
			Revista académica de economía  
con 
el Número Internacional Normalizado de 
Publicaciones Seriadas ISSN 
1696-8352
			  
			  
			  Víctor Ramírez Navarro   (CV)
			  María Fernanda Ramírez Navarro  (CV)
			  lagosmafer@yahoo.com.mx
             Universidad de Guadalajara
			  
			  
  
		  
		  
Resumen: 
			  En el presente artículo se trata de  establecer las diferentes características de hecho que envuelven al proceso de  planeación en México; el cual, en muchas ocasiones ha sido conceptualizado como  la estrategia política a seguir por parte de una Nación. Sin embargo, aquí  demostramos que la planeación es un proceso de mayor complejidad que permite  entender que esta actividad, conlleva entre otras, el establecimiento de  objetivos y prioridades sociales que demanda una Nación, a fin de obtener un  desarrollo armónico y estable en su vida como tal.
			  
  Palabras  clave: Planificación,  Racionalización, Desarrollo, Economía Nacional, Actividad Política. 
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Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
Ramírez Navarro y Ramírez Navarro: "Caracterización de la planeación en México" en Observatorio de la Economía Latinoamericana, Nº 172, 2012. Texto completo en http://www.eumed.net/cursecon/ecolat/mx/2012/
En el presente artículo se pretende  destacar las características y tipos más relevantes de estas actividades  públicas (Planeación), relacionándolas especialmente con las teorías políticas  de intervención estatal y con las teorías del desarrollo económico.
				    Por una parte suele confundírsele a la  Planeación o bien, asimilarse con la programación o presupuestación, y por otra  suele dársele distintas connotaciones o contenidos significantes de acuerdo a  las posiciones o discursos ideológicos.
				    La vaguedad y abstracción del concepto  de planificación es muy grande, y así se ha destacado desde puntos de vista muy  distintos. Por ello hace falta una clarificación del término y poder conocer la  materia propia de estos procesos, ya que semánticamente se refiere a ideas que  interesa distinguir, a causa de su definición y simpatía intelectual, el  término ha venido a enriquecer el acervo de aquellas “palabras mágicas” de uso  demagógico.
				    Respecto a la primera confusión  existen diversas posiciones, existen autores que sostienen que planificación es  sólo la actividad de hacer planes referidos esencialmente al desarrollo físico  o espacial, y por planeación la referencia a la racionalización y  jerarquización de acciones, gastos e inversiones de las empresas privadas; y,  otros más, la refiere o extienden a las actividades del Estado para el  desarrollo económico y social. Otros autores lo utilizan como sinónimos.
				    Personalmente adopté en este trabajo  la utilización de planificación y planeación de forma indiferenciada y  referidas a la racionalización de actividades de intervención del poder público  tendientes al desarrollo socio – económico nacional.
				    Respecto a la liga con programación y  presupuestación, es posible anotar que estos responden a un desarrollo propio e  independiente al de planeación, pero que en todo caso pueden ser elementos de  la planificación; uno supone la asignación operativa de actividades y  responsables, y presupuestación en su referencia con los recursos para la  ejecución.
				    Apartándonos de estas precisiones terminológicas,  la primera característica de la planeación en México que debemos anotar, es que  supone un fenómeno moderno porque se localiza en un tiempo determinado y con  una función específica en formación social y en las estrategias de poder (1).
				    La palabra planeación como una  referencia a procesos económicos y sociales, empieza a acuñarse en el México  Post – Revolucionario y en general en América Latina hasta que se consolida el  poder político – disgregado por las pugnas de poderes regionales y de caciques  – (2) y coincidiendo con la crisis económica generalizada del aparato económico  a fines de los años veintes.
				    La planeación en este enfoque primario  pretendía el conocimiento y utilización racional de los recursos humanos y  materiales del país.
				    Posteriormente se pretende una  racionalización de las inversiones públicas y la inducción de las inversiones  privadas y el ahorro interno a través de los lineamientos de política económica  de “sustitución de importaciones”.
				    Más tarde, probablemente como ejemplo  de demostración de otros países se da una orientación geográfica de las  inversiones federales y con ello una promoción a “polos de desarrollo” en una  visión de planificación regional.
				    Las tareas de ajuste y funcionalidad  del sector público federal se continúan en sucesivos intentos de Reforma  Administrativa.
				    El creciente sector paraestatal o  descentralizado influye decisivamente en la aceleración de ciertos elementos y  procesos del desarrollo (crédito, industria básica, servicios de apoyo en  informática y tecnología, de asistencia social, etc.) y con ello se general por  una parte diversas disposiciones normativas para su control, y por otra, los  organismos centrales de gobierno especializan sus funciones (Comisión de  Inversiones, Dirección General de Inversiones, Secretaría de la Presidencia,  Secretaría de Programación y Presupuesto).
				    En suma, con la creciente acción  estratégica que sobre la economía ejercía el poder público, más concretamente  el Gobierno Federal, y los ejemplos internacionales, se fue concibiendo la  planeación como estrategia integral de desarrollo. Recuérdese la intervención  del Estado en áreas de asistencia social, de educación y cultura, de alimentos  y energéticos, etc; la especialización de órganos burocráticos para  racionalizar el aparato administrativo; y, por último, la sucesiva  institucionalización de planes (global, pesca, desarrollo urbano, laboral,  energéticos, de industria, de salud, educación, etc.).
				    Esta “acción estratégica” encentra, en  términos de legitimidad política y legalidad, sus distintas posiciones  alrededor del tema del intervencionismo estatal, a su vez las defensas del caso  responden a los distintos sistemas económicos e ideologías del desarrollo.  Liberalismo versus Intervencionismo, que más adelante se detallarán.
				    En todo caso, la planeación aparece en  nuestro medio como un proceso de racionalidad para la toma de decisiones  autoritarias (3), pero también, como un instrumento para el desarrollo  económico y social de la Nación en su conjunto (4).
				    Veamos particularmente estos aspectos:
  Intervencionismo y Racionalidad  Pública: 
				    Como proceso racional de autoridad,  trastoco los cimientos de teoría política constitucional al asignarle un nuevo  rol a la actuación y fines del Estado.
				    A partir de la formación de los  Estados Constitucionales con base en las ideas de la ilustración, la actividad  formal del poder público era la tutela de los intereses individuales; la  racionalidad de las relaciones sociales se dejaba o se pretendía en el terreno  de la sociedad civil se creía que los hombres iguales y libres por su misma  actividad lograrían una riqueza y bienestar social general, dejando al Estado  sólo la tutela de estas condiciones de seguridad y libertad-, se reconoció más  tarde que ésta no era la fórmula del desarrollo social (5).
				    El Estado se vio forzado a generar una  actividad supletoria o compensatoria por los desajustes y desequilibrios  sociales, se le encomendó entonces el cuidado de los derechos sociales y ser el  promotor y director del desarrollo global dentro del discurso legitimador del  Estado, que se incorporó en formas jurídicas en ese sentido.
				    Particularmente en México, la  Constitución de 1917 incorpora una serie de derechos sociales o colectivos  (Artículo 3, 27 y 123) y se reserva el dominio directo de los elementos  primordiales de la actividad económica (Artículos 27 y 28). La evolución del  Derecho Administrativo y la actividad pública han incorporado nuevos factores  en este sentido (las crecientes facultades de la federación en materia de  energéticos, comunicaciones, transportes, comercio, etc.) y creado nuevas  formas de organización, para su administración (sectorización, unidades de  coordinación, coprodes, etc). Baste mencionar las adiciones al Artículo 73  Constitucional de 1917 a la fecha.
				    Responde pues, este enfoque de racionalización  en términos de legitimidad política, a incorporar nuevos fines al Estado,  traducido en nuevas responsabilidades y funciones que las normas  constitucionales le van asignando. Es conveniente anotar la interacción de la  acción del Estado – incorporado en normas constitucionales y leyes específicas  en este sentido y la dinámica del desarrollo socioeconómico nacional.
				    Por una parte, las normas de actuación  pública condicionan los procesos de participación planeadora del Estado, y por  otra, las exigencias del desenvolvimiento económico trastocan los principios e  ideologías de actuación pública (6).
				    Si bien es cierto, que la historia  reconoce intervenciones estatales fuertes en la economía y sociedad: Antiguo  Egipto, Mesopotamia, China, Imperio Romano, etc. Sin embargo, “los fines  económicos fueron restringidos en número y ambición, y no tendieron a actuar de  modo generalizado sobre el conjunto de la economía ni a extenderse sobre  sectores extensos ni esenciales… una situación radicalmente nueva emerge de la  Edad Moderna”.
  “El Estado Nacional Occidental Moderno  surge y avanza como producto y productor del desarrollo capitalista, poder  político relativamente autónomo y en permanente expansión y multiplicación de  sus intervenciones. En la fase del capitalismo liberal… se mantiene por un  intervencionismo continuo, centralmente organizado y controlado del Estado, su  aparato administrativo y su burocracia pública”(7).
				    La caracterización de las  intervenciones del Estado en la vida económica y social puede reconocerse, de  acuerdo con las teorías de Bettelheim y Kaplan en tres fases sucesivas, de  acuerdo a las acciones, grado y fines de la intervención estatal. Estas han  sido llamadas intervencionismo, dirigismo y planificación.
				    El intervencionismo “es un grado o fase  en el cual la intervención es frecuente pero no sistemática. No se pretende  orientar la economía en un sentido determinado, ni eliminar las causas de  desequilibrios y conflictos, sino paliar las consecuencias, “surgimiento y  avance de empresas públicas, produccionismo aduanero, fijación de precios,  subsidios, etc”. (8)
				    El dirigismo se caracteriza por una  injerencia estatal sistemática, “destinada a orientar la economía y la sociedad  en un sentido determinado, y constituida por un conjunto de intervenciones  gubernamentales que no son meras reacciones inmediatas ante dificultades  particulares, sino que se inspiran en ideas y procedimientos generales… El  Estado interviene para reglamentar la inflación, la producción y el reparto de  bienes y servicios, la distribución de ingresos y el consumo”(9).
				    Una última fase o grado de  intervención estatal es la llamada planificación, esta intervención es  deliberada, basada en el conocimiento racional del proceso socioeconómico y de  sus leyes, sus características generales son:
En síntesis, Bettelheim, ha  distinguido conceptualmente entre el intervencionismo, el dirigismo y la  planificación, siguiendo para ello una línea que va de la mínima a la máxima  intervención, hemos tomado de Marcos Kaplan su caracterización. El  intervencionismo apunta sólo a corregir el funcionamiento de un sistema  económico determinado, pero de una manera ocasional y contingente. Con el  dirigismo se encadenan una serie de intervenciones enfocadas en relación a  criterios generales y en orden a orientar el sistema económico en una  determinada dirección. Con la planificación la forma más acentuada de dirigismo  para Bettelheim se contempla, por el contrario, un círculo mucho más amplio: el  conjunto de las actividades económicas, aunque luego las medidas adoptadas en  orden a los fines previamente establecidos no conciernan más que a algunos  sectores de actividad.
                    3. Estado y Desarrollo  Económico.
                    Por otra parte, en el mundo  económico la planificación aparece como estrategia o instrumento de desarrollo  y se le vincula estrechamente con éste.
                    En uno de sus aspectos se  liga a las doctrinas políticas y estados constitucionales y básicamente a sus  sistemas de tenencia y apropiación de los recursos y por otro aspecto se liga  con las ideologías del desarrollo económico.
                    La liga con los Estados  Constitucionales escinde tradicionalmente en dos a la planificación: en  compulsiva e indicativa, correspondiendo cada una a los distintos regímenes  “totalitarios” o “democráticos” y “occidentales”. En esta edición pretende  verse los contenidos y alcances de la planificación en atención a la posición y  participación de los agentes públicos y privados en la economía.
                    La planeación indicativa,  concertada o incitativa se caracteriza porque:
Por el contrario, la planeación totalitaria o compulsiva tiene las siguientes características:
Haciendo una síntesis de  este apartado, la doctrina suele distinguir entre una planificación indicativa  (llamada también planificación por incentivo) y otra autoritaria o coactiva.  Mediante la primera, la Administración Pública sin restringir la esfera  jurídica de la libertad de los particulares, influye sobre la actividad de  éstos, utilizando una técnica de promoción indirecta, que incide en último  extremo sobre el mercado, con lo que es posible en alguna medida encauzar, en  el sentido previsto, la actividad de los particulares.
                    En la planificación  central, por el contrario, el Estado despliega una actividad sobre la totalidad  o la casi totalidad de la actividad socioeconómica de una manera rigurosa, la  intensidad con que opera y la acción interventora es plena. Ya no encauza, sino  que constriñe y obliga imperativamente. Su grado de eficacia se mide por su  capacidad de incidir en el sistema económico modificando su estructura y  funcionamiento.
                    Ya no se trata tan sólo de  administrar la socioeconomía, sino de dirigirla. Será cuestión de principios  políticos o de conveniencias de otro orden lo que justifique la técnica  operativa y el grado en que la intervención se produzca.
                    Por lo que, no cabe duda  alguna que la planificación es instrumento ineludible al servicio de una  política del Estado que quiera ser consecuente con los fines que se marque en  el horizonte de nuestra época.
                    4. Mercado V.S.  Planificación.
                    Si bien está fuera de los  propósitos de esta tesis adentrarnos en las discusiones y argumentos acerca de  las teorías del desarrollo económico y el papel de la planificación y el  mercado de modo detallado, no es posible soslayar al menos unas notas sobre el  particular.
                    La economía de mercado  solidificada por los Estados Constitucionales garantistas al basar las reglas  de apropiación, producción e intercambio de mercancías en los mecanismos de la  libre concurrencia, en el igualitarismo formal y en el liberalismo económico,  parece encontrarse en una primera perspectiva en contradicción con una economía  planificada. Toda vez que esta última supone una intervención pública  deliberada para ajustar, dirigir o encausar ciertos elementos o procesos  previamente elegidos.
                    La planeación surge y se  justifica ante la insuficiencia del mercado como mecanismo regulador de un  desarrollo social justo y armónico.
                    Si bien es cierto, que el  mercado pretende ser un mecanismo de asignación y regulación de la producción y  distribución de bienes y servicios, base para fijar los predios generales y  canal para recoger los deseos y expectativas de los consumidores; no es menos  cierto, que la experimentación de México bajo ese sistema ha tenido como  efectos polarizar la distribución de la riqueza, ha conformado una base  monopólica y oligopólica de la banca, la industria y los servicios, ha causado  en muchos casos una anarquía en la producción y consumo de bienes, en suma, ha  demostrado su insuficiencia para ser marco y motor del desarrollo.
                    Las mismas teorías de la  economía de mercado parecen encontrarse en indisolubles contradicciones: entre  el liberalismo e igualitarismo que pregonan y las tendencias históricas de  monopolización y concentración de la riqueza en pocas manos; entre la libertad  más absoluta y la no intervención del Estado y la constatación histórica de que  los regímenes más ferozmente liberales ensayan diversos grados de intervención  estatal para la previvencia de algunos elementos de su economía de mercado (es  el caso del crédito, del control de cambios y en general de la protección al  mercado interno); y, por mencionar un último aspecto contradictorio de una  economía de mercado, es paradogicamente la creciente acción de planeación que  llevan a cabo las grandes empresas trasnacionales, en la penetración y control  de todas las esferas de la producción e intercambio en que participan.
                    Ni los más acentrados  neoliberales dejan de reconocer y justificar la participación del Estado en  ciertas áreas de la vida económica, si bien es cierto, que esta intervención no  tiene más contenido programático o de transformación que liberar o proteger las  condiciones óptimas para el desarrollo del mercado interno, como afirma White  “para poder existir y funcionar adecuadamente, el mercado requiere, aunque  parezca paradójico, la presencia de una sólida planificación”.
                    Podemos afirmar con el  autor que “el error del extremismo liberal no está en las premisas y  fundamentos teóricos del modelo de economía de mercado, sino en el intento de  aplicarlo como supremo mecanismo regulador en las condiciones de las economías  latinoamericanas. Las condiciones del subdesarrollo, en particular las grandes  desigualdades distributivas y en las relaciones de poder, así como la  insuficiente acumulación de capital, no pueden ser modificadas o corregidas por  el simple funcionamiento del mercado. Es equivocado, también, pensar que el  liberalismo económico que impulsó el desarrollo de los países hoy altamente  industrializados no fue acompañado de un significativo grado de intervención  estatal; pero el principal error es no advertir las enormes diferencias entre  las condiciones en las que se dio la revolución industrial y las que prevalecen  en la actualidad en los países de América Latina. El desarrollo científico y  tecnológico controlado por los grandes centros y acompañado por los modernos  medios masivos de comunicación, tiende a proyectar en los países periféricos  procesos productivos y pautas de consumo que no se adaptan a la dotación de  recursos, la capacidad productiva y la calidad de vida de estos países”.(13)
                    En cualquier caso, la  intervención del Estado aparece como necesaria ante los déficits y  desequilibrios de la economía nacional, para ello uno de sus instrumentos  fundamentales pretende ser la planificación, que en el caso específico de  México “aparece como indispensable para superar el subdesarrollo desviado el  curso natural del modelo de mercado, es decir, disciplinado el cambio y  justificándose por él. Por el otro, para imponerse, debe competir con el mismo  mecanismo del mercado que sea alterar profundamente, alteración que en el plano  de las relaciones entre los hombres significa modificar la estructura de poder  en desmedro de quienes se benefician con el juego espontáneo de las fuerzas  económicas”.(14)
                    De esta manera es que  parecen enfrentarse en una indisoluble contradicción planificación y mercado.
                    La propiedad como derecho  absoluto, la libertad contractual y la igualdad formal, pilares del sistema de  mercado se enfrenta ante una serie de objetivos y decisiones públicas que  arrancan o condicionan éstas prerrogativas privadas.
                    Ahora bien, no sería  posible ni probable la existencia de la planificación en una economía de  mercado, si entendemos por ésta la total racionalización de las actividades  productivas y de consumo de la sociedad.
                    Una previsión global y  autoritaria de la esfera económica es claramente contraria a un mecanismo de  concurrencia libre de productores y consumidores.
                    Por ello, la única  alternativa de coexistencia posible, que parece tener constatación histórica en  cualquiera de los dos polos de los sistemas de economía planificada y liberal,  es el de concebir a la planeación como un mecanismo de acción estratégica sobre  algunos elementos, sectores o procesos primordiales de la actividad económica y  social y no sobre la totalidad de la misma. (15)
                    De esta manera y  ubicándonos en un momento y papel social específico, la planificación en México  puede revelar sus alcances en una síntesis de coexistencia entre planificación  y mercado.
                    Debo advertir que estas  variantes moderadas o pragmáticas de intervención estatal con coexistencia de  planificación y mercado, no se pretenden ni permanentes ni a históricas, en  última instancia se encuentran condicionadas por las circunstancias jurídicas,  políticas y económicas en que se inscribe la formación social mexicana.
                    Es claro, que esta síntesis  presenta antinomias y no encuentra actualmente un cuerpo conceptual definido y  sistemático en la materia, pese a las pretendidas síntesis ideales de algunas  teorías políticas y económicas y de varias plataformas partidistas.
  5. Características de la  Planeación en México.
                    Como se sigue de las  afirmaciones anteriores, la planeación en México como acción racionalizada e  instrumento de desarrollo, se inscribe dentro de la órbita de países  “democráticos” en donde el Estado sólo participa en sectores estratégicos de la  economía.
                    En México, el mercado, las  reglas de la competencia, el juicio del empresario y las tendencias del  consumidor entre otros, cumplen un papel decisivo en la vida económica, aunque  el Estado se reserve una amplia y a veces creciente influencia en la  modificación de la conducta de los agentes económicos, así también, una  participación directa en las actividades de producción y servicios.
                    El carácter mixto de la  economía mexicana es dado por esta doble participación en el mundo económico  del Estado y los particulares, el Estado interviene tanto por la parte de  producción de bienes y servicios, como en la regulación e inducción sobre  conductas privadas en la vida económica.
                    Estas acciones del Estado  en México, han tendido motivos o causas muy variados; unos, su vinculación con  las ideologías de los sucesivos gobiernos; otras responden a consideraciones  técnicas; algunas obedecen a respuestas inmediatas o de coyuntura (déficits en  la balanza comercial o de pagos, apoyo a la industrialización, etc.); o a  tendencias generales sobre las responsabilidades del Estado para satisfacer  ciertos tipos de demandas en el campo social o de servicios básicos  (energéticos, comunicaciones, viviendas, etc).(16)
                    Asimismo, existen marcadas  diferencias en la toma de decisiones de los dos sectores que participan en la  economía. Los agentes económicos privados derivan sus decisiones en una lógica  de la acumulación y la ganancia principalmente, de las consideraciones que les  merecen las fuerzas del mercado y los efectos directos o indirectos que, sobre  ellas, tiene el conjunto de regulaciones y actividades estatales. En cambio, el  Estado no reconoce (por lo menos de manera general directa) al mercado como  generador de sus decisiones de producción y acumulación, puesto que, como  institución social, tiene que responder a los intereses colectivos de la  comunidad.
                    Las decisiones sobre la  mayor parte de las actividades públicas responden a consideraciones que se  sitúan en el campo de la política social del gobierno, a previsiones a largo  plazo sobre cambios en la producción y en la creación de infraestructura que,  evidentemente, rebasan el ámbito de las indicaciones que podrían inferirse del  mercado.
                    Desde el punto de vista  jurídico, las características más sobresalientes de intervención y regulación  del Estado Mexicano en el desarrollo económico social son las siguientes: (17)
El primero comprende los  bienes de dominio directo de la Nación entre los que destacan los yacimientos  minerales incluyendo al petróleo y los hidrocarburos, las aguas territoriales y  los recursos naturales de la plataforma continental y los zócalos submarinos de  las islas.
                    La propiedad social se  encuentra referida al ámbito del derecho agrario y cooperativo y la privada a  un muy amplio catálogo de bienes, incluyendo aquellos relativos a la producción  de satisfactores económicos.
Nuestra Posición:
                    Después de un repaso a los  Antecedentes y Marco Legislativo, a los tipos de Intervención Estatal, al papel  del Mercado y la planificación y a una breve caracterización de las  intervenciones del Estado Mexicano en la sociedad y economía, se vuelve  imperativo hacer una serie de reflexiones acerca del posible papel de la  planeación en México.
                    La primera pregunta  obligada, que muchos ni siquiera se la formularon obviando su importancia, es  la de optar por una posición crítica acerca de la planeación, en otras  palabras, si es necesario o no el implantar a la planificación como instrumento  para el desarrollo, o por el contrario, el reconocer en el mercado y el  liberalismo la solución del desarrollo.
                    Presumimos, el consenso más  o menos general sobre la conveniencia del desarrollo, entendiendo por éste el  crecimiento y distribución de la riqueza nacional de forma equilibrada,  permanente y justa, tanto como imperativo político constitucional, como imperativo  histórico (hay quienes discuten esto y otros que con posiciones supinas o  egoístas practican lo contrario).
                    A este respecto, considero  que la participación e intervención del Estado no sólo es posible en México,  sino fatal y necesaria.
                    Esta afirmación categórica,  de que la planificación tiene que imponerse ineludiblemente en México deviene  de considerar la relación de las actividades del hombre y de la sociedad sobre  la naturaleza. Sin llegar al catastrofismo, la depradación y el agotamiento de  los recursos naturales, la contaminación ambiental, la práctica de genocidio  colectivo, entre otras cuestiones, hacen imprescindible el control y  racionalización para la supervivencia de las sociedades; esto no significa el  apoyo a un Estado autoritario o autocrático, ni el apoyo a los sistemas  actuales de dominio y explotación. (18)
                    Por otra parte, la  consideración de la intervención estatal como necesaria, pese a los riesgos del  autoritarismo, fascismo, burocratización y corrupción, la afirmación se basa no  sólo en las críticas de liberalismo (que vimos anteriormente) y de sus procesos  monopólicos y oligopólicos, sino a la propia dialéctica histórica del Estado  contemporáneo.
                    Esto no significa apoyo  desmedido a un Estado corporativo antidemocrático e ineficiente, son aspectos  que hay que combatir permanentemente; sí en cambio significa reconocer el papel  principal del Estado como director del concierto general económico y social del  país.
                    Como afirman algunos  autores, los propios teóricos liberales sostienen la necesidad del aparato  estatal y de algunas de sus intervenciones, además de que la experiencia  mexicana parece ser clara, tanto para demostrar la sucesiva intervención del  Estado como para probar la indeficiencia contumaz del mecanismo del mercado.
                    Ahora bien, aceptar la  intervención del Estado como rector del desarrollo económico y social, sugiere  otras interrogantes: ¿Cuál es el papel específico de la planificación y del  mercado en un sistema de economía impuesto como el mexicano?, ¿Cuáles son sus  alcances y limitaciones?, ¿Cuál es su relación con la política económica y cuál  su posible formulación democrática?
                    Respecto al papel de la  planificación es claro que éste no puede ser un sistema de tomas de decisiones  que afecten todas las esferas de la actividad y producción social, esto sólo  puede darse en sistemas totalitarios donde el Estado se reserve los medios de  producción y distribución y fije los tipos, pagos y volúmenes de consumo.
                    La planificación en México  puede ser una técnica específica de la política económica tendiente a la  racionalización de las actividades públicas por medio de mecanismos  obligatorios para el sector público e inductivos o incitativos para el  particular.
                    La planificación puede  establecer los objetivos y prioridades sociales y señalar las estrategias y  mecanismos que aseguren su ejecución y cumplimiento; significará para el sector  público un instrumento de desarrollo que pueda asumir, promover o inhibir los  procesos económicos y sociales.
                    Aquí uno de sus límites  también se clarifica, el de su efectividad, toda vez que la planificación se  limita a ser compulsiva para el sector público, aunque y en gran medida puede  orientar o inhibir conductas de los particulares con el uso alternativo del  acervo instrumental con que cuenta.
                    Otro de sus significativos  límites, que se convierte más bien en condición proviene de su contenido  político.
                    Toda vez que la planeación  como instrumento del desarrollo forma parte de la política económica, esta  previsión de acciones reflejará la estructura y composición de las fuerzas  políticas y de su participación en la toma de decisiones. Por ello la  planeación, pese a sus afanes tecno-burocráticos sólo reflejará aquello que en  sus distintas etapas de formulación y ejecución le otorguen los grupos sociales  involucrados. En otras palabras, la planeación, como todo acto público tendrá  contenidos políticos y será el producto de las ideales, aspiraciones e  intereses concretos de quienes lo formulen y su efectividad dependerá de las  propias estructuras políticas y del apoyo que le otorgue la sociedad receptora.
                    De aquí la necesidad de una  transformación político estructural que permita el acceso democrático de los  distintos grupos sociales en el proceso planeación.
                    Respecto al papel del  mercado en una economía planificada bajo los sistemas políticos garantistas, en  donde subsiste el derecho de libertad y de propiedad con elementos  “socializantes”, el importantísimo papel del mercado es el de ser el conductor  y distribuidor de la producción y del consumo social general, así como recabar  los deseos y tendencias del consumidor. Ya se ha señalado que el mercado es un  instrumento importante de distribución de recursos y estímulo de la producción,  pero sin embargo resulta inepto e insuficiente para orientar las inversiones  decisivas en un contexto de cambio de estructuras y aceleración del desarrollo.
Citas Bibliográficas:
La planeación se enfoca a racionalizar a la toma de decisiones autoritarias como instrumento del desarrollo, supone la existencia de un poder político diferenciado de la sociedad misma, pero esta racionalidad no debe confundirse con los antiguos procesos de organización en el ejercicio y actividad humana. Tener la planeación una cualidad moderna, se presenta como instancia histórica legitimadora del poder político y como actividad específica del Estado en la búsqueda de su conservación y reproducción, bien se llama desarrollo, justicia social o bien común.