RODOLFO WALSH Y FRANCISCO URONDO, EL OFICIO DE ESCRIBIR

Fabiana Grasselli

Una política de escritura: la experiencia dialogada

            La lectura realizada en los apartados anteriores pone el énfasis en el análisis de los modos en que la escritura de Urondo construye sus relatos testimoniales, procurando visibilizar la historicidad de la articulación entre las condiciones socio-políticas de la enunciación, las experiencias atravesadas por el autor en los planos político y cultural, y los dispositivos discursivos que estructuran la narración. En este sentido, se observa que el principio constructivo, tanto de la novela Los pasos previos como del testimonio La patria fusilada, está constituido por una organización polifónica de discursos.
En Los pasos previos, la especificidad de dicha organización polifónica consiste en la intercalación, en una suerte de gran diálogo, de los capítulos de la crónica sobre la historia ficcional del personaje Marcos con los documentos testimoniales de la CGT de los Argentinos, los discursos de Raimundo Ongaro y los trabajos periodísticos de Rodolfo Walsh y Pedro L. Barraza. La novela-testimonio se estructura como un macro-diálogo en el que las dos grandes historias relatadas: la crónica de la resistencia y la lucha de los oprimidos en Argentina durante los sesentas, y la crónica ficcional sobre “la inteligentzia ante el surgimiento de las primeras grandes luchas populares”, se presentan como enunciados cuyo referente axial es el mismo: “la revolución”. De manera que, la memoria de la insurgencia de los sectores subalternos, documentada en los textos de Ongaro, Walsh y Barraza, dialoga con las historias singulares y ficcionales que son inscriptas en esa memoria de las luchas “desde abajo”. Hay en este gesto polifónico de Los pasos previos una necesidad de totalidad, como hubiera dicho Marx, en el sentido de una búsqueda por dar cuenta de la experiencia histórica de los sectores sociales contrahegemónicos visibilizando la multiplicidad de sus dimensiones a través de la contigüidad entre documentos y ficción. En virtud de ello, la crónica de las experiencias singulares se inserta en la crónica de las grandes experiencias colectivas de la década del sesenta, así como también, los debates nunca clausurados, desarrollados en la crónica ficcional, resuenan en el diálogo social de la época.
En cuanto a la forma específica que adquiere la organización polifónica en el testimonio La patria fusilada, se observa que la lógica dialogal se despliega en tres instancias. Por una parte, está la instancia del intercambio de las voces testimoniales en la entrevista, que dialogan entre sí desarrollando el trabajo interdiscursivo de la reconstrucción de los hechos ocurridos en Rawson y Trelew. Por otra parte, el testimonio se conforma como réplica a otras voces sociales, representantes del orden autoritario y represivo vigente. Por último, los textos que constituyen el testimonio (“Ubicación”, la entrevista a los sobrevivientes, la conferencia de prensa brindada por los diecinueve combatientes que lograron fugarse y la nómina de los asesinados) instauran un diálogo por el cual el relato se enriquece, la situación de enunciación se explicita y los dichos son documentados. En este juego de diálogos, el testimonio producido abre un espacio discursivo para una contra-historia, o bien, para la articulación de una narrativa de la experiencia histórica de los que luchan en la Argentina de los setentas.
La lectura en paralelo de la novela- testimonio y del testimonio de Urondo permite identificar algunas características propias de su proyecto escritural en esos años. Los relatos testimoniales de Urondo, entonces, ponen en juego una dinámica de conversación y de polémica haciendo interactuar múltiples voces y posicionamientos ideológicos, y ubicando el discurso testimonial en una pragmática dialogal que se inscribe en la experiencia histórica de una época cuyo horizonte es la transformación del orden social. Como corolario, podría decirse que el rasgo común de los relatos setentistas de Urondo se halla en su dimensión polifónica. En virtud de ello, a la vez que presentan el universo de significaciones colectivas que conforman las dimensiones política y cultural de la época, se entretejen, en diálogo, las narraciones de experiencias de participación político-intelectual y de militancia revolucionaria. Un coro de voces, que se entrecruzan infatigablemente en Los pasos previos y La patria fusilada ensamblan múltiples discursos y decires varios que proliferan en los ámbitos intelectuales, en las organizaciones populares, en los colectivos revolucionarios. Las experiencias comunes son articuladas pluralmente y desde diversos registros discursivos. Se trata de una reconstrucción que busca abarcar la experiencia colectiva de una situación histórica crucial. Dicha situación está dada por la lucha revolucionaria que se acelera en Argentina y América Latina y atravesada por un “nosotros” cuyo elemento de cohesión se ancla en la expectativa de un futuro de emancipación. En este marco, Urondo propicia relatos que intentan dar cuenta de la experiencia compartida del mundo de la revolución, y para ello compone una trama densa de voces y escrituras, en diálogo y tensión, a la vez ajenas y propias.
Asimismo, desde esa lógica polifónica, el escritor, tal como señala Nilda Redondo, usa los materiales de la escritura “sin segmentaciones de género ni tampoco de áreas de conocimiento: la política y la poética, la historia y la literatura se confunden y difunden en sus trabajos” (Redondo, 2005: 207). Como ya se analizó, hay poemas que entran en diálogo con las voces testimoniantes de la entrevista en La patria fusilada; y hay crónicas de personajes ficcionales que también dialogan con las crónicas periodísticas y documentales en Los pasos previos. Los relatos (novela y testimonio) mixturan géneros diferentes, tanto aquellos que están incluidos en la esfera de lo literario (narración novelesca, poemas) como aquellos que pertenecen a otros espacios de la actividad discursiva (textos periodísticos, documentos, entrevistas, discursos políticos). La escritura, así, busca apropiarse de todos los usos del lenguaje que sean necesarios para asir, tanto como sea posible desde la palabra, la experiencia política y vital -con su carga de peligro y urgencia- de las aspiraciones revolucionarias colectivas. En ese sentido, Urondo parece ensayar un modo de escritura literaria “al servicio de la revolución” que Walsh advertía como la posibilidad de “redención de lo literario”: un arte “que incorpore la experiencia política, y todas las otras experiencias” (Walsh, 2007a (1971): 206).
Las narraciones de Urondo, por tanto, se articulan en las fronteras de los géneros, volviendo ambiguas sus diferencias y violentando sus convenciones. Si Los pasos previos y La patria fusilada, en tanto textos urgentes, constituyen “acciones de escritura” (Chartier, 2000), concomitantemente operan un acto estético-político revulsivo: desde lo político, al equipar la producción de textos testimoniales con la tarea militante, y desde lo estético, al atentar contra la estabilidad de los géneros y las nociones institucionalizadas de la literatura. Esa fragmentación entre los discursos, impuesta desde la tradición literaria, es cuestionada por medio de una práctica escritural que “rompe el chaleco de fuerza” –como diría Walsh- y religa los espacios discursivos del periodismo, la literatura y el testimonio. Es un gesto escritural que exhibe una violencia creadora de nuevos órdenes de cosas, y como tal, instituyente de un arte revolucionario.
Para concluir, se puede afirmar que los relatos testimoniales de Urondo, al igual que los de Walsh, proponen una articulación entre arte y política desde la cual la producción cultural es asumida como praxis transformadora. Así, el ejercicio de la literatura, entendido como una forma de praxis ética, estética y política, da lugar a un modo de escritura cuestionador del arte burgués, de la visión de la historia desde los sectores dominantes y de un orden social que es preciso combatir. Por tanto, los proyectos escriturales que ambos autores trabajan en los setentas apelan a la construcción de un “arte nuevo”, que explora formas de narrar la experiencia revolucionaria (alejadas tanto de la novela realista tradicional como de la narrativa modernizante de la literatura del boom) y que irrumpe sobre el terreno de la literatura radicalizando, violentando y revolucionando sus nociones dominantes. Si la literatura es lo que dan por hecho ciertos grupos sociales hegemónicos (Eagleton, 1988: 28), Urondo y Walsh, escriben para construir una alternativa revolucionaria para el arte, ensayando así, una producción literaria peligrosa, subversiva, indisociablemente unida al movimiento revolucionario del que forman parte.

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