Tesis doctorales de Economía


LAS COOPERATIVAS DE SEGUNDO GRADO COMO FORMA DE INTEGRACIÓN:
ESPECIAL REFERENCIA AL EFECTO IMPOSITIVO

Raquel Puentes Poyatos


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1. DELIMITACIÓN DEL PROBLEMA

En la economía española el mundo cooperativo se caracteriza por una composición muy heterogénea de los sectores que lo integran. Las sociedades cooperativas son entidades que se pueden encontrar en cualquier sector de actividad y que en los últimos años han protagonizado un desarrollo espectacular. Con la implantación de la democracia en nuestro país y la consolidación del sistema político, junto con la proliferación de leyes cada vez más modernas, se ha favorecido la creación de estas empresas. Así la Constitución Española, artículo 129.2, se compromete a fomentar el cooperativismo mediante una legislación adecuada. Han disfrutado en consecuencia de un clima favorable para que se creen empresas de este tipo, las cuales a su vez se han agrupado en SCSG para acceder a actividades y servicios que de forma individual no podrían realizar.

Desde que en 1931 apareciera la primera ley específica en materia cooperativa han sido muchas las leyes que les han ido sucediendo con el paso del tiempo y que han permitido la aparición de muchas sociedades cooperativas cuya característica es la heterogeneidad. Existen sociedades de diversos tamaños, tipología, ámbito de actuación, configuración jurídica, etc.; sin embargo, muchas han considerado que para poder desarrollarse más, o simplemente para sobrevivir, necesitan una mayor concentración. La forma adoptada en muchos casos para cubrir esa necesidad ha sido la SCSG, siendo el sector agrario el que concentra un mayor número de éstas.

Tradicionalmente las sociedades cooperativas españolas se han caracterizado por cierta estabilidad en cuanto a los mercados que abastecían y por una oferta de productos muy reducida, dirigida a una población con un bajo nivel de exigencias en cuanto a la calidad del producto. A mediados de los años sesenta, las condiciones económicas eran favorables y estables; el factor tecnológico no dejaba de ser un factor de progreso, pero era un instrumento controlable; el clima sociopolítico era relativamente neutral y la única variable activa del entorno a considerar era la competencia. Aunque la favorable coyuntura económica permitía que los diferentes sectores de la economía española gozaran de una tasa de crecimiento de la demanda bastante elevada, por lo que la rivalidad existente entre las diferentes empresas competidoras no era demasiado fuerte. En definitiva, nos encontrábamos en un entorno relativamente estable donde las empresas no tenían que preocuparse excesivamente por su dimensión y su posición competitiva en el mercado, y además muchos sectores, como el olivar, estaban protegidos.

Sin embargo, a partir de los setenta, y con más intensidad en la década de los ochenta, el entorno empresarial empieza a experimentar importantes cambios que hacen que el mismo pase a caracterizarse por una gran complejidad y por un incremento de la competitividad.

Son diversas las causas que explican este cambio, las cuales han sido analizas por diferentes autores, entre los que podemos citar: Salles (1978, 162-163), Martínez Charterina (1990, 12-19), Menguzzato y Renau (1991), Brealey y Myers (1993, 993-1006), Mascareñas et al. (1993, 1-13), Sanchís (1995, 137-160), Vargas Sánchez (1995, 73-77), Bueno Campos (1996, 362-379), Bel Durán (1997, 390-392) y Montero García (1999, 61-69).

Del estudio de estos autores, podemos extraer que las principales razones del cambio, que llevarán a las sociedades a emprender procesos de concentración y/o cooperación, son:

 La internacionalización y globalización de la economía, consecuencia de la apertura de los mercados exteriores y para el caso concreto de España, por la incorporación de ésta a la actual Unión Europea (en adelante UE).

 La ralentización del crecimiento de la demanda de diversos sectores que lleva a que las empresas tengan que aumentar sus cuotas de mercado a costa de reducir las de sus competidores. Surge una creciente preocupación de las empresas por encontrar una buena posición en el mercado que les pueda conducir a una ventaja competitiva sostenible en el tiempo; de tal forma, que muchas de ellas han pasado de fabricar un producto estandarizado y global a plantearse, en todo momento, que su misión es satisfacer las necesidades de los consumidores. Por esta razón tratan de ofrecer un producto diferenciado, que se ajuste, a los requerimientos de la demanda y a la mayor exigencia de calidad por parte de los clientes.

 El progreso tecnológico (caracterizado por el desarrollo de la informática, la robótica, los medios de comunicación como Internet, etc.) supone una transformación en profundidad del sistema productivo de las empresas y hace que la innovación tecnológica escape al dominio de la mayoría de ellas, y que se convierta en un imperativo para la supervivencia y el crecimiento. Pero el desarrollo de las nuevas tecnologías no sólo supone una amenaza para las empresas, sino que, de hecho, también representa una buena oportunidad para aquellas compañías pioneras que las incorporen en su cultura empresarial y las introduzcan en el mercado.

Otros aspectos importantes que han marcado la evolución del entorno empresarial y que han afectado de manera más directa al movimiento cooperativo y, en especial, al cooperativismo agrario, han sido:

 La desregularización del mercado –eliminación de la intervención– ha ocasionado que las sociedades cooperativas, acostumbradas a vender todo lo que eran capaz de producir, tengan ahora la necesidad de vender por sí mismas sus productos; lo que ha originado una mayor preocupación de la empresa por atender las necesidades de los diferentes grupos sociales que la rodean, como son las organizaciones de consumidores, los grupos ecologistas, las organizaciones sindicales, los accionistas, etc..

 Se han producido importantes cambios en la demanda. Al demandar productos y, más concretamente, al demandar productos agrícolas, los consumidores no se conforman con cualquiera de ellos, y exigen una mayor utilidad y mayor calidad. Es decir, buscan un producto ampliado, sujeto a un proceso de transformación, con una imagen de marca de calidad, accesible en los lugares donde compran habitualmente, que presente una serie de variedades sobre uno genérico, adecuado al uso que se le pretenda dar.

 Tendencia a la concentración empresarial del resto de sociedades. Actualmente, la economía española genera una corriente de concentración empresarial que, en muchos sectores, ha llevado a la aparición de nuevas formas de organización en la distribución de productos agroalimentarios como las grandes cadenas de distribución. Este eslabón no sólo adquiere el producto del agricultor, sino que además realiza sobre el mismo actividades de transformación, comercialización o envasado, adueñándose del valor añadido.

Esta tendencia a la concentración contrasta con la situación actual del sector agrario y cooperativo en general. Aunque en los últimos años las turbulencias y los cambios del mercado están produciendo un creciente número de acuerdos de cooperación en el sector agrario, todavía se caracteriza por un alto grado de dispersión, frente a la gran concentración del siguiente eslabón de la cadena agroalimentaria: las cadenas de distribución.

En este sentido Montero García (1991, 23) afirma que “Las cooperativas agrarias deben presentarse unidas en los mercados mundiales, junto a las empresas multinacionales, aplicando en toda su extensión el principio de intercooperación, pues será el medio para conseguir que los cooperadores agrarios no sean marginados y utilizados por la organización del sistema agroalimentario”. Igualmente, Caballer Mellado (1988, 169) indica que “... las uniones de cooperativas y el cooperativismo de segundo grado, son en la actualidad, respuestas válidas a la lucha por el mercado y a la defensa contra las prácticas oligopolistas de las grandes sociedades”.

En definitiva, en este contexto actual de mercados dominados por las superestructuras y con un entorno turbulento caracterizado por su complejidad y por unos cambios, cada vez más profundos y rápidos, difíciles de prever y costosos de afrontar, se requiere de la empresa una respuesta estratégica adecuada para poder ser competitiva. Las unidades productivas individuales, así como las sociedades cooperativas de primer grado (en adelante SCPG) se consideran, en este sentido, más vulnerables. Se hacen necesarias formas empresariales mayores, más competitivas y más dinámicas, que permitan la supervivencia y el desarrollo de las sociedades.

En este sentido se manifiesta Martínez Charterina (1990, 16) al indicar que “Ante una situación económica caracterizada por la apertura de los grandes espacios económicos, el uso de una tecnología avanzada, y la concentración empresarial, la cooperativa ha de reaccionar a través de la integración ...”.

Concretamente en el ámbito del cooperativismo y, en especial del agrario, apostamos por la creación de SCSG como forma idónea de crecimiento y de diversificación de actividades. Esta solución permite realizar actividades de transformación y comercialización que necesitan de grandes desembolsos de capital inalcanzables para un agricultor o, incluso, para una sociedad cooperativa de base , pero sin renunciar a las características básicas y a las ventajas derivadas de la fórmula cooperativa. Pero el papel de la SCSG va más allá, pues resulta destacable la labor de información y de cambio de mentalidad que su incorporación puede realizar sobre el sector.

En España, la importancia del sector agrario en la economía global es notable. Su valor real no debe limitarse a los indicadores económicos, pues además hay que considerar que proporciona productos básicos para la población y para la industria agroalimentaria.

Desde un punto de vista cuantitativo, según datos del Libro Blanco para la Agricultura y el Desarrollo Rural (2003) , en el año 2000 la actividad agraria generó el 3% del PIB nacional, proporcionó ocupación al 6,2% de la población ocupada y originó el 10,2% de los intercambios totales de mercancías con el exterior.

La significación del sector agrario es dispar entre las diferentes Comunidad Autónoma, siendo la Comunidad Andaluza la que mayor potencial agrario dispone. Así, siguiendo con la misma fuente, desde la perspectiva de las macromagnitudes, la Producción Final Agraria media del trienio 1998-2000, en Andalucía fue de 6.196,43 M€, en valores nominales, lo que representa el 23,5% del Producción Final Agraria Nacional, la cual para dicho periodo alcanzó el importe de 26.348,97 M€ .

Estas cifras son claros indicadores de la importancia del sector, constituyendo un recurso esencial para una buena parte de la población, sobre todo, en algunas comunidades como la andaluza.

El peso que el movimiento cooperativo tiene en el mismo es considerable, como lo atestiguan los 12.013 M€ que facturaron en el año 2001, según datos de la Confederación de Cooperativas Agrarias de España (en adelante CCAE) (2001), lo que constituye un 45,4% de la Producción Final Agraria.

Es una de las más importantes fuerzas asociativas, siendo el número de entidades agrarias con actividad en España, en el año 2001, de 3.926 , integrando a 977.916 socios.

Por Comunidades Autónomas, es la Comunidad Andaluza la que se encuentra por excelencia a la cabeza. Es la región con más sociedades cooperativas agrarias con actividad económica en el año 2001, en la que tiene su sede 786 entidades, el 20% del total, y la que mayor número de socios agrupa –240.000 socios, el 24,6% del total–. También en el ámbito de la facturación se encuentra a la cabeza con una facturación de 2.625 M€, representando más del 21% del total, seguida por las Comunidades Valenciana y Catalana.

Recientemente el Instituto de Estadística Andaluz (IEA, 2003) ha elaborado un informe en el que se pone de manifiesto que en el tejido empresarial andaluz el 2% de los establecimientos son sociedades cooperativas, que recogen el 3,5% del empleo y con un tamaño medio de 6,8 ocupados por establecimiento.

La importancia del cooperativismo agrario de segundo grado también se hace patente. Durante los últimos años se ha producido una gran proliferación de las estructuras de segundo grado agrarias. Así, según datos económicos obtenidos de la CCAE (2000 y 2001) referidos al conjunto nacional, estas han pasado de representar 175 en el año 2000, a 191 en el año 2001, agrupando a 3.090 entidades con un volumen de facturación que casi se ha duplicado de un ejercicio a otro; de facturar 3.762,85 M€ en el año 2000 se ha pasado ha facturar 6.302,21 M€ en el año 2001, lo que implica que el 23,60% de la Producción Final Agraria circula por estas estructuras .

 Justificación de la investigación.

Han sido muchos los factores que me han impulsado a elegir como tema de investigación el movimiento cooperativo, pero quizá el pilar sobre el que se sustenta mi interés, esté en el ambiente familiar –agrario– que he vivido desde mi infancia.

Fue en el primer curso de doctorado, en el año 2000, cuando surge la oportunidad de especializarme en el movimiento cooperativo, naciendo en mí la necesidad de dirigir mi carrera docente y profesional hacia el cooperativismo. La materia “Contabilidad Sectorial”, dirigida por el profesor Dr. D. Gil Sánchez Arroyo, cuyo tema de estudio iba a ser la sociedad cooperativa, me dio la ocasión de comenzar a investigar y asentar las bases de mi conocimiento. Posteriormente, el curso “Efectos contables de la imposición sobre beneficios”, dirigido por el profesor Dr. D. Enrique Corona Romero, director de Tesis, me aportaría el segundo de los pilares que fundamentan mi investigación. Al final de ese año académico fue cuando decidí que mi Tesis debería conjugar la sociedad cooperativa y la imposición sobre beneficios.

En dicha elección influyó mucho las orientaciones que recibí por parte de mi segundo director de Tesis el profesor Dr. D. Tomás Garrido Pulido, del Departamento de Economía de la Empresa, Contabilidad y Sociología de la Universidad de Jaén, en la cual se están realizando diversos estudios relacionados con el cooperativismo oleícola, haciendo especial referencia al cooperativismo de segundo grado, pero desde el punto de vista organizativo y de la comerzialización.

Además quería realizar una investigación de utilidad, tal y como la denomina el profesor Dr. D. Emilio Fontela, Decano de la Facultad de Ciencias Sociales, Jurídicas y Empresariales de la Universidad Antonio de Nebrija, que no sirviera sólo para “rellenar” una Tesis, sino que su fundamento tuviera una aplicación en el mundo cooperativo, siendo una fuente de información secundaria para las posibles decisiones que adopten las sociedades cooperativas.

Todo esto hizo que surgiera en mí un gran interés y expectación por el estudio del sector cooperativo, y en concreto por una de las fórmulas de integración utilizada mayoritariamente por estas sociedades: la SCSG.

Junto a las razones anteriormente expuestas, la elección del cooperativismo de segundo grado como objeto de nuestro estudio y desde la óptica contable-fiscal, se ha visto influida también por los siguientes motivos:

• Cubrir una laguna en este espacio ante la falta de una investigación especializada que considere conjuntamente el aspecto contable y fiscal de los procesos de integración. Además, a pesar de la diversidad de estudios existentes en relación al cooperativismo, y, más en concreto, con la fiscalidad de las sociedades cooperativas, son escasos los estudios que realizan un análisis de la presión fiscal soportada por las mismas, aspecto de suma importancia para la toma de decisiones.

• Por ser la principal fórmula de integración empresarial que utiliza el cooperativismo, en general, y el agrario en particular, para la búsqueda de una dimensión adecuada con la que responder a un mercado cada vez más turbulento y dominado por las grandes superestructuras.

• El auge que está teniendo el cooperativismo de segundo grado agrario en la economía, representando en el 2001, el 23,60 % de la Producción Final Agraria, frente al 14,61% que representaba en el 2000 .

• Consideramos que es necesario comunicar a la sociedad que las sociedades cooperativas, ya sean de primer o de segundo grado, constituyen otro tipo social dentro del abanico de posibilidades –sociedad anónima, limitada, comanditaria, etc..– con el que las personas físicas o jurídicas pueden contar a la hora de penetrar en el mundo empresarial. Éstas reportan una serie de ventajas a nivel fiscal, de organización, etc., aún no suficientemente explotadas.

En este contexto, nos planteamos como tema de investigación el estudio de las SCSG como forma de reorganización empresarial; analizando sus aspectos económicos y organizativos, y con especial referencia al ámbito contable y fiscal de este proceso de integración. Como aportación principal, se realizará un análisis del nivel de información fiscal suministrada en las Cuentas Anuales por una muestra de SCSG agrarias, como paso previo al estudio de la presión fiscal soportada por éstas, medida a través del Tipo Impositivo Efectivo (en adelante TIE). Igualmente, se presentará un modelo contable que las SCSG podrían utilizar para el registro de sus operaciones con sociedades cooperativas socios, cuando actúen como grupo cooperativo.

Bajo este objetivo general, que posteriormente desglosaremos en algunos objetivos más específicos, sintetizaremos a continuación el estado de la cuestión en referencia, tanto al cooperativismo de segundo grado agrario, como no agrario.


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