1. El azúcar y el subdesarrollo del Nordeste

Es más importante el hecho de que, en 1500, Portugal era ya, con sus islas Madeira, el productor de azúcar más grande del mundo; pero el mercado europeo no absorbía toda la producción. Después de 1530, la corriente de oro, y más tarde de plata, de las colonias a España, y a través de ésta a la Europa noroccidental, se combinó con el comercio oriental de estos países y entre ambos produjeron, como se sabe, inflación y concentración de la riqueza en todo el oeste de Europa. La demanda de azúcar y su precio subieron también rápidamente, llegando a sextuplicarse en el transcurso del siglo XVI. (Simonsen, 1962: 112.) Portugal pudo ampliar su comercio azucarero sembrando caña en Pernambuco, al nordeste del Brasil, zona que no tardó en superar a las islas portuguesas en el Atlántico como el productor más importante. Al comienzo, para su acumulación primaria de capital, Portugal se sirvió de esclavos indígenas (así como también de capital extranjero, holandés en su mayor parte). Pero los indígenas no eran buenos trabajadores; no estaban bien organizados, como los aztecas. Empero, las ganancias fueron grandes. Portugal tenía una población de no más de un millón de habitantes, mientras que Europa contaba cincuenta millones. (Simonsen, 1962: 126.) Era, por tanto, posible y necesario importar esclavos negros. Además, Portugal poseía las costas del Africa occidental, fuente de exportación de esclavos. Así, pues, la producción de azúcar y esclavitud significaron un buen negocio.

La estructura socioeconómica del Nordeste brasileño en su edad de oro merece ser examinada. Los negocios estaban en manos de unos pocos propietarios de tierra e ingenios de azúcar y también de los comerciantes, la mayoría de los cuales no resida en Brasil y a menudo no eran siquiera lusitanos, sino holandeses. Todos estaban enteramente vinculados a la metrópoli y dependían de ella. La concentración de la riqueza en sus manos, el traspaso de buena parte de ella a la metrópoli, y la estructura de la producción, cuyos mayores beneficios derivaban de un solo producto exportable, condujeron a una escasa inversión en el país y a la importación de la metrópoli de máquinas para los ingenios y objetos de lujo para sus propietarios. Se fue impregnando así al satélite, a través de su incorporación al sistema capitalista mundial durante la prosperidad del siglo XVI, la estructura de subdesarrollo que en esencia es evidente aún en la América Latina de nuestro tiempo.

Después de 1600 decayó el poderío de Portugal, alcanzado y superado por sus rivales. La unión de las coronas de Portugal y España llevó a los enemigos de esta última a atacar también a la primera. Entre 1629 y 1654, Holanda ocupó la mitad de las tierras azucareras del Brasil. En 1642, 1654 y 1661, Portugal firmó tratados comerciales que hacían concesiones económicas a Inglaterra a cambio de protección política, y en 1703, con el Tratado de Methuen, abrió todo su mercado al comercio inglés.

A finales del siglo XVII, los holandeses, después de su expulsión del Brasil, y más tarde otros, establecieron plantaciones de caña de azúcar en las Antillas. La oferta de azúcar al mercado mundial aumentó rápidamente y el precio se redujo a la mitad. El ingreso per capita en el Nordeste declinó en la misma proporción. (Furtado, 1959: 68, 78-79, y Simonsen, 1962: 112-114.) Después de 1680, el Nordeste del Brasil inició su decadencia, y la distensión relativa de sus nexos con la metrópoli lo forzó a recogerse en sí mismo. El desarrollo del sistema en conjunto produjo la involución de su satélite nordeste brasileño.

La estructura de subdesarrollo implantada en los pretendidos buenos tiempos no permitía otro curso en los malos por venir. Celso Furtado dice a este respecto: "...ocurrió un proceso de involución económica. ...El Nordeste se transformó gradualmente en una economía en la que gran parte de la población sólo producía lo necesario para subsistir ...El desenvolvimiento de la población del Nordeste y su precaria economía de subsistencia —elemento básico del problema económico brasileño en épocas posteriores— están así vinculados a esta lenta decadencia de la gran empresa azucarera, que en sus mejores años fue, posiblemente, el más lucrativo negocio de la agricultura colonial de todos los tiempos" (Furtado, 1959; 80-81). He aquí un ejemplo importante de cómo el desarrollo capitalista engendra subdesarrollo.

Otros dos aspectos de la experiencia brasileña en los siglos XVI y XVII pueden ser esclarecidos por nuestro modelo y, al mismo tiempo, ayudar a confirmar éste. La economía azucarera —el satélite que es también metrópoli nacional— generó de por sí una economía satélite: la cría de ganado. Las reses eran útiles por su carne y su cuero, como animales de tiro para mover los trapiches de los ingenios y como proveedores de sebo para engrasarlos, como bestias de carga para transportar las grandes cantidades de leña que consumían las calderas. La economía ganadera era mucho menos rentable que la producción y exportación de azúcar y los ganaderos eran explotados por los ingenios de los que eran satélites. El apacentamiento de ganado se extendió a Bahía y hacia el norte y la ganadería vino a ser la base económica de la región interior del sertao.

El satélite ganadero formo a su vez una metrópoli con respecto a las zonas indígenas y la expansión de éstas obligó a los aborígenes a retirarse o a servir como fuente de mano de obra explotada. La metrópoli europea perturbó así la vida del interior del país mediante una larga cadena de metrópolis y satélites. Con la involución de la economía azucarera del nordeste, su creciente sector satélite ganadero absorbió la población, que pasó de la declinante economía de exportación a esta relativa economía de subsistencia (Simonsen, 1962: 145.148; Furtado, 1959: 70-76). En esta región nordeste del Brasil rige hoy día el coronelismo (gamonalismo lo llaman en el Perú, y caciquismo en México), la clase de predominio local todopoderoso en lo económico, lo político, lo social y lo represivo que el terrateniente llamado "feudal" representa (Núñez Leal, 1946).

El segundo caso que merece atención es el de São Paulo y sus famosos bandeirantes o pioneros. São Paulo no contenía en un principio nada de gran interés, o sea nada adecuado para la exportación. Por ende, recibió poca población inmigrante; no tenia empresas capitalistas grandes, y las propiedades de tierras (al igual que en otras regiones no exportadoras, como el interior de la Argentina) no eran extensas y se destinaban principalmente al autoconsumo: no había latifundios. Los bandeirantes se ocupaban en dos actividades económicas complementarias, ninguna de ellas muy lucrativa. Una era la prospección de yacimientos de oro y plata, que no encontraron, sino unos pocos lavaderos de áureo metal. La otra era cazar indígenas para venderlos como esclavos a la economía azucarera, pero los aborígenes eran peones renuentes. AI São Paulo del período colonial siempre se le ha calificado de "pobre". Sus habitantes, a no dudarlo, eren pobres —como los pobladores de la frontera sin latifundios de la América del Norte—, pero no tanto como los esclavos del "rico" nordeste (o el sur de Estados Unidos), cuyo promedio de vida "útil" era de siete años. Como sugiere mi modelo, pero no el modelo dualista, São Paulo, por estar menos atado a la metrópoli, no mostraba entonces tan marcada estructura del subdesarrollo (Simonsen, 1962: 203-246; Ellis, 1937).

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