I. CONCLUSIONES E IMPLICACIONES

Nuestro examen de la historia chilena demuestra que fue el capitalismo, con sus contradicciones internas, el que generó el subdesarrollo de Chile y determinó sus formas; que esto es hoy tan cierto cómo ayer; que el subdesarrollo de Chile no puede atribuirse a la supuesta supervivencia parcial de una estructura feudal que nunca existió en todo, ni en parte. A nivel nacional, el poder ha estado siempre en las manos de una burguesía que estaba y está íntimamente ligada a los intereses extranjeros, que era y es principalmente comercial y que se apropiaba y se apropia del excedente económico de todos los sectores importantes de la economía. En Chile este poder nunca se ha sustentado, directa y principalmente en la propiedad de la tierra, aunque su posesión o control monopolista y sus nexos con otros sectores de la economía han hecho, por supuesto, contribuciones importantes a la apropiación burguesa del excedente económico y a su posesión del poder político. El Estado chileno y sus instituciones, democráticos o no, han sido siempre uña y carne del sistema capitalista chileno y mundial y un instrumento de la burguesía. Hemos observado —y esto es importante para comprender a Chile y a otros países subdesarrollados— que tanto la "burguesía nacional" como su "Estado nacional" han sido siempre, y son cada vez más, partes integrantes de un sistema capitalista mundial en el que constituyen, fundamentalmente, un satélite o una burguesía y un Estado "subdesarrollados". Es así como la burguesía y el Estado satélite "nacional" se turnaron y siguen siendo dependientes de la metrópoli capitalista mundial, cuyo instrumento han sido y siguen siendo para la explotación de la periferia.

Esta realidad del capitalismo —de sus contradicciones, del desarrollo y del subdesarrollo— nos impone importantes tareas en el campo de la teoría y la investigación científicas y en el de la estrategia y la táctica política. Debemos formular una teoría científica que sea capaz de englobar y explicar la naturaleza, las contradicciones y el desarrollo y subdesarrollo históricos de este proceso y este sistema mundial en su conjunto, y debemos realizar investigaciones con vistas a formular tal teoría. Ha sido mi intención en este ensayo y los siguientes contribuir en lo posible al logro de ese objetivo. Los cambios institucionales y demás transformaciones importantes de que ha sido testigo la historia chilena han ocurrido, todos, dentro de esta estructura capitalista que impera en Chile y en la mayor parte del mundo, y han servido para exagerar y fortalecer las contradicciones estructurales del capitalismo. Si he acentuado estos cambios institucionales en el presente ensayo, ha sido para llamar la atención sobre la continuidad estructural del capitalismo y sus efectos en la historia de Chile. Las transformaciones históricas de las instituciones y la realidad de Chile y otros países subdesarrollados, así como también su impotencia para cambiar en las formas y direcciones más deseables, sólo pueden ser adecuadamente comprendidas en el marco de esta continuidad, dentro del contexto de esta contradicción capitalista del cambio continuo. (Sin negar esta continuidad, he prestado más atención a la transformación del sistema capitalista en el ensayo sobre Brasil).

El curso de la historia, en Chile y en el mundo, se ha caracterizado por una secular tendencia a la polarización, tanto internacional como nacionalmente, y el grado de interdependencia —la medida de la dependencia del satélite— ha aumentado conjuntamente. La brecha entre la metrópoli y Chile, en poder, riqueza e ingreso y, lo que es más importante, quizá, en capacidad política, económica y tecnológica para el desarrollo de la economía, se ha ensanchado notablemente con el tiempo y continúa ensanchándose. Al mismo tiempo, Chile, su metrópoli y su burguesía se han hecho cada vez más dependientes de la metrópoli exterior en lo político, lo económico y lo tecnológico. No sólo su comercio, agricultura y minoría ayer, sino también hoy su industria están siendo económica, tecnológica e institucionalmente integrados en la metrópoli capitalista mundial, de la que aquéllos se convierten cada vez más en sectores satélites dependientes. Si en otro tiempo pudo haber surgido una burguesía "nacional" industrial relativamente independiente y con miras nacionalistas (aunque es difícil sostener que, en efecto, surgió), tal eventualidad es cada vez más improbable e imposible mientras la industria y los industriales chilenos continúen dependiendo cada vez más de la metrópoli en materia de financiamiento, comercialización, bienes de producción, tecnología, diseño, patentes, marcas comerciales, licencias... todo, cuanto se relaciona con la producción "industrial" ligera o ensambladora de piezas importadas.

Pudiera perecer que el subdesarrollo y la polarización de Chile serían mitigados o incluso anuladas por el ascenso de la clase media. Lejos de eso, la "nueva" clase media y el sector terciario de servicios que principalmente la sustenta, constituyen una expresión y una causa más del subdesarrollo estructural y la polarización de Chile. La urbanización y la transformación estructural de la economía, la sociedad y la forma de gobierno que la clase media, o la movilidad social, o la "democratización" representan, están vinculadas al incremento de la polarización entre las metrópolis urbanas de Santiago, Valparaíso y Concepción y sus respectivos satélites periféricos rurales y locales, así como también a Ia polarización de la economía y el ingreso en la ciudad y en el campo. El número relativo y absoluto de chilenos esencialmente improductivos está creciendo, y el ingreso relativo y absoluto de los miembros más pobres de la sociedad, así los productivos como los improductivos, está decreciendo con el tiempo. El ascenso de las clases medias puede significar el aumento del número de los que se apropian del excedente económico, pero el ingreso residual de los productores expropiados está disminuyendo, y la capacidad y aptitud de la estructura económica capitalista para generar desarrollo industrial y económico en Chile está decayendo: Chile se subdesarrolla estructuralmente cada vez más.

Las tareas politicas que aguardan a quienes librarían del subdesarrollo a Chile y a sus países hermanos no son menos urgentes y profundas que las científicas, ni están desvinculadas de ésta. En Chile y los países de estructura similar no puede esperarse que una burguesía emancipe del subdesarrollo a la economía y al pueblo. No debería hablarse de una "burguesía nacional progresista" que trata de salvar al Estado de una oligarquía atrasada, terrateniente y feudal. Porque la capacidad y aptitud para progresar de la burguesía chilena y su estado están severamente limitadas, no por las instituciones o la estructura "no capitalistas" o "precapitalistas" que puedan existir en sus entrañas provinciales, sino por la misma estructura capitalista que les impone la metrópoli capitalista mundial y por su propio interés en mantener esta estructura capitalista, en alianza con otros intereses creados burgueses, a nivel mundial, nacional, provincial y local. La expropiación de su excedente económico y las otras limitaciones del desarrollo que la metrópoli imperialista impone a la burguesía chilena, crean contradicciones entre ellas y su metrópoli, al igual que la burguesía metropolitana chilena crea contradicciones entre ella y los grupos burgueses provinciales a la que a su vez explota. Estas contradicciones pueden hacer que los grupos más explotados y débiles de la burguesía chilena adopten cursos de acción que, en uno u otro momento y hasta cierto punto, choquen con los intereses de quienes los explotan a ellos y al pueblo. Pero estas contradicciones menores reflejan la necesidad y el deseo de cada una de las partes de quedarse con una mayor porción del botín generado por las contradicciones mayores del causante de subdesarrollo expoliador y sistema capitalista. La solución de estas contradicciones menores y Ia acción de estos grupos burgueses no pueden constituir, por ende, un paso económico o políticamente decisivo hacia la eliminación del subdesarrollo y la estructura que lo produce. La burguesía y todas sus partes "prosperaron con lo que arruina a otros" y deben esforzarse por mantener esta "paradoja del trato" y esta "contradicción de la riqueza".

El contradictorio desarrollo del capitalismo y el consiguiente subdesarrollo de Chile impone al pueblo la necesidad y la posibilidad de liberar su economía del subdesarrollo y de impulsar el desarrollo de su país. Esta necesidad surge de la estructura y del desarrollo del sistema capitalista mundial y nacional, que hace más profundo cada vez el subdesarrollo de Chile; hunde a la mayoría de su pueblo en la miseria, y a la vez, incapacita más y más a su burguesía para revertir el multisecular desarrollo del subdesarrollo. El proceso trasciende a Chile y afecta a todo el mundo. Las contradicciones se ahondan. La posibilidad brota de la misma estructura y proceso.

Padeciendo la misma necesidad y gozando de la misma posibililidad, creadas ambas por el mismo desarrollo capitalista mundial en otros países subdesarrollados, el pueblo de Chile, en alianza con estos otros pueblos, debe tomar y tomará la iniciativa y la primacía en la destrucción del sistema cuyo desarrollo generó y genera el subdesarrollo de unos y otros. Un tercio del mundo ha tomado ya la iniciativa. La salida de los países socialistas del sistema capitalista y su mercado explotador profundizó las contradicciones dentro de ese sistema y se hizo sentir en Chile como en otras partes. El abandono de la ideología y la teoría burguesas, de la política revisionista y el oportunismo, y la adopción de la estrategia y las tácticas marxistas revolucionarias por la vanguardia popular de Chile y de los países subdesarrollados, por los estados socialistas y los pueblos colonizados y explotados en el corazón de la metrópoli imperialista misma, continuarán ahondando las contradicciones del sistema capitalista y, mediante la solución de éstas, liberarán al pueblo de Chile y al mundo. Al costo del subdesarrollo de estos pueblos se desarrolló el sistema capitalista y al precio del desarrollo de aquéllos será destruido.

El proceso del desarrollo capitalista es discontinuo, pero permanente, como lo es el proceso de su decadencia por la vía revolucionaria. En nuestro tiempo las contradicciones se ahondan y el proceso se acelera; la discontinuidad destruye al sistema; la oportunidad de liberar a los pueblos y desarrollar su civilización está a la mano, y los pueblos la hacen. Sepan sus líderes seguirlo.

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