Observatorio de la Economía Latinoamericana

 


Revista académica de economía
con el Número Internacional Normalizado de
Publicaciones Seriadas  ISSN 1696-8352

 

Economía de Colombia

 

 

HACIA UNA HISTORIA DEL PLACER EN BOGOTÁ DURANTE EL SIGLO XX

 

John Jairo Uribe Sarmiento (*)
Antropólogo Universidad Nacional – Magíster en Ciencia Política Universidad de los Andes
juandepatmos1972@yahoo.com.mx

 

Resumen

La historia del placer es al mismo tiempo la historia de las transformaciones en las relaciones entre mujeres y hombres, las clases sociales, el dolor y el bienestar. Las nuevas relaciones de producción y de trabajo han producido nuevas formas de placer. Esta historia plantea retos para los profesores, los investigadores y los formuladores de política: hombres y mujeres pueden pagar para construir sus cuerpos, las industrias del entretenimiento invaden el tiempo libre, a través de éstos procesos surgen nuevas formas de exclusión. El presente artículo presenta los aspectos más relevantes de la historia del placer y analiza los problemas y oportunidades que han emergido de esta historia.

Palabras clave: historia del placer, industrias culturales, nuevas formas de trabajo, placer, dolor, género

Towards to the history of pleasure in Bogotá, twentieth century

Abstract

The history of pleasure is also the history of change in relationship between men and women, social class, welfare and ache. The new job and production’s structures, become new form of pleasure. It is means new challenger to teacher, policy maker and investigator: men and women can pay for makings your bodies; entertainment industries invade free times of people, and through this process, raise new form of exclusion. This article presents the aspect most relevant for the history of pleasure and analyzes the problems and opportunities appear of this news forms gratifications.

Key word: history of pleasure, cultural industries, new job forms, pleasure, pain, gender


Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:

Uribe Sarmiento, J.J.: “Hacia una historia del placer en Bogotá durante el siglo XX" en Observatorio de la Economía Latinoamericana, Nº 99, 2008. Texto completo en http://www.eumed.net/cursecon/ecolat/co/


Placer, goce, disfrute. Las industrias culturales se esfuerzan por generar nuevos placeres, las políticas públicas por limitar los excesos que éstos pueden producir, las estrategias educativas por integrar lo placentero como estrategia didáctica, pero también de cultivar ciertos goces (de lectura, de análisis, placeres estéticos, contemplativos, gimnásticos) en desmedro de otros (disminución de la televisión y de los vídeo juegos), y sin embargo son escasos los estudios socio-históricos que dan cuenta de los procesos culturales, políticos y económicos vinculados al placer. Éste no es sólo objeto de prohibiciones y prescripciones, sino que se traduce en diferenciador de clases sociales y grupos identitarios. Pero el placer es también integrador de movimientos y generador de luchas, tal y como puede analizarse el movimiento LGTB (Lesbianas, Gay, Travestis y Bisexuales), quienes al reivindicar su identidad y sus derechos, reivindican una forma de disfrutar la vida.

La ciudad ha resignificado los placeres en el transcurso del siglo XX. Ha pasado del control sobre los placeres “vulgares” a través del cultivo de las buenas maneras y de la “higienización de la moral”, a la explotación del placer como fuente de crecimiento económico, a través del consumo. Las siguientes citas ejemplifican algunas situaciones de los sujetos a inicios del siglo XX:

“Los niños deben ser sometidos a una educación racional, que tenga por efecto detener el desarrollo de sus disposiciones morbosas, al menos neutralizarlas en cuanto sea posible. Las tendencias emotivas y neuropáticas se combatirán con un trabajo físico bien dirigido, gimnástica, ocupaciones materiales, vida activa y en cuanto se pueda, al aire libre” (ANZOLA, 194. Citado por CADENA, 2004: 21)

“La industria en nuestro país proporcionaría una gran moralidad, nos daría medios suficientes para una vida honesta; sería una prevención insuperable para el crimen y el ocio” (NAVAS, 1948. Citado por CADENA, 2004: 16)

En ambas imágenes, se enfatiza en el control de un conjunto de placeres y comportamientos que inhibían el progreso de la patria, placeres vinculados como objetivos de la lucha contra las chicherías, la degeneración y la prostitución (MARTÍNEZ y RODRÍGUEZ, 2002. PERALTA, 1995), se asociaban con la búsqueda de un cuerpo moderno preparado para la fábrica, esto es, disciplinado y productivo. Este disciplinamiento, se tradujo en el control de las fuerzas y los placeres de los sujetos (PEDRAZA, 1999).

Ahora bien, además de la disciplina productiva, a finales del siglo XX se destaca el consumo como fuente de identidad:

“El sujeto como productor debe ser capaz de reprimir y diferir la gratificación inmediata de sus deseos y cultivar una ética del trabajo; como consumidor debe dejarse llevar por el deseo y ceder ante sus impulsos, buscar la satisfacción constante e inmediata, ceder permanentemente a la tentación (…) Por un lado se censuran los excesos y todo lo que anule la capacidad productiva, por el otro, se subraya la importancia del deseo y del placer inmediato, del consumo irrestricto” (MEDINA, 1998. Citado por CADENA, 2004: 24)

Por contraste, el énfasis no recae sobre el control de ciertos placeres, sino que se ubica en el control a través de la producción de los placeres. No se trata tanto del disciplinamiento del cuerpo y sus placeres, como del biopoder, es decir, de la producción del cuerpo mismo (HART Y NEGRI, 2000).

Este es, desde mi punto de vista, el primer rasgo de una historia del placer: el siglo ha transcurrido desde el control sobre los placeres, al control a través de ellos.

Este rasgo implica una concepción del placer que debe explicitarse: éste es una categoría cuyo perfil se transforma según procesos económicos, políticos y culturales complejos e interrelacionados. Vale la pena decir que no puede establecerse una definición unívoca y omnicomprensiva del placer. Si bien podría argumentarse a favor de un principio del placer inherente a la condición humana, este argumento sólo serviría como punto de partida, pues es necesario establecer las formas que asume el placer en el tejido de las relaciones cotidianas, así como en las tensiones que dan forma a las estructuras sociales. Este es el tema central de la discusión que sostiene Foucault con los psicoanalistas brasileños que se recoge en La Verdad y las Formas Jurídicas (1991): el complejo de Edipo, como drama de constitución de los sujetos que se desarrolla en torno a la relación del sujeto con la madre, no puede entenderse como principio fundador de todas las subjetividades en todas las sociedades y en todos los tiempos, sino que debe verse como un drama propio de la sociedad victoriana del siglo XIX y como un esfuerzo teórico para validar y reproducir la familia burguesa. Esto quiere decir que, aún cuando pueda decirse que todos buscamos la felicidad, que huimos del sufrimiento y que buscamos lo placentero, la definición misma de felicidad, sufrimiento y placer, es problemática y debe resolverse en el abordaje del transcurrir histórico.

Ahora bien, además de esbozar algunos elementos que permiten configurar un primer perfil de las transformaciones cruciales del placer en la ciudad, se sugerirán los principales elementos que han dado forma a dichas transformaciones.

Etiqueta, dolor, clases sociales y género: una esfera del placer

“El juego es como la mesa, una piedra de toque de la educación. El amor propio ejerce en él un imperio tan absoluto; tenemos todos tal propensión a enfadarnos cuando nuestra habilidad queda vencida por la de los demás; nos impresiona tanto el ver desconcertados nuestros cálculos y combinaciones y perdidos nuestros esfuerzos; es tan natural, en fin, que nos sintamos contentos y satisfechos cuando salimos triunfantes, que si no hemos adquirido el hábito de dominar nuestras pasiones, si no poseemos aquel fondo de desprendimiento, generosidad y moderación que es indispensable de una buena educación, imposible será que dejemos de incurrir en la grave falta de aparecer mustios y mortificados en los reveses del juego, y de ofender la dignidad y el amor propio de nuestros contrarios, cuando los vencemos, manifestando entonces un pueril y ridícula alegría” (Carreño, 1856: 265)

La moderación en el juego que recomienda Manuel Carreño se construye sobre la idea de que la etiqueta refleja las virtudes cristianas, de este modo, el buen comportamiento no sólo se desarrolla en los terrenos de la elegancia sino que se despliega como reflejo de la moral. Desde esta perspectiva, la moral enmarca el tipo de placeres legítimos, así como los comportamientos apropiados para disfrutarlos.

“Cuando juegan señoras y caballeros, la etiqueta exige aún mayor delicadeza y desprendimiento entre todos los jugadores. Los caballeros muestran entonces, en todos los actos del juego, aquella particular consideración que deben siempre a las señoras; y estas, por su parte, corresponden a la conducta obsequiosa y galante de los caballeros, manifestándoles siempre una atención exquisita, y absteniéndose, sobre todo, de abusar en manera alguna de las contemplaciones debidas a su sexo” (Carreño, 1856: 266)

No es exagerado decir que la cortesía entre los sexos, la consideración de los caballeros para con las señoras y su respuesta atenta y exquisita, no hacen más que verificar la posición dominante de los primeros, así como la actitud sumisa de las segundas.

Los dos elementos señalados, la moral y las jerarquías sociales, son aspectos esenciales de la historia del placer. La división que cada sociedad establece entre lo permitido y lo prohibido, así como las divisiones entre sujetos (debidas a la edad, al sexo, a la clase o a otras formas de ordenamiento) dan forma a las subjetividades y con estas, a la definición de lo placentero y de los modos de vivirlo. Bourdieu (1998, 1984, 2002) ha argumentado a favor de la correspondencia entre posición social, subjetividades y gustos. El Manual de Carreño, es un buen ejemplo de este tipo de tensiones que enmarcan lo placentero. Sin embargo, otra tensión da forma al escenario: la tensión entre placer y dolor.

“Miro por la ventana y veo en el prado a varias niñas jugando, alegres, vigorosas, plenas; se ríen, corren, no se cansan nunca. Qué lejos de ellas y de su abundancia saludable parecen las posibilidades de los tormentos que la naturaleza, en algún momento, nos reserva para la mayoría. En cuanto mujeres, su vida las llevará probablemente, no, con seguridad, a una variedad de incomodidades físicas y quizás al dolor en sus formas más graves. Es evidente que muchos hombres pasan por esta vida con dolores mínimos. Para las mujeres el dolor es incidental, y una probabilidad mucho más cierta” (MITCHEL, 1901. Citado por MORRIS, 1993: 121)

El Dr. Mitchel se refiere a su experiencia como especialista de lo que se conocía como histeria, es decir, un conjunto de desórdenes heterogéneos que padecían las mujeres, una categoría en la que cabían casi todas las dolencias femeninas que no tenían explicación: en la consulta, el médico que quería examinar si una mujer padecía de histeria, le tomaba un brazo, le solicitaba que mirase hacia otro lugar y luego lo pellizcaba, si la mujer reaccionaba al dolor, se descartaba esta enfermedad, pues la histeria implicaba en ocasiones cierta insensibilidad. En otras se trataba de fuertes dolores inexplicables, incluso, desórdenes mentales, todo ello asociado a la lascivia femenina, a su supuesto deseo sexual exacerbado ¿Cuál era el tratamiento? Mitchel ordenaba quietud:

“La cura de descanso era un progreso enorme sobre la cauterización del clítoris, pero las actitudes patriarcales subyacentes sólo adoptaban una forma menos brutal. Las pacientes de Mitchel eran confinadas a una cama, se las aislaba por completo de sus amigos y familia, se las alimentaba con una dieta de alto contenido calórico todo el día, se les prohibía cualquier forma de actividad, incluso la lectura o la costura, y se las sometía regularmente a conferencias edificantes sobre los deberes hogareños y las obligaciones morales de las mujeres” (MORRIS, 1993: 130)

De acuerdo con Morris, la histeria puede entenderse como un padecimiento que emerge en respuesta al sin sentido de la condición femenina: el destino de las mujeres, como madres y esposas, suponía que ellas se definían a sí mismas en función de su relación con su esposo y con los hijos. Cuando una mujer era objeto de deseo, lo era como novia, pero una vez ella se convertía en esposa, el deseo del cual era objeto, se transformaba: ya no era deseada, había sido poseída. Ya convertida –poseída como- en esposa, el camino a seguir era convertirse en madre. Pero los hijos crecen, se van ¿Cuál es el lugar de la mujer que ya no es deseada, pues se ha convertido en esposa, ni es útil, pues ya no cuida de los niños? Para Morris, la histeria es una “salida” a este sin sentido del papel de la mujer, pues ella, en este contexto, ha sido convertida en objeto de deseo y de servicio, no es sujeto de sus propios deseos, en últimas no construye su propio devenir, sino que se acomoda al que le ha sido asignado.

Como se lee en esta rápida descripción de la edad de oro de la histeria (1879-1910), el tipo de satisfacciones de las que puede disfrutar una persona, depende del lugar social que cada quien debe enfrentar: a inicios del siglo XX, si eras mujer, las diversiones infantiles se transformarían en dolor e insatisfacción, si eras hombre, conocerías un destino más placentero.

Todos estos elementos, moral, jerarquías sociales y la relación placer-dolor, articulan el goce con la construcción identitaria. Si bien los placeres no se distribuyen en forma equitativa, pues cada uno tiene acceso a ciertos placeres y no a otros, según su clase, su género y su edad, esta situación objetiva es incorporada por cada sujeto a través de diversos procesos de producción de sentido, producción de sentido que puede interpelar la situación objetiva, puede acomodarse a ella, o puede combinar ambas opciones. Las identidades, en tanto construcciones de sentido que realizan los propios sujetos, se desarrollan en permanente tensión con las estructuras objetivas que se experimentan en la relación con los otros. Allí, la definición de lo placentero, de su relación con el bien y el mal (dimensión moral), de la distribución social (dimensión de las jerarquías sociales) y de su relación con el dolor, tienen un papel preponderante.

Transformaciones en la esfera del trabajo y la producción: de cara a las transformaciones del placer

Aquí se argumentará que las transformaciones en las esferas productivas se encuentran estrechamente vinculadas con las transformaciones del placer. No se trata, sin embargo, de explicar las segundas a partir de las primeras, se trata de plantear que no puede obtenerse un panorama completo de la historia del placer sin analizar lo productivo, las formas de trabajo que éste supone y la manera como sus transformaciones generan nuevas distribuciones en el uso del tiempo.

Para describir rápidamente la esfera del trabajo y de la producción, vale la pena comparar dos tipos de articulación en el “quehacer laboral”: una que puede denominarse como la relación patrón-empleado, y la otra, como la relación entre un vendedor de servicios y su comprador. A partir de esta distinción se podrá avanzar con mayor rapidez por la descripción histórica (ROJAS, 2002).

La primera distinción, se refiere a la categoría de trabajador. En el primer caso, el trabajador es aquel que vende su fuerza de trabajo y se subordina a su empleador. En el segundo caso, el “trabajador” no vende su fuerza de trabajo, sino que vende servicios.

La legislación asociada a la relación laboral (primera categoría), trata al trabajador como un sujeto que se encuentra en desventaja frente al empleador. Por esta razón, busca su protección. El empleado debe ser protegido, dada su posición subordinada, frente a quien le contrata. De ahí que el empleador se encuentre obligado a contribuir con la seguridad social de su empleado y que éste deba cumplir con una serie de procedimientos para “despedir” al trabajador.

Para la segunda categoría (trabajadores que prestan servicios) la situación es bien distinta. A diferencia de la relación laboral propiamente dicha, aquí las partes no son tratadas como un trabajador en desventaja y un empleador, sino como dos comerciantes: uno vende servicios y el otro los compra. De este modo, quien vende sus servicios se encuentra en la obligación de proveerse su propia seguridad social. En tanto relación comercial, ambas partes establecen el valor del servicio, las condiciones en la que éste se presta y los resultados esperados para cada una de las partes (dinero para quien vende el servicio, resultados para quien lo compra).

Los anteriores elementos permiten precisar el modo como ha cambiado el escenario del trabajo durante el siglo XX: primero el desarrollo de una serie de luchas que lograron una legislación protectora para el trabajador, luego la aplicación de esas normas de la relación entre trabajador y empleador y, finalmente, la flexibilización laboral que promueve el auge de la prestación de servicios y transforma al trabajador en vendedor de servicios (ARCHILA, 1989A, 1989B).

“El 13 de febrero de 1920 algo inusitado sucedía en la pequeña población de Bello, distante 10 Km. de Medellín. Las trabajadoras de la fábrica de tejidos de Bello, en número aproximado de 350, estaban apostadas en las puertas de la fábrica para impedir que el resto de los trabajadores, unos 150 (en su mayoría varones), ingresaran al sitio de trabajo. Encaramada en un taburete Betsabé Espinosa, la conductora de tan sorprendente movimiento, dirigía un incendiario discurso a sus compañeras. No podemos soportar más la situación que vivimos, les decía: <<Estamos trabajando once horas diarias y se nos paga en promedio 1.50 pesos por semana, cuando cualquier peón de construcción gana entre 3 y 3.60 pesos semanales, o cualquier empleado de la industria textil gana 1.35 diarios, eso para no hablar de los sueldos de los gerentes o de los gobernadores. Y como si esto fuera poco –agregaba la líder- se nos imponen multas constantes que a veces abarcan el total de nuestro salario semanal. Cuando no podemos trabajar por enfermedad, no se nos reconoce nada. Además, por absurdos motivos, no se nos deja entrar calzadas a la fábrica y para colmo de males los vigilantes nos dan un trato denigrante. Basta ya, esto no puede seguir así. ¡A la huelga!>>” (ARCHILA, 1989A)

La anterior cita da cuenta del inicio de las luchas obreras durante la primera parte del siglo XX. Como resultado de este difícil proceso, emerge una legislación que intenta proteger al trabajador. No es este el espacio para dar cuenta detallada del proceso, pero vale la pena mencionar algunas consecuencias de su desarrollo: la moralización de la vida cotidiana como disciplina productiva y el silenciamiento de las emociones y sensibilidades en aras de una ética del trabajo.

Como se ha mostrado atrás, los esfuerzos de la higiene que se impulsaron durante la primera mitad del siglo XX, se centraron en lograr un individuo disciplinado, que controlase sus impulsos. Aquí se observa un esfuerzo por controlar lo afectivo, en aras de fortalecer lo racional. De este modo, la gimnástica se constituye en una herramienta de control sobre lo lúdico (PEDRAZA, 2001). La moralidad del trabajo se reconoce en refranes como: “El tiempo perdido los Santos lo lloran”. Es decir, el tiempo en el cual no se realiza “nada” productivo, es un tiempo que posteriormente se lamentará. Ahora bien, ese “tiempo perdido” se irá convirtiendo, con el transcurrir del siglo, en tiempo de consumo y será a su vez, reflejo de otra organización del trabajo.

Hart y Negri presentan una interesante evolución del trabajo. En su libro Multitud (2004), ellos intentan establecer las condiciones de emergencia de la democracia radical, es decir, del gobierno de todos por todos y encuentran en la nueva organización del trabajo diversas condiciones favorables para este proyecto.

De acuerdo con los autores, la emergencia de la democracia puede producirse en la interacción de los múltiples actores que, produciéndose en, y produciendo lo común, desarrollan actividades democráticas que lo que ellos llaman Imperio (1) no puede controlar. Si Imperio adquiere una forma reticular en la que el capital aumenta sus ganancias migrando sin control a través de las fronteras, éste no logra controlar las formas de comunicación que producen nuevas identidades, nuevas reivindicaciones y nuevas posibilidades para los ciudadanos: millones de usuarios intercambian programas, música, videos sin que las leyes de copy right no pueden condenar (ROJEK, 2005)

Multitud es la diversidad que se construye en, y promueve lo común. Los actores no se caracterizarán por una identidad, sino por lo que Hart y Negri han denominado como singularidad, esto es, a la diferencia que no puede reducirse a una identidad de base.

Para explicar esta noción, los autores describen a dos viajeros en la India: el primero pretende mostrar que la India es como su tierra natal (Italia), el segundo, que ella es completamente diferente. En el primer caso, el viajero trata de mostrar como todo lo que sucede en la India es igual a lo que sucede en Italia pero bajo otras apariencias. Sin embargo queda insatisfecho porque no puede mostrar lo que es India. En el segundo caso, el viajero termina frustrado porque aún cuando se esfuerza por describir lo que sucede, se queda con la sensación de que no ha hablado de la India. Para Hart y Negri, el problema de ambas descripciones es que intentan abordar al otro a partir de un referente, describen la India a partir de Italia. Por esta razón no pueden dar cuenta de lo que es India en su singularidad, de lo que no puede ser sino ella misma frente a cualquier otro.

De ahí que la Multitud, en tanto articulación de singularidades se convierta en actor de la democracia, pues nadie intenta imponer a otro su propia “identidad”. Pero aún no se ha definido “lo común”, ni se ha abordado el problema del trabajo desde esta perspectiva.

El escenario productivo del que emerge Multitud se erige sobre la producción inmaterial. Aún cuando este tipo de producción no involucre el mayor número de personas en el mundo, para Hart y Negri este trabajo es hegemónico en tanto que se ha convertido en el modelo a seguir por los demás tipos de labor.

La producción inmaterial no produce objetos, produce ideas, afectos y conocimiento. Este tipo de trabajo emplea medios materiales pero a diferencia de la producción industrial, su producto no se realiza en un objeto. El “entretenimiento”, el “bienestar”, la educación, son ejemplos de este tipo de trabajo.

Aún cuando éste tipo de procesos laborales se haya desarrollado en el seno del capitalismo, de su esfuerzo por producir la vida misma, esto es, de producir los cuerpos de los trabajadores y de los consumidores, el capitalismo no puede agotar los efectos de la producción inmaterial: los “productores” y “consumidores” siempre encuentran algo más en su interacción, en su comunicación. Ese algo más, no se encuentra bajo la explotación de unos por otros. Las redes de comunicación en todos sus niveles (televisión, Internet, radio, entre otros) pueden operar bajo lógicas capitalistas, pero la información que producen y los tipos de solidaridad que pueden despertar, van más allá de la explotación capitalista. Este punto se ampliará en el siguiente ítem, cuando se aborde el consumo cultural.

De acuerdo con la descripción que antecede, la flexibilización laboral debe entenderse tanto como una estrategia de maximización de la producción, así como la generación de escenarios de consumo. La hipótesis aquí es que, logradas las reivindicaciones laborales de los obreros y ampliado el tiempo de descanso así como el llamado tiempo liberado (2), el capitalismo ha evolucionado para aprovechar estos nuevos tiempos, es decir, para reproducir su lógica: la industria del entretenimiento, en todas sus versiones, así como la industria del cuidado corporal hayan en el tiempo “libre” oportunidad para desplegar su quehacer, vendiendo servicios y obteniendo ganancias.

Desde otra perspectiva que guarda algunas distancias con la que desarrollan Hart y Negri, Néstor García Canclini (1999) recuerda que Castells ha definido la globalización como el proceso que otorga a todo lo existente valor de cambio, con lo que se implica la desaparición del valor de uso: en últimas, la tendencia que pretende reducir las interacciones sociales a su valor monetario.

La flexibilización laboral que ha implicado un “empoderamiento” del trabajador (haciéndolo responsable de sus actividades, es decir, pagándole por sus productos) y ha generado menores costos para los empleadores e inversionistas ha sido el escenario del desarrollo de las maquilas y del out sourcing: cada pequeña empresa ensambla una parte, corre con los riesgos y “paga” (o lo que es lo mismo, no recibe dinero) por sus errores. Trabajo a destajo.

En este escenario, cada trabajador es un empresario de sí mismo: el diseño de la sonrisa, es una inversión en imagen, una llave que puede abrir puertas (URIBE SARMIENTO, 2007); la educación superior debe medirse ahora bajo parámetros de eficiencia, o lo que es lo mismo, del logro de más profesionales con menos recursos.

De la higienización de los trabajadores a la producción inmaterial, la organización del trabajo ha generado nuevos espacios y oportunidades para los placeres: el entretenimiento es un ejemplo emblemático, el descanso de unos, es el negocio de otros. Pero como multitud sugiere, a pesar de esta relación en la que unos exploran a otros y se benefician del descanso de los demás, a través del consumo cultural se abren posibilidades de construcción de identidades que deben analizarse.

El consumo cultural y el placer

A finales del siglo XX, el papel de la mujer ha variado, aún cuando se observan todavía comportamientos y actitudes patriarcales. La sociedad se ha mediatizado, es decir, la construcción de sentido se desarrolla a través del empleo de los medios y no sólo de su simple consumo (CASTELL, 2006). De otro lado, se han reivindicado nuevas formas de ciudadanía (ROJEK, 2005). La imagen juega un papel más decisivo: la industria del fitnees, el diseño de sonrisa, el asesor de imagen, la expansión de las industrias del entretenimiento (GARCÍA CANCLINI, 1995, 1999. URIBE SARMIENTO, 2007), son entre otros, fenómenos que dan cuenta del nuevo papel del placer. Como se dijo antes, se trata de generar procesos de control incorporados, corporalizados, producidos desde dentro de cada cuerpo. El disciplinamiento de los sujetos evidenciado a inicios del siglo XX, se producía desde fuera del cuerpo a través de dispositivos que procuraban incorporar al sujeto dentro de un orden, en este modelo existe un afuera desde donde los sujetos podían contestar. El biopoder más que controlar, produce los cuerpos, produciendo una sensibilidad, unas necesidades a través de múltiples medios (HART y NEGRI, 2004): en las empresas, por ejemplo, la búsqueda de la calidad pretende más el autocontrol y la autorregulación que el control externo (URIBE, 2006).

Entrevistador: Estamos en el barrio San Francisco, y aquí tenemos a una de las niñas más REGEATONERAS de Bogotá, ella es…?:

Joven trabajadora: Kisy Bar.

Entrevistador: ¿Escuchas mucho REGEATON?

Joven trabajadora: Claro, sí soy de las más REGEATONERAS.

Entrevistador: ¿Qué es lo bueno, qué le ves al REGEATON, para escucharlo?

Joven trabajadora: El ritmo y es una muy buena moda, y creo que se va a quedar como cultura, es muy bacano.

Entrevistador: O sea, ¿tú la ves como cultura?

Joven trabajadora: Yo lo veo como cultura, porque me he tomado el tiempo para averiguar sobre lo que es, cómo fluyó. Los que lo ven como moda, es solamente que lo bailan y lo disfrutan, pero no se preocupan por saber, de donde salió.

Entrevistador: O sea, es gente que sólo lo coge como de parche, solo por bailar, por divertirse.

Joven trabajadora: Exacto.

Entrevistador: ¿Y en qué se basa tu nueva cultura, si se puede llamar así?

Joven trabajadora: Pues, obviamente se basa en el REGEATON, en la música, en los amigos. Siempre que hay una persona que escucha REGEATON, tiene muchos amigos, porque igual además de que es una muy buena moda, trae consigo muchas amistades.

Entrevistador: Cuéntame, ¿tú sabes de donde nació el REGEATON?

Joven trabajadora: El REGEATON nació obviamente de Puerto Rico, con Daddy Yanqui, que se salió de la underground y empezó a hacer REGEATON, porque además de que es un muy buen ritmo y que pegó mucho, pues es un buen negocio para los artistas.

Entrevistador: O sea ¿tú ves el REGEATON como un negocio, más que como una forma de expresarse?

Joven trabajadora: Como las dos cosas, es básico, la verdad es que ahorita los artistas están haciendo mucho REGEATON, porque es lo que está pegando. Es una moda que está pegando mucho.

Entrevistador: ¿Y está dando mucho dinero?

Joven trabajadora: Claro, está dando para los artistas eso es, eso produce un gran capital (URIBE y GARCÉS, 2006).

La entrevista citada, coloca sobre el tapete el papel del consumo como proceso fuertemente interrelacionado con la construcción de sentido: el REGEATON pude trascender como una cultura juvenil en la medida en la que construya una historia colectiva y un proyecto común, pero esta posibilidad sólo es posible en la medida en la que el REGEATON continúe siendo espacio de encuentro y de disfrute. La circulación de la música se ha constituido en la oportunidad para que muchos jóvenes definan proyectos colectivos, es pues, en el consumo y en la producción de esas expresiones, donde se producen identidades, manifestaciones y dinámicas colectivas (REGUILLO, 2000). Sin embargo, estas experiencias pueden ser efímeras: más que proyectos a largo plazo propias de los movimientos de contracultura de los 60s y 70s, las colectividades juveniles se encuentran en rituales fugaces. No quiere decir esto, que se trate de procesos de menor valía (PINILLA, 2007). Sólo señala una condición clave para entender el lugar del placer a finales del siglo XX: la aceleración de la historia y el achicamiento del planeta, para usar los términos de Augé (2005). China está al alcance de tu Mouse: google earth te permite ver en tiempo real lo que sucede en cualquier otro lugar del planeta. Al mismo tiempo, con dificultad se recuerdan los sucesos trascendentales que fueron noticia la semana pasada, cada día un nuevo suceso cambia la faz del planeta: una nueva moda, una nueva catástrofe, un nuevo encuentro de poderosos, una pedrea. El ritmo de los acontecimientos “trascendentales” es tal, que son hoy frívolos sucesos en los que la muerte y la vida son presentadas como espectáculo.

Pensar el papel del consumo cultural y de los placeres que allí se pone en juego, implica superar el fatalismo que reduce la relación de las personas con los medios a mera alienación consumista (GARCÍA CANCLINI, 1989). Como se ha dicho, los sujetos pueden construir mensajes propios, proyectos colectivos en esa relación con los medios. La cuestión es saber dónde surgen, cómo se desarrollan, cuáles pueden ser las oportunidades que allí se producen, pero también cuáles son los peligros que allí se reproducen. Si el REGEATON puede convertirse en provocador de una cultura juvenil, las luchas entre grupos juveniles de diversa índole producen muertes.

Verse bien y sentirse bien, son hoy facetas importantes de la constitución de los sujetos. En este escenario, la salud se entiende no sólo como la ausencia de enfermedad sino como el estar bien y el verse bien:

Entrevistador: ¿Crees que las personas se cuidan los dientes solo por apariencia, por la estética?

Estudiante (mujer grado 11): No también por salud

Entrevistador: ¿Y la salud y la apariencia son opuestos?

Estudiante (mujer grado 11): No, de pronto no, porque en la salud uno tiene que estar bien, y para estar bien hay que tener una buena apariencia, son dos cosas muy importantes

Entrevistador: O sea que la salud y la apariencia van de la mano

Estudiante (mujer grado 11): Sí, puede ser (URIBE SARMIENTO, 2007)

Hoy existen nuevas posibilidades para la construcción de sí mismo: no sólo el maquillaje, sino los artefactos (piercing, manillas, etc.), los tatuajes, los peinados, los masajes, las fajas, incluso los tratamientos para adelgazar y las cirugías estéticas, están al alcance de cada quien, según su capacidad de pago (BARBOSA, 2007). Si la modernidad ha construido una experiencia corporal en la que éste es entendido como una posesión (LE BRETON, 1995), hoy cada sujeto puede aspirar a darse el cuerpo que desea. Esta relación con el cuerpo ofrece nuevos horizontes al placer, pero también plantea nuevo retos: ¿es esta una nueva faceta de la exclusión y la inequidad que se profundizan a través de la globalización capitalista?, en otras palabras, ¿esta nueva posibilidad que se desarrolla según la capacidad de pago, reproduce nuevas divisiones sociales entre aquellos que han invertido grandes sumas para conseguir un cuerpo y quienes no lo hacen? Ante esta nueva posibilidad, cuáles podrían ser los efectos en las subjetividades y en este sentido, la anorexia, la bulimia y otras patologías asociadas con la búsqueda de una imagen corporal, se constituyen en el efecto no deseado del perfil del placer a inicios del siglo XXI. Necesitamos construir herramientas para dar cuenta de estos procesos.

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NOTAS

* Coordinador del grupo de investigación Cuerpo, Lúdica y Sociedad. Investigador culturas juveniles, usos y concepciones del tiempo, así como de las concepciones del cuerpo. Experto en el diseño y ejecución de proyectos participativos para el desarrollo. Publicaciones más importantes: 2001. La invención de lo Juvenil. Institucionalización de los mundos juveniles en Ciudad Bolívar. Bogotá: Unión Europea y República de Colombia & 2007. Corporalidad juvenil: retos para la educación en salud. En Revista Pedagogía y saberes No. 27.

1. Los autores enfatizan en el hecho de que el nuevo Imperio es la organización mundial de los poderes (económicos, militares y políticos) que atraviesan toda la tierra y que no debe confundirse con el imperio clásico, en el cual un país se expande generando formas de control coloniales. En este sentido Estados Unidos puede ser visto como un eje central del Imperio, pero no debe confundirse con él, ya que Imperio, en tanto red, supone una organización interdependiente, de modo que EEUU dependerá de otros países y de organizaciones multilaterales para mantener su lugar. Imperio implica una transmutación de la lógica de la guerra moderna: las instituciones políticas han intentado controlar la guerra, generando instituciones internacionales y normas de regulación, pero Imperio emplea la guerra preventiva como mecanismo de control: los ejércitos funcionan como policías (es decir, vigilan y aseguran la “seguridad”). Este nuevo orden, no sólo controla la vida, sino que intenta producirla (biopoder).

2. Del tiempo que se ha producido como resultado de la disminución de la jornada laboral, que ha sido “liberado” del trabajo y que puede ser empleado libremente por las personas.  


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