LA ESTÉTICA DE LA LIBERTAD Y SU EXPRESIÓN EN CINTIO VITIER

Marilys Marrero Fernández

1.1.3.1 La libertad estético-artística en el marxismo

Los análisis de Carlos Marx sobre la creación estético-artística y la libertad, sobre la producción artística en el capitalismo, sobre los procesos de enajenación y sobre la hostilidad del capitalismo a la creación, entre otros procesos, han sido las fuentes esenciales de la estética marxista en el siglo XX en sus diferentes enfoques.

Al respecto han contribuido a la difusión y al estudio del pensamiento estético marxiano entre otras, la labor editorial y de interpretación de M. A. Lifshits, con su obra Sobre la literatura y el arte, (1933), primera recopilación de textos que reveló la lógica interna de la concepción del arte en Marx y en Engels; la publicación del texto Sobre la literatura y el arte del francés Jean Freville, quien seleccionó las ideas estéticas de C. Marx y de F. Engels aparecidas en sus múltiples textos, y la interpretación realizada por Adolfo Sánchez Vázquez, especialmente en Las ideas estéticas de Marx (1973), a partir fundamentalmente de los Manuscritos económico filosóficos de 1844 como fuente, y su Invitación a la Estética, de 1993.

La estética marxista interpretó desde diversos enfoques el pensamiento de Marx y de Engels en materia de estética, en él la libertad es una categoría esencial como aspiración humana. En las tesis de Adolfo Sánchez Vázquez sobre “lo estético”, en especial en sus estudios sobre el pensamiento estético de Carlos Marx, las categorías libertad/necesidad se abordan en relación con la creación artística al destacar la importancia del trabajo creador y libre que la definen, al análisis de la objetivación de la obra artística y al proceso de la práctica creadora.

En su interpretación del pensamiento estético de Marx, refiere que el hombre como ser necesitado, dotado de fuerza, es un ser natural activo y humano, que se define en su ser y en su saber, por lo que su carácter social y consciente lo sitúan entre la necesidad y el objeto. Retoma la tesis de Marx sobre las crecientes necesidades humanas, de ahí la necesidad estética: “la necesidad humana hace del hombre un ser activo y su actividad es ante todo, creación de un mundo humano que no existe de por sí fuera de él.” Estos criterios se sustentan en los siguientes juicios de Marx contenidos en sus Manuscritos económico filosóficos de l844: “El hombre es una necesidad natural; necesita por tanto, de una naturaleza fuera de sí para poder satisfacerse, para poder aplacarse. El hambre es una necesidad objetiva que un cuerpo siente de un objeto que existe fuera de él e indispensable para la creación, la manifestación de su ser.”

Así, la actividad específica del hombre ―el trabajo― es expresión de su libertad y sólo cobra sentido en relación con las necesidades humanas. El trabajo crea ese mundo de los objetos necesarios al hombre; es además, un acto de objetivación o plasmación de fines, pues en opinión de Marx: “La actividad vital consciente distingue inmediatamente al hombre de la actividad vital animal. Justamente, y sólo por ello, es él un ser genérico. O, dicho de otra forma, sólo es ser consciente, es decir, sólo es su propia vida objeto para él, porque es un ser genérico. Sólo por ello es su actividad libre.” La utilidad de los objetos elaborados por el trabajo humano producen esa humanización, creado por el hombre con todos los sentidos, dado su capacidad subjetiva y su sensibilidad para satisfacer la necesidad que el hombre siente de humanizar el mundo creado por él; con razón consideró que el arte es la expresión del hombre frente a esa necesidad.

La libertad no es algo dado por naturaleza al hombre, sino algo que este tiene que conquistar y esa conquista sólo la logra mediante el trabajo. Esta relación entre arte y trabajo tiene que ser libre y creadora, liberada de una necesidad externa, ajena al hombre. Es por ello que el hombre crea a partir de sus necesidades, sino su actividad deja de ser fin para convertirse en un medio; sólo así afirma su esencia humana en un objeto concreto-sensible.

El pensamiento de Marx revela cómo en el capitalismo las relaciones arte-trabajo se tornan antagónicas, enajenantes y cambia el valor de la obra de arte; motivado por esto el artista crea en respuesta a necesidades exteriores y la obra adquiere el valor de una mercancía que responde a las leyes del mercado: “Como actividad que satisface una necesidad humana de expresión y de comunicación, el arte se ve afectado cuando el artista refrena o limita su necesidad de creación en aras de una exigencia externa.”

Marx concibe la obra de arte como el producto de un trabajo peculiar: es la necesidad de expresarse, afirmarse y comunicarse, debido a que la esfera del arte es por su esencia la esfera de la creación y de la libertad. La libertad de creación es una actividad dialéctica en relación con la necesidad de creación, no implica una dependencia absoluta, pues ello lastraría la verdadera independencia y la libertad del artista; es así que, “Toda gran obra de arte es, en este sentido una manifestación concreta, real, de la libertad de creación del hombre,” por tanto, la actividad estética tiene que fundarse en una praxis originaria de la que surge como expresión superior, de ahí la importancia que adquiere la práctica en la dimensión del hombre como ser activo y creador:

La gran aportación de Marx a la Estética consiste en haber puesto de relieve que lo estético, como relación peculiar del hombre con la realidad, se ha ido forjando histórica y socialmente en el proceso de transformación de la naturaleza y de creación de un mundo de objetos humanos. El trabajo es la expresión y la condición originaria de una libertad en el hombre que sólo cobra sentido por sus relaciones con las necesidades humanas.

En el contexto del s. XX, para el esteta M. Kagan, la autoexpresion del artista es precisamente el autoconocimiento y no un reflejo automático del flujo espontáneo de sensaciones; esto es debido a la facultad que posee el arte de permitir expresarse a través de un sistema de orientaciones valorativas, como integrante de la actividad artística por constituir una actividad transformadora, a través de un sistema de funciones estéticas y las extraestéticas, entre ellas la ideológico política, moral, religiosa, y educativa; ello le permite fundirlas en la actividad estética, en la modelación de la experiencia vital íntegra del hombre. Para Kagan:

El arte resulta ser capaz de construir y reconstruir la conciencia humana en su integridad: la unidad de puntos de vista y la psicología de la cosmovisión y la sensación del mundo, de las convicciones y el carácter, porque no solo sirve de medio de comunicación e instrumento de educación, sino que actúa como un modo de ampliación y enriquecimiento de la experiencia vital del hombre en el sentido dictado por los intereses de la sociedad.

Basándose en este presupuesto, el status de lo estético es también axiológico, lo cual significa que las llamadas categorías del arte son valores, y su percepción es una forma de la actividad valorativa que se expresa en sus múltiples funciones. Para el esteta ruso, lo bello es ambiguo como valor estético, por su relatividad y su condicionamiento al método artístico, a la finalidad ideal subjetiva y a la maestría, al “encarnar uno de nuestros ideales sociales mas importantes: el ideal de la libre actividad humana.” En su opinión, el ideal de libertad en la creación depende de la maestría y del talento del creador en primera instancia, y de la función comunicativa, función privilegiada en sus concepciones estéticas; la necesidad de la creación es hasta cierto punto ignorada.

Seguidor de Kagan, Lazar Koprinarov analiza la dialéctica de lo estético y lo bello; en su concepto lo bello se expresa a través de lo estético como relación concreta, aunque lo estético no se agote en lo bello; dice Koprinarov, “en eso radica el carácter libre de lo estético.” Suscribe las tesis de Kagan sobre lo bello y sus expresiones en un ideal de creación libre, a través de un tipo peculiar de percepción semiótica, enfoque característico de la estética marxista-leninista.

Otros pensadores contemporáneos sitúan la estética y la problemática de la libertad en el centro de la comprensión del marxismo en el siglo XX. Se torna una gran polémica las visiones de G. Lukács, R. Garaudy, de A. Sánchez Vázquez, y de los exponentes de la Teoría Crítica, frente a algunos representantes de la “estética soviética” quienes califican de revisionistas las propuestas que no tomen la teoría del reflejo de Lenin, ―distorsionadas por la propia dogmatización del marxismo soviético―, como principio rector de las relaciones arte-sociedad, obviando las propias tesis desarrolladas por Lenin sobre el reflejo artístico, dirigidas hacia la creación artística como elaboración de una nueva realidad y no hacia la copia.

R. Garaudy provocó una oleada de opiniones con la publicación de Hacia un realismo sin fronteras (l964); pese a sus discutibles criterios sobre la absolutización del realismo como método creativo, Garaudy muestra argumentos muy significativos con respecto a la problemática de la libertad en la creación y sus relaciones con la necesidad. Al respecto se enuncian algunas de sus tesis relacionadas con una concepción sobre la libertad en la creación al considerar al arte un reflejo activo, y a la libertad como una necesidad de expresión y de realización humanas, donde el realismo como concepción artística debe ser entendido en su función estética. Por ello esgrime las siguientes tesis :

 La libertad nunca es absoluta, no surge de la nada; la única libertad auténtica está arraigada en la cultura del pasado, en las luchas del presente y en la tarea común de quienes construyen el porvenir.

 El realismo en el arte es la toma de conciencia de esa participación de la creación del hombre por el hombre, la que constituye la más alta libertad.

 La libertad real del artista no consiste en reflejar pasivamente o ilustrar una realidad que está constituida fuera de él.

También en la Teoría Crítica del grupo de pensadores de la Escuela de Francfort, la temática de la libertad se encuentra en el centro de sus debates estéticos. Influenciados por Schiller y por los románticos, ofrecieron al arte un lugar fundamental en sus reflexiones filosóficas, de denuncia de la estética de la negatividad, contra la alienación y por la afirmación de la libertad y la solidaridad.

Para Theodor W. Adorno, el concepto de libertad de opinión y expresión, incluso el de la libertad espiritual constituyen los pilares que sostienen la crítica de la cultura en el siglo XX; la estética crítica en esta concepción de la libertad defiende la creación de un arte auténtico frente a la llamada “industria cultural”, la más refinada forma de dominación de la técnica como medio de placer y de entretenimiento al servicio de la opresión; la liquidación de la subjetividad y la autonomía individual, creada para impedir la formación de individuos autónomos que juzguen y decidan por ellos mismos, lo que enajena toda posibilidad de libertad.

En su Teoría Estética, (1971) ―obra póstuma―, asume la obra de arte como un producto de la sociedad que es resultado de la creación de los productos enlatados de la “industria cultural” en el capitalismo; de ahí su negatividad dialéctica. Para Adorno, el arte es autónomo y un hecho social, definición básica de su estética. Sus categorías son antitéticas, las mismas que conforman la realidad; por ello expresó: “toda la felicidad estriba en reconocer la infelicidad; toda su belleza en sustraerse a la apariencia de lo bello.” Para él, la obra tiene una función cognitiva en la búsqueda de la verdad estética, por ello la estética es necesaria; su expresión más definida en la lucha por la defensa de la libertad en la estética y de una cultura emancipatoria se encuentran junto a Horkheimer, en la crítica a la industria cultural del capitalismo, al absolutizarse en este sistema el valor mercantil del producto artístico y la obtención de ganancias por encima de lo estético, con el objetivo de lastrar la libertad de la creación y enajenar las mentes receptoras del consumo.

El discurso estético de H. Marcuse reconoce las distintas posiciones adoptadas sobre el objeto de la estética y las definiciones de lo bello. En 1935 expresaba sobre la belleza: “La belleza deberá encontrar otra encarnación si no es que no ha de ser solo apariencia real, sino expresar la realidad y la alegría [...]. Pero quizás la belleza y el goce no correspondan ya al arte” ; ha caducado la concepción de la belleza, o se refiere a las teorías sobre la muerte del arte? En 1955, en Eros y civilización, Marcuse propone una “civilización revolucionaria antirepresiva”, mediante la liberación de los impulsos eróticos del arte, según las teorías freudianas; en 1977 inserta su concepto de lo bello en el arte en sus relaciones con el amor para alcanzar la verdad: “De la conexión interna de Eros y la belleza en la obra de arte resulta la verdad del arte.[…]Lo bello es una cualidad, no del objeto del arte, sino de la forma estética en la que el objeto es re-presentado (la forma estética participa de lo bello” ; concibe al arte genuino inspirado siempre por el ideal de una comunidad de hombres libres y razonables, capaces de desarrollar feliz y plenamente su personalidad, ya que califica a la cultura como el lugar de “lo bueno, lo bello, lo verdadero,” contrario a los elementos alienantes de la cultura en el capitalismo.

En “Teoría y política”, de 1977, expresa que en el arte la realidad es transformada y experimentada, la vida y el hombre son representados con una verdad artística; esa verdad del arte, nos dice Marcuse, no se encuentra ni en la forma ni en el contenido, sino en el contenido devenido en forma, esta vez en una “forma estética”: la poetización, la imaginación y el hallazgo.

Este proceso para alcanzar la libertad, conduce al hombre hacia un nuevo conocimiento a través del “recuerdo” como fuerza creativa, “estímulo para la realización de la utopía concreta como idea regulativa de la praxis futura” ; mediante la libertad en el arte se alcanza, en su opinión, un principio de profundidad, ya que no concibe imaginar una liberación social y política, sin la emancipación individual. Esta problemática de la libertad y la belleza como búsqueda de la felicidad desde el pensamiento antiguo grecolatino, es abordado en el texto “Cultura y Sociedad: acerca del carácter positivo de la Cultura” ; en él la felicidad se constituye en el placer supremo que encuentra en el conocimiento filosófico lo verdadero, lo bueno y lo bello: “Sus características son las opuestas a las de la facticidad material: es lo permanente en el cambio, lo puro en lo impuro, lo libre en el reino de la necesidad.”

Marcuse establece las diferencias entre la significación de la felicidad en vínculo con las categorías expuestas a partir de la Modernidad con la entrada de la burguesía en el panorama de las clases sociales, al fundar en la razón la exigencia de una nueva libertad social; en su opinión, la respuesta fue dada a través de una cultura afirmativa. Por ello, el texto ahonda en el pensamiento clásico alemán sobre la libertad y la belleza para alcanzar la libertad, aunque esta belleza sea el resultado de la creación artística como expresión de la cultura en la sociedad:

La función fundamental de la cultura sigue siendo la misma; sólo cambian las formas como esta función se realiza. […] La cultura afirmativa había superado los antagonismos sociales en una abstracta generalidad interna: en tanto persona, en su libertad y dignidad anímica, los individuos tienen el mismo valor; muy por encima de las oposiciones fácticas se encuentra el reino de la solidaridad cultural.

Penetra en los principios estéticos de la belleza en sus relaciones con la libertad durante la Modernidad, debido a la función educativa que adquiere a través del arte al edulcorar las diferencias de clases, como “cultura afirmativa”, tras una aparente “universalidad de la cultura y de sus valores […] para así disciplinar de tal manera al individuo ―para quien la nueva libertad había traído una nueva forma de servidumbre― que sea capaz de soportar la falta de libertad de la existencia social […] Este es el verdadero milagro de la cultura afirmativa. Los hombres pueden sentirse felices, aun cuando no lo sean en absoluto,” aseveró Marcuse.

El pensamiento de Marx y Engels sobre la creación y la libertad ha situado al proceso creativo, como forma de trabajo especializado, en el centro del debate como necesidad para el logro de la libertad como esencia. El pensamiento estético marxista del siglo XX, en sus posiciones diversas, desde las expresiones de la estética marxista leninista y sus múltiples representante, y las posiciones de diversos marxistas de occidente, sostienen la significación de las relaciones de la libertad y la creación frente a las imposiciones de la industria cultural del capitalismo, la cual lastra la verdadera esencia del proceso creativo del arte.

Es así que la estética de libertad mantiene su línea de desarrollo en el pensamiento marxista, donde la libertad como expresión de la necesidad interior y esencia de la creación es categoría central del debate, esencialmente en el sistema estético de algunos pensadores de la Teoría Crítica, por sus críticas a la pérdida de la libertad creativa en el capitalismo dado la imposición de productos que lastran a verdadera creación, y la necesidad de una cultura emancipatoria cuya esencia sea la libertad.

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