Principios de Economía Política

Por el Doctor
D. Manuel Colmeiro
Catedrático de la Universidad de Madrid


Alojado en "Textos selectos de Economía"
http://www.eumed.net/cursecon/textos/

 

PARTE PRIMERA. - De la producción de la riqueza.

CAPÍTULO XIV. - De la industria en general.

Llámase industria en general el arte de producir ó sea el trabajo inteligente. La vida industrial supone un mecanismo muy complicado cuyo movimiento regular depende de la justa proporcion de las fuerzas y su dirección acertada.

El trabajo colectivo de la nacion es el fondo de riqueza de donde se sacan los medios de satisfacer las necesidades publicas y privadas. Los particulares COIltribuyen á formarlo y toman la parte que les corresponde del producto comun. Todos producen para todos, sin reparar en si cada uno ha concurrido á una obra determinada con su trabajo, pues al fin la riqueza producida se reparte entre los diversos productores por medio del cambio.

Dos son las condiciones fundamentales del progreso de la industria, á saber, la ciencia y el arte. La ciencia descubre las leyes de la naturaleza y enseña al hombre el modo de aplicarlas á la produccion; y por eso la prosperidad de los pueblos está ligada con el estudio y adelantamiento de todas ellas, y principalmente de las exactas, físicas y naturales. ¿Quién pone en duda los beneficios que la industria ha recogido y está recogiendo de dia en dia, con sólo seguir los pasos de la química y la mecánica?

El arte significa la suma ó caudal de conocimientos adquiridos y transmitidos de generacion en generacion con creces siempre mayores desde el principio del mundo hasta hóy mismo. Para poseer bien el arte industrial, no basta conocer de un modo especulativo los procedimientos más económicos, seguros y eficaces que conducen á modificar la materia y acomodarla á los diferentes usos de la vida, sino acompañarlos de la práctica que constituye la habilidad y destreza del obrero ingenioso y experimentado en su oficio.

La industria nació en el hogar doméstico y se confundió en su origen con los demas cuidados de la familia. La mujer hila y teje la lana y se ocupa en otras labores sedentarias, miéntras el hombre caza, pesca y cultiva la tierra. Los pueblos de la antiguedad prefieren las agitaciones y turbulencias de la plaza y el foro al retiro y sosiego de su casa, y encomiendan las artes mecánicas á los esclavos. En la edad media se forma el estado llano en el seno de las ciudades y villas donde florece la industria que se organiza y desarrolla á favor de las libertades y franquezas municipales. En los tiempos modernos se arraiga y difunde á la sombra de un gobierno central que la defiende y protege como un poderoso elemento de la prosperidad del estado.

Así, pues, la industria, luégo que fué bastante crecida para romper los lazos que la unian á la familia, pasó sucesivamente por los grados de la esclavitud, el privilegio y la tutela oficial. Su porvenir es la libertad.

No queremos decir con esto que no goce en el dia de semejante beneficio; pero si que no lo disfruta por entero, pues al fin la industria ha llegado á su mayor edad, término natural de toda tutela. Tampoco es nuestro ánimo impetrar para ella una libertad absoluta, ó abogar por la supresion de las reglas que moderan su ejercicio y la purgan de fráudes y violencias, sino asentar el principio de la accion individual como fundamento del progreso económico, salvo en los casos en que el interés privado pudiera comprometer la seguridad pública, ofender el bien comun ó perjudicar á tercero.

Síguese de aquí que hay y debe haber siempre una legislacion industrial, ó un conjunto de leyes positivas y reglamentos tocantes á la industria que la Economía política absuelve ó condena segun que se ajustan, ó no, á la medida de la libertad necesaria y conveniente al desarrollo de la riqueza; y hay asimismo un derecho industrial que determina las condiciones permanentes que rigen la naturaleza del hombre, sujeto del trabajo, y la naturaleza de las cosas, objeto del trabajo.

De dos maneras se puede ejercer la industria, aislada y colectivamente, esto es, trabajando cada uno por sí y para sí, ó en compañía de pocos ó muchos obreros en un modesto taller ó fábrica poderosa bajo la direccion de otro.

De aquí procede la distincion de la industria en grande y en pequeña, y la controversia que se mueve á propósito de sus respectivas ventajas é inconvenientes.

La industria en grande exige gruesos capitales y un trabajo proporcionado, y de este concurso de fuerzas resulta una abundante produccion. Entónces hay facilidad de hacer economías comprando y vendiendo por junto y en sazon oportuna: hay comodidad para introducir la division del trabajo y llevarla hasta el cabo: hay medios de comprar máquinas, ensayar los nuevos procedimientos y aprovechar toda clase de invenciones y mejoras.

Es necesaria la industria en grande, cuando la produccion requiere la concurrencia de diversos obreros que representan distintos oficios, y cuando la extension del mercado pide una cantidad de productos tal que no bastaria á suministrar la industria en pequeño. Los hábitos de asociacion allanan el camino á la industria fuerte y robusta, porque reuniendo muchos capitales cortos y humildes en uno solo, se pueden acometer empresas muy superiores á las fuerzas y recursos particulares.

La industria en pequeño no se presta á la economía, ni á la division del trabajo, ni consigue jamás sacudir el yugo de la rutina. Es verdad que el productor agrega á las ganancias de maestro las de oficial, capitalista y vendedor de su obra, y que muchas veces no libra en aquel arte sus medios de existencia, como el labrador que teje el lino en su casa durante las largas noches del invierno, ó durante los dias en que la estacion ó el temporal no le permiten ocuparse en las faenas del campo; pero cualesquiera que sean las excelencias de la industria patriarcal bajo el punto de vista de la moralidad y su eficacia para impedir la relajacion de los lazos de familia, el trabajo individual no responde á las necesidades presentes, y así deberá irse poco á poco transformando en trabajo colectivo. La instruccion, la vigilancia, la caridad, y en fin, las buenas costumbres compañeras inseparables de la civilizacion, minoran los defectos de la industria en grande, segun la experiencia lo acredita; y á decir verdad, ni son tantas, como se pintan, las virtudes domésticas en los lugares de escaso vecindario, ni tantos, como se ponderan, los vicios de las capitales ciudades populosas.

Dividen comunmente la industria en tres grande ramas, á saber, agricola, fabril y comercial. La primer crea una multitud de productos vegetales y animales útiles corno alimento, materias brutas ó instrumentos de las artes y oficios: la segunda modifica las cosas y las adapta á los varios usos de la vida; y la tercer transporta las riquezas, las distribuye segun las necesidades del consumo y aumenta los valores por medio del cambio. Esta clasificacion no es tan exacta que la operaciones propias de un ramo de industria no participen algo de la naturaleza de otro; pero es la generalmente recibida y la más clara.

Proponen, y no sin razon, algunos economistas, añadir un cuarto miembro á la division, y llamar industria extractiva á la que consiste en sacar del seno de la tierra, de las aguas ó de los bosques ciertos objetos que se hallan formados por la mano misma de la naturaleza; en cuyo caso la caza, la pesca, los frutos silvestres, la corta y poda de los árboles espontáneos y el laboreo de las minas formarán parte de este nuevo modo de produccion, segregándose de la agricultura cuyo nombre no le cuadra.

No con igual fundamento pretenden tambien segregar el comercio del acarreo ó transporte de los géneros y frutos, constituyendo una industria especial que denominan porteadora ó trajinera, como si dijéramos el arte y ejercicio de conducir mercaderías de un punto á otro. En efecto, la esencia del comercio consiste en el cambio; pero no por eso hemos de decir que el comercio no existe miéntras el cambio no se verifica. El transporte ó acarreo es una operacion preliminar, un medio de alimentar el tráfico, suprimiendo la distancia que separa el productor del consumidor; y quien facilita el cambio, ejerce una de tantas profesiones auxiliares de la industria comercial. Por otra parte, aunque todo el mundo cambia, no todo el mundo hace del cambio una profesion lucrativa ó vive del tráfico, entre cuyas operaciones se cuenta el movimiento ó traslacion de las mercaderías. Y lo mismo importa llevarlas de un lugar á otro, que reservarlas de hoy para mañana. Este especula alargando el tiempo, y aquél acortando el espacio.

Es en vano discurrir sobre cuál de estas ramas de la industria merece la predileccion de los economistas, de los pueblos y los gobiernos. De todas maneras se produce, y por todos los caminos indicados se allega riqueza. El mejor sistema es aprovechar las circunstancias propias del territorio, como su extension y calidad, sus montañas y rios, los mares que lo bañan, los puertos que lo circundan, la bondad del clima, la abundancia de minerales y demás condiciones topográficas para inclinarse á la industria más favorecida por la naturaleza.

Sin embargo, léjos de nosotros la idea de aconsejar que cada nacion sea exclusivamente agricultora, fabril ó comercial, pues sin variedad de artículos puede haber tráfico interior ó cambio de géneros por frutos; sólo proponemos como fundamento de una produccion abundante y dichosa la division natural trabajo entre todas las naciones. España, por ejemplo, es agrícola por excelencia; pero no debe renunciar por eso á los beneficios de las artes y del comercio. Holanda, porque carece de territorio favorable al cultivo, pide á los mares lo que le negó la tierra, y funda su riqueza en la pesca, la navegacion y todo linaje de especulaciones mercantiles; mas todavía procura conservar sus pastos y ganados.

La division del trabajo entre las naciones no exige que cada pueblo profese y apure una sola industria siendo capaz de varias, ántes acepta como buenas todas las compatibles con el régimen de la libertad.

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