Tesis doctorales de Economía


PERSPECTIVA DE LA MIGRACIÓN MÉXICO-ESTADOS UNIDOS. UNA INTERPRETACIÓN DESDE EL SUBDESARROLLO

José Luis Hernández Suárez



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CAPITULO III. DESEMPLEO Y MIGRACIÓN DESBORDADOS

En este capítulo de algún modo continuamos con el análisis realizado en el anterior pero ahora ponemos más atención a los procesos de generación o no generación de empleo en los distintos estados del país especialmente en la década de los noventa para compararlos con la migración que se daba en ellos a finales de la década.

Después, apoyados básicamente en información de prensa, repasamos la problemática de generación de empleos tanto en el campo como en las áreas urbanas para ver cómo mientras se generaba empleo al mismo tiempo el desempleo crecía a niveles desbordantes presionando para que la migración ocurriera reforzada por la prevalencia en el país de la violencia armada del ejército y grupos paramilitares en algunas zonas del país además de desastres naturales que agotaban las posibilidades de sobrevivencia de miles de familias.

3.1. Empleo y migración en los estados del país.

A nivel nacional la migración de mexicanos a Estados Unidos por motivos laborales tiene una larga historia que data desde el siglo XIX, con una presencia mayoritaria de trabajadores rurales y hacia el sector agrícola. Friedrich Katz relata que:

Miles de agricultores mexicanos, en especial de los estados del norte, empezaron a cruzar la frontera ya fuera permanentemente o por largos períodos para trabajar en las minas y las industrias estadounidenses, así como en los ranchos.

Pero fue especialmente a partir de inicios de la década de los ochenta con la entrada en escena de la fase de crecimiento absoluto cuando se fue ampliando la geografía de la migración y en la década de los noventa se extendió a prácticamente casi todo el México urbano y rural así como hacia todos los estados del vecino país del norte para desempeñarse en una gran variedad de actividades destacando también la tendencia a prolongar la estancia en esa nación dado que en México las condiciones para obtener la sobrevivencia han empeorado no obstante en Estados Unidos el trabajo ha tendido a flexibilizarse y precarizarse puesto que aunque se generen más empleos la masa salarial no se modifica pero sí el nivel de ingresos por trabajador.

En los estudios de migración se ha dado por enumerar toda una serie de factores que determinan el flujo migratorio. Sin embargo es innegable que la insuficiente generación de empleos y la precariedad de la mayoría de los que se generan fueron los detonantes principales del crecimiento espectacular del número de migrantes, debido a que la economía nacional entró en una fase en la cual, a pesar de crecimientos en el producto, no ha registrado crecimientos importantes del empleo en el sector formal.

Esa carencia enorme de empleo y las características precarias del que se genera es la que le ha conferido a la migración de hoy un sello particular.

La orientación hacia el sector exportador de la economía ha venido reconfigurando también la geografía de la oferta de trabajo, de tal suerte que se puede decir que hay regiones y sectores más perdedores que otros en la generación de empleo, y por lo tanto, también ello ha impreso en estos años al fenómeno migratorio un nuevo carácter.

Hay regiones, y especialmente ciudades, que han sustentado su dinámica a partir de actividades orientadas a la exportación con importante generación de empleo. Es el caso, por ejemplo, de las maquiladoras establecidas en la frontera norte del país que han ofertado empleo en cantidades importantes no sólo para los nativos de las entidades fronterizas sino también para personas de otros puntos del país.

Las zonas turísticas igualmente han jugado un papel relevante en la generación de empleo, por eso no extraña que esas áreas sean de las que cuentan con flujos migratorios a Estados Unidos de poco monto o se encuentren con bajo porcentaje de hogares con migrantes a aquel país.

Diferente les fue a otras regiones y ciudades que no tuvieron para las exportaciones la mayoría de sus actividades y en cambio resintieron en mayor medida los efectos de la crisis económica y la apertura comercial manifestándose ello en desempleo, subempleo y en el deterioro de las condiciones de vida de la población, junto con la disminución de la capacidad para absorber migración interna, por lo cual se reforzaron las tendencias al aumento de la migración a Estados Unidos.

Uno de los principales inconvenientes de basar el crecimiento de la economía nacional en el sector exportador fue que esas actividades tienen muy bajo o nulo encadenamiento con otras actividades productivas del país, lo cual no generó efectos multiplicadores en el empleo.

Como resultado de estos procesos la migración hacia Estados Unidos presenta una heterogeneidad del flujo y una creciente diversificación regional, donde los emigrantes urbanos pasaron a jugar un rol destacado y grandes ciudades y diversas ciudades intermedias sirvieron a la vez como plataforma para trabajadores procedentes de áreas rurales y pequeñas localidades del país que buscaban emigrar al otro lado de la frontera norte de México.

El análisis de esta parte se basa especialmente en la información del CONAPO referida al porcentaje de hogares donde al menos uno de sus miembros había emigrado a Estados Unidos en el quinquenio 1995-2000 sin haber regresado, lo cual indica la migración reciente, y es uno de los cuatro indicadores que los especialistas del organismo utilizaron para obtener el índice de intensidad migratoria.

Creemos que utilizar este indicador es más conveniente que utilizar el índice debido a que hay muchos municipios que teniendo un índice de intensidad media tienen porcentaje de hogares con migración reciente igual o a veces mayor que otros municipios donde el índice de intensidad es alto o muy alto.

Más específicamente nos concentraremos en los municipios donde dicho porcentaje es igual o mayor de diez. Esto ayuda a detectar los lugares donde la migración reciente ha sido mayor, pero tiene la desventaja de que no se puede percibir migración reciente de menor intensidad en lugares donde el fenómeno tiene pocos años de haber comenzado, precisamente en lo que va de la fase del crecimiento absoluto comandada por el neoliberalismo, por lo cual recurrimos a otras fuentes, como el cruzamiento de información contenida en el estudio de Hernández Laos et al. orientada a ver el comportamiento del empleo y del flujo migratorio a nivel de regiones.

No existen estadísticas sobre empleo a nivel municipal, únicamente la Encuesta Nacional de Empleo (ENE) y la Encuesta Nacional de Empleo Urbano (ENEU), que son representativas de cada entidad federativa. Sin embargo, para este caso hacer el análisis a partir de ellas todavía presenta muchas carencias pero al parecer no hay más opciones.

Destacan dos puntos en principio:

 Es mayor el porcentaje de municipios de los estados donde la migración hace varias décadas que inició. Sobresalen Aguascalientes (72.73%), Zacatecas (70.18%), Guanajuato (69.57%), Michoacán (67.26%) y Jalisco (62.10%), seguidos un poco más lejos por Durango (56.41%). En ninguno de los casos se encuentran los municipios a los cuales pertenecen las ciudades más importantes en términos de cantidad de población;

 En cambio los estados donde ningún municipio registró diez o mayor porcentaje de hogares con emigrantes recientes son Baja California, Baja California Sur, Campeche, Chiapas, Distrito Federal, Quintana Roo, Sinaloa y Tabasco. En Sonora sólo un municipio registró 20.97%. Porcentajes muy bajos de municipios de migración reciente también los presentaron Coahuila (5.26%), Nuevo León (3.92%), Tamaulipas (6.98%), Tlaxcala (6.67%), Veracruz (8.57%) y Yucatán (4.72%).

En el caso de los estados enumerados en el primer punto no fue suficiente el proceso de desconcentración territorial de la industrialización que observa Hernández Laos desde la zona metropolitana del Distrito Federal y el Estado de México hacia estos estados para disminuir o amortiguar la migración, quizá porque el impacto se logró sólo en los municipios donde se establecieron algunas empresas y no mucho más allá. Incluso probablemente hasta hayan reforzado las tendencias debido a las características precarias del empleo que se ofreció.

Aunque se reconoce que estas entidades registraron un aumento en la proporción de la generación de empleo nacional, se advierte que gran parte del empleo creado se ubicó en actividades de muy pequeña escala, como fue en Jalisco y Michoacán en el comercio y los servicios con unidades de menos de 6 trabajadores. Es decir, aquí el papel principal en la generación de empleo no lo jugó la gran empresa sino los pequeños negocios de tipo familiar. Por eso en todos estos estados los porcentajes de migrantes respecto de la PEA fueron de los más elevados, alrededor del 5 y el 6% entre 1987 y 1997. En términos de tasas de migración anual también se notan en estos estados las más elevadas del país.

La ENEU muestra un aumento en las tasas de desempleo al principio de la década y descenso al final en estas entidades. Se observa que en esos lugares las tasas de desempleo fueron mayores en los hombres que en las mujeres, pero éstas sufrieron de una estacionalidad más marcada, lo que indica su mayor vulnerabilidad ante las contracciones del empleo. También aumentó el porcentaje de desempleados con estudios medios superiores y superiores a lo largo de la década de los noventa y el desempleo de más de ocho semanas, considerado de larga duración. Finalmente hay que decir que la importancia del cese como motivo de desocupación también aumentó y el porcentaje de trabajadores con experiencia laboral en el desempleo anduvo por sobre los ochenta puntos.

Ahora bien, si se considera no sólo el comportamiento del empleo urbano sino también el que no lo es a partir del análisis de la ENE, en la última parte de la década de los noventa los estados del primer punto registraron bajos niveles de población desempleada, algo que coincide con el hecho de que cuentan con una fuerte presencia de actividades rurales. Pero desde esta perspectiva, a diferencia de la mencionada en el párrafo anterior, las tasas de desempleo femenil son mayores que las de los hombres, lo cual refleja el menor acceso a posibilidades de empleo de las mujeres en las zonas no urbanas.

Sin embargo no se puede dejar de mencionar que la medición del empleo por el INEGI deja mucho que desear al considerar empleadas por ejemplo a personas que ayudaron en un predio sin recibir ningún tipo de retribución o a personas que trabajan una hora a la semana, por eso es de suponerse que el desempleo real en el sector rural sea más elevado que el arrojado por las encuestas. Considérese por ejemplo el caso de Zacatecas, donde es muy alta la proporción de trabajadores agrícolas campesinos, pero que se han visto seriamente perjudicados por las políticas de abandono del campo. Lo mismo sucede con la ENEU para las zonas urbanas en lo que respecta a la sobreestimación del empleo.

También merece destacarse en esta parte el hecho de que los estados de Michoacán y Zacatecas están entre las entidades con mayores porcentajes de población sin experiencia laboral, 25 y 24% respectivamente, mientras que a nivel nacional el promedio andaba por alrededor del 14%, lo cual en cierta forma se explica por los elevados niveles de migración de trabajadores con experiencia laboral. Por otra parte el cese figuró como motivo del desempleo en alrededor del 30% de los desempleados, afectando en mayor medida a las mujeres que contaban con estudios medios superiores, y la terminación de trabajos temporales afectó especialmente a personas sin instrucción o con primaria incompleta. Casi la mitad de los desempleados manifestó estar en esa condición por insatisfacción con el trabajo que realizaban en 1998.

Finalmente, el cese fue uno de los principales motivos de desempleo en las actividades agropecuarias e industriales y el trabajo temporal lo fue en la administración pública, lo que se explica por la cada vez mayor contratación de personal eventual en las administraciones estatales y municipales, relacionada con programas gubernamentales específicos con un periodo de ejecución determinado.

Pero aunque los incrementos más numerosos de la migración en los años noventa suceden en los estados mencionados en el primer punto, en términos proporcionales, destacan las regiones central y sureña de Veracruz. Sin embargo, también en ese estado perdió importancia relativa la manufactura entre 1988 y 1998 aunado al hecho de que es reducida y poco diversificada, y en lo que toca a la dinámica de generación de empleo, fue más lenta respecto al resto del país. Eso explica el que sea mayor la proporción de migrantes de origen urbano. También es fuerte la presencia de unidades de menos de 6 trabajadores, ubicadas principalmente en el comercio y los servicios personales.

En Veracruz, además, destaca el aumento de la participación de los desempleados con estudios medios superiores y superiores así como el aumento de los desempleados por terminación de un trabajo temporal. Se advierte que el desempleo ha afectado en mayor medida a los trabajadores más jóvenes y que el cese figuró como el principal motivo de desempleo en los servicios. El notable deterioro relativo de Veracruz se manifiesta también en el precario comportamiento del producto per cápita, que lo redujo en poco más de 30 puntos porcentuales entre 1970 y 1998.

Por otra parte, los bajos porcentajes de hogares con migración reciente en estados del sur, particularmente por la costa del golfo, seguramente se deben al auge de las actividades turísticas de las playas y las zonas arqueológicas, por lo cual no debe extrañar que alrededor del 90% de los migrantes procedieran del medio no urbano.

Lo mismo se puede decir para el caso de Baja California Sur en lo que respecta al turismo de playa, mientras que en las entidades fronterizas las maquiladoras han jugado un papel central para muchos trabajadores no obstante las precarias condiciones de trabajo y las bajas remuneraciones. Por su parte toda la zona metropolitana de Monterrey y los municipios conurbados de la zona han sido un polo de atracción de migración interna muy importante no sólo para el estado de Nuevo León sino también para otros como San Luis Potosí, Coahuila y Tamaulipas.

Chihuahua, por el contrario, presenta mayor porcentaje de municipios con migración reciente debido a que carece de ciudades industriales importantes en la zona centro, que es donde se ubica la mayor parte de los municipios con porcentajes de migración reciente superiores a diez por ciento de los hogares.

En contraste, en los estados del pacífico sur las cosas son diferentes. A pesar de contar con importantes ciudades y centros turísticos, tiene numerosas corrientes de migrantes de procedencia urbana. Sin embargo, también es elevada la proporción de las actividades agropecuarias, lo cual hace pensar que la apertura comercial afectó la creación de empleo debido al retiro de subsidios a los productores tradicionales y la caída de los precios de los productos, como el café y el maíz, que son cultivados masivamente en esa región.

No obstante, es de suponerse que los conflictos armados han jugado un papel muy importante como detonante de la migración en esos estados, no tanto por la parte de los insurgentes como sí por la presencia represiva del ejército y grupos paramilitares de asesinos al servicio de los finqueros terratenientes. Lo mismo sucede en la migración reciente de Sinaloa en las zonas serranas, donde la entrada del ejército para combatir al narcotráfico ha obligado a la gente a migrar debido a la represión de que son objeto.

Los municipios localizados al sur de las ciudades metropolitanas del valle de México pertenecientes al sur del Estado de México y Morelos, el norte de Guerrero, el sureste de Puebla y la zona de la Mixteca en Oaxaca, Guerrero y Puebla son los que de esas entidades presentan los más altos porcentajes de hogares con migración reciente. Sin embargo también el sur de Oaxaca mostró aumentos vertiginosos de la migración a Estados Unidos.

Esto puede deberse a que la migración aquí ya tiene varias décadas, y al hecho de que la zona metropolitana del valle de México ya no ha podido absorber a toda esa población que sufrió drásticamente los embates de las políticas neoliberales.

En lo que respecta al Distrito Federal y al Estado de México resultan algunas cosas muy interesantes. De aquí sale uno de los mayores flujos de migrantes a Estados Unidos, con alta proporción urbana en el contingente, lo cual refleja la gran concentración de la población en las zonas metropolitanas de la Ciudad de México y de Toluca. Sin embargo, mientras el flujo de origen urbano permaneció prácticamente constante del primero al segundo quinquenios de 1987-1997, en el ámbito no urbano se duplicó. Ello seguramente guarda una estrecha relación con el hecho de que predominan las microunidades de producción en el sector agropecuario, especialmente en los municipios del sur del Estado de México, mismas que han tenido serias dificultades para desarrollarse y absorber fuerza de trabajo.

Además destaca la pérdida de importancia relativa, más no absoluta, en la creación de empleos. Desde el inicio de la fase de crecimiento absoluto muchas unidades de producción se cierran para trasladarse a otras regiones del país, especialmente las norteñas, o bien al extranjero, muy notorio en el caso de la manufactura. Según la ENEU, en 1990, 1995 y 1999, el Distrito Federal y el Estado de México presentaron las mayores tasas de desempleo, y entre 1992 y 1999 entre los desempleados se registró el mayor porcentaje de personas con estudios de nivel medio superior y superior, creció la importancia del cese como motivo de desempleo y se registraron los mayores niveles de desempleo de larga duración en 1996.

La ENE de 1998 también muestra al Distrito Federal y al Estado de México con los mayores porcentajes de desempleo. Estas cifras seguramente serían mayores, de no ser por la sobreestimación del empleo rural y las formas de subempleo que persisten en el campo.

Esta encuesta exhibe cómo las mujeres son quienes registraron la más alta tasa de desempleo entre 1996 y 1998. Los afectados por el desempleo fueron especialmente la población trabajadora joven. Finalmente, en 1998, la insatisfacción con el trabajo tuvo una mayor relevancia en el sector de comunicaciones y transportes y el cese en los servicios.

En Chihuahua y Coahuila aumentó la migración tanto de origen urbano como rural, sobre todo en la parte sur de esos estados. Considerando tanto a hombres como mujeres, fue muy significativa la proporción de desempleados con estudios de nivel medio superior y superior en 1996 y el desempleo de larga duración.

Aunque los flujos son menos cuantiosos que en otras entidades, los estados fronterizos costeros muestran fuerte participación de migrantes de origen urbano, lo cual en cierta forma exhibe el agotamiento del modelo de las maquilas como principales generadoras de empleo, al menos de empleo de calidad, a pesar de que se registró crecimiento del empleo asalariado, sobre todo en la industria maquiladora.

Sin embargo también el cese como motivo de desempleo es muy alto y la terminación de trabajos temporales, afectando en mayor proporción a personas con estudios medios superiores y superiores. Igualmente el desempleo por terminación de trabajos temporales en el sector público creció, algo que en realidad es característico de todo el país.

Finalmente, en Sinaloa la agricultura de tipo empresarial y de exportación ha jugado un rol fundamental para dar empleo a buena parte de la población, así sea temporalmente, entre la cual están los jornaleros agrícolas procedentes de otros puntos del país y, como ya se vio, la incursión represiva del ejército en las zonas serranas del estado por el combate al narcotráfico está generando flujos migratorios. Importante generación de empleo en esta entidad también hubo en las zonas turísticas.


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