PRESENCIA INSTITUCIONAL DE LAS FUERZAS ARMADAS EN PAÍSES DE AMÉRICA LATINA Y SU IMPACTO EN LA CALIDAD DE VIDA DE LA POBLACIÓN

José Leopoldo Montesino Jerez

2.1.3.5 ¿Cuánto vale una vida?


La respuesta  a esta pregunta es, obviamente, infinito. La vida de una persona, de acuerdo al sentido común actual, simplemente no tiene precio. La valoración de la vida en general, tanto de seres humanos como de plantas y animales, nos presenta un componente ético que parece impedir -en cierto modo-  referirnos a este tema en términos cuantitativos. Sin embargo existen algunas referencias sobre esta materia que es posible examinar y discutir. Este punto es relevante con relación a determinados aspectos metodológicos orientados a medir el aporte (o por el contrario la disminución) que las Fuerzas Armadas de una sociedad puedan efectuar al salvar una vida (o por el contrario al matar a una persona).
Una primera aproximación a este tema lo aportan Paul Wonnacott y Ronald Wonnacott, como parte de un análisis que efectúan sobre las regulaciones estatales para proteger la calidad de vida.  Al margen de coincidir con la idea de que la vida tiene como precio una cantidad infinita, anotan que, en la práctica, las personas no valoramos nuestras vidas como si tuviesen dicho valor infinito. Parece cierto, explican, que nuestra preocupación por el tema de la seguridad personal domina todas las demás, pero estas también son relevantes. Otro autor que examina este mismo tema y también recurre al análisis coste-beneficio es Gregory Mankiw. 1
Siguiendo el argumento de Wonnacott y Wonacott, si nuestra única preocupación fuera “cuidar nuestra propia vida”, viviríamos tan cerca como fuera posible de nuestro trabajo y, tal vez, nunca conduciríamos un automóvil.  Además, señalan que la sociedad como tal tampoco da un valor infinito a una vida humana. Ponen de ejemplo que se podrían salvar vidas instalando barreras  en las medianas de las carreteras, pero no siempre lo hacemos, debido a que su costo es muy elevado.  Así, la pregunta “¿Cuánto vale una vida humana?” puede ser reformulada como: “¿Cuánto estamos dispuestos a pagar por salvar una vida humana?”. De este modo, la evaluación de las magnitudes en dinero establecidas para construir vallas protectoras, o para inducir a un individuo a aceptar un oficio de cierto riesgo como cortar leña o bucear en las profundidades del océano, constituye un método alternativo (y quizás hasta promisorio según estos autores) para responder a la pregunta que encabeza este apartado. 2
Los economistas y profesores universitarios Ernesto Fontaine y Osvaldo Schenone plantean una visión similar al responder la consulta: “¿Es verdad que la vida humana no tiene precio?”. Ellos preguntan a sus lectores si conocen a alguien que gaste todo su ingreso en prevención de accidentes, adquirir vacunas y vivir constantemente preocupado de hacer ejercicios y vigilar alerta las Kilocalorías que contienen los alimentos que consume.  Por otra parte, hacen notar que si bien es posible alimentarse sólo de lechuga, leche descremada y agua para “agregar” unos 5 años más a la esperanza de vida de quienes ya alcanzan los 40 años, esta decisión tiene un costo y que para algunos puede ser demasiado caro. En otras palabras, dan a entender que para muchos la decisión entre vivir un poco más al abstenerse de comer filet mignon y dejar beber vino Cabernet Sauvignon y vivir menos, pero no abstenerse de comer carne seleccionada ni dejar de beber vino de calidad, claramente está a favor de esto último.3
El problema de la valoración de una vida presenta una cuestión práctica relacionada con nuestro tema central, la presencia de instituciones militares y su  impacto en la calidad de vida de la población. Se trata de aquellas acciones delictivas en que algunas personas son secuestradas y por las cuales sus plagiarios cobran rescates o bien las ofrecen en un eventual canje por prisioneros del Estado. En la actualidad, al menos en nuestro país, afortunadamente no estamos familiarizados con este tipo de delitos, los que lamentablemente sí son más frecuentes en otros países de América Latina.
Por ejemplo en Mayo del año 2006 el diario “El Colombiano” informaba del tercer aniversario de la muerte del gobernador de Antioquia, Guillermo Gaviria, de su ex asesor de paz, Gilberto Echeverri y de ocho militares que permanecían en poder de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).  Pero además el artículo hace referencia al clamor por la libertad desde la selva que hacían unos 5.400 plagiados en poder de este y otros ejércitos irregulares y que, naturalmente, viven una verdadera tragedia humana. El periodista Carlos Salgado señala que tanto Gaviria como Echeverri permanecieron esperanzados de que en algún momento se realizara un intercambio humanitario entre las FARC y el Gobierno Nacional. Sin embargo los 378 días que permanecieron secuestrados tuvieron un trágico fin tras ser asesinados, junto a ocho militares, después de un fallido intento de rescate por parte de las Fuerzas Armadas de Colombia. 4
La estimación del valor de la vida humana cobra especial importancia en el planteamiento de algunas políticas públicas que se efectúan en cualquier país. En la práctica, una gran cantidad de organismos públicos establece políticas que modifican la probabilidad de muerte de las personas. Al hacerlo, alteran la relación costo-beneficio de los proyectos asociados a dichas políticas, por cuanto el mercado no proporciona ningún  precio para el bien que representa la vida humana. En la actualidad se cuenta con algunos trabajos que estiman el valor de la vida humana, bajo la perspectiva de las diferencias compensatorias o según un método conocido como hedonista, que han entregado resultados muy diferentes y hasta polémicos con respecto a las estimaciones utilizadas por algunas instituciones del Estado.5

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1 Véanse: (a) Wonnacott, Paul y Wonnacott, Ronald, Economía (Economics, 1990),  Cuarta Edición, McGraw Hill / Interamericana de España S.A., Edigrafos, p. 691, Madrid, España, 1992. Estos autores inician este apartado (Lectura Complementaria 30-4) con la siguiente pre-referencia: “Ladrón (con una pistola): ‘ La bolsa o la vida’; Jack Benny (dudándolo): ‘ ... Estoy pensándolo... Estoy pensándolo...’ ” y (b) Mankiw, Gregory, op. cit. p. 215.

2 Wonnacott, Paul y Wonnacott, Ronald, op. cit. p. 691. Estos autores enfatizan, en todo caso, ciertas dificultades en el método: (a) pues no es lo mismo la valoración que efectúan las personas por su propia vida que por las de sus amigos; (b) debido a que un salario mayor se refiere sólo a cómo valoran el riesgo de perder sus vidas los trabajadores que aceptan dichos trabajos peligrosos, pero nada dice de la valoración del mismo riesgo por quienes no aceptan aquellas labores.

3 Fontaine, Ernesto R. y Schenone, Osvaldo H., Nuestra Economía de Cada Día, Alfaomega, Grupo editor S.A de C.V., p. 45, México, 2000.

4 Salgado R., Carlos, Desde la Selva crece el clamor por libertad de secuestrados, en El Colombiano, versión impresa electrónica de Internet, s.p., Viernes 5 de Mayo del 2006.

5 Mc Connell, Campbell; Brue, Stanley y Macpherson, David, op. cit., p. 261..

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