1.2. La expansión ibérica y los adversarios del imperialismo español



 

A la era de las Cruzadas siguió la de los descubrimientos. AI arremeter todo el mundo occidental de entonces de una manera directa contra el Islam, era natural que las expediciones de los portugueses a las costas africanas y s al del Cabo de Buena Esperanza, camino de las Indias, tendieran a eludir a los árabes. Mediante el viaje directo a las Indias Orientales perdieron los países islámicos el monopolio de intermediarios del comercio. Uefecto derivado de dicho estado de cosas fué el descubrimiento de un nuevo Continente; en sus expediciones en busca del camino de las Indias, los españoles se posesionaron de las Occidentales y del Continente, elcual dividieron en los virreinatos del Perú y México, mientras los portugueses adquirían la más importante de sus colonias, el Brasil.

El mundo quedó repartido entre Portugal y España, pero las inmensas regiones nuevamente adquiridas quedaron sujetas a la coercn de un sistema económico intervenido. No quedó solamente transferida al Nuevo Mundo la constitución feudal al ser asignados a los conquistadores, por el sistema de las encomiendas, determinados territorios con sus habitantes, sino que el dominio del suelo y la mano de obra, al ser incorporados a Ias transacciones comerciales y al condicionar la economía a la ganancia, adoptaron una forma especial. La cultura de plantaciones que explotaba el suelo americano por medio de los cultivos de azúcar, café, algodón y tabaco, vióse pronto supeditada a la importación de esclavos negros, rama del abastecimiento que se convirtió en lucrativo negocio, en el cual la Corona supo obtener una participación al monopolizarla y ceder luego este derecho al mejor postor. Primero los genoveses, más tarde los franceses y en último término los ingleses intentaron entrar en este pacto (Pacto de Asiento), valiéndose incluso de medios políticos. Los tratantes de esclavos del Nuevo Mundo hallaron en los productos coloniales un artículo remunerador que expidieron a Europa. Knapp está en lo cierto al sostener que allí se creó una forma del capitalismo. Pero no fué la única ni la más prometedora. Por su reglamentación podemos denominar esta forma (que se sostuvo desde el siglo XVIal XIX) la feudal-capitalista.

Así como Portugal concentró su tráfico indio en Lisboa, así lo hizo España primero en Sevilla, después en Cádiz. Siguiendo el ejemplo de Venecia, los Estados ibéricos montaron el tráfico transoceanico sobre la base de la dirección estatal. De las flotas nacionales que España expedía anualmente, dirigíase una, por Santo Domingo y la Habana, a Veracruz, donde se celebraba la feria de Nueva España. Un barco iba de Acapulco, con rumbo Oeste, hasta Filipinas. La otra flota, más numerosa (27 veleros contra los 23 de la anterior), se dirigia a Portobello por Cartagena. Allí, en el istmo de Panamá, tenía lugar la feria delPerú. En ella los países meridionales, Chile y la misma Argentina, tenían su punto de conexión con la metrópoli. Claro es que esta organización oficial veíase turbada por un activo contrabando. Los establecimientos coloniales de los holandeses, franceses e ingleses en América tuvieron su origen en otros tantos refugios de aquellos contrabandistas. En el siglo XVIII inicse un relajamiento del sistema, el cual, no obstante, fué mantenido, en su esencia, hasta la emancipacn de las colonias.

Los yacimientos de metales preciosos del Nuevo Mundo, cuya producción, en la segunda mitad del siglXVI, sebrepasó en mucho la de las minas de plata alemanas, determinaron en Europa una verdadera revolución en los precios, si bien éstos no se elevaron en proporción al aumento de la cantidad de dinero. Mientras ésta se quintuplicaba o sextuplicaba, el nivel de los precios no se elevó sino al triple, según D'Avenel, y aun esta alza no se verificó de manera gradual y uniforme. Los obligados a compras en firme quedaron rezagados, en tanto que los que participaron en la diferencia de los precios ya aizlados o en curso de alza pudieron realizar magníficos beneficios.

No obstante, esas ventajas beneficiaron menos a España que a los países que de ella dependían. Ranke ya observó que, para el imperialismo hispano, era de mayor importancia el dominio de las regiones de tráfico más activo de Europa que los tesoros de Arica, y Ehrenberg confirma aquella opinión. Carlos V pudo apoyarse sobre la capacidad financiera de los bancos de Augsburgo, particularmente de los Fugger. Los Países Bajos, Milán y Génova coloronse a disposición de Felipe II al comenzar éste su reinado. Además, el mundo católico contaba con la técnica, avanzadísima, del tráfico mercantil y de crédito. Ranke nos describe la administración financiera del Vaticano. El servicio de deudas forestales podía estudiarse en la administración municipal, que, desde la Edad Media, supo utilizar este sistema crediticio. Ranke se admira de que Sixto V reuniese un tesoro fundado en deudas. Y sin embargo lo mismo encontramos en otros tiempos, bajo Alberto Achilles, por ejemplo. No siempre era posible, y menos en épocas de complicaciones bélicas, dirigirse al mercado de capitales, al cual se había ya recurrido con anterioridad, en horas más tranquilas.

El tráfico europeo se había concentrado en Amberes, en sustitución de Brujas, cuyo puerto se arramblaba. Guicciardini nos da sobre él algunos datos (1560), demonstrativos de su volumen y composición. De los 15 935 000, escudos a que aseendía el valor de la exportación, correspondían así

Telas inglesas......................................................................5.000.000    31,4%

Tejidos de seda italianos................................................... 3.000.000   18,8%

Fustán alemán....................................................................     600.000      3,8%

Artículos manufacturados.................................................. 8.600.000    54,0%

 

Lana española....................................................................    625.000       4  %

Lana inglesa........................................................................    250.000      1,6%

Colorantes franceses.........................................................    300.000      1,8%

Materias primas.................................................................. 1.175.000      7,4%

 

Granos de Alemania del Norte.......................................  1.680.000    10,5%

Vino alemán......................................................................  1.500.000      9,4%

Vino francés......................................................................  1.000.000      6,3%

Vino español.....................................................................     800.000      5   %

Especias portuguesas..................................................... 1.000.000       6,3%

Sal francesa......................................................................     180.000      1,1%

Artículos alimenticios y de desgustación.......................  6.160.000    38,6%

Pirenne considera muy verosímiles estas cifras, equivalentes a 31,8 millones de florines o 50 millones de marcos aproximadamente, en valor monetario. Schanz evalúa la exportación de telas inglesas, bajo Enrique VIII, en 98.000, piezas, igual a 294.000 Iíbras esterlinas, de las 427.830 a que asciende la cifra total de exportación. Según Ludovico Falier, el valor de ésta, en 1531, elevóse a 2 millones de ducados, igual que el de la importación. En 1612, las cifras que se dan para Inglaterra son 2.487.435 libras esterlinas para la exportación, contra 2.141.151, valor de la importacn (15). Sirva de dato de comparacel hecho de que hacia fines del siglXIVel intercambio comercial entre Lübeck y Génova se cifraba en 5 contra 20 millones de marcos, respectivamente, y que Mocenigo, en el siglo XV, evaluaba el tráfico entre Venecia y Lombardía (aunque sólo lo hiciera para hacer resaltar su importancia) en 2,8 millones de ducados, es decir, 28 millones de marcos. Ya entonces los paños desempeñaban importante papel. La Lombardía pagaba con telas el tercio de sus importaciones.  El balance de Venecia con el Oriente, Egipto y Siria era pasivo: Venecia tenía que remitir allí de 300 a 500 mil ducados, la mayor parte en plata alemana. En camblo, el balance de Inglaterra, a pesar de la importación continua de vinos, era activo, al principio gracias a la exportacn de lanas y, más tarde, a la de paños (16). Los valores elevados se explican en parte por la desvalorización de la moneda; Schanz tasa el paño inglés en 3 libras esterlinas, en tanto que Guicciardini lo hace en 6. Todo, empero, confirma el incremento del tráfico. Contra la evaluacn de Guicciardini puede oponerse el argumento de que en sus apreciaciones no incluye una serie de mercancías, tales como los artículos de hierro, que ya se elaboraban en aquella época (17). No obstante, la gran importancia del paño destaca perfectamente.

Este comercio supo crearse nuevas formas. Abrióse en Amberes una Bolsa, tomándose por modelo la de Brujas, y en ella desenvolvióse, no solamente la labor del establecimiento de precios que debían regir para el intercambio de mercancías, sino que se formótambién un mercado de capitales que concertaba empréstitos con los monarcas extranjeros. Para las necesidades financieras de España tuvieron todavía mayor importancia las ferias que en 1552 celebraron los genoveses en Besançon. En esas ferias (que a partir de 1579 fueron trasladadas a Placencia) concentróse todo el tráfico de pagos de Occidente. El cambio estipulado en ellas d la pauta para todas las transacciones, con excepcn de las efectuadas en Francia, cuyo centro era Lyon (18). Las ferias servían a la Corona de España para convertir en disponibles, en el teatro de la guerra de los Países Bajos, capitales no vencederos hasta más tarde, procedentes de impuestos, de bienes públicos napolitanos o de la flota de la plata americana.

A pesar de todo este conjunto de recursos económicos, a pesar de la nueva ordenacn administrativa del tráfico, España no pudo mantener su posición. La causa de ello hay que buscarla en la exageración de sus objetivos políticos y en la crisis económica motivada por las medidas que su realizacn exigía. Ya en 1560 Felipe II debíel importe de dos anualidades de salarios atrasados. Las cargas fiscales impedían toda aportacn al desenvolvimiento de la vida económica. La desconfianza que inspiraba la administracn financiera y sus repetidas bancarrotas paralizaban el crédito del país. Y así vemos cómo en una época de máxima potencia política y militar decaen las industrias ciudadanas, el país debe acudir a la importación extranjera y la clase campesina se ve reducida, por los rebaños nómadas de ovejas, a los derechos de pasturaje consignados en la Mesta. El intento de realizar la unidad religiosa fracasa. Eel país se mantiene por la expulsión de los laboriosos descendientes de árabes y judíos. Parel español, el ideal sigue siendo el guerrero asceta; la dirección de la vida económica ha de ser abandonada a los herejes, quienes la manejan con mayor desembarazo.

Si en la dirección económico-racional de estos circulos aparece un rasgo característico del desenvolvimiento accidental, el origen del fenómeno debe buscarse remontándose muy a lo lejos. Sombart ve la fuerza impulsiva en la naturaleza psicológica de los judíos pero son muchos los que han impugnado sus afirmaciones. La primera objeción que se nos ocurrre es que en los judíos, como en todo grupo humano, al lado de la actitud vital racional está la entusiástica. En los circulos artesanos de los judíos orientáles la tendencia mística del Chassidim se subleva contra el rabinismo oficial. Es cierto, empero, que en la religión judaica lo gico pierde pronto terreno; incluso los profetas subrayan únicamente la simple doctrina moral de los sacerdotes. Los rabinos se sitúan reflexivamente frente a los hechos de la vida.

Mientras en las esferas de las culturas china e india lo mágico se mantiene en las masas, en la cristiana retrocede. El mismo Jesucristo invocó explícitamente la doctrina de los antiguos (Moisés y los profetas). El monacato occidental ve en el trabajo, a la par que en la oración, el servicio de Dios; y del mismo modo que la campana divide el tiempo, así también las Ordenes monásticas que cultivan y explotan la tierra y llevan sus productos al mercado (como los Cistercienses) han desarrollado un notable sentido especulativo.

La audacia y el sentido ponderativo caracterizan a los emprendedores. Encuéntranse en la época de las Cruzadas. Desde el siglo XIV Italia desarrolla los principios de la partida doble. Más tarde, calvinistas y anabaptistas hermanan la osadía con la exacta contabilidad. Así como el Renacimiento exige del Soberano una actitud reflexiva frente a los poderes existentes, así también la ilustración estipula por doquier como objetivo la comprensión racional de la situación. Holanda e Inglaterra pasan a ser los centros principales de esa actitud racional de la vida, y de ellas irradiará y se extenderá por Francia y Alemania. Cuando Sombart, en su Bourgeois, admite, en oposición a su libro sobre los judíos, a escoceses y florentinos entre los agentes de aquel desarrollo, reconoce, al nombrar valiosos representantes del Norte y del Sur, que se trata de un movimiento general, definido por Ranke como la unidad de los pueblos latinogermánicos.

Para caracterizar a los modernos maestros de la Economía, precisa añadir un tercer factor al sentido de empresa y ponderacn: la limitacn exclusiva a esta tarea. Esta limitación se encuentra especialmente en los excluídos de la vida política. Los Cistercienses fueron mejores calculadores que los Benedictinos, quienes hicieron de su inmunidad una fuerza estatal, mientras aquéllos se sometían quietamente a los príncipes terrenales que los protegían. Los excluídos del gobierno de la ciudad ocuronse con preferencia de la vida económica, como los nobles de Asti o de Génova, donde, desde 1339 a 1528, no lograron llegar a la cumbre del poder, reservado al Dux popular. Los Médici y los Strozzi acumularon sus fortunas en el destierro. Así encontramos más tarde en la Holanda calvinista, a los mennonitas y remonstrantes desplegando gran actividad en el sector económico. En Inglaterra, los puritanos y los cuaqueros alcanzaron gran prosperidad económica bajo un gobierno nada benévolo para con ellos.

El forastero no se siente ligado por consideraciones sociales. Los hugonotes no necesitaban sujetarse a preceptos gremiales; en cuanto a los judios, el precio tradicional les era indiferente.

Inglaterra, donde el movimiento religioso ha tenido efectos más persistentes que en cualquier otro país, estaba destinada a asumir la dirección económica más adelante, en el período de la transición a la Economía moderna. No obstante, la primera nación entre las protestantes que entabló la lucha contra España, fué Holanda, país modélico, cuyo ejemplo iban a seguir, no sólo las mercantilistas Inglaterra y Francia, sino también Prusia, Austria, Rusia (Pedro el Grande), Suecia (Götheburg) y Dinamarca. Los mismos campeones del Catolicismo, como Austria, hubieron de avenirse a tolerar a los herejes para hacer posible el florecimiento del comercio y la manufactura (19).

(15) PIRENNE, Geschichte Belgiens, Ill, pág. 334. - SCHANZ, Englische Handelspolitik gegen Ende des MA., págs. 31 y ss.

(16) W. STIEDA, Ueber die Quellen der Handelsstatistik im MA. Academia de Ciencias, Berlín 1903. - H. SIEVEKING, Aus Genueser Rechnungs - und Steuerbüchern. SBAk. Viena, 1909, 162, 2.

(17) En los siglos XV y XVI los opulentos zuriqueses debieron su riqueza al comercio del hierro. Anuario para Suiza, Hist., 1910: Zur Zürcherischen Handelsgesch

(18) PERIII Negoziante II, Génova 1647, der Kurszettel. Véase en Handlungsbüchern, de DAVID GAUGERS, 1588-90, Archivo municipal de Augsburgo, la cuenta de la lana remitida por Bérgamo a las ferias de Besançon.

(19) M. ADLER, Wiener Staatsw., St. IV, 3, 1903, pág. 50.

1.3 Holanda