Observatorio de la Economía Latinoamericana

 


Revista académica de economía
con el Número Internacional Normalizado de
Publicaciones Seriadas  ISSN 1696-8352

 

Economía Latinoamericana

 

LAS INTERACCIONES DE LOS ESTADOS-NACION LATINOAMERICANOS, HOY

 

Eduardo Jorge Arnoletto (*)
arnolettoeduardo@yahoo.com.ar
Ana Carolina Díaz (**)
diazanacarolina@yahoo.com.ar

 

RESUMEN:

A partir de un marco teórico sobre los conceptos de Estado y Federalismo y un breve análisis del proceso histórico de formación de los Estados-Nación, se plantea la actual situación “post-liberal” en el marco de un ámbito internacional sujeto a profundos cambios y crisis. Se analizan luego las particularidades de los federalismos latinoamericanos y sus relaciones y tensiones con otros actores sociales: los estados subnacionales, los actores económicos, las organizaciones sociales y los actores internacionales, para analizar finalmente, desde distintos enfoques, los fenómenos de la paulatina trasnacionalización de las soberanías y la internacionalización de los procesos de toma de decisiones políticas.

PALABRAS CLAVE

Estado-Federalismo-Estados subnacionales-Actores económicos-Organizaciones sociales- Actores internacionales- Trasnacionalización de las soberanías- Internacionalización de las decisiones.
 


Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:

Arnoletto y Díaz: “Las interacciones de los estados-nacion latinoamericanos, hoy" en Observatorio de la Economía Latinoamericana, Nº 114, 2009. Texto completo en http://www.eumed.net/cursecon/ecolat/la/09/ad.htm



1.0 Introducción general sobre la génesis, evolución y actualidad del Estado-Nación

1.1 Marco teórico descriptivo y explicativo de los conceptos politológicos de Estado y de Federalismo

Con respecto al concepto de Estado, que fue considerado durante mucho tiempo el concepto central de la disciplina, hay en Ciencia Política tres corrientes teóricas principales: el pluralismo, el elitismo y el marxismo. En los últimos años han aparecido notables líneas de convergencia entre estas tres corrientes, que serán presentadas a continuación en forma sintética:

El pluralismo: Entre los numerosos intentos de formular teorías descriptivas y explicativas del Estado, que innegablemente sigue siendo uno de los conceptos centrales de la Ciencia Política, el enfoque dominante hoy en la escuela norteamericana es el PLURALISMO, que ha merecido muchas críticas pero también ha dado pistas útiles para el análisis de la compleja sociedad contemporánea. Las ideas básicas del pluralismo se refieren a la complejidad del Estado liberal, que ningún grupo puede dinar por completo, aunque hay grupos de posición privilegiada, como los empresarios; a la variedad de intereses afianzados en diversas áreas políticas; a las políticas como emergentes de la interacción de diversos grupos de interés, en negociación constante, que no amenaza la estabilidad si hay consenso sobre valores básicos.

En síntesis, el pluralismo aporta una explicación verosímil del proceso de formación de políticas en las democracias liberales actuales. No obstante, ha merecido en los últimos años numerosas críticas, por ignorar el carácter acumulativo del poder, la conexión entre poder político y económico, los mecanismos de exclusión y la influencia de las ideologías. En respuesta a esas críticas, el pluralismo, en sus expresiones más recientes, acepta que las relaciones entre el Estado y los grupos están ahora estructuradas e institucionalizadas, pero insiste en negar que el Estado actual tenga un carácter corporativo.

El elitismo: Para el elitismo, la historia de la política es la historia del dominio de las élites. Considera que en todas las sociedades hay dos clases de personas: las que dominan y las dominadas. Hay tres pilares comunes en todos los planteos elitistas: El dominio inevitable de las élites; el rechazo del economicismo marxista y la autonomía del Estado.

En el llamado elitismo clásico, encontramos los nombres de V. Pareto, G. Mosca y R. Michels. Las principales ideas de Pareto y Mosca se refieren a la permanente renovación de las élites; al hecho de que toda actividad tiene su élite; y que hay dos categorías de élites: los “zorros” y los “leones” (en sentido maquiavélico), mutuamente excluyentes y la inevitabilidad de las élites, cada una con su “fórmula política”. Las principales ideas de Michels se refieren a la imposibilidad del gobierno directo por las masas, y el hecho de que las funciones técnicas y administrativas del gobierno hacen inevitable la burocracia y luego, la oligarquía. “Quien dice organización – decía Michels- dice oligarquía”.

El elitismo democrático, posterior al ya mencionado, destaca los nombres de M. Weber y J. Schumpeter. Weber sostenía que lo político ejerce una influencia independiente de lo económico. Decía que la democracia garantiza más el buen gobierno que el control popular y la igualdad política. Sobre el Estado, lo consideraba caracterizado por tres elementos: un conjunto de instituciones; la centralización administrativa; y el uso legítimo de la fuerza. En su opinión, la dominación estatal necesita un mínimo de obediencia voluntaria; una aceptación de las normas como válidas; y una creencia en la legitimidad de la dominación. Sostenía que hay tres tipos de dominación legítima: tradicional, carismática y racional. La forma “racional” es la forma predominante en Occidente, para la cual la burocracia es la forma administrativa adecuada, como organización racional, jerárquica e impersonal. Por su parte, Schumpeter destacaba que la principal tarea de los socialistas es desarrollar el mejor modelo de democracia. Es muy importante planificar los recursos, y revisar el papel de la burocratización y de la democratización. Hay que apoyar la competencia entre partidos, para legitimar a la élite, que es inevitable y necesaria.

En los enfoques elitistas actuales, encontramos a C. Wrigth Mills, que habla de la existencia de tres niveles de poder: 1) El Ejecutivo nacional, las grandes corporaciones económicas y las FF.AA.; 2) Los grupos de interés y los cuerpos legislativos; 3) La sociedad de masas, políticamente fragmentada. La “élite de poder” corresponde al primer nivel y está compuesta por grupos autónomos, que colaboran y se enfrentan a menudo.

El marxismo: Para Marx, el Estado es el instrumento de la clase dominante, que coordina sus intereses al largo plazo. El Ejecutivo es un comité que gestiona los asuntos del conjunto de la burguesía. Antonio Gramsci formula un rechazo explícito al economicismo puro: la propiedad privada de los medios de comunicación social es condición necesaria pero no suficiente: hay que tomar en cuenta también el papel de la política, la ideología, la cultura y el rol de los intelectuales en la lucha de clases. N. Poulantzas, en un enfoque estructuralista, también rechaza el economisimo puro y afirma cierta “autonomía relativa” del Estado, necesaria para poder satisfacer los intereses del “conjunto del capital” y no de algún sector del mismo. B. Jessop rechaza absolutamente el economicismo y la “autonomía relativa” del Estado y afirma que la autonomía del Estado es un problema empírico, fruto en cada caso de las luchas del pasado.

Convergencias teóricas: En años recientes, ha sido perceptible una convergencia de las tres principales tradiciones teóricas mencionadas sobre la relación Estado – Sociedad, si bien aún perduran diferencias significativas. Las tres tradiciones han experimentado cambios que apuntan hacia esa convergencia.La convergencia se ha producido en torno a seis temas principales:

• Todos aceptan que la competencia política se produce en un entorno desequilibrado, donde hay grupos que disfrutan de privilegios por su posición en la estructura.

• Todos reconocen que tanto la estructura como la actuación son importantes.

• Todos reconocen que hay un número limitado de causas de desigualdad y de privilegio.

• Todos experimentan un creciente interés por el rol del Estado.

• Ninguno es determinista absoluto y todos aceptan el carácter contingente de muchas relaciones.

• Todos reconocen la primacía de la política.

Re-conceptualización teórica del Estado desde la perspectiva de la globalización: La globalización puede ser considerada como la segunda revolución capitalista, que alcanzó su plenitud cuando el Capitalismo, tras la caída del muro de Berlín (1989) y el colapso de la URSS (1991) quedó prácticamente como único sistema económico vigente en la mayor parte del mundo, y planteó, en un contexto caracterizado por la participación de casi todos los Estados en la dinámica globalizadora y la revolución tecnológica de la información, un esquema de interdependencia e imbricación de las economías, sobre todo en el sector financiero.

Se comenzó a practicar una total libertad de circulación de los flujos financieros, en la búsqueda de la conquista de mercados, no de personas ni de territorios: se trata de controlar y poseer fuentes de riqueza. Este proceso pasó por alto los derechos preexistentes y la diversidad de los regímenes, y ha llevado a un total replanteo de conceptos tales como Estado – Nación, soberanía, independencia, fronteras, democracia, ciudadanía.

El tiempo transcurrido desde que comenzó el proceso de la globalización ha dejado en claro las consecuencias de la globalización, más allá de las vagas promesas de un crecimiento acelerado, abundancia de bienes y “derrame” de riquezas sobre las sociedades. Se trata más bien de una destrucción de lo colectivo; de una apropiación de lo público por el mercado y el interés privado; del dominio de los mercados financieros sobre las empresas productivas y los Estados. Se trata del triunfo del capital especulativo sobre el trabajo productor de bienes; se trata del predominio de los financistas sobre los empresarios, de lo global sobre lo nacional, de los mercados sobre el Estado. Se han roto las cadenas de solidaridades, entre las grandes empresas y las Pymes, entre los accionistas y la comunidad, entre la lógica de las finanzas y la lógica de la democracia.

En esta nueva situación no existen instituciones de control efectivo, y la única opción pareciera ser la de adaptarse a los mandatos de los mercados financieros. Se impone una doctrina única, el neo liberalismo, que condena toda disidencia u objeción en nombre del “realismo”, que plantea a la competencia más implacable como única fuerza motriz de la producción, y busca el control de la política por la economía: su lema es “el mercado gobierna, la política administra”.

En estas condiciones, el poder escapa de los Estados y emergen nuevos poderes: los mercados internacionales, que con una lógica puramente financiera de maximización de las utilidades, absorben a los mercados nacionales, disminuyen el papel de las empresas locales y de los poderes públicos. Mientras las empresas no pueden oponerse a los designios de los capitales especulativos, los Estados se someten a las políticas económicas del FMI o del BM, o de la OMC.

En síntesis, los impactos se han expresado hasta aquí en un creciente poder de los mercados financieros, y en un debilitamiento de los Estados, en ausencia de poderes internacionales de control y encauzamiento. Se ha producido una gran transferencia de las decisiones sobre inversión, empleo, salud, educación, cultura, protección del medio ambiente, desde el ámbito público nacional hacia el ámbito privado internacional.

Orígenes teóricos del federalismo:Habitualmente se atribuye a teóricos franceses y alemanes de los siglos XVIII y XIX (especialmente a Kant y a Saint Simon) la formulación de las primeras reflexiones sobre el federalismo, a partir de las teorías vigentes en aquella época sobre el contrato social. Federalismo es una palabra que deriva del latín: foedus (pacto). En general, el concepto se refiere a la posibilidad de creación de una sociedad basada en relaciones de coordinación, más que de subordinación (Baca Olamendi, Laura, 2000) o sea de asociación entre pares con objetivos e intereses comunes que se benefician de su integración.

En definitiva, se trata de la posibilidad de crear un orden político en el que se pone el énfasis en la negociación y en la coordinación entre centros de poder, como un medio para salvaguardar las libertades individuales y locales.

Una definición de federalismo (Orrego Vicuña, 1966) lo considera como una forma de gobierno en la que la soberanía y el poder político están divididos entre los órganos centrales y locales de manera que, cada uno dentro de su esfera, es independiente del otro. El federalismo puede ser visto, entonces, como una combinación de gobierno compartido y gobierno autónomo, comprometido con el principio de subsidiareidad y con la idea cooperativista, que se construye sobre la base de una asociación voluntaria de unidades descentralizadas, autónomas en gran medida.

El federalismo estuvo siempre vinculado con la ideología del nacionalismo, y se lo consideró como una solución o salida para el caso de las sociedades plurinacionales complejas. Actualmente, a raíz de la puesta en marcha de procesos de integración de escala regional o continental, se comienza a considerar la existencia de un federalismo pluralista, o sea de la transición desde el federalismo nacional hacia un “federalismo plurinacional”.

1.2 El proceso histórico de formación de los Estados

El fenómeno político medieval

El fenómeno político característico de la Edad Media recibe el nombre de FEUDALISMO. Se caracteriza por la existencia de estructuras señoriales con poder sobre territorios, donde establecían una relación de vasallaje con los pobladores. En su último período, en la Edad Media, la unidad de la organización comercial era la ciudad. Obtenían mayores ganancias los comerciantes que se atrevían a comerciar entre ciudades. Los comerciantes enriquecidos se veían afectados por la falta de seguridad. Se acercaron al Rey en busca de un gobierno fuerte. Las Monarquías absolutas nacieron de esa alianza entre la burguesía y la Corona, en detrimento de los señores feudales, que terminaron reducidos a la condición de cortesanos.

La aparición del Estado; sus notas características

Weber sostiene que el Estado se origina en las reivindicaciones de autonomía de los principados, que centralizan su administración, cobran impuestos y se burocratizan. Sobretodo, logran monopolizar la coacción física legítima como instrumento de dominio. El Estado solo puede subsistir si los dominados se someten. Las principales notas características de un Estado son: Un poder centralizado y organizado, que haya logrado el monopolio de la coacción; una población que se somete a ese poder, por coacción y por consentimiento, en base a alguna fórmula de legitimidad; un territorio sobre el que ejerce su soberanía.

El Estado monárquico

En el caso de la monarquía absoluta, el poder es considerado de origen divino. Hobbes luego fundamentaría ese poder absoluto en la necesidad de salir del “estado de naturaleza” y de mantenerse vivos y en paz. En el caso de la monarquía parlamentaria, el poder del monarca se ve equilibrado por el Parlamento, fuente de la ley y garantía de los derechos individuales. Es el camino hacia la formación del Estado liberal.

El Estado liberal y su crisis

El liberalismo cuestiona el poder absoluto, discrecional y no previsible, y busca un Estado constitucional, que respete la vida privada, la propiedad privada y la economía de mercado. El Estado liberal se caracteriza por estar basado en una Constitución, con división y limitación de los poderes públicos, y todo el funcionamiento de la maquinaria estatal basado en la ley. El Estado liberal supone el nacimiento de un ámbito autónomo para la sociedad civil; y una nueva relación Estado – Sociedad. El E. Liberal es una forma de organización política coherente con el capitalismo: una sociedad de individuos libres, compitiendo en el mercado por su bienestar, en el marco de una democracia restringida. La misión del Estado liberal es remover los obstáculos para la autonomía de los mercados como garante de la seguridad externa y del orden interno, con algunos roles activos en materia de infraestructura, colonización, urbanización, etc. Su crisis se originó en la crisis económica y en los efectos indeseables del mercado, que no se comportó de acuerdo con la teoría (1930) y dio origen al Estado democrático social.

El Estado democrático social y su crisis

El surgimiento del Estado democrático social o “de bienestar” se relaciona con un intento de respuesta a las crisis recurrentes del Estado liberal, mediante políticas económicas de corte keynesiano, para contrarrestar la polarización y profunda desigualdad social. Es un pasaje del capitalismo individualista al capitalismo social, en el que el Estado se convierte en motor de la economía. El Estado democrático social motorizó la economía mediante el gasto público, buscó el pleno empleo y desarrolló todos los servicios sociales: educación, salud, vivienda, etc., y los derechos laborales, sindicales, etc., financiándolos con impuestos progresivos. Su crisis se relacionó con la caída de la productividad, la recesión y la inflación. El elemento detonante fue la crisis del petróleo, en la década de los 70’.

El Estado neoliberal

Las respuestas a la crisis se buscaron en las ideas de M. Friedman y de F. Hayek: Repliegue del Estado del ámbito económico; control de la emisión monetaria; búsqueda del equilibrio fiscal; privatización de los servicios públicos; aplicación estricta de teorías minimalistas y neoutilitaristas del Estado; abandono de la planificación económica. Las consecuencias no se hicieron esperar: Aumento del desempleo; crisis de las relaciones de poder existentes; crisis de representatividad de la clase dirigente; crisis de gobernabilidad y colapso del crédito externo e interno. La hipertrofia del sector financiero respecto de la economía productiva, la especulación, el abuso del crédito, etc., produjeron finalmente un “estallido de la burbuja financiera” de gigantescas proporciones y de aún imprevisibles consecuencias.

Situación actual

La situación actual no tiene aún nombre propio, pero podemos transitoriamente denominarla “post-neoliberal”, situación muy relacionada con la profunda crisis económica mundial actual, que plantea un interrogante de fondo: Esta crisis, ¿es una crisis cíclica más del modelo capitalista, o es una crisis Terminal, que marca el fin de una época y el comienzo de otra? Las características más llamativa del momento actual son el completo abandono de las teorías neoliberales del Estado mínimo y de la primacía de la economía financiera, que durante muchos años fueron sostenidas como la “verdad revelada” que abriría una nueva era de “derrame” y abundancia, y la adopción sin tapujos de medidas desesperadas, basadas en el uso de recursos monetarios públicos y en la impresión de billetes para tratar de salvar las instituciones financieras colapsadas.

1.3 El Estado en el ámbito internacional actual

Los procesos de globalización y de integración regional han avanzado mucho, y ya son detectables varios casos de transferencia de partes de la soberanía estatal a entidades supra estatales internacionales, pero esas instituciones internacionales aún no han alcanzado un grado de desarrollo que sea cualitativamente comparable con el de los Estados. La fuerte y acelerada tendencia integradora a nivel regional e incluso planetario, puede llevar probablemente, con el tiempo, al surgimiento de megaestados y hasta de una federación global de megaestados, pero eso no necesariamente va a significar la desaparición de los estados nacionales y de los gobiernos locales, sino más bien un cambio y acomodación de sus funciones e incumbencias, quizás como una interfase entre las instituciones del poder global y las diversas comunidades humanas, territorialmente localizadas.

De un modo u otro, el esquema institucional del Estado parece insustituible como modo de organización social y política de las comunidades. La idea de sustituirlo por un modelo calcado de la organización de las grandes empresas multinacionales nos parece de realización más que dudosa y sobre todo, altamente indeseable. Lo que es funcional para organizaciones regidas por el principio del lucro y la maximización de la ganancia, no lo es para organizaciones sociales cuyo cometido es la realización de los intereses generales y la compatibilización civilizada de los intereses particulares. Reconocemos, eso si, la existencia de un punto en común: el requerimiento de eficiencia en el uso de los recursos, que en el caso de las organizaciones estatales se debe manifestar, no en rentabilidad económica sino en rentabilidad social, que consiste en conseguir más resultados socialmente positivos con igual o menor cantidad de recursos.

2.0 Proceso histórico y actualidad del federalismo nacional

En una perspectiva histórica latinoamericana (1), el Estado nacional es un fenómeno institucional relativamente nuevo. De hecho, entre nosotros, el reconocimiento de la independencia nacional no es coincidente con la creación del Estado. Medió un largo proceso de “organización nacional” entre ambos momentos. Otro hecho importante es que la fisonomía básica del Estado se configura según el momento histórico de su creación.

En América Latina la conquista de la independencia y la creación del Estado se produjeron en territorios virtualmente despoblados en su mayor parte, y en sociedades coloniales carentes de instituciones básicas modernas, en la época de la segunda revolución industrial y de la primera revolución de los transportes. La organización institucional de los Estados nacionales en América Latina se produjo por un acuerdo intra-burgués, fundado en un proyecto de desarrollo de los recursos naturales y de búsqueda de algún modo de inserción en la economía internacional, mediante políticas de atracción al capital extranjero y de fomento de una inmigración masiva desde otras regiones del mundo. En América Latina, el Estado desarrolló un papel esencial en el desarrollo del “modo de organización social”, en la búsqueda de la configuración de un “nosotros” a partir de la población que convivía en un territorio, para alcanzar, mediante algún procedimiento legitimador de la toma de decisiones, la configuración de un proyecto de Nación democrático, o al menos, republicano.

Algunos autores ven a los federalismos latinoamericanos como una copia del federalismo estadounidense, pese a las diferencias de origen: en los EE.UU. se trató de estados autónomos que se integraron conservando un grado apreciable de autonomía. En Latinoamérica, y particularmente en Argentina, el federalismo fue fuertemente centralista y presidencialista (Baca Olamendi, 2000) con concentración de recursos y de poder en el gobierno central, formalmente llamado federal. Los rasgos mencionados se fortalecieron durante el siglo XX, especialmente cuando aparecieron regímenes populistas (como una versión latinoamericana de los “estados de bienestar”) que crearon una institucionalidad “federal” controlada directamente desde los ejecutivos centrales, para la distribución de recursos fiscales, bienes y servicios, constituyéndose en la práctica un nuevo orden social y político de fuertes rasgos corporativos.

Recientemente, durante el período de predominio del pensamiento neoliberal, del Consenso de Washington, etc., se produjeron cambios en esa estructura por vía de las privatizaciones de empresas públicas y de las descentralizaciones de funciones de Nación a provincia, de provincias a municipios y de municipios a organizaciones de la sociedad civil, pero muchas veces de un modo más aparente que real (por ejemplo, son transferencia de los fondos). Este proceso descentralizador se detuvo e incluso retrocedió al acentuarse el proceso de la actual gran crisis económica, que ha producido un acelerado abandono de las doctrinas privatistas.

El rol del Estado, y por consiguiente, la conformación de su agenda, se fue configurando en una serie de pasos, cuyo cumplimiento no estuvo exento de violencia y conflictos:

• Lograr el reconocimiento externo de su soberanía política, mediante guerras emancipadoras, que en general no desembocaron en una verdadera soberanía sino en un cambio del modo de dependencia; por ejemplo, de la dependencia colonial con España a la dependencia neo-colonial con Inglaterra.

• Lograr el monopolio de la coerción legal legítima mediante la subordinación de los centros internos de poder de la sociedad y la neutralización de los excesos de autonomía de otras entidades sociales.

• El ejercicio de la potestad impositiva y de la administración burocrática, con sus correspondientes delegaciones locales en el caso de los regímenes federales.

• La apropiación de funciones que antes eran ejercidas por otros, como es el caso de la creación del Registro Civil, de la realización de censos de población y la administración de los cementerios, tareas antes cumplidas por la Iglesia. Merece especial mención, por su significativa importancia, la creación de sistemas de educación laicos, gratuitos y obligatorios.

• La creación y desarrollo de nuevos roles, a partir de la movilización de nuevos recursos económicos, aportados por el desarrollo de actividades económicas públicas y privadas.

• La capacidad de producción e implantación social de símbolos y grandes relatos épicos sobre la génesis histórica de la Nación y los correspondientes sentimientos de pertenencia.

En este proceso histórico, tienen especial importancia las interacciones del Estado con otros actores sociales, y los conflictos que se plantearon en ellas así como su modo de resolución:

• Con los estados sub-nacionales (provincias y municipios).

• Con las instituciones de la sociedad civil.

• Con los agentes del mercado.

• Con los actores del sistema internacional.

Más adelante veremos el detalle de esas relaciones.

2.1 Cuestiones centrales y tensiones en la agenda estatal actual

En tiempos más recientes y hasta hoy, el proceso descrito continuó y sigue desarrollándose, centrado en dos temas principales:

• El logro de orden y progreso para la organización institucional nacional, a partir de un orden inicialmente muy represivo, que provocó la emergencia y rebeldía de organizaciones de los sectores sociales dominados o postergados; y la búsqueda posterior, por la vía de un proceso de democratización dialéctico y demorado (características que tuvieron mucho que ver los golpes militares, de neta inspiración exógena internacional, en el marco del sistema bipolar y de la guerra fría) en procura de una apertura política más inclusiva.

• La promoción del crecimiento económico integrado y su traducción en un desarrollo social, equilibrados en una equitativa distribución de los ingresos y de los conocimientos. La evidencia de un desarrollo desigual, con sectores postergados, marginales, carentes de inserción laboral, y de una fuerte inequidad distributiva, es fuente de violencia social y de inseguridad, que afecta directamente la calidad de vida, no solo de los mismos sectores marginados, sino de toda la comunidad.

En América Latina, los resultados de este ya largo proceso distan mucho de ser satisfactorios. En general puede hablarse en nuestro continente de democracias no profundizadas en términos de gobernabilidad, desarrollo y equidad social. América Latina ocupa en estos temas los puestos más bajos, cercanos a los de Africa, y muy lejos de los de otros sectores del mundo, como Europa y Oceanía.

2.2 Relaciones con las provincias y gobiernos locales

En la actualidad, la principal fuente de conflictos en las relaciones entre el Estado-Nación y los estados sub-nacionales derivan de las asimetrías existentes en los niveles de desarrollo económico entre diferentes regiones del país, y en los diversos niveles de desarrollo político en el proceso de democratización. En general, suele suceder que la democracia nacional sea más avanzada que la sub-nacional, que con frecuencia presenta resabios de caudillismos personalistas en las formas de representación política. Como un reflejo inducido por los procesos de integración internacional actualmente en curso (mercados comunes, tratados de libre comercio, etc.) ha aparecido una tendencia fuerte a la integración de bloques regionales sub-nacionales, que refuerzan la capacidad negociadora de las provincias integrantes frente a los poderes centrales. Por las raíces históricas de su formación institucional, los Estados-nación latinoamericanos han optado en su mayoría por el modelo federal, pero es fuente de conflictos el hecho de que en general se trata de un federalismo más formal que real, en especial por la dependencia económica y financiera de los estados sub-nacionales respecto de los poderes centrales, aunque la división del trabajo entre los niveles de gobierno esté normativamente establecida con claridad.

2.3 Relaciones con los actores económicos

En lo que respecta a los vínculos y conflictos del Estado-nación con los actores del mercado, el proceso se ha caracterizado por oscilaciones entre políticas de mayor o menor intervención estatal en la promoción y regulación de la actividad económica. En décadas recientes hubo un neto predominio de una visión mercado-céntrica, basada en la ideología neo-liberal, en la idea de la crisis y necesidad de abandonar el “Estado de bienestar” y en la imposición del “Consenso de Washington” como “discurso único”, cuyos desastrosos resultados, perfectamente previsibles, por otra parte, se evidencian en la actual crisis global, de una gravedad real, creemos, sin precedentes. Frente a este panorama, el discurso ha cambiado violentamente: se vuelve a citar las ideas de Keynes y sus medidas anti-crisis, se habla de estatizar la banca privada, y de dedicar miles de millones de dólares (de los contribuyentes) al salvataje del mundo financiero que se derrumba y arrastra tras de si a la economía real con su secuela de destrucción de empleos, remate de viviendas, migraciones forzadas, xenofobia y deportaciones.

Desde el punto de vista político hay que tener en cuenta, para agravar el panorama, que la corrupción política había convertido a los representantes del pueblo en representantes de los intereses económicos dominantes, con la correspondiente permisividad a la manipulación de contratos y licitaciones, la evasión fiscal y la trasgresión de las leyes laborales, hasta el extremo de la reducción a servidumbre. Tras la oleada de privatizaciones y descentralizaciones, de la captura por las grandes empresas multinacionales de los comandos de las organizaciones estatales, de los blanqueos, las moratorias, los perdones fiscales y otros; en definitiva, de la desregulación de la economía y la reducción o anulación del control estatal, lo menos que puede decirse es que la recuperación de un equilibrio Estado-Mercado será difícil de lograr y será un proceso largo y conflictivo, si bien facilitado en cierta manera por la gravedad misma de la crisis que estamos viviendo.

Aún así, como lo demostró Argentina en los primeros años del siglo XXI el aspecto puramente económico del proceso de recuperación es relativamente rápido; mucho más lento será la recreación del “capital humano”, del desarrollo social, del re-encauzamiento social, educativo y productivo de millones de seres que nacieron en la marginalidad, carecen de educación y de cultura del trabajo, que están expuestos al consumo de drogas y que ven a la delincuencia como único camino de supervivencia a su alcance. Esta es la más triste y pesada herencia que nos ha dejado el “experimento” neoliberal.

2.4 Relaciones con las organizaciones sociales

En lo que respecta a los vínculos del Estado con la sociedad civil, los mismos se ven dificultados y conflictuados actualmente por la crisis de la representación política, y la correlativa crisis de los partidos políticos, que tanto en el oficialismo como en la oposición evidencian profundas divisiones internas y debilitamiento de su capacidad de militancia y acción, y sobre todo de su rol de intermediación entre la formulación de los apoyos y demandas de la sociedad y las estructuras internas del sistema político gubernamental. Como una compensación a esa carencia funcional, han crecido y se han desarrollado con notable robustez las organizaciones representativas de intereses sectoriales, las fundaciones, las organizaciones no gubernamentales, etc., que han tomado gran protagonismo en la elaboración de políticas públicas y proyectos derivados de ellas, y en su implementación, y se han convertido en protagonistas de actividades de gestión asociada.

En algunos países, sobre todo en Europa, se ha buscado acrecentar la gobernabilidad y lograr una mayor estabilidad económica y política mediante una práctica política que se denomina “neocorporativismo”, que esencialmente consiste en no tomar medidas políticas, económicas o sociales desde el Gobierno sin tener el consenso previo del sector empresarial y del sector sindical. Esto disminuye el nivel de conflictividad y eleva la gobernabilidad, pero acrecienta el riesgo de una excesiva influencia de los intereses particulares (especialmente si aparecen revestidos de un poder de veto) en detrimento de los intereses generales. Cabe preguntarse si estos fenómenos nuevos, tales como las redes sociales solidarias, el movimientismo, el basismo, etc., son formas legítimas de democracia. Al respecto, hay quienes las cuestionan desde la teoría clásica de la representación política (…”el pueblo no delibera ni gobierna sino por medio de sus representantes”…); hay quienes las consideran, no como una amenaza sino como un complemento de la democracia, que lejos de debilitar refuerza la representatividad y ayuda a superar la “crisis de la representación política” mediante una mayor concordancia entre las políticas públicas y los requerimientos sociales, fenómeno que hemos tenido oportunidad de observar en varios casos concretos; y hay quienes directamente las consideran como una nueva fase (“la fase de la democracia participativa”) dentro del proceso de democratización, y que esos nuevos roles de los grupos sociales impulsan una participación social ordenada en el gobierno de las sociedades, logrando por esa vía una mayor idoneidad decisional y un mayor control de la sociedad civil sobre el gobierno, en beneficio de la transparencia, la responsividad y la lucha contra la corrupción.

2.5 Relaciones con los actores internacionales

En primer lugar, conviene destacar que la globalización es un fenómeno muy complejo (2). En el tema que aquí nos interesa, queremos destacar la importancia de tres procesos de nivel internacional, vinculados entre si:

• El proceso de globalización, con su fundamento tecnológico.

• El proceso de internacionalización del Estado-nación.

• El proceso de integración regional.

Con respecto al primer proceso, cabe destacar aquí que una de las principales consecuencias de la globalización es el hecho de que actores y poderes internacionales participan cada vez más de los escenarios políticos nacionales, por si o por medio de organizaciones institucionalizadas, como el FMI, el BM, el BID, la OEA, la ONU, etc. Esa participación es viabilizada por la revolución tecnológica ya realizada y todavía en curso, particularmente en el ámbito de la recopilación procesamiento y comunicación de información. Con respecto al segundo proceso, la consecuencia más evidente es una parcial enajenación de la soberanía nacional ante la influencia de los poderes globalizados. También cabe mencionar que la membresía de los Estados-nación en organismos internacionales, así como la obtención de créditos financieros internacionales, operan como factores condicionantes en la definición de políticas públicas nacionales. Otro efecto curioso es la aparición de tendencias separatistas en sectores sub-nacionales, especialmente en los más desarrollados respecto del resto. Con respecto al tercer proceso, hay que diferenciar dos tipos de procesos de integración:

• Los que tienen lugar entre países emergentes y potencias hegemónicas (como los Tratados de libre Comercio) que refuerzan las asimetrías e institucionalizan nuevas formas de dependencia.

• Los que tienen lugar entre países emergentes de la misma región planetaria, que pueden ser entendidos como reacciones opuestas a los efectos de la globalización y que buscan fortalecer el protagonismo internacional de sus integrantes y encontrar caminos nuevos para el crecimiento económico y el desarrollo social.

La actual crisis mundial ha operado como un gran develador de las falacias del modelo neoliberal monetarista y financiero y ha planteado, aún en el seno mismo de las potencias mundiales la urgencia de cambiarlo, hasta extremos impensados hasta hace poco tiempo. En ese sentido, la crisis, que ha traído y traerá grandes sufrimientos a la Humanidad, se presenta también como una oportunidad de revisión profunda de los esquemas hegemónicos mundiales y de las relaciones Estado-Sociedad basados en la absolutización del mercado.

3.0 Situación actual de la soberania estatal: dimensiones y fuerzas limitantes, internas y externas (3)

El principio de la soberanía estatal clásico se refiere a que el Estado ejerce en un determinado territorio y sobre una determinada población una autoridad, con el derecho reconocido de ejercer su poder determinando normas dotadas de coactividad efectiva. Esa soberanía tiene dos dimensiones: en su dimensión interna, se refiere al control supremo y legítimo sobre una sociedad; en su dimensión externa se refiere a la inexistencia de alguna autoridad por encima de la del Estado soberano. En la realidad, existen limitaciones al ejercicio pleno de esa soberanía. Esas restricciones o fuerzas limitantes de la soberanía y autonomía estatales son internas y externas. Las fuerzas limitantes internas surgen del hecho de que los Estados no logran concentrar en sí todo el poder existente en el sistema. Parte del mismo queda en otras organizaciones de la sociedad: los partidos políticos, los sindicatos, las corporaciones económicas, las organizaciones religiosas e incluso sectores del propio Estado, como la burocracia y las FF.AA. Las fuerzas limitantes externas se refieren a los factores del contexto internacional que pueden influir y condicionar la soberanía estatal, como el sistema de la economía global, las organizaciones internacionales, las instituciones de integración regional, las normas del Derecho Internacional y las alianzas militares.

La globalización, y más específicamente el pensamiento neoliberal que es su sustento ideológico, ha puesto gran énfasis en la crítica al Estado, al que se acusa de haberse excedido en sus funciones, al intervenir en la economía en forma amplia, ineficiente y errónea, al establecer tecnoburocracias parasitarias, y al instrumentar políticas sociales paternalistas. Se reclama que el Estado se repliegue de esas funciones excesivas y que su lugar sea ocupado en esos campos por la iniciativa privada, que las atenderán de manera más eficiente. En particular, el pensamiento neoliberal ha llevado a cabo fuertes ataques ideológicos contra los Estados de los países subdesarrollados, sobredimensionando en su juicio deficiencias que indudablemente son reales, como la falta de cuadros administrativos calificados, el carácter incipiente del aparato estatal y la corrupción que afecta su funcionamiento. La actual crisis económico-financiera ha acallado esas voces, pero es innegable la necesidad de elevar los niveles de calidad de gestión pública, su eficiencia y su rentabilidad social, temas en los cuales un adecuado federalismo es un factor importante.

3.1 Concepciones occidentales recientes acerca de las tendencias en las relaciones políticas internacionales (4)

El colapso de la URSS aceleró el proceso de globalización que venía produciéndose desde años atrás. La primera manifestación de esa actitud fue la difusión de una ideología globalizadora: el intento de extrapolar a todas las naciones del planeta el modelo económico y político – social de los países capitalistas desarrollados. Una típica manifestación de esa tendencia a imponer un patrón único de desarrollo la podemos encontrar en las políticas de ajuste impuestas por el FMI y el BM a quienes quieren acceder a su “ayuda”, tendencia que hoy se reconoce como un error pero se sigue aplicando. Otra manifestación es la adopción de medidas de fuerza o injerencia por parte de los Estados dominantes, que no difieren mucho de las aplicada durante la guerra fría. Las nuevas tendencias revisten especial gravedad porque no existe hoy un poder compensatorio que contrarreste las acciones que una potencia emprenda según sus propios designios o conveniencias. Lo único que cabe anotar como elemento equilibrador es el hecho de que los EE.UU. no lograron la hegemonía mundial total tras el colapso de la URSS, sino que se desembocó en una situación de “unimultipolaridad”, en la que la hegemonía norteamericana es parcialmente contrarrestada por otras potencias relativamente menores, como Rusia, China, India, la Comunidad Europea, cuya conformidad o visto bueno es necesario para instrumentar acciones internacionales de importancia.

Esta situación es altamente inestable, y no puede prolongarse más allá de algunos años. Ha de desembocar en una de dos situaciones posibles: o se logra la hegemonía total de los EE.UU. (que fué el designio político de fondo de la Administración republicana del Pte. Bush) o se desemboca en una multipolaridad claramente definida (probablemente una tri polaridad con cabezas en los EE.UU., la Comunidad Europea y China), algo similar a la estructura de poder del mundo a fines del siglo XIX. Esa segunda alternativa es la más conveniente para los países menores o emergentes, porque les da más posibilidades de negociar en mejores términos su participación en el conjunto internacional, en especial si logran unirse en integraciones regionales fuertes.

En lo económico, la globalización ha extendido por todo el mundo el modelo neoliberal; en lo político, ha extrapolado su modelo de organización política y social y su sistema de instituciones de democracia representativa, al menos en lo formal. En estos dos aspectos fundamentales, el mundo marcha al parecer hacia un proceso de homogeneización basado en los patrones occidentales. El momento actual se caracteriza, entre otros rasgos, por la aparición de nuevos actores internacionales y el aumento de la importancia relativa de los ya existentes, que han pasado a ejercer partes del poder político que antes ejercían exclusivamente los Estados. El pensamiento actual sobre relaciones políticas internacionales parece centrarse en tres enfoques complementarios:

• La formación de grandes bloques económico – comerciales.

• El carácter anacrónico de los Estados tradicionales y de las fronteras nacionales.

• La concentración de la toma de decisiones sobre problemas mundiales en mecanismos supranacionales, lo que aparece como una fuerte tendencia actual de las relaciones políticas internacionales.

En relación con el debilitamiento de los Estados nacionales y la búsqueda y promoción de mecanismos supranacionales para regular las relaciones internacionales, aparece la tendencia, observada en los comportamientos de las grandes potencias, a cuestionar las principales normas del Derecho Internacional Público, sobre todo los principios de soberanía estatal, no intervención y autodeterminación. La tesis de la “soberanía nacional limitada” se relaciona con la presencia de muchos organismos internacionales, de un Derecho Internacional más coactivo (en ciertas circunstancias y no en otras), de una información manejada de manera trasnacional, de la necesidad de una protección global del medio ambiente, y de relaciones económicas internacionales globalizadas y asimétricas. La “soberanía nacional limitada” da pié al cuestionamiento del principio de no intervención, cuestionamiento que se busca justificar por la relevancia acordada hoy al tema de los derechos humanos, de cuya violación son acusados frecuentemente los Estados o sectores amplios de sus gobiernos o poblaciones. Los numerosos, graves y prolongados conflictos de la era post guerra fría han originado el concepto de emergencias complejas, para nombrar esas crisis humanitarias, que a su vez originan las llamadas “intervenciones humanitarias”, que evidencian el conflicto que con frecuencia se plantea entre respetar la soberanía estatal o respetar los derechos humanos. También está relacionada con la “soberanía nacional limitada” la tesis de la co – responsabilidad de todos los países en los problemas mundiales. Todos estos fenómenos han dado lugar a la aparición de otra fuerte tendencia en las relaciones políticas internacionales: la aparición y desarrollo de nuevas formas de intervención, como son, por ejemplo, los condicionamientos o exigencias que los países desarrollados o los organismos internacionales imponen a los Estados de menor poder relativo, condicionamiento muchas veces de una naturaleza diferente a la de los apoyos o ventajas solicitados por éstos. En todos estos intentos de integración plurinacional, en sus diversos matices y estrategias, se advierte la emergencia de diversos modos de intentar la realización del ya citado “federalismo plurinacional”.

3.2 Gobernabilidad, democracia y trasnacionalización del poder político (5)

En nuestro tiempo, muchas voces autorizadas y otras no tanto, expresan su gran preocupación “por el futuro de la democracia”; constatan la existencia de una “crisis profunda de la política” o más modestamente de un “desencanto de los ciudadanos con las formas actuales de hacer política”. También se hace referencia a concretos problemas de las actuales democracias occidentales, tales como:

• El decaimiento de los poderes institucionales electivos.

• El fortalecimiento de los poderes fácticos, sobre todo económicos.

• La concentración de la riqueza y de los procesos productivos.

• La disminución de las actividades y recursos del Estado.

• El debilitamiento de las organizaciones sociales.

• La crisis de la representatividad política.

• El condicionamiento de los organismos multilaterales de crédito.

Ante semejante panorama, no es extraño que se busquen con afán fórmulas de gobernabilidad, no en el sentido de profundización o perfeccionamiento de la democracia real sino lamentablemente, de recursos técnicos capaces de evitar o demorar el estallido de las contradicciones económicas, políticas y sociales que se desatan en muchos países ante las consecuencias indeseables de la globalización. Las condiciones de la democracia mencionada son las de una democracia “representativa”, que es más bien formal, en cuanto se refiere a las elecciones libres, al pluripartidismo, a la libertad de asociación y de expresión, etc., pero se preocupa poco por la capacidad de participación efectiva de los ciudadanos en las decisiones sobre asuntos fundamentales para la sociedad. El basamento ideológico y económico de esa democracia representativa es el neoliberalismo, aunque actualmente, a la luz de sus consecuencias indeseables ha comenzado a ser criticado por sus mismos promotores de hace pocos años.

La fuerza dominante en el actual mundo globalizado es económica, más que política, y dentro del área económica es más financiera que industrial. La hipertrofia de ese sector lo ha llevado mucho más allá de su función originaria, relacionada con la concentración del ahorro para encaminarlo hacia la inversión y se ha desarrollado como un fin en sí mismo, lo que lo ha convertido en un parásito del sistema productivo social, que se apodera de una parte desproporcionada de la renta global. Esa concentración y trasnacionalización del capital financiero está en la base de la crisis de gobernabilidad que se manifiesta con diversos matices e intensidades en diversas partes del mundo, porque ha producido un divorcio entre el Estado y la Sociedad en una medida nunca antes vista. En esas condiciones, una buena parte del poder político estatal ha experimentado un proceso de internacionalización (hacia organizaciones internacionales) y de trasnacionalización (hacia corporaciones económicas multinacionales). Pero los sistemas de poder globalizado no pueden (al menos, todavía) prescindir de los servicios de los Estados nacionales, como interfase entre los poderes trasnacionales y las masas de la población. De allí la importancia que tiene el mantenimiento de la gobernabilidad, pese a su débil viabilidad por pérdida de legitimidad, que implica mayor represión para mantenerla. La evidencia de las tremendas consecuencias sociales del proceso de globalización (marginación, desempleo, concentración de la riqueza) agudiza la tensión social que caracteriza a nuestro tiempo, con su inevitable correlato de violencia social, incremento delictivo y retroceso cultural y hasta biológico.

3.3 La internacionalización del proceso de toma de decisiones políticas (6)

Frente al principio clásico de la soberanía estatal se plantea hoy la disyuntiva que surge del amplio conjunto de regímenes y organizaciones internacionales, que fueron establecidas, en sus comienzos, para administrar áreas bien determinadas de la actividad trasnacional y problemas políticos globales.

Este desarrollo de estructuras internacionales ha modificado profundamente el proceso de elaboración y de toma de decisiones políticas mundiales. Ese proceso involucra a gobiernos, organizaciones intergubernamentales, grupos de presión trasnacionales y organizaciones no gubernamentales internacionales. Tenemos, en primer lugar, las organizaciones internacionales de finalidad principalmente técnica, como la Unión Postal Universal, la Unión Internacional de Comunicaciones, etc. Estas organizaciones, que ofrecen servicios que extienden el alcance de los servicios ofrecidos por los Estados, son políticamente inobjetables. En el extremo opuesto están organismos como el BM, el FMI, la UNESCO, la misma ONU, que por ocuparse de cuestiones más amplias y centrales, referidas en muchos casos a la asignación de recursos, plantean muchas controversias políticas. También existen muchas redes de coordinación política, más informales en su estructura pero provistas de una poderosa influencia sobre la marcha de los asuntos globales, como el G7, que es algo así como un “directorio global” del planeta, que detenta un enorme y creciente poder político y económico global. Quizás el caso más ilustrativo sea el del FMI y del BM, cuyo principal cometido actual es proveer recomendaciones técnicas, orientaciones económicas y prestamos financieros a países en graves dificultades económicas, condicionando sus ayudas a la adopción de medidas específicas, según el llamado “principio de condicionalidad”. El BM estaba más abiertamente comprometido con la promoción del desarrollo, pero desde los años 1980 asoció sus políticas crediticias con ajustes estructurales y sectoriales, y con exigencias de “buen gobierno”, en aspectos tales como el respeto a los derechos humanos, las instituciones de democracia liberal, la accountability política, la idoneidad administrativa y la lucha contra la corrupción.

La Comunidad Europea (CE) o Unión Europea (UE) ofrece el caso más claramente desarrollado de las relaciones entre organizaciones internacionales y las soberanías estatales. Aquí cabe realmente el calificativo de “supranacional”, porque los Estados de la UE ya no son los únicos centros de poder dentro de sus propias fronteras, sino que han restringido sus derechos soberanos y han cedido partes de ellos a la UE, en temas tales como derechos humanos, problemas ecológicos, planeamiento macroeconómico, etc. En este caso ya se advierte un cierto grado de concreción efectiva del “federalismo plurinacional”. En otras regiones del planeta, la soberanía y la autonomía de los Estados también experimentan grandes presiones, por la organización que ha adoptado la economía global y por la actividad de las agencias regionales e internacionales globales. Aunque sus títulos legales permanezcan intactos, en la práctica su autonomía está muy restringida y sus opciones política se ven muy acotadas por el nuevo contexto.

3.4 Identidad nacional y globalización cultural (7)

En el pasado, la consolidación de la soberanía estatal contribuyó a definir la identidad del pueblo como sujeto político. Quienes estaban sujetos a la autoridad estatal fueron advirtiendo progresivamente su pertenencia a una comunidad. Esa identidad, vaga en un principio, fue haciéndose progresivamente más nítida, como consecuencia del desarrollo de esa pertenencia, y también de las acciones de las élites para legitimar el mismo Estado. Las tecnologías mecanizadas de comunicación favorecieron la formación de identidades políticas mediante la creación de fuentes colectivas de información y la expansión de la expresión individual de reflexiones.

Los medios de comunicación modernos tuvieron un impacto globalizante, al permitir el acceso a la información de hechos y al conocimiento de su sociedad y de sociedades extranjeras. El desarrollo de nuevos sistemas de comunicación crea un mundo donde cada espacio local está atravesado por redes de comunicación regionales y globales, lo que produce cambios en las comunidades políticas y en los Estados en general. Al tener acceso a ambientes sociales y físicos que de otro modo nunca se hubieran conocido, el vínculo tradicional entre “ambiente físico” y “situación social” se rompe y se plantean nuevos contactos fuera del contacto directo entre las personas. No es probable que las identidades nacionales sean desplazadas o extinguidas, pero el crecimiento de las comunicaciones globales abre caminos para participar en los desarrollos globales.

3.5 La democracia cosmopolita y el nuevo orden internacional (8)

David Held, en su obra “La Democracia y el Orden Global” plantea un modelo cosmopolita de democracia, para enfrentar los cambios planteados por la globalización, cuyos procesos de interconexión económica, política, legal, militar y cultural transforman desde arriba al Estado moderno, ya que alteran la dinámica de su sistema político, mientras muchos grupos, desde abajo, cuestionan al Estado – nación en cuanto sistema de poder representativo y responsable. Se plantean tres exigencias nuevas:

• Reformular los límites de la accountability, para que los temas que escapan a la potestad del Estado – nación puedan ser controlados democráticamente.

• Repensar el papel y el lugar de las agencias reguladoras regionales y globales.

• Reformular la articulación de las organizaciones y las instituciones nacionales e internacionales.

Los sistemas de articulación internacional no tienen mecanismos democráticos de coordinación y de cambio político. El sistema internacional de Estados ha sido sacudido por la emergencia de la economía global, la expansión de las comunicaciones trasnacionales, el crecimiento de las organizaciones internacionales y el desarrollo de los actores trasnacionales, todo lo cual mina su efectividad. Un primer paso hacia una comunidad política internacional podría darse a partir de la ONU, que debiera cumplir efectivamente las previsiones de su Carta. Sería de todos modos solo un primer paso. La lógica del sistema interestatal sería una fuerza muy poderosa en la atención de los asuntos globales, pero faltaría un foro para los actores de la sociedad civil: las organizaciones trasnacionales, las asociaciones civiles, los movimientos sociales.

El modelos cosmopolita de democracia, según Held, buscaría consolidar un derecho cosmopolita democrático, para definir el proceso de elaboración de decisiones políticas de nivel global. Se promovería la creación de un poder legislativo y un poder ejecutivo internacionales, de actividades acotadas por el derecho democrático básico. La práctica generalizada de formas de democracia semidirecta harían intervenir a los ciudadanos en temas que los afectan pero que hoy parecen fuera de su alcance. También se necesitaría una Asamblea que reuniera a todos los Estados, dotada de poderes reales, elegida por los pueblos democráticos y controlada por ellos.

4.0 Conclusiones generales

Luego de este intenso recorrido a través de los orígenes históricos y conceptuales del Estado y el Federalismo, y de haber procurado evidenciar de modo sintético las principales tensiones del federalismo nacional en la actualidad, donde claramente se destacan las complejas relaciones de la política internacional, signada por la presencia gravitante de una multiplicidad de actores en el escenario global, y las oportunidades y amenazas que ello supone para la gobernabilidad y la democracia misma, en un contexto donde la regla pasa a ser la trasnacionalización del poder político.

Bajo estas circunstancias, surgen ideas novedosas como las de democracia cosmopolita y federalismo plurinacional, que anuncian las bases de un nuevo orden internacional imperante, y que son conceptos muy útiles a la hora de describir y comprender los procesos de integración a escala regional y continental que han dado paso a la transición desde un federalismo pensado para los estados nacionales, hacia un federalismo que potencialmente contenga a la comunidad internacional de estados.

Si bien esta manera de explicar los acontecimientos futuros es, como se dijo, innovadora, así como también lo es la escala a la que se manifiestan estos procesos en la actualidad, las reflexiones sobre la posibilidad de una federación de naciones podemos remontarla a los orígenes mismos del concepto de federalismo. En ese sentido, un teórico ya citado precursor de estas reflexiones, Immanuel Kant, proponía ideas similares cuando en su célebre obra, La Paz Perpetua, nos decía:

“Los Estados ya cuentan con una constitución jurídica interna, por eso no tienen porqué someterse a la presión de otros que los quieran reducir (…). La paz no se puede afianzar ni asegurar, si no es por medio de un acuerdo mutuo entre los pueblos. Porque se tiene que establecer una federación de índole especial que se podría llamar federación de paz. (…) En sus relaciones recíprocas para los Estados no existe ninguna otra forma de salir de la situación anárquica –causa de guerras continuas- que sacrificar, como hacen los individuos, su salvaje y desenfrenada libertad y reducirse a leyes públicas coactivas, formando de ese modo un Estado de naciones que, aumentando incesantemente, llegue por fin a contener en su seno a todos los pueblos de la Tierra”. (9)

Bibliografía

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CERVANTES MARTINEZ, Rafael: Gobernabilidad, democracia y trasnacionalización del poder político, en Colectivo de autores: Teoría Sociopolítica, tomo II, La Habana, Ed. F. Varela, 2000.

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NOTAS

1. OZLAK, Oscar: El Estado democrático en América Latina y el Caribe, Documentos Nueva Sociedad, www.nuso.org

2. ARNOLETTO, Eduardo Jorge y PLEBANI PAUTASSI, Ana Amelia: Globalización, regionalización y situación nacional argentina, Ed. Triunfar, Córdoba, Argentina, 2000.

3. HELD, David: La Democracia y el Orden Global, Barcelona, Paidós, 1997.

4. BARO HERRERA, Silvio: Concepciones occidentales recientes acerca de las tendencias en las relaciones políticas internacionales: algunas consideraciones, en Colectivo de autores: Teoría Sociopolítica, t.II, La Habana, Ediciones F. Varela, 2000.

5. CERVANTES MARTINEZ, Rafael: Gobernabilidad, Democracia y Trasnacionalización del Poder Político, en Colectivo de Autores: Teoría Sociopolítica, t.II, La Habana, Ediciones F. Varela, 2000.

6. HELD, David: La Democracia y el Orden Global, Barcelona, Paidós, 1997.

7. HELD, David: Op.Cit.

8. HELD, David: Op. Cit.

9. KANT, Immanuel: La Paz Perpetua, Buenos Aires, Longseller S.A., 2001, págs 43 - 47.

* Politólogo argentino, docente internacional de grado y postgrado en disciplinas de teoría política, metodlogía de la investigación social y gestión organizacional pública y privada, autor de numerosos textos en esas materias y coordinador de equipos de investigación sobre temas sociopolíticos.

** Politóloga argentina, docente nacional de grado y postgrado en disciplinas de teoría política y gestión organizacional pública y metodología de la investigación social, y participante de equipos de investigación sobre temas sociopolíticos.


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