PREFACIO

Creo, como Paul Baran, que fue el capitalismo mundial y nacional el que generó el subdesarrollo en el pasado y que sigue generándolo en el presente.

Los ensayos que siguen se escribieron en épocas diferentes, en varios países y con diversos propósitos y medios ¹. Cada uno de ellos se propone, a su modo, esclarecer cómo la estructura y el desarrollo del capitalismo, después de haber permeado y caracterizado, desde hace mucho, a la América Latina y a otros continentes, continúan generando, manteniendo y haciendo más profundo el subdesarrollo.

En esto s estudios, el análisis se centra en —y emerge de— la estructura metrópoli-satélite del sistema capitalista. Aunque las características, contradicciones y consecuencias del capitalismo aparecen en todos ellos, en cada uno se pone énfasis especial en un rasgo particular del subdesarrollo capitalista. El estudio histórico sobre el subdesarrollo en Chile hace particular hincapié en la pérdida y enajenación del excedente económico durante el proceso del subdesarrollo capitalista, proceso hacia el cual llamó la atención Paul Baran. El breve ensayo en torno al "problema indígena" en América Latina sostiene que su base es la extensión del pillaje capitalista del excedente a las más apartadas  capas de la sociedad. Las contradicciones del desarrollo desigual y de la polarización internacional, nacional y regional reciben, a su vez, un análisis más detallado en el estudio del subdesarrollo histórico del Brasil. Finalmente, la naturaleza monopolista de la estructura del capitalismo es el núcleo del análisis del último estudio, acerca del subdesarrollo de la agricultura brasileña contemporánea. La persistencia de estas contradicciones del capitalismo, que a lo largo de la historia del desarrollo capitalista engendran subdesarrollo, brota de todos los ensayos.

El estudio acerca de Chile incluye el contexto histórico del desarrollo y el subdesarrollo capitalistas y expone detalladamente los rasgos esenciales de la estructura del sistema capitalista en los niveles mundial , nacional y local, rasgos que forman la base teórica de mi tesis general. El acento en la historia se propone demostrar cómo el desarrollo histórico del capitalismo empezó a introducirse , a formar y, en verdad, a caracterizar las sociedades latinoamericana y chilena ya desde la conquista, en el siglo XVI. El ensayo analiza cómo, a lo largo de las centurias siguientes, el capitalismo mundial impuso su estructura y desarrollo expoliadores a la economía interna de Chile y la integró totalmente con el sistema capitalista mundial, convirtiéndola en un satélite colonial de la metrópoli capitalista extranjera. El estudio sugiere también cómo es que la consecuencia inevitable de esa estructura y evolución capitalista mundial, chilena y local ha sido el desarrollo del subdesarrollo en Chile.

El segundo bosquejo , acerca del llamado "problema indígena " latinoamericano, es parte de un estudio mayor, redactado como informe para la Comisión Económica para América Latina de las Naciones Unidas. Como tal, su preparación estuvo sujeta a cierta s limitaciones. El ensayo sostiene que esta estructura capitalista es ubicua. Hasta los pueblos indígenas de la América Latina, de cuya supuesta economía de subsistencia se dice a menudo que los margina de la vida nacional, se encuentran totalmente integrados en esa estructura, si bien como víctimas superexplotadas del imperialismo capitalista interno. Siendo ya pactes integrantes del sistema capitalista, la tan frecuente política de tratar de "integrar" a los indígenas latinoamericanos en la vida nacional mediante uno u otro esquema de desarrollo comunal, carece, por ende, de sentido y está destinada a fracasar. El carácter particular del supuesto atraso de los indígenas, lejos de provenir del aislamiento, debe atribuirse a —y comprenderse en función de— ese mismo sistema estructural capitalista, y de las particulares manifestaciones de subdesarrollo a que da origen en diferentes circunstancias.

El tercer estudio, "El desarrollo del subdesarrollo capitalista en el Brasil", se preparó en forma de disertaciones para la conferencia sobre el "tercer mundo" celebrada en la Escuela Nacional de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional de México, en enero de 1965. Similar en intención al ensayo sobre Chile, este estudio subraya particularmente las inherentes limitaciones que la estructure y el desarrollo del sistema capitalista imponen necesariamente el desarrollo industrial y económico de sus miembros satélites. Pone de relieve también cómo estos países, y en particular sus antiguas regiones exportadoras principales, como el hoy extremadamente pobre nordeste brasileño, caen por fuerza en el subdesarrollo capitalista, como consecuencia natural del desarrollo del sistema capitalista en general.

El ensayo sobre "El capitalismo y el mito del feudalismo en la agricultura brasileña" fue escrito en Brasilia, en íntimo contacto con las figuras y las corrientes políticas de esa capital, antes del golpe militar de abril de 1964. Como este ensayo es el primero que escribí, refleja el más bajo nivel de madurez de mi análisis y mis conclusiones. Empero, este ensayo completa a los otros en dos importantes sentidos. Por ser de alcance más limitado y carecer de profundidad histórica puede examinar con más detalle un aspecto particular del subdesarrollo contemporáneo: la estructura comercial monopolista de la agricultura. El ensayo sostiene que, contra la opinión de la mayoría de los investigadores, burgueses y marxistas por igual, el Brasil —y otras partes de América Latina, pudiera añadirse— no posee un a "economía dual", ni su sector agrícola es feudal o precapitalista. El análisis procede a demostrar a continuación cómo la ineficiencia y la pobreza, universalmente reconocidas, de la agricultura brasileña provienen del capitalismo, de la misma estructura monopolista y por ende explotadora que se analiza en otra parte de este libro.

El análisis económico de este ensayo se dirige clara y específicamente a importantes problemas de carácter político. Si, como en él se sugiere, ninguna parte de le economía es feudal y toda ella se integra en un solo sistema capitalista, la opinión de que el capitalismo debe penetrar aún en el resto del país es científicamente inaceptable, y la estrategia política que la acompaña —apoyar a la burguesía en su esfuerzo por extender el capitalismo y completar la revolución democrática burguesa— es políticamente desastrosa. Desde que este ensayo se escribió, su tesis ha sido confirmada por la historia. La burguesía "nacional" brasileña, no menos que la "compradora", ha participado plenamente en la dictadura militar neofascista y en los acontecimientos subsiguientes. Es de esperar, no obstante, que dicho análisis pueda servir todavía par a robustecer la base empírica y teórica de la acción política futura necesaria para superar el subdesarrollo del Brasil, del resto de América Latina y de otras regiones.

Estos ensayos no pretenden abarcar todos los problemas económicos y político s, del desarrollo y el subdesarrollo capitalistas en Chile, el Brasil o América Latina, y quizás sea oportuno tomar nota de las importantes cuestiones a las que prestan poca o ninguna atención. Mi esfuerzo por ver a distancia y subrayar la continuidad fundamental del proceso del desarrollo y el subdesarrollo capitalistas me ha llevado a subrayar me nos algunas transformaciones de lo que probablemente merecen per se. La más importante, indudablemente, es el ascenso y la consolidación del imperialismo. Un análisis más detallado del proceso histórico del desarrollo capitalista y de los problemas contemporáneos del subdesarrollo tendría que dedicar más atención a las transformaciones especificas de la estructura económica y las clases de estos países subdesarrollados, como resultado del ascenso del imperialismo en el siglo XIX y su consolidación en el XX. Paul Baran sugirió que el imperialismo, lejos de fomentar el capitalismo industrial, fortaleció el capitalismo mercantil en los países subdesarrollados. El estudio de Chile y el Brasil confirma esta concepción, pero no llega a examinar muchos de los cambios ocurridos al mismo tiempo en las relaciones entre los sectores comercial e industrial de estas economías. Una transformación más reciente, el ascenso de los países socialistas, recibe menos atención todavía, aunque ya influye directamente sobre estos países latinoamericanos al aumentar de modo decisivo el ámbito de sus opciones políticas, e indirectamente, al reducir la esfera del mercado mundial capitalista de metrópolis y satélites.

El esfuerzo por estudiar la estructura colonial metrópoli -satélite y el desarrollo del capitalismo me ha llevado a dedicar poca atención específica a la estructura y desarrollo de las clases. Esto no quiere decir que me proponga reemplazar el análisis de las clases con este análisis colonial. Antes bien, con el análisis colonial intento completar el análisis de las clases y descubrir y hacer resaltar aspectos de la estructura clasista de estos países subdesarrollados que con frecuencia han quedado oscuros. Este es el caso, particularmente, del lugar de la burguesía y la función que puede o no puede desempeñar en el desarrollo económico y el proceso político. No obstante, como en estos ensayos se da preferencia a la estructura colonial, no pueden ser , ni pretenden ser, un instrumento adecuado para examinar la lucha de clases en general e idear la estrategia y tácticas populares para que aquélla se desarrolle, pare destruir el sistema capitalista y, por ende , desarrollar a los países subdesarrollados. 

Todos los estudios llegan a una conclusión de primera importancia: el capitalismo nacional y la burguesía nacional no ofrecen ni pueden ofrecer modo alguno de salir del subdesarrollo en América Latina.

Esta conclusión y el análisis en que se basa tienen importante s implicaciones. Señalan l a necesidad de que en los países subdesarrollados y socialistas se elaboren la teoría y el análisis capaces de abarcar la estructura y el desarrollo del sistema capitalista en escala mundial integrada, y de explicar su contradictoria evolución, la cual genera a la vez desarrollo y subdesarrollo económico en los niveles internacional, nacional, local y sectorial. Las categorías teóricas especificas basadas en la experiencia del desarrollo clásico del capitalismo en los países metropolitanos no son adecuadas por s í sol as, para esta tarea. Es estéril hablar en términos de una burguesía o clase industrial nacional que fomenta la economía de un supuesto "tercer mundo", liberando a su sector capitalista nacional del colonialismo y el imperialismo metropolitano en lo exterior y expandiéndolo en lo interior hasta que finalmente penetra y elimina al sector tradicional o feudal de la sociedad y economía dual. Es vano esperar que los países subdesarrollados de hoy reproduzcan las etapas de crecimiento económico por l as que pasaron las sociedades evolucionadas modernas, cuyo desarrollo capitalista clásico surgió de la sociedad precapitalista y feudal. Esta expectación es totalmente contraria a la realidad y está más allá de toda posibilidad práctica y teórica. En su lugar será necesario estudiar científicamente el verdadero proceso del desarrollo y el subdesarrollo capitalista mundial y crear en la porción subdesarrollada del mundo una economía política de crecimiento basada en la realidad.

El análisis y la conclusión tienen, por ende, implicaciones políticas de largo alcance. Si la estructura y el desarrollo del sistema capitalista mundial han incorporado y subdesarrollado desde hace tiempo hasta el más remoto rincón de la sociedad "tradicional" y no dejan ya espacio alguno par a el desarrollo nacional clásico o par a el desarrollo del capitalismo estatal moderno, independiente del imperialismo, la estructura contemporánea del capitalismo no consiente el desarrollo autónomo de una burguesía nacional lo bastante independiente para dirigir un verdadero movimiento de liberación nacional (y, a menudo, hasta par a tomar parte activa en él), o lo bastante progresista p ara destruir la estructura capitalista del subdesarrollo de s u país. Si ha de haber una revolución democrática "burguesa" y si ésta ha de conducir a la revolución socialista y a la eliminación del subdesarrollo capitalista, no puede ser y a la burguesía, bajo ninguno de sus disfraces, la que haga esa revolución. La misión y el papel histórico de la burguesía en la América Latina —que era acompañar y promover el subdesarrollo de en sociedad y de si misma— han concluido.

En América Latina como en otras partes, la misión de promover el progreso histórico corresponde ahora a las mases populares solamente, y quienes honesta y realísticamente quieran contribuir al progreso del pueblo deben apoyar a aquéllas en su búsqueda del progreso por y para s í mismas. Aplaudir y, en nombre del pueblo, respaldar incluso a la burguesía en su ya desempeñado papel en el escenario de la historia es una perfidia o una traición.

El análisis y las conclusiones de estos estudios envuelven también implicaciones —digámoslo de nuevo con palabras de Paul Baran— en cuanto a la responsabilidad del intelectual. Mis propias circunstancias sociales e intelectuales son las de la clase media norteamericana, y mi formación profesional la del ala m ás reaccionaria de la burguesía de los Estados Unidos. (Mi principal profesor de teoría económica se convirtió en el principal asesor de Barry Goldwater en su campaña presidencial de 1964.) Cuando hace unos tres años vine a América Latina, consideraba su subdesarrollo principalmente en términos de problemas de falta de capital, de instituciones feudales y tradicionales que impedían ahorrar e invertir, de concentración del poder político en manos de oligarquías rurales, y de muchos otros de los supuestos obstáculos, universalmente conocidos, a los que se atribuyen el estancamiento de la s sociedades subdesarrolladas supuestamente tradicionales. Yo había leído a Paul Baran, pero no lo comprendía en realidad, como tampoco al resto del mundo. Loa programas de desarrollo, como inversiones en capital humano y estrategias discontinuas de fomento económico, que mis investigaciones académicas me habían llevado a publicar en revistas profesionales, eran más o menos similares a lo s de mis colegas, aunque yo no llegaba a los extremos de la política monetaria clásica, ni al análisis social en términos de actitudes y motivaciones seudoweberianas y neofreudianas.

Al mismo tiempo, incluso antes de venir a los países subdesarrollados, yo había mantenido siempre en mi vid a personal, fuera de mi carrera de académico profesional, algunas perspectivas y posiciones políticas progresistas. Yo estaba, para decirlo con el título de la autobiografía de mi padre, "a la izquierda, donde está el corazón". Mis opiniones me situaban siempre a la izquierda de casi todos lo s liberales norteamericanos; por ejemplo, yo no dudaba que la Revolución Cubana era digna de apoyo, pero no comprendía su significado. Yo era, fundamentalmente, un irresponsable, un intelectual esquizofrénico: mantenía separadas mis opiniones políticas y m i labor intelectual o profesional, aceptando las teorías científicas más o me nos como me eran entregadas y formando mis criterios políticos en respuesta al sentimiento que los hechos aislados me inspiraban. Como mucho s de mis colegas, yo era un liberal.

Para aprender a realizar investigaciones sociales dignas de ese nombre, para hacerme más responsable, social y políticamente, y para atreverme a decir al pueblo de los países subdesarrollados cuál economía política de crecimiento podía serles útil, tenía que abandonar mis rumbos liberales y mi ambiente metropolitano e ir a esos países, a aprender allí la verdadera ciencia política y la economía política, tanto en el clásico sentido preliberal como en el sentido marxista postliberal. Tenía que librarme de la máxima liberal de que sólo la neutralidad política permite ser objetivamente científico, máxima generalmente usada para defender la irresponsabilidad social, la ciencia seudocientífica y la reacción política. Tenía que aprender de los que habían sido perseguid os en nombre de la libertad y del liberalismo, como Simón Bolívar predijo en 1826 que lo serían. Tenía que aprender que la ciencia social debe ser política.

Por ende, otra implicación de estos estudios es que, para ser responsable tanto intelectual como socialmente y, añadiría yo, para ser científicamente adecuado y políticamente efectivo es necesario, en esta rama de la ciencia y la política, despojarse de los estereotipos científicos y políticos que la mayoría de nosotros, no marxistas y marxista s por igual, en las metrópolis como en las colonias, hemos heredado en gran parte del desarrollo capitalista metropolitano de la era del liberalismo. Del mismo modo que la misión de la burguesía e n los satélite s del sistema capitalista, el lugar del liberalismo metropolitano, económico, político, social -sí, y cultural - ha pasado a la historia. Para emancipar a quienes este liberalismo y esta burguesía, han esclavizado y subdesarrollado necesitaremos una nueva economía política del crecimiento, formulada conforme a las líneas, que Paul Baran nos señaló. Un esfuerzo conciente por desarrollarla, incluso al precio de arriesgar alguna seguridad intelectual y bienestar personal, es el menor de l os sacrificio s que la historia puede pedirnos.

Parte de este libro se escribió y preparó para la imprenta con la ayuda financiera de la Fundación Louis M. Rabinowitz, a la que quiero expresar mi gratitud por la confianza y la ayuda que me brindó. Quiero también dar gracias a los amigos y colegas que leyeron el manuscrito, en todo o en parte, y me hicieron sugerencias útiles: Deodato Riveira, Wanderley Guilherme y Ruy Mauro Marini, en el Brasil; Enzo Faletto, Clodomiro Almeyda y Dale Johnson, en Chile; y Alonso Aguilar y Fernando Carmona, en México. El lector y yo debemos estar agradecidos al extinto John Rackliffe, quien corrigió el manuscrito de modo excelente y facilitó la comunicación. Mi esposa, Martha, ha tenido que soportar los viajes de un país a otro y ha sido paciente conmigo a lo largo de mi trabajo.

ANDRÉ GUNDER FRANK

México, 26 de julio, 1965

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