 
      
  Este tema tiene ya  bastante tiempo de ocupar las preocupaciones de la investigación social,  particularmente desde la perspectiva de la teoría la modernización. Esta teoría establece un abordaje dualista en la explicación del precario desarrollo de  todos aquellos países no-modernos. La premisa central es que existen dos tipos  de sociedades, las relativamente modernas y las relativamente no modernas, de  donde se desprende que éstas últimas deberán seguir los pasos de las primeras  para poder alcanzar el desarrollo. 
  Esta idea tuvo un  importante nivel de influencia y sirvió para exportar un modelo universal de  desarrollo para la región, acorde a los intereses de Estados Unidos (no es  casualidad que Rostow, uno de los teóricos más importantes de la modernización  y creador del esquema de cinco fases , fungiera como  consejero de los presidentes Kennedy y Johnson). 
  Pero no sólo se  han exportado un conjunto de ideas, sino toda una ideología que pretende hacer  aparecer el destino de todas las naciones en desarrollo, inevitablemente  dirigido a la modernidad, claro, una modernidad dentro del capitalismo, el cual  de ninguna forma puede ser cuestionado, y el tema de la democracia no es la  excepción.
  Dentro de esta perspectiva, los trabajos que  han abordado esta temática y que se han basado en muestras grandes de casos,  han concluido que el desarrollo económico de un país, normalmente  operacionalizado a través de la renta per  capita, incide en un mayor grado de democratización de su régimen político. 
  El desarrollo  aparecerá siempre relacionado de manera positiva con la democracia,  determinando el nivel de su avance. En consecuencia, la explicación final, en  última instancia, independientemente de los matices que cada autor imponga a su  reflexión, estará sujeta a la comparación que se haga entre países modernos y  no modernos. Es decir, lo que les falta a estos últimos para parecerse a los  primeros. 
  La teoría de la modernización aplicada al  análisis de los regímenes políticos tiene su origen en un célebre artículo de  Seymur Martin Lipset,  publicado originalmente en 1959. Este autor señala como elementos básicos de la  democracia el desarrollo económico y la legitimidad política. Para lo cual  aborda el tema estudiando la existencia o inexistencia de la democracia en  países europeos, anglosajones y latinoamericanos a partir de ciertos  indicadores socioeconómicos de lo que se entiende como modernización, como el  ingreso per cápita, el nivel  educativo, la posesión de teléfono y automóvil, el número de médicos por cada  mil habitantes, y  el grado de  urbanización e industrialización. La correlación encontrada entre desarrollo y  democracia será explicada poco tiempo después a partir del cambio de valores,  el cual, de acuerdo al autor, estará determinado por el cambio producido en la  estructura social en relación directa al nivel de industrialización. En la  medida que la modernización avance, se generará la emergencia de una clase  media más tolerante en relación a las clases alta y baja, que promoverá el cambio  político y los procesos de democratización.
  El esquema de Lipset sugiere la existencia de  una equitativa distribución del ingreso al interior de las sociedades como  requisito fundamental para el fortalecimiento de las clases medias y el cambio  de valores que potencien la participación política, lo que implica la  existencia de un importante proceso de industrialización que establezca las  condiciones económicas que hagan posible la democracia. Pues bien, a cinco  décadas de que viera la luz el estudio de Lipset y de un proceso de  industrialización truncada en la región, dicha distribución del ingreso no ha  sido posible, esto incluso bajo una existencia generalizada de regímenes  democráticos en la región.
  América  Latina sigue siendo la región más desigual del mundo. Por lo tanto, avanzar  hacia una mejor distribución de los ingresos y otros activos sigue siendo una  de las tareas pendientes más importantes en el futuro. La notable disparidad  distributiva que caracteriza a los países de America Latina puede percibirse al  comparar la relación de ingresos entre el decil mas rico y los cuatro  deciles mas pobres, y entre el quinto quintil  (es decir, el 20% de hogares situados en el extremo superior de la  distribución) y el primer quintil. De acuerdo con el primero de estos índices,  el ingreso medio por persona de los hogares ubicados en el décimo decil supera  alrededor de 17 veces al del 40% de hogares más pobres. 
Este tipo de sociedad que concebía Lipset hoy más que nunca está lejos de  consolidarse en la región, pero el autor no abona mucho a la comprensión de las  causas estructurales que originan esta situación, simplemente se limita a  relacionar desarrollo con industrialización. Por eso desde nuestro punto de  vista su análisis no atiende la esencia de la problemática del atraso económico  de la mayoría de los países del orbe, sino simplemente a su descripción.
  Según Rueschemeyer, Stephens y Huber, citados por David Altam, a  comienzos de los sesenta esta literatura crecería tremendamente y lo seguiría  haciendo en las dos décadas siguientes, aunque utilizando dos claros tipos de  enfoques metodológicos alternativos. De un lado, se encontraban los autores que  siguieron elaborando los clásicos estudios cuantitativos,  transversales-nacionales, entre quienes destacan Samuel P. Huntington y Hannan y Carroll. El primero defendió  la idea de que las demandas de participación y de beneficios económicos  desembocarían en dificultades para unos sistemas políticos que carecían de  instituciones consolidadas. Los segundos, consideraban que el desarrollo y el crecimiento económico sirven para  mantener, e inclusive para reforzar, el régimen político que promueve el  desarrollo (independientemente de que éste sea democrático o no). 
   Del otro lado estaban los estudios histórico-comparativos entre cuyos  autores destacan Guillermo O’Donnell y Barrington Moore. El primero supone una contestación a la teoría  de la modernización al sugerir que, en determinados niveles de desarrollo, la  modernización podría favorecer la vuelta a regímenes autoritarios. Moore señalaría  que existen tres caminos a la modernización en tres contextos diferentes y  donde cada uno de ellos conlleva a un régimen político distinto: democracia,  comunismo y fascismo, concluyendo que las consecuencias de la modernización están  establecidas por una constelación histórica del capitalismo temprano, la cual  no necesariamente puede repetirse. 
  Estas dos tendencias tuvieron  fuertes diferencias metodológicas, y también sus investigaciones llegaron a  conclusiones distintas. 
  Por otra parte, hacia la década de los noventas Burkhart y Lewis-Beck  utilizando series temporales y una metodología rigurosa descubrieron que: a) el  desarrollo económico conduce a la aparición de democracias; y b) la democracia  por sí misma no ayuda al desarrollo económico. La investigación posterior  reveló cual es el proceso material por el que un mayor nivel de renta conduce a  la democratización. De acuerdo a estos autores, un mayor nivel de renta  favorece la aparición de cambios estructurales en el modo de producción que a  su vez favorecen la aparición de la democracia. En este sentido, un mayor nivel  de renta favorece mayores niveles educativos, lo cual crea un público más  articulado, mejor informado y mejor preparado para la organización; así como un  mayor grado de especialización ocupacional, que repercute en el favorecimiento  del sector secundario frente al primario y del terciario respecto al  secundario.
  Además, estos autores encontraron que la relación entre renta per capita y la democracia es menos  sólida en los países de la periferia y los de la semiperiferia que en los del  centro. A pesar de que el efecto era fuerte en tres diferentes categorías de  países, su trabajo sugiere que la modernización tiene un efecto más débil sobre  la democracia en los países de América Latina que en los del centro. 
  Hace una década, Samuel Huntington  escribía un  ensayo donde resumía su posición al respecto, estableciendo los siguientes  puntos: a)  si un país quiere generar  democracia, tiene que promover el crecimiento económico; b) el desarrollo  económico produce más recursos, públicos y privados, para distribuir entre los  grupos de la sociedad, en este sentido, la política se vuelve menos un juego de  suma cero y por tanto se fomentan el compromiso y la tolerancia; c) el desarrollo  económico produce una economía más compleja y cada vez más difícil de controlar  por parte del Estado; d) la liberación del control estatal de la economía  conduce a la creación y crecimiento de centros independientes de poder, basados  en el control privado de capital, tecnología y comunicaciones; y e) mientras  que en el corto plazo el rápido crecimiento económico agudiza la desigualdad  económica, en el largo plazo produce una mayor igualdad en la distribución del  ingreso.
  De acuerdo a este autor, la democracia es  incompatible con la total igualdad económica, la cual sólo puede alcanzarse por  medio de una dictadura coercitiva, pero también lo es con la grave desigualdad social  y económica. Finalmente afirmaba que, los países que crecen económicamente y entran  a esta zona de niveles intermedios de desarrollo económico desarrollan presiones  dentro de ellos para abrir y democratizar su sistema político. Gran parte de  las cuarenta transiciones, o más, a la democracia que han ocurrido en las  décadas recientes han sido en países que se encontraban en esta zona de  transición.
  No podríamos concluir nuestra exposición sobre los desarrollos de la  teoría de la modernización, sin citar una investigación publicada en 2004 por  Scott Mainwaring y Aníbal Pérez .  En este ensayo los autores bosquejan un resumen de este largo debate en torno a  la relación entre democracia y desarrollo, dándose a la tarea de abordar el  tema a partir de lo que denominan el “excepcionalismo latinoamericano”  contrastando muchas de las más importantes tesis sobre los desarrollos  obtenidos hasta entonces. Estos autores afirman que existe un cierto consenso  en torno a dos cuestiones de la mayor relevancia: a) casi todos los trabajos  sobre el tema basados en una muestra grande de casos han demostrado que el  desarrollo económico, operacionalizado normalmente a través de la renta per  cápita, es un claro predictor de la democracia; y b) en la mayoría de los casos  los autores están de acuerdo en que la relación entre nivel de desarrollo y  democracia no es lineal. (Ambos elementos, están presentes en el ejercicio  desarrollado en el apartado anterior).
  Por otra parte, según Mainwaring y Pérez, la mayoría de los estudios  sobre el tema han asumido un impacto uniforme del nivel de desarrollo en el  tipo de régimen, aunque señalan que autores como Guillermo O’Donell, han  apuntado a que la relación entre modernización y democracia es más débil en  América Latina que lo que algunos teóricos sostienen. Particularmente en la  década de 1990, varios trabajos encontraron excepciones a la regla de la  vinculación entre desarrollo y democracia, particularmente en relación a los  efectos peculiares del nivel de desarrollo en los países con rentas  intermedias.
  A partir de un análisis cuantitativo riguroso, con una metodología  muy elaborada, los autores se dan a la tarea de construir modelos explicativos  a partir de los indicadores sobre democracia y desarrollo más utilizados en la  literatura sobre el tema, y aplicarlos a la realidad latinoamericana en el  periodo 1945-1996. La conclusiones fueron: a) históricamente, la democracia en  América Latina ha sobrevivido a pesar del escaso nivel de desarrollo, y por  otra parte, ha colapsado a pesar de unos niveles de renta relativamente altos;  b) la relación entre el nivel de desarrollo y la democracia en América Latina  es diferente a la que existe en el resto del mundo; y c) las explicaciones  existentes se centran en el agotamiento de una de las fases de la  industrialización, y en el impacto que tienen las desigualdades sociales, pero  los resultados sugieren que ninguna de estas explicaciones estructurales  resuelve el entramado de las peculiaridades que América Latina presenta en esta  cuestión. En este sentido, los autores terminan haciendo una afirmación más  inquietante: 
  El excepcionalismo latinoamericano, en lo que se refiere a la  relación entre el desarrollo y la democracia, es el resultado, tanto de países  con un nivel sorprendentemente alto de democracia en relación a su desarrollo  […] como de países “rezagados” en su niveles de democratización dado su ingreso  per cápita […] Creemos que una teoría general es incapaz de explicar el  excepcionalismo latinoamericano puesto que éste surge de dos componentes  absolutamente distintivos. 
¿Es esto lo que han aportado más de treinta años de estudios? ¿Qué  es lo que explica tantas divergencias entre los autores que han abordado esta  problemática, incluso entre aquéllos que parten de una misma perspectiva  teórica? ¿Se ha convertido esto en un callejón sin salida? ¿Es un debate sin  visos de solución? ¿Dónde radica el problema, en las teorías, en la metodología  o en la realidad misma? ¿Y para el caso latinoamericano, tendremos que  quedarnos conformes con la explicación de que simplemente no hay “explicación”  teórica alguna, a las peculiaridades históricas que presenta la relación  desarrollo-democracia en la región?
  Creemos que el estado que guarda el desarrollo de este tema es  resultado del estancamiento teórico en que han caído los autores que han  abordado este tipo de investigaciones, ya que a pesar de tener divergencias de  enfoque entre ellos (algunas de éstas importantes), se puede encontrar una base  común de la que parten sus análisis, la cual de una forma u otra estaría  reproduciendo de diferentes maneras las imprecisiones y vacíos que históricamente  han impregnado estos estudios. Nos referimos a los conceptos desarrollo y  democracia.
  Casi todos los estudios miden el  nivel de desarrollo de los países a partir de una serie de indicadores que  permiten comparar las diferencias entre ellos, siendo el más empleado a lo  largo del tiempo la renta per cápita.  Pero cuando se pasa al plano explicativo de esas diferencias -particularmente  en los países ubicados en los sitios intermedios de las escalas de dichas  mediciones- el análisis se aborda tomando a los países más desarrollados del  mundo como el parámetro que permite dar cuenta de la dinámica del desarrollo en  otros países. Y aquí es donde se deja sentir la influencia de la teoría de la  modernización, porque la explicación a la fuerte o débil relación entre  desarrollo o democracia en un país, se ha hecho tomando como referente el  modelo de los países desarrollados. Creo que esto explica en gran medida, el  callejón sin salida al que han llegado los estudios sobre el tema en la  actualidad. Porque no sólo han omitido analizar las condiciones materiales  propiamente endógenas en que se desenvuelve la dinámica del desarrollo en los  países atrasados, sino que no se han preocupado en incorporar a sus  explicaciones el tipo de relaciones que se establecen entre ambas categorías de  países, y que de manera definitiva influyen en el desarrollo de una nación.  Esto es, no se integra una reflexión sobre el Estado en el subdesarrollo ni  sobre la naturaleza del imperialismo como elementos determinantes del  desarrollo económico en este tipo de países. Las deficiencias del concepto  desarrollo en estos análisis, entonces, tienen que ver menos con una mala  elección de los indicadores o la metodología para su estudio, que con una  incapacidad explicativa, la cual tiene su origen en la perspectiva teórica  elegida. 
  Por otra parte, la mayoría de los  estudios usan definiciones de democracia basadas en Joseph A. Schumpeter  y en Robert Dahl , y  al margen de las distintas formas en que se han operacionalizado estos  conceptos, las explicaciones no han abordado otros senderos teóricos dentro de  la teoría social para explicarse todos aquellos elementos que, ubicados fuera  de la definición de democracia procedimental, se han hecho presentes al momento  de encausar los análisis. Particularmente nos referimos a aquéllos procesos  políticos y sociales que inciden en los países con ingresos medios, como los  latinoamericanos, y que, como se ha evidenciado, tienen su origen en la  estructura económica. La democracia entendida como un simple acto electoral y  un mínimo de libertades civiles y derechos políticos, pone el énfasis sobre una  plataforma común a todos los ciudadanos desde donde se supone ejercen su  ciudadanía, pero omiten integrar a esa plataforma común cualquier ideario  igualitario que contravenga el status quo.  Esto ha dejado fuera de todos estos análisis la explicación del conflicto  social, el cual está presente en toda sociedad de clases.
  Lo anterior, explicaría por qué  dentro de estos estudios, no se ha abordado la cuestión de aquella población excedente, y que de manera  estructural y creciente se produce en prácticamente todos los países  subdesarrollados. Lo acercamientos que se han tenido en su estudio, la  consideran un resultado del tránsito de las naciones a la modernidad, y no un  obstáculo para la viabilidad de la democracia misma. Aquí hacemos referencia a  toda aquella población excluida de los procesos de producción capitalista, que  de manera sistemática resulta marginal en los procesos de acumulación.  A pesar de estar presente históricamente de manera masiva en los países con  niveles medios y bajos de ingresos, este tipo de investigaciones no se han  preocupado por incluirla en sus estudios. Consideramos el análisis de este  fenómeno central para poder entender el peso de la dimensión social en la  relación desenvolvimiento económico-democracia.
  Habiendo hecho este breve recorrido  sobre los estudios más importantes que han abordado este tema, y habiendo  expuesto las deficiencias y omisiones teóricas más relevantes que presentan, se  hace necesario centrar nuestra atención en el caso que nos ocupa. A  continuación abordamos la situación que ha guardado la dinámica  desarrollo-democracia en América Latina desde una perspectiva histórica y  teórica. El objetivo es delinear el trayecto que han seguido las explicaciones  al fenómeno y su relación con el mismo, resaltando la deficiencias y omisiones  que presentan, para construir a partir de ello, un marco conceptual de  referencia que nos permita sortearlas y emprender una ruta explicativa para el  estudio del caso mexicano.
| En eumed.net: | 
|  1647 - Investigaciones socioambientales, educativas y humanísticas para el medio rural Por: Miguel Ángel Sámano Rentería y Ramón Rivera Espinosa. (Coordinadores)  Este  libro  es  producto del  trabajo desarrollado por un grupo interdisciplinario de investigadores integrantes del Instituto de Investigaciones Socioambientales, Educativas y Humanísticas para el Medio Rural (IISEHMER).  Libro gratis | 
| 15 al 28 de febrero  | |
| Desafíos de las empresas del siglo XXI | |
| 15 al 29 de marzo  | |
| La Educación en el siglo XXI | |