Tesis doctorales de Ciencias Sociales

PROBLEMAS AMBIENTALES Y CONFLICTO SOCIAL EN ARGENTINA: MOVIMIENTOS SOCIOAMBIENTALES EN MENDOZA. LA DEFENSA DEL AGUA Y EL RECHAZO A LA MEGAMINERÍA EN LOS INICIOS DEL SIGLO XXI

Lucrecia Soledad Wagner




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6.2. MENDOZA Y SU “CULTURA DEL AGUA”

El 70% del territorio argentino es zona árida o semiárida, incluyendo toda la provincia de Mendoza excepto la alta cordillera. Esta realidad ha marcado fuertemente la identidad de gran parte de los mendocinos, y su “cultura del agua”. En Mendoza, el agua es el principal condicionante para el desarrollo de sus actividades. Esta situación ha determinado históricamente sus asentamientos, su paisaje y sus actividades productivas. Actualmente, el 97% de la población está ubicada en el 3% de la superficie que comprenden los oasis (DGE-GM).

“…El nuestro es un medio árido, por lo que el agua debe ser considerada un bien precioso…”, puede leerse en el sitio de Internet Subsecretaría de Medio Ambiente del Gobierno de Mendoza. Una frase similar aparece en el sitio de Internet del Departamento General de Irrigación (DGI): “…Sabemos a ciencia cierta que el agua es el tesoro mas preciado de la Provincia…”. La dependencia del agua es explicada sucintamente por el Ente Provincial del Agua y de Saneamiento de la Provincia de Mendoza (EPAS):

“…Las mayores precipitaciones en la provincia se dan en verano (250 mm anuales), en otoño e invierno son francamente escasas. A partir de los 1.700-1.800 metros de altura las temperaturas disminuyen, la diferencia entre día y noche se acentúa y la lluvia se convierte en nieve. Entre mayo y septiembre (invierno) los vientos húmedos del Pacífico intensifican las nevadas. Valles, montañas y quebradas son rellenados y suavizados con una carga nívea que, deshielos veraniegos mediante, alimenta impetuosos ríos que llevan su carga de agua hacia el Este, al llano. De esos ríos proviene el agua que se usa en el imprescindible y tradicional sistema de riego por acequias, sistema que permite que florezcan los tres grandes oasis urbanos y agrícolas del mapa provincial: el Oasis Norte (Gran Mendoza y Zona Este), el Oasis de Valle de Uco (Centro) y el Oasis Sur (San Rafael y General Alvear). De esos ríos se extrae además el agua que, potabilizada, consumen los laboriosos habitantes de los oasis. Cordillera, río y trabajo humano constituyen la trilogía fundante de la cultura mendocina…”.

Como fue mencionado previamente, los primeros en realizar un sistema de irrigación para el aprovechamiento del agua fueron los Huarpes, siendo las técnicas utilizadas perfeccionadas por los Incas. “…La población huarpe, se encontraba diseminada en grupos de 100 a 150 personas asentadas a la vera de canales, de los que derivaban agua con la que cultivaban vegetales. Estas acequias o canales, que ya existían cuando llegaron los conquistadores, eran derivadas del actual Canal Guaymallén. Esta habilidad de usar el agua con fines de riego y el cultivo de la tierra habría sido perfeccionada por los Incas, los que tenían en Mendoza el límite más lejano de su imperio…” (DGE-GM).

Como ya fue mencionado, en el siglo XIX, las actividades económicas de la etapa colonial –granos (trigo y maíz) y ganadería- dieron paso al modelo agrícola mediterráneo bajo riego. La llegada del ferrocarril y del alud migratorio, propiciaron la puesta en vigencia en el año 1884 de la primera “Ley de Aguas” en la provincia y en el país. Esta Ley determinó como responsable del manejo del agua al Departamento de Aguas –actual DGI-, con el fin de propiciar un crecimiento ordenado de tierras de cultivo, lo que consolidó a su vez la estructura de oasis provinciales (DGE-GM).

Actualmente, las políticas ambientales y la legislación sobre el tema hacen referencia a la importancia del agua en la organización del territorio: “…La preservación del ambiente como objetivo político de la Provincia de Mendoza no es un fenómeno coyuntural, sino un largo proceso cultural que encuentra en la historia provincial sus verdaderas bases. La cultura mendocina es la cultura ambiental del oasis…” (Rodríguez Salas, 1993:14).

Asimismo, el Plan de Gestión Ambiental 2008-2012, presentado por la Secretaría de Medio Ambiente del Gobierno de Mendoza, tiene como prioridad ambiental Número 1, “…inhibir y revertir los procesos negativos que comprometen la provisión presente y futura del agua y afectan la calidad del recurso…”. Entre los procesos críticos mencionados en dicho plan, se encuentra, por un lado, la escasez del recurso hídrico y, por otro, la contaminación de acuíferos. El primer proceso tiene como causas: la incidencia del cambio climático (retraimiento), la alteración de los ciclos hidrológicos (desertificación), el uso inadecuado (sistema de riego ineficiente y consumos), déficits en la red de distribución (escurrimiento), deficiente planificación de actividades competitivas, incremento de la demanda (consumo, riego, industria), entre otras. Por su parte, el segundo proceso, tiene entre sus causas: el deficiente tratamiento de efluentes líquidos y sólidos, de efluentes cloacales y de residuos sólidos domiciliarios, y el impacto del uso de pesticidas y agroquímicos, y de la actividad petrolera, minera, industrial, agropecuaria y de servicios.

En cuanto a la producción agrícola de la provincia, si la dividimos por subsectores, según datos 2005-2006, el vitícola ocupa un 68%, el frutícola 18%, el hortícola 12% y el olivícola 2%. Si bien, como ya fue mencionado en el apartado anterior, la actividad agrícola ligada al proceso de industrialización, le confieren características de agro “urbano”, con capitalistas agrarios que son a la vez industriales, existen también en la provincia propuestas de producción de menor escala, como los medianos y pequeños productores, agricultores orgánicos y movimientos campesinos -una realidad no tan conocida como la agroindustria de la vid-. Estos grupos cuestionan con su práctica al modelo imperante, y comparten con las luchas en contra de la megaminería una preocupación en común: el agua (ver: Liceaga, 2008).

Esta realidad provincial, colocó al agua como eje central de la lucha contra la megaminería en Mendoza, bajo el cual se articularon las organizaciones que surgieron. Incluso ha dado nombre a la asamblea provincial que nuclea a los grupos existentes en toda la provincia: la Asamblea Mendocina por el Agua Pura (AMPAP). Este factor potenció la organización y multiplicación de las movilizaciones en defensa del agua y en oposición a la megaminería, ya que esta actividad fue vista como vista como “secante y contaminante” de las fuentes de agua, las que para gran parte de los mendocinos son sinónimo de fuentes de vida.

En este sentido, no puede dejar de mencionarse que las movilizaciones se iniciaron en los departamentos agrícolas de Mendoza, aquellos que establecen una relación más directa entre las montañas como fuentes de agua y su producción y modo de vida. En palabras de Javier Rodríguez Pardo -periodista y ambientalista conocido por su acción en la lucha contra la megaminería-, en su visita a Mendoza en el año 2005: “…Dije entonces, y no me equivoqué, que Mendoza iba a ser un hueso duro de roer, impidiéndole a las mineras hacer base, porque enseguida se nota la importancia que el agua tiene en una población que hizo de un desierto un vergel…” (Rodríguez Pardo, 2009:225-226).

La presencia del trabajo realizado para “vencer al desierto” está presente en muchos de los testimonios recabados durante las entrevistas. En estos testimonios, aparecen repetidamente dos cuestiones: por un lado, el recién mencionado orgullo y la necesidad de preservar el trabajo de los antepasados y, por otro, la denuncia de la invisibilización e injusticia con ciertos sectores de la población mendocina, que sufren históricamente problemas de acceso al recurso hídrico.

En cuanto a la primera situación, “…Esa identidad de los mendocinos es el fruto de una construcción histórica que combina diversos factores geográficos, demográficos, culturales y políticos. Entre ellos destaca, como un modo de vida más o menos compartido, la organización de la sociedad local en torno a una causa común: ¨vencer al desierto.¨ Los mendocinos están orgullosos de la manera en la que han sabido ¨domar¨ ese medio hostil y moldearlo de acuerdo a sus necesidades…” (Montaña et al, 2005:5). Esa identidad va a aparecer especialmente en los testimonios de los miembros de los grupos conformados en aquellos departamentos con mayor tradición agrícola, especialmente Valle de Uco y General Alvear.

Por otra parte, y en relación a la segunda cuestión, se detecta entre las reivindicaciones de las organizaciones del Gran Mendoza y del departamento de Lavalle, el derecho y la necesidad de acceso a agua de calidad de ciertos grupos “invisibilizados” por la cultura dominante. Nos referimos, por un lado, a los grupos localizados en el denominado “desierto de Lavalle”, entre los que se encuentran comunidades Huarpes y campesinas. “…Espacios de secano, integrados a partir de su funcional subordinación, sin posibilidades de implementar sistemas de riego artificial y amparados en prácticas ganaderas de subsistencia. Se trata de ámbitos degradados desde el punto de vista de los recursos naturales que albergan una población que vive al límite de sus condiciones de subsistencia y reproducción...” (Montaña et al, 2005:11). Por otro lado, se denuncia también las malas condiciones de acceso al agua de barrios periféricos y marginados del Gran Mendoza y del departamento lavallino.

Desde estas diversas reivindicaciones, los grupos conformados en distintos departamentos mendocinos van a unirse para oponerse a la megaminería y la preservación de sus fuentes de agua, confluyendo en una organización a nivel provincial.


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