CRECIMIENTO ECONÓMICO, CRISIS Y REFORMAS EN JAPÓN EN LAS DOS ÚLTIMAS DÉCADAS

Ernesché Rodríguez Asien

1.2. Formación acelerada de la burbuja económica-financiera (1985-1989)

Uno de los aspectos que aceleró la inestabilidad financiera en los diferentes países, fue la culminación de la cotización fija en el sistema monetario internacional y el comienzo de las tasas de cambios flotantes en 1973. Se esperaba que los tipos de cambios actuaran como un mecanismo de autorregulación que pusiera fin a los desequilibrios comerciales. La política de no intervención de las autoridades estadounidenses en otras economías se basaba en la confianza que despertaba este mecanismo de mercado.1

Sin embargo, luego de un período de estabilización de la cotización del dólar a partir de noviembre de 1978, cuando la administración Carter defendió activamente la moneda norteamericana. Y a mitad de los 80, bajo la administración Reagan, se aceleró la tendencia al alza del dólar debido a la política de “recuperar unos Estados Unidos poderosos”, sin tener en cuenta su enorme déficit externo. Esto creó problemas políticos y económicos tan graves que el gobierno norteamericano abandonó su actitud de no intervención.

Por otro lado, ante el incremento del descontento por los problemas comerciales con Japón, en el Gobierno norteamericano surgieron corrientes fuertemente proteccionistas. Dicho de otro modo, el círculo vicioso formado por el alza del dólar y el progresivo déficit externo se convirtió en el principal problema político y económico que afrontaron los Estados Unidos. Ante esta situación, James Baker, secretario del Tesoro, preparó un Acuerdo para devaluar al dólar en 1985.2

A la reunión, llamada “Acuerdo Plaza” por haberse celebrado en el Hotel Plaza de Nueva York, asistieron los ministros de Economía y gobernadores de los bancos centrales del Grupo de las Cinco naciones más industrializadas. En ella acordaron una acción conjunta para impulsar una apreciación ordenada de las principales monedas frente al dólar.

Con el fin de responder a la recesión originada por la fuerte apreciación del yen que siguió al Acuerdo Plaza, y suavizar una ulterior presión sobre esta moneda, el gobierno japonés tomó la decisión de reducir la tasa de interés como medida de relajamiento monetario, por lo que el tipo de descuento oficial bajó de un 5% a un 2,5%,

Esta medida influyó en un aumento de la liquidez monetaria que se ubicó por encima del incremento del Producto Nacional Bruto (PNB) nominal entre 1980 y 1986, en 2,4 puntos como promedio anual. El crecimiento excesivo de liquidez sirvió para realizar transacciones de activos que inflaron la burbuja especulativa.

En efecto, las estadísticas sobre los créditos facilitados por las instituciones financieras a finales de los años 80 indican que la mayor parte de la demanda marginal de fondos durante ese período, estaba destinada a la adquisición de activos, lo cual incidió en que, en la segunda mitad de la decaída de los 80 y especialmente desde finales de 1987, los precios de las acciones y del suelo se inflaran de manera acelerada, lo que trajo como resultado que se desatara una espiral especulativa en los mercados bursátil e inmobiliario.

La especulación se debió en gran medida a la caída de los tipos de interés a largo plazo, pues ello incrementaba las previsibles ganancias de los activos, pero la formación de la burbuja se explica, sobre todo, por el exceso de créditos.

Esto se hace evidente, al observar el comportamiento de ambos indicadores entre 1987 y 1989. En ese período la cantidad de circulante monetario experimentó un aumento medio del 10,8% anual, y superó el crecimiento del Producto Nacional Bruto (PNB) nominal en una medida de 4,5 puntos. Sin embargo, los tipos de interés no cambiaron esencialmente en ese lapso de tiempo.

En esas condiciones, las personas aprovechan el exceso de crédito, con una tasa de interés baja, para invertir en activos, con la ilusión colectiva de que su valor, que ya había experimentado un aumento, seguiría revalorizándose. A esto se le llama “mito de los precios progresivos”.

Otro elemento que ayuda a explicar la formación de la burbuja, es que entre 1985 y 1990 la desregulación financiera que acompañó a la emisión financiera monetaria total, creció en promedio 10% anual, lo que provocó, desde el segundo semestre de 1988, un excesivo auge especulativo en la compra de terrenos, acciones, pinturas y artículos de lujo.3

El estímulo a la compra de activos no ocurrió solo al interior de la economía japonesa. La caída del dólar tras el Acuerdo Plaza animó a los japoneses a lanzarse a comprar propiedades en los Estados Unidos, pues el inflado precio de los activos japoneses en el contexto de un yen fuerte, hizo que bajara su índice de ganancias, mientras los activos extranjeros, en este caso norteamericanos, se presentaban como una auténtica ganga.

La sensación de que Japón estaba comprando a los Estados Unidos provocó una corriente nacionalista norteamericana, que precipitó la adopción de medidas para fortalecer al dólar. Así, la Reserva Federal volvió a aplicar una política restrictiva en marzo de 1988 que originó cambios decisivos en los mercados financieros japoneses.

El Banco de Japón, por el contrario, no tomó medidas hasta mayo de 1989. Su proceder se basaba en la idea de que este país servía de “ancla” a la economía mundial. Se pensaba que si mantenía un enorme superávit en su cuenta corriente y actuaba como proveedor de capital al resto del mundo, no podía subir sus tipos de interés sin causar serias dificultades a un país como Estados Unidos, que sufría un déficit en su cuenta corriente y dependía de la afluencia de capital nipón.

El terror de que la restricción crediticia por una menor afluencia de capitales desde Japón pudiera provocar otro “Lunes Negro” hizo que el gobierno de este país permitiera la expansión del crédito, lo que influyó también en la formación de la burbuja.

Hay que tener en cuenta que la interdependencia de Japón hacia los Estados Unidos responde a objetivos políticos, geoestratégicos y económicos. La devastación que sufrió el país asiático ocasionada por la Segunda Guerra Mundial fue aprovechada por Washington para imponerle a Tokio que su seguridad quedara bajo la responsabilidad de Estados Unidos. Así, la nación asiática quedó supeditada a los intereses de la seguridad nacional de EEUU. Por la parte de la potencia norteamericana, esta intenta mantener su hegemonía en la zona asiática, apoyándose en Japón.

Es de destacar el grado de dependencia de la economía japonesa respecto a Estados Unidos, debido entre otros factores a que este es uno de los países con mayor Inversión Extranjera Directa en el país asiático, además de ser su mayor socio comercial, lo que ha obligado a Japón a aplicar una política económica subordinada a consideraciones externas.

Evidentemente, la recuperación de Japón en la posguerra había rebasado los límites de la conveniencia de Estados Unidos. El aliado se había convertido en un adversario económico en el propio mercado interno de la potencia yanqui y había que corregir esta situación. Ya Carlos Marx había sentenciado en el Tercer Tomo de El Capital que los capitalistas eran como hermanos enemigos.

Para contrarrestar los efectos del Acuerdo Plaza las autoridades niponas aplicaron varias medidas comerciales y financieras en esta etapa. En el orden interno, hubo períodos de alzas y bajas en las tasas de interés pero fue predominante la política expansiva.

En mayo de 1989 la situación era insostenible y finalmente el Banco de Japón subió el tipo de interés por cuatro veces consecutivas, con lo que la tasa de interés alcanzó de nuevo el nivel de septiembre de 1985, cuando se celebró el Acuerdo Plaza, terminando la época de la tasa de interés baja y el yen alto.

Las condiciones para las restricciones monetarias en el país asiático eran más que suficientes:

  1. La alta cotización del yen, que aceleró su ritmo a partir de 1985, dieron como resultado una disminución del superávit comercial, desde 95 300 millones en 1988, hasta cerca de 60 000 millones de dólares en 1989, nivel muy por debajo de la cifra previamente estimada por el gobierno, de 81 000 millones de dólares, debido a que el país incrementara sustancialmente las compras del crudo. Esta disminución del superávit comercial de Japón y la tendencia alcista de las monedas norteamericanas y alemanas por el cambio de relaciones Este - Oeste, causaron la depreciación del yen entre la primavera de 1989 y la de 1990.

  2. El alza del precio de los productos importados.

  3. El recalentamiento de la economía con una elevada inflación.
  4. El dramático aumento de los precios de las acciones y de los bienes inmuebles, causado por la baja tasa de interés y el incremento de la oferta del crédito.

  5. La prevención del aumento de los precios del crudo que se esperaba como consecuencia de la guerra del Golfo Pérsico, cuya crisis estalló en agosto de 1990. 4

Otra de las estrategias de Japón - enfocado a lo externo, para paliar los efectos de la drástica reducción de sus exportaciones y luego del Acuerdo Plaza - fue el incremento de las inversiones en el este asiático, aprovechando el yen fuerte. El país había sido líder económico y comercial en la región asiática durante muchos años y la tendencia se refuerza en ese momento con el traslado de muchas industrias japonesas hacia el exterior.

Esto fue ventajoso para Japón y también para los países de la región ya que hubo un gran impulso en el crecimiento económico de ambos. Sin embargo esta desindustrialización del país asiático evidencia que la clase obrera japonesa y no el gran capital japonés, fue la principal víctima, debido principalmente a que las posibilidades de empleo en el país disminuyeron considerablemente con el vaciamiento industrial.

El 45% de las exportaciones niponas se dirigían a Asia, así como el 30% de sus inversiones. Además, Japón era el principal importador de materia prima, petróleo, gas natural, madera y níquel de los países de la región.


1 Cuadernos de Japón, ed. Citada, p. 30.

2Sociedad Latinoamericana: Panorama de la industria y cooperación económica del Japón, Tokio, 1990, p. 6.

3 Sociedad Latinoamericana: Panorama de la industria y cooperación económica del Japón, Tokio, 1994, p.4.

4 Cuadernos de Japón. Ed. citada, p.32.

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