¿Buscas otro libro?
Buscalo aquí:
Amazon Logo





 

Trueque y Economía Solidaria
Susana Hintze (Editora)

7. Valores morales

Como vemos, se tiende a confundir “imposibilidad objetiva de especulación” con prohibición o con restricción moral. Así, también se dice que no puede haber explotación del uno por el otro dentro de estas redes. Sin embargo, las reglas del intercambio no penetran en los procesos de producción, y puede haber explotación de dueños por trabajadores en los microemprendimientos, o del trabajo infantil o femenino. También puede haber intercambio desigual cuando tiempos iguales de ciertos trabajos son menos valorizados que otros por razones extraeconómicas, es decir no justificado por las diferencias de los costos de reproducción de capacidades de trabajo diversas ni por la intensidad relativa de la demanda, sino por razones de estatus o poder.

La denominación de las redes de trueque multirrecíproco como “economía del amor” indican el programa de transformación cultural que encierran estas propuestas, algo que es legítimo en la medida que sea aceptado como auto-restricción por los participantes. Pero lo relevante aquí es si es posible generar estructuras que institucionalicen esos valores no como autocontrol del interés individual sino como conveniencia personal de todos los miembros. En la medida que la entrada a la red es causada por la necesidad de satisfacer necesidades materiales como forma subsidiaria al consumo integrado al mercado capitalista, esta opción de valores puede ser aparente y vulnerable. Esto se agrava si la lista de valores que se pretende encarnar es contracultural y muy exigente. Para algunos, el trueque evita el consumismo estéril. Si esto se refiere al carácter elemental de los bienes y servicios que permite consumir se está diciendo que entrar a este sistema implica renunciar al consumo no elemental. Pero si el sistema puede expandirse e incorporar productos y servicios más y más sofisticados, innovar en los patrones de satisfacción de necesidades, etc., algunos rasgos del “consumismo” pueden reaparecer.

Pretender garantizar la austeridad manteniendo la red a nivel elemental es peligroso, porque si faltan productos considerados en la cultura urbana como de primera necesidad, se tienta a salir de la red en cuanto se pueda. En la misma línea, la poca oferta de productos variados puede llevar a que los miembros restrinjan su propia contribución de productos o servicios o bien a que tiendan a “comprar lo que haya”, para no quedarse con dinero sin valor, recayendo así en pautas de “consumismo estéril”.

Lo anterior es tanto más relevante cuando advertimos que estas comunidades se forman con miembros de las clases medias que se ven amenazados por la exclusión y tienen ideologías y un alto capital cultural que pueden poder al servicio de un proyecto de esta naturaleza. En ese sentido, ¿no excluyen estas comunidades a los sectores pobres, sin suficientes recursos y capacidades para producir e intercambiar bienes y servicios entre ellos y poner en marcha un proceso dinámico? ¿Cómo extender estas prácticas a esos sectores? Esto nos lleva a insistir en la necesidad de integrar los programas sociales focalizados en los sectores de pobreza absoluta con las iniciativas colectivas de supervivencia por parte de los sectores medios, trabajando más a nivel de comunidades social y culturalmente heterogéneas y no creando segmentos diferenciados que no sólo no se estimulan sino que se rechazan mutuamente.

Avanzar en tal sentido supone politizar la economía, pues requiere un cambio en la cultura política y luchar contra el individualismo y el comunitarismo restringido que hoy tienden a reinar. Esto se requiere si se trata de una transformación radical de la cultura y no sólo la búsqueda de refugio personal. No debemos olvidar que se propone un sistema de valores dirigido a reforzar o extender los valores de la unidad doméstica, de la reciprocidad, de la ayuda mutua, etc., que debe coexistir/competir con otros valores propios del mercado capitalista que no desaparecen: el individualismo, la competencia, el desencanto con el Estado y en general con las propuestas de acción colectiva. Se ponen barreras morales para evitar la intrusión de valores del mercado en la red, pero sus miembros participan todavía del otro sistema de relaciones que les exige otros valores. Tal vez debe reconocerse esta contradicción, admitiendo comportamientos afines a los valores del otro sistema sólo que regulados socialmente (ejemplos: competencia por calidad, valoración social y hasta económica de las innovaciones pero impidiendo que sean fuente de concentración de poder, responsabilidad individual pero en un contexto de apoyo y nueva oportunidad ante el fracaso, admitir la libre entrada pero regular la sobreoferta en determinados rubros para evitar competencias estériles, etcétera).

Hay que tener presente que no se trata de comunidades preexistentes, con sistemas de valores de reciprocidad, en los cuales se está resistiendo la introyección de los valores y relaciones mercantiles, sino que sus miembros vienen de la cultura propia del mercado que los expulsó aunque no quisieran, y se está tratando de ampliar el espacio para la realización de otros valores más propios de la economía doméstica.

En todo caso, los valores de la comunidad de trueque no se sustentan por la negación del dinero y la creación de los créditos, como a veces de pretende, pues ni los créditos ni el dinero oficial dicen en su texto que se prohíben determinadas transacciones (compra de droga, prostitución, etc.), sino que tales actividades son penalizadas por un sistema de normas establecidas aparte, en la sociedad como en las comunidades de trueque.  

 


  Volver al índice de "Trueque y Economía Solidaria"

Volver a "Libros Gratis de Economía"

Volver a la "Enciclopedia y Biblioteca de Economía EMVI"


Google
 
Web eumed.net