Tesis doctorales de Ciencias Sociales

RACIONALIDAD ADMINISTRATIVA Y RACIONALIDAD POLÍTICA EN EL REPOSICIONAMIENTO DE ACTORES GUBERNAMENTALES: EL CASO DE SAN LUIS POTOSÍ 1979-2004

Miguel Ángel Vega Campos




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2.3 La implicación de la racionalidad en el proceso decisorio de los actores

En términos conceptuales, la toma de decisiones implica la elección de una opción que podría no ser ni la más racional ni la óptima, Simon señala que:

La alternativa, finalmente elegida, no permite nunca una realización completa o perfecta de objetivos, sino que es simplemente la mejor solución disponible en las circunstancias dadas. El medio limita inevitablemente las alternativas de que se dispone, y, por tanto, establece el nivel máximo posible de consecución de un objetivo (Simon, 1988; citado por Núñez, 2002:95).

Herbert A. Simon y Asociados (1992; citado por Hernández y García, 2002) diferencian el concepto de resolver problemas (“problem solving”) del término referente a toma de decisiones (“decision making”). Para ellos, las tareas tales como arreglar agendas, establecer objetivos y diseñar acciones, comúnmente no son otra cosa que resolver problemas, mientras que el término toma de decisiones involucra para ellos solamente actividades de evaluación y selección.

Para Simon, las decisiones:

[…] describen un estado futuro de cosas y esta descripción puede ser verdadera o falsa en un sentido estrictamente empírico; pero poseen, además, una cualidad imperativa: seleccionan un estado futuro de cosas con preferencia a otro y dirigen el comportamiento hacia la alternativa elegida (Simon, 1988; citado por Núñez, 2002: 96).

De acuerdo con Harmon y Mayer (1999; citados por Núñez, 2002) el concepto de toma de decisiones:

[…] significa elegir: seleccionar entre alternativas reales o imaginarias, escoger una cosa u otra, una persona u otra, una acción u otra. Algunos aspectos de la toma de decisiones conciernen a la autoridad […] mientras que otros atañen al poder (que tienen los recursos para hacer cumplir una decisión). Pero otros más tienen que ver con la calidad de decisión (si es la mejor dadas las circunstancias).

Por lo que hace a Jauli, Reig y Soto (2002) sostienen que siempre que el AD toma decisiones, se acerca o se aleja del camino de ser él mismo, de decidir la propia vida y de enriquecer a través de tal acción la vida de las demás personas.

Amaitai Etzioni (1988; citado por Hernández y García, 2002) por su parte, diferenció el término elección (choice) del concepto de toma de decisiones. Según Etzioni, la noción de elección incluye todas las selecciones entre opciones, limitadas por el alcance de los procesos de información, deliberación y consideraciones lógico-empíricas. Sin embargo, reservó el término toma de decisiones sólo para las elecciones que se realizan deliberadamente.

Sobre el mismo tópico, Gómez Sparrowe (1996; citado por González, 2002) argumenta que el que una decisión concreta sea o no “racional” depende de varios factores: el tipo de AD, sus objetivos, sus preferencias, sus creencias, entre otras cuestiones. En palabras de Nioche (1993; citado por Hernández y García, 2002) se puede decir que las decisiones son la parte menos visible de la política de la OP. No obstante es el motor a través del cual, las ideas, los sentimientos y las ambiciones de los AD se transforman en acciones estratégicas.

Manifiestan Harmon y Mayer (1999, citados por Núñez, 2002) que la toma de decisiones es el punto más importante de la administración (de ahí que el autor seleccionó precisamente el estudio de AD en OP). Así pues, la acción administrativa consiste en primer lugar, para efectos de este análisis, en las actividades que rodean la toma de decisiones, como el análisis de la información, la ponderación de prioridades y la comunicación de decisiones (Harmon y Mayer, 1999; citados por Núñez, 2002).

Expresa Núñez (2002), lo que sigue:

El surgimiento moderno del concepto racional lo encontramos en la filosofía con Descartes, que tuvo como planteamiento central el uso de la razón para referirse al origen del conocimiento y a la búsqueda de la certeza, consideraba la existencia de principios evidentes, tenía como ideal: […] deducir a partir de tales principios un sistema de verdades que nos proporcionarían información acerca de la realidad, acerca del mundo (Copleston, 1971; citado por Núñez, 2002:87).

Igualmente, la racionalidad desarrolla un método como base del racionalismo, que demuestra verdades y es el camino para alcanzar el conocimiento con base en la razón, centrado en la intuición y la deducción (Núñez, 2002).

Kant entendía como razón:

[…] la razón acepta los conceptos y los juicios del entendimiento e intenta unificarlos […] tiende a completar esta síntesis mediante la suposición de un AD […] pensante permanente […] la razón intenta completar esta síntesis alcanzando una unidad incondicionada, concebida como la totalidad de las secuencias causales de fenómenos. Así nace la idea del mundo, concebido como la totalidad de las secuencias causales (Copleston, 1988; citado por Núñez, 2002:87).

En 1994 March explicó que, en la literatura relacionada con los procesos de toma de decisiones, son costumbre los significados heterogéneos del término racionalidad (Hernández y García, 2002). Estos autores exponen que los estudiosos de las diferentes disciplinas: como economistas, ingenieros, sociólogos, antropólogos, sicólogos y políticos, frecuentemente definen la racionalidad de manera diferente, independientemente de que este concepto se encuentre en constante evolución.

Zey (1992; citada por Hernández y García, 2002) explicó que los economistas clásicos, cuando utilizan, el término racionalidad, excluyen de él las emociones, hábitos y valores. La mencionada autora agregó que contrario a esto, otros economistas (neoclásicos) definen una acción racional desde un supuesto más inclusor. Por otro lado, los estudiosos de este fenómeno, a veces reducen su alcance para expresar mejor sus ideas en lugar de utilizar la noción de racionalidad con un sentido amplio.

Tal es el caso de Scout (1998; citado por Hernández y García, 2002) quien en su libro Organizations: Racional, Natural, and Open Systems, explicó que utilizó el término racionalidad para referirse exclusivamente, a una racionalidad técnica o funcional.

Simon (1988; citado por Núñez, 2002:96) plantea que una tendencia “racionalista” de la acción no nos lleva automáticamente a “[…] una afirmación de que los AD son siempre, o generalmente, racionales”. Establece una distinción de las acciones de los AD, entre lo que deben hacer y lo que realmente hacen. Simon (1988; citado por Núñez, 2002) define la decisión como un proceso de elección entre opciones y la serie de decisiones en un periodo de tiempo, la llama estrategia,

La tarea de decisión racional consiste en elegir aquella estrategia que vendrá seguida por la serie preferida de consecuencias. Hay que poner de relieve que todas las consecuencias que se consiguen de la estrategia elegida deben considerarse importantes para valorar su corrección.

Mencionan Hernández y García (2002) que Max Weber en su libro Economía y Sociedad diferenció dos tipos de racionalidad. La racionalidad instrumental y la racionalidad valorativa. La primera, como aquélla con un arreglo de fines y determinada por las expectativas del comportamiento del mundo externo y de los hombres. La segunda, como un arreglo de valores y determinada por una creencia ética, estética o religiosa.

En palabras de Ramos (2000; citado por Hernández y García, 2002) cuando Weber habló de racionalidad instrumental se refirió a aquellas acciones que para lograr sus fines, aspiran al dominio del mundo natural y social con énfasis en la efectividad. Mientras que en la racionalidad valorativa, norma la conducta basándose en postulados valorativos de las personas.

Weber (1979; citado por Núñez, 2002) considera que:

En el dominio de la acción es racionalmente evidente, ante todo, lo que de su “conexión de sentido” se comprende intelectualmente de un modo diáfano y exhaustivo […] de igual manera, cuando alguien, basándose en los datos ofrecidos por ”hechos” de la experiencia que nos son “conocidos” y en fines dados, deduce para su acción las consecuencias claramente inferibles.

Declaran Harmon y Mayer (1999; citados por Núñez, 2002) que para Weber, ser instrumental racional significa ponderar y valorar todos los aspectos de la acción, comparando no sólo las alternativas que uno enfrenta, sino también los propósitos de éstas.

Por su parte, para Simon:

Ser racional […] significa evaluar sólo aquellas alternativas disponibles en un sistema de valores preestablecido. En la noción Weberiana está implícito que el AD es racional y responsable a pesar del ambiente organizacional y social que lo rodea (Harmon y Mayer, 1999; citados por Núñez, 2002:92).

Mencionan Hernández y García (2002) que para los economistas clásicos, las decisiones son racionales cuando el resultado es racional, como en el caso de la maximización de la utilidad. Sin embargo, para los estudiosos de los procesos cognitivos, las decisiones son racionales siempre y cuando su proceso, no necesariamente el resultado de la decisión, sea racional. Por tal razón, comentan estas autoras que mientras algunos estudiosos se enfocan en el resultado, otros lo hacen en el proceso.

Según el nivel de análisis desde el que se estudia el fenómeno de la racionalidad, se determinará su concepto. Se habla de que los niveles de análisis son micro y macro. El nivel micro corresponde a la racionalidad del individuo y el macro a la racionalidad de la OP (Hernández y García, 2002).

March y Shapira (1992; citados por Hernández y García, 2002:50) estudiaron las decisiones en cada nivel como dos teorías con similitudes y diferencias entre sí. Estos autores las denominaron teoría del comportamiento de las decisiones (“behavioral decision theory”) y teoría de las decisiones organizacionales (“organizacional decision theory”), respectivamente.

Exponen los mismos autores que la teoría de las decisiones organizacionales, aunque se construyó sobre observaciones empíricas, es más teórica. Así, su objetivo es interpretar el fenómeno en lugar de identificarlo. La teoría de las decisiones organizacionales considera los aspectos de administración y control de los procesos de elección (Hernández y García, 2002).

Al enfocar la racionalidad a los procesos de toma de decisiones, cuando Simon (1976; citado por Hernández y García, 2002) abordó el problema de definirla propuso como solución, el manejo de adverbios en la definición de la decisión, entonces llamó a la decisión: organizacionalmente racional, cuando la racionalidad se oriente al logro de los objetivos de la OP y personalmente racional, cuando se orienta a los objetivos del AD. Según este autor, si el comportamiento maximiza el valor de una situación dada, la decisión es además, objetivamente racional.

La racionalidad instrumental, postulado de la teoría neoclásica, sostiene que los AD poseen la información necesaria para evaluar correctamente las alternativas y en consecuencia hace las mejores elecciones para los fines deseados, pero si los actores están parcialmente informados, idearán modelos subjetivos para la elección, entonces un postulado de racionalidad procesal constituye el bloque esencial de construcción para teorizar (North, 2001; citado por Núñez, 2002).

La racionalidad administrativa se limita externamente por el entorno organizacional e internamente por su propio marco y estructura, el AD administrativo simplifica el mundo (Núñez, 2002).


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