Tesis doctorales de Ciencias Sociales

LA HISTORIA FAMILIAR Y COMUNITARIA COMO VÍA PARA EL APRENDIZAJE DE LA HISTORIA NACIONAL Y DE LA VINCULACIÓN DEL ALUMNO DE SECUNDARIA BÁSICA CON SU CONTEXTO SOCIAL

José Ignacio Reyes González



 

Esta página muestra parte del texto pero sin formato.
Puede bajarse la tesis completa en PDF comprimido ZIP (180 páginas, 423 kb) pulsando aquí

 

 

 

CAPÍTULO III: LA CULTURA HISTÓRICA CUBANA Y SUS POTENCIALIDADES PARA EL DESARROLLO DEL PENSAMIENTO Y LA ACTITUD HISTÓRICA DEL ESCOLAR

¿Existen en la cultura cubana condiciones histórico-sociales que faciliten al alumno una comprensión de la historia que lo vincule con su realidad?. Esta inquietud nos condujo al estudio del objeto desde la perspectiva sociológica, para poder desentrañar las potencialidades educativas que subyacen en el propio contexto en que se desenvuelve el alumno.

Cultura, cultura histórica y conciencia histórica.

Comenzamos por profundizar en el concepto de cultura.

“La cultura es el conjunto de valores materiales y espirituales creados por la humanidad en el proceso de la práctica histórico-social y caracteriza el nivel alcanzado por la sociedad” R. M. Álvarez (1997: 57).

La formación de la cultura es un proceso eminentemente histórico-social, continuo, dialéctico; que como acumulación de los conocimientos de la humanidad es siempre cultura de una sociedad, marcado por el proceso de socialización en que el hombre a lo largo de toda su vida aprende de las generaciones anteriores.

Lo creado por el hombre refleja las peculiaridades y tradiciones de una región o de un país, que a su vez aporta a los valores y tradiciones universales. Las peculiaridades con que se desarrolla el proceso de globalización en la actualidad exigen la preservación de lo que es propio, autóctono del acervo cultural de cada pueblo y que lo distingue del resto porque refleja su identidad cultural.

Decía Miguel de Unamuno: “Que la memoria es la base de la personalidad individual, así como la tradición es la base de la personalidad colectiva de un pueblo. Vivimos en y por el recuerdo, y nuestra vida espiritual no es en el fondo sino el esfuerzo que hacemos para que nuestros recuerdos se perpetúen y se vuelvan esperanza, para que nuestro pasado se vuelva futuro”, citado por F. Mayor (1997: 42).

Lo histórico de la cultura humana es algo inherente a su origen, a la necesaria preservación de lo acumulado por el hombre para dejarlo como legado a otras generaciones, como testimonio de cuanto se ha hecho de una etapa histórica a otra, que no es más que el reflejo del avance de la sociedad. Este legado se diferencia en cada región del planeta por expresar las peculiaridades de diferentes sectores sociales en un contexto tempo-espacial con sus características distintivas.

La cultura histórica son todos los valores materiales y espirituales producidos por el hombre en su actividad histórico-social, y que constituye el legado generacional de su actividad económica, política, social y cultural a nivel universal, nacional, regional y comunitario.

La cultura histórica se expresa en la conciencia histórica de la humanidad. Cuando una sociedad es capaz de percatarse cual es su historia, la manera en que las generaciones de un país o región ha desarrollado su vida práctico-social, incluyendo el acervo cultural resultado de la actividad material y/o espiritual, está en condiciones de mantener y preservar determinados valores patrimoniales: construcciones, lugares históricos, objetos, información sobre su evolución histórica, normas, costumbres y valores que expresan una continuidad y a su vez la discontinuidad histórica.

“La historia se convierte en una necesidad social desde el momento en que los grupos sociales poseen - o adquieren - una conciencia histórica a través de la cual adecuan su presente y sitúan las esperanzas de su futuro”. P. Pagés (1993: 73).

La conciencia histórica que forma parte de la conciencia social, viene dada de la experiencia concreta que cada grupo social, que cada colectividad nacional ha acumulado. Esos puntos de vistas, ideas, valores y criterios que sobre la historia se van formando los hombres en el propio desarrollo de una sociedad y que expresan el grado de identificación de un pueblo con su historia total, refleja implícita, y a veces hasta explícitamente el nivel de conciencia histórica de un país.

La conciencia histórica nacional necesita de la experiencia para su formación. Es práctico pues devela el protagonismo colectivo al formarse a través de un largo proceso en que va incorporando a la memoria colectiva todos aquellos fenómenos y hechos que ocurren en la vida de un grupo social, una región y un país, entre otros.

Lo importante radica en que cada pueblo tenga conciencia del valor de preservar todo el resultado de la cultura creada. Tal significado tiene lo anterior que C. Anta Diop (1982: 5) señala “que la identidad cultural de un pueblo depende de tres factores principales: el histórico, el lingüístico y el psicológico”, manejándolo de manera interrelacionada, pero destacando el rol de la conciencia histórica como baluarte de defensa de esa identidad frente a las contingencias internas o foráneas enajenantes.

La conciencia histórica de una nación se nutre de los propios acontecimientos históricos vividos por ese país: qué han hecho sus habitantes al transitar por diferentes períodos de su evolución, cómo han resuelto sus problemas, qué acciones han desarrollado en la conformación de su nación, lo cual en general se erige como memoria colectiva y como guía más directa de actuación social por el impacto afectivo transmitido generacionalmente.

De ahí que consideremos la memoria histórica como la facultad que se tiene para conservar los acontecimientos, los fenómenos, los sentimientos, los ideales, las normas, las costumbres y los valores autóctonos, genuinos que caracterizan a una nación y trasladarlos al plano de la conciencia histórica.

Sin memoria histórica, no hay conciencia ni cultura histórica. El esfuerzo de una nación para no olvidar sus orígenes, desentrañar sus hilos conductores, a veces complejos, significa darle el justo lugar a todos los que en conjunto han aportado en la formación, desarrollo y consolidación de la nación.

La interiorización de los valores históricos de una nación, no se puede lograr al margen de develar el protagonismo individual y colectivo de su pueblo. Si entre todos se preserva y construye la identidad de la nación, no se pueden desechar todas las fuentes que nutren de información y de fortaleza espiritual para ese empeño.

Si el proceso de formación de la conciencia histórica combina lo espontáneo con lo consciente su nivel cualitativo será superior. Cuánto aportaría la educación si interviniera de manera más directa, organizada y de forma sistematizada sobre las fuentes que establecen los nexos generacionales haciendo de la preservación de la identidad nacional un afectivo intercambio entre la escuela, la familia y la comunidad.


Grupo EUMEDNET de la Universidad de Málaga Mensajes cristianos

Venta, Reparación y Liberación de Teléfonos Móviles
Enciclopedia Virtual
Biblioteca Virtual
Servicios