Capítulo EL CAPITALISMO Y EL MITO DEL FEUDALISMO EN LA AGRICULTURA BRASILEÑA

B. LA AGRICULTURA CAPITALISTA

2. Los principios organizativos

Así, pues, la agricultura brasileña sólo puede ser comprendida como resultado del desarrollo-subdesarrollo capitalista mundial. No cabe en este ensayo una demostración rigurosa de esta tesis ni un análisis completo de la agricultura brasileña. Entre otras cosas, la teoría y metodología mismas del desarrollo-subdesarrollo capitalista continúan estando subdesarrolladas. Las variedades de desarrollo y subdesarrollo capitalista, sus cambios en el tiempo y, en verdad, toda la realidad social, son más complejos que la teoría económica relativamente simple de que se dispone para interpretarlos. Hay también una falla concomitante de reconciliación y análisis previo de los datos, especialmente acerca de la monopolización del comercio de los productos agrícolas, en particular los comestibles. Sin contar, además, las limitaciones de mi propio desarrollo teórico y mi conocimiento de las realidades de la agricultura brasileña. Sólo puedo tratar de ofrecer aquí algunos rumbos para estudios posteriores.

Los tres principios organizativos que adopto aquí para analizar la agricultura brasileña son: a) carácter subordinado; b) propósito comercial o mercantil, y c) monopolio. Los tres, por supuesto, se entrelazan y apoyan mutuamente; los he separado, en parte, para distinguirlos de otros principios o relieves de la organización social, como la regimentación excesiva o la independencia, el predominio de lo cultural o lo productivo, la equiparación o la competencia.

a) Carácter subordinado. Tanto Brasil como su agricultura han estado, por tradición, subordinados. Celso Furtado (1959: 13, 15) nos dice: "La ocupación económica de las tierras americanas fue un episodio de la expansión comercial de Europa. América se convierte en parte integrante de la economía reproductora europea." Y Caio Prado Júnior nos lleva a través de la historia de Brasil:

Si buscamos la esencia de nuestro desarrollo, veremos que nos formamos para suministrar al comercio europeo azúcar, tabaco, algunos otros productos, después oro y diamantes, posteriormente algodón y luego café. Nada más. Con este objetivo... habían de organizarse la sociedad y la economía brasileñas. Todo ocurrió en este sentido: la estructura social, tanto como las actividades del país... Este comienzo... perduró hasta nuestra época colonial, en que estamos comenzando a liberarnos de este largo pasado colonial (Prado, 1962: 23.)

Cuando en este siglo ascendieron al poder la industria y el comercio en el sur, estos sectores vinieron a compartir, pero no a sustituir aún, la determinación de la producción agrícola, la vida y el destino de Brasil.

Dentro del propio sector agrícola tiene urgencia el mismo principio de la subordinación. Los cultivos para la venta y la agricultura para la exportación dominan y determinan completamente las actividades del sector de la subsistencia, esencialmente residual. Fue así en épocas pasadas, y Furtado (1959: 79) presenta el retraimiento del nordeste a una relativa economía de subsistencia como resultado del menguante valor de sus exportaciones azucareras durante el siglo XVII.

Así sigue siendo hoy, como Caro Prado (1960: 201, 205) y Geiger (1956: 81) observan cuando examinan la cambiante suerte de la agricultura comercial y sus efectos sobre el sector subsistencial..

b) Propósito comercial. Caio Prado (1960: 199) es muy explícito en cuanto a la influencia dominante del comercio sobre la agricultura brasileña: "La colonización de Brasil... fue siempre, desde el principio, y en esencia continúa siendo hoy, una empresa mercantil." Este juicio es ampliamente confirmado por dos geógrafos cuyo reciente "estudio rural" del estado de Río de Janeiro, además de ser un ensayo de geografía económica, se convierte en un análisis de la agricultura mercantil en forma que a veces no aparenta ser comercial. (Geiger, 1956.) Hasta la agricultura de subsistencia y las relaciones de producción "feudales" son fundamentalmente determinadas por el comercio, aunque los estudios anteriores rara vez se refieren explícitamente a este problema.

c) Monopolio. Todo lo que tiene que ver con la agricultura brasileña está sumamente monopolizado. Es un lugar común que la tierra, factor principal de la producción agrícola, está concentrada en unas pocas manos. Pero la Tabla 2 sugiere que el grado de concentración y control de la propiedad es considerablemente más alto de lo que a menudo se cree y aparece en la usual presentación de las estadísticas relacionadas con la tenencia de la tierra. Convencionalmente, la concentración de la propiedad se indica comparando el número de establecimientos o propietarios agrícolas con el de la superficie que poseen, que la Tabla 2 presenta en las columnas 1 y 2. Este procedimiento sugiere que el 51%, aproximadamente la mitad de los establecimientos o propietarios (columna 1), dan razón del 3% de la tierra (columna 2), en tanto que la otra mitad posee el 97% restante, y que, entre estos últimos, el 1,6% del total posee el 51% de la tierra. Estas cifras, con las reserves que se hacen abajo, son bastante exactas para lo que se proponen: mostrar la distribución de la tierra entre esa parte de la población agrícola que la posee. Pero esta forma de presentación deja fuera a la parte más numerosa y productivamente importante de la población agrícola: el 62% que depende de la agricultura y cultiva la tierra, pero no la posee: los trabajadores agrícolas.

Como primer paso para reflejar con más exactitud la verdadera concentración de la tenencia de la tierra, he añadido a la Tabla 2 una tercera columna de "población" o familias agrícolas. Este procedimiento nos permite comparar la distribución de la propiedad de la tierra no sólo con la distribución entre los propietarios, sino también con la mucho más significativa población trabajadora que depende de la agricultura, tenga tierra o no. La Tabla 2 quiere distinguir también entre las familias y trabajadores agrícolas que poseen una cantidad de tierra bastante grande o viable pare vivir de elle y aquéllos cuyas propiedades son demasiado pequeñas o no viables para vivir de ellas sin procurarse ingresos adicionales, generalmente vendiendo su fuerza de trabajo a quienes poseen bastante tierra. Estos "propietarios en apariencia" de tierra no viable, como los llama Engels, pertenecen, en realidad, a la clase de los trabajadores agrícolas desposeídos, por cuanto en el sistema capitalista ambos dependen, para sobrevivir siquiera, del trabajo que les proporcionan los grandes poseedores de capital, incluyendo tierra.

TABLA 2

Concentración monopolista de la propiedad agrícola en Brasil, 1950 (millares)¹

Los no poseedores y los poseedores en apariencia formaban, en conjunto, el 81% de las familias agrícolas y la fuerza de trabajo de Brasil en 1950.

La adición de la categoría de la población agrícola en la columna 3 y su división en económicamente viable y no viable permite ver con más claridad la estructura de la tenencia de la tierra y revela que el grado real de concentración monopolista es mucho mayor de lo que parece ser en la forma convencional de presentación. Ahora no es el 1,6% (columna 1), sino sólo el 0,6% (columna 3) el que posee el 51% de la tierra cultivable. No la mitad, sino sólo la quinta parte (incluyendo el 0,6% mencionado), como indica la columna 3, posee el 97% de la tierra. Y no es la mitad, sino el 81%, poco más de cuatro quintos de la población dependiente de la agricultura, el que posee sólo el 3% de la tierra cultivable. Los 5.405.224 cabezas de familia o familias corresponden a los 29.621.089 personas dependientes de la agricultura, de las que 9.966.965 se ocupan en labores agrícolas, siendo las restantes sus dependientes. Dicho de otro modo, en Brasil, en 1950, de una fuerza de trabajo agrícola de casi 10 millones, más de 8 millones, con sus 16 millones de dependientes, tenían que vivir del trabajo que les proporcionaran 1 millón de terratenientes, de los que 33.000 y sus familiares, alrededor de la mitad del 1% poseían más del 50% de la tierra.

El pequeñísimo poseedor de una cantidad de tierra no viable o de mala calidad (ambas cosas suelen ir juntas, porque las tierras de los propietarios más pequeños son, también, las peores) depende directamente, casi tanto como el trabajador sin tierra, de los propietarios más grandes que él, por lo que no está menos sometido a la explotación monopolista. Además, su propiedad es inestable; él puede haber sido reemplazado por otro pequeño propietario similar antes de ser registrada en el censo siguiente la misma parcela. En fin, sus condiciones de vida se aproximan, y a veces son incluso inferiores a las de los jornaleros agrícolas sin tierra. La estabilidad o seguridad de la posesión de la tierra es, aquí, probablemente decisiva. Si la propiedad o dominio de la tierra es permanente, el campesino indígena de Guatemala o Perú, al menos, se distingue en todo sentido de su igual asalariado. Tal seguridad de la posesión, sin embargo, únicamente se obtiene, por lo general, por medio de una acción comunal que sólo otorga derechos de uso o de sujeción, pero no de propiedad a los individuos, o que, cuando reconoce la propiedad, restringe la venta de la tierra. (Wolf, 1955.)

Esto plantea el problema de dónde trazar la división entre las propiedades "viables" y "no viables". Un tanto arbitrariamente, yo la he trazado aquí en 20 hectáreas por familia, en parte, lo confieso, porque facilita el uso de números redondos.² La verdadera división entre "viable" y "no viable" varía con la tierra, el cultivo, el método agrícola y otras circunstancias, y debería trazarse, quizás, en menor número de hectáreas. Por otra parte, el plan trienal brasileño dice que "más posibilidades son muy limitadas no sólo en áreas de menos de 10 hectáreas", sino que "para obtener resultados más o menos satisfactorios en ingreso y productividad" se requieren 50 hectáreas. (Plano Trienal, 1962: 141.) ¡Pero en las condiciones del Brasil actual, las fincas de 50 hectáreas importan, más que exportan, mano de obra!

Ni siquiera la Tabla 2 expone toda la concentración monopolista de la tierra. Como de costumbre, dada la falta de estadísticas adecuadas, equipara a la categoría censal de fincas poseídas u ocupadas o ambas cosas (pero no alquiladas) una finca por propietario y familia. Pero algunos propietarios no son individuos o familias, sino corporaciones u otros grupos. Y, lo que es más importante, ciertos propietarios poseen a menudo varias fincas. No se dispone de estadísticas generales confiables acerca de esto; pero Geiger (1956: 49-68), en su cuidadoso estudio del estado de Río de Janeiro, se refiere a la frecuencia de la propiedad múltiple y cita varios casos de propietarios de tres o más fincas grandes, muchos de los cuales son capitalistas residentes en ciudades. Así, el 11% de las propiedades en dicho estado, con el 30% de la tierra cultivable, están a cargo de administradores. Los ingenios de azúcar, que por ley no pueden cultivar en sus tierras más del 30% de la caña que muelen, poseen fincas mediante testaferros para eludir el límite legal. Otros propietarios registran sus fincas a nombre de algún miembro de su familia, lo que invalida el índice de propiedad de una familia. Por ayadidura, como las propiedades grandes incluyen las tierras mejores y las pequeñas, las peores, la concentración de la tierra no indica toda la concentración de los valores. En tanto que la pauta de propiedades múltiples del estado de Río de Janeiro sea compartida por los otros, la monopolización real de la tierra, evidentemente, es mucho más alta que lo que las estadísticas señalan.³

La concentración monopolista no se limita, en la agricultura, a la tierra. Todo el capital está concentrado. Costa Pinto (1948: 184) estimó que en 1940 el 78% del valor de las fincas estaba representado por la tierra. Y los datos del censo sugieren que otros capitales están aún más concentrados.

El transporte, la distribución comercial y el financiamiento de la producción agrícola están monopolizados también, especialmente en los cultivos para la venta y la exportación. Y estos monopolios, además, son predominantemente extranjeros. De las diez mayores firmas cafetaleras, que exportan el 40% de la cosecha, ocho son extranjeras, siete de ellas norteamericanas. (Vinhas, 1962: 64.) El 50% del algodón que Brasil exportó en 1960 correspondió a dos firmas de Estados Unidos; Anderson and Clayton, el monopolio algodonero mundial, y la SANBRA. (Vinhas, 1962: 64.) Según el diputado brasileño Jacob Frantz (1963), estas mismas dos empresas, en 1961, recibieron 54.000 millones de cruzeiros del total de 114.000 millones que el Banco do Brasil (el banco central de la nación) prestó para invertir en todas las actividades agropecuarias combinadas. En la industria empacadora de carne, del 12 al 15% de los animales sacrificados en Brasil y, al mismo tiempo, del 80% de los sacrificados y procesados en los grandes mataderos modernos que principalmente sirven a los grandes mercados urbanos y de exportación, correspondieron a cuatro firmas extranjeras: las tres famosas compañías de Chicago, Swift, Amour y Wilson, más la Anglo. (Conjuntura Económica, 1962: 50.) El azúcar está a cargo del Instituto del Azúcar y el Alcohol (IAA), organismo público que supuestamente sirve a la nación, pero que es controlado, en realidad (como suele ocurrir en el mundo capitalista), por los mismos productores de azúcar, quienes se benefician, por lento, de la protección del estado y el respaldo de los precios, al igual que sus colegas del Instituto Brasileño del Café.

En relación a otros cultivos, principalmente los de consumo general, se dispone de menos datos acerca de la monopolización del transporte, el comercio y el financiamiento. Pero el diario conservador Folha de São Paulo (1963) declara que los productores y consumidores de productos agrícolas están sometidos a una red de monopolistas y especuladores que duplican y triplican los precios. El igualmente conservador Correio da Manhã (1963) informa de productos del estado de Río de Janeiro que se vendieron en la ciudad con un sobreprecio de 1.500%. Y Geiger (1956) confirma en todo su estudio la universalidad de tal monopolización de los productos del campo.

El monopolio es, pues, ubicuo en la agricultura brasileña, y una concentración refuerza a otra. A través de las relaciones comerciales y de otra naturaleza, el monopolio determina la subordinación y permite la explotación, que a su vez producen desarrollo y subdesarrollo. La combinación de todo ello provoca en Brasil la crisis de su agricultura.

1. La fuente de los datos sobre establecimientos agrícolas y tierra cultivable que aparecen en las columnas 1 y 2 es del Instituto Brasileiro de Geografía y Estadística (IGBE), VI recensamento do Brasil, Censo Agrícola (1950), vol. 2, pp. 2-3. La fuente del número total de familias que se da en Ia columna 3 es el número de cabezas de familia dado por el Censo Demográfico (1950) del IGBE.

Por la falta de datos adecuados, se ha estimado Ia descomposición en clases de las familias de la columna 3 aplicándoles el porcentaje de descomposición de los establecimientos agrícolas de la columna 1. Este procedimiento supone una familia por cabeza de familia censada y que cada familia terrateniente o cabeza posee un establecimiento agrícola censada. Esta presunción y sus implicaciones se discuten en el texto. Todos los porcentajes han sido computados.

Los datos se refieren a todos los establecimientos agrícolas y sus tierras. El censo indica también las tierras "poseídas", "ocupadas" y "poseídas y ocupadas", que en conjunto representan 1.856.288 establecimientos del total de 2.064.642 y 214.153.913 hectáreas de tierra cultivable del total de 232.211.106 hectáreas. La diferencia entre las dos categorías consiste, casi por completo, en tierras de propiedad del estado. El uso de la categoría más restrictiva, que excluye a estas tierras estatales y se circunscribe a las de propiedad privada, no alteraría virtualmente, no obstante, la descomposición de los porcentajes; por tanto, he preferido usar Ios datos más sencillos y convencionales de la tabla. De igual modo, el censo usa dos categorías "Población agrícola" y "Personas dependientes de la agricultura", pero como sus totales difieren tan poco que Ia descomposición de los porcentajes resulta casi idéntica, he preferido usar la categoría "Personas dependientes de Ia agricultura" que aparece en el Censo Agrícola, Tabla 22, línea 7, como si se refiriera también a la población agrícola. Las "personas activas" u ocupadas en la agricultura aparecen en la Tabla 29, línea 1. Combinando este total de 9.966.965 personas activas en la agricultura y los 29.621.089 personas que dependen de ella, cifras ambas del Censo Agrícola, con el total de 5.405.224 cabezas de familia dado por el Censo Demográfico, encontramos un promedio de 6 penosas por cada familia, de las que el censo define a 2 como trabajadores.

2. Véase otra justificación parcial de esta cifra en el post scriptum.

3. Datos que confirman la propiedad múltiple en otros estados, tomados del actual estudio del Comité Interamericano de Desarrollo Agrícola, se dan el post scriptum.

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