Observatorio de la Economía Latinoamericana

 


Revista académica de economía
con el Número Internacional Normalizado de
Publicaciones Seriadas  ISSN 1696-8352

 

Economía de México

 

Situación económica de México año 2000

 

Alan F. Carrasco Dávila (CV)
Hispanic World Univ.
alancarrasco_cursos@yahoo.com.mx


RESUMEN.
Después de las graves crisis económicas de fin del período presidencial que se han vivido en México, la expectación y el miedo por una probable inestabilidad en diciembre de 2000, se hacia palpable entre la sociedad mexicana, nada más la recordar la devaluación y la pérdida del poder adquisitivo por parte del (nuevo) peso mexicano en el invierno boreal de 1994, provocaba tener presente que ésta crisis no sólo afectó a los mexicanos, sino fue de repercusiones mundiales, es decir, el famoso, pero no celebre, “efecto tequila”, que perturbo las débiles economías de muchas naciones, es por ello, que considero necesario a manera de datos históricos, hacer una remembranza de lo acontecido en materia económica en México en el año 2000.



PALABRAS CLAVE.
Economía, Crisis, Políticas, Gobierno, Inflación, Deuda externa, Balanza comercial, Gasto público, Devaluación.

SUMMARY.
After the serious economic crises of end of the presidential period that have been lived in Mexico, the expectation and the fear by a probable instability in December, 2000, towards palpably between the Mexican society, nothing more to remember the devaluation and the loss of the buying power on the part of the (new) Mexican weight in the boreal winter of 1994, was provoking having present that this one crisis not only affected the Mexicans, but was of world repercussions, that is to say, the famous one, but it does not celebrate, " effect tequila ", that I disturb the weak economies of many nations, it is for it, which I consider to be necessary like historical information, to do a remember of the happened in economic matter in Mexico in the year 2000.
 




INTRODUCCIÓN.

El proceder de la economía mexicana en el año 2000 superó las expectativas, tal como había acontecido el año anterior, evitándose las graves crisis de fin de sexenio que se habían producido en 1976, 1982, 1988 y 1994. Empleando políticas económicas prudentes, la administración que concluyó su mandato al fin de 2000 dejó al gobierno que empezó entonces una economía sólida. El crecimiento en 2000 fue 6,9 por ciento y la inflación fue de 9 por ciento, ambos más favorables que la meta establecida al comienzo del año. Existen sin embargo aspectos que merecen atención, entre ellos un posible sobrecalentamiento de la economía reflejado en un fuerte aumento en el gasto interno. Las autoridades, conscientes del problema, han aplicado una política monetaria restrictiva que esperan complementar con una política fiscal restrictiva en 2001. Además, la desaceleración de la economía estadounidense ya está afectando adversamente a las exportaciones mexicanas. Por lo tanto, no se sostendría el alto crecimiento observado en 2000. Otros desafíos que enfrentan las autoridades incluyen: la dependencia de la economía de Estados Unidos, la dependencia de los ingresos públicos de los ingresos del petróleo, problemas en el sistema judicial para hacer respetar los derechos de propiedad, debilidades en el sistema financiero, y la puesta en marcha de una organización institucional que permita reducir la pobreza, un objetivo clave de la nueva administración.


SITUACIÓN ECONÓMICA AÑO 2000.

La Administració n gubernamental que concluyó su período en diciembre de 2000 tuvo éxito en evitar las graves crisis macroeconómicas que caracterizaron el fin de sexenio de las cuatro Administraciones anteriores y en dejar al nuevo Gobierno de ese entonces una economía sólida. La política económica tendió a ser expansiva en el último año de la administración 1994-2000, pero en ningún momento puso en peligro el equilibrio macroeconómico, como había sucedido en los regímenes anteriores, cuando los Gobiernos entrantes enfrentaban agudas devaluaciones, recesiones e incrementos inflacionarios en la apertura de sus mandatos. Por el contrario, al cierre del primer trimestre de 2001 reina en los mercados financieros un clima de confianza reflejado en las cuentas internas y externas del país. Esto es especialmente alentador si se tiene en cuenta que en julio de 2000, por primera vez en más de 70 años, México eligió como Presidente de la República a una figura de un partido distinto del Partido Revolucionario Institucional (PRI). El reconocimiento externo a las políticas puestas en marcha se aprecia en el mejoramiento que mereció la calificación de la deuda externa mexicana en el primer semestre de 2000. Moody’s elevó su calificación a grado de inversión. Standard & Poor’s y Fitch-IBCA la subieron a un nivel por debajo de grado de inversión y se espera que le den esa categoría en los próximos seis meses.

Los resultados macroeconómicos observados en 2000, especialmente los relativos a inflación y crecimiento, excedieron aún las proyecciones más optimistas. El crecimiento real del PIB alcanzó 6,9 por ciento, muy por encima de la meta de 4,5 por ciento que se estableció al fin de 1999, y la inflación fue de 9 por ciento, por debajo de la meta de 10 por ciento. En contraste con 1999, en el crecimiento en 2000 destacó la dinámica del mercado interno. En 1999, amparadas en el dinámico mercado de Estados Unidos en el marco del Tratado de Libre Comercio con América del Norte (TLC), las exportaciones explicaron más de la mitad del crecimiento de la economía, a pesar de que entonces representaban menos de 20 por ciento del PIB. En cambio, en 2000, la rápida recuperación de la demanda interna del sector privado, tanto consumo como inversión, habrían permitido que ésta explicara alrededor de las tres cuartas partes del crecimiento.

El crecimiento del PIB se desaceleró en el segundo semestre y especialmente en el último trimestre de 2000. Mientras en el primer semestre el crecimiento fue de 7,7 por ciento con respecto a igual período del año anterior, en el último trimestre fue de sólo 5,1 por ciento. Estas cifras sugieren que el crecimiento entre el tercer y cuarto trimestre habría sido prácticamente nulo.
A pesar de la caída en el crecimiento, existe el peligro de un sobrecalentamiento en la demanda agregada (reflejado más que nada en las cuentas externas). El consumo del sector privado a precios constantes se habría expandido más de 8 por ciento, y la inversión más de 10. La inversión fija pasó a representar algo más de 21 por ciento del PIB a precios corrientes en 1999, porcentaje que podría haberse reducido levemente en 2000, a pesar del rápido crecimiento en el volumen de la inversión, debido a la apreciación del peso y a la importancia del componente importado de la inversión.
Cabe destacar que la inversión fija representaba sólo 16 por ciento del PIB en 1995. Como en los últimos años, el financiamiento de la inversión ha resultado claramente sostenible, en contraste con lo ocurrido en el período 1989-94. En aquella oportunidad el ahorro externo jugó un papel preponderante, basado en inestables entradas de capitales de corto plazo. Mientras en 1989-94 el ahorro interno representó 13,5 por ciento del PIB (habiendo caído a 12,1 por ciento en 1994), en 1995-99 habría promediado 17,1 por ciento, estimándose preliminarmente en 18 por ciento en 2000.

Al nivel sectorial, apoyado por buenas cosechas de trigo, maíz y sorgo, y capturas favorables de langosta, ostión, tiburón y mero, el producto agropecuario aumentó 3,4 por ciento relativo al año anterior, tasa similar a la observada en 1999. El producto industrial aumentó 6,6 por ciento en 2000, destacándose la evolución de manufacturas y electricidad, gas y agua que crecieron 7,1 por ciento y 6,2 por ciento, respectivamente. La construcción aumentó 5 por ciento y la minería 4 por ciento. La desaceleración observada en el último trimestre del año fue marcada en todos los sectores, observándose prácticamente una paralización en minería y construcción. Dentro del sector manufacturero, los subsectores más dinámicos en el año fueron vehículos automotores, y equipos y aparatos electrodomésticos, todos vinculados al competitivo mercado abierto por el TLC. Las ramas de maquinaria y equipo no eléctrico, tabaco, azúcar, cuero y calzado, petroquímica básica y bebidas alcohólicas experimentaron caídas. El comportamiento estelar en el año 2000 correspondió al sector servicios, que se expandió 7,3 por ciento, esto es aún más rápido que las manufacturas. En el sector terciario, la actividad de comercio, restaurantes y hoteles creció 11,1 por ciento reflejando mayores volúmenes de ventas en los mercados internos y externos. Por su parte, transporte y comunicaciones creció 12,7 por ciento debido a mayor carga transportada, mayor número de pasajeros en viajes locales y foráneos, y mayor dinamismo en comunicaciones telefónicas y vía satélite. La evolución de los subsectores financiero y de servicios públicos y comunales fue muy inferior al promedio.
La balanza de pagos mostró un incremento en las reservas internacionales de US$2,8 mil millones en 2000, con lo que estas alcanzaron un nivel de US$33,6 mil millones. A pesar que estas sólo representan 3,6 meses de importaciones (netas de maquila importada), son ampliamente suficientes dado que el país opera una política de tipo de cambio flexible. La cuenta corriente registró un déficit de US$17,7 mil millones en 2000, equivalente a 3,1 por ciento del PIB. La rápida expansión de la demanda interna determinó que el déficit de la cuenta corriente resultara US$3,4 mil millones superior al observado el año anterior, a pesar de los ingresos extraordinarios derivados del favorable precio internacional del petróleo y de la rápida expansión de las exportaciones al mercado de Estados Unidos. Tal como en 1999, en 2000 el déficit en cuenta corriente se financió con facilidad, lo que permitió el mencionado aumento de reservas, muy por encima de lo programado.

La balanza comercial registró un déficit de US$8 mil millones en 2000, substancialmente más elevado que el observado en el año anterior (US$5,6 mil millones) Las exportaciones aumentaron con rapidez, 21,8 por ciento, pero las importaciones crecieron aún más rápido (23,2 por ciento, ambos valores netos de la maquila importada) El incremento en las exportaciones se explica por un comportamiento muy dinámico tanto de las exportaciones no petroleras, que crecieron 16,1 por ciento, como de las petroleras que crecieron 65 por ciento debido principalmente al aumento en el precio internacional del crudo, que alcanzó un promedio de US$24,60 por barril en comparación con US$15,60 por barril el año anterior. En las exportaciones no petroleras, siguen destacándose las maquiladoras, que crecieron más de 30 por ciento, orientadas al mercado de Estados Unidos, que siguió expandiéndose con fuerza. Entre las importaciones destaca la recuperación de las de consumo, que reflejando el fuerte incremento en la demanda agregada, aumentaron 37 por ciento relativo al año anterior. Siguiendo el comportamiento de la inversión fija, las importaciones de bienes de capital aumentaron 18 por ciento, significativamente más rápido que el crecimiento de la inversión fija, lo que ilustra la incidencia del componente importado de la inversión fija.

La cuenta de capital volvió a mostrar inestabilidad en los flujos de capitales de corto plazo, aunque en menor grado que en períodos críhticos en los últimos años. Los flujos de capital a través de la inversión de cartera de los extranjeros en el mercado accionario mexicano registraron salidas por US$2,2 mil millones en 2000 en comparación con entradas por US$11 mil millones el año anterior (habían sido también negativos en 1998). Los flujos financieros habían mostrado cierta normalización en 1999, tras la volatilidad que se observó en 1997-98 a raíz de las crisis en varias economías emergentes. Sin embargo la inestabilidad volvió a acentuarse debido tanto a problemas en otras economías emergentes (muy desvinculadas de México, como Argentina y Turquía), como al comportamiento de la política monetaria de Estados Unidos, que indujo un significativo aumento en las tasas de interés en ese país en el curso de 2000. En contraste con la inversión de cartera, la inversión extranjera directa fue abundante y estable. Alcanzó US$9,8 mil millones en los tres primeros trimestres de 2000, comparado con US$8,3 mil millones en el mismo período en 1999. Se espera que la inversión directa financie cerca de las tres cuartas partes del déficit en cuenta corriente.

La deuda externa del país habría mostrado una reducción del orden de US$4 mil millones en los primeros tres trimestres de 2000, con lo cual se habría ubicado en US$156 mil millones. El sector público hizo amortizaciones netas por US$3 mil millones y Banxico amortizó US$4,3 mil millones, sin embargo el sector privado aumentó su deuda en US$3,4 mil millones. Con esto, y dados los ajustes por cambios en el valor de las monedas extranjeras que el país adeuda, al fin de 2000 el saldo de la deuda pública bruta alcanzó US$84,1 mil millones en comparación con US$92,3 mil millones al fin de 1999. En el curso de 2000, los intereses de la deuda pública fueron US$7,7 mil millones y las amortizaciones US$21,0 mil millones, de las cuales más de la tercera parte corresponde a pagos anticipados, llevados a cabo para mejorar el perfil de la deuda. A modo de referencia, las exportaciones de bienes (excluida maquila importada) fueron 166,4 mil millones en 2000.

El balance del sector público no financiero en el año 2000 mostró un déficit equivalente a 1,1 por ciento del PIB en 2000 (M$60,5, mil millones), 10 por ciento por encima de la meta establecida en el presupuesto (1 por ciento del PIB, M$52,5 mil millones), a pesar de que el país obtuvo ingresos extraordinarios equivalentes a M$60,5 mil millones. Estos mayores ingresos se originaron principalmente en un precio internacional del petróleo muy por encima del presupuestado (US$24,6 y US$16 respectivamente), en ingresos de empresas superiores a los presupuestados, especialmente en la Comisión Federal de Electricidad y en las empresas vinculadas a la seguridad social, y en un crecimiento económico más rápido que el pronosticado en el presupuesto, reflejado en mayor recolección tributaria. Entre los ingresos tributarios, destaca el comportamiento de la recaudación del impuesto al valor agregado, que aumentó más de 15 por ciento en términos reales, o sea más de dos veces más rápido que el PIB, debido en parte a modificaciones a la ley del IVA, que amplió el esquema de retención y precisó los conceptos de gasto que no dan origen a impuesto, y en parte a la expansión del gasto (vía importaciones) que creció más rápido que el PIB. La recaudación de impuestos especiales a la producción y servicios cayó casi 30 por ciento en términos reales debido a la forma de contabilizar las transferencias de PEMEX al Gobierno. En realidad esa caída (impuestos a las ventas internas de combustibles) fue mucho más que compensada por la expansión de ingresos definidos como no tributarios, más de 70 por ciento en términos reales (principalmente derechos y aprovechamientos), que representan contribuciones de PEMEX vinculadas a exportaciones.

El gasto público aumentó 12,8 por ciento en términos reales en 2000, también más rápido que el PIB, y M$69,3 mil millones más que lo que contemplaba el presupuesto (más de 1 por ciento del PIB) El aumento del gasto hubiera sido aún mayor sin la reducción que se observó en el pago de intereses, el que resultó casi M$20 mil millones inferior a lo presupuestado, debido a menores tasas de interés internas y externas. Sin embargo, aprovechando esta circunstancia, el Gobierno decidió prepagar obligaciones vinculadas al rescate de la banca después de la crisis de 1995 por un monto ligeramente mayor que el menor pago de intereses (pagos que se asimilaron a intereses y no a amortizaciones en la contabilización del déficit) Debido a los mayores ingresos del Gobierno Federal, aumentaron las transferencias a estados y municipios (participaciones) en M$16,4 mil millones. El gasto correspondiente lo realizan estas últimas entidades; es un gasto “no programable”, que no controla el Gobierno Federal. El llamado gasto programable (que excluye participaciones y gastos financieros) aumentó más de 10 por ciento en términos reales, algo más de M$50 mil millones más que lo programado (cerca de 1 por ciento del PIB). Sin embargo ese mayor gasto no presupuestado incluye la creación del Fondo de Estabilización de los Ingresos del Petróleo (M$9,1 mil millones) y la creación de un fondo de reserva para devoluciones de impuestos (M$10,0 mil millones), que no constituyen presión de demanda sobre los recursos internos. Ese mayor gasto presupuestado también incluye M$8,3 mil millones realizados por las entidades sujetas a control presupuestal; además el gasto presupuestado para 2000 incluye gastos no recurrentes tales como los atribuibles a las elecciones y al XII Censo General de Población y Vivienda realizados ese año (M$11,9 mil millones)

El financiamiento del déficit fue substancialmente diferente al de años anteriores. En vez de endeudarse en el exterior, el sector público prepagó el equivalente a M$60,4 mil millones de deuda externa, y se endeudó correspondientemente en el mercado doméstico (M$120,9 mil millones), principalmente a través de colocación de valores públicos en el sector privado y en los intermediarios financieros locales.

Los resultados en inflación continuaron siendo favorables en 2000. La meta oficial establecida al fin de 1999 era alcanzar una tasa inferior a 10 por ciento. La tasa efectiva fue 9 por ciento, muy por debajo de la inflación de 12,3 por ciento observada en 1999. Sin embargo el sobrecalentamiento de la economía antes mencionado se reflejó en la tendencia a la baja en la inflación observada desde febrero de 1999 se interrumpiera en el último trimestre de 2000. Entre los factores que contribuyeron a controlar la inflación en 2000 estuvieron la rápida expansión de la producción, y especialmente la substancial apreciación real del peso originada en las ventajosas condiciones externas que se dieron en el año. Este último factor se reflejó en un moderado incremento de los precios de los bienes comerciables comparado con los no comerciables (7,4 por ciento y 10,7 por ciento respectivamente) En contrario operaron ajustes en los precios concertados y administrados, en los precios de servicios educativos, y en los de los productos agropecuarios. El Banco de México anunció al fin de 1999 la publicación de un informe trimestral sobre inflación que complementa el Programa Monetario. En esta publicación se destaca el concepto de “inflación subyacente”, que excluye bienes con precios muy volátiles como agrícolas, educación, y administrados y concertados por el sector público. La inflación subyacente en 2000 fue 7,5 por ciento, inferior a la tasa anual que se había observado al fin del trimestre anterior, debido a que los precios que más aumentaron no se incluyen en este concepto. Cabe sin embargo indicar que el ritmo de reducción en la inflación subyacente fue inferior al observado en trimestres anteriores, evidencia del posible sobrecalentamiento mencionado.

El dinámico comportamiento de la economía y la reducción en la inflación en 2000 se tradujeron en resultados positivos en el mercado laboral. Reflejando la gran flexibilidad y eficiencia que ha mostrado el mercado de trabajo, aumentando el empleo y los salarios reales. Los trabajadores asegurados en el Instituto Mexicano de Seguridad Social en las actividades industrial, comercial, y de servicios aumentaron 2,9 por ciento, 5,8 por ciento y 4,6 por ciento respectivamente. Sin embargo en la agricultura se registró una caída de 6,6 por ciento. El aumento del empleo permitió que la tasa de desempleo abierto mantuviera su tendencia declinante, bajando a 2,2 por ciento en promedio en el período enero-diciembre, la cifra más baja desde 1985, cuando se empezó a publicar este indicador. Los salarios reales reflejaron la dinámica del empleo, mostrando un significativo incremento. En el período enero-noviembre aumentaron 6,1 por ciento en la industria manufacturera, 6,9 por ciento en la maquiladora, y 7,0 por ciento en el comercio mayorista y minorista. De mantenerse por mucho tiempo, estos incrementos, superiores a los mejoramientos en la productividad, podrían poner en peligro las metas de inflación para los próximos años.

A pesar de su positivo desempeño, la economía continúa acusando evidencia de fragilidad en el sistema bancario. Tras la crisis de 1994-95, tanto el crédito que éste ha otorgado al sector privado como las captaciones bancarias desde el sector privado han estado cayendo en términos reales año tras año. La mayor parte de los recursos obtenidos por la banca comercial tienen como contraparte crédito al sector público o valores del Instituto para la Protección del Ahorro Bancario, IPAB, que reflejan la compra de la cartera vencida de los bancos tras la crisis de 1994-95.


POLÍTICAS ECONÓMICAS.

El manejo de las políticas macroeconómicas fue fundamental en el logro del objetivo de evitar las típicas crisis de fin de sexenio. La prudencia en el manejo de las finanzas públicas fue un factor fundamental. Aún cuando la política de gasto fue moderadamente expansiva en 2000, el déficit se mantuvo dentro de los parámetros proyectados. La prioridad en el gasto siguió siendo para el gasto social y la consolidación del proceso de descentralización. El gasto social, orientado a fortalecer programas dirigidos a combatir la pobreza, la inseguridad pública, y la administración de justicia, bajó ligeramente en 2000 respecto de 1999, si se le expresa como fracción del gasto total (60,7 por ciento y 61,2 por ciento respectivamente), pero creció casi 10 por ciento en términos reales. El Programa de Educación, Salud y Alimentación (PROGRESA), que combate la pobreza extrema en áreas focalizadas, atendió a 2,5 millones de familias, 30 por ciento más que en igual lapso en 1999. El Programa de Ampliación de Cobertura, a través del cual se otorgan servicios de salud a las comunidades más pobres y postergadas del país, alcanzó una cobertura de más de 8.1 millones de personas de escasos recursos al final de 2000. El programa de Apoyos Directos al Campo (PROCAMPO), que complementa el ingreso de los productores en áreas inscritas en proyectos ecológicos autorizados por la Secretaría de Medio Ambiente, Recursos Naturales y Pesca, benefició a productores en 13,6 millones de hectáreas.
La política del Gobierno en materia de deuda pública en 1999-2000 estuvo orientada a garantizar el financiamiento de las amortizaciones correspondientes de la deuda externa y a reestructurar la deuda interna y externa hacia plazos más largos. Ante la creciente evidencia de que esta vez no se produciría la crisis de fin de sexenio, y ante las favorables condiciones externas, cobró más importancia el segundo objetivo. Durante 2000 el Gobierno redujo la deuda pública externa en US$8,2 mil millones (sin incluir la cancelación de la deuda de Banxico con el Fondo Monetario Internacional que a fines de 1999 alcanzaba US$4,5 mil millones), de los cuales 6.2 mil millones corresponden a amortizaciones netas y el resto a ajustes a la baja derivados de la apreciación del dólar. El mecanismo más importante utilizado fue la cancelación de bonos Brady y el uso del colateral recuperado para reducir la deuda en términos netos. Estas operaciones se realizaron en varias monedas, incluyendo dólares, euros y yenes. Además, con el consentimiento de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, en febrero, el Banco Mundial emitió un bono denominado en pesos mexicanos por el equivalente a US$100 millones, a tres años, a tasa de interés fija. Fue la primera vez que el Banco Mundial emitió deuda en una moneda latinoamericana.

Con respecto a la deuda interna, el Gobierno buscó fomentar el desarrollo de un mercado de valores de largo plazo. En enero de 2000 se emitió un nuevo tí
f0 tulo a tasa de interés fija, tres años de plazo, pagado en cupones semestrales. Esta acción se amplió en mayo con la emisión de un título a cinco años. Se llevaron a cabo varias emisiones de este tipo en el año, de modo que cerca de tres cuartas partes del endeudamiento interno neto se llevó a cabo mediante títulos a plazos mayores de un año. Estos cambios permitieron aumentar el plazo medio de vencimiento de la deuda interna de menos de 300 días en 1995-96 y a más de un año en 2000. El Gobierno ha garantizado obligaciones, parte de las cuales ha decidido prepagar, y que no se contabilizan formalmente como deuda pública. Entre ellas, el rescate de la cartera de Nacional financiera realizado en el marco del Saneamiento Financiero de la institución. El vencimiento original de la garantía era en 2006, pero el Gobierno negoció la cancelación anticipada de la obligación, cosa que realizó en el tercer trimestre de 2000. También se cancelaron garantías vinculadas al rescate de la banca, correspondientes a operaciones inicialmente en manos de FOBAPROA y luego transferidas a IPAB.

La política monetaria mexicana sigue manteniendo la base monetaria como el ancla nominal del sistema. El procedimiento ha sido que al fin de un año, el Banco de México (Banxico) anuncia la meta diaria de la base para el año siguiente y luego trata de ceñirse a esa meta. En el segundo semestre de 1999 y en el segundo trimestre de 2000 se rebasaron significativamente las metas, 6,2 por ciento y 4,3 por ciento respectivamente, a pesar de que tanto para 1999 como para 2000 el programa monetario suponía fuertes incrementos en la oferta de base respaldados por aumentos en la demanda (20,5 por ciento y 25,3 por ciento respectivamente) A Banxico le preocupó la desviación, razón por la cual amplió repetidas veces el “corto” (crédito de Banxico a los bancos comerciales por el cual estos tienen que pagar una tasa de interés más alta que la del mercado) Al cierre de 1999 el corto era de M$160 millones; después de alzas principalmente en junio, julio, octubre y noviembre, el corto alcanzó M$350 millones al fin del año 2000. Con esto la autoridad pudo reducir la diferencia entre el valor efectivo de la base y la meta a sólo 1,5 por ciento.

En razón de la poca estabilidad de la demanda de base monetaria, Banxico decidió restarle importancia al anuncio de la evolución diaria esperada de la base. Así, en el Programa Monetario para 2001, aún cuando se publica dicha evolución, esto se hace a título ilustrativo. Ahora el énfasis está en el anuncio de metas globales para la inflación en un marco de mediano plazo, tres años. El manejo se hace a través de influir las tasas de interés, manteniéndose el corto como el instrumento principal, pero dejándose abierta la opción de acciones más directas si los bancos no siguen las orientaciones de la autoridad monetaria.

La política de flexibilidad cambiaria aplicada desde 1995 permitió fluctuaciones significativas en el tipo de cambio nominal según los requerimientos del mercado. El dólar empezó el año con un valor algo superior a M$9,50 y terminó el año en un valor algo por encima de eso, pero fluctuó significativamente entre medio. Cayó a fines de marzo a M$9,20 con el mejoramiento que las calificadoras extranjeras de deuda otorgaron a la deuda Mexicana. Sin embargo la incertidumbre derivada de las elecciones presidenciales generó una fuerte presión que se tradujo en un alza en el cambio que llegó a sobrepasar M$10 por dólar a fines de junio. La transparencia del proceso electoral y el reconocimiento rápido del ganador modificaron otra vez las expectativas con lo cual el tipo de cambio volvió a caer, otra vez al nivel de M$9,20, al final del tercer trimestre, recuperándose luego, tras la incertidumbre ocasionada por los problemas en Argentina y Turquía. Como consecuencia de esta evolución del tipo de cambio nominal y la todavía significativa inflación interna, el índice del tipo de cambio real bajó.

La evolución de la política monetaria unida a la política cambiaria en vigor tuvieron impacto en las tasas de interés. La tasa primaria de CETES a 28 días, buen indicador de las condiciones del mercado crediticio de corto plazo, bajó sistemáticamente desde mediados de septiembre de 1998 (cuando las autoridades reaccionaban a la crisis en Rusia) A esa fecha, esa tasa de interés llegó a cerca de 50 por ciento anual, para reducirse a 31 por ciento al fin de 1998, y a 16,5 por ciento a fines de 1999. Las tasas de interés se siguieron reduciendo al principio de 2000, especialmente en febrero-abril, cuando se anticipó y materializó el mejoramiento en la calificación de la deuda externa mexicana. En abril esta tasa cayó por debajo de 13 por ciento, pero tal como con el tipo de cambio, la incertidumbre ocasionada por la elección generó un aumento, de modo que al fin de junio estaba en 15,5 por ciento. La restricción monetaria impuesta por Banxico propició un alza adicional, de modo que al fin del año estaban por encima de 17 por ciento, que dada una tasa de inflación esperada del orden de 7 por ciento implica una tasa real de cerca de 10 por ciento, que puede considerarse elevada.

La Bolsa de Valores tuvo un comportamiento consistente con las tasas de interés. Subió rápidamente hasta el fin del primer trimestre de 2000, pero bajó más de 30 por ciento al cierre del primer semestre, y aún cuando se recuperó hacia la fecha de la elección, volvió a bajar luego y al cierre del año estaba otra vez en un nivel similar al del cierre del primer semestre.

Para incrementar el ahorro financiero y su canalización al aparato productivo, el Gobierno ha buscado fortalecer el sistema bancario. Acciones importantes se llevaron
f0 a cabo en el primer semestre de 2000. Se mejoraron las regulaciones que definen los requerimientos de capital de los bancos, acercándolos a estándares internacionales. Se aprobaron la Ley de Concursos Mercantiles y la Miscelánea de Garantías, y se inició la venta de bancos intervenidos, continuándose con el proceso de venta de activos de instituciones financieras quebradas. Se vendió la Banca Serfin al Grupo Financiero Santander Mexicano consiguiéndose un precio 60 por ciento superior al valor en libros de Serfin (aún cuando está todavía por resolverse un desacuerdo respecto al precio). Se resolvió el problema de Promex, absorbido por el Grupo Financiero Bancomer (actualmente BBVA). Se resolvió el problema de Inverlat, comprado por Scotiabank. Quedan pendientes la venta de BanCrecer, que se espera concretar en el primer semestre de 2001 (que fue comprado por Banorte), y la de Atlántico, cuya negociación con el Grupo Financiero Bital (ahora HSBC) está en las etapas finales. Además se vendieron varios paquetes de activos, que en el curso de los tres primeros trimestres de 2000 retornaron a IPAB el equivalente a US$20,6 mil millones. De eso, US$16,4 mil millones por venta de cartera, US$2,3 mil millones por participaciones accionarias, y US$1,9 mil millones por venta de propiedades y obras de arte (incluidos los activos vinculados a la cadena Camino Real). Entre los activos importantes que quedan por vender está Cintra (que incluye las líneas aéreas Aeroméxico y Mexicana), y la siderúrgica Simec (empresas con ventas anuales equivalentes a US$2,500 y US$200 millones respectivamente).

En materia de política comercial, con el propósito de reducir la dependencia de las exportaciones mexicanas del mercado de Estados Unidos, el Gobierno negoció un acuerdo de libre comercio con la Unión Europea (UE), que se firmó en marzo de 2000 y entró en vigencia el 1 de julio. El acuerdo cubre el 100 por ciento de los productos industriales, la casi totalidad de los productos pesqueros, y el 62 por ciento de los productos agrícolas (están excluidos productos delicados para la UE como carne, lácteos y cereales). En el área de servicios, el acuerdo se aplica a los servicios financieros pero no a los servicios audiovisuales ni al transporte aéreo.


PERSPECTIVAS.

Aunque la situación macroeconómica es sólida, la desaceleración de la economía estadounidense llevó sin duda a un enfriamiento de la economía mexicana, la que no creció por encima de un 3,5 por ciento en 2001. Es importante considerar que casi el 90 por ciento de las exportaciones de México tienen por destino los mercados de Estados Unidos y que las exportaciones han sido uno de los motores fundamentales del favorable crecimiento que ha experimentado el país en los últimos años.

A pesar de los favorables resultados macroeconómicos obtenidos en 2000, el país sigue enfrentando serios desafíos que, si no se enfrentan con prontitud, podrán afectar significativamente el potencial de desarrollo en el mediano plazo. Los desafíos más importantes son:
La elevada dependencia de la economía de Estados Unidos, que podría poner en peligro el crecimiento de México si se produce una caída en el crecimiento en aquella economía. Para reducir esa dependencia, México ha firmado un Tratado de Libre Comercio con la Unión Europea.
También es importante eliminar los sesgos que limitan la producción orientada al mercado nacional a través del fortalecimiento del sistema bancario y su capacidad para otorgar nuevos créditos. La debilidad del sistema financiero todavía se manifiesta en un bajo ahorro financiero y un ritmo decreciente de crédito de la banca comercial al sector privado. Fortalecer el sistema ha sido y seguirá siendo una tarea costosa. El Congreso ha aprobado dos cuerpos legales claves, regulando la quiebra y las garantías. Es necesario ponerlos en práctica y velar por un comportamiento competitivo en la banca.
La dependencia del Gobierno de los ingresos petroleros, que podrá poner en peligro las finanzas públicas y el programa financiero del país si se produce una baja significativa en el precio internacional del crudo. Es urgente una reforma tributaria con ese fin, y eso está entre los objetivos centrales de la nueva Administración.
Las dificultades en el sistema judicial para hacer respetar con eficiencia los derechos de propiedad, lo que limita la inversión productiva. Mucho se ha avanzado en establecer incentivos económicos apropiados, pero poco en poner en práctica un sistema eficiente y expedito de solución de conflictos.
El diseño de un sistema de evaluación de calidad en los servicios provistos por los gobiernos locales, que permita comparar estos servicios con los que proveía el gobierno central o los que podría proveer el sector privado. La instauración de un sistema de esta naturaleza y la formalización de la carrera funcionaria son especialmente importantes dado el éxito del Gobierno en la proceso de democratización y en descentralización de la economía.
El Gobierno entrante enfrentará problemas adicionales de naturaleza administrativa y política. Puesto que por primera vez en más de 70 años cambió el partido del Presidente de la República, es razonable esperar que la “curva de aprendizaje” correspondiente a la nueva administración sea algo más lenta que en casos anteriores.

 

BIBLIOGRAFÍA

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Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:
Alan F. Carrasco Dávila: Situación económica de México año 2000, Observatorio de la Economía Latinoamericana, Número 48, septiembre 2005. en http://www.eumed.net/cursecon/ecolat/index.htm


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