Tesis doctorales de Economía


MICHEL FOUCAULT Y LA VISOESPACIALIDAD, ANÁLISIS Y DERIVACIONES

Rodrigo Hugo Amuchástegui




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Sade en la obra de Foucault

Las referencias a Sade en la obra de Foucault son múltiples. Y si bien sus análisis sobre el divino marqués no son extensos, sin embargo su obra tiene una relevancia para él, que deja en claro. Demos algunas referencias mínimas:

1. En la Historia de la locura, Sade está pensado por Foucault del lado de las experiencias límites –poéticas o filosóficas. El lenguaje sadiano “hace relampaguear ... la inminencia de una verdad inmemorial” (Foucault 1964 [1986II: 60]) en un momento donde la muerte de dios no da ya lugar a ningún afuera sustentador. Así, también dice en el “Prefacio a la transgresión”:

“La muerte de Dios, quitándole a nuestra existencia el límite de lo Ilimitado, la reconduce a una experiencia donde nada puede anunciar ya la exterioridad del ser, a una experiencia en consecuencia interior y soberana ... [entendida como] experiencia de lo imposible”. (1963c: 235)

2. En Historia de la sexualidad I, Sade aparece como continuador de la tecnología confesional que impulsa a decirlo todo, el convertir el sexo en palabras o mejor aún “intentar convertir el deseo, todo el deseo, en discurso” (Foucault 1976 [1977: 29]). Sade aparece aquí colocado (irónicamente) en la tradición de la pastoral cristiana del siglo XVII:

“Sade vuelve a lanzar la conminación en términos que parecen trascritos de los tratados de guía espiritual: ‘Vuestros relatos necesitan los detalles más grandes y extensos; no podemos juzgar en qué la pasión que nos contáis atañe a las costumbres y caracteres del hombre sino en la medida en que no disfracéis circunstancia alguna’”. (de Los 120 días de Sodoma citado en Foucault 1976 [1977: 30])

3. Fue vinculado también con la problemática del autor, así dice Foucault: “No solamente Sade no existe como hombre empírico. Sino que no hay personajes verdaderos ni desdoblamiento del autor en la obra de Sade” (1968: 661). Esta pone en cuestionamiento el lugar soberano del sujeto, su obra es una obra sin autor: “es imposible conjeturar o reconstituir a partir de Justine ... quién era Sade” (1968: 661).

4. En Las palabras y las cosas aparece la obra sadiana como punto de contacto entre el mundo de la representación y su fin. Del mismo modo como Cervantes, y su Quijote, articula el pasaje de la episteme renacentista a la clásica, ubicando al caballero de la triste figura en el mundo de la analogía (lenguaje y mundo se encuentran unidos) cuando ésta se ha vuelto ya un anacronismo, por su parte, la obra de Sade, para Foucault es la articulación entre el mundo clásico y el mundo moderno (Fulka 2003). Dice Foucault en Las palabras y las cosas: “quizá Justine y Juliette, en el nacimiento de la cultura moderna, ocupan la misma posición que Don Quijote entre el Renacimiento y el Clasicismo” (1966 [1985: 208]). Ahora es el deseo lo que está surgiendo y pone en cuestión a la representación y ese período de la presencia sadiana coincide con lo que Foucault llama “sociedad disciplinaria”.

Recordemos que dicha sociedad no se ajusta estrictamente a la partición que hace Foucault entre Edad Clásica, que terminaría con la Revolución Francesa, iniciándose así la Edad Moderna. Su inicio –si bien tiene antecedentes anteriores– está en la segunda mitad del siglo XVIII y su fin no ha llegado, para Foucault, en la medida en que también es nuestra época. Sade entonces, lo repetimos, se inscribe en ese período de las disciplinas y en su obra se puede encontrar presente la preocupación clásica (representativa) por clasificar y organizar propia de la historia natural, la gramática general y el análisis de las riquezas, que es también coincidente con su dimensión política:

“Las novelas de Sade se parecen a los catálogos interminables de las pasiones perversas donde todo debe ser enumerado, donde no existe la sombra de lo inefable. ... Es necesario agotar y describir todas las posibilidades con el fin de hacer justicia al principio de la representación que determina las leyes de la descripción. Las 120 jornadas, Justine y Juliette constituyen una gramática general de las perversiones”. (Fulka 2003)

Y el mismo comentarista agrega: “Las 120 jornadas es, sin ninguna duda, el ejemplo más aclarador y el parecido, en lo que concierne a la estructura formal, entre esta novela y el proyecto de la Enciclopedia con el que sueñan las Luces es impresionante” (Fulka 2003).

Sin duda, Foucault no está pensando todavía con la lógica de Vigilar y castigar, pues Las palabras y las cosas es de 1966 y Vigilar y castigar de 1975.


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