Tesis doctorales de Economía


LA CONSTRUCCIÓN DE LA IDENTIDAD PROFESIONAL DE LAS NORMALISTAS TLAXCALTECAS

Victoria Ramírez Rosales



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IV. Trabajo, profesión y profesionalismo en la construcción de las identidades profesionales

El siglo XX se ha caracterizado por el notable desarrollo de las profesiones, actualmente el término profesión denota las más variadas ocupaciones. Sin embargo en el terreno sociológico el concepto de “profesión” y sus estudios se han caracterizado por su polisemia. Han proliferado una variedad de enfoques, que dejan ver que la teoría de las profesiones tiene aun grandes retos y un campo basto por analizar.

De ahí que el propósito de este apartado fue hacer un recorrido teórico sobre las distintas direcciones que han guiado el estudio de las profesiones. Este análisis nos brindó pistas para mirar el campo profesional y sus actores como un entramado complejo lleno de tensiones y disputas donde interactúan elementos materiales, culturales y simbólicos.

En este sentido una primera acción, que consideramos teníamos que realizar, era demarcar el terreno de las profesiones, es decir señalar qué es lo específico de las profesiones, cuándo una actividad es considerada una profesión, cuáles son los rasgos que distinguen a las ocupacionales profesionales de las no profesionales, sobre esto nos dedicamos en el primer apartado que titulamos “Trabajo y profesión”.

En el segundo apartado “El estudio de las profesiones en la sociedad contemporánea”, analizamos los principales enfoques y autores que sobre el estudio de las profesiones polemizaron el debate durante el siglo XX.

Concluimos con un apartado asignado al tema del profesionalismo, aquí las ideas se centraron en reflexionar la importancia que ha cobrado el discurso del profesionalismo en las profesiones y a la vez cómo este discurso, en el caso del magisterio, adquiere una dimensión importante para la comprensión de sus identidades profesionales.

Trabajo y profesión

El concepto de “profesión” no ha existido siempre, anteriormente la actividad productora de bienes y servicios realizada por el hombre que le permitía la subsistencia material se le denominó “trabajo”.

Son varios los autores (Freidson, 1987; Fernández, 2001; Dingwall 2004) que coinciden con la idea del nacimiento de las profesiones, en el sentido actual que hoy les conferimos, con el surgimiento de la sociedad industrial y la división del trabajo.

Una de las características principales del siglo XX fue el desarrollo de las profesiones. Los avances en distintos campos del conocimiento y la progresiva complejidad de la sociedad favorecen su proliferación, el creciente avance del sector servicios frente al sector industrial dio paso a una sociedad de profesiones. Staffan Selander (1990) ya explicaba que el concepto de profesión no ha existido siempre, sino que es un fenómeno específico del desarrollo del estado capitalista.

De esta manera el énfasis se pone ahora en la carrera, la educación especializada, el título y la meritocracia; surge entonces el “ideal profesional” que cifra sus expectativas en la figura del experto o profesionista. Los títulos académicos acreditan a sus poseedores la honorabilidad, prestigio, un estilo de vida y ciertas virtudes de un estatus social y profesional prominente, tanto o más que las habilidades técnicas y cognitivas adquiridas en la formación que lo hace acreedor a ese título. De esta manera con el fenómeno de la profesionalización de la sociedad, las credenciales (títulos académicos) se vuelven el refrendo para la ocupación de estatus profesionales ventajosos.

Burrage (citado por Palazón y Tovar 2004) establece tres categorías de ocupaciones: una selecta minoría que se afirma profesional y nadie lo discute, un gran grupo de ocupaciones que reclaman el estatuto profesional y en determinadas circunstancias lo consiguen y en otras no y, la inmensa mayoría de ocupaciones rutinarias manuales o no manuales.

Cuáles serían entonces los rasgos o características que definen a las profesiones y las diferencian de las ocupaciones o trabajos. Veamos las definiciones de algunos autores.

Para Larson (1977) la profesión es un nombre que damos a formas específicamente históricas que establecen lazos estructurales entre niveles relativamente altos de educación formal y posiciones relativamente deseables y/o recompensas en la división social del trabajo. Para Brante (1990) las profesiones son ocupaciones no manuales a tiempo completo que presuponen una larga especialización y tienden también a un aprendizaje escolar que proporciona un específico generalizable y teórico conocimiento profesional demostrado a menudo mediante exámenes. Para Kocka (1990) profesión significa una ocupación no manual, a tiempo completo, cuya práctica presupone una formación especializada, sistemática y académica. El acceso depende de pasar ciertos exámenes que proporcionan títulos o diplomas señalando así su rol en la división del trabajo. (Palazón y Tovar, 2004: 6-7).

En las ideas de estos autores podemos encontrar dos planteamientos básicos que caracterizan a la profesión: la educación y el credencialismo, cuanta más educación y credenciales se tengan se aleja de ser un trabajador y se es un profesional.

El concepto de profesión esta ligado a la evolución y desarrollo de las sociedades, por lo tanto es difícil tener un concepto único, sin embargo se pueden identificar algunos rasgos que definen a las profesiones como son: una formación educativa de alto nivel, una estructura organizativa, estructuras de poder, estatus, actualización continua y autonomía (Fernández, 2001).

Como señalábamos, la teorización sobre las profesiones ha evolucionado a lo largo de su estudio, los primeros intentos de abordarla sistemáticamente tienen lugar a mediados del siglo XX, desde entonces han surgido, desde la sociología, distintas visiones sobre su conceptualización y su análisis, a continuación profundizamos esta discusión.

El estudio de las profesiones en la sociedad contemporánea

En el debate contemporáneo sobre las profesiones han predominan tres enfoques: 1) funcionalista, 2) interaccionista y, 3) los análisis críticos. Veamos las principales posturas de cada uno de ellos.

Funcionalista

Después de la segunda guerra mundial y durante más de dos décadas, el análisis de las profesiones estuvo influenciado por los teóricos americanos y su enfoque funcionalista. Aquí destacan trabajos producidos por Wilensky, Barber, Parsons, Goode, entre otros. El elemento común es el énfasis en los rasgos o características de las profesiones, entre las que se enfatizan, el conocimiento y pericia de los profesionales y su orientación altruista hacia la comunidad; características que las distinguen de las ocupaciones no profesionales.

En resumen, las concepciones funcionalistas sobre la profesión conducen a una diferenciación entre profesiones y no profesiones que se fundamenta sobre el saber formalizado y el ideal de servicio. Se pueden incluir un gran número de grupos profesionales empeñados en hacerse reconocer como tales, el acento esta puesto en el saber legítimo, que hayan realizado estudios superiores y que tengan consolidado su monopolio sobre un público, por lo tanto excluye a los miembros de las semiprofesiones, cuasiprofesiones o pseudoprofesiones.

Interaccionista

En los años sesenta, esta visión idealista, altruista y prestigiosa de la profesión es fuertemente debatida por un grupo de estudiosos provenientes de la escuela de Chicago; intentando explorar áreas de la realidad relegadas por los funcionalistas, centraron su atención en grupos pequeños, podría decirse marginales, con un enfoque cualitativo que apuntaba su interés en el trabajo de campo. Esta predisposición metodológica se encontraba influenciada por el interaccionismo simbólico, de tal forma privilegiaron la observación directa, tomando como centro de sus investigaciones actividades modestas o poco prestigiosas, que hasta antes no habían sido motivo de estudio, por no considerarse como profesiones.

Los interaccionistas, más que fundamentarse en los rasgos que distinguen a las profesiones, se interesan por las acciones, las interacciones diarias de los trabajadores y el cómo construyen sus carreras y mantienen sus posiciones.

Un pionero de este enfoque fue Everett Hughes, hay tres aspectos fundamentales en la obra de Hughes (Real, 2002:31.32):

• Muestra su desacuerdo con los sociólogos funcionalistas cuando asumen las justificaciones de los miembros de las profesiones para separarse de las simples ocupaciones. Niega que existan criterios universales para la delimitación entre estos dos tipos de actividades.

• Para Hughes es primordial interesarse por un fenómeno social aun cuando éste pareciera ser irrelevante o por el contrario de gran prestigio; porque, añade, el prestigio también experimenta una tendencia a cultivar el secreto a ocultar el interior de las cosas.

• En su enfoque un oficio es inteligible para el sociólogo en el marco de una división del trabajo dada. Una profesión u oficio se han de considerar menos como conjunto de actividades y más como sistema de actividades en evolución permanente.

• Hughes pasa de la pregunta ¿este oficio es una profesión?, a una más fundamental: ¿en qué circunstancias los individuos que se caracterizan por un mismo oficio se esfuerzan por transformar su oficio en profesión y ellos mismos a llegar a ser titulares?

El enfoque interaccionista en el estudio de las profesiones abrió un campo amplio de discusión sobre temas hasta antes ignorados, con Hughes y sus discípulos la sociología de las profesiones sale del marco de las profesiones liberales y académicas.

En resumen, en el enfoque interaccionista de las profesiones el énfasis esta puesto en las circunstancias en las cuales las profesiones negocian en la vida diaria su posición especial, cómo asumen las gentes su papel dentro de una profesión y cómo se distinguen ellos mismos como profesionales.

Análisis críticos

Los enfoques alternativos de la escuela de Chicago no consiguieron ofrecer una alternativa consistente a la hegemonía funcionalista, pues en el afán de explorar el mundo simbólico que envolvía al ejercicio de diferentes profesiones, justamente por esta visión interiorista dejo de lado las relaciones que las profesiones establecen con otros actores sociales.

En la década de los setenta, principalmente en EE.UU, surge un nuevo giro en el análisis de las profesiones, esta renovada mirada albergó una variedad de perspectivas que se alejaba de ser un cuerpo homogéneo de trabajos; sin embargo en lo general compartían un hilo conductor: los atributos clásicos de las profesiones (conocimiento, pericia, prestigio, altruismo) ya no son interpretados como componentes de un tipo ideal, sino como medios utilizados por las diversas ocupaciones para aumentar su poder respecto de otros grupos.

Así surgen varios autores como Jonson, Larson, Freidson, Abbot, Burrage, entre otros. Los cuales retoman nuevas articulaciones analíticas que tienen que ver con las profesiones y el mercado, el Estado y la conformación del sistema profesional, el poder y estatus de las profesiones, y la autonomía profesional.

El trabajo más representativo en este sentido es el de Magali Larson, que retomando ideas de Weber, principalmente el de “cierre social” analiza la evolución de las profesiones. En su obra The rise of Professionalism: a sociological analisys (1977), a partir del concepto de “estrategia profesional” Larson examina como históricamente ciertos grupos de profesiones logran construir monopolios y el reconocimiento por parte de la sociedad; en ese trayecto observa cómo es utilizada la ideología del profesionalismo para la acción colectiva, buscando el respaldo del Estado para conseguir un lugar en el mercado y la protección ante la competencia.

En el afán de consolidar el monopolio, las profesiones siguieron algunas estrategias, Larson (1977:220) distingue tres: 1) capturar el mercado laboral, 2) la puesta en marcha de un mecanismo colectivo de movilidad social ascendente y, 3) el cierre del mercado a posibles competidores, con esta estrategia se lograría afianzar las dos anteriores.

Estas estrategias implicaron la construcción de una identidad específica de la profesión: a) el reconocimiento de un saber legítimo adquirido, sin el cual el ejercicio de la profesión sería impensable, el cual es avalado por el Estado a partir de un entrenamiento en las universidades; b) el reconocimiento social de poseer un conocimiento esotérico y; c) la posesión de una clara percepción de sí mismos como profesionales.

Esta autora reconoce un estrecho vínculo entre el sistema profesional y la burocratización. Señala como las profesiones a partir del siglo XX mostraron una creciente inserción en el Estado . Muchos profesionales ingresaban o ingresan aun actualmente, como es el caso de los maestros en México, al mundo del trabajo ya con una asignación fija a una dependencia, con un salario pagado por el Estado, con una clave hacendaria, adheridos de antemano a un sindicato, etc.

Aunque habría que aclarar que esto fue posible con el ensanchamiento del Estado de bienestar, el Estado era el regulador de la sociedad y por ende del mercado, de las empresas, de las profesiones, etc. Sin embargo, a partir de la década de los setenta cuando se impone el modelo neoliberal como doctrina económica, lo que se busca es exactamente lo contrario pues se considera adverso el intervencionismo del Estado en materia social o económica y se defiende el libre mercado, la libre competencia y la autorregulación de la sociedad.

En el caso de México el neoliberalismo es impulsado a partir del sexenio de Miguel de la Madrid (1982-1988) y sus sucesores, quienes siguiendo distintas estrategias y acciones claves han inducido al país bajo este modelo económico. No es el lugar para profundizar sobre esto, solamente quisiéramos referir de manera breve algunas de sus consecuencias en la profesión magisterial.

Bajo la racionalidad neoliberal el sistema educativo mexicano es analizado bajo tres premisas básicas: eficiencia, eficacia y calidad, se vincula al sistema educativo con el sistema productivo, subordinando el primero al segundo, por lo tanto debe ser rentable en términos económicos.

Específicamente en el caso de la profesión magisterial que nació bajo la tutela y el proteccionismo del Estado y que por décadas se mantuvo inmune a los vaivenes del mercado y de la competencia, en los últimos años esta resintiendo también los efectos del modelo neoliberal, así tenemos la adopción de medidas como la descentralización educativa, la flexibilización del mercado laboral y de la contratación de los maestros, la creciente privatización del sistema de formación profesional y la reformulación del sistema de ingresos para el sector magisterial.

Burrage (1990) una década después y en pleno auge del neoliberalismo, en el análisis que realizó sobre las profesiones fue un paso más adelante que Larson. Para Burrage era claro que, dada la complejidad del mercado laboral, las profesiones recurrían y necesitaban, además de la “clausura del mercado”, otras estrategias en su camino a la profesionalización y al logro del reconocimiento social.

Su aportación más interesante fue poner en la mesa de la discusión, en el estudio de las profesiones, la articulación de cuatro “agentes”: los profesionales, el Estado, los usuarios y las universidades (Burrage, 1990:203). Para que las profesiones gozaran de autonomía, el dominio del reclutamiento y el control de sus prácticas profesionales necesitan de la cooperación de los restantes autores.

Otro aporte novedoso en el estudio de las profesiones viene del trabajo de Abbot (1988) The System of Professions al abrir hasta entonces el concepto existente de profesionalización hacia sus relaciones con otras ocupaciones. Para el autor el desarrollo de las profesiones está ligado a las relaciones interprofesionales y al contenido de la actividad profesional. Considera la profesionalización como un proceso de creación de lo que llama “jurisdicciones”, es decir, la legitimidad exclusiva de ejercer en un dominio específico de actividades. La habilidad de las profesiones para mantener o ganar sus jurisdicciones o espacios, resulta del prestigio de su sistema de conocimiento, de la delimitación de su campo de competencias y de la delimitación propia de un espacio de acción.

En síntesis el enfoque crítico de las profesiones privilegió el estudio de la relación de las profesiones con la estructura social, las organizaciones y la política. Aquí el tema central lo constituye el poder y el privilegio, los trabajos anteriormente analizados se han centrado en examinar los procesos y mecanismos a partir de los cuales las profesiones adquieren y mantienen posiciones de poder y privilegio en la sociedad y el mercado.

Su bien estos trabajos han realizado un esfuerzo loable en el análisis de las profesiones, consideramos que dadas las características de la realidad contemporánea en la que se ha instaurado el neoliberalismo, la globalización y la sociedad del conocimiento; trastocando la vida cotidiana del individuo, de las instituciones sociales, de los mercados laborales y del trabajo mismo. Se hace necesario un replanteamiento tanto de la teorización, de los enfoques analíticos, como de las preguntas que guían el estudio de las profesiones.

Una mirada alternativa en el estudio de las profesiones

Una visión innovadora es la propuesta por Randall Collins y Lo Ming-cheng que plantean una mirada culturalista al estudio de las profesiones. Collins (1990) centra su atención en los fenómenos simbólicos de las profesiones, para este autor las creencias, los valores, los rituales, los símbolos, son el entramado a través del cual ciertas profesiones mantienen una posición ventajosa respecto a otras.

El objetivo del autor era analizar los elementos que facilitan la construcción de un sentimiento de cohesión y la posibilidad de contar con un sólido registro de pautas compartidas, lo que beneficia la posición ocupada por una profesión y sus profesionales ante otros que no cuentan con tales características. Para Collins sin este espíritu de “cuerpo” se vuelve más difícil concretar una exitosa “clausura profesional”.

Collins actualizando algunas claves weberianas desarrolla el concepto de grupo de estatus los cuales son grupos asociativos que comparten una cultura, un sentido de igualdad de estatus basado en la participación de una cultura común: estilos de lenguaje, gustos en el vestir, ciertas creencias, etc. (Barrón, 2003:18). En estos grupos de estatus se incluyen a los profesionales. Collins (1977) plantea que es en la escuela en donde se construye el carácter específico de distinción entre las profesiones, entre los profesionales y los no profesionales.

En este trabajo compartimos las ideas de Collins, pues consideramos que la profesión magisterial, a lo largo de su constitución, ha logrado consolidar una cultura propia que es compartida por los miembros de la profesión, en este sentido las escuelas normales han jugado un papel muy importante como instancias socializadoras de la cultural magisterial.

Por su parte Lo Ming-cheng (2005) centra la discusión de las profesiones en lo que ella llama el marco de la modernidad. Advierte como los diferentes enfoques en el estudio de las profesiones, al poner su atención solamente en los aspectos racionales de las profesiones, han sostenido una dicotomía al dividir entre las emociones y conocimiento, lo privado y público, lo social y lo científico de las profesiones, privilegiando una mirada sobre las dimensiones más racionales y estructurales de las profesiones: mercado, Estado, burocratización, autonomía, estructura de clase, conocimiento, etc. Que si bien es una parte importante pero incompleta de la complejidad y las contingencias de las instituciones en el marco de la modernidad.

En este contexto se hace necesario, señala la autora, voltear la mirada hacia categorías sociales como el género, la raza, la etnia. En este sentido un actor importante y hasta entonces descuidado es el propio profesional, es necesario conocer cómo los profesionales significan sus posiciones dentro de la profesión y encajan sus prácticas en contextos sociales específicos. Sugiere entonces el cambio de enfoque de la “estructura social” al embeddedness (incrustación) social de las profesiones, que a decir de ella es un movimiento necesario y una tendencia emergente en el estudio de las profesiones.

Situándonos en el embeddedness social, exige estudiar las profesiones como espacios de construcción de identidades profesionales y su articulación con la raza, la etnia y el género. En su estructura profunda las profesiones construyen ciertas imágenes raciales, étnicas, de género y de clase en su cultura institucional, con el tiempo estas imágenes se convierten en el “otro” contra el cual define “el mismo profesional su cultura y su posición social”.

En el caso que nos ocupó, estos argumentos nos proporcionaron una lectura de la profesión magisterial como una profesión altamente feminizada que ha sostenido ciertas imágenes estereotipadas sobre el significado de “ser maestra”. Estas imágenes están relacionadas, entre otras cosas, con los roles socialmente adjudicados a la mujer y que resumimos en esta idea del “cuidado de los otros”, que en el caso de las estudiantes normalistas se manifiestan en la alta valoración a las interaccione afectivas maestra-alumnos . Finalmente estos imaginarios construidos socialmente se convierten en el núcleo duro de la identidad profesional a partir del cual las estudiantes normalistas están negociando su identidad para sí.

Del concepto de profesión a las consideraciones sobre profesionalismo

Profesión, profesional y profesionalismo, son conceptos estrechamente ligados entre sí. Actualmente, en los diferentes contextos laborales, el interés esta puesto en la profesionalización de sus afiliados tanto de los profesionales como de los no profesionales, es muy frecuente escuchar frase como “es un profesional del fútbol”, “tocaron como todos unos profesionales”, “son unos profesionales de la limpieza”, “aquí trabajamos con profesionalismo” hoy en día cualquier trabajador aspira a ser un profesional.

La profesión magisterial no ha escapado a este interés, en las últimas décadas la profesión esta viviendo una atmósfera de insatisfacciones generalizadas tanto de la sociedad como de los propios maestros. La población muestra descontento con la labor de los maestros, los maestros a su vez viven situaciones de malestar, frustración, desencanto con la profesión. Es un hecho que el magisterio esta viviendo un proceso de adaptación a un ambiente laboral y social que cada vez es más crítico y exigente: evaluación externa de su trabajo, adquisición de nuevas competencias, nuevas manera de percibir su práctica profesional, constante actualización, etc.

En la profesión magisterial podemos distinguir dos sentidos que la han caracterizado: el apostólico y el profesionalizante. El primero resalta los atributos carismáticos de los maestros: paciencia, entrega, vocación, entre otros. Actualmente los requerimientos han adquirido un expresión diferente, la apuesta es hacia un magisterio más profesionalizado a partir de la adquisición de ciertas competencias específicas, para esto se ha recurrido a distintas estrategias que ahora no discutiremos pero que en los capítulos III y IV analizamos a detalle. En este contexto el discurso del profesionalismo se ha vuelto central en la profesión.

En la literatura sobre el tema podemos distinguir con fines analíticos dos sentidos sobre el concepto: uno que apunta a ver el profesionalismo como un sistema normativo de valores y otro que lo analiza como ideología de control. En el primero ubicamos las ideas de autores como Durkheim, Tawney y Parsons; en los primeros análisis Durkheim caracterizó el profesionalismo como una forma de moral comunitaria basada en la pertenencia ocupacional, y Tawney (1921) como una fuerza capaz de utilizar subjetivamente el desenfrenado individualismo para las necesidades de la comunidad, enfatizando el altruismo o la orientación de servicio del profesionalismo como un baluarte en la estabilidad de los procesos democráticos. Para Parsons (1951) el entrenamiento del profesional debería de cultivar el balance apropiado entre el interés propio y el colectivo, lo cual, apoyado por la interacción con la comunidad ocupacional es vital para el orden social (Aldrije y Evetts, 2003).

En esencia desde esta postura el profesionalismo significa reconocer la confianza en las relaciones sociales, por un lado los usuarios deben tener confianza en los profesionales, pero también el profesionalismo exige de los profesionales hacerse acreedores a esa confianza que será retribuida al obtener mayor prestigio, estatus y ciertos privilegios.

Sin embargo en las décadas de los 70’s y 80’s el debate analiza el profesionalismo como un proyecto ocupacional de un mercado cerrado y de mejoramiento de sus miembros . Por ejemplo Freidson (1994, 2001) argumenta que el profesionalismo es la única forma del control ocupacional del trabajo conveniente para proveer servicios complejos y con discreción al público. Robson (2001), en un estudio realizado a los profesores de enseñanza superior del Reino Unido, examina tres estrategias que los grupos profesionales utilizan para buscar su prestigio profesional:

1) El cierre social: mediante el cual se ejerce control para impedir oportunidades económicas y sociales a los forasteros.

2) Conocimiento profesional para asegurar la exclusividad: la estrategia es asegurar la exclusividad cognoscitiva, no cualquiera puede poseer el cúmulo de conocimiento de una profesión prestigiosa, cuando sucede lo contrario la profesión pierde estatus social.

3) Autonomía: ninguna profesión tiene una total autonomía, pero cuando un campo profesional se ve invadido por otras profesiones, definitivamente su poder es restringido.

El profesionalismo es entonces un discurso utilizado por la profesión para elevar su estatus, ganar más prestigio social, adquirir más poder y auto control de sus miembros.

En la medida que para los trabajadores es atractivo considerarse a sí mismos como profesionales, el discurso del profesionalismo es utilizado como el esquema que organiza la identidad ocupacional y personal. El profesionalismo se convierte en el capital cultural (conocimiento) a partir del cual los miembros de una profesión se autoreconocen, se identifican y se distinguen de otros profesionales y no profesionales. Señalan Aldrige y Evetts (2003) que se trata de un discurso de autocontrol, incluso de autoengaño, un distintivo o símbolo ocupacional que da sentido al trabajo y permite a los trabajadores justificar y enfatizar la importancia de su trabajo, ante sí mismos y ante los otros.

Bajo estos argumentos, adelantando ideas que profundizaremos en capítulos posteriores, el discurso del profesionalismo ha constituido en la profesión magisterial un elemento central en la construcción de la identidad profesional de los maestros, este discurso no ha sido inmutable, más bien es un discurso histórico, complejo, que ha tenido distintos matices. Lo que ha ocasionado que las identidades profesionales también se vayan transformando, como señala Dubar (1991) esta identidad profesional para sí, igualmente reconocida por un empleador cada vez tiene menos posibilidades de ser definitiva. Está regularmente confrontada con las transformaciones tecnológicas, organizacionales y de gestión del empleo de las empresas y de las administraciones.

En la década de los noventa surge una reevaluación de la conceptualización del profesionalismo (ver, por ejemplo, Halliday 1987; Burrage y Torstendahl 1990; Annandale 1998) regresa al tema del profesionalismo como un valor normativo central. En este sentido el profesionalismo, en tanto discurso de auto-control y de motivación, depende crucialmente de la existencia de mecanismos efectivos de socialización ocupacional y de formación profesional para el mantenimiento de la identidad.

Concluyendo diríamos que el concepto de profesionalismo es un discurso, utilizado tanto por los profesionistas, los administrativos y el Estado, como una estrategia para obtener poder, control, cambio ocupacional e identidad en las profesiones.


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