Tesis doctorales de Ciencias Sociales


MUJER Y AGUA POTABLE: UN ANÁLISIS DE SUSTENTABILIDAD Y GESTIÓN DEL RECURSO A PARTIR DEL USO DOMÉSTICO EN EL MUNICIPIO DE TLAXCALA

Maria Elza Eugenia Carrasco Lozano



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2.7 Conceptualizaciones en torno al proceso urbano-periurbano y rural

Desde 1953, el Economista Bert Hoselitz inició los trabajos formales para definir la urbanización como un fenómeno histórico-cultural, seguido por J. Friedman, quien enfatizó el papel integrador espacial de las ciudades y de esa forma relacionó la literatura multidisciplinal existente sobre urbanización con la planificación regional (Friedman y Weaver, 1974; en Flores, 1993).

Gustavo Garza (2003), define a la urbanización como el proceso de transformación paulatina de la estructura y superestructuras rurales en la estructura y superestructuras urbanas. Sin embargo, en la etapa capitalista esta transformación ocurre mediante el aumento de las ciudades existentes y la multiplicación de su número, lo cual eleva el porcentaje de la población urbana respecto a la total.

Otras modalidades y formas de articulación expresadas entre el proceso de urbanización y los procesos agrícolas son: a) la que atiende la relación entre el crecimiento urbano y los recursos urbanos, b) la expansión del proceso de urbanización y la necesidad de contar con suelo urbano para los pobladores de bajos ingresos, y c) la interiorización del proceso de urbanización en las áreas agrícolas (Cruz y Moreno, 2002; en Neira 2006). En ese mismo sentido, hay quienes consideran que no solo son los factores demográficos (de manera particular la migración) y los socioeconómicos son los determinantes de la integración entre regiones, sino, en especial, los social-psicológicos (conciencia de que se quiere ser urbano) los que determinan arreglos socioculturales que favorecen determinadas formas de integración de lo agrícola con lo urbano (Laquinta y Drescher, 2004; en Neira, 2006). Desde estas perspectivas es importante entender que los procesos de integración de lo urbano y lo agrícola no responden a una lógica específica, sino que deben considerarse diversos factores que expliquen sus causas y las consecuencias, y este es un aspecto sobre el que recién se está empezando a trabajar en la investigación social (Neira, 2006).

El proceso de urbanización es el resultado de la creciente industrialización del territorio, de la concentración de inversiones, la especialización del trabajo y el aprovechamiento de las economías de escala. Las actividades que se desarrollan en el núcleo urbano generan puestos de trabajo, que en primera instancia son ocupados por los habitantes locales, pero también atraen personas de otros lugares que buscan mejores condiciones de vida, generándose un ciclo que lleva al crecimiento de la población. El proceso concentra población en un espacio donde se desarrollan actividades económicas e innovaciones, con la característica de que esta población demanda servicios públicos y cuyos ingresos para su operación deben ser aportados por los propios habitantes, con lo cual se genera otro ciclo entre la provisión de servicios y la administración de los ingresos públicos (ver figura 1), resulta recurrente que cuando la oferta de trabajo es inferior a la demanda de trabajadores se producen ciertos desequilibrios, con el consecuente empobrecimiento de una parte de la población, mientras que la demanda de servicios aumenta y la administración urbana no tiene manera de satisfacer las necesidades (Hernández, 2008).

Siguiendo a Hernández, los servicios públicos los aporta y los regula el Estado sin la mediación de las fuerzas del mercado entre oferta y demanda; las inversiones en saneamiento básico (agua potable y drenaje) no deben ser evaluadas a partir de la capacidad de pago de los usuarios, sino de los beneficios producidos por las menores tasas de mortalidad y morbilidad, con lo cual habría ahorro en los presupuestos públicos destinados a salud, además de mejorar la eficiencia productiva de la población al generar mayores ingresos y una mayor calidad de vida (Hernández, 2008).

A diferencia de otras décadas en las que el espacio rural y el urbano se encontraban claramente delimitados, tanto por el tipo de actividades productivas que en ellos se realizaban como por las formas de vida que de ellas se derivaban, actualmente es difícil establecer fronteras entre ambos espacios y, sobre todo, definir el carácter del trabajo femenino. En México, por ejemplo, las décadas de 1940 a 1960 se caracterizaron por altas tasas de migración hacia las grandes ciudades (México, Guadalajara, Monterrey, Puebla) porque en ellas se concentraban las actividades comerciales, industriales y de servicios, y, por lo mismo, distintas opciones de empleo. Especialmente las mujeres encontraron mayores oportunidades para trabajar, de manera remunerada, en las ciudades en el servicio doméstico y el comercio. En cambio en el campo esas posibilidades eran prácticamente inexistentes, y aunque ellas contribuían ampliamente a la reproducción de las unidades domésticas campesinas, se trataba de un trabajo impago (Lara, 1996).

La definición de urbano usualmente está referenciada a la característica demográfica, tal como lo dice Sobrino (2003; en Ramírez, 2005), quien argumenta que el “crecimiento natural se convierte en el factor fundamental de la expansión urbana”. Esto le sirve para diferenciar municipios urbanos de los rurales a partir de criterios de tamaño y de movilidad, siendo el número de menos de 15,000 habitantes lo que define sea rural y mayor de 15,000 que se urbano (ibid). Sin embargo, el espacio que por el número de sus habitantes no encaja en ninguno de los rangos de los censos es esa franja de comunidades con población de entre 5 mil y 15 mil habitantes en la que no se distingue donde termina o empieza lo rural y lo urbano, definido como periurbano (Sánchez y Pérez, 2004)

Durante la década pasada se propuso, en términos generales, ampliar la escala geográfica del ámbito metropolitano para incluir el análisis de la relación entre la ciudad y la periferia rural de la gran ciudad, en lo que ha sido denominado el espacio periurbano. Por su parte, el Instituto de Estudios Geográficos de Francia (IEG) definió lo periurbano como el espacio situado alrededor de las ciudades, susceptible a su influencia directa y de ser significativamente tocado por los procesos puestos en marcha por esa proximidad. Se trata de la identificación del sujeto territorial periurbano como específico, con atributos y funciones territoriales vinculados a la ciudad (IEG, 1994; en Navarro, 2005).


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