Tesis doctorales de Economía


PERSPECTIVA DE LA MIGRACIÓN MÉXICO-ESTADOS UNIDOS. UNA INTERPRETACIÓN DESDE EL SUBDESARROLLO

José Luis Hernández Suárez



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CAPITULO IV. EL CARÁCTER DE LA MIGRACIÓN, REMESAS Y CONSECUENCIAS

En los capítulos anteriores hemos visto toda la problemática en torno a la generación de empleo y desempleo y el impacto que tuvo sobre la migración hacia Estados Unidos. En éste veremos cómo esos procesos le han impreso a la migración su propio carácter haciendo que sobresalga la migración de trabajadores desde distintos sectores productivos y desde zonas marginadas y pobres además del crecimiento del número de trabajadores con altas calificaciones ante la carencia de espacios de investigación y centros de trabajo en México.

Además, en esta fase necesariamente han aumentado las remesas familiares generando en los Estados Unidos preocupaciones porque les implica salida neta de recursos, si bien no hay acuerdo sobre los montos oficialmente reportados.

4.1. Los procesos subyacentes a las características de la migración México-Estados Unidos.

Al hablar de las características de la migración México-Estados Unidos nos referimos a sus atributos y cualidades principales, las cuales obedecen a los procesos específicos que se desencadenan de la forma como se desenvuelve la ley de población en el subdesarrollo pero también en el desarrollo.

La fase de acumulación actual provoca que la ley de población en México exhiba mayores niveles de sobrepoblación absolutamente redundante respecto de las necesidades del capital en prácticamente todos los sectores de la economía. Al mismo tiempo, en Estados Unidos mucha de esta población que es expulsada de México ha venido insertándose en un mercado laboral que tiende a empeorar las condiciones de trabajo y salarios debido a, por un lado, los avances en la tecnología, pero también por otro, a la necesidad de esa economía de abaratar sus costos para lograr mayor competitividad en el ámbito mundial

Para dar cuenta de las propiedades de la migración internacional varios estudiosos utilizan los términos “patrón” y “perfil” a veces sin una clara distinción entre ambos o usándolos como sinónimos.

Se dice “patrón de migración rural o urbana” atendiendo a su origen; “de migración con documentos o indocumentada”, refiriéndose a la situación legal; “de retorno, circular, temporal o permanente”, para destacar la duración; “de jefes de hogar, hijos, mujeres u hombres”, enfocándose en las obligaciones familiares, etcétera.

Luego aparece la confusión cuando se dice, por ejemplo:

A comienzos de la década de los ochenta se podía definir el perfil de un migrante promedio con cuatro rasgos básicos: temporal, joven, masculino e indocumentado. Hoy se requiere una docena de rasgos y una gama de colores y matices para delinear un perfil que se aproxime a la realidad: ha cambiado la composición legal, la duración de la estancia, la distribución por sexo y edad, el origen social y cultural, la distribución geográfica de origen y destino, los puntos de cruce fronterizo, el mercado de trabajo, la participación política de la comunidad mexicana en ambos países, los principios de nacionalidad y los patrones de naturalización.

En otras ocasiones queda claro que cuando se refieren al “patrón” de la migración mexicana lo hacen para describir un fenómeno que ocurre una y otra vez manteniendo características esenciales que cuando se modifican dan cuenta de un cambio en el patrón.

Tal vez resulte conveniente referirse al perfil cuando se alude a las características de los migrantes; y al patrón, para referirse a la serie de sucesos que se repiten o tienden a repetirse. El término proceso da cuenta, por el contrario, del conjunto de acciones y cambios que subyacen en la determinación del perfil y del patrón.

Durand y Massey distinguen en el caso de la migración mexicana cinco fases con duración aproximada de veinte o veintidós años cada una:

1. Fase de “enganche” (1900-1920);

2. Fase de las “deportaciones” (1921-1939);

3. El período “bracero” (1942-1964);

4. Fase de los “indocumentados” (1965-1986);

5. Fase de la legalización con la ley Immigration Reform and Control Act (IRCA) al mismo tiempo que se da la “migración clandestina” (1987-actualidad).

Los autores también dicen que: “El movimiento pendular, la duración y el ritmo de este, lo ha marcado siempre la política migratoria estadounidense.” Y que: “El patrón migratorio es el resultado de la aplicación de una política migratoria, de una ley, que pretende llevar a cabo un modelo teórico.”

Llegan a reconocer que:

…no es posible pensar en un corte abrupto ni detener el flujo migratorio de manera definitiva […] El cambio se va a dar cuando el flujo baje su caudal [pero] Para que este proceso se inicie falta que México empiece a ver los frutos del nuevo modelo económico neoliberal que se impuso hace pocos años. Hasta el momento los cambios en la estructura económica siguen generando migración, lo cual había sido previsto, pero lo importante radica que en el mediano plazo se pueda revertir el proceso.

A veintiún años de haberse instalado el neoliberalismo en México a Durand y Massey se les hace poco y siguen esperando que el “nuevo” modelo económico empiece a dar sus frutos. Planteada desde los ochenta la necesidad de aumentar el comercio exterior y luego formalizada en el TLC cuando en los hechos se venía dando desde antes, el supuesto trade off entre migración y comercio que muchos esperaban y siguen esperando ha quedado como “…una ilusión teórica, cuando no ideológica.”

Nosotros pensamos que para comprender los cambios en el patrón migratorio hay que centrar el análisis en los procesos que se dieron en la estructura económica mexicana y que han definido la capacidad de creación de empleos y sus características.

No se puede negar el peso de las medidas unilaterales de los gobiernos estadounidenses en el carácter de los patrones migratorios mexicanos, pero analizar la dinámica de creación o no creación de empleos en México puede ayudar a entender aún mejor el comportamiento del patrón migratorio.

Por ejemplo, es difícil entender por qué en el flujo migratorio hacia Estados Unidos, particularmente a partir de la segunda mitad, aumentó la proporción de trabajadores con estudios medios y altos, de mujeres y niños y de regiones de alta o mediana marginación, enfocando el análisis sólo desde el lado de la demanda de su fuerza de trabajo en Estados Unidos y a partir de la aplicación de leyes en aquella nación, o el hecho de que se hayan incorporado a las corrientes migratorias nuevas regiones del país, específicamente los estados del Centro y del Sur-Sureste, las cuales presentan un dinamismo aún mayor que el de las entidades de larga historia migratoria.

Es cierto que por ser reciente mucha de esta migración es indocumentada y que las políticas norteamericanas de reforzamiento de la frontera para detener a los migrantes han influido para que la permanencia en Estados Unidos sea más prolongada desgastando los mecanismos de circularidad al hacer más costoso, peligroso y arriesgado el traslado, o que el mismo reforzamiento de la frontera ha hecho más difícil el paso de las mujeres y niños, quienes son más vulnerables en este respecto.

Sin embargo, aún así la migración no se ha detenido, porque como dicen Papail y Arroyo: “Aunque las secuencias de los ciclos económicos y los flujos migratorios no siempre coinciden -porque interfieren las políticas migratorias-, la situación económica tiene gran influencia en la movilidad de la fuerza de trabajo.” Con lo cual establecen el peso que ejerció el desempeño de la economía mexicana además de las altas tasas de crecimiento demográfico de las décadas anteriores en el impulso de los flujos migratorios en las dos últimas décadas del siglo XX.

Efectivamente:

En los ochenta México experimentó un decremento del ingreso per cápita y en los noventa el crecimiento de éste fue mínimo favoreciendo el incremento del flujo de mexicanos indocumentados y con documentos en ambas décadas a consecuencia en gran medida de las severas crisis económicas.

No obstante que en años anteriores se había venido diciendo que los pobres no emigran sino aquellos que cuentan con algunos recursos para solventar el traslado, los efectos de la crisis fueron tan severos que en la década de los noventa muchas de las regiones que se incorporaban a la migración fueron de mediana y alta marginación consiguiendo que entidades con los más bajos índices de Desarrollo Humano como Chipas y Veracruz lo hicieran incluso claramente con mayor dinamismo en lo que va del siglo XXI.

Esto sucedía en estados como Puebla, Veracruz, Oaxaca, Tlaxcala, Hidalgo, Chiapas y Guerrero, especialmente desde las zonas indígenas, con muchos trabajadores que debían hacer un esfuerzo muy grande para llegar a los Estados Unidos, porque, a diferencia de trabajadores de otras regiones que ya contaban con familiares o amigos en aquel país, debían dirigirse primero a ciudades internas de México o a los campos agrícolas empresariales del centro y noroeste del país, muchas veces acompañados de sus familias y sin incentivos para retornar a sus pueblos a pesar de las duras condiciones de trabajo, el mal trato y los bajos salarios. Estamos hablando, en este caso, de migración por escalas, que puede durar varias semanas, meses o incluso años antes de llegar a Estados Unidos. Depende de la cantidad de recursos de que pueden disponer los migrantes para llegar a aquel país, e incluso, a veces, de que los mismos empleadores, capitalistas que operan tanto en los campos agrícolas mexicanos como de Estados Unidos, los lleven a trabajar a los campos agrícolas de Estados Unidos, por ser más baratos y dóciles.

La experiencia de los mixtecos oaxaqueños, es un buen ejemplo de este tipo de migración donde las difíciles condiciones de empleo en sus lugares de origen o la violencia caciquil hacen difícil el retorno a la vez que se les va haciendo más conveniente dirigirse al norte, con todo y las penurias por las que atraviesan.

Después de mucho navegar por el interior de México, de los migrantes sureños que se trasladan a los campos agrícolas del norte del país grandes cantidades se cruzan a los Estados Unidos en medio de serias dificultades que les pueden hacer tardar años en llegar. Cartwright describe cómo:

Miles de agricultores migratorios viajan cada año desde el Sur de México a los estados de Sonora, Sinaloa y Baja California, donde viven y trabajan durante diferentes períodos. Para estos individuos la región fronteriza con su agricultura en gran escala, es un sitio para trabajar a la vez que un lugar usado como trampolín para la inmigración a los Estados Unidos. Para muchos trabajadores indígenas es especialmente difícil cruzar la frontera pues no hablan con soltura el español, o lo hablan con un acento que los delata como provenientes del sur de México. Además, el alto precio de un guía que los conduzca a través de la frontera es prohibitivo para estos jornaleros agrícolas. Por estas razones, frecuentemente se quedan del lado mexicano de la frontera durante meses o años antes de cruzar a Estados Unidos o desplazarse hacia otra zona dentro de México.

Para evitar estas penurias se requiere generar empleos en los lugares de origen de esta población. Papail y Arroyo calculaban que México necesitaría crecer entre 5 a 6 por ciento anual e incorporar a los trabajadores a los mercados laborales urbanos, semiurbanos y rurales o de lo contrario la migración hacia Estados Unidos persistiría. Esta distinción es importante, es decir, como ya se vio en el capítulo II, no sólo se requiere que la economía crezca, sino que genere empleos dignos.

Sin embargo, en su investigación realizada en seis ciudades medias del Centro-Occidente de México, estos autores encontraron como motivos de la migración, en este orden: 1) mejorar el nivel de los recursos económicos; 2) deseos de conocer las posibilidades que ofrece el otro país; y en muy baja medida 3) el desempleo y 4) el reencuentro familiar. Pero como se observa, finalmente el motivo principal viene siendo la carencia de empleos que garanticen un nivel de recursos económicos suficientes de tal forma que permitan cuando menos mantener un nivel de ingresos. Desafortunadamente el desempeño de la economía estaba lejos de cumplir con esas expectativas.

Incluso si se observa con detenimiento las entrevistas coordinadas por Durand a migrantes publicadas en forma de libro, la carencia de empleos o empleos bien remunerados que garanticen la realización de un proyecto digno en México subyace en la decisión de emigrar a Estados Unidos.

Ahora bien, Estados Unidos tiene inmigrantes mexicanos provenientes de prácticamente todo el territorio de México. Sin embargo, en ciertos momentos han predominado más unos flujos que otros. Desde mediados de los setenta hasta fines de los años ochenta hubo un ascenso de la participación de migrantes urbanos en el flujo migratorio, particularmente intenso en aquellas zonas del país que no forman parte de lo estados tradicionalmente proveedores de mano de obra migrante pero a partir de los noventa cobraría nuevamente gran dinamismo la migración desde zonas rurales , especialmente en los estados del sureste, en los cuáles la migración de procedencia urbana siguió creciendo al igual que en el centro del país.

Estos fenómenos podrían estar relacionados con el comportamiento de los flujos de inversión. Hernández Laos observa que mientras la inversión pública se distribuyó en todo el país aunque con mayor magnitud en el centro, el golfo y en el pacífico, especialmente en Chiapas; la inversión privada iba hacia las regiones donde podía obtener mayor competitividad profundizando las desigualdades en el desarrollo regional. Destaca cómo el sistema financiero convierte a unas zonas en tributarias de otras mediante sus sistemas de captación de ahorros y financiamiento de inversión privada:

…si bien el proceso de acumulación de capital físico podría mostrar una tendencia reciente hacia su desconcentración territorial, a consecuencia de la reorientación de la inversión pública, la información disponible permite afirmar que la acumulación de capital privado actúa en la otra dirección, es decir, hacia el mantenimiento y acentuación de las desigualdades interregionales, a consecuencia no sólo de que las regiones más ricas registran muy probablemente mayores coeficientes de ahorro interno, sino porque el sistema bancario mexicano extrae recursos de las regiones más pobres para orientarlo a las más ricas, en las cuales las oportunidades de inversión son mayores, dadas sus mayores ventajas competitivas absolutas, resultado de más elevados estándares de productividad multifactorial y de externalidades.

Estos procesos vendrían a reforzar también la migración femenina. A pesar de las políticas antiinmigrantes de Estados Unidos y el reforzamiento de la frontera, de los 8.5 millones de mexicanos nacidos en México pero residiendo en Estados Unidos en el año 2000, casi la mitad 46%, fueron mujeres, según el CONAPO basado en la Current Population Survey.

Es verdad que, como dice Cruz Piñeiro, la participación económica de las mujeres en los mercados laborales de México varía de acuerdo al desarrollo y particularidades de cada una de las regiones del país y según su especialización. Pero, “... la incorporación de las mujeres a los mercados de trabajo se da con mayor fuerza después de las crisis económicas experimentadas por México en los últimos años.” La instalación de las empresas maquiladoras mayoritariamente en los estados del Norte del país y más particularmente en las ciudades fronterizas con Estados Unidos trajo consigo el incremento en los niveles de participación económica femenina, mucha de la cual provenía de otros estados del país. Sin embargo:

...durante los noventa esta inserción laboral femenina presenta rasgos de precariedad e inestabilidad, es decir, las características y condiciones laborales no son del todo satisfactorio para las mujeres, ni han representado un beneficio real para ellas o sus familias.

Esto es algo que nos lleva a sostener que la instalación de las empresas maquiladoras en los centros urbanos norteños del país vino a jugar el rol opuesto al que se le había asignado en torno de la migración. Habiendo sido establecidas, para detener el flujo migratorio una vez terminado el Programa Bracero en 1964, reforzaron a las ciudades fronterizas como polos de atracción de mano de obra de otros puntos del país que las considerarían como trampolín para continuar el viaje hacia Estados Unido. Si bien muchos no lo lograban y se establecían en esas ciudades fronterizas, de ahí su enorme crecimiento demográfico, miles de trabajadores sí lograban pasar al otro lado.

Además muchos de los que se quedaban en la frontera se volverían puntos de apoyo para familiares o amigos de sus pueblos de origen en su trayectoria hacia Estados Unidos. Podría decirse que este fue mayormente el caso para las regiones y localidades de reciente migración a Estados Unidos, en especial a partir de la segunda mitad de los años noventa, puesto que contaban con mínima o nula estructura organizativa de migración en México y Estados Unidos para poder trasladarse hasta este país.

Por eso mientras la mayoría de los migrantes de algún estado con larga historia migratoria al vecino país no experimentó la migración interna antes de llegar a Estados Unidos, muchos procedentes de regiones y localidades de migración reciente tuvieron que hacer varias escalas antes de poder internarse en aquel país.


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