Principios de Economía Política

Por el Doctor
D. Manuel Colmeiro
Catedrático de la Universidad de Madrid


Alojado en "Textos selectos de Economía"
http://www.eumed.net/cursecon/textos/

 

PARTE SEGUNDA. - De la circulación de la riqueza.

CAPÍTULO V. - De la medida comun de los valores.

Puesto que la moneda varía segun los tiempos y lugares, no es tipo cierto y universal del valor de las mercaderías que se compran y venden en diversos parajes en un mismo dia, y mucho ménos el medio de aceriguar los valores corrientes en épocas distantes, sobre todo si la distancia está representada por el intervalo de algunos siglos.

Poco importa establecer la exacta correspondencia del siclo hebreo, del talento griego ó del sextercio romano con nuestra moneda actual y expresar su valor en reales, si no sabemos el verdadero valor del real, tomadas en cuenta las circunstancias propias de aquellas épocas remotas de la antigüedad.

Cuando consideramos que el valor es una relacion entre dos objetos que se cambian ó pueden cambiarse, venimos á concluir que el uno es medida del otro. No hay necesidad de buscar un tercer término de comparacion para valorar estas dos cosas, á no ser que pretendamos generalizar el cálculo acudiendo á una medida universal.

La moneda es esta medida de todo en un tiempo y lugar determinado; pero los economistas no se contentan con tan poco, sino que aspiran á la posesion de un instrumento perfecto, una especie de metro que nos diga si tal producto de la tierra ó de la industria es hoy más caro ó más barato que hace un siglo, ó en Francia que en la China. Nada adelantamos con saber que la fanega de trigo valia en el reinado de Cárlos II 28 reales y hoy vale 50, si por otra parte no conocemos el verdadero valor ó la facultad de adquirir del real de entónces y el de ahora.

Adam Smith, partiendo del principio que la causa originaria del valor es el trabajo del hombre, sostiene la doctrina que cuando dos cosas representan igual cantidad de trabajo, significan igual valor; de donde colige que entre la variedad infinita de operaciones industriales, debe adoptarse el trabajo manual de un obrero ordinario como la medida universal y el tipo uniforme de los valores en diferentes épocas y lugares. Un dia de trabajo es á los ojos de Smith el sacrificio de la misma porcion de reposo, de libertad y bienestar.

Y sin embargo de tan grave autoridad, el trabajo no es medida fiel de los valores, porque aun tomando una cantidad igual de pena ó fatiga del hombre resulta ser muy desigual en razon de su calidad, de la inteligencia y actividad del obrero y de otras mil circunstancias ya internas ó personales, ya externas ó relativas al grado de policía y cultura de los pueblos, á la diversidad de los climas, tierras y estaciones, y en general á todo lo que constituye la economía de la sociedad. El trabajo libre es muy superior al trabajo servil, y el labrador de las zonas templadas, transportado á los trópicos, desmaya y se deja vencer de la flojedad y la pereza. Perder un dia de ocio ó de salvaje libertad causará gran pesadumbre al turco ó al beduino, y será leve carga para el europeo. Así, pues, siendo el sacrificio desigual, sacamos en conclusion que el trabajo no es igual á sí mismo.

Por otra parte, como se trata, para resolver esta cuestion, de formar una escala de todos los valores, si el valor del trabajo ó el salario varía (y en efecto varía sino mucho en cortos períodos, muchísimo en el curso de las generaciones) falta el carácter esencial de fijeza en la medida, de tipo constante y uniforme.

El error fundamental de esta teoría consiste en confundir el trabajo con su valor, ó sea en proponer como unidad de todos ellos un objeto, haciendo abstraccion de la cualidad que sirve para medirlos, porque sólo el valor mide el valor, y el del trabajo es tambien variable.

Hay economistas que pretenden hallar la medida universal de los valores en el hombre mismo; pero ni el valor ó el precio del hombre puede averiguarse sino en los pueblos donde reina la esclavitud, ni el trabajo servil excluye de todo punto la competencia del trabajo libre, ni pudiera tener aplicacion la regla á las naciones modernas de las cuales ha desterrado la civilizacion cristiana este abuso, triste legado de una edad envuelta colas profundas tinieblas del paganismo.

Tampoco es medida exacta de los valores el precio medio del trigo, pues aunque sea de muy general consumo, no constituye la base del alimento de todos los pueblos y naciones. En Asia se prefiere el arroz, y en varios reinos y provincias de Europa y ciertos estados de América se reemplaza con el maiz, la patata y diversas legumbres. Verdad es que el trigo jamás deja de ser de uso comun; pero por lo mismo que tiene el carácter de artículo de primera necesidad fluctúan los precios segun las cosechas y estaciones.

Pudiéramos acercarnos al tipo uniforme tomando el término medio de los precios corrientes, por ejemplo, en un período de cincuenta años; pero conviene observar que el aumento sucesivo de la poblacion y riqueza del mundo obliga á cultivar terrenos cada vez ménos fértiles, y á producir cereales cada vez más caros. Pueden sin duda influir en la moderacion del precio medio del trigo los progresos del arte agronómica, la aplicacion de las máquinas á las faenas rústicas y la extension de la division del trabajo en las labores del campo, así como las mejores leyes relativas al comercio de granos; mas la existencia de estas mismas causas de compensacion demuestra cuán incierta y vana es la regla de medir por el valor del trigo el valor de todas las mercaderías.

En suma no hay medida universal ó tipo uniforme de los valores por la sencilla razon que el coste de la produccion de todos los géneros y frutos es variable. Seria menester que descubriésemos una mercadería de tal naturaleza que siempre exigiese la misma cantidad de trabajo y capital y cuyas relaciones jamás se alterasen, de modo que los salarios y los intereses no subiesen ni bajasen. Entre todas las mercaderías conocidas no hay ninguna ménos ocasionada á variaciones en razon del coste ó gastos de produccion que el oro y plata; y sin embargo están muy léjos de reunir las condiciones esenciales de la medida comun de los valores. La moneda, el trabajo y el trigo suministran datos y noticias curiosas que alcanzan cierto grado de probabilidad, cuando se recogen en períodos largos y se buscan los medios proporcionales. Así se reduce á más estrechos límites el influjo de los accidentes, y se forman cómputos de verdad y exactitud aproximadas.

Say llama este problema la cuadratura del círculo de la Economía política. Por fortuna la importancia de la cuestion no responde al ruido que han hecho los economistas ventilándola con tanto empeño, como Si intentasen descubrir al cubo de sus prolijas y cansadas investigaciones algun principio de vida, algun nuevo elemento de riqueza.

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