Principios de Economía Política

Por el Doctor
D. Manuel Colmeiro
Catedrático de la Universidad de Madrid


Alojado en "Textos selectos de Economía"
http://www.eumed.net/cursecon/textos/

 

PARTE PRIMERA. - De la producción de la riqueza.

CAPÍTULO XV. - De la industria extractiva.

El arte de los extractores difiere esencialmente los otros modos de producir, porque no consiste procurar los frutos de la tierra, ni la multiplicación de los ganados, ni el aprovechamiento de los materiales crudos, ni tampoco en comprar, vender ó permutar, sino en un verdadero trabajo de apropiacion ú ocupacion de las cosas existentes por obra de la naturaleza.

La caza es una de las industrias extractivas que más se usan en la infancia de los pueblos, y todavía tiene grande estimacion en su estado de virilidad, porque no sólo provée de alimentos sanos y agradables al hombre, pero tambien limpia los montes y los valles de fieras y animales dañinos que turban la paz de los campos y ponen en peligro las cosechas. Además de esto la caza alimenta la industria y el comercio de la peletería.

La pesca, sobre todo la marítima, es un copioso manantial de riqueza, segun lo demuestran los grandes capitales que exige, los muchos brazos que emplea y los considerables armamentos que necesita. La pesca promueve la industria de las salazones y da un vigoroso impulso á la navegacion. Un pez tan pequeño como el arenque, prestó fundamento á la prosperidad de la república de Holanda: la sardina y el atun entretienen la actividad de nuestros habitantes en las costas de Galicia y Andalucía: el bacalao llevó los guipuzcoanos y vizcaínos, navegantes emprendedores y atrevidos, á los mares de la Groelandia y al banco de Terranova, negocio de provecho que recogieron despues Francia é Inglaterra; y por último, la pesca de la ballena pone en movimiento centenares de naves y millares de rnarineros.

La minería suministra el oro, plata, plomo, hierro, cobre, estaño, azogue, carbon y tantas otras sustancias inorgánicas metálicas, combustibles, salinas ó piedras comunes, raras y preciosas que se encuentran en superficie ó debajo de la tierra.

La minería es madre de multitud de industrias cuales suministra las primeras materias, los instrumentos y máquinas necesarias á la fabricacion, los medios de producir, aprisionar y convertir el vapor en una potencia infatigable, los metales propios para labrar moneda é infinitas cosas útiles á la economía doméstica y civil.

Por otra parte, las minas casi siempre se descubren en montes tan ágrios y ásperos que los hombres huyen de vivir en ellos, si la esperanza de lograr considerables riquezas no los determina á fijar su morada en unos sitios tan solitarios y silvestres. Una mina basta para poblar en pocos años los parajes más desiertos y hacer lugar famoso lo que ántes era infeliz aldea. Las artes mecánicas se establecen á la inmediacion de los criaderos de sustancias minerales, acomodándoles vecindad de los puntos donde se encuentran las primeras materias. Acuden los mercaderes, los pueb1os de la comarca se animan al cultivo, van y vienen las gentes á sus negocios, crece el consumo, se fabrican casas y se forma una villa ó acaso una ciudad como por encanto. Tal es la historia contemporánea de San Francisco de la California.

La industria extractiva prospera á beneficio de la libertad como todas las industrias sus hermanas. Esto no quita que se dicten reglamentos tocantes á la caza y pesca para precaver los atentados contra la seguridad pública, la salubridad general y el derecho de propiedad. Son justos límites que impiden que la libertad degenere en licencia. No así se disculpan los privilegios exclusivos y prohibitivos dañosos al bien comun y al interés particular, y las reliquias de nuestro antiguo sistema reglamentario.

El laboreo de las minas suele estar sujeto á reglamentos prolijos y embarazosos que merecen profunda reforma. Subsistan enhorabuena los encaminados á precaver los descuidos, imprudencias y temeridades que comprometen la vida de los obreros; mas definanse bien los casos y absténgase el gobierno de intervenir en las labores, dirigiéndolas y activándolas, concediendo ó negando el permiso para proseguirlas, mezclándose en los contratos, y en fin, salga el minero de la ciega y caprichosa tutela de la autoridad.

La industria minera no repugna aquel grado de intervencion oficial que cabe dentro de la competencia de una buena policía de seguridad, ni tampoco rehusa someterse á las cargas y servidumbres inherentes á su naturaleza: fuera de eso quiere ser libre y tiene razon.

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