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La Nueva Fase de Desarrollo Económico y Social del Capitalismo Mundial

José de Jesús Rodríguez Vargas


IV EVIDENCIA EMPÍRICA DEL NUEVO KONDRATIEV

 

 
TURNING POINT Y NUEVO KONDRÁTIEV

IV.1.6.1 MÉTODO

¿Por qué adoptar 1995-96, como punto de inflexión de largas tendencias? En el trabajo planteo que Estados Unidos finalizó la onda descendente en 1995, e inició su onda ascendente en 1996; sin duda, es imposible determinar fechas precisas en el cambio de dirección, por ello, se acostumbra a definir “puntos críticos” entre dos fechas. Kondrátiev advirtió que los momentos de cambios de tendencia oscilaban entre cinco y siete años, él cautelosamente fijó un intervalo que comprendía el fin y el principio de las ondas.
Existe coincidencia en el periodo de cambio de la onda que finalizó entre 1966-73; entre autores como Mandel, Maddison, Freeman-Louca, Wallerstein, Dos Santos, Fernández García. El primero de ellos, en sus trabajos tempranos sobre el tema, establece 1966-1967, y en el último análisis fija 1973, al igual que los dos siguientes autores. El cuarto de los estudiosos, precisa el periodo 1967-1973; el quinto, el de 1966-1973, y el último de ellos determina el periodo de cambio en 1968; otros prefieren señalar fines de la década de los sesenta o principio de la década de los setenta.
¿Por qué sucedió un cambio de tendencia en la economía mundial o de los países desarrollados en los periodos señalados? Mandel señala que fue debido al agotamiento de la revolución tecnológica de la posguerra, además de prever y constatar la onda descendente con base a la disminución cuantitativa de indicadores de tipo productivo y comercial; Wallerstein elige 1967-1973 por estar “delimitadas por dos choques económicos de gran envergadura -los primeros problemas serios de la moneda de Estados Unidos y la crisis petrolera de la OPEP- y por una serie de acontecimientos políticos: la revolución mundial de 1968-70, la Ofensiva Tet (en Vietnam), la proclamación de la distensión entre Estados Unidos y la URSS, la reanudación de relaciones más normales entre Estados Unidos y China, y el debilitamiento de las presencia imperial de EU con Watergate” .
Angus Maddison percibe los cambios de las fases de desarrollo -para él no son ondas, ni ciclos, ni etapas- producidos por “sacudidas del sistema” (system shock); en el caso de la fase que se abrió en 1973, la situó a partir de la recesión de 1974-1975, que afectó a los 16 países de la OCDE que utiliza para su análisis. La recesión generalizada fue “el heraldo más espectacular del cambio”, porque las causas más profundas que determinan una fase diferente, son para Maddison el comportamiento de los precios, de la producción, del sistema monetario internacional, la política económica a nivel de la demanda y en relación a la prioridad empleo-inflación, los cambios de expectativas del mercado laboral y los cambios en el equilibrio internacional del poder económico .
Otros investigadores presencian un cambio de tendencia, a partir del agotamiento y principio de una revolución industrial en 1969-1971, como lo plantean Robert U. Ayres y Joseph Finkelstein, o la posición de Carlota Pérez que ve el cambio de tendencia con el surgimiento del microprocesador en 1971, considerado el big bang de la actual revolución tecnológica, además el principio de una Gran Oleada de Desarrollo (Ver III.1.1.1).
Regresando a Maddison, confirmó en 1977 el quiebre de la “fase dorada” de 1950-1973 a la “fase de los objetivos borrosos” -como le llamó inicialmente a la que después sería la etapa “neoliberal”- que empezó en 1973; se aventuró a considerarla como una cuarta fase en el desarrollo del capitalismo -las otras dos son 1870-1913 y 1915-1950- asumiendo el riesgo de “reaccionar con exceso ante una recesión y suponer que una nueva fase ha comenzado cuando en realidad nos enfrentamos a un disturbio temporal”; aunque no fue el primero en diagnosticar el surgimiento de una nueva fase (u onda de acuerdo a otros), aportó suficientes elementos cuantitativos para confirmar su existencia.
Maddison utilizó datos de la tasa de crecimiento promedio anual del PIB, del PIB per cápita, del desempleo, de precios al consumidor, de acervo de capital, de la productividad, del comercio exterior, entre otros indicadores, para 16 países de alto ingreso de la OCDE. La comparación de indicadores entre periodos delimitados dedujo la existencia de fases; todos éstos, con excepción de los precios y el desempleo, eran menores en la fase que se inauguraba, con base a datos del periodo 1973-1979.
Un segundo criterio que utilizó Maddison para definir las distintas fases del capitalismo son las “características sistémicas”; la siguiente comparación de las dos últimas fases muestra su significado:
a. La primera, es la posición de la política gubernamental con respecto al desempleo y a la estabilidad de precios: en la “edad de oro”, se dio prioridad a la ocupación plena, mientras que en la “fase de los objetivos borrosos”, fue menor la preocupación por el pleno empleo y mayor por la estabilidad de precios;
b. la segunda característica sistémica, es la naturaleza del sistema internacional de pagos: en la primera fase (en realidad es la tercera, ya que, las dos primeras no son de mi interés recuperar) es un tipo de cambio fijo, en la siguiente, la adopción del sistema de cambio flotante;
c. la tercera, corresponde al mercado de trabajo: con sindicatos fuertes, ninguna flexibilidad a la baja de los salarios y un clima social tranquilo en la fase dorada, en tanto que en los primeros años de la fase “borrosa”, aún los sindicatos son fuertes y existe una tendencia al alza en expectativas de salarios y precios;
d. la cuarta característica sistémica, es el grado de libertad del comercio internacional: en el primer periodo se observa un cambio notable hacia la liberalización y uniones aduaneras, en el siguiente, se sigue manteniendo el libre comercio;
e. la última característica sistémica, es el grado de libertad de los movimientos de factores internacionales: en la primera fase es de liberalización gradual y sustancial de los movimientos de la fuerza de trabajo y de capital, en la siguiente fase, se restringe el movimiento de la fuerza de trabajo y se mantiene la liberalización del capital.

IV.1.6.2 1996-2004

Los autores anteriores ven el cambio de onda o de fase, ya sea, para un conjunto de países desarrollados o para la economía mundial, y no precisamente para un solo país, sin embargo, todos parten de la situación de la economía estadounidense.
Retomando la metodología de Mandel y Maddison, he recurrido a -y procesado- estadísticas oficiales para constatar la existencia de una nueva fase de crecimiento económico y de productividad en Estados Unidos.
La fase llamada neoliberal, caracterizada a nivel cuantitativo por una desaceleración en el crecimiento y en la productividad, por aumento del desempleo y por explosión inflacionaria en Estados Unidos, en el mundo desarrollado y en la economía mundial, dejo de existir en la segunda mitad de los noventa en la nación estadounidense, e incluso hay señales de superación de dicha fase desde principios de la década, cuando menos en el problema inflacionario.
Los otros dos principales problemas de Estados Unidos, el bajo ritmo del producto y la alta tasa del desempleo no fueron superados sino hasta la segunda mitad de los noventa. Fue en éste último periodo, que mejoraron los indicadores del producto, de precios, de empleo, de productividad y de presupuesto público, como se observa en el cuadro siguiente. Son indicadores que ilustran lo que se llama Nueva Economía.


Los resultados para la economía estadounidense en los noventa deben ser ubicados, a partir de las modificaciones sustanciales que principiaron desde los setenta y se profundizaron en los ochenta, durante la administración Reagan-Bush: flexibilización del mercado de trabajo, desreglamentación, desindustrialización, apoyo a la economía de servicios, liberalización de telecomunicaciones, aerolíneas, transportes, ferrocarriles, saneamiento y fortalecimiento del sistema financiero, políticas económicas sanas, lucha antiinflacionaria, estímulo a la inversión privada, creación de un ambiente más competitivo, cambios en la administración de negocios y en la organización del trabajo. Ver II.3.
En otras palabras, la Nueva Economía no apareció, el primero de enero de 1996, de la nada sino es el producto de un conjunto de reformas estructurales y de cambios sustanciales en la política económica, sumado al despliegue de la revolución de la ICT; finalmente, en la segunda mitad de los noventa, maduraban las inversiones de las nuevas tecnologías de la era de la información y la comunicación, que se reflejaban en las estadísticas oficiales y en la realidad.
Un estudio reciente arroja -con nuevos y recientes datos- conclusiones más firmes sobre la ICT y el crecimiento económico de países de la OCDE y ratifica a Estados Unidos como el principal país productor y usuario de dicho componente, y consecuentemente, quien ha tenido mayor impacto en la productividad y en la producción total. Una conclusión tajante es que parte de la aceleración de la productividad del trabajo en la segunda mitad de los noventa no fue coyuntural, como lo señala el escéptico Gordon, sino realmente estructural, como lo argumentaban los simpatizantes de la Nueva Economía; conclusión que sacan debido a que aún en la slowdown del 2001 y la débil recuperación del 2002, la productividad continuó siendo fuerte. En el cuadro anterior, con cifras hasta 2002, se advierte que la productividad en el periodo 1996-2002 fue más alta que en 1996-2000.
El referido estudio, elaborado por un equipo de especialistas de 13 países, a petición de los ministros de la OCDE, muestra que el impacto del ICT es marcadamente diferente entre los países de la OCDE, destacándose -además de Estados Unidos- Canadá, Nueva Zelanda, Australia, los países nórdicos y Holanda, por tener las tasas más altas de difusión de ICT.
Otras conclusiones son: 1) por la contribución del sector manufacturero de ICT en el Multifactor Productivo (MFP), se destacan Finlandia, Irlanda, Japón, Corea, Suecia y Estados Unidos; 2) la inversión de ICT explica el 0.3 y 0.8 puntos porcentuales del crecimiento del producto per cápita en 1995-2001: países como Irlanda, Australia, Holanda, Canadá y Estados Unidos estuvieron entre el 0.6 y 0.83 en un orden ascendente; mientras en Dinamarca, Reino Unido, Suecia y Japón se ubicaron de alrededor de 0.55; 3) los sectores productores de ICT de Finlandia, Irlanda y Corea contribuyeron con casi un punto porcentual al crecimiento de la productividad del trabajo en 1995-2001; entretanto en Estados Unidos, Japón y Suecia, la manufactura de ICT contribuyó un poco menos, pero también de manera importante. Estos son los países que se encuentran en la avanzada de la revolución tecnológica. Llama la atención el caso de Japón y su avance tecnológico, contrario a su problema productivo y deflacionario de la última década que se debe buscar en otra parte. Todos los demás países, sin duda, como se había demostrado anteriormente (IV.1.5) crearon condiciones para aprovechar la ICT con miras a un futuro crecimiento.
Los mejores métodos de medición y de mayor investigación empírica a nivel de empresas e industrias muestran nuevas evidencias de la importancia de la ICT en el crecimiento de la productividad, del producto, en el desarrollo de sectores y de empresas. Ya no es sólo la deducción teórica, sino una demostración cada vez más fidedigna y exacta, aún en el sector de servicios, que anteriormente era difícil de cuantificar su productividad y el impacto de las nuevas tecnologías.
El comité de especialistas concluye que persiste la importancia de la ICT, “now the hype of the new economy is over”; a su vez, señalan que un creciente número de estudios a nivel de empresas proporciona evidencia de los impactos de la ICT, “sugiriendo que la paradoja de la productividad de Solow ha sido en gran parte (largely) resuelta”. Aunque advierten que puede ser muy prematuro decir cual será el papel del ICT en el producto y en la productividad en la primera década del siglo XXI, algunas tendencias “sugieren que ICT continuará siendo un impulsor (driver) del crecimiento”.
En el cuadro IV.6, agrupo los principales países de la OCDE, sin Estados Unidos, y comparo la onda descendente 1974-95 y la ascendente 1996-2002; rescato las siguientes características: primero, todos los países tienen una menor tasa de inflación en el periodo 1996-2002; las proyecciones del Índice de Precios al Consumidor para 2003-04 son de un ligero aumento, manteniéndose por debajo de la tasa de estabilidad oficial en el Euro Área -del 2.5 por ciento; la inflación ya no es un problema y estimo que se aleja el riesgo de deflación, con excepción de Japón. Segunda característica, los resultados son heterogéneos en el resto de los indicadores, por tanto, es necesaria la agrupación por países; el primer grupo, Irlanda, Australia, Canadá, Nueva Zelanda y Dinamarca, superaron la tasa de crecimiento del PIB y la productividad en 1996-2002, a la vez disminuyeron la tasa de desempleo y de inflación en relación a 1974-95. Estos califican en primer lugar de funcionamiento en los últimos años, los considero compañeros de Estados Unidos en el primer vagón de la onda ascendente. Las proyecciones para 2003-04 mantienen la expectativa de que seguirán de líderes; sólo Irlanda, el “Tigre Céltico” disminuirá su asombroso ritmo productivo, aunque, de ninguna manera, saldrá del primer grupo.


Un segundo grupo, Islandia y Grecia, sólo se distingue del anterior en el aumento de la tasa de desempleo en 1996-2002, y con tendencia a disminuir en 2003-04; el resto de los indicadores reales y las proyecciones son positivos, por tanto, miembros del vagón dirigido por Estados Unidos.
Un tercer grupo, Finlandia, Holanda, España, Francia y Suiza, muestran un comportamiento contradictorio: todos superaron el crecimiento del PIB en 1996-2002, y se estima que mantendrán su buen ritmo en 2003-04; no obstante, las tasas de productividad son menores a 1975-95, aunque tenderán al alza, sólo Suiza continuará superando la onda recesiva; con respecto a la tasa de desempleo, a excepción de Holanda, todos conservaron su tendencia alcista, sin embargo, se estima que este indicador cambiara su tendencia hacia la baja. Por todo ello, estos países esperan en el anden, con posibilidades de subirse al vagón.
El cuarto grupo, Suecia, Reino Unido y Noruega, manifiestan, también indicadores contradictorios: Suecia tiene buen desempeño en el PIB, con mediocre productividad y aumento del desempleo, pese a ello, son buenas sus perspectivas en estos dos últimos indicadores; Reino Unido mejoró en el PIB y en la tasa de desempleo, pero disminuyó el ritmo de la productividad, no obstante, son positivas sus proyecciones; Noruega obtuvo menor PIB, mayor tasa de productividad, con desempleo más alto que en la onda recesiva, en definitiva, sus perspectivas son sombrías. Este es un ejemplo de países -Suecia y Noruega- que pese a los avances en ICT no han sentido el impacto positivo en mayor grado; por lo mismo están en lista de espera.
El quinto grupo, se caracteriza por no superar la tasa de crecimiento del PIB y de la productividad -además, aumentaron la tasa de desempleo- del periodo recesivo y no se prevé que la vayan a superar en 2003-04. Países poderosos como Italia, Alemania y Japón, no muestran señales de disposición para salir y acercarse a las instalaciones del servicio de transportes. Valga la analogía.
*.*

¿Qué distingue a los países que están en la onda ascendente de los atrasados? La respuesta se sintetiza en las reformas estructurales emprendidas, en el caso de Estados Unidos desde la mitad de los setenta y en otros países a partir de principios de los ochenta. Una serie de medidas a nivel de la política económica y de los mercados, en la actualidad son considerados como la clave del fuerte crecimiento, de la segunda mitad de los noventa, y de convertir a la última recesión generalizada en un slowdown suave y corto.
La paradoja de los nuevos tiempos, es que países de la OCDE avanzados pero de menor tamaño que los fuertes países europeos se encuentran en la delantera por haber realizado la difícil tarea de reestructurar sus economías, las relaciones productivas y sociales, al Estado y a la sociedad. En primer lugar, modificaron su política económica; el llamado de los organismos multilaterales como el FMI finalmente fue aplicado; algunos países lograron por medio de políticas monetarias y fiscales restrictivas acabar con la inflación, otros redujeron el déficit público y en muchos casos lograron superávit, también se redujo la deuda pública; estos fueron algunos de los requisitos para la integración en la Unión Europea.
Además, llevaron a cabo reformas en el mercado de productos, una mayor liberalización externa, desreglamentación y privatización, creando un clima propicio para los negocios; por el lado del mercado de trabajo, se tomaron reformas de flexibilización y estímulo al mejoramiento de la fuerza de trabajo; se mejoró el sistema financiero y se promovió la innovación tecnológica. Entre otras medidas. El avance en estas medidas es lo que está definiendo la situación de los países .
Las “sacudidas del sistema” o system shock que Maddison considera determinantes en el cambio de tendencia de sus fases fueron precisamente las reformas estructurales a nivel nacional y mundial que están en el fondo del mejoramiento de los principales indicadores de los países analizados, y clasificados como seguidores cercanos de Estados Unidos. Muchas de las reformas estructurales provocaron, como consecuencia natural, una mayor desaceleración productiva, aumento del desempleo y mayor desigualdad social; fue el caso de la economía estadounidense durante los ochenta y la primera mitad de los noventa, pero después se empezó a revertir el proceso (ver Gráficas III.2 y III.3). Dicho proceso, también sucedió en muchos otros países.
Maddison en su historia económica cuantitativa de principios de los ochenta determinó la aparición de una nueva fase, la que empezó en 1973, porque había un “desempeño económico” distinto a la fase anterior. La fase u onda que empieza en los noventa, también tiene esa característica en algunos países, son mejores indicadores que en la fase anterior.
Una segunda de sus conclusiones es que “las fases del crecimiento no son ineluctables” y en cada fase “hay campo considerable para la variación en el desempeño de los países”, situación que se observa en la fase reciente, por la disparidad en los resultados de los países; una tercera “conclusión más especifica” fue que “los acontecimientos a partir de 1973 representan una nueva fase y no una simple interrupción de la fase III” .
Mi propia conclusión es que la reciente prosperidad capitalista de algunos países no es coyuntural, sino expresión de un continuo crecimiento, no hay signos de volver a la fase de “desaceleración productiva y aceleración inflacionaria” de 1974-1995.
El análisis de Carlota Pérez sobre las revoluciones tecnológicas, el capital financiero y las grandes oleadas de desarrollo, arroja mucha luz para saber en que situación se encuentra y hacia donde va (el rumbo se discute en V.1) el capitalismo mundial. Como se observa en el cuadro siguiente, IV.7, se han sucedido cinco grandes oleadas de desarrollo, desde la primera con la revolución industrial del último tercio del siglo XVIII en Gran Bretaña, hasta la más reciente, considerada como una Era de la Información y la Telecomunicación, que empezó a principios de los setenta, señalada simbólicamente con la aparición del microprocesador en 1971.
El argumento principal de Pérez, es que los frutos completos (full fruits) de las revoluciones tecnológicas solo son ampliamente cosechados con retraso (en consonancia con Paul A. David, ver III.2.3); cosecha que aún no se consigue de manera generalizada, pero el sistema se encuentra en un turning point que presagia que tendería a un periodo de despliegue completo de la gran ola de desarrollo, mediante la maduración de la revolución tecnológica y el apoyo del capital financiero al productivo.



Ya transcurrió el primer periodo -de instalación- de la gran oleada de desarrollo en la economía mundial, con sus dos fases: la de irrupción que concluyó con la crisis del mercado de valores de 1987, y la de frenesí que finalizó con el desplome de las bolsas y la reciente recesión generalizada. La autora encuentra fases y acontecimientos similares con las oleadas anteriores; argumenta que las explosiones de productividad, las “nuevas economías” y la euforia, debido a la revolución tecnológica, como el auge de los mercados financieros y los subsecuentes estallidos de las burbujas y sus recesiones, acompañadas de colapso en la confianza, son fenómenos interrelacionados e interdependientes que ocurren simultáneamente, debido a que participan de las mismas causas y están en la naturaleza del sistema y de su mecanismo de funcionamiento.
Pérez observa un proceso similar en cada gran oleada de desarrollo –es decir, el proceso por el cual se propaga la revolución tecnológica y el paradigma tecnoeconómico-, que continúa, en general, el comportamiento siguiente: en la fase de irrupción, coexisten el viejo paradigma y el naciente, un love affaire del capital financiero con la nueva revolución tecnológica, el posterior divorcio entre el capital financiero y el productivo, el incremento de las tensiones entre ambos puede conducir a una crisis del mercado de valores; crisis que expresa de manera violenta la divergencia entre la riqueza de papel y la riqueza real; es una primera fase en que triunfa el capital financiero e impone las condiciones al capital productivo, tanto al capital de las nuevas industrias como a las viejas; el capital financiero actúa como una fuerza autónoma, con una lógica propiamente financiera, situación que sucede a medida que va madurando la revolución tecnológica y las empresas relacionadas, a su vez, se van creando condiciones de futuras crisis.
En la siguiente fase, de frenesí, el capital financiero se consolida, por si mismo y a la vez, en parte por la misma razón; es un momento de una prosperidad extremadamente desequilibrada y de polarización en todos los frentes, los ricos incrementan su capital y los pobres se empobrecen más; para los primeros son tiempos maravillosos para otros, terribles; la bifurcación entre lo nuevo y lo viejo se hace cada vez más abismal, tanto que divide a las empresas, las industrias y los países exitosos de los rezagados, consecuentemente se elevan las tensiones entre la economía dinámica, las instituciones y las practicas sociales inerciales; se agrava la separación entre el capital financiero y el productivo, se desarrolla la economía “casino”; es un tiempo en donde el capital financiero se considera autosuficiente y se aleja de su papel de soporte de la creación de riqueza real; el éxito abrumador del capital financiero, irónicamente, lo “convierte en heraldo del próximo caos”.
El caos ha sido en la realidad el estallido de la burbuja de Internet, del mercado de valores y la recesión generalizada de 2001-03. Fue una innegable crisis de sobreproducción de mercancías, principalmente en los sectores más vinculados con la revolución de la tecnología de la información y comunicaciones, y a la vez, es la sobrevaloración y sobre especulación del mercado accionario.
La historia de las grandes oleadas de desarrollo muestra que la recesión, que finaliza la fase de frenesí en el primer periodo de instalación, abre un paréntesis temporal, que la autora llama turning point, que es un momento de reflexión, de repensar el desarrollo, de instrumentar nuevas medidas de regulación, sobre todo al capital financiero, conjuntamente es un tiempo de cambio.
La crisis y los choques, que normalmente acompañan a la fase de frenesí, son para Pérez las consecuencias de una estructura insostenible, superada mediante la recomposición institucional. Este momento corresponde a la mitad del ciclo de vida de la revolución tecnológica, cuando su paradigma ha triunfado y está maduro para una difusión más amplia; las condiciones están dadas para una expansión dinámica de la economía real y para la propagación del paradigma tecnoeconómico en todas las industrias; ahora, será el capital productivo el que mejor lleve a cabo la tarea del desarrollo e imponga sus intereses y sus decisiones. Se abre un segundo gran periodo de la oleada de desarrollo, la segunda parte de la revolución tecnológica, el despliegue.
El turning point como se indica en el cuadro IV.7 es un lapso menor de cinco años con excepción del periodo de la gran depresión del siglo XX; el último turning point se inició en el 2001, y queda la interrogante de cuando finalizará, sin embargo, no es difícil pensar que no será después de unos pocos años. “En junio de 2002, cuando este libro esta yendo a la imprenta, -dice la autora- el mundo está en el turning point. Las decisiones que se tomen en esta encrucijada determinará qué tan larga, cuán profunda y qué tan generalizada será la actual recesión y si continua una depresión, una era de oropel o una verdadera edad de oro” (epilogue).
Para septiembre del 2003, ya es claro que la recesión fue superada, que desde hace más de un año hay una recuperación débil y vacilante en el mundo desarrollado, y se pronostica que a partir de la segunda mitad del 2003 se acelerará el crecimiento, con estabilidad de precios. A la vez, como consecuencia del colapso bursátil, de los escándalos por fraude corporativos, de la recesión económica, de las crisis financieras, de la insatisfacción social manifestada por los globalifóbicos y alternativos, etc. el sistema se encuentra en una profunda reestructuración socioinstitucional.
La gráfica siguiente une la gran oleada de desarrollo -o la maduración de la revolución tecnológica y su paradigma- con el ciclo largo de Kondrátiev. La onda descendente justamente empezó a principios de la década de los setenta coincidentemente con el origen de la revolución tecnológica; y ésta se ha desarrollado en los últimos treinta años en el ambiente recesivo e inflacionario de la onda descendente. Sólo comenzó a dar frutos, como ICT a partir de la segunda mitad de los noventa en Estados Unidos y en pocos países; tal como se muestra en la gráfica, la revolución tecnológica se encuentra en la mitad de su ciclo, coincidiendo a nivel mundial con fin de la onda descendente.
Como lo ratifica la verificación estadística, el modelo de Carlota Pérez se ajusta perfectamente a la realidad, puesto que el mundo capitalista desarrollado, en primer lugar, está en un punto de inflexión que lo llevará a mayores tasas de crecimiento económico, de estabilidad, de distribución del ingreso, de incremento en la demanda, del consumo y de prosperidad social. Es una nueva fase de desarrollo económico y social. Entendida como una onda expansiva o un nuevo Kondrátiev.


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