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Trueque y Economía Solidaria
Susana Hintze (Editora)

El primer club de trueque

“ ...no buscamos seguidores, sino compañeros de ruta”. Jacques Lacan

De todas estas experiencias y del cruce de estos saberes, el 1 de mayo de 1995, en Bernal, impulsado por unas veinte familias y vecinos que estaban participando de los emprendimientos productivos, se constituyó el primer Club de Trueque, para sistematizar el intercambio de los excedentes que en forma casi natural realizaban entre ellos.

Si pensamos desde la perspectiva del aquí y ahora, en los comienzos del primer Club de Trueque, una y otra vez nos preguntamos ¿qué rara esperanza impulsaba a aquella veintena de pioneros a una empresa compleja, incierta, sin disponer de datos sobre experiencias similares? Resulta increíble, visto ahora, que durante meses nos reuniéramos, sábado tras sábado, para hablar de nuestra utopía con la convicción exaltada de quien está seguro de haber visto la tierra prometida.

Nuestra meta era crear un mercado protegido para aquellos que no podían mantenerse a flote en medio del marco asfixiante de los efectos económicos de la globalización unilateral frente el retroceso del Estado, desde una perspectiva micro local. El mercado formal era visto por nosotros como una escalera alta, con peldaños muy elevados e inalcanzables para la mayoría de las personas. El mercado del trueque, en cambio, era como un plano con una leve inclinación y donde cada uno podía ascender de acuerdo con su propio ritmo y expectativas. Teníamos por norte la idea de una posible interacción entre el club y otros actores sociales y económicos tales como los municipios, las pequeñas y medianas empresas, los productores agrarios, comerciantes, el Estado nacional y el mercado exterior. El mercado que imaginábamos era un mercado de la reciprocidad, un mercado de diálogo, un mercado simétrico, en síntesis un mercado para la paz.

Con el propósito de superar las limitaciones del trueque directo de bienes, servicios y saberes, se propuso un sistema multilateral en el que no necesariamente las personas debían trocar mutuamente. Para llevar la contabilidad de los distintos intercambios, se armó una tabla de doble entrada en una planilla de cálculo, programada de tal manera que, cuando dos socios trocaban, se quitaban créditos de la cuenta del demandante y se le sumaban a la del oferente. Por otra parte, cada socio del club llevaba consigo una “pequeña tarjeta” con la descripción de cada operación y el saldo (positivo o negativo) de sus créditos.

Intuitivamente, utilizamos una modalidad similar a la del Local Employment and Trade (LET), inventado por el canadiense Michael Linton y aplicado por primera vez en Commox Valley, un pueblo de la isla de Vancouver, en 1983. Habíamos iniciado un camino sin retorno, nos habíamos convertido en cómplices de nuestro propio destino, como decía José Ingenieros.  

 


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