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Trueque y Economía Solidaria
Susana Hintze (Editora)

9. Conclusión: la comunidad de trueque, institución de la economía popular que le da sentido

En el origen, el discurso que acompaña la propuesta de la comunidad de trueque activa un programa comunitarista y ecologista, asociado a la búsqueda de formas cualitativamente superiores de vida social: rechazo al consumismo exacerbado, regreso a otra relación con la naturaleza, a relaciones comunitarias, a lo pequeño que es más seguro y hermoso, etcétera.

Pero es sintomático que estas propuestas adquieran vigencia en momentos de crisis generalizada de reproducción de sectores medios. Esto abre la duda sobre el futuro de estas redes y las motivaciones “oportunistas” de sus participantes: ¿serán sólo un modo sucedáneo de acceder a recursos, porque el mercado los excluye? ¿Se trata de una regresión a una forma atrasada a la que abandonarán individual o colectivamente en cuanto puedan volver al mercado? En cualquier caso, ¿se trata de una emergencia espontánea que viene de las bases de la sociedad?

Es indudable el papel activo de algunos agentes-intelectuales que donan su trabajo voluntario para promover estas alternativas, proponiendo esos nuevos valores y relaciones como mecanismos alternativos de resolución de necesidades y de recuperación de la identidad. Sin dicho activismo renovado, planteando siempre nuevas metas, el movimiento tal vez no se iniciaría y/o tendería a agotarse, a estancarse. Pero siendo cierto el papel de los activistas, hay condiciones objetivas en el surgimiento y el posible desarrollo que deben tenerse en cuenta.

Creemos que la perdurabilidad de estas instituciones (incluso ante la reapertura de la posibilidad de regresar al mercado), dependerá de la posibilidad de desarrollar formas más complejas y dinámicas de economía popular como contexto que contenga y fortalezca en lugar de fagocitar a las redes de trueque. A su vez, estas redes son un componente extraordinariamente eficaz para la demostración de la viabilidad de una economía popular, en tanto muestran que capacidades y necesidades que el mercado capitalista excluye, pueden ser puestas en acto de manera eficaz.

Sin embargo, desde la perspectiva de la economía popular, no basada en la prosecución de ciertos valores morales sino en la búsqueda de respuestas eficaces a la reproducción ampliada de la calidad de vida de sus miembros, los valores aducidos para atraer participantes a la red, si se convierten en condición rígida, pueden ser un bloqueo contra su necesaria complejización, si es que estas comunidades van a ser algo más que un refugio temporal, si es que van a generar otra calidad en la articulación de sus miembros con el resto de la sociedad.

Así, por ejemplo, se requiere aceptar una división del trabajo que no exija la relación cara a cara, superando la estructura de redes alveolares sin capacidad de desarrollo, mediante la ampliación de los productos y la extensión del mercado. Esto a su vez requiere complejizar la institución misma: la necesidad de representantes y el posible re-surgimiento de jerarquías, la necesidad de mecanismos e instancias de regulación, de control de calidad y de vigilancia menos personal de prácticas ilegítimas, el desarrollo de organismos de apoyo al desarrollo organizativo y tecnológico, así como la representación colectiva en el sistema político (lucha legislativa, judicial, sobre el ejercicio del poder de policía, etc.) y social (movimiento cultural de consumidores, el mismo movimiento ecologista y comunitarista). Las contradicciones que sin duda traería este desarrollo son propias de todo crecimiento vital, y deben ser vistas como desafíos a encarar en la misma dialéctica del desarrollo, más que como derrotas morales.

No se trata de pretender que la red de trueque devenga, por su propio desarrollo, en una economía alternativa capaz de competir e incluso sustituir al mercado, sino de verla como una de las formas que se da la economía popular, advirtiendo que su desarrollo depende del desarrollo de otras formas y procesos afines, incluso la reforma del mercado capitalista y la democratización del Estado. En esta perspectiva, el contacto con el dinero y el poder político no es de por sí nocivo, sino que es necesario, pero para evitar que sea vehículo de la subordinación es necesario potenciar estas redes dentro de estructuras de poder social y económico en cuyo contexto adquieren otras posibilidades y sentido. Se requiere entonces una estrategia más amplia, económica, política y cultural, para lograr la sinergia sin la cual no podríamos más que resistir y sobrevivir sin desarrollar formas alternativas de alcance social que hagan del trabajo y no del capital la categoría central de la vida económica.  

 


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