Observatorio de la Economía Latinoamericana

 


Revista académica de economía
con el Número Internacional Normalizado de
Publicaciones Seriadas  ISSN 1696-8352

 

 

 

El Trueque en Argentina – ¿Estrategia eficiente en tiempos de crisis?

 

Barbara Rossmeissl
rossmeissl@web.de

Durante la desastrosa crisis económica que sufrió la Argentina, millones buscaron una salida en los clubes de trueque. A pesar del considerable éxito que tuvo este sistema hubo también varios problemas que al fin y al cabo lo llevaron al fracaso. 

La actividad en el edificio de la CTA en Belgrano, barrio de Buenos Aires, se parece a un mercadillo común y corriente. En pequeñas mesas se ofrecen libros, alimentos, zapatillas o productos cosméticos. Lo que es distinto en esta feria, es que los productos no se pagan con pesos argentinos, sino con tiquets de trueque, los llamados “créditos”. El sistema de trueque es muy fácil. Sus miembros producen y consumen a la vez y por eso se llaman prosumidores. Cada persona tiene que ofrecer productos o servicios en los clubes de trueque para obtener créditos con los cuales puede ir a trocar los productos de otros prosumidores. Los nuevos miembros reciben 50 créditos para poder empezar. Por lo tanto, el nombre trueque no es tan correcto porque el sistema dispone de una moneda propia y por eso se trata de un sistema mercantil.

Hasta el estallido del sistema de trueque a finales del 2002 se pudo conseguir casi todo en los clubes de trueque que por tanto fue una estrategia de supervivencia real y necesaria para mucha gente que no tenía algo muy importante: plata.

Experimentos como el trueque argentino con moneda propia ya existían y existen en todo el  mundo. Sobre todo en tiempos de crisis tenían sus auges y lograron respectables éxitos. Ya durante la crisis económica mundial en los años 30 la municipalidad del pequeño lugar austriaco Woergl introdujo una moneda local con la cual la alta tasa de desempleo se pudo reducir un 25% en menos de un año. En Alemania, durante los primeros años despues de la Seguna Guerra Mundial se fundaron varios clubes de trueque sobre todo en el sur del país. Ellos practicaron el trueque directo o también a traves de tiquets y contribuyeron a mejorar la situación de la población participante. Sin embargo, el trueque argentino es hasta ahora el fenomeno más grande a nivel mundial.

Los éxitos que tuvo el trueque y que fueron publicados en los medios de comunicación tanto a nivel nacional como internacional, dieron el motivo para mi estadía en Argentina. El objectivo de las investigaciones allá era buscar la respuesta a las siguientes preguntas: Hasta que punto pudo ser el trueque una alternativa para los excluidos de la economía formal? Cuales fueron los problemas que tuvo esta economía paralela y que la llevaron al fracaso justamente en el peor momento de crisis?

 

Cerca de la mitad de la población argentina vive en pobreza

 

La mayoría de los prosumidores se metían en los clubes de trueque cuando habían perdido su trabajo. Desempleo y falta de dinero son parte de la vida cotidiana de millones de argentinos. Ya desde el 1998 la Argentina sufre una crisis económica que en el 2002 llegó a su extremo y obligó a la mitad de la población argentina a vivir en pobreza.[1] Casi un tercio de la población eran indigentes, es decir, no tenían ingresos suficientes para cubrir sus necesidades alimentarias básicas. Las causas del desastre económico son varias. La política económica de los años 90 consistió en una apertura radical hacia afuera combinada con una ola de privatizaciones y el establecimiento de la convertibilidad en 1991 que ató el peso al dolar con un tipo de cambio fijo de 1:1. A pesar de ciertos éxitos de este modelo, ya pronto se hicieron notar los efectos desastrosos de esa política económica que llevaron al país a la recesión a partir del 98. La convertibilidad resultó en la sobrevaluación del peso que no sólo propició importaciones irracionalmente, sino que también opuso una formidable traba a las exportaciones nativas.[2] En combinación con una fuerte deregulación de los mercados y la privatización de todas las empresas estatales se produjo un fuerte proceso de desindustrialización a lo largo de la década. La industria argentina perdió grandes porciones del mercado interior por la competencia de los productos extranjeros más baratos. Al mismo tiempo las exportaciones perdieron en competitividad por sus altos precios. Muchas pequeñas y medianas empresas tuvieron que cerrar por eso y también por la radicación de grandes empresas multinacionales en el país. La transformación fue tan veloz como intensa. Pocas estructuras fabriles en el mundo sufrieron un cambio tan audaz de las reglas de juego en un plazo tan breve. Como consecuencia la tasa de desempleo creció de 6,5% en el 1991 a 12,9% en el año 1998. Con el desempleo deterioraron varios indicadores sociales. El proceso de desindustrialización fue acompañado por el creciente subempleo y la informalidad de los puestos de trabajo. Los trabajos “basura” de autosubsistencia registraron un salto, trabajos que se caracterizan en todos los casos por la baja productividad y por la alta precariedad de las condiciones laborales. Muchos buscaron una salida en formas de autoempleo, abrieron quioscos, despensas, gomerías o microemprendimientos que produjeron ropa, alimentos o artesanías. Con respecto a los salarios se produjo una caída en el mercado formal que a partir de 1998 se agudizó. Al mismo tiempo se estima que la diferencia de salarios entre el sector formal e informal es del orden del 40%. La perdida de ingresos de los hogares llevó a una fuerte polarización social y al empobrecimiento de grandes partes de la población. Cuando en 1993 el 17,8% de los argentinos vivía en pobreza, en octubre del 2001 ya era un 35,4%, es decir un tercio de la población. Sobre todo la clase media que historicamente fueron un sector muy fuerte en la sociedad argentina respecto al contexto latinoamericano sufrió una seria reducción del poder adquisitivo formando la llamada “nueva pobreza”[3]. Estos nuevos pobres normalmente podían todavía satisfacer sus necesidades básicas de alimentos y indumentaria pero ya tenían problemas en pagar las cuentas de agua, luz y telefono con sus ingresos reducidos. Muchos tenían que vender sus casas o autos y se quedaron sin la posibilidad de salir con sus amigos a los lugares de antes como bares o discotecas. La situación precaria de las finanzas públicas culminó a finales del 2001 en la declaración de la cesación de pagos sobre la enorme deuda de 144 billiones de dolares[4]. La anticipación del default produjo una corrida bancaria en noviembre del 2001[5] que fue contestada por parte del gobierno con el famoso “corralito”. Como consecuencia surgieron fuertes disturbios sociales en todo el país que obligaron al presidente de la Rua y a su gabinete a renunciar.

El corralito y la salida de la convertibilidad marcaron el ambiente económico y social del año 2002. El corralito impactó tanto a la economía formal como a la informal. Mientras la primera sufrió la interrupción de las cadenas de pago, lo que daño el comercio y la producción, el corralito secó la plaza de liquidez para la economía informal generando problemas gravísimas en los niveles más pobres de la población, pues en este sector todas las transacciones se hacen en efectivo.[6] A su vez, la clase media veía sus ahorros amenazados o ya perdidos por la reprogramación de los ahorros en dolares.

La salida abrupta de la convertibilidad tuvo graves impactos sobre la economía. La inflación aumentó enormemente y acumuló 41% en 2002. Los precios de la canasta de productos básicos en Argentina se dispararon un 73% en promedio durante ese mismo año por el efecto de la devaluación del peso.[7] Al mismo tiempo los salarios seguían acortandose y el desempleo alcanzó con un 21,5% en mayo un récord histórico. Más que la mitad de la población trabajaba en el sector informal bajo circunstancias precarias.[8] Como consecuencia de todos esos procesos se produjo un fuerte derrumbe del consumo privado. La gente empezó a comprar sólo lo más necesario. También productos como cerveza, yogur o galletitas que antes eran parte de la vida cotidiana se consumieron mucho menos.[9] Por la perdida del poder adquisitivo el número de personas que vivía por debajo de la linea de pobreza alcanzó el 57,5% del total de la población argentina. En las provincias del norte del país la situación es mucho más grave con un porcentaje aproximadamente del 70%. Con un 24,7% el porcentaje de los indigentes alcanzó extremos hasta entonces desconocidos. La clase media desapareció casi por completo.[10]

 

Trueque – reinventar el mercado

 

En este desastre de la crisis económica el sistema de trueque vivió un crecimiento explosivo y resultó cada vez más importante para millones de argentinos excluidos, desempleados y con necesidades elementales insatisfechas. Creció la cantidad de nodos y de personas involucradas. Este crecimiento inmenso se explica principalmente por la falta de liquidez en la economía regular.

 

 

Fuente: Ovalles, Eduardo, Argentina es el país del mundo en el cual el fenómeno del trueque tiene mayor dimensión social, Centro de Estudios Nueva Mayoría, Buenos Aires 2002

 

Según estimaciones en el año 2002 operaron acerca de 5.000 clubes en todo el país, cuyos miembros en algunos casos superaron los 4.000. En total más que 2,5 millones de personas participaron en el trueque. Considerando que no sólo los prosumidores sino que también sus familias se beneficiaron del trueque, entre 5 y 8 millones de personas, es decir más que la quinta parte de la población, pudieron satisfacer una parte de sus necesidades a traves de los intercambios.

El trueque es una organización de caracter civil con el principio de autoayuda. El sistema pertenece al Tercer Sector, es decir, al  margen de la economia normal y de la politica social estatal.

La moneda propia, el crédito, facilita el intercambio multirecíproco y no simultaneo sin utilizar dinero de curso legal. Todos los productos o servicios se pueden trocar y cada prosumidor está obligado a ofrecer algo en el club de trueque. Entre 1999 y 2002 la oferta fue impresionante y se encontró casi todo, alimentos, cosas usadas o manifacturadas y también servicios como plomería, albañilería o tratamiento médico. De las quintas llegaron frutas y verduras a los nodos urbanos. Comerciantes que tenían que cerrar sus negocios vendieron sus productos en el trueque y así llegó mercadería nueva a los clubes. Trabajadores que no recibieron sus indemnizaciones en plata sino en productos (p.ej. ropa) ofrecían lo que les sobraba. Las transacciones se hacen hasta hoy casi exclusivamente en créditos, solamente las personas que ofrecen servicios pueden cobrar una parte en plata para cubrir los costos para el material necesario. Los clubes tienen horarios fijos, según la conveniencia de cada grupo. Cada semana decenas de personas se reunen y ofrecen sus mercaderías o sus servicios en stands, como en una feria normal. Cada club dispone de uno o varios coordinadores que deben mantener el orden durante la feria.

La filosofía del trueque se basa en la “reinventación del mercado”[11] que funciona de manera paralela a la economía normal no persiguiendo, sin embargo, los valores de ella. No se caracteriza por el lucro y la especulación sino quiere establecer un modelo económico más humano a través de los principios de solidaridad, confianza y reciprocidad. El objetivo consiste en aumentar la calidad de vida de las personas por medio del intercambio de productos, servicios y know-how. Así las capacidades y recursos productivos relegados por la economía normal pueden ser utilizados para satisfacer las necesidades insatisfechas.

El crédito[12] es el eje fundamental del sistema. Se trata de una moneda social y privada. Es considerado social porque no genera interes y por tanto no sirve para la acumulación sino es solamente un medio para facilitar el intercambio. Es privado porque es emitido por personas privadas y no tiene ningún respaldo por parte del estado, es decir, no es un documento y no tiene validez jurídica.

La emisión se efectúa paralelamente al crecimiento gradual de los clubes. A cada integrante nuevo se entregan 50¢ los cuales debe devolver al abandonar el sistema. Es decir el circulante aumenta con el crecimiento del número de integrantes y se achica automaticamente cuando hay menos integrantes.

El los primeros tiempos hasta aproximadamente 1998 los clubs emitieron sus propios vales. Después se empezaron a organizar en redes regionales o nacionales y por tanto dejaron su soberanía de emisión en manos de la Red. Así se formaron la Red Global de Trueque (RGT) y luego la Red de Trueque Solidario (RTS) que fueron a lo largo los experimentos más grandes del país.

 

En la RTS los créditos se emitían por zonas, es decir, hubo una regionalización de la red y cada zona tenía su propio crédito. La zona está constituida por los distintos nodos que están dentro de un límite geográfico convencional. La RGT mientras propició un sólo crédito, llamado “arbolito”, para todo el país cuya emisión quedó en manos de los organizadores en la oficina central en Bernal (Gran Buenos Aires) que por tanto fue el banco central de la Red. Luego se crearon varios experimentos independientes que resultaron bastante exitosos hasta hoy en día, como el denominado “Juego de dar y recibir” en Venado Tuerto (provincia Santa Fe) cuyos bonos se llaman “puntos” y circulan localmente. Según la tradición de las ideas de Silvio Gesell esos bonos que se oxidan, es decir que pierden en valor a lo largo del tiempo y encima tienen una fecha de vencimiento. Cada cuatro meses se cambian los vales por otros con una quita del 5% del valor. El objetivo de esa medida es evitar la acumulación de los bonos y así acelerar la circulación.

 

El trueque vuelve a unir trabajo y consumo

 

¿Por qué tuvo tanto éxito el sistema del trueque? Grandes partes de la población argentina se encuentran excluidas del círculo económico y monetario regular porque no tienen trabajo ni ingresos y por tanto, su acceso al dinero que normalmente es el único medio de intercambio está muy limitado. Como resultado hay necesidades insatisfechas por un lado y por el otro lado están allí las capacidades y el potencial de la mano de obra que por la falta de demanda de trabajo no son aprovechados. Falta un intermedio monetario para volver a unirlos. Ahora, el trueque les facilita a los prosumidores un nuevo medio de intercambio y de esa manera contribuya a la “reunificación” del trabajo y del consumo. El acceso a los bonos es facil, es decir que sus usuarios no sufren de falta de liquidez y recuperan poder adquisitivo en un circulo monetario propio que funciona de manera paralela al regular. Como consecuencia, dentro de esta economía paralela se pueden satisfacer necesidades que en el sistema oficial se quedaron insatisfechas por falta de poder de compras y también el potencial de producción y trabajo antes desaprovechado se vuelve a utilizar de manera productiva para la sociedad. Al fin y al cabo los ingresantes aprovechan económica- y emocionalmente de los intercambios.

 

Vivir del trueque

 

El abastecimiento con productos y servicios de la vida cotidiana fue el motivo principal para participar en el trueque. Los prosumidores adquirieron por ejemplo alimentos, ropa y servicios como peluquería, tratamiento médico, etc. De esa manera los hogares podían bajar sus gastos en pesos considerablemente. Mercedes Gomez, coordinadora del club del trueque “La Estación” en Chacarita cuenta: “Aquí en Chacarita había de todo. Teníamos todo de alimentos, frutas, verduras, carne, qué sé yo. Después había también peluqueros, albañiles, médicos. [...] Yo también compré todo para mi familia, compré las frutas, las verduras, el pan, mucho ya no tenía que comprar afuera. Por semana, te diría, que ahorré casi el 50% de lo que normalmente gastaba.”

La importancia que tenía la participación el el trueque y la posibilidad de abastecerse difería según los distintos estratos sociales. En el caso de los sectores medios que normalmente disponían de ciertos ingresos monetarios y no se encontraban en una situación de extrema necesidad, el uso paralelo del trueque les permitió obtener un mayor rendimiento de sus ingresos, mantener un cierto nivel de vida y no caer en la pobreza profunda. Vivían del trueque y podían reservar sus ingresos monetarios para los bienes y servicios que no se conseguían por créditos, por ejemplo para el pago de las cuentas mensuales de gas, luz, etc. Los sectores populares, sin embargo, se insertaron en el trueque impulsados casi exclusivamente por la urgencia alimentaria. Para ellos el trueque era una estrategia de sobrevivencia sumamente importante, pues se encontraban sin empleo, sin ingresos fijos y les resultaba difícil satisfacer las necesidades alimenticios de sus familias. A diferencia de los sectores medios no participaron en el trueque como mercado paralelo sino casi como la única opción para conseguir algún tipo de ingreso, aunque no sea en dinero sino en bienes y servicios.[13]

A parte del abastecimiento con productos básicos el trueque ofrecía una gran variedad de productos y servicios de segunda importancia que no eran necesarios para sobrevivir. Los participantes pudieron comprar cosas para los cuales normalmente ya no hubiesen podido gastar dinero en el mercado formal y que por tanto eran para ellos productos de “lujo”. Eran esos productos como libros, artesanías, masages reiki etc. No hemos de olvidarnos del positivo efecto emocional que tenían esas posibilidades adicionales de consumo. Con la variedad de productos y servicios se abrió una nueva esfera de consumo a los prosumidores donde pudieron irse de “shopping”. Muchos también pudieron irse de vacaciones dentro del sistema y pagar hasta el 50% del precio en créditos o hacer trueque directo. Varios hoteles de las famosas regiones turísticas de Argentina como Mendoza, Salta y Mar del Plata se habían insertado al trueque. Con los créditos de la RGT también se pudo viajar al extranjero, a Brasil y Uruguay.

También con respecto al tratamiento médico de los participantes el trueque tuvo un papel importante. Ya desde hace como cinco años más del 50% de los argentinos vive sin seguro médico[14] y tiene que pagar a sus médicos por cuenta propia, lo que es casi imposible considerando la enorme falta de ingresos. Hasta 2002 los prosumidores tuvieron acceso rápido y barato a la ayuda médica de varias ramas. Además de médicos clínicos hubo dermatólogos, ginecólogos o también dentistas y psicólogos. Tambíen se encontraban laboratorios, terapeutas y enfermeros. El trabajo se pagaba con créditos, los costos materiales se tenían que cobrar en pesos, por supuesto, pues los materiales tenían que comprarse por plata en el mercado normal. La RGT cooperó sobre todo en Buenos Aires con empresas de medicina prépaga que disponían de clinicas o ambulancias. La cuota para registrarse como miembro de esas empresas se pagaba por parte en créditos y luego, los turnos se pagaban solamente en créditos. Es obvio que el tratamiento médico en el trueque no podía incluir tratamientos o operaciones difíciles que hubieran necesitado mucho material y medicamentos. Esos hubieran sido demasiado caros para los pacientes. Pero con respecto al tratamiento básico de enfermedades cotidianas como resfriados o lesiones etc. el trueque contribuyó considerablemente a la mejora del abastecimiento de sus ingresantes. También con respecto a las posibilidades de terapia, los prosumidores tenían acceso a tratamientos importantes para su salud física y psíquica, hecho que es importante sobre todo en tiempos de crisis y desempleo cuando los efectos sicológicos y sicosomáticos relacionados a esta situación causan enormes problemas.

 

Trabajar en el trueque – desde el individuo hasta la empresa

 

Para poder beneficiarse de las posibilidades de abastecimiento, cada uno tiene que conseguir créditos a través de su propia oferta. En la economía paralela del trueque se pueden utilizar las capacidades y la mano de obra hasta entonces desaprovechadas para trabajos que en la economía regular no serían demandados por la falta de liquidez o también por la falta de competitividad de estos trabajos (no son aceptados por su calidad, productividad). Los  profesionales como médicos o abogados cuyos servicios son bastante caros y por tanto no muy demandados en tiempos de crisis, vuelven a encontrar sus clientes en los clubes de trueque y por tanto pueden seguir trabajando. Como en el trueque los requisitos con respecto a a calidad y productividad de los trabajos son menos que en la economía formal se hace posible la integración de toda  producción casera. Sobre todo mujeres ofrecían comida, pan o mermeladas y aprovechaban de esa manera sus capacidades de producción en casa para aumentar sus ingresos. También microemprendedores de productos como ropa o zapatos que no podían vender a comerciantes del mercado formal porque esos piden calidad y cantidad y requieren la formalización del productor, encuentran en el trueque un mercado para aceder a clientes con poder adquisitivo (en créditos).

Debido a los bajos costos de inversión, el trueque es una plataforma ideal para probar nuevas ideas de producción y formar microemprendimientos sin mayores riesgos. En muchos de los casos, el objetivo de los microemprendimientos es la inserción al mercado formal después de haber pasado por un proceso de aprendizaje dentro del sistema de trueque. El problema más grande que tienen estos emprendimientos es la falta de capital para invertir y por tanto, los escasos medios de producción disponibles que limitan el volumen de producción y causan la falta de competitividad. En el trueque se pueden bajar los costos de producción por ejemplo al reinvertir los ingresos provenientes de las cuotas de socio en la compra de maquinas y material de producción necesarios para los microemprendedores. De esa manera, en la Red de Zona Oeste en Buenos Aires se establecían dos emprendimientos en los cuales 11 personas producían 1.200 prepizzas por día. Así los prosumidores de esa zona empobrecida tenían acceso a un plato caliente por día, cosa que para muchos ya no era natural. La harina necesaria se producía a fazón y así se conseguía más barata. Una parte de la producción también se vendía por pesos en el mercado formal para poder seguir invirtiendo.[15] Por medio de medidas como ésta, microemprendimientos pueden ahorrar capital para inversiones y además ser más competitivos en el mercado formal por sus precios bajos.

En adición, el nodo tiene un papel importante como red de información y cooperación. Los participantes se informan y aconsejan mutuamente. La ampliación de la red de conocidos y amigos contribuye también a conseguir clientes que compran por pesos, cosa que sobre todo es importante para microemprendimientos que perdieron muchos clientes por la crisis. Todos estos aspectos subrayan la importancia del trueque para la reorientación de los participantes en el mercado laboral y para el establecimiento de microemprentimientos que a su vez disponen de una gran capacidad de generación de empleo.

 

Negocios y empresas en el trueque – preservación de puestos de trabajo

 

Con la expansión del trueque se empezaron a integrar negocios y empresas de la economía formal. Eso tenía ventajas tanto para ellos como para el trueque. Para la economía paralela significaba el aumento de la diversidad de productos y la llegada de productos en cantidad, hecho que contribuyó a mejorar el abastecimiento de los prosumidores y que mejoraron la confianza en el sistema. Para las empresas la inserción al trueque posibilitó el mantenimiento del nivel de producción o de venta y por tanto la preservación de los puestos de trabajo involucrados. En el trueque tenían acceso a nuevos clientes con poder adquisitivo (en créditos) y volvían a encontrar a esos clientes que habían perdido por la crisis, cosa que era muy importante sobre todo en lugares pequeños. A parte del aspecto comercial las empresas podían bajar sus costos porque podían cubrir una parte de sus necesidades en el trueque. La salvación de la empresa Lourdes S.A. en San Rafael (aprox. 150.000 habitantes, 40 nodos; provincia Mendoza) se hizo famosa en todo el país. El establecimiento funcionaba desde hacía 40 años dedicado a la elaboración de alimentos: tomates triturados, pickles, dulces. En sus buenos tiempos llegó a ocupar unos cien empleados, pero su situación fue empeorando por la crisis hasta que debió cerrar. Para recuperar la empresa, en un primer paso se tenía que generar dinero regular para cubrir los gastos fijos. La materia prima (tomates, ciruelas) provenía de los productores de la zona. Ellos aceptaron recibir créditos para poder pagar sus cosechadores. Antes, cosechas enteras quedaban sin realizarse por falta de compradores.  Se hizo la cosecha, los trabajadores cosecharon y tenían un tipo de ingresos y la empresa recibía su materia prima. Las ciruelas se daban a un secador que también estaba parado y las ciruelas secadas se vendían en Buenos Aires por pesos. Con este dinero se pudo recuperar la producción de la empresa. En un segundo paso se le otorgó al dueño de Lourdes un crédito sin interés en créditos. Con este crédito pudo hacer reparar sus maquinarias con miembros de los nodos. Con los trabajadores de la fábrica se hizo un acuerdo de que iban a recibir sus salarios en créditos hasta que la empresa se pudiese refinanciar en el mercado formal. Se retomó la producción con 30 trabajadores que recibieron aprox. 500¢ cada uno. De poco a poco, según las ganancias de la empresa, volvieron a recibir una parte en pesos. Una cierta cantidad de productos se vendía en los nodos por créditos, el resto por pesos en el mercado formal. Victor Solmí encargado de este experimento confirmó: “A los cuatro meses le devolvímos la fábrica al dueño y demostramos que habíamos logrado poner en marcha la fábrica casi enteramente con créditos. Pensemos: el empresario estaba fundido, las ciruelas se caían, el secador de ciruelas no tenía producción, los obreros estaban parados – y con eso se puso en marcha todo.”[16]

Este ejemplo demuestra claramente que el uso complementario de una economía paralela con moneda propia puede ser un refugio para negocios y empresas en tiempos de crisis cuando están en peligro de quiebra. En el sistema paralelo pueden recuperar clientes y aprovechar de costos más bajos.

 

El trueque depende de la economía regular

 

A pesar de los grandes éxitos del trueque, el sistema también tiene sus límites.

Las posibilidades de producción dentro del sistema son muy limitadas. Todos los bienes y servicios implican el uso de material y medios de producción provenientes de la economía regular. Así, para la producción de los prosumidores se necesitan maquinaria, herramientas y energía o también alimentos básicos como harina, azúcar o aceite que solamente se pueden conseguir en el mercado formal por plata. Lo mismo ocurre con los servicios cuyas herramientas, por ejemplo las tijeras del peluquero, provienen del sistema oficial. Eso implica que el trueque solamente puede funcionar de manera complementaria a la economía formal y nunca puede lograr ser un modelo alternativo a ella.

También queda evidente que para poder ofrecer algo en el trueque es necesario disponer de un cierto capital mínimo para poder invertir. A la vez sabemos que los prosumidores tenían cada vez menos posibilidades de invertir debido a la crisis. El escaso nivel de inversión de los prosumidores limita las actividades a realizar y por tanto también las necesidades que se pueden satisfacer en el trueque. “Muchos productos y servicios no se pueden conseguir debido a su complejidad y especificidad y requerimientos de producción y distribución. Es eso el caso de los medicamentos, los servicios públicos o los combustibles.”[17] También los alimentos básicos que se tienen que comprar por pesos antes de trocarlos por créditos, son productos escasos en los clubes. Con respecto a la producción dentro del sistema paralelo solamente hay lugar para productos simples que se pueden producir con la tecnología ya disponible de la profesión o del hogar de cada prosumidor. Aquí también está limitada la expansión de la producción debido a la compra del material (p.ej. harina para producir pan) y las escasas capacidades de producción (p.ej. un horno de casa) lo que implica una ”producción escasa, artesanal y de baja productividad”[18]. Sobre todo en el caso de los alimentos ocurre que la demanda supera a lo lejos la oferta. En muchos nodos las personas ya hicieron filas durante varias horas antes del comienzo de la feria para poder conseguir los productos necesitados.

Por el requerimiento de capital mínimo para invertir resulta que las actividades que se pueden realizar en el trueque dependen del nivel de ingresos de los participantes. Considerando el constante empobrecimiento de la población debido al corralito y la inflación en el mercado formal, se produce un empobrecimiento en los productos de los nodos. Justamente la oferta de los alimentos ya escasos se redujo aún más y los precios de estos productos aumentaron mucho. A la vez continuó la entrada masiva de prosumidores de los sectores populares al sistema. Sobre todo los pobres estaban muy afectados por la inflación y por eso solamente podían ofrecer lo que les sobraba: ropa usada y otros poductos de baja calidad. A su vez requerían sobre todo los alimentos escasos. El sistema de trueque que en su origen se basaba sobre todo en la clase media empezó a perder participantes debido a la creciente escasez de alimentos y la disminución de la calidad de la oferta. Entonces, justamente en tiempos de creciente empobrecimiento, los participantes pueden cubrir solamente una pequeña parte de sus necesidades en el mercado paralelo. Este tiende a ser un mercado de cosas usadas en el cual se intercambia lo que la gente ya tiene, es decir tenencias adquiridas en épocas más prosperas. La producción de los ingresantes diminuye y a la vez el intercambio de bienes usados solamente puede seguir mientras la gente dispone de ellos. Por la diminución de las posibilidades de abastecimiento el sistema pierde en estabilidad porque los participantes ya no encuentran productos interesantes para trocar y abandonan el trueque. Así, muchos coordinadores ponen de relieve que “el trueque no es destinado a los sectores más pobres sino solamente a las clases medias porque se necesita capital mínimo para invertir”[19]. Si las posibilidades del trueque ya están muy limitados de por sí debido a su dependencia de los productos, la tecnología y el capital de la economía formal, no puede combatir el rápido y expansivo proceso de empobrecimiento.

 

El elevado riesgo del Crédito

 

Considerando más detalladamente el aspecto de la oferta limitada del trueque, encontramos que ésta está relacionada estrechamente con la aceptación restringida del crédito que se limita a los ingresantes del trueque y a sus productos. Por eso la moneda paralela tiene un riesgo mayor en comparación a la moneda oficial que es recibida por todas las personas. Cuando alguién vende un producto y recibe créditos, tiene que confiar primero en que estos bonos se sigan aceptando entre los participantes, lo que no es obligatorio, y segundo que siga encontrando productos interesantes para poder gastar sus créditos. Considerando que la oferta está limitada con respecto a calidad y cantidad y que varía mucho a lo largo del tiempo, el riesgo de recibir productos o servicios insatisfactorios o también de no encontrar cosas interesantes es alto. Por tanto, se corre el riesgo de no poder gastar los créditos generados. Esto significa que la confianza que se tiene en un sistema paralelo como el trueque tiene que ser más grande que la confianza en el sistema regular. Como consecuencia, los ingresantes siempre van a mostrar una cierta preferencia de la moneda regular.[20] Esto se confirma por ejemplo con el plan social “jefes y jefas de hogar” implementado a principios del año 2002 por el gobierno argentino. El plan garantiza un subsidio mensual de 150$ a los jefes o jefas de hogar sin trabajo. Ese ingreso monetario hizo que muchos se alejaron del trueque. Lógicamente, una recuperación económica con menos desempleo y el aumento de ingresos monetarios significaría que la gente abandonaría el trueque que al fin y al cabo se derrumbaría por completo.

La confianza en la moneda social también depende de que su emisión se efectue de manera correcta y transparente. Aquí ocurrieron varios problemas sobre todo con el crédito nacional de la RGT, lo que resultó en una fuerte sobreemisión combinada con una masiva falsificación de los créditos. A lo largo del año 2002 ese crédito sufrió una hiperinflación de un 500% que retrospectivamente es considerada la causa principal del derrumbe del trueque. Si la central encargada de la emisión no está sumergida a un cierto control, puede aprovecharse de su soberanía monetaria y abusar de la confianza de los prosumidores. Primero, el poder incentiva a emitir créditos para el propio uso y segundo, se tiende a maximizar la cantidad de miembros que tienen que pagar por su registración. Así la central puede procurar aumentar sus ingresos en pesos sin verificar los datos entregados por los coordinadores (de hecho, muchos coordinadores inventaron miembros nuevos para recibir ellos los 50¢) o controlar que los prosumidores no se registren en varios nodos. De esa manera, muchos ingresantes y coordinadores recibieron varias veces los 50¢.

 

La confianza depende de la magnitud del trueque.

 

Si bien se puede garantizar la emisión correcta a través de estructuras democráticas adecuadas incluyendo mecanismos de control, ¿cómo se puede garantizar la confianza de los prosumidores en las capacidades de producción, la responsabilidad y la voluntad de producir? La ampliación del ámbito de confianza a una enorme cantidad de personas y nodos es un factor determinante para el funcionamiento adecuado de cada club y con eso de la red entera. Concentremónos en un nodo. Dentro de cada club de trueque hay dos fuerzas opuestas. La importancia de la confianza mutua dentro del club es una fuerza que hace necesario la limitación de los ingresantes a un numero pequeño con el cual se puede garantizar el control social. Por el otro lado, sin embargo, el nodo necesita una cantidad relativamente alta de ingresantes para disponer de una variedad de productos interesantes y así facilitar la circulación. El balanze de esas dos fuerzas es sumamente importante para la estabilidad del nodo. Si el club es demasiado pequeño, se encuentra en una situación clásica de dilema: nadie estará dispuesto a brindar algo útil y producir si se da cuenta de que los otros lo hacen y no lo van a hacer tampoco. De esa manera, el prosumidor perderá constantemente su interés en la oferta del club y se va a retirar del sistema contribuyendo así a la diminución de la variedad de productos.

Por el otro lado, los mega-clubes de cientos o miles de participantes son descritos como caóticos y especulativos. Ahí encontramos la importancia del capital social dentro del nodo, es decir, la interacción, la responsabilidad, solidaridad y el control social dentro del grupo. Este capital social, sin embargo, se pierde cada vez más con la expansión del grupo y el aumento del anonimato. Solamente por la responsabilidad y solidaridad se dan la voluntad de producir, la calidad de los productos y la estabilidad de precios. Cada individuo tiene interés en que todo los participantes cumplan las reglas del juego. Pero estas reglas solamente se cumplen en grupos pequeños. La consecuencia de una grande expansión del grupo es un aumento del abuso del sistema como se pudo observar en el fenómeno masivo del trueque en los años 2001 y 2002. Nodos con más de 4.000 personas prudujeron naturalmente especulación, inflación y pérdida de calidad y de producción. El incentivo de ofrecer cosas usadas de baja calidad para trocarlos por productos de primera necesidad como alimentos, era grande. La consecuencia es la constante pérdida de confianza, el abandono del sistema produciendo su derrumbe.

La comunicación intensiva dentro de un grupo pequeño tiene varias ventajas a parte de asegurar el control social. Por ejemplo, tiene un efecto positivo sobre la formación de los precios que se efectua de manera más apropiada. Precios que le parecen demasiado altos al grupo, pueden ser corregidos por la propia decisión del grupo. Lo interesante es que el grupo puede decidir orientar los precios en un cierto producto para poder manejar mejor las relaciones de los precios. En uno de los nodos observados, por ejemplo un ingresante ofreció detergente a un precio razonable. Entonces, se propuso que los precios de los otros productos se orientasen en este “patron detergente”. Cuantas botellas de detergente vale entonces un pulover tejido? Sigue siendo una pregunta difícil, pero la comparación con un producto fijo lo hace un poco más fácil para los prosumidores.

Con respecto a los productos escasos como alimentos básicos (harina, azúcar, yerba mate, etc.) el grupo incluso puede decidir otro método de “venta” para evitar precios demasiado elevados. Se puede efectuar la distribución según la necesidad de los prosumidores o a través de rifas.

Considerando todas las posibilidades y límites del trueque, queda claro que en tiempos de crisis económica el sistema tiene problemas que parecen insolucionables y que impiden que la economía paralela pueda compensar a largo plazo las dificultades económicas de la población de manera duradera y completa. Con respecto a la cantidad de ingresantes el sistema no está dispuesto a la entrada masiva de personas sin que se produjeran comportamientos desestabilizadores de abuso. Además, no puede impedir el empobrecimiento continuo de los participantes sufriendo el mismo un empobrecimiento de sus productos. La dependencia de capital monetario de la economía regular en combinación con la aceptación limitada del crédito permite solamente la inversión y producción a pequeña escala así que el trueque no supera el nivel de una economía de subsistencia y nunca logra ser una alternativa a la participación en la economía regular.

Pero eso tampoco es su objetivo principal. Lo que realmente quiere el trueque es ser una plataforma para la población afectada gravemente por la crisis, una plataforma en la cual los ingresantes pueden satisfacer sus necesidades acuciantes y aliviar su situación a través del intercambio recíproco. Si bien el sistema sufrió una caída enorme en el 2002, no se deben olvidar sus logros. Al fin y al cabo sobre todo la clase media pudo (sobre)vivir gracias a las posibilidades de trabajo y de abastecimiento del trueque. Pudo de esa manera dedicar la plata ahorrada a los gastos necesarios en la economía formal. Es cierto que la economía paralela no puede crear las condiciones adecuadas para brindarles a los prosumidores una salida de la pobreza. Pero sí puede ser un elemento importante de la gran variedad de estrategias de sobrevivencia aplicadas por la gente para asegurar su subsistencia en el sector informal. La experiencia del trueque muestra claramente que el establecimiento de mercados con monedas propias logra volver a utilizar las capacidades y conocimietos desaprovechados para satisfacer necesidades tanto para crear nuevos lazos sociales. Por tanto, es un complemento útil para la economía regular.

 

Barbara Rossmeissl

 



[1] Instituto Nacional de Estadística y Censo (INDEC), Evolución de la pobreza y la desocupación en el GBA desde 1988 en adelante, www.indec.mecon.gov.ar/nuevaweb/cuadros/74/grafpobreza2.xls, 15. 06. 2003. el concepto de "línea de indigencia" determina si un hogar cuenta o no con ingresos suficientes para cubrir una canasta básica de alimentos (CBA). La "línea de pobreza" incorpora además otros bienes y servicios no alimentarios: vestimenta, transporte, educación, salud, etc, que conforman una canasta básica total (CBT).

[2] Marcelo R. Lascano, „La década de los noventa: presupuestos intelectuales dominantes y resultados”, en: Lascano, Marcelo R. (ed.), La Economía Argentina hoy, El Ateneo, Buenos Aires 2001, p. 24

[3] Inés González Bombal, „Sociabilidad en clases medias en descenso: experiencias en el trueque“ en: Hintze, Susana (ed.), Trueque y Economía Solidaria, Universidad Nacional de General Sarmiento, San Miguel, Buenos Aires 2003, p. 280

[4] Ministerio de Economía, Informe Económico Año 2002, año 11, Nr.44, Buenos Aires 2003, p. 17

[5] Banco Central de la República Argentina: Boletín monetario y financiero – cuarto trimestre de 2001, Buenos Aires, 2002, p. 18

[6] Federico Sturzenegger, La economía de los argentinos, Planeta, Buenos Aires 2003, p. 42

[7] INDEC, Indice de precios al consumidor Noviembre 2002, Información de Prensa 04. 12. 2002: www.indec.mecon.gov.ar/nuevaweb/cuadros/10/ipc_12_02.pdf, 15. 06. 2003, p. 6

[8] Ministerio de Trabajo, El Trabajo decente en la Argentina, Buenos Aires 2002, p. 7

[9] Alfredo Sainz, „El aumento de los precios, la caída del empleo y los ingresos llevaron al 80% de las familias a comprar sólo lo indispensable”, in: La Nación, 01. 12. 2002, Sección Economía, p. 1

[10] INDEC, Evolución de la pobreza y la desocupación en el GBA desde 1988 en adelante

[11] Heloisa Primavera, u.a., Reinventando el Mercado, Buenos Aires 1998: http://www.trueque-marysierras.org.ar/BLHP10.zip, 13. 04. 2002 

[12] Crédito es el nombre más común. A parte hay el Ecovale, Punto, Talento, etc.

[13] Fabiana Leoni, Ilusión para muchos, alternativa para pocos – la práctica del trueque en los sectores populares, Diplomarbeit im Fach Sozialpolitik an der Universidad Nacional General Sarmiento, San Miguel, Buenos Aires 2002 (unveröffentlichtes Dokument) p. 28

[14] Datos de la Superintendencia de Servicios de Salud publicados en: Candelaria de la Sota, „Un negocio que crece: salud para los que no tienen obra social“, in: Clarín, 23. 06. 2003

[15] entrevista con Fernando Sampayo, coordinador del Trueque Zona Oeste, 07.07.2003

[16] entrevista con Victor Solmí, gerente de  Trueque-Pymes de la RGT, 16. 06. 2003

[17] Jorge Marchini, „Economía de trueque“ en Clarín, Suplemento Económico, 05.05.2002, p.3.

[18] Lescaro, Patricia / Altschuler Bárbara, Políticas sociales y desarrollo local. Dos experimencias diversas: Club del trueque y Unión de Trabajadores Desocupados (UTD) de Mosconi, Centro de Investigación de la Universidad Nacional de Cuyo, Buenos Aires 2002, p. 17

[19] Entrevista con Estela Maris, coordinadora del nodo Merlo Norte, Gran Buenos Aires, el 02.07.2003

[20] Offe, Claus / Heinze, Rolf G., Organisierte Eigenarbeit, Frankfurt 1990, p. 271.

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