PROPUESTA METODOLÓGICA PARA EL ANÁLISIS DE LA SOSTENIBILIDAD REGIONAL

Josep Antequera Baiget

6. La región como parte de un sistema jerárquico


Para atender a estas relaciones entre sistemas globales y locales muchos autores han utilizado el concepto de sistemas jerárquicos y estructuras jerárquicas (Law Whyte L at all, 1973). Las jerarquías se han usado como herramienta para entender los sistemas complejos como las regiones. Según Gilberto Gallopin (Gallopin G. 1991) que ha trabajado este concepto aplicado a los problemas del cambio global, los sistemas jerárquicos son conjuntos (S) compuestos por componentes identificables o subsistemas y una relación (R) entre éstos, y donde los componentes en sí mismos son también conjuntos de componentes interrelacionados. Un orden jerárquico se refiere a un complejo de sucesivos conjuntos interrelacionándose en diversas escalas, desde los átomos, las moléculas, los organismos, las sociedades, las regiones,... Esta definición nos explica que hay sistemas que incorporan otros sistemas en su interior, como el sistema tierra que incorpora todos los ecosistemas planetarios pero influye en ellos (ciclos biogeoquímicos) y es influido por ellos (cambios climáticos debidos a catástrofes naturales).

En general los procesos en los diferentes niveles se mueven con diferentes reglas (ver apéndice punto 11). Las condiciones de los niveles más altos no controlan completamente las actividades de las unidades de los niveles más bajos. Los sistemas más bajos están constreñidos por los de orden superior, aunque no determinen sus conductas, pero sí restringen sus grados de libertad. En general los sistemas de alto nivel están asociados a procesos a gran escala y con dinámicas más lentas (Eras geológicas). En los sistemas descomponibles, en los niveles micro las fuerzas de unión son mayores (núcleos atómicos) y las frecuencias de las dinámicas más altas, por ejemplo el metabolismo urbano comparado con los cambios globales. En el macronivel los lazos son más débiles (clima) y las dinámicas más lentas (cambio climático). En estos sistemas existe una asimétrica interdependencia entre los diferentes niveles. Las lentas dinámicas de los niveles altos aparecen como condiciones de constreñimiento de las dinámicas de más bajo nivel. En algunos casos los altos niveles pueden afectar a los sistemas de bajo nivel pero no son responsables de los cambios en ese nivel o claramente independientes de los detalles de la estructura interna de los niveles más bajos. Eso es porque las dinámicas de los niveles más bajos son más rápidas relativamente a las de los niveles superiores. Los comportamientos más bajos pueden atravesar diversos estados en sus dinámicas rápidas mientras que el estado en un macronivel puede aparecer como una constante en función del tiempo de observación (escala humana versus escala geológica). Los constreñimientos influencian a los sistemas más bajos, pero las dinámicas de los niveles más bajos son necesarias para el funcionamiento y la persistencia de la estructura de nivel superior (procesos de fotosíntesis estabilizadores del clima).

En un nivel jerárquico dado, las relaciones entre subsistemas de un mismo nivel son simétricas porque los sistemas operan en escalas similares y pueden interactuar al menos teóricamente entre ellos. Componentes que interactúan fuertemente forman un subsistema específico en ese nivel. La conducta esencial de los sistemas jerárquicos reales depende de la existencia de un número finito de relaciones funcionales relevantes entre niveles.

La jerarquización en niveles de organización para los sistemas sociales en la que también ha profundizado Mario Bunge (Bunge M., 1999) nos puede ayudar a ubicar la  región en un entorno definido, estructurando la realidad social y material en una gama de niveles. El autor plantea cinco niveles para la organización de la realidad que adoptaremos en el capítulo 4 para proponer la metodología planteada (ver apéndice punto 11).

Desde este punto de vista la región puede considerarse como un sistema jerárquico multinivel en el que interactúan factores locales, regionales y globales de cuyas interacciones emerge la dinámica regional, desde las inversiones que se generan fuera del sistema regional pero actúan en él, hasta los procesos de crecimiento urbano que se dan en las urbes regionales en el nivel local y transforman los usos del suelo y el territorio que influyen en niveles superiores (emisiones de CO2).

En esta visión multinivel es donde Giusseppe Dematteis (Dematteis G. 2006) introduce el concepto de milieu para definir lo que el llama la territorialidad, la cual no depende únicamente del milieu (entendido como un conjunto de condiciones necesarias pero no suficientes para determinar las formas locales), sino ante todo de las relaciones intersubjetivas, por las cuales el milieu resulta ser un conjunto de “anclajes”, “palancas”, medios para su concreción, en un proceso coevolutivo complejo, en cuyo centro se sitúan las redes locales de sujetos que hacen de interfaz entre las relaciones con el resto del mundo y aquellas propias del milieu urbano local y, a través de éste, con el ecosistema 1.

Con esta visión introduce un elemento nuevo a la lectura regional que es el de la subjetividad del análisis, criticando la supuesta “objetividad” de los análisis territoriales y afirmando que los sistemas territoriales urbanos son esencialmente una construcción mental que tiene correspondencia, antes que con una realidad existente, con una realidad proyectiva. Es decir, son imágenes mentales de redes sociales en gran parte por construir, teniendo muy presentes los principios de la territorialidad local, esto es, de las posibles relaciones con los milieu. Y también nos habla de la actividad de la visión, el análisis transforma la realidad, ya que de ella dependerá el sentido de la acción. Nos indica que la ciudad emergente (la trama territorial) no representa solo la forma (simbólica, conceptual, física, social) de los poderes fuertes que la dominan, sino que además es el resultado de resistencias e insurgencias, sin las cuales el cambio sería diferente del que históricamente le corresponde y de aquel imaginable en el futuro.

Nos anima a entender que la urbanística, y la investigación urbana en general, debe ser parcial, no porque haya tomado partido en el conflicto, sino porque es capaz de asumir los puntos de vista de las diferentes partes, sin la pretensión de componerlos en una única visión cenital en nombre de la objetividad científica o del bien común, evitando también legitimar la aspiración, de cada una de las partes, de agotar la totalidad en sus propias representaciones.

Esto nos añade un grado de complejidad mayor al análisis regional en el que la subjetividad de las visiones y de los análisis debe darse por sentada y debe ser la intencionalidad del investigador consciente de los principios que fundamentan su visión el que le da un sentido activo y propositivo a la investigación.


1 Los geógrafos han mostrado desde hace tiempo cómo esta organización del fenómeno urbano en redes ocurre espontáneamente por el simple hecho de que las redes globales de la producción, del comercio, de las finanzas, de la ciencia y de la técnica, de la cultura, de las instituciones políticas nacionales y transnacionales, tienden a colocar sus nodos en las ciudades, para anclarlos a determinados milieu urbanos, de modo que –al estar los nodos de estas organizaciones supralocales en red– también las ciudades terminan convirtiéndose, ellas mismas, en redes… Sin embargo, junto a este networking pasivo que sigue a las lógicas jerárquicas de los poderes fuertes, se va desarrollando  un networking activo …una forma importante del nuevo protagonismo institucional…, que por una parte redimensiona el papel de la competencia entre ciudades y, por otra, pone en crisis y hace más compleja la estructura jerárquica territorial (en árbol) y política (top-down) de las relaciones entre ciudades globales, así como entre otras metrópolis y ciudades pequeñas y medianas. Además introduce en ella relaciones horizontales y oblicuas que llevan a intercambios de conocimientos y de servicios, y permite comunicaciones directas entre los niveles inferiores e intermedios (Dematteis G. 2006)

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