Tesis doctorales de Economía


MICHEL FOUCAULT Y LA VISOESPACIALIDAD, ANÁLISIS Y DERIVACIONES

Rodrigo Hugo Amuchástegui




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El cuerpo-alojamiento

Un sentido particular de la dimensión espacial es la representación edilicia del cuerpo y, en particular, la del loco y su alienación, en el intento de separar alma cuerda de cuerpo loco. Al analizar el problema de las causas de la locura, Foucault encuentra esta imagen tradicional en Voltaire en su Diccionario filosófico (1764). Así el sensato dice: Nuestra alma cuerda “está bien alojada; la tuya lo está mal; las ventanas de la casa están obstruidas, … falta el aire, el alma se asfixia” (1964 [1986I: 327]). Pero el loco razonablemente responde: “Mis ventanas están tan abiertas como las vuestras, puesto que veo los mismos objetos y oigo las mismas palabras ... En una palabra, o mi alma está loca en sí misma, o yo carezco de alma” (citado en 1964 [1986I: 328]). Si mantenemos la oposición alma-habitante y cuerpo-casa, lo que debe quedar claro es que la enfermedad está en el habitante y no en el edificio. Finalmente, Voltaire concluirá en la mutua relación entre ambos en la enfermedad de la locura, anticipando las dos posiciones que tomará la psiquiatría desde el siglo XIX: “Una psiquiatría espiritualista y una psiquiatría materialista, una concepción de la locura que la reduce al cuerpo, y otra que la hace valer en el elemento inmaterial del alma” o sea “o bien la locura es la afección orgánica de un principio material o bien es el trastorno espiritual de un alma inmaterial” (1964 [1986I: 331]).

Todo el problema de la causa de la locura aparece vinculado con el principio de localización corporal. Estrictamente, el análisis de la masa cerebral es el centro de las referencias causales, pues ésta “se convierte, en sí misma, en un espacio causal diferenciado y heterogéneo, que desarrolla sus estructuras anatómicas y fisiológicas, determinando en ese juego espacial las variadas formas de la locura” (1964 [1986I: 342]). Los análisis van a distinguir consistencias en la oposición dureza-flexibilidad y diferencias en la relación interior-exterior.

Por cierto, puede parecer exagerada la consideración del cuerpo como forma espacial, más allá de las destacadas metáforas habitacionales a las que recientemente nos referimos. Sin embargo, el cuerpo no aparece en la obra foucaultiana desde una perspectiva fenomenológica (centro de referencias espaciales), sino como un objeto tridimensional cuyo interior es exhaustivamente analizado –como ya veremos, por ejemplo, en la cuestión de la problemática de la mirada médica en El nacimiento de la clínica. Si ahora nos centramos en él, es porque el principio de localización está continuamente presente para determinar la etiología de la locura: el cuerpo es espacio de desplazamientos. Su interioridad (en Vigilar y castigar será el exterior el determinante) puede perfectamente ser pensada como una forma espacial con espacios jerarquizados, que han ido cambiando históricamente y, en este caso, en relación con la locura.

Podría sin embargo contraargumentarse que el cuerpo ha sido entendido como máquina, sea en Descartes o en La Mettrie y que, por lo tanto, lo que nosotros estamos diciendo, recurriendo a una configuración espacial en forma reiterada como estrategia u óptica de lectura foucaultiana, es también exagerado. Nuestra respuesta sería decir que él se reapropia de ese lenguaje; la reiteración y continuidad de esas configuraciones se encuentran esparcidas en su obra. Lo que es propio quizá del siglo XVII y XVIII, en Foucault está generalizado.

Desarrollemos entonces más ampliamente la relación alma, cuerpo y espacio.

Cuando describe uno de los rostros de la locura, la demencia, observa que para la mirada clásica, la ubicación del alma tenía sus lugares específicos en la geografía corporal, “el cuerpo calloso para la imaginación, la sustancia blanca para la memoria” (1964 [1986I: 394]).

Esta localización de la demencia también se puede relacionar con desplazamientos, y es paralela a los modelos de la ciudad-cuerpo humano de William Harvey (1578-1658), con las problemáticas comunes de canales de la ciudad y los poros corporales obstruidos (Foucault 1964 [1986I: 396]).

La histeria, por su parte, es otra de las formas de locura dependientes de una imagen espacial. Su marca patológica se muestra en el rechazo de los “desplazamientos uterinos”, de los movimientos de la matriz. La negación de estos movimientos por los médicos de la época clásica es justamente lo que refuerza dicha imagen espacial. Es decir, al rechazar que la matriz suba “al hígado, al bazo, al diafragma, al estómago, al pecho, al corazón, al pulmón, a la garganta y a la cabeza” (citado en 1964 [1986I: 443]) está mostrando Foucault la dimensión espacial del cuerpo.

Esta inquieta matriz no será finalmente reconocida como causa de la histeria, pero aunque la enfermedad se la vincula con el funcionamiento cerebral, no será totalmente dejada de lado en el análisis. Por su parte, la hipocondría, mal preponderantemente masculino, es paralela a la histeria, mal femenino. Ambos finalmente tienen su sitio de origen en el estómago y los intestinos. La interpretación que da Foucault de esta transformación de la enfermedad nerviosa es también fuertemente espacial, pues se refiere a la enfermedad propagándose por el cuerpo entero en una liberación ascensional. Incluso recurre a imágenes pictóricas para dar cuenta no solo de la espacialidad del cuerpo histérico o hipocondríaco, sino también de las diferencias entre ambos, que dependerán “solamente (de) la solidez espacial del cuerpo, o por decirlo de otra manera, (de) la densidad del paisaje interior” (1964 [1986I: 449]). Esta idea de “paisaje interior” o paisaje espacial muestra una visión pictórica del cuerpo humano:

“En la obra de Sydenham, en la de los discípulos de Descartes, la intuición moral es idéntica; pero el paisaje espacial donde se expresa ha cambiado; el orden vertical y jerárquico de Platón ha sido sustituido por un volumen, cuyo desorden no es exactamente una revolución de lo inferior contra lo superior, sino un torbellino sin ley en un espacio trastornado”. (1964 [1986I: 451])


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