RODOLFO WALSH Y FRANCISCO URONDO, EL OFICIO DE ESCRIBIR

Fabiana Grasselli

Rodolfo Walsh y el Semanario CGT

Al retorno de Cuba, Rodolfo Walsh, luego de participar del Congreso Cultural de La Habana, visita la residencia de Perón en Madrid donde conoce al dirigente gráfico Raimundo Ongaro. Éste le propone participar de lo que luego se llamará la CGT de los Argentinos, colaborando con la prensa sindical. En marzo del 1968 se llevó a cabo el Congreso Normalizador de la CGT, donde Ongaro, como representante de la corriente combativa, se opuso a la corriente participacionista del vandorismo. Como consecuencia de la impugnación de dicho congreso, la CGT se fractura según las dos tendencias mencionadas y Ongaro queda a cargo de la CGTA, enfrentándose duramente a la dictadura de Onganía. Dentro de esta línea combativa se desempeñaría Walsh como fundador, director y periodista del Semanario CGT, denunciando la acción de los monopolios, las traiciones del sector colaboracionista, las maniobras del gobierno de turno y los conflictos de la clase obrera en sus puestos de trabajo, así como difundiendo las consignas de la lucha estudiantil y la resistencia popular, en una época altamente convulsionada, marcada por la muerte de Guevara, el exilio de Perón, las contiendas sindicales y los estallidos sociales, tales como la sublevación rosarina y el Cordobazo (Castillo y Taroncher, 2009). En su labor periodística para el Semanario CGT, el cual concibe como un medio de contrainformación y como factor de organización obrera, publicará, las notas que reunirá más tarde, en 1969, en el libro editado por Tiempo Contemporáneo, ¿Quién mató a Rosendo?, donde desarrolla la investigación sobre la responsabilidad del entonces secretario general de la Unión Obrera Metalúrgica, Augusto Vandor, en la muerte de dos militantes peronistas de base Blajakis y Zalazar, y de un dirigente de la UOM durante un tiroteo en una pizzería de Avellaneda. Bajo las mismas premisas éticas, políticas y escriturales, producirá para el Semanario una serie de artículos sobre la Policía de la Provincia de Buenos Aires, “la secta del gatillo y la picana”, en la que denunciará la práctica indiscriminada de la tortura, los asesinatos por causas políticas y la corrupción. Como intelectual orgánico de la CGTA, Walsh también fue responsable de la autoría del Programa del 1º de mayo de la CGT de los Argentinos, titulado “Mensaje a los trabajadores y al pueblo argentino”, que fuera leído en el acto encabezado por Raimundo Ongaro y Agustín Tosco, llevado a cabo en el Córdoba Sport Club, con motivo de celebrarse el día del trabajador en el marco de la normalización del año 1968. Dicho documento, que fue publicado íntegramente en el primer número del semanario sindical, se presenta como una proclama dirigida a la clase obrera, instada a recorrer el camino de la revolución, hasta el momento incumplida y traicionada (en clara alusión a los representantes gremiales de la corriente participacionista). A su vez, el texto hace un llamamiento a los intelectuales y artistas a enfrentarse al régimen, a superar sus contradicciones y a poner sus herramientas al servicio de las luchas populares:

A los universitarios, intelectuales, artistas cuya ubicación no es dudosa frente a un gobierno elegido por nadie que ha intervenido las universidades, quemado libros, aniquilado la cinematografía nacional, censurado el teatro, entorpecido el arte. Les recomendamos: el campo del intelectual es por definición la conciencia. Un intelectual que no comprende lo que pasa en su tiempo y en su país es una contradicción andante, y el que comprendiendo no actúa, tendrá un lugar en la antología del llanto, no en la historia viva de su tierra (Semanario CGT, Nº1, pp.1-5, 1968)

            La tarea de llevar adelante el Semanario CGT implica para Walsh desplazar sus proyectos literarios, concretamente el de la novela que había comenzado a escribir, en pos de una dedicación plena a sus proyectos político-revolucionarios (Cfr. Mestman, 1997b). Este proceso atravesado en el ámbito de la CGTA tiene la impronta de una tensión fundada, por una parte, sobre la convicción de estar asumiendo los compromisos intelectuales que los tiempos demandan, y por otra, sobre la conciencia de la crisis que esto supone para un trabajo literario tal como se concibe dentro de lo límites de la tradición hegemónica de la cultura dominante. Dicha tensión aparece tematizada en sus papeles personales y también públicamente, aunque es resuelta a través de la praxis derivada de sus decisiones políticas y del compromiso militante que ha asumido en los términos expresados en el Programa del 1º de Mayo: su labor narrativa será subordinada a la escritura de lo “urgente”, si bien sus proyectos literarios estarán presentes hasta el último de sus días. En cualquier caso, como explica Mariano Mestman, las inquietudes por el escaso tiempo para compatibilizar el proyecto político y el literario, o sobre el tipo de literatura a desarrollar, atraviesan sus escritos personales a lo largo de 1968 y en los años inmediatos posteriores, ya que, "a pesar de todo", consideraba que debía escribir la novela (Mestman, 1997b). La escritura de la novela era significada como la posibilidad de recuperar la literatura burguesa, interviniéndola, radicalizándola, revolucionándola, destruyendo sus límites al incorporar la experiencia en el Semanario, y todas las experiencias políticas. Se trata de superar la fragmentación impuesta sobre los modos de la discursividad social: literatura, historia, periodismo; y sobre la práctica política y la práctica literaria. Así aparecen verbalizadas estas tensiones en su diario personal:

La crisis ideológica. En 1968 he actuado mucho más en función política que anteriormente, incluso que en Cuba. Quiero decir, con muchas menos dudas, y con una conciencia más clara. No por eso el qué hacer se ha presentado en forma menos acuciante. Al contrario. Mi reingreso en la órbita del marxismo ha puesto al día todas las llagas de la conciencia. La disyuntiva entre el trabajo agitativo del semanario, y el sinuoso, paciente, elaborado de la literatura se presentó con caracteres graves, que no he superado. Ahora mismo, vgr., fantaseo que la Novela es el último avatar de mi personalidad burguesa, al mismo tiempo que el propio género es la última forma del arte burgués, en transición a otra etapa en que lo documental recupera su primacía. Pero tampoco estoy seguro de esto, que puede ser una excusa para mi momentáneo fracaso (Walsh, 2007a (1969): 125-126).
Quedaba en pie sin embargo una nostalgia, la posibilidad entrevista de redimir lo literario y ponerlo también al servicio de la revolución (Walsh, 2007a (1972): 234-235)
La política se ha reimplantado violentamente en mi vida. Pero eso destruye en gran parte mi proyecto anterior, el ascético gozo de la creación literaria aislada; el status; la situación económica; la mayoría de los compromisos; muchas amistades, etc. (...) Me he pasado “casi” enteramente al campo del pueblo que además –y de eso sí estoy convencido- me brinda las mejores posibilidades literarias. Quiero decir que prefiero toda la vida ser un Eduardo Gutiérrez y no un Groussac, un Arlt y no un Cortázar (Walsh, 2007a (1968): 118-119).

No puedo o no quiero volver a escribir para un limitado público de críticos y de snobs. Quiero volver a escribir ficción, pero una ficción que incorpore la experiencia política, y todas las otras experiencias. Para eso debo salir de un chaleco de fuerza (Walsh, 2007a (1971): 206).

             En 1969, el trabajo periodístico en el contexto gremial se convirtió en la puerta de entrada al Peronismo de Base, que representaba una experiencia de proyecto autónomo socialista en el movimiento de los trabajadores. En ese año, la editorial Jorge Álvarez publicará dos trabajos con prólogo del autor de Operación Masacre, Los que luchan y los que lloran, de Jorge Ricardo Masetti y la ya citada compilación de la literatura cubana sobre la que había empezado a trabajar durante su estancia en La Habana, titulada Crónicas de Cuba. A partir de 1970, Rodolfo Walsh se incorpora a las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) que había surgido de manera casi coincidente con la CGT de los Argentinos y en las que también militan Raimundo Ongaro y varios dirigentes de base combativos provenientes del peronismo, como Raimundo Villaflor. En 1971, comienza la filmación clandestina de Operación Masacre bajo la dirección de Jorge “El Tigre” Cedrón, que culmina en 1972 y se estrena en 1973. Ese mismo año, publica, en Siglo XXI, Un oscuro día de justicia, cuento que había escrito en 1967. También en 1973, publica Caso Satanowsky en Ediciones de la Flor, otorgando formato de libro a una investigación periodística realizada en 1957. Por esos años, además, Walsh desarrollará una experiencia de enseñanza de periodismo en “villas miseria”, que habría de culminar en la publicación de un Semanario Villero, del que no conocemos ejemplares.En fechas cercanas, en 1969 y 1972, saldrán la tercera y cuarta edición de Operación Masacre, ambas publicadas en Ediciones de la Flor y aparecerán algunas colaboraciones periodísticas en Georama, Siete Días, Panorama y La Opinión1 . Contrariamente a lo que suele afirmarse, durante el tiempo que Walsh intensifica su tarea militante, no abandona la escritura, aunque postergue algunos proyectos por compromisos que él consideró de mayor urgencia para las circunstancias inmediatas: escribe fundamentalmente periodismo político, pero también reescribe sus obras anteriores añadiendo prólogos y agregando nueva información, asimismo organiza como libros testimoniales la serie de notas sobre el crimen Satanowsky, así como las del asesinato de Rosendo García, y decide publicar un cuento escrito algunos años antes. Su ejercicio escritural, se desplaza y encuentra su lugar en las zonas de frontera entre los diversos discursos sociales. De este modo se propone como una suerte de superación de la fragmentación que las instituciones de la cultura hegemónica imponen sobre la discursividad: escribe sobre literatura cubana, pero desde un análisis de las prácticas culturales surgidas del proceso revolucionario cubano; publica un cuento, un relato ficcional, pero que es considerado por el autor como un verdadero pronunciamiento político sobre la relación entre las fuerzas populares y sus dirigentes; edita dos relatos testimoniales sobre pesquisas periodísticas; y finalmente traspola al lenguaje cinematográfico una investigación periodística devenida en relato testimonial.
            En otro orden de cosas, cabe señalar, en función de la visibilización de los vínculos entre las trayectorias de Walsh y Urondo, que durante la publicación del Semanario CGT, a lo largo del período 1968-1969, fueron convocados para colaborar periodistas como Horacio Verbitsky, Rogelio García Lupo, Miguel Briante y José María Pasquini Durán. Francisco Urondo también fue invitado por Walsh a participar en el Semanario. Hay discrepancias en la bibliografía acerca de si esa participación se hizo efectiva o no (Freidemberg, 1999a; Redondo, 2001; Cella, 2006, Montanaro, 2003). Lo que surge mediante el cotejo de las diversas investigaciones es que, muy probablemente, Urondo tuvo una intervención marginal, condicionada por su grado de involucramiento y responsabilidad en la conformación del proyecto político que precipitaría en las FAR (según testimonio de Horacio Verbitsky citado en Montanaro, 2003).
            En junio de 1969, en un clima de represión hacia los gremios combativos por parte del Onganiato, que se había generalizado luego del Cordobazo y el asesinato de Vandor, la periodicidad del Semanario disminuye, y en agosto, se hace efectiva su prohibición. Ante esto, comienza la etapa de clandestinidad que se extiende hasta febrero de 1970, momento en que sale su último número. Los problemas de edición e impresión, distribución y financiamiento trajeron como consecuencia el agotamiento de esta experiencia. El cierre del Semanario mostrará las dificultades para sostener un espacio de esas características bajo las condiciones represivas generadas por la dictadura (Cfr. Mestman, 1997b).


1 Los artículos de Walsh publicados en La Opinión son: “El drama de Bolivia visto y analizado por uno de sus principales protagonistas” (julio de 1972); “Apología del capitalismo norteamericano. Una curiosa investigación sobre el humanismo del 12 por ciento” (julio de 1972); “Vigoroso testimonio sobre el infierno de los reformatorios” (agosto de 1972).

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