Tesis doctorales de Ciencias Sociales

CAPITAL ESPECULATIVO Y CRISIS BURSÁTIL EN AMÉRICA LATINA. CONTAGIO, CRECIMIENTO Y CONVERGENCIA. (1993 - 2005)

Samuel Immanuel Brugger Jakob





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Capítulo 3. Teorías y modelos de convergencia y desarrollo

La teoría económica adquiere otra visión cuando se considera un hecho tan simple como que el pasado está dado y no puede cambiarse y el futuro es incierto y no puede conocerse. El futuro sólo puede imaginarse, y esas imágenes del futuro, esas anticipaciones de la vida, esas expectativas, condicionan y configuran el presente. Y ésa es, para muchos, la gran contribución de Keynes.

Joan Robinson

Los estudios sobre el desarrollo económico son extensos y siguen creciendo a una tasa acelerada. Sin embargo, el desarrollo económico se ha concentrado en dos escuelas o formas de pensar en conflicto. Por un lado está la concepción teórica rigurosa, no institucional, que elabora sus problemas matemáticamente y que trata al desarrollo económico como un fenómeno cuantificable y enteramente económico. Esto, por lo general, le es atribuido a la escuela neoclásica, aunque las escuelas keynesianas también han realizado una infinidad de estudios con tales métodos. Se puede criticar a esta corriente de ser simplificadora, de reducir la complejidad económica al homo economicus; sin embargo, no se debe perder de vista que lo que trata de hacer es modelar, por lo que es imposible incluir todas las variables y sus complejas interrelaciones.

Por otro lado, tenemos el área dominada por discusiones histórico-descriptivas, institucionales y a veces no rigurosas que argumentan que el desarrollo económico es un proceso social donde los fenómenos no económicos tienen una importancia significativa. Aunque ya los economistas clásicos en sus estudios estaban conscientes de que la conducta humana no dependía únicamente del cálculo económico, sino también de los hábitos y de las emociones, y que muchas veces las metas humanas no son materiales (Ayala, 1999), sus estudios están basados principalmente en las escuelas heterodoxas, que nacieron de la escuela alemana de Marx y List (Altamirano, 2005). Lo anterior no quiere decir que los factores económicos pierden relevancia, sino más bien que los factores económicos no surgen de la nada sino que suceden en un contexto antropológico, histórico y social específico. Mientras que los primeros tuvieron un auge importante a lo largo siglo XX con el resurgimiento del modernismo, los segundos comenzaron a ganar importancia a finales de ese siglo.

Esta diferencia es crucial, ya que el primer grupo de economistas atribuye el subdesarrollo a factores meramente económicos (en específico, a la acumulación del capital), en tanto que el segundo grupo atribuye el subdesarrollo a factores mucho más heterogéneos y difíciles de modelar, como el desarrollo de las instituciones. Algunos autores han intentado juntar las dos corrientes, como se ha hecho en el trabajo de Christian (1968), pero han sido la excepción, ya que resulta extremadamente difícil modelar las variables del segundo grupo. Así, la ventaja del primer grupo es que sus estudios utilizan variables sencillas para modelar y no tienen problema alguno en crear sistemas dinámicos, mientras que los segundos han modelado el desarrollo de forma mucho más compleja, pero menos mecánica y rigurosa, por lo que resulta casi imposible diseñar y comprobar sus modelos estadísticamente.

Un problema que se debe enfrentar cuando se estudia el desarrollo es que el término no ha sido definido en forma exacta, por lo que no existe consenso entre las ciencias sociales y económicas acerca de su definición. Se podría definir a grandes rasgos como un proceso mediante el cual se mejora la calidad de la vida de la sociedad o del bienestar social. De acuerdo con esa definición, el desarrollo incluiría distintas áreas, como la economía, el medio ambiente, la política, la cultura, etc. De tal manera, el desarrollo económico debería ser un sinónimo de mejoramiento en el bienestar económico de la sociedad (Altamirano, 2005). Sin embargo, la mayoría de los estudios no comparten esta definición, y analizan únicamente un par de variables económicas. Esto se debe a que el análisis del bienestar económico resulta extremadamente complejo, con variables que son imposibles de cuantificar en niveles de mejoramiento del bienestar y, por lo tanto, son imposibles de modelar. Aunque hay consenso en que el estudio del desarrollo debería ir más allá de la medición de unas cuantas variables – ingreso, capital, mano de obra, etc.–, los estudios realizados por Adelman y Morris (1971) y Unikel y Victoria (1970), en los que se ha tratado de transformar las variables no económicas en factores, han demostrado que sus resultados carecen de especificidad, por lo que es necesario seguir recurriendo a los modelos de algunas pocas variables económicas. Desde la década de 1990 el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) hizo un nuevo intento por incluir otro tipo de variables que no fuesen las tradicionales económicas. Se generó así el Índice de Desarrollo Humano (IDH), el cual debería medir variables no económicas. Sin embargo, para no sufrir del mismo problema de falta de especificidad de los estudios anteriores, tuvo que presentar los tres parámetros de forma tradicional. El parámetro “Vida larga y saludable” sólo es medido según la esperanza de vida al nacer, la “Educación” es medida mediante la tasa de alfabetización de adultos y una razón de matriculación en educación primaria, secundaria y superior. Por último, el “Nivel de vida digno” es medido mediante el PIB per cápita en términos de paridad de poder adquisitivo en dólares. Es decir, el mejoramiento de la calidad de vida se describe con el simple incremento de las opciones que tiene un humano promedio, definido, a su vez, con un análisis enfocado en unas pocas variables sencillas de medir. Se debe mencionar que en la mayoría de los estudios de convergencia y desarrollo el IDH no ha sido considerado o ha sido considerado únicamente de forma complementaria.

En una somera revisión de los estudios sobre el tema se observa que el desarrollo económico es reducido a un proceso mediante el cual una economía (local, nacional o regional) experimenta un aumento en el ingreso nacional real per cápita durante un periodo significativo; es decir, el desarrollo económico corresponde al ingreso real (Altamirano, 2005). Incluso, la sustentabilidad no ha recibido atención en la mayoría de los estudios, por lo que la producción y el consumo que genera el ingreso per cápita no son diferenciados. Tampoco han sido incluidos los factores negativos en los cambios en el ingreso nacional real per cápita, como las tasas de suicidios o las enfermedades relacionadas al estrés, las cuales afectan sobre todo al Norte Global y ponen en entredicho los niveles de calidad de vida alcanzados.

3.1. Desarrollo, mundialización y el debate de la convergencia

Según Galbraith (1983), el proceso de desarrollo implica para la sociedad una secuencia de cambios y mutaciones que desde las puramente económicas se van extendiendo progresivamente a los restantes ámbitos vitales, para abarcar desde lo político hasta lo sociológico, pasando por las instituciones, la cultura, la demografía, el medio ambiente, etc. En este sentido, se puede hablar de un proceso histórico en el que los aspectos políticos, institucionales, antropológicos y culturales son tan o más importantes que los puramente económicos. Kuznets (1973 y 1979), por su parte, define al desarrollo económico como el proceso de transformaciones globales, resultado del cambio productivo derivado de la introducción de nuevos modos de producción, que alteran decisivamente la proporción y la importancia de los distintos sectores de la economía de los países, y hacen que unos se vuelvan protagonistas en tanto que otros pasan a una posición secundaria. Chenery (1975) basa su teoría de desarrollo en la hipótesis de los tres sectores de Jean Fourastié (1954), que considera el desarrollo como un proceso de transición de una sociedad eminentemente agraria y rural, de bajos niveles de renta y productividad, a una sociedad urbana e industrial caracterizada por altos niveles de renta. El resultado de tal tránsito será una estructura económica donde el sector de los servicios será el mayoritario, y donde los niveles educativos y organizativos sean tan importantes para el progreso económico como la eficacia productiva del sistema económico. También surgieron las teorías de los sistemas mundiales (Wallerstein, 1987), que definen el desarrollo como una relación de la investigación, aplicación y transferencia de tecnología básica y productiva, mecanismos financieros y operaciones de comercio internacional. Los países se desarrollan mediante las inversiones productivas que refuerzan la producción manufacturera de un país en particular y generan un crecimiento de largo plazo. En cuanto a los mecanismos de comercio, se distingue entre las transacciones directas, que tienen un impacto mayor, más significativo e inmediato sobre un país, y las indirectas, como los contratos de comercio futuro, las especulaciones de los costos del transporte, los precios de los combustibles y las predicciones de cosechas futuras cuando dependen de condiciones climáticas para obtener su productividad y rendimiento, etc (Reyes, 2002).

Por último, están las teorías de la globalización, para las que los factores culturales son los principales determinantes de las condiciones económicas, sociales y políticas de los países, una concepción que comparten con la “escuela social exhaustiva”, o de “sociología comprehensiva”, de las teorías de Max Weber. Con base en esto, el sistema de valores y creencias y el patrón de identidad de los grupos dominantes (o hegemónicos) y alternativos (o subordinados) en una sociedad son los elementos más importantes para explicar las características de un país en términos económicos y sociales. Esta declaración de la teoría de Weber se debe aplicar a las condiciones mundiales actuales, especialmente en términos de la difusión y transferencia de valores culturales a través de sistemas de comunicación, los que están afectando cada vez más a los grupos sociales de todos los países. La idea central del desarrollo es una mayor integración con énfasis particular en la esfera de las transacciones económicas. Se argumenta que en la actualidad los principales elementos para interpretar los procesos de desarrollo son los vínculos culturales entre los países, además de los vínculos económicos, financieros y políticos. En esta comunicación cultural, uno de los factores más importantes es la creciente flexibilidad de la tecnología para conectar a la gente alrededor del mundo (Reyes, 2002). En este sentido, los países menos desarrollados pueden alcanzar a los desarrollados mejorando sus sistemas de comunicación. Los sistemas de comunicación modernos implican modificaciones estructurales importantes en los patrones económicos, sociales y culturales de los países, que son cada vez más accesibles para las Pymes. Esta situación ha creado un ambiente distinto para realizar transacciones económicas, utilizar recursos productivos, intercambiar productos y aprovecharse de los nuevos mecanismos financieros.

Sin importar cuál de los autores mencionados se tome como modelo, se puede generalizar la definición del desarrollo como una evolución de alguna variable (instituciones, producción, sectores, etc.) que genera un mejoramiento en otras variables, generalmente en el ingreso per cápita. En este orden, los estudios de desarrollo y subdesarrollo se pueden remontar al Ensayo sobre la ley de la población, de 1789, trabajo de Lord Malthus (1766-1834) en donde analiza las causas por las que las naciones tienen aumentos distintos de la riqueza que hace que se desarrollen a ritmos distintos y el porqué no ha habido un desarrollo que haya conducido a la humanidad a ser feliz.

3.1.1. Crecimiento y desarrollo en la economía clásica

La pregunta sobre el crecimiento económico y su relación con el desarrollo persiste desde la economía clásica. Adam Smith creía en la extensión del mercado para posibilitar una división del trabajo que haría posible la especialización de las fuerzas de trabajo y, por tanto, un incremento en la productividad (Escribano, 2002). De igual forma,en su controversia con Malthus sobre la Ley de Granos en 1815, Ricardo promovió el libre cambio. Para Ricardo el gravamen sobre los granos habría contraído la importación y obligado a cultivar tierras menos fértiles; lo que habría reducido la productividad del trabajo agrícola y, en consecuencia, los beneficios. En cambio, el libre comercio de granos constituiría un freno a la extensión del cultivo hacia tierras menos productivas, lo que mantendría la tasa de beneficio. Ricardo estaba convencido de que, si se dejaban de producir los bienes agrícolas –que para los clásicos son los únicos con rendimientos decrecientes– en el extranjero, la economía de un país se puede concentrar en la producción nacional de los bienes industriales –que se producen a rendimientos crecientes o por lo menos constantes– para ofrecerlos a cambio, lo cual no afectaría a los beneficios de los capitalistas (Pasinetti, 2000). Malthus, por su lado, consideraba que los impuestos sobre el grano aumentarían las rentas sobre la tierra y, de este modo, crearían un mercado más amplio para los productos, propiciando un aumento en los precios y ganancias en todas las ramas productivas. El argumento era que los precios más altos de los granos favorecían a los trabajadores, ya que al recibir rentas reales más altas se incrementaba su poder adquisitivo (Ekelund et al., 2003).

Aunque si bien la mayoría de las teorías sobre el desarrollo del Centro han favorecido la apertura comercial y el libre cambio, sus políticas han sido más bien malthusianas. El hecho de poner aranceles a las importaciones para cultivar tierras menos fértiles o producir bienes y servicios de forma menos rentable que en alguna otra parte del mundo, no sólo les garantiza la defensa de salarios reales más altos, sino también funciona como un mecanismo de pleno empleo. El Norte Global ha defendido sus mercados desde las épocas coloniales de esta forma, cuando prohibía el desarrollo agrícola e industrial en sus colonias, hasta el actual boicot a la Ronda de Doha con todo tipo de justificaciones, como la más reciente de Sarkozy de hacer fracasar cualquier intento de liberalización a favor del Sur para defender la agricultura europea (El Economista, 17 de julio de 2008).


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