Tesis doctorales de Economía


MICHEL FOUCAULT Y LA VISOESPACIALIDAD, ANÁLISIS Y DERIVACIONES

Rodrigo Hugo Amuchástegui




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Los sueños y Artemidoro

El tema de los sueños está presente también en sus últimos escritos. Prácticamente el mismo contenido aparece tanto en “Rêver de ses plaisirs: Sur l’ ‘Onirocritique’ d’Artémidore” (1983), como en el capítulo I “Soñar con los propios placeres” de la Historia de la sexualidad III (1984a [1987]).

El texto expone la manera de reflexionar en la época (siglo II) sobre los placeres y la conducta sexual. Artemidoro aparece como un especialista en la interpretación de los sueños, tema que le interesa a Foucault en la medida en que se presenta una técnica de existencia, ya que “las imágenes que vemos dormidos eran consideradas, por lo menos algunas de ellas, como signos de realidad o mensajes del porvenir, descifrarlas era cosa de gran valor: una vida razonable no podía prescindir de esa tarea” (1984a [1987: 8]). Esta práctica interpretativa no era novedad en la época. La importancia del mensaje divino encuentra sus trazas en textos muy anteriores y en la práctica oracular. Artemidoro es considerado en este contexto un pedagogo de la interpretación onírica:

“Lo esencial para él es indicar en detalle al lector una manera de obrar: ¿cómo hacer para descomponer un sueño en elementos y establecer el sentido diagnóstico del sueño?, ¿cómo hacer también para interpretar el todo a partir de esos elementos y tener en cuenta ese todo en el desciframiento de cada una de las partes?”. (1984a [1987: 9])

Si bien hay una tradición religiosa dominante de la onirocrítica, su enfoque es diferente y su “manual para la vida cotidiana” está dirigido a un hombre “ordinario” más que a uno que acostumbre tener tratos con lo sagrado. Él mismo pretende superar todos los escritos anteriores, pero no es estrictamente –a pesar de estar centrado en las imágenes ligadas a los actos y a las relaciones sexuales– un tratado de moral, aunque ésta sea posible descifrarla a través del análisis de los sueños sexuales.

Artemidoro diferencia dos tipos de sueños o visiones nocturnas, los enypnia que “traducen los afectos actuales del sujeto: ... se está enamorado, se desea la presencia del objeto amado, se sueña que está allí” (1984a [1987: 13]), es decir, el sueño le revela, o, si se quiere, le confirma su propio estado de alteración del cuerpo o del alma, y los ensueños o oneiroi que son to on eirei,

“‘lo que dice el ser’; dice lo que está ya en el encadenamiento del tiempo y se producirá como acontecimiento en un porvenir más o menos cercano. Es también lo que actúa sobre el alma y la excita: oreinei; la ensoñación modifica el alma, la conforma y la modela”. (1984a [1987: 13])

Entre ambos tipos de sueños se puede establecer una relación complementaria. El enypnion habla del individuo y de sus estados; el oneiros, del mundo y del porvenir. También se diferencian en el interior de cada uno en relación con la necesidad o no de interpretación. En los enypnion, el objeto del deseo o está manifiesto –aparece la mujer deseada– o sólo lo hace en forma indirecta –aparece un pariente, al igual que en los oneiroi, pues el barco que está naufragando, por ejemplo, puede significar el hecho estricto a realizarse en el futuro o la próxima liberación, si lo sueña un esclavo, con lo cual su sentido sería alegórico.

Pero el problema que se plantea es cómo saber si en una imagen que aparece durante el sueño se “anuncia directamente lo que muestra, o si hay que suponer que es la traducción de algo diferente” (1984a [1987: 15]). La diferencia pasa por la posible virtud del individuo soñante. El virtuoso en tanto tal no es esclavo de sus afectos y, por lo tanto, no tiene sueños de estado.

Con respecto a los ensueños (oniroi) específicamente, la diferencia entre aquellos que son transparentes o alegóricos se encuentra en que los primeros son prontamente confirmados por la realidad y, en consecuencia, “los sueños alegóricos se reconocen pues fácilmente por el hecho de que no van seguidos de realización directa: es entonces cuando conviene compenetrarse de ellos para interpretarlos”. Estos sueños son los propios de los virtuosos y se sigue acá una larga tradición al “admitir que a las almas puras los dioses les hablaban directamente” (1984a [1987: 16]), pero son también posibles para las personas ordinarias. Los ensueños alegóricos son el objeto de análisis de la onirocrítica: “Allí está la interpretación posible, puesto que no hay transparencia de la visión sino utilización de una imagen para decir otra; allí está la interpretación útil, puesto que permite prepararse para un acontecimiento que no es inmediato” (1984a [1987: 17]).

Se plantea luego la necesidad de encontrar el modo de desciframiento onírico y se recurre para ello a la analogía, que funciona en dos planos: “se trata en primer lugar de la analogía de naturaleza entre la imagen del sueño y los elementos del futuro que anuncia” (1984a [1987: 17]) y la analogía en valor. Esta última es la que más importa, “en la medida en que la onirocrítica tiene por función determinar si los acontecimientos que tendrán lugar son favorables o no” (1984a [1987: 18]).

Foucault se interesa en el análisis de Artemidoro de los ensueños sexuales y como se ponen en juego en ellos apreciaciones morales. Pero entendiendo que no se debe buscar en el texto del sueño “un código de lo que hay que hacer o no hacer, sino el revelador de una ética del sujeto, que existía todavía de manera corriente en la época de Artemidoro” (1984a [1987: 20]). Y esto se entiende pues, para la época, el soñador está presente en su sueño, las imágenes le pertenecen y no son simples representaciones autónomas.

Asimismo, Artemidoro muestra el desciframiento de las imágenes de los sueños, que remiten no solo a interpretaciones de hechos individuales como la salud o la enfermedad, sino también a la proyección social como son los negocios, la familia, la carrera política, etc. Y este hecho se basa tanto en la ambigüedad de los términos sexuales, donde por ejemplo sõma designa el cuerpo, pero también a las riquezas, como en la necesidad que tienen los hombres responsables de dirigir sus vidas. El libro de Artemidoro es, por lo tanto,

“una guía para que el hombre responsable, el dueño de casa pueda conducirse en lo cotidiano, en función de los signos que pueden prefigurarlo. Es pues el tejido de esa vida familiar, económica, social, lo que se esfuerza por descubrir en las imágenes del sueño”. (1984a [1987: 29])

Foucault, siguiendo a Artemidoro, analiza cómo son las imágenes que aparecen en el sueño. En éstas se acentúan los rasgos sociales (joven, viejo, rico, pobre, halagador, humillante, superior, inferior) y elimina en gran parte los rasgos físicos de los copartícipes del sueño (1984a [1987: 30]) y los aspectos sexuales se reducen a la penetración y su forma activa o pasiva y al gasto que dicho acto ocasiona. Finalmente, se dedica a establecer el valor de los sueños, su aspecto positivo o negativo. Este valor, en el caso del puro sueño sexual, que aquí se está analizando, será positivo en tanto responda a un principio de isomorfía con la realidad y que su forma sea la forma admitida socialmente como buena. Es decir, si se es activo sexualmente en la realidad, y esto está en relación con su rol social, será bueno el sueño que lo muestre en situación equivalente.


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