Es necesario apuntar a una reconversión de este sector, creando las bases que sustenten una mayor competitividad, que permita la penetración de sus productos agro-industriales tradicionales y no tradicionales en los mercados externos.
Con mayor razón, cuando estamos incorporados, sin soluciones de retorno, en el ámbito de un comercio regional totalmente desgravado y en un contexto arancelario común frente a terceros países. Estas circunstancias, unidas a las erráticas políticas monetarias y cambiarias de nuestros socios mayores, y a los subsidios practicados por los países en desarrollo en defensa de sus producciones, hacen de por sí tremendamente difícil lograr el crecimiento exportador al que aspiramos.
Dentro de este contexto, cabe preguntarse si el desarrollo incipiente y desordenado del modelo, permitirá su inserción en el mercado regional y por esa vía en el mercado internacional.
Sabemos de los esfuerzos que se vienen realizando para lograr una repuesta afirmativa a esta interrogante que se plantea, no sólo los industriales y los productores, sino la sociedad entera.
Es un momento crítico, donde los problemas sociales se han visto agravados a través de situaciones de quiebras, desempleo, y otros males sociales, que compartimos en mayor o menor medida con los países vecinos de la región.
Naturalmente, coexisten simultáneamente las preocupaciones básicas sobre los impactos que los acuerdos suscritos, las reacciones de los países desarrollados, la economía mundial en su conjunto, tendrán sobre nuestras economías, a través de las marcadas interdependencias sectoriales en la región.
En efecto, si bien separan a los países del área elementos estructurales básicos en su conformación económica y social, por otro lado, tienen las mismas preocupaciones y frustraciones.
De ese modo encontramos allí, en uno y en otro país, Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, sectores productivos pequeños y medianos, productores industriales o agropecuarios, afectados por similares problemas, por dudas, frustraciones, miedos con respecto a los riesgos que cada uno debe enfrentar, en una economía globalizada para algunos sectores, pero de cambios acelerados para todos.
Nuestra tarea consiste en comunicar a las fuerzas productivas, a la sociedad en general, las características del proceso que vivimos, hacer conocer las herramientas de que se dispone y cuales son los obstáculos que debemos sortear.
Cuáles, en definitiva, son las desventajas y ventajas que determinarán, la suerte que han de correr los actores sociales que intervienen, en el devenir de los años que transcurren ya en el tercer milenio.
Difícil, pero hermosa tarea la de nuestra generación, que comenzando a vivir las realidades políticas y económicas en las postrimerías de la segunda guerra mundial, nos ha permitido, más de medio siglo después, estar en los albores de un nuevo amanecer, que se caracteriza singularmente por el ingreso en el tercer milenio de la era cristiana.
Este proceso, que avanza a una velocidad inimaginable, en un universo cada vez más pequeño, se caracteriza por una dinámica que nos coloca permanentemente en la necesidad imperiosa de incorporar los últimos instrumentos de la tecnología, los avances intelectuales de última generación, el estudio y comprensión de las modalidades de la nueva sociedad de consumo.
Esto que es una premisa válida para todos los sectores de la economía, para nuestros países, agro dependiente, tiene fundamental importancia en relación con el sector agro -industrial.
Hay aspectos esenciales que tienen que ver con la organización del sistema productivo en lo relacionado con la capacitación que deben tener los productores en sus respectivas áreas.
El mundo complejo que nos aguarda es muy distinto del mundo en que han vivido nuestros antepasados.
La mera intuición, la creencia de que solo con la experiencia adquirida se resolverán los problemas, las decisiones tardías, la reacción a destiempo, no funcionan más en una economía donde el uso del capital y de la técnica han desplazado a otros factores de producción antes considerados básicos.
Los procesos de modernización, la aplicación de los altos estándares de calidad que hoy exige el consumidor mundial, la introducción de las economías de escala para producir la cantidad de productos homogéneos que se demandan, la penetración de los sofisticados mercados internacionales de gran poder adquisitivo y aún la posibilidad de acceder con nuestros productos a mercados secundarios menos exigentes, obligan a la utilización de las reglas básicas de un marketing creativo que no deben eludir quienes pretendan permanecer, aún, en sus respectivos mercados internos.
En ese sentido la regla básica es que debemos invertir la lógica del concepto de ventas. Ya no funciona el antiguo esquema que partía de los productos de la empresa y consideraba que la tarea a desarrollar consistía en utilizar el esfuerzo vendedor y la promoción para estimular un conveniente volumen de ventas.
Hoy, el concepto de marketing, parte de una orientación empresarial dirigida a dar satisfacción al cliente, única forma de alcanzar los objetivos de la organización.
Esta nueva orientación mercadológica exige poner énfasis en las variables de decisiones de marketing definidas por McCarthy como los cuatro factores denominados las "cuatro P".
A ello, podríamos agregarle, complementariamente, las "cuatro C"
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