Tesis doctorales de Ciencias Sociales

PROBLEMAS AMBIENTALES Y CONFLICTO SOCIAL EN ARGENTINA: MOVIMIENTOS SOCIOAMBIENTALES EN MENDOZA. LA DEFENSA DEL AGUA Y EL RECHAZO A LA MEGAMINERÍA EN LOS INICIOS DEL SIGLO XXI

Lucrecia Soledad Wagner




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2.2.4. La construcción de una racionalidad ambiental y su contraposición a la racionalidad económica

Enrique Leff recupera el concepto de racionalidad de Max Weber y lo vincula al problema actual de la sustentabilidad. ¿Qué es la “racionalidad ambiental”? Parafraseando a este autor, la describiremos como un proceso de emancipación que implica la descolonización del saber sometido al dominio del conocimiento globalizador y único, para fertilizar los saberes locales. Nace en la deconstrucción de la razón que ha desencadenado las fuerzas eco-destructivas de un mundo insustentable, es decir, nace en contraste con las teorías, el pensamiento y la racionalidad de la modernidad, y se arraiga en prácticas sociales y en nuevos actores políticos, desplegándose en los movimientos socioambientales que luchan por la construcción de sociedades sustentables y por la reapropiación de su naturaleza y sus territorios de vida. “…Su concepto se fue gestando en la matriz discursiva del ambientalismo naciente, para ir creando su propio universo de sentidos…” (Leff, 2004:XV).

En relación a lo anterior, es importante también describir la diferencia pero a su vez la complementación existente, al momento de abordar una problemática, entre sentidos-significados y saberes-conocimientos, para comprender qué alcance le damos a estas denominaciones cuando las utilizamos a lo largo de este trabajo.

Coexisten, por un lado, significados teóricos vigentes en las prácticas científicas y, por otro, sentidos dados a los significados, es decir, los saberes que la comunidad tiene sobre sus propias problemáticas. El sentido común y el conocimiento científico son discursos que se complementan. El primero facilita la construcción de subjetividades mediante la comunicación intersubjetiva, contextualiza las problemáticas y las miradas sobre ellas; el conocimiento científico por su parte pretende exponer las relaciones encubiertas en los objetos, relaciones, fenómenos, explicarlas y hasta en algunos casos reproducirlas experimentalmente (Coria, 2008).

La contraposición de la racionalidad ambiental a la racionalidad económica se fundamenta en que esta última ha desarrollado una estrategia de poder para legitimar su principio de racionalidad fundado en el modelo cientificista de la modernidad. Desde esa perspectiva, no sólo se define como racional la conducta de los actores sociales que se rigen por las motivaciones del mercado, la ganancia y la utilidad, sino que se busca deslegitimar los modos de organización social guiados por otros valores. Las prácticas tradicionales, así como las demandas de las comunidades locales y las sociedades no capitalistas, aparecen como derechos y valores, pero carentes de racionalidad.

“…La globalización económica instala la soberanía del consumidor en el lugar de la soberanía de los pueblos, que en sus procesos históricos establece las reglas de cohesión y solidaridad social y los imaginarios colectivos que definen las necesidades y deseos de la gente dentro de organizaciones culturales diferenciadas. De estos principios emergen hoy en día las luchas de resistencia de los pueblos a subsumirse dentro de las reglas homogeneizantes del mercado globalizador, a ser reducidos a elementos de un ¨capital humano¨, a disolver sus valores y estilos de vida…” (Leff, 2004:195). Parafraseando a Horacio Machado Aráoz (2009), y en referencia a los conflictos en torno a la megaminería, éstos surgen de formas contradictorias de comprender, vivir y producir el espacio habitado.

Otros aspectos que Leff incorpora al concepto de racionalidad ambiental, son, por un lado, el carácter simbólico, y por otro, el aspecto ético. “…La racionalidad ambiental busca repensar la relación entre lo real y lo simbólico en el mundo actual globalizado, la mediación entre cultura y naturaleza, para confrontar a las estrategias de poder que atraviesan la geopolítica del desarrollo sostenible…” (Leff, 2004:XVIII). Por otra parte, desde la ética surge una crítica a la racionalidad económica, a partir del carácter irreductible de los principios de autonomía, solidaridad y autosuficiencia a la razón reduccionista del mercado (Leff, 2004).

Consideramos que este aspecto es también de gran relevancia para nuestro caso de estudio, por el carácter simbólico de los bienes naturales en disputa, que será abordado en los Capítulos 5 y 7. Asimismo, las medidas represivas que en algunas provincias argentinas se han tomado para acallar la lucha de los movimientos socioambientales –algunas desde lo legal, por medio de ordenanzas o leyes antiterroristas-, hace inevitable la aparición del cuestionamiento desde la ética a este tipo de acciones. Por otra parte, la calidad de los Informes de Impacto Ambiental presentados por las empresas, en algunos casos ponen en cuestión la ética de los profesionales intervinientes.

¿Cómo se construye la racionalidad ambiental? Esta construcción implica un proceso, es la realización de una utopía, de un proyecto social que surge como respuesta a otra racionalidad. Y esta otra racionalidad –económica- ha tenido su periodo histórico de construcción, de legitimación, de institucionalización y de tecnologización. El proceso de transición, se caracteriza por la oposición de intereses y perspectivas de ambas racionalidades, por sus estrategias de dominación y por sus tácticas de negociación. “…Es un proceso transformador de formaciones ideológicas, prácticas institucionales, funciones gubernamentales, normas jurídicas, valores culturales, patrones tecnológicos y comportamientos sociales que están insertos en un campo de fuerzas en el que se manifiestan los intereses de clase, grupos e individuos, que obstaculizan o movilizan los cambios históricos para construir esta nueva racionalidad social…” (Leff, 2004:223). Consideramos que nos encontramos en este proceso, y que la emergencia de los conflictos socioambientales es su más clara manifestación.

También puede observarse este choque de racionalidades en el campo profesional –no sólo entre las diferentes disciplinas en las que ha sido dividida la ciencia, sino también al interior de cada una de éstas-, entre quienes siguen apelando a la ciencia moderna para legitimar el conocimiento, y quienes apuestan a un nuevo paradigma científico que aborde la complejidad de los problemas e incorpore los saberes, sentidos e incertidumbre inherentes a las cuestiones ambientales. Este choque estaría dando cuenta del paso de la ciencia normal a la ciencia postnormal (ver Funtowicz y Ravetz, 1993), y de la co-existencia conflictiva de ambas.


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