante para proporcionar ciertas satisfacciones de 
    carácter sensual que nunca se consideran cómo bienes económicos. Las 
    indulgencias para purgar lo que de otro modo sería pecado contra la religión 
    o la moral se han vendido algunas veces abiertamente y en todo los tiempos 
    apenas con un tenue disfraz: ninguno las ha considerado como bienes 
    económicos". No hay duda de que esto es muy discutible. Los economistas, al 
    igual que otros seres humanos, pueden considerar los servicios de las 
    prostitutas como una cosa no "buena" en el verdadero sentido ético último de 
    la palabra; pero negar que semejantes servicios son escasos en el sentido en 
    que usamos el término, y que, por consiguiente, hay un aspecto económico del 
    amor alquilado, susceptible de ser tratado con las mismas categorías del 
    análisis general que nos permiten explicar las fluctuaciones del precio de 
    la retórica pagada, no parece estar de acuerdo con los hechos. Por lo que 
    toca a la venta de indulgencias, en la historia económica la naturaleza de 
    estas agradables transacciones no es objeto, seguramente, de una seria 
    discusión. ¿Esa venta afectará o no la distribución de los ingresos, la 
    magnitud de los gastos en otras mercancías, la dirección de la producción? 
    No debemos evitar las consecuencias de la conclusión de que toda conducta 
    que se halla bajo la influencia de la escasez tiene su aspecto económico.
    
    § 3. Un ejemplo muy interesante de las dificultades que pueden surgir si 
    descuidamos las consecuencias que hemos venido procurando esclarecer, lo 
    tenemos en un trabajo de Sir Josiah Stamp sobre la Estética como factor 
    económico.(3) Dicho autor, como la mayoría de los hombres de imaginación, se 
    empeña en conservar intactos la campiña y los viejos monumentos. (El motivo 
    de ese escrito fué la decisión de su empresa ferrocarrilera de no destruir 
    un edificio del siglo XVI, Stratford Fouse, en Birmingham y dejar un espacio 
    libre para acomodar una vía secundaria.) Al mismo tiempo, estima que la 
    Economía se ocupa del estudio del bienestar material.(4) Se ve obligado, por 
    consiguiente, a afirmar que "la indiferencia por la estética, a la larga, 
    reduce la producción económica y que la atención del aspecto estético 
    incrementará el bienestar económico".(5) Es decir, que si nosotros hacemos 
    por que impere el reinado de la belleza, el bienestar material se nos dará 
    por añadidura. Y sir Josiah Stamp ha puesto todo el peso de su sólida 
    autoridad al servicio de la tarea de hacer creer en esa verdad al mundo de 
    los negocios.
    
    Es fácil simpatizar con la intención del razonamiento, aunque difícil 
    aceptar que su lógica sea muy convincente. Puede ser perfectamente cierto, 
    como pretende sir Josiah, que los amplios intereses que fomenta el estudio 
    de los monumentos antiguos y la contemplación de los bellos objetos, sean, 
    al mismo tiempo que estimulante de la inteligencia, sedante para el sistema 
    nervioso, y que, en esa medida, una comunidad que ofrezca semejantes 
    oportunidades a dichos intereses pueda ganar en otras ventajas "más 
    materiales". Pero suponer que esto tendrá que suceder necesariamente es 
    quizá un optimismo que no justifica la experiencia ni una probabilidad a 
    priori. Debemos reconocer que el hecho de rechazar el confort material en 
    favor de valores estéticos o éticos no trae consigo necesariamente una 
    compensación material. Hay casos en que la disyuntiva es tener un pan o una 
    azucena. La elección de uno importa el sacrificio de la otra, y aunque 
    podamos estar satisfechos de la nuestra, no podemos engañarnos de que eso 
    fué realmente una elección, y que tendremos más pan después. No es verdad 
    que todas las cosas operen conjuntamente para el bien material de quienes 
    aman a Dios. La Economía, lejos de sostener que existe una armonía de fines 
    en este sentido, nos hace ver en toda su amplitud ese conflicto de elección, 
    característica permanente de la existencia humana. El economista es un 
    trágico de verdad.
    
    Lo que ha sucedido es, por supuesto, que la definición "materialista" a la 
    que se adhiere ha impedido que Sir Josiah Stamp reconozca con claridad que 
    la Economía y la estética no están in pari materia.(6) A la estética 
    concierne cierta clase de fines. Lo bello es uno que se ofrece para 
    elección, en competencia, por así decirlo, con otras cosas. A la Economía no 
    le interesa en modo alguno ningún fin como tal. Se ocupa de los fines en la 
    medida en que afectan la disposición de medios, los toma como proyectados en 
    una escala de valoraciones relativas e investiga qué consecuencias se 
    producen respecto de ciertos aspectos de la conducta.
    
    Sin embargo, puede argüirse: ¿no es posible considerar el procurarse dinero 
    como algo que compite con otros fines, y, si ello es así, no podemos hablar 
    legítimamente de un fin "económico" de la conducta? Esto hace surgir 
    problemas de gran importancia. El supuesto de que el lucro es el único 
    motivo que nos impulsa a actuar lo examinaremos con amplitud en un capítulo 
    posterior con objeto de determinar la parte que desempeña en el análisis 
    económico. Mas, por el momento, puede replicarse que la objeción se apoya en 
    una interpretación equivocada del significado del dinero. Ganar dinero, en 
    el sentido normal de esta expresión, es una mera etapa intermedia entre una 
    venta y una compra. Procurarse una cantidad de dinero mediante la venta de 
    los servicios de uno o del alquiler de lo que nos pertenece no es un fin per 
    se. El dinero es, evidentemente, un medio para una compra final. No se le 
    busca por si mismo, sino por las cosas en que puede gastarse, ya sean 
    elementos constitutivos del ingreso real de ahora o del ingreso real del 
    futuro. En este sentido ganar dinero significa obtener los medios para 
    lograr todos esos fines que pueden lograrse mediante mercancías susceptibles 
    de compra. Es obvio que el dinero en sí mismo es tan sólo un medio: un medio 
    de cambio, un instrumento de cálculo. La existencia de una mayor o menor 
    cantidad de dinero es indiferente para la sociedad desde el punto de vista 
    estático; para el individuo sólo tiene importancia en la medida en que sirva 
    sus objetivos últimos. Sólo el avaro, esa monstruosidad psicológica, desea 
    la acumulación infinita de dinero. En efecto, fuera de este caso 
    excepcional, lejos de considerar la demanda de dinero para acumulación como 
    indefinidamente grande, tenemos la costumbre de suponer que se le desea sólo 
    para traspasarlo. En lugar de suponer que la curva de la demanda de dinero 
    para ese fin es una línea recta paralela al eje y, los economistas 
    acostumbran suponer, como primera proximación, que adopta la forma de una 
    hipérbola rectangular.(7)
    
    § 4. La Economía, por consiguiente, no puede concebirse como la Ética o la 
    Estética, es decir, como disciplinas que estudian los fines en sí mismos. 
    También es importante que el objeto de su estudio se distinga tajantemente 
    del de las técnicas de producción, es decir, del modo de usar determinados 
    medios. Esto da lugar a problemas de una complejidad considerable que 
    conviene examinar con alguna amplitud.
    La relación entre la Economía y las técnicas de producción ha presentado 
    siempre grandes dificultades para los economistas que pensaban que las 
    causas del bienestar material son el objeto de su estudio. Es claro que el 
    bienestar material importa a esas técnicas. No obstante, la distinción entre 
    técnica y ciencia no parece agotar la diferencia, porque mucho del 
    conocimiento científico que está íntimamente ligado a ellas es extraño a la 
    Ciencia Económica. ¿Cuál será, pues, la línea divisoria? Sir William 
    Beveridge ha aclarado bastante esta dificultad en su conferencia sobre la 
    Economía como educación liberal. "La definición de Economía como ciencia del 
    aspecto material del bienestar humano es demasiado amplia. Una casa 
    contribuye al bienestar humano y es material; pero si al construirla se 
    suscita la cuestión de si la techumbre debe hacerse de papel o de otro 
    material, el problema no tiene que ver con la Economía y sí con la técnica 
    de construcción."(8) No se sortea la dificultad al intercalar la palabra 
    "generales" en "causas del bienestar material". La Economía no es la suma de 
    las tecnologías. Tampoco intenta elegir de cada una elementos comunes a 
    varias. El estudio del movimiento, por ejemplo, puede ofrecer 
    generalizaciones aplicables a más de una ocupación; pero nada tiene que ver 
    con la Economía. Y tampoco es capaz de reemplazarla, a pesar de las 
    esperanzas de ciertos psicólogos industriales. La conexión entre la Economía 
    y las artes técnicas de la producción será irremisiblemente obscura mientras 
    nos movamos dentro del ámbito de una definición del objeto de la Economía en 
    función de las causas del bienestar material.
    
    Pero queda perfectamente definida desde el punto de vista de la definición 
    que hemos adoptado. Las técnicas de producción deben agruparse simplemente 
    entre los factores dados que influyen en la escasez relativa de diferentes 
    bienes económicos.(9) La técnica misma de la manufactura del algodón no es 
    parte del objeto de la Economía; pero la existencia de una determinada 
    técnica de diversas posibilidades, junto con otros factores que influyen en 
    la oferta, condiciona la posible respuesta a toda valoración de los 
    artículos de algodón y, en consecuencia, influye en las adaptaciones que 
    constituyen el objeto de estudio de la Economía.
    
    Hasta aquí las cosas son supremamente simples; pero ahora es necesario 
    evitar algunas malas interpretaciones posibles. A primera vista pudiera 
    parecer que el concepto que adoptamos corre el peligro de vaciar la tina con 
    todo y niño. Considerando la técnica como mera información ¿no corremos el 
    riesgo de excluir del objeto de la Economía los asuntos en que el análisis 
    económico se siente más a sus anchas? ¿Acaso la producción no es un problema 
    de técnica? ¿Y no es la teoría de la producción una de las grandes 
    preocupaciones del análisis económico?
    
    La objeción parece fundada, aunque, en realidad, arranca de un grave error 
    que importa disipar para siempre. La actitud que adoptamos frente a las 
    técnicas de producción no elimina la conveniencia de una teoría económica de 
    la producción,(10) pues las influencias que determinan la estructura de ésta 
    no son por su naturaleza puramente técnicas. La técnica, sin duda, es muy 
    importante; pero no es todo. Uno de los méritos del análisis moderno 
    consiste en que nos permite poner a la técnica en el lugar que le 
    corresponde, hecho que merece una mayor explicación. No es exagerado decir 
    que hoy día uno de los principales peligros de la civilización nace de la 
    incapacidad de las personas adiestradas en las ciencias naturales para 
    percibir la diferencia entre lo económico y lo técnico.
    
    Consideremos la conducta de un hombre aislado que dispone de una sola 
    mercancía escasa;(11) por ejemplo, la conducta de Robinson Crusoe frente a 
    una cantidad de madera estrictamente limitada. Robinson no tiene suficiente 
    madera para todos los propósitos que desea satisfacer. En ese momento su 
    acervo de madera es irremplazable. ¿Cuáles son las influencias que 
    determinarán el uso que haga de ella?
    
    Ahora bien, si la madera sólo puede usarse en un solo momento y para un solo 
    propósito, o si sólo se la necesita en un momento y para un propósito, y si 
    suponemos que Robinson tiene tiempo bastante para utilizarla, resulta 
    perfectamente cierto que su conocimiento de las técnicas de producción 
    correspondientes dictará completamente la economía que haga de ella. Si la 
    necesita sólo para hacer una fogata de ciertas dimensiones, y si sólo 
    dispone de una cantidad de madera limitada, entonces su conocimiento de la 
    técnica de hacer fogatas determinará sus actividades. Sus actividades a este 
    respecto son puramente técnicas.
    
    Pero si la necesita para más de un propósito, si además de requerirla para 
    hacer la fogata, la necesita para cercar su cabaña y para mantener la cerca 
    en buenas condiciones, entonces, inevitablemente, se enfrenta a un problema 
    nuevo: el problema de cuánta madera usará para el fuego y cuánta para 
    cercar. En estas circunstancias las técnicas de hacer fogatas y levantar 
    cercas siguen siendo importantes, pero el problema ha dejado de ser un mero 
    problema de técnica.(12) En otras palabras las consideraciones que 
    determinan el uso de la madera no son ya puramente de orden técnico. La 
    conducta es la resultante de tirones psicológicos en conflicto que obran 
    dentro de un ambiente de posibilidades técnicas y materiales dadas. El 
    problema de técnica y el problema de economía son fundamentalmente 
    diferentes. El primero, para usar la forma tan elegante con que el profesor Mayer expresa la diferencia, surge cuando hay un fin y una multiplicidad de 
    medios; el segundo, cuando tanto los fines como los medios son 
    múltiples.(13)
    
    Ahora bien, como ya lo hemos visto, una de las características del mundo en 
    que vivimos es que nuestros fines son varios y que la mayoría de los medios 
    escasos de que disponemos son susceptibles de distinta aplicación. Esto no 
    sólo es verdad respecto a los productos escasos, sino más aún a los factores 
    básicos de la producción. Las diversas clases de recursos naturales y mano 
    de obra pueden usarse para una variedad casi infinita de propósitos. La 
    resolución de abstenerse de consumir en el presente permite usar los 
    factores primarios en más de una clase de procesos indirectos. Y por esta 
    razón el mero conocimiento de la técnica existente no nos permite determinar 
    el "conjunto" del aparato de la producción. Necesitamos conocer también las 
    valoraciones finales de los productores y consumidores conectados con él. 
    Los aspectos de la conducta que el economista estudia quedan determinados 
    fuera del juego mutuo de los sistemas dados de fines, por una parte, y de 
    las potencialidades materiales y técnicas, por la otra. Las consideraciones 
    técnicas serían las determinantes únicas de la satisfacción de los fines 
    dados sólo en un mundo en que todos los bienes fueran gratuitos; pero, en 
    semejante mundo, el problema económico habría dejado de existir por 
    definición.
    
    Todo esto parece muy abstracto; mas, en realidad, sólo expresa, con un grado 
    de generalidad propia de las cuestiones fundamentales que examinamos, hechos 
    que nos son perfectamente conocidos. Si preguntamos concretamente por qué la 
    producción de un artículo determinado en un lugar también determinado es la 
    que es y no otra, nuestra respuesta no se expresa en términos que de pronto 
    tengan un sentido técnico; la expresamos en función de precios y costos y, 
    como todos los estudiantes de primer año lo saben, unos y otros son un 
    reflejo de valoraciones relativas y no de condiciones meramente técnicas. 
    Todos conocemos artículos que, desde un punto de vista técnico, podrían 
    producirse bien fácilmente.(14) No obstante, no es lucrativo por el momento 
    hacerlo así. ¿Por qué? Porque dado el precio probable, los costos son 
    demasiado elevados. ¿ Y por qué lo son tanto? ¿Acaso porque la técnica no ha 
    progresado suficientemente? Esto sólo es cierto en un sentido histórico; 
    pero no resuelve la cuestión fundamental de por qué, dentro de una técnica 
    dada, los costos son demasiado altos. Y la respuesta sólo puede expresarse 
    en términos económicos. Depende por esencia del precio necesario para pagar 
    los factores de la producción requeridos, comparado con el precio probable 
    del producto. Y eso puede depender de una diversidad de consideraciones. En 
    condiciones de competencia dependerá de las valoraciones que los 
    consumidores hagan de las mercancías que pueden producirse con esos 
    factores. Y si los costos son demasiado elevados, eso significa que los 
    factores de producción pueden emplearse para producir otras mercancías que 
    se estiman más. Si la oferta de un factor determinado está monopolizada, 
    entonces los costos elevados pueden explicarse meramente porque quienes 
    dominan el monopolio siguen una política que conduce a que alguno de los 
    factores que dominan quede por una temporada sin ocupación. Pero, de todos 
    modos, el proceso de la explicación final principia justamente donde termina 
    la descripción de las condiciones técnicas.
    
    Esto nos trae, aunque con mayor conocimiento de sus consecuencias, a la 
    proposición de la que partimos. Los economistas no están interesados en la 
    técnica misma. Su interés por ella se explica simplemente porque es una de 
    las influencias determinantes de la escasez relativa. Las condiciones de la 
    técnica se "manifiestan" en las funciones de productividad del mismo modo 
    que las condiciones del gusto se "manifiestan" en las escalas de las 
    valoraciones relativas; pero ahí cesa la conexión. La Economía es un estudio 
    de la disposición de mercancías escasas. Las técnicas de la producción 
    estudian las propiedades "intrínsecas" de los objetos o de los seres 
    humanos.
    
    § 5. De los argumentos expuestos en las secciones anteriores se concluye que 
    el objeto de la Economía es, esencialmente, una serie de relaciones; por una 
    parte, entre los fines concebidos como objetivos posibles de la conducta, y, 
    por otra, el ambiente técnico y social. Los fines mismos no forman parte de 
    ese objeto, como tampoco el ambiente técnico y social. Son las relaciones 
    mutuas entre ellos, y no ellos mismos, lo que importa al economista.
    
    Si se aceptara ese punto de vista, es posible una explicación de mucho 
    alcance de la naturaleza de la historia económica y de lo que a veces se 
    llama economía descriptiva, explicación que esclarece la relación mutua 
    entre esas ramas del estudio y la economía teórica y suprime todos los 
    posibles motivos de conflicto entre ellas. La naturaleza de la teoría 
    económica es clara: es el estudio de las consecuencias formales de estas 
    relaciones entre fines y medios dados diversos supuestos relativos a la 
    naturaleza de los datos reales. La naturaleza de la historia económica no 
    debiera ser menos evidente. Es el estudio de los ejemplos más importantes en 
    que esas relaciones se manifiestan a través del tiempo. Es la explicación de 
    las manifestaciones históricas de la "escasez". La teoría económica describe 
    las formas, la historia económica la sustancia.
    
    Así, pues, tanto por lo que se refiere a la historia como a la teoría 
    económicas, no podemos ya clasificar los fenómenos en grupos y decir: éstos 
    son la materia de tu rama de conocimiento y éstos no. El dominio de la 
    historia económica, lo mismo que el de la teoría, no puede restringirse a 
    una parte cualquiera de la corriente de acontecimientos sin hacer violencia 
    a sus propósitos internos; pero no pretende descubrir comprensivamente esa 
    corriente de acontecimientos, como no lo pretende ninguna otra clase de 
    historia.(15) Se concentra en la descripción de un cierto aspecto de ella: 
    una red cambiante de relaciones económicas,(16) el efecto sobre los valores, 
    en el sentido económico, de los cambios en los fines y en las oportunidades 
    técnicas y sociales de lograrlos.(17) Si el economista teórico, manipulando 
    su ábaco espectral de formas relaciones inevitables, puede consolarse con la 
    reflexión de que todo esto puede caer dentro de sus categorías, el 
    economista historiador, libre de la subordinación de otras ramas de la 
    historia, puede tener la certeza de que no hay ningún segmento de la trama 
    policroma de acontecimientos que pueda carecer de interés para sus 
    investigaciones.
    
    Unos cuantos ejemplos debieran aclarar este asunto. Tomemos ese vasto 
    soliviantamiento que llamamos abreviadamente la Reforma. Para el historiador 
    de la religión tiene importancia por su influencia sobre la doctrina y la 
    organización eclesiásticas. Desde el punto de vista del historiador 
    político, su interés reside en los cambios en la organización política: en 
    las nuevas relaciones de gobernantes y gobernados y en el nacimiento de los 
    estados nacionales a que dió lugar. Para el historiador de la cultura, lo 
    tiene por los trascendentales cambios registrados en la forma y en el objeto 
    del arte, así como por la liberación del espíritu para la investigación 
    científica moderna. Pero para el historiador economista significa, sobre 
    todo, cambios en la distribución de la propiedad, en las vías del comercio, 
    en la demanda de pescado, en la concesión de indulgencias, en las incidencia 
    de los impuestos. El historiador economista no está interesado en los 
    cambios, en los fines y en los medios mismos. Le interesan en la medida en 
    que afectan las series de relaciones mutuas entre medios y fines, su 
    verdadera función de estudio.
    
    Examinemos ahora un cambio en el proceso técnico de producción: la invención 
    de la máquina de vapor o el descubrimiento del transporte por ferrocarril. 
    Acontecimientos de esta clase, a semejanza de los cambios en los fines, 
    presentan una variedad inagotable casi de aspectos. Tienen importancia para 
    la historia de la técnica, para la historia de las costumbres, para la 
    historia de las artes, y así ad infinitum. Mas para el historiador 
    economista todos estos aspectos carecen de importancia excepto si suponen 
    una acción y una reacción en su esfera de interés. La forma exacta de la 
    primitiva máquina de vapor y los principios físicos en que descansaban no le 
    conciernen como historiador economista, aun cuando en el pasado ha hecho a 
    veces gala de un interés desordenado por semejantes asuntos. Para él tiene 
    importancia porque afectó la oferta y la demanda de ciertos artículos y de 
    algunos factores de la producción, porque afectó las estructuras de precios 
    e ingresos de las comunidades en que fué adoptada.
    
    Así, también, en el campo de la "economía descriptiva" -la historia 
    económica del presente- el principal objeto es siempre la explicación de 
    determinadas "relaciones de escasez", aun cuando la consecución de este 
    objeto a menudo supone, necesariamente, investigaciones muy especializadas. 
    En el estudio de los fenómenos monetarios, por ejemplo, con frecuencia nos 
    vemos obligados a embarcarnos en investigaciones de gran carácter técnico o 
    legal: la forma de conceder los sobregiros, las leyes relativas a la emisión 
    de papel moneda. Estos casos son el foco de atención para el banquero y el 
    abogado, pero para el economista, aunque un conocimiento exacto de ellas 
    puede ser esencial para su propósito. la adquisición de ese conocimiento 
    está subordinada por esencia a su propósito principal de explicar, en 
    situaciones particulares, las potencialidades de los cambios de la oferta 
    del medio de cambio. Lo técnico y lo legal sólo interesan al economista en 
    la medida en que tienen este aspecto.(18)
    
    § 6. Veamos, por último, la relación que sostiene con la célebre 
    interpretación materialista o "económica" de la historia, pues desde el 
    punto de vista que hemos adoptado pueden discernirse ciertas distinciones 
    que no siempre se admiten con claridad.
    
    Ya hemos visto que, aunque en el pasado se ha dado a la Economía lo que 
    pudiéramos llamar una definición "materialista", su contenido no tiene en 
    modo alguno semejante carácter. El cambio de definición que proponemos, 
    lejos de necesitar un cambio del contenido, sirve tan sólo para hacer más 
    comprensible el contenido presente. El "materialismo" de la economía era un 
    speudo-materialismo. En realidad no era materialista.
    
    Podría pensarse que una situación similar prevalece respecto de la 
    interpretación "económica" o materialista de la historia, que un mero cambio 
    de marbete de esta doctrina sería suficiente para hacerla consecuente con la 
    concepción moderna del análisis económico. Pero no es así. La llamada 
    interpretación "económica" de la historia no sólo es "materia lista" en el 
    nombre; lo es en todos sus aspectos, en la sustancia. Sostiene que todos los 
    acontecimientos de la historia o, por lo menos, los fundamentales, son 
    atribuibles a cambios "materiales", no en el sentido filosófico de que estos 
    acontecimientos son parte del mundo material, ni tampoco en el psicológico 
    de que las disposiciones psíquicas son meros epifenómenos de los cambios 
    psicológicos -aunque Marx, por supuesto, habría aceptado estas posiciones-, 
    sino en el sentido de que la técnica material de la producción condiciona la 
    forma de todas las instituciones sociales y de que todos los cambios en las 
    instituciones sociales son el resultado de los cambios en la técnica de la 
    producción. La historia es el epifenómeno de los cambios técnicos. La 
    historia de las herramientas es la historia de la humanidad.(19)
    
    Ahora bien, correcta o equivocada, esta doctrina es ciertamente materialista 
    y, sin duda, no se deriva de la Ciencia Económica que conocemos. Sostiene 
    muy definitivamente que no sólo los cambios técnicos provocan modificaciones 
    en las relaciones de escasez y en las instituciones sociales en general, 
    proposición ésta que seria armónica con el análisis económico moderno, sino 
    también que todos los cambios en las relaciones sociales se deben a cambios 
    técnicos, proposición de carácter sociológico ajena del todo al alcance de 
    las generalizaciones económicas. Supone decididamente que todos los cambios 
    de fines, de valoraciones relativas, están condicionados por cambios en las 
    potencialidades técnicas de la producción; es decir, supone que las 
    valoraciones últimas son tan sólo un subproducto de las condiciones 
    técnicas. Si éstas se alteran, los gustos y todo lo demás se altera. Si no 
    cambian entonces los gustos y todo lo demás no se modifican. No hay cambios 
    autónomos en el aspecto de la demanda. Los que ocurran deben atribuirse, en 
    último análisis, a los cambios del mecanismo técnico de la oferta. No existe 
    un aspecto "psicológico" (o, para el caso "fisiológico") independiente de la 
    escasez. Los hombres, sin miramiento de sus características fundamentales, 
    innatas o adquiridas, cuando se desenvuelven en ambientes técnicos 
    similares, poseen hábitos e instituciones similares. Esto puede ser correcto 
    o equivocado, palabrería hegeliana o visión profunda de cosas que, por el 
    momento, no son susceptibles de análisis científico, pero lo cierto es que 
    eso no se puede deducir de ninguna ley de la teoría económica. Es una 
    declaración de carácter general acerca de los motivos de la conducta humana 
    que, desde el punto de vista de la Ciencia Económica, es del todo gratuita. 
    El marbete de "materialista" encaja perfectamente en la doctrina; no así el 
    de "económica". La Economía puede bien proporcionar un instrumento valioso 
    para la explicación de la historia; pero nada hay en el análisis económico 
    que nos autorice a afirmar que toda la historia puede explicarse en términos 
    "económicos", si "económico" se usa como equivalente de lo técnicamente 
    material. La interpretación materialista de la historia se ha llegado a 
    llamar interpretación económica porque se creyó que el objeto de la Economía 
    era estudiar las "causas del bienestar material". Una vez que se admita que 
    ese no es el caso, la interpretación materialista debe sostenerse o 
    rechazarse como tal. La Ciencia Económica no presta ningún punto de apoyo a 
    sus doctrinas, ni supone las conexiones que aquélla establece. Los cambios 
    en las valoraciones relativas son datos desde el punto de vista de la 
    Ciencia Económica.(20)
	
    
    
    1. Las siguientes secciones se dedican a esclarecer algunas deducciones que 
    se obtienen de considerar a la Economía como ciencia positiva. Para !a 
    cuestión de si la Economía debe aspirar a una condición normativa, ver el 
    capítulo VI, § 4.
    
    2. 1ª ed., 15.
    
    3. Some Economic Factors in Modern life, 1-25.
    
    4. "... Uso el término Economía como una palabra que abarca todo lo que se 
    endereza a la obtención del bienestar material" (op. cit., 3).
    
    5. Ibid., 4.
    
    6. Es justo decir que existen pasajes en el mismo trabajo que parecen 
    dictados por esta consideración, especialmente las observaciones de las 
    páginas 14 a 16, sobre el equilibrio en el consumo.
    
    7. Ver sobre estos problemas The Commonsense of Political Economy, de 
    WICKSTEED, 155-157. No se niega que la adquisición de la facultad para 
    procurarse un ingreso real pueda llegar a ser un objetivo en sí mismo, o, 
    que si lo es, el sistema económico no se verá afectado de varias maneras. 
    Todo lo que se discute es que calificar cualquiera de estos fines de 
    "económicos" supone un concepto equivocado de lo que por fuerza cae bajo el 
    dominio del análisis económico. La Economía considera como supuestos todos 
    los fines, los cuales se "manifiestan" en las escalas de valoraciones 
    relativas que suponen las proposiciones del análisis económico moderno.
    
    8. Economica, I, 3. Por supuesto que la cuestión de si la techumbre debe ser 
    de pizarra o de teja, por ejemplo. puede depender muy bien de los previos 
    relativos de estos materiales y, en consecuencia, tener un aspecto 
    económico. La técnica tan sólo señala ciertos limites dentro de los cuales 
    puede hacerse la elección. Ver p. 61.
    
    9. El profesor KNIGHT, en un artículo reciente (Economic Science in Recent 
    Discussion", American Economic Review, XXIV, 225 ss), se queja de que no 
    aclaro que la técnica con respecto a la Economía es simplemente una serie de 
    datos. No puedo dejar de pensar que el pasaje anterior ha escapado a la 
    atención del profesor Knight. Desde luego, concuerdo con sus opiniones a 
    este respecto, aunque no acierto cómo podría expresarlo con mayor vigor del 
    que ya he puesto.
    
    10. Es otra cuestión -de la que trataremos después: Capítulo III, § 6- la de 
    si esta teoría ha de concebirse -como lo ha sido a veces en otros tiempos- 
    como interesada en sumas de riqueza.
    
    11. Cp. OSWALT, Vorträge über wirtschaftliche Grundbegriffe, 20-41.
    
    12. Todo esto puede aclararse mucho usando unas cuantas curvas paretianas. 
    Conocemos las posibilidades técnicas si se nos dan las curvas del costo de 
    sustitución pero el problema no se habrá resuelto a menos que conozcamos 
    también las curvas de indiferencia del consumo.
    
    13. Ver Hans MAYER, op. cit., 5 y 6.
    
    14. Los aceites combustibles producidos de carbón son un caso del que se 
    habla mucho.
    
    15. Acerca de la imposibilidad de una historia sin un principio selectivo, 
    ver RICKERT, Kulturwissenschaft und Naturwissenschaft, 28-60.
    
    16. Cf. CUNNINGHAM: "La historia económica no es tanto el estudio de una 
    clase especial de hechos como el estudio de todos los hechos desde un punto 
    de vista especial (Growth of English Industry and Commerce, I, 8).
    
    17. Por lo que se refiere a la relación entre Teoría e Historia Económicas, 
    ver HECKSCHER, "A Plea for Theory in Economic History" (Econnmic History, I, 
    525-35); CLAPHAM, Tite Study of Economic History, passim; MISES, "Soziologie 
    und Geschichte (Archiv für Sozialwissenschaft und Sozialpolitik, 61, 
    465-512). Puede decirse que la descripción que se hace arriba acerca de la 
    naturaleza de la Historia Económica presenta un cuadro muy idealista de lo 
    que se encuentra en la generalidad de los tratados de Historia Económica. 
    Puede admitirse, además, que en el pasado la Historia Económica, lo mismo 
    que la teoría, no siempre ha logrado sus propósitos de depurarse de 
    elementos adventicios. En particular, es innegable que la influencia de la 
    escuela histórica alemana fué la causa de la intrusión de toda clase de 
    elementos éticos y sociológicos que no pueden entrar, ni tomando las 
    palabras en su más amplio sentido, dentro de la Historia económica. También 
    es verdad que ha habido una considerable confusión entre la Historia 
    Económica y la interpretación económica de otros aspectos de la historia -en 
    el sentido que más arriba se ha dado a la palabra "económico"- y entre la 
    Historia Económica y la interpretación económica de la historia en el 
    sentido de la interpretación materialista de la historia (ver § 6 de este 
    capítulo). Pero me aventuro a sugerir que la corriente principal de la 
    historia económica desde Fleetwood y Adam Smith hasta el profesor Clapham 
    admite la interpretación dada aquí más consistentemente que ninguna otra.
    
    18. Consideraciones de esta clase señalan los peligros muy reales de un afán 
    exagerado de seccionar los estudios económicos. El campo de ellos se ha 
    dividido en los últimos años en gran número de sectores. Tenemos institutos 
    de economía agrícola, de economía de transportes, de economía minera, etc. 
    Es indudable que esto es conveniente hasta cierto punto. Alguna división del 
    trabajo es esencial en el dominio de la economía aplicada y como veremos más 
    tarde, la teoría no puede aplicarse con ventaja a la interpretación de 
    situaciones concretas a menos que esté informada a la perfección de los 
    cambios que se operan en industrias determinadas; pero como la experiencia 
    demuestra, las investigaciones seccionales que se conducen 
    independientemente están expuestas a peligros muy graves: tienden a la 
    sustitución gradual de los intereses económicos por los tecnológicos si no 
    se ejerce una vigilancia continua. El toco de atención se desplaza y una 
    serie de generalizaciones que sólo tienen una significación técnica, se 
    disfrazan de economía, lo cual es fatal, pues dado que la escasez de los 
    medios rige para todos los fines, se concluye que una visión adecuada de las 
    influencias que gobiernan las relaciones sociales en sus aspectos económicos 
    sólo puede lograrse considerando el sistema económico como un todo. Las 
    "industrias" no existen para sí mismas en el sistema económico. Su razón de 
    ser es la existencia de otras, de manera que su suerte sólo puede 
    comprenderse en relación con la red toda de las relaciones económicas. En 
    consecuencia, los estudios consagrados exclusivamente a una industria u 
    ocupación se exponen en seguida a perder contacto con lo esencial. Puede 
    suponerse que su atención se halla enfocada al estudio de los precios y 
    costos, pero continuamente tienden a degenerar en una tecnología de amateur 
    o en meros datos contables. La existencia de este peligro, sin embargo, no 
    quiere decir que dejen de hacerse esta clase de investigaciones; pero es muy 
    importante reconocer con toda claridad su existencia. Aquí, como en todas 
    partes, lo importante es mantener un equilibro adecuado. Nuestro 
    conocimiento sería muchísimo más pobre si no fuera por la existencia de 
    diversos institutos especializados en algunas investigaciones concretas; 
    pero muchos graves errores podrían haberse evitado si los que las realizan 
    hubieran tenido presente el concepto de lo que es importante económicamente 
    hablando.
    
    19. Las distinciones que empleo en lo que sigue son muy semejantes a las 
    usadas por el Dr. STRIGL (op. cit., 158-161). La diferencia de énfasis puede 
    atribuirse al propósito diverso de exposición. El Dr. Strigl trata de 
    exhibir la interpretación materialista como una teoría primitiva de lo que 
    él llama Datenänderung. Por consiguiente, tiende a menospreciar su 
    deficiencia al no querer tomar en cuenta los cambios en las valoraciones 
    últimas, excepto en una forma derivativa de los cambios de la oferta. Por mi 
    parte, deseo demostrar la distinción fundamental entre cualquier explicación 
    de la historia que resulte del análisis económico que conocemos y la 
    explicación que presenta la interpretación materialista. Por consiguiente, 
    saco a luz este punto particular. No creo que el Dr. Strigl ponga en duda la 
    lógica de mis distinciones, como tampoco objetaría yo el interés de su 
    analogía.
    
    20. Es verdad que puede sostenerse que una Comprensión cabal del análisis 
    económico conduce a presunciones contra la interpretación materialista. Una 
    vez que se entiende cómo los cambios de la técnica influyen directamente 
    sobre el volumen de la demanda, es extraordinariamente difícil postular 
    cualquier conexión necesaria entre los cambios técnicos y los cambios 
    autónomos de la demanda. Semejante actitud de escepticismo frente a la 
    teoría marxista no supone la negación del materialismo metafísico, aunque 
    tampoco supone su aceptación. Supone tan sólo rechazar la creencia de que 
    las causas que influyen el gusto y otras cosas son técnicas por naturaleza. 
    El más intransigente behaviorista encontraría inobjetable la creencia de que 
    en este sentido el materialismo técnico es una verdad a medias muy equívoca.