Tesis doctorales de Ciencias Sociales

PROBLEMAS AMBIENTALES Y CONFLICTO SOCIAL EN ARGENTINA: MOVIMIENTOS SOCIOAMBIENTALES EN MENDOZA. LA DEFENSA DEL AGUA Y EL RECHAZO A LA MEGAMINERÍA EN LOS INICIOS DEL SIGLO XXI

Lucrecia Soledad Wagner




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4.2.3.1. El contexto internacional y el debate ambiental

Si rastreamos los inicios de las primeras reuniones, presentaciones y debates sobre el tema ambiental a escala internacional, encontraremos que, a fines de la década del ´60, nació el “Club de Roma” –un grupo de diplomáticos, industriales, académicos y personas de la sociedad civil-, que se reunió para discutir sobre el consumo ilimitado de recursos en el mundo. Este grupo encargó al “Massachusetts Institute of Technology” (MIT), un informe que se tituló “Los límites del crecimiento” –también llamado “Informe Meadows”, en relación a quien dirigió su realización, D. Meadows-, y fue publicado en el año 1972. Si bien hay quienes criticaron este informe por su actitud alarmista, o porque su mirada sólo responde a los países denominados “desarrollados”, permitió instalar en la agenda mundial la discusión sobre la contradicción entre el crecimiento ilimitado del consumo y un mundo finito en recursos.

Posteriormente, en 1972 se realizó la “Conferencia de las Naciones Unidas

sobre el Medio Ambiente Humano”, en Estocolmo, capital de Suecia. En la Declaración de esta conferencia, se afirmó: “…La Protección y mejoramiento del medio ambiente humano es una cuestión fundamental que afecta al bienestar de los pueblos y al desarrollo económico del mundo entero, un deseo urgente de los pueblos de todo el mundo y un deber de todos los gobiernos. El hombre debe hacer constante recapitulación de su experiencia y continuar descubriendo, inventando, creando y progresando. Hoy en día, la capacidad del hombre de transformar lo que lo rodea, utilizada con discernimiento, puede llevar a todos los pueblos los beneficios del desarrollo y ofrecerles la oportunidad de ennoblecer su existencia. Aplicado erróneamente o imprudentemente, el mismo poder puede causar daños incalculables al ser humano y a su medio…”.

La Conferencia de Estocolmo, colocó al ser humano en el centro de la preocupación ambiental: “…De todas las cosas del mundo, los seres humanos son lo más valioso. Ellos son quienes promueven el progreso social, crean riqueza social, desarrollan la ciencia y la tecnología y, con su duro trabajo, transforman continuamente el medio ambiente humano...”.

Los hombres son vistos como el motor del progreso y el desarrollo deseados por todos los pueblos. En cuanto a este último concepto, desarrollo, en la Declaración se diferencian los problemas ambientales de los países en desarrollo o subdesarrollados y de los países desarrollados: “…En los países en desarrollo, la mayoría de los problemas ambientales están motivados por el subdesarrollo. Millones de personas siguen viviendo muy por debajo de los niveles mínimos necesarios para una existencia humana decorosa, privadas de alimentación y vestido, de vivienda y educación, de sanidad e higiene adecuadas. Por ello, los países en desarrollo deben dirigir sus esfuerzos hacia el desarrollo, teniendo presente sus prioridades y la necesidad de salvaguardar y mejorar el medio. Con el mismo fin, los países industrializados deben esforzarse por reducir la distancia que los separa de los países en desarrollo. En los países industrializados, los problemas ambientales están generalmente relacionados con la industrialización y el desarrollo tecnológico...”.

Podemos entrever en las declaraciones, un enfoque lineal y único de desarrollo. Con el paso del tiempo, la perspectiva de la humanidad como especie más importante del planeta, y la alabanza al progreso y al desarrollo, fueron y continúan siendo focos de grandes debates. La crítica al desarrollo pensado de forma lineal, en el que los países subdesarrollados o en desarrollo deben avanzar hacia el desarrollo de los países más industrializados, ha llevado incluso a poner en cuestionamiento el propio concepto de desarrollo. Surgen así otras perspectivas que han incorporado nuevas variables, como el desarrollo sustentable o sostenible y el desarrollo a escala humana.

Es así que en 1983 las “Naciones Unidas” establecieron la “Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo”. La Comisión presidida por el noruego Gro Harlem Brundtland, dio a conocer en 1987 el Informe Final llamado “Nuestro Futuro Común” –también conocido como “Informe Brundtland”-. Es en este informe donde se menciona por primera vez el concepto de “desarrollo sustentable” –o “sostenible”-, definido como “…aquel que satisface las necesidades del presente sin comprometer las necesidades de las futuras generaciones...”. Este informe sirvió de eje para la “Conferencia de Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo” (CNUMAD) –llamada “Cumbre de la Tierra” o “Río ´92”-, celebrada en Río de Janeiro en 1992.

Esta conferencia reunió a políticos, diplomáticos, científicos, periodistas y representantes de Organizaciones No Gubernamentales (ONGs) de 179 países. Simultáneamente se celebró en Río de Janeiro el “Foro Global de las ONGs”, al que asistieron un gran número de representantes de organizaciones de la sociedad civil a dar su propia visión sobre el tema, siendo la primera vez que este tipo de reuniones contaba con una cumbre paralela de tal envergadura.

Durante la CNUMAD se elaboraron importantes documentos: La “Declaración de Río”, el “Programa 21”, la “Convención Marco sobre el Cambio Climático”, el “Convenio sobre Diversidad Biológica” (CDB), y la “Declaración de Principios Forestales”.

Si comparamos la “Declaración de Río” con la precedente “Declaración de Estocolmo”, podemos ver que, si bien se reafirma la perspectiva de los seres humanos como centro de las preocupaciones, en la última el desarrollo es abordado desde el enfoque de la sustentabilidad. En cuanto al desarrollo, el Principio 3 de la Conferencia de Río establece: “…El derecho al desarrollo debe ejercerse en forma tal que responda equitativamente a las necesidades de desarrollo y ambientales de las generaciones presentes y futuras...”. Además del desarrollo, se menciona así la existencia de necesidades ambientales. En correlación a ello, el Principio 4, a su vez, integra la protección del medio ambiente como parte del proceso de desarrollo, que no podrá considerarse en forma aislada.

En cuanto a los países en desarrollo y desarrollados, la “Declaración de Río” destaca la mayor vulnerabilidad de los primeros desde el punto de vista ambiental. Y establece en el Principio 7 que “…los Estados tienen responsabilidades comunes pero diferenciadas…”, ya que los países industrializados han ejercido una mayor presión sobre el medio.

El Principio 10 destaca la participación en las cuestiones ambientales de todos los ciudadanos interesados, y el “…acceso adecuado a la información sobre el medio ambiente de que dispongan las autoridades públicas, incluida la información sobre los materiales y las actividades que encierran peligro en sus comunidades, así como la oportunidad de participar en los procesos de adopción de decisiones…”. La participación fue mencionada en la Declaración de Estocolmo en su Principio 23, la que también destacó en su Principio 19 la educación como base de una opinión pública bien informada.

Por otra parte, el Principio 17 de la “Declaración de Río” introduce la evaluación de impacto ambiental como instrumento nacional. Y menciona la importancia de mujeres, jóvenes y poblaciones indígenas en el logro del desarrollo sostenible.

Finalmente, la última conferencia internacional sobre el tema ha sido la Conferencia de Johannesburgo, en el año 2002, denominada “Conferencia Mundial sobre el Desarrollo Sostenible”. Se llegaba a esta reunión con un sentimiento de decepción por los escasos avances respecto a los acuerdos de Río ´92, y con la necesidad de pasar de los debates a las acciones.

“…Cuando la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la celebración de la Cumbre Mundial sobre el Desarrollo Sostenible no era ningún secreto -ni siquiera una cuestión que hubiera que debatir- que el avance en el logro del desarrollo sostenible había sido extremadamente decepcionante desde la Cumbre para la Tierra de 1992, ya que la pobreza había aumentado y la degradación del medio ambiente había empeorado. Lo que el mundo deseaba, según lo que afirmaba la Asamblea General, no era un nuevo debate filosófico o político sino más bien una cumbre de acciones y resultados (…). Como Cumbre centrada en la aplicación de medidas, Johannesburgo no ha producido resultados dramáticos: no ha habido acuerdos que permitan concertar nuevos tratados, y muchas de las metas convenidas se han fijado en una serie de reuniones de nivel mediano...”. Estas palabras pertenecen al Secretario General de la Cumbre, Nitin Desai, y fue publicado en la página de “Naciones Unidas”. Desai destaca entre los resultados de la Cumbre, un nuevo nivel de diálogo entre todos los interesados, especialmente entre los gobiernos, la sociedad civil y el sector privado: “…Más allá de los discursos y las denuncias, los participantes en la Cumbre se vieron obligados a enfrentarse a las necesidades y argumentos de otros agentes en un diálogo verdaderamente interactivo...”.

Por otra parte, el Principio 14 de la “Declaración de Johannesburgo” menciona que “…la globalización ha agregado una nueva dimensión a estos problemas. La rápida integración de los mercados, la movilidad del capital y los apreciables aumentos en las corrientes de inversión en todo el mundo han creado nuevos problemas, pero también nuevas oportunidades para la consecución del desarrollo sostenible. Pero los beneficios y costos de la globalización no se distribuyen de forma pareja y a los países en desarrollo les resulta especialmente difícil responder a este reto...”. Por otra parte, en el Principio 18 se menciona la “universalidad de la dignidad humana”.

Observamos así un proceso de debate internacional en el cual se han ampliado las concepciones de desarrollo, donde actualmente las discusiones giran en torno al concepto de de desarrollo sustentable o sostenible, y donde también la participación de los diversos sectores cobra un papel relevante, especialmente en lo referido a la sociedad civil.

Como fue destacado en el Capítulo 2, este proceso es acompañado académicamente -con nuevas concepciones sobre la gestión ambiental y la participación-, y desde la realidad misma de los países -con el resurgimiento de diversos movimientos y grupos que reclaman una toma de decisiones más horizontal y un desarrollo acorde a sus necesidades-.


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