Principios de Economía Política

Por el Doctor
D. Manuel Colmeiro
Catedrático de la Universidad de Madrid


Alojado en "Textos selectos de Economía"
http://www.eumed.net/cursecon/textos/

 

PARTE PRIMERA. - De la producción de la riqueza.

CAPITULO VI. De la producción.

El hombre no puede crear un solo átomo de materia; pero puede transformarla de modo que las cosas inútiles se conviertan en útiles, y éstas adquieran un grado mayor de utilidad. En tal sentido se dice que el hombre crea ó produce riqueza.

Dar utilidad ó valor á las cosas que ninguno tienen, y añadir utilidad o valor al existente, es producir. Quien produce modifica la materia y la adapta á las necesidades de la vida, y establece nuevas relaciones entre el hombre y el mundo exterior.

La materia es inerte; y como no hay efecto sin causa, en otra parte debemos buscar el origen de la producción.

Llamamos producción el acto de producir: productos las utilidades ó valores que resultan, y primeras materias las cosas á que se aplica. El hombre es el sujeto de la producción, y su objeto son las primeras materias de donde nacen los productos.

Apurando más el análisis hallaremos que el hombre es la única fuerza libre y el agente único de la producción. No hay producción que no reconozca la actividad del hombre por causa, y que no confirme el triunfo del espíritu sobre la materia.

Es verdad que el hombre nada puede sin el concurso de la naturaleza; mas también la naturaleza abandonada á si misma se hace salvaje. El hombre la despierta, pone sus fuerzas en movimiento, las emplea y dirige; de modo que una cosa es el principio y otra los medios de la producción.

La acción del hombre sobre la materia se reduce á ponerla en movimiento. Estudiando las leyes del mundo físico, descubre multitud de fuerzas naturales que aprovecha ó combina para que auxilien su trabajo.

Cuando siembra, agila la naturaleza y provoca el fenómeno de la vegetación. Cuando fabrica el hierro, excita el fuego que ablanda los metales hasta liquidarlos. Si navega, opone una vela al ímpetu de los vientos que empujan la nave, ó promueve la ebullición del agua que engendra el vapor. Por eso han dicho que producir es aplicar fuerzas que dan por resultado una cosa capaz de satisfacer cualquiera necesidad del hombre.

Las primeras materias son objetos laborables de ciertas artes y oficios, y objetos elaborados ó verdaderos productos de otros anteriores en el orden de la producción, como las lanas, producto del ganadero y primera materia para el fabricante de paños: el paño, producto del fabricante y primera materia para el sastre, etc.; de suerte, que no hay primeras materias en absoluto, pues todas son relativas.

En todas las invenciones maravillosas de los siglos pasados, como la brújula, la pólvora y la imprenta, y en las atrevidas aplicaciones de la luz, el vapor y la electricidad de los tiempos modernos, hay producción verdadera, no sólo en cuanto aumentan el caudal de nuestros bienes, sino porque el hombre pone en contribución á la naturaleza, y la obliga á prestar servicios gratuitos que disminuyen su fatiga corporal. Así se produce más y mejor, ó se produce lo mismo en cantidad y calidad á menos costa, y siempre obtenemos un acrecentamiento positivo de riqueza.

Para crear nuevas utilidades ó valores es preciso destruir otros que desaparecen por un instante y renacen con nuevas formas. El hombre debe vivir y restaurar sus fuerzas en tanto que trabaja, consume primeras materias, necesita instrumentos, máquinas, transportes y mil cosas que se gastan en todo ó en parte durante el acto de la producción. La riqueza producida es el excedente de las utilidades ó valores creados respecto á los consumidos, porque sólo así hay ganancia para el individuo y aumento de bienes para la nación.

Llámase producto bruto ó total la suma de valores representada en las cosas producidas con abstracción de los gastos causados al transformar la materia, y producto neto ó liquido la suma de valores restantes después de haber descontado el coste de la producción.

Esta será tanto más fecunda, cuanto menos tiempo, espacio, materia y fatiga requiera para lograr un resultado, y cuanto mejor satisfaga la necesidad, comodidad, gusto ó capricho de los consumidores. La fecundidad de la producción crece de grado en grado, porque la riqueza engendra riqueza.

¿Llegará un día en que la producción sea demasiada? Sin duda puede haber un exceso de producción parcial y momentáneo, á consecuencia de una guerra que dificulte ó imposibilite la salida de los productos, ó de una crisis económica que paralice los negocios; pero nunca una superabundancia general y permanente. Las necesidades del hombre son indefinidas, y lo que importa es procurar los medios de satisfacer las, ciertos de que este horizonte cada día se dilata y continuará dilatándose, sin término conocido.

El hombre debe la superioridad de su especie á esta movilidad de necesidades que estimulan al trabajo y determinan el progreso de las naciones. Comparemos el Occidente con el Oriente, Francia ó Inglaterra con la China ó el Japón. El Asia muere de atonia, y Europa vive por el vigor y energía de la raza.

Asegurada la vida material la moral se desarrolla, y con ella brotan nuevas necesidades. La irritación constante de los deseos da calor al pensamiento, y al mismo compás caminan los intereses y las ideas. Nada favorece tanto la producción como la producción misma, porque la posibilidad de adquirir proporciona salida á los productos que á uno le sobran en cambio de los que le faltan, y así se evita el estanco de la riqueza. La producción abundante y continua no dará jamás ocasión al marasmo, como jamás habrá peligro de inundación en que broten los manantiales y engruesen los ríos, ni en que los ríos rindan su tributo á los mares y aumenten las aguas del Océano.

Una grave cuestión nos asalta al paso, á saber, si hay producción material ó inmaterial, ó si toda producción es material, excluyendo la inmaterial del dominio de la Economía política.

Dice Smith que hay una especie de trabajo que añado valor á la materia á que se aplica, y otra que no le da valor alguno: que en el primer caso el valor se fija y acumula y se presta al cambio, mientras que en el segundo no dura nada, ni queda rastro de él, ni de consiguiente es capaz de ponerse en venta; y por último, que aquél es productivo, y éste muy útil en ver dad, pero al cabo improductivo.

Así pues, según Smith y su escuela, la producción supone que el valor se incorpora á la materia del arte ú oficio, como si la seda se transforma en raso ó tafetán; á diferencia del valor aéreo y fugitivo representado en la lección de un maestro, el consejo de un médico é el dictamen de un letrado que no se ge ni se palpa.

Say observa que pues Smith reconoce y confiesa que el trabajo intelectual es útil, y las cosas que de él se derivan tienen su precio, y se compran y venden, y enriquecen á los particulares y á las naciones, no puede menos de ser productivo. entonces nació entre los economistas el cisma que aun hoy los tiene apartados.

¿Hay productos inmateriales? Si los hay ¿forman parte de la riqueza pública? ¿Hasta qué punto la producción inmaterial puede ser objeto de la Economía política? Estas y otras cuestiones semejantes se enlazan con la extensión que los economistas dieren á la ciencia que profesan y cultivan.

Si Economía política es la ciencia de la riqueza, y si por riqueza se entiende utilidad, ó relación entre las cosas y las necesidades de la vida, puesto que las hay inmateriales, es forzoso reconocer la existencia de productos que con ellas guarden analogía.

En efecto, repugna á la razón y hasta al sentido común admitir como productiva la obra de mano más grosera, y declarar improductivo el ingenio más sutil y fecundo.

Nadie pone en duda que el ingeniero mecánico, al componer una máquina, sea autor de un trabajo productivo: el veterinario que cura el buey enfermo, también produce: asimismo produce el médico que restituye la salud al esclavo; pero si conserva la vida del hombre libre, entonces se disputa sobre si hay ó no producción.

¿Qué dificultad se ofrece? La idea de riqueza (dicen) implica la de acumulación, y nada puede acumularse si no se conserva mucho ó poco tiempo, si no es capaz de larga ó corta duración. La riqueza supone utilidad fija ó incorporada á un objeto exterior mediante el trabajo que modifica la materia. Los consejos del médico, el dictamen del letrado, las lecciones de un profesor no se fijan ó incorporan, ni se acumulan, porque no se conservan, puesto que en un punto nacen y se desvanecen.

A tan vigorosa argumentación de algunos economistas responden otros: Cierto que la utilidad es una propiedad económica que no existe en abstracto sino incorporada en algo; pero este algo puede ser una persona ó una cosa. La ciencia se acumula en el espíritu por medio de la enseñanza, y el hombre inteligente produce más y mejor. El gobierno, mejorando la educación del pueblo, aumenta las fuerzas productivas de la nación, porque el talento, la energía y la perseverancia en el trabajo valen tanto ó más que las herramientas de un arte, ú oficio, ó las máquinas como elementos de riqueza.

Enhorabuena se incorporen ciertos productos inmateriales (reponen sus adversarios) y se acumulen en las personas; pero si la Economía política es la ciencia de los intereses materiales, su competencia se limita á las cosas. En las propiedades de la materia, y no en las cualidades del espíritu, se funda la idea de la riqueza.

A este nuevo argumento replican los de la otra es cuela: Aunque de ordinario llaman los economistas trabajo productivo al que da por resultado inmediato una cantidad mayor ó menor de riqueza material, todavía puede extenderse y aplicarse al trabajo que ofrece el mismo resultado de un modo mediato. Más claro: la producción material es directa, porque crea utilidades inherentes á las cosas, y la inmaterial indirecta, porque contribuye eficazmente á crearlas. El gobierno que mantiene el orden público, administra justicia, protege las personas y defiende la propiedad, no produce directamente un solo átomo de riqueza; pero la produce indirectamente haciendo posible el trabajo.

La producción inmaterial, por lo misino que no tiene relación directa con la verdadera riqueza, no es objeto directo de la Economía política; y así la educación, la seguridad, la higiene pública, etc., no son materia propia de su competencia sino á titulo de condiciones favorables á la producción material, ó medios eficaces de aumentar las fuerzas productivas.

Hay ciertos productos inmateriales cuya existencia es tan fugitiva que se puede contar por nula. No se fijan en nada, ni se acumulan, ni se cuentan en el número de los medios de una futura producción. La música y el canto causan placer á los espectadores de una ópera; mas de aquella deliciosa armonía de voces y sonidos sólo nos queda un recuerdo. Digamos que son servicios que tienen valor, pero no los llamemos riquezas. Todo trabajo cuyo resultado consista en un goce inmediato, sin aumentar las cosas útiles ó los me dios de crearlas de un modo permanente, debe reputarse improductivo.

"Todas las profesiones útiles (dice Dunoyer), cualesquiera que sean, ora el trabajo se aplique á las cosas, ora á los hombres, ponen en movimiento un trabajo que se desvanece conforme se ejecuta, y todas crean una utilidad que se acumula conforme se obtiene. No se debe decir con Smith que la riqueza es trabajo acumulado, sino utilidad acumulada, porque, lo repito, no se acumula el trabajo, sino la utilidad que representa. El trabajo se disipa según que se realiza, y sólo subsiste el producto. "

¿Y cómo se acumula la utilidad sino acumulando las cosas útiles? ¿Y merecen por ventura el nombre de cosas ó productos los servicios, por importantes que fueren, si sólo engendran sensaciones más ó menos agradables que no dejan rastro de su fugaz existencia?

La teoría de la producción se deriva de las ideas elementales de utilidad, valor y riqueza; y si los economistas contienden sobre ella, procede de que unos tratan la ciencia en la esfera propia de la Economía política, y otros aspiran á coronarla con el fastuoso nombre de Economía social.

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