Tesis doctorales de Economía


CAMBIOS DEMOGRÁFICOS EN LA ESTRUCTURA FAMILIAR DEL MUNICIPIO DE SAN MARCOS, GUERRERO, COMO CONSECUENCIA DE LA EMIGRACIÓN INTERNACIONAL Y SUS EFECTOS EN LO SOCIAL Y ECONÓMICO

Darbelio Agatón Lorenzo



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III. 4. 1. 2 Concepto de desarrollo y su relación con lo regional

La idea del progreso que está íntimamente ligada con la del desarrollo, tiene su origen en el pensamiento religioso de San Agustín (354-430 a.C) la idea del progreso y el desarrollo, ha sido abordado por muchos estudiosos desde la época antigua de los filósofos griegos antes de Cristo, pasando por los clásicos, en otra etapa por Marx y hasta nuestros días por autores modernos de distintos cortes ideológicos como Habermas y en la actualidad por el propio Robert Nisbet.

Revisando la historia filosófica que realiza Robert Nisbet (1998) en su obra “Historia de la idea del progreso”, podemos encontrar algunos de esos pensamientos cuyas aportaciones traemos a cita:

Filósofos preclásicos como Protágoras, (~ 485-410 a.C) decía que la historia del hombre había sido y seguirá siendo una historia de continuo progreso, en el curso del tiempo. Platón (427-?, 399 a.C) sostiene, el progreso debe de ser paulatino. Y para Lucrecio (94-?, 53 a.C.) parafraseando a Platón, este progreso debe ser “paso a paso”.

Entre los filósofos antiguos como San Agustín, quien tuvo las primeras ideas sobre el progreso y el desarrollo de la sociedad, sustentado bajo el pensamiento espiritual del hombre, el cual contribuyó y dio origen al debate sobre el concepto mismo, perdurando por mucho tiempo esa filosofía san agustiniana.

Sostenía la existencia de dos ciudades, la ciudad de dios y la ciudad del hombre, el progreso para este filosofo afirma Robert Nisbet “es un elemento dinámico para la historia”, en donde “no puede haber progreso ni avance si no se produce el enfrentamiento, la pugna entre estas dos ciudades” (Nisbet, 1998: 112). Hasta que una de las dos triunfe, pero sobre todo que el triunfo final sea de la ciudad de dios, pensamiento primordial de San Agustin.

Para el siglo XVIII, Turgot, quien basaba sus pensamientos en el punto de vista científico, sostiene que para comprender el progreso no se necesita otro instrumento que la ciencia. Abandonando en ese instante el pensamiento ideológico que mantuvieron sus antecesores y dando paso a la objetividad científica.

El filosofo Rousseau, (siglo XVIII) como teórico del progreso en su obra el “Contrato social”, sostiene en un contenido de su discurso simultáneamente antropológico, sociológico, económico y político que la libertad es uno de los elementos centrales del contrato social, en donde para arribar al progreso, primero hay que tener libertad y esta libertad nos conducirá al poder de decisión como objetivo final.

Todos estos aspectos quedan inscritos en una visión del desarrollo de la historia en el sentido del progreso, hay que tener libertad de decidir nuestro propio destino, libertad económica, libertad social y otras libertades, para que nos conduzca al camino final que es el poder.

Entre fines del siglo XVIII y principio del siglo XIX, surgen las figuras filosóficas de Saint Simon y Hegel.

El primero, hace referencia completa a lo científico, al trazar una visión panorámica de la historia y el progreso de las ciencias, en la que cada nueva ciencia surge de otra anterior y sólo alcanza la autentica naturaleza de ciencia cuando su predecesora llega a ser exacta y definida.

Y para Hegel, quien es considerado el más influyente de la historia de occidente del siglo XIX, el resultado definitivo de progreso humano no es la civilización occidental en conjunto sino el pueblo germano, el estado germano que creía haber alcanzado grandes conquistas de civilización y de desarrollo.

Augusto Comte, (siglo XIX) concluye en su estudio sobre el progreso que no hay duda de que progreso, desarrollo o evolución son lo mismo.

Encontrando conceptos similares para ilustrar un mismo sentido de avance de la sociedad, a través de cualquiera de ellos.

Para Gobineau (siglo XIX), los triunfos y fracasos de la historia de los esfuerzos civilizadores de los hombres sólo pueden ser atribuidos a la raza humana, Gobienau, estaba obsesionado por la idea de la raza. Es a él quien se le atribuye la responsabilidad del papel que ha cumplido el racismo en el pensamiento histórico y político occidental. Es además, autor de esa falsa concepción de superioridad de la raza aria, que los alemanes proclamaron durante la época hitleriana y que hasta la fecha es bandera del neonazismo.

Gobienau sostenía, la raza germánica rescató la civilización de la decadencia y fragilidad del final del imperio romano. Por tanto, la civilización occidental se lo debe todo a la raza germana.

Siguiendo en el mismo siglo y recordando a Marx (Citado en Ritzer, 2000), dice que Marx (siglo XIX), visualizó la idea de progreso, diciendo, primero el socialismo y luego, tras un contínuo desarrollo social e intelectual, el comunismo verdadero. No existiría el progreso y desarrollo, si antes la humanidad no pasaba por estas etapas de la vida.

Es decir, del capitalismo monopólico, arribar al socialismo como segundo paso de la evolución de la sociedad, y de ahí como último paso de la vida, alcanzar el sueño del comunismo real y con ello tener un progreso verdadero.

Para Marx, la idea del progreso se sustentaba en esa lucha de clases propia de un sistema capitalista, lucha entre el proletariado y los dueños de los medios de producción. Y cuando este sistema capitalista, fuera avanzando en su industrialización y modernización, se arribaría por la misma descomposición imperialista del capital -llamada así a la fase superior del capitalismo-, a una nueva organización, en donde los medios de producción pasarían a manos del proletariado (socialismo), hasta alcanzar la humanidad su máximo desarrollo en la última etapa llamada comunismo.

Por último se trae a reflexión posturas de fines del siglo XX y principios del XXI, de cómo se puede lograr un desarrollo a través de la idea del progreso.

Para el propio Robert Nisbet (siglo XX), respecto a la idea del progreso aduce que “durante unos tres mil años no ha habido en Occidente ninguna idea más importante, y ni siquiera tan importante, como la idea del progreso, la humanidad ha avanzado en el pasado -a partir de una situación inicial de primitivismo, barbarie e incluso nulidad- y que sigue y seguirá avanzando en el futuro” (Nisbet, 1998: 19). Y recalca, “a partir de lo que se le mida hacia delante es avance”.

Definitivamente que toda sociedad es dialéctica nos dice Marx, por aquella época del siglo XIX, luego entonces toda sociedad en la actualidad avanza dependiendo de cómo se mida, parafraseando a Nisbet, si lo mides de nada hacia delante, desde luego que es avance.

Hasta aquí el concepto sobre progreso, que tiene un sentido más subjetivo que material, ello se puede explicar por el tiempo de su origen, cuando las ideas eran primero que la materia.

De allí su justificación de la existencia teórica, sin dejar de reconocer, que en su momento el concepto jugó un papel preponderante para el análisis de los pueblos y gobiernos de aquella época.

Concepción teórica que sirvió para ilustrar el surgimiento del concepto de desarrollo, en donde por muchos siglos, se utilizaron de manera similar, pero hoy consideramos éste ha sido rebasado y la “idea del progreso” debe estudiarse y aplicarse, así textualmente, entre comillados. En virtud de que es considerado un concepto muy oficialista utilizado por los gobernantes en turno, para ilustrar un beneficio otorgado o logrado como consecuencia de algo. Por lo que es necesario abandonar esa idea, para dar paso al concepto de desarrollo en muchas de sus vertientes de manera más objetiva y realista.

Por eso, lo que importa es la construcción del concepto de desarrollo en su nivel local, que sirva de apoyo en el estudio de la presente investigación.

Para los pensadores del siglo XXI, el desarrollo tiene diferentes aristas en su conceptualización, así podemos encontrar, la idea del desarrollo relacionado con la libertad del ser humano, tesis de Rousseau (XVIII), retomada por Amartya Sen, quien asevera que “el desarrollo es un proceso de expansión de las libertades reales de que disfrutan los individuos”. (Amartya, 2000: 19).

Pasando por la idea del desarrollo universal de manera dialéctica inspirados en el pensamiento de Marx, a la que hacen referencia Katy Gardner y David Lewis (2003), quienes presentan al mundo en un estado de cambio y progreso lineal, donde el norte significa lo avanzado y el sur se encuentra atrapado por el tradicionalismo estático que sólo la tecnología moderna y las relaciones capitalistas de producción pueden transformar.

Por su lado, Arturo Escobar (1999), nos dice que, como un conjunto de ideas y prácticas, relativamente el desarrollo ha funcionado históricamente a lo largo del siglo XX como un mecanismo para el dominio colonial y neo colonial del Norte sobre el Sur. Dominio que se da por el grado de desarrollo y modernización que han alcanzado esos países del Norte, en su industrialización sustentada en la tecnificación en todas y cada una de sus ramas y actividades económicas que llevan a cabo.

Retomando la fuente de la real academia, la palabra desarrollo, también evoca aspectos relacionados con crónicas naturales de crecimiento y evolución. El Oxford Dictionary of Current Englist (1998), lo define como, “un estado de crecimiento o progreso”.

En todos los usos, el desarrollo implica un cambio favorable hacia delante o un progreso a lo largo de la historia medido en el bienestar social, como ya quedó establecido en el anterior apartado correspondiente al desarrollo regional de la presente tesis.

La Organización de las Naciones Unidas (2000) afirma que, "se entiende por desarrollo regional al proceso que afecta determinadas partes de un país, las cuales reciben el nombre de regiones [...], el desarrollo regional, así entendido, forma parte del desarrollo general de la nación".

En ese mismo sentido la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), institución de análisis y debate para los problemas del continente, reconoce que en algunos países la “pobreza y el atraso se debían a que el desarrollo y el subdesarrollo, eran expresiones simultáneas de una realidad única y no dos momentos de un mismo camino”. (Estay, 2003: 69)

Como lo sostiene Protagoras (a.C), regresando un momento a la filosofía griega, “la historia del hombre había sido y seguirá siendo una historia de continuo progreso”.

Visto esa idea del progreso en nuestros días como un desarrollo, aunque el desarrollo lo han definido muchos estudiosos recurrentemente, como un desarrollo económico. Caso concreto de Rosalío Wences, quien sostiene de manera crítica que “el progreso se manifiesta como desarrollo económico” (Wences, 2004: 7)

El concepto de subdesarrollo como tal, tiene entonces su origen histórico después de la segunda guerra mundial. Para diferenciar a un país fuerte (vencedor) de un país débil (vencido), donde los primeros con este evento bélico, se vieron beneficiados por la repartición del mundo.

Es así, como dio inicio el uso del término de países desarrollados y países subdesarrolados. Posteriormente a este concepto de subdesarollo, se han venido dando matices más suaves y delicados -con el propósito de no agraviar y herir susceptibilidades de los gobiernos- hasta el surgimiento de otros sinónimos, como: en vías de desarrollo, semi-industrializados, regiones menos favorecidas, países emergentes, entre otros conceptos más.

Reafirmando lo dicho con anterioridad, Dense Soares (2005) quien afirma el uso del concepto de desarrollo se extendió en los ámbitos institucionales y académicos a partir de la postguerra, basado en supuestos que se asocian predominantemente con el crecimiento económico y con los procesos de modernización, de acuerdo con la racionalidad desarrollista, el desarrollo es un proceso que proporciona el tránsito de los países hacia un destino común: la modernización.

El concepto de desarrollo al igual que el de región puede ser abordado desde distintos puntos de vista y con orientaciones diferentes, dependiendo del interés de estudio y los alcances del análisis que se pretenda llevar a cabo.

En estos términos, el desarrollo regional, además de llevar implícito el crecimiento económico, sostiene Wences Reza (2004), que a través del aumento de la producción cuantitativa de bienes, requiere por igual modificar la distribución de la riqueza en favor de los actores sociales y económicos de la región.

Así mismo, Ornelas (1993), asevera que el crecimiento económico a largo plazo y con justicia distributiva, son los dos elementos fundamentales del desarrollo económico como del desarrollo regional, así que el mayor desafío para todo gobierno radica en cómo conducir su región hacia el campo de los ganadores, ciertamente no podrá hacerse con ideas y acciones del pasado. Sino con instrumentos públicos de acuerdo a la realidad por la que atraviesan cada uno de estos países que se encuentren clasificados como economías emergentes.

Existen planteamientos que se refieren al concepto de desarrollo económico, abordaremos algunos enfoques teóricos que se ocupan de ello, tomando como referencia lo expuesto por Edgar Moncayo, en su obra “Nuevos enfoques teóricos, evolución de las políticas regionales e impacto territorial de la globalización”, quien sostiene “las teorías neoclásicas del desarrollo económico han centrado su atención en las cuestiones relativas a los determinantes del nivel del producto y las diferencias en sus tasas de crecimiento entre países y dentro de un mismo país a través del tiempo”. (Moncayo, 2002: 35).

Keynes (que en el primer tercio del siglo XX, con sus teorías trata de dar respuesta a la crisis económica de 1929) aprecia aquí, que el desarrollo de cualquier país, estado o localidad, va a alcanzar un grado de desarrollo de acuerdo al área geográfica en que le toca estar por la propia fuerza que impulsa el pertenecer a esa región y por las condiciones (económicas) que allí se generan, lo cual puede lograrlo en cierto periodo de tiempo, preferentemente a largo plazo.

De las teorías de corte neokeynesiano, representadas por Myrdal y Kaldor (segunda mitad del siglo XX), se basan en el supuesto de las fallas del mercado, reflexiones que condujeron a nuevas formulaciones aplicadas y a la elaboración de estrategias y políticas deliberadas para impulsar el desarrollo regional.

En suma, el rasgo más característico de las políticas de este período nos dice Moncayo (2002), era el acento en la intervención activa del estado central, con miras a reducir las disparidades interregionales, tanto por razones de eficiencia macroeconómica -pleno empleo e impulso a la demanda agregada- como de equidad territorial.

Finalmente, Javier Delgadillo y Felipe Torres, en su critica sobre las políticas sectoriales, plasmada en su obra, “Política económica para el desarrollo sostenido con equidad”, en su análisis, “Limites estructurales del desarrollo regional en México” sostienen “como hemos señalado, el desarrollo regional implica necesariamente un proceso de concertación, en el cual compartan responsabilidades tanto el estado como los actores regionales, a través de formas concretas de articulación entre ambos, de las cuales se deriven recomendaciones sobre las políticas especificas que serán más apropiadas para promover el desarrollo del territorio en cuestión”. (Delgadillo y Torres, 2002: 287)

Podemos apreciar que para estos dos últimos autores, el desarrollo regional tiene que ver con políticas generadas desde los territorios, desde abajo, que éstas políticas de desarrollo, sean capaces de lograr esa conexión entre ellas mismas, que permitan un crecimiento y desarrollo primero en las regiones, para ser capaces de tener competitividad hacia las otras regiones del país y del mundo y no como es planteada en una de sus tesis Keynesiana, que asevera que el grado de desarrollo de un espacio territorial, se logrará por el sólo hecho de pertenencia a una región favorecida e iluminad por el capital.

Tanto el desarrollo regional como el desarrollo económico, debe entenderse como un proceso integral, a corto, mediando y largo plazo, en los cuales deben incidir, tanto en la producción de bienes y servicios, como en la distribución de los mismos, para lograr elevar con ello, los niveles de vida de la población, así como la propia intervención del Estado, mediante políticas económicas que incentiven las variables que inciden en el propio desarrollo.

Para concluir este apartado del análisis del concepto de desarrollo, se agrega en este apartado otras referencias y visiones de teóricos del desarrollo, además del propio, que orienta y concretiza la apreciación de esta categoría.

Para Sergio Boisier (1996), desarrollo regional, “es un proceso localizado de cambio social sostenido que tiene como finalidad última el progreso permanente de la región, de la comunidad regional como un todo y de cada individuo residente en ella”

Para Amartya Sen (2000), “el desarrollo puede concebirse como un proceso de expansión de las libertades que disfrutan los individuos, como el aumento de las rentas personales, la industrialización, los avances tecnológicos, la modernización social”

Para Wences Reza (2004), el desarrollo, “es un fenómeno multifacético, un fenómeno que tiene que ver con lo ambiental, económico, social, político y cultural”

Por ello y para apropiar esta investigación a la categoría del desarrollo, se ha construido el concepto de desarrollo regional como: un proceso que proporciona y distribuye beneficio económico, social y cultural, hacia adentro y hacia fuera, de un espacio socioterritorialmente determinado. Transitando hacia un estadío de bienestar individual, familiar y común, en una localidad o región.


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