CARACTERIZACIÓN DEL DISCURSO DE SIMÓN RODRÍGUEZ Y SU INCIDENCIA EN LA CONCEPTUALIZACIÓN DEL PATRIMONIO CULTURAL

Guillermo Briceño Porras

1. Patrimonio, identidad y bien común.


Para Ernst Cassirer (2005), lo patrimonial evidencia, La tragedia de la Cultura: «La reflexión nos revela con mayor claridad, a medida que va ahondando en el problema, la estructura dialéctica de la conciencia de la cultura».¿Cuál puede ser esa estructura dialéctica? Andrés Ortiz–Osés, (1997), Diccionario de Hermenéutica, le atribuye un sentido positivo a la identidad simbólica:
En el estudio actual de las identidades colectivas creo que debemos evitar, como en todo, los dos extremos: tanto el pensar la identidad en términos esencialistas y cerrados (fundamentalismo)como el dis–pensarla en nombre de lo indiferenciado y el vacío (vacuismo). Entre la identidad absoluta o dogmática y la identidad vaciada o anulada puede hablarse de una identidad simbólica.

Como ejemplo de identidad simbólica se aprecia al proponer, Simón Rodríguez, el «Sincolombismo» como la más acertada identidad de los pueblos de América:
Hagan las repúblicas nacientes un SINCOLOMBISMO. Borren las divisiones territoriales de la administración colonial y no reconozcan otros límites que los de los Océanos. ¡Sean amigos si quieren ser libres!» (T. II. 292).

Ernst Cassirer ubica la naturaleza del símbolo como instauradora de la realidad. Cassirer denomina: «pregnacnica simbólica al hecho de estar el símbolo «preñado» (paegnans)». Consiste en la imposibilidad de intuir objetivamente una cosa sin integrarla de modo inmediato a un sentido por lo que todo concepto es ya expresión.
Simón Rodríguez induce a repensar la identidad nacional:
Los Gobiernos de América no pueden simpatizar con los de Europa porque los Pueblos Americanos, en NADA se parecen a los Europeos. (T. I. 374)

Cuando las Sociedades económicas oigan decir: ¿Quién ha visto eso? ¿En qué país culto se hace? Peor sería si se hiciese… Respondan: No estamos en Inglaterra ni en Francia. La ignorancia y la pobreza están siempre en pretérito imperfecto de subjuntivo. El que no hace, nunca yerra: más vale errar que dormir. (T. I. 241-242)

Horacio Cerrutti (2006), Identidad y dependencias culturales, analiza el problema de las identidades nacionales y distingue entre una noción ontológica y otra histórica.
La figura paternal de los caudillos desempeñó en contexto el papel de una especie de catalizador de la vida social que se prolongará hasta la sistematización ideológica del cesarismo democrático. Siempre a la defensiva, esta noción de identidad auspició y acompañó a nacionalismos pretenciosamente homogeneizadores de sus componentes.
 […] La noción histórica de la identidad, por su parte, concibe el ser como siendo, enfatiza el in fieri y se autorreconoce como un proceso y no como una estación de llegada perfecta y acabada. […] La identidad así pensada admite como valiosas las diferencias en su seno y no excluye sino que tiende a la integración.

Mario Briceño Iragorry (1976,) Introducción y defensa de nuestra historia, hace suya la siguiente cita de Bolívar sin indicar su procedencia. Se transcribe dada la autoridad moral del autor: «Bolívar mismo hubo de declarar que habíamos ganado la Independencia a costa de arruinar tres siglos de cultura». Según testifica Briceño Iragorry, Venezuela se mantuvo como un territorio olvidado, pobrísimo, con muy poca población, sacudido por frecuentes terremotos que destruyeron lo poco que existía de puertas, zaguanes, aleros, altares, calles, casas y todo aquello donde permanecía encerrado el patrimonio». Es difícil comprender el proceso cultural venezolano cuando la primera imprenta llegó en 1810; México durante los primeros años de la Conquista en 1594; Guadalajara, 1793; Veracruz, 1794; el Virreinato del Perú, 1594; la Nueva Granada, 1694. [La fecha exacta es 1738]
Venezuela perduró fuera de la modernidad hasta el desarrollo de la industria petrolera, en la década de los años 20 del siglo pasado y, entró a la modernidad, a la muerte de Juan Vicente Gómez en 1935. Por eso se dificulta comprender lo patrimonial y aún más su gestión. Y la pregunta clave: ¿En Venezuela, se tiene patrimonio? Las posibles respuestas están contenidas en las conclusiones de la investigación. Cabe afirmar que la discusión se torna bizantina si se obvia el tema de la Filosofía de la Cultura que ofrece otra mirada acerca de lo deseable y lo posible del patrimonio. Maruja Fernández–doris, cita al etnólogo Georges Devereux:
[El patrimonio] cambia con la cultura y se trasmite como ella, por una especie de enseñanza–aprendizaje de generación en generación, determinando cuatro categorías de una sociedad patológica. La segunda que nos compete analizar es la de los desórdenes étnicos relacionados con el modo cultural específico del grupo».

La noción de patrimonio se hace impenetrable sin el concepto de Filosofía del Patrimonio. Si el patrimonio se enraíza en el conocimiento filosófico, lo atípico del patrimonio venezolano sería más comprensible y afirmaría que Venezuela tiene un ethos cultural que afianza su diversidad. La referencia para contestar la duda: ¿Sin patrimonio? no puede depender de las comparaciones con los patrimonios de otros. Tampoco, cuando se aceptan definiciones provenientes del léxico impuesto por organismos internacionales en el afán de contentar a todos.  Por eso, cuando unas sociedades pueden exhibir el sorprendente desarrollo que tuvieron sus culturas y lariqueza de su patrimonio, otras ―caso Venezuela― deben acudir a una concepción distinta de lo patrimonial para no caer en lo que Kart Mannheim (1961), Diagnóstico de nuestro tiempo,  llamó «crisis de la estima»:
Creo que fue el gran mérito del método marxista en comparación con el puramente idealista haberse dado cuenta definitivamente de que la vida de la cultura y la esfera en ella de la estimativa, dependen de la existencia de ciertas condiciones sociales, entre las cuales son de una importancia fundamental la naturaleza del orden económico y de la correspondiente estructura de las clases. Esto rotuló un campo de investigación llamado usualmente sociología de la cultura.

Mannheim, diagnosticó la sociedad europea después de la 2a Guerra Mundial como poblaciones con bajísima estima, por la desespiritualización de la vida, y la evapororación de los arquetipos creadores de cultura. Mennheim, ayuda a comprender que la atipicidad del ethos cultural venezolano es el hilo conductor de toda respuesta.
Mario Briceño-Iragorry (1952), Introducción y Defensa de Nuestra Historia:
Más que historia crítica se escribió historia política… El elemento romántico, exaltado por la pasión patriótica, fue el vestido que más gustó a nuestros historiadores del siglo pasado XIX… Sin pretenderlo, los historiadores crearon un criterio de exhaustez (sic) en nuestras propias posibilidades como pueblo, por cuanto promovieron con el ditirambo de los hombres representativos, una actitud de espanto ante lo heroico.
              
Al emitir un juicio sobre lo tradicional–patrimonial advierte:

En nuestro país ha existido permanentemente un afán de hacer tabla rasa con los elementos antiguos… Se ha pensado que irreflexivamente que todo debe ceder ante la excelencia y la ventaja de lo nuevo, sin medir que muchas cosas antiguas tienen derecho cabal de permanecer al lado del fasto de última hora.

Redujimos nuestra Historia a una supersticiosa liturgia en honra de los Padres de la Patria, y llegamos a creer que la mejor manera de servir sus grandes consignas era elevándolos a la hipérbole del laude y sacarlos fuera del país en la ataraxia decorativa de las estatuas. Un fútil patriotismo nos ha llevado a imaginar que desde Roma, desde París, desde Nueva York, la espada de los Bolívares en bronce puede defender nuestra integridad nacional.
    
El concepto de bien común en Simón Rodríguez es una constante que da razón de su discurso como proyecto: [Se destaca el concepto]
Estas prácticas, sancionadas por la opinión general, son obstáculos insuperables para un Gobierno sensato, encargado por los Congresos de promover el bien común ¿qué obra buena hará con materiales inservibles ―con instrumentos gastados― y en taller ajeno?  (T. I. 226)

Entiéndase por LIBERTAD DE IMPRENTA La facultad que dan los Conocimientos para abogar por el bien común. No la Licencia que se toman las Pasiones para denigrar al que lo promueve. (T. II. 79)

Si la edad fuerte hiciera como la tierna, ingerirse en los asuntos de todos conocería los intereses de cada clase, y hablaría de ellos con acierto, por tratarse del bien común. El bien común es ECONÓMICO: y no hay más que un bien común. (T. II. 396)

Las VERDADERAS IDEAS SOCIALES No están por formar, sino por poner en práctica; […] Salgan, júntense, rodeen al Gobierno, traten con El del bien común, i hallará cada uno el suyo. (T. I. 380)

Johannes Messner, (1967) es el autor de la frase: «Tanta sociedad como sea posible, tanto Estado como sea necesario. Tanta libertad como sea posible, tanta regulación como sea necesaria». Esta sentencia se ha reconocido como la regla de oro para definir las relaciones Sociedad–Estado. Georges Gurvitch, (1969) identifica la relación Sociedad–Estado, a partir de: Los marcos sociales del conocimiento, diferentes maneras de percibir el conocimiento social cuando, se toman en consideración los juicios colectivos de una sociedad:
El conocimiento perceptivo del mundo exterior afirma como verdadero un conjunto coherente de imágenes, ubicadas en amplitudes, y tiempos concretos y específicos; su percepción, la posibilidad de conceptualizarlas y cuantificarlas son muy variables.  Este conocimiento presupone a la vez las percepciones colectivas y los juicios colectivos tanto sobre la veracidad de las amplitudes y los tiempos como sobre la de su contenido.  

Para Latinoamérica, lo señala Leopoldo Zea (1976): «La aventura que significó tratar de deshacerse de su propia formación cultural para adoptar otra. El mundo iberoamericano se encuentra frente a un mundo dentro del cual se siente inadaptado»  

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