TEXTOS SELECTOS

CURSO DE ECONOMÍA SOCIAL

 

R. P. Ch. Antoine

 


 

 

 

ARTÍCULO IV: EL PARTIDO COLECTIVISTA

El colectivismo en Francia.

El partido socialista ha nacido de los restos de la Internacional. Su fin declarado es la expropiación política y económica de la burguesía capitalista. En 1882, en el congreso obrero de Saint-Etienne, el partido se dividió en dos ramas: los marxistas y los posibilistas. Los primeros son los radicales, los segundos los oportunistas del colectivismo. Estos quieren llegar al fin común por medios legales y pacíficos; aquéllos apelan a los procedimientos más expeditivos de la fuerza. Todos, aunque discutan la dosis y el momento de encender el explosivo, esperan el éxito final de la revolución social.

Entre los marxistas se encuentra Julio Guesde, Pablo Lafargue, yerno de Carlos Marx e inventor del derecho a la pereza, el concejal Vaillant, Chauvin Prevost, Dereure, Carette, etc. Las reivindicaciones marxistas, se hallan formuladas en el programa de Guesde que se resume a continuación:

1.° La colectividad se apoderará de todos los medios de producción. Las manufacturas y fábricas se hacen propiedad de todos. Los capitalistas desaparecen, arrastrando en su ruina al ejército de rentistas, de intermediarios, de corredores, curiales, etc.

2.° Se suprimen la concurrencia y la sobreproducción. Ningún esfuerzo es perdido; la estadística indicará con precisión lo que hay que producir para el consumo de la colectividad.

3.° El obrero en un principio no trabajará más que tres horas al día; el indefinido desarrollo de la machinery reducirá este tiempo a una hora.

4.° No se suprime la propiedad individual; se halla únicamente limitada a lo estrictamente personal.

Si los capitalistas consienten en la expropiación de los instrumentos de producción, el colectivismo les indemnizará, pero de manera que no se perpetúe el sistema existente inscribiendo las rentas en el Gran Libro. El precio de la expropiación consistiría en bonos de consumo o en dinero que no pueda producir interés.

Los posibilistas no declaran la guerra al Estado, no piden la refundición inmediata de los males sociales; pero persiguen las reformas posibles, de las que la más urgente a sus ojos es la adquisición por el Estado de las grandes empresas industriales y comerciales, ferrocarriles, minas, bancos, comercio de trigo, fabricación del gas, del azúcar y del alcohol. Brousse, concejal; Allemane, obrero tipógrafo; Chabert, Lavy y Dumay, figuran entre los posibilistas.

Benito Malon, aporta a la doctrinas socialistas y al grupo de los posibilistas la nota poética con matiz de panteísmo humanitario y de sentimentalismo budhista. Ha fundado la Revue socialiste (dirigida después por Jorge Renard (1) y actualmente por el diputado M. Rouannet). Su obra principal es el Socialisme integral que define en éstos términos: «Entendemos por socialismo integral el socialismo considerado bajo todos sus aspectos, en todos sus elementos de formación, con todas sus posibles manifestaciones. Así comprendido, el socialismo es la fuerza sintética de todas las actividades progresivas de la humanidad presente (2).» He aquí, en sus rasgos generales, el programa de Benito Malon: 1.°, abolir gradualmente las deudas de la nación y de los municipios; 2.°, transformar el interés perpetuo en prima de amortización: 3.°, retener una parte de las grandes sucesiones a fin de organizar un dominio nacional, un crédito nacional; 4.°, suprimir el régimen del salariado y llegar por grados a la nacionalización de la riqueza pública.

Tales son las dos grandes divisiones del partido socialista francés, que comprende las cuatro denominaciones siguientes: 1.0, partido de la Alianza socialista republicana (blanquistas); 2.°, partido obrero francés (marxistas); 3.°, partido obrero socialista revolucionario francés (posibilistas); 4.°, socialistas independientes. Los posibilistas son brusistas o allemanistas, según que reconozcan corno jefe a Brousse o a Allemane. Hasta las elecciones de 1893 el grupo de los independientes se encontraba formado por una escasa minoría. Pero estas elecciones, al enviar al Palacio Borbón unos cincuenta diputados socialistas de los que más de las dos terceras partes eran independientes—especialmente M. M. Roauanet, Millerand, Jaurés, Viviani, Sembat, Mirman—hicieron de esta agrupación una de las más poderosas del partido socialista (3).

Los posibilistas son más numerosos en París, los marxistas en provincias. Las divisiones del partido socialista se ponen de manifiesto cuando se trata de restaurar el edificio social o de crear la sociedad nueva y se desvanecen ante la gran obra de la destrucción social. Posibilistas y marxistas, anarquistas y socialistas marcharán como un solo ejército al asalto de la sociedad cuando suene la hora de la revolución social que preparan (4).

La democracia social en Alemania.--Pasemos más allá del Rhin y veremos a Rodbertus (Jagetzow) y Mario poner los primeros fundamentos del socialismo científico. A estos fundamentos, Carlos Marx añade las nociones del valor, del capital y del salario, y con el libro, que ha llegado a ser célebre, El Capital, escribió el nuevo evangelio del colectivismo. El socialismo tiene en Carlos Marx su doctor, y en Fernando Lassalle su apóstol abnegado y entusiasta. Lo que distingue a Marx, de Lassalle, es que el primero propaga la revolución universal y la destrucción del orden social existente, mientras que el segundo quiere resolver pacíficamente la cuestión social, por la creación de las sociedades cooperativas y de corporaciones de obreros subvencionadas por el Estado. Lassalle ha sido el primer inspirador de Bismarck en las reformas sociales, habiéndole metido en la vía del socialismo de Estado.

Federico Engels, uno de los primeros colaboradores de Carlos Marx, ha dado en su última obra Die Entwickelung des Sozialismus, la teoría completa del colectivismo científico. El Dr. Alberto Scháffle, antiguo ministro de Austria, ha resumido las teorías colectivistas en un volumen que ha recibido la aprobación de los jefes del partido. «Lo que ante todo quiere el colectivismo, dice el autor (5), es la supresión de los medios privados de producción y su transformación en una propiedad común de la sociedad, en la que los órganos colectivos de una parte, coordinarían todas las fuerzas del trabajo para fundirlas en la organización del trabajo colectivo y, de otra parte, distribuirían todos los productos de esta cooperación social a prorrata del trabajo de cada uno. Este modo de producción colectivista, suprimiría la actual concurrencia colocando las partes de la producción de las riquezas que pueden ejecutarse colectiva, social, cooperativamente bajo la dirección de las organizaciones profesionales (Leruf sanstattliche) y efectuando, bajo esta misma dirección, la distribución de los productos comunes (sociales) de todos entre todos, en razón del valor de uso social de trabajo de cada uno. En el estado socialista, por consiguiente, continúa Schäffle, ya no habría propiedad privada en cuanto a los medios de producción y, por lo tanto, nada de empresas privadas ni de concurrencia entre los empresarios privados... Los trabajadores estarían, por decirlo así, a sueldo de la colectividad, que distribuiría a cada cual una parte del producto colectivo social en razón de su participación en el trabajo colectivo. La suma de necesidades relativamente a cada género de productos debería fijarse por una información oficial y continua de los administradores de despacho, y de comités directivos de la producción, y la industria social se arreglaría teniendo en cuenta estas determinaciones. El déficit o excedente ocasional de los productos realizados para hacer frente a las necesidades de cada periodo previsto por el plan de explotación, sería periódicamente compensado por una cantidad en reserva en los almacenes públicos, que reemplazarían a los almacenes particulares (6).

Organización del socialismo alemán.--La organización del socialismo alemán es completa y sólida. Nada falta en ella; comités y subcomités, periódicos, revistas, libros, almanaques, abonados y lectores por millares, escritores y oradores de todo género.

Los escritores están formados en reuniones de estudios sociales; los oradores preparados con cuidado en secciones de elocuencia socialista. A la cabeza de este ejército están colocados jefes de alto valor: Bebel, Liebknecht, de Vollmar, Grillenberger, Sínger, etc. No carecen del nervio de la guerra, porque las cuotas de los adeptos se conservan en la caja central con maravillosa exactitud. Cada elección legislativa ve aumentar el número de votos concedidos al partido socialista.

El programa de los Socialdemokraten se ha elaborado en 1875 en el congreso de Gotha y se ha reemplazado en 1891 en el congreso de Erfurt (7).

En 1875, los socialistas alemanes formaban dos partidos: el de la Asociación general de los trabajadores, fundada por Lassalle, y el de la Asociación democrática de los trabajadores bajo la protección de Carlos Marx, fundada por Bebel y Liebknecht. Ahora bien, habiéndose hecho éstos oportunistas, era inminente una escisión que se declaró en el congreso de Erfurt. El partido de los jóvenes, dirigido por Werner, recogió el antiguo programa de Bebel: Guerra al Estado. De Wolimar, apoyado especialmente en la Alemania del Sur, sostiene el posibilismo lasaliano. Bebel y Liebknecht, los dos viejos jefes, permanecen neutrales entre los dos cuerpos de ejército.

El anarquismo (8).-Al lado del colectivimismo se ha constituido un partido de revolucionarios y de terroristas, el anarquismo, fundado por el ruso Bakounine, organizado y preparado por el príncipe Kropotkine, el alemán Most y el francés Eliseo Reclús.

La anarquía hace dos caras: una tierna y otra cruel; es idilio o drama según que mire a la sociedad del porvenir o a la presente. «Nada de fórmulas ambiguas, escribe Kropotkine, como el derecho al trabajo o a cada uno el producto íntegro de su trabajo; lo que proclamamos es el derecho al bienestar para todos (9). Así que no hay duda; el bienestar para todos, el bienestar gratuito, la igualdad perfecta, el reino de la pura razón y de la libertad; tal es el orden social soñado por el príncipe ruso. Para establecer la igualdad habrá que destruir la propiedad individual, expropiar a los capitalistas, quemar los títulos de renta y las hipotecas, abolir la autoridad, reemplazar, en fin, la sociedad actual por una federación de grupos libremente constituidos y regidos por contratos (10). No le pidáis una descripción más completa del futuro organismo social; los doctores de la anarquía os responderán que, bajo el impulso de la libertad y de la mera razón, los hombres se organizarán espontáneamente como mejor convenga a sus intereses. Pero insistís, ¿cómo se han de producir los diversos objetos necesarios para el bienestar gratuito si nadie está obligado a trabajar? Esta dificultad no embaraza a Kropotkine, porque se sabrá hacer tan agradable el trabajo que llegará a ser el pasatiempo más delicioso. «La mina del porvenir estará bien aireada, con una temperatura tan perfectamente regulada como la de un cuarto de estudio; sin caballos condenados a morir bajo tierra, verificándose la tracción por un cable auto-motor puesto en movimiento a la boca del pozo; los ventiladores siempre estarán marchando y nunca habrá explosión (11).» Y el utopista continúa en numerosas paginas este interesante idilio del trabajo.

Sin embargo, surge un obstáculo. ¿Se dejarán expropiar de buena gana el gobierno, el propietario y el burgués? Aquí comienza el drama. Ya no basta la propaganda por la idea y se le agregará la propaganda por el hecho. «Para llegar al fin perseguido, declara el Congreso de anarquistas, al anonadamiento de los soberanos, de los ministros, de la nobleza, del clero, de los grandes capitalistas y de otros explotadores, es legítimo cualquier medio. Es, pues, procedente prestar una atención especial al estudio de la química y a la preparación de materias explosivas, una vez que ésta es el arma más poderosa (12).» Las ventajas de esta forma de propaganda son expuestas por el príncipe ruso en las siguientes palabras: «Por los hechos que se imponen a la atención general, la nueva idea se infiltra en los cerebros y conquista prosélitos. Tal acto hace en algunos días más propaganda, que millares de volúmenes. Sobre todo despierta el espíritu de rebeldía y hace que germine la audacia (13).

Después de esto se adivina sin esfuerzo cuál debe ser la moral de la anarquía. Para dar de ella una idea, he aquí un extracto del Catecismo de la anarquía, compuesto por Bakounine:

«I. El revolucionario es de un carácter sagrado. No tiene nada que le sea personal, ni un interés, ni un sentimiento, ni una propiedad, ni siquiera un nombre. Todo en él es absorbido por un objeto único, por un pensamiento, por una pasión única: la Revolución.

»II.—Ha roto absolutamente en lo más profundo de su ser con todo el orden civil presente, con todo el mundo civilizado.

»IIL---No conoce bien, más que una sola ciencia: la destrucción; no estudia más que con el objeto de destruir.

«IV.—El revolucionario desprecia la opinión pública; siente el mismo odio por la moral presente. Para él es legítimo todo lo que favorezca el triunfo de la revolución, y criminal todo lo que para ella constituya una traba (14)

Después de esto, ¿se sorprenderá nadie que los anarquistas declaren a los jueces que el robo no es más que una restitución, el asesinato una supresión necesaria y la bomba de dinamita una señal de alarma?

Según lo que precede, es fácil ver lo que distingue el socialismo anarquista del socialismo colectivista. Para éste, el Estado o la nación socializada, es el único propietario que absorbe casi todo. Para aquél, por el contrario, el Estado es el mal que debe suprimirse. Tanto el colectivismo como el anarquismo, hacen la guerra a la sociedad; pero sus métodos y sus armas son diferentes (15). El colectivismo quiere conquistar, con la ayuda del proletariado, una mayoría contra la organización de la sociedad actual. Para el anarquismo este método es demasiado lento, y llama en su ayuda, en la lucha contra la sociedad, al petróleo, la dinamita, el puñal y la bomba.


(1) Véase el programa colectivista de C. Renard en el número del 15 de Mayo de 1894, p. 513 y sig.

(2) Le Socialisme integral, p. 13.

(3) De Wyzewa, le Mouvement socialiste en Europe. - De Selhac, le Monde socialista.

(4) Jorge Renard, Notre Programme (Revue socialiste, 15 de Mayo de 1894, p. 517.)

(5) A. Schäffle ha refutado el socialismo democrático en un volumen titulado Aussiachtslosigkeit der socialdemocratie.—Die Bekämpfung der Socialdemokratie ohne Ausnahmegesetz (1890). El P. Lehmkuhl refuta de un modo excelente el sofisma de Schäffle, que consiste en confundir la intervención directa con la intervención indirecta del Estado en el orden económico. (Die sociale Frage und die Staatliche Gewalt, p. 57 y sig.)

(6) Quinta esencia del socialismo.

(7) Winterer, op. cit., p. 112 y sig.; 130 y sig.

(8) L'Anarchie, sa philosophie, por Kropotkine.— Œuvres de Bakounine La Evolución y la Revolución, etc., por E. Reclús. L'Individu el la Societé, por J. Grave.

(9) La Conquista del Pan.

(10) Kropotkine Paroles d'un révolté, págs. 241 y 242.

(11) La Conquista del Pan. Juan Grave, la Sociedad futura.

(12) Resoluciones adoptadas por el Congreso de la Asociación internacional de los anarquistas celebrado en Londres del 14 al 19 de Julio de 1881.

(13) Parole d'un revolté, págs. 284 y 287.

(14) El catechisme revolutionnaire estaba escrito en cifras; el Ministerio público dió lectura de él el 8 de Julio de 1871 en el proceso Netbaief. --R. Meyer, Der Emancipationskamf des vierten Standes, p. 360 y sg.

(15) He aquí la confesión de uno de los apóstoles del colectivismo: «La fuerza es el medio de proceder a la renovación económica de la sociedad».---G. Deville, Aperçu sur le socialisme scientifique, p. 56.-H Aimel, la Révolution de demain (Revue Socialiste, 1872, 1893).


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