Tesis doctorales de Economía


USOS, CONSUMOS Y ATRIBUTOS QUE LOS JÓVENES GUANAJUATENSES OTORGAN A LAS TECNOLOGÍAS DE INFORMACIÓN Y COMUNICACIÓN

Jorge Alfredo Blanco Sánchez


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Teoría crítica, culturalista y el constructivismo social

En fechas recientes se puede observar que el término “conocimiento” ha llamado la atención de un grupo importante de científicos, tecnólogos y estudiosos principalmente de las ciencias sociales. Al grado de resaltar que el desarrollo tanto científico como tecnológico en el futuro, será para las sociedades que cultiven el conocimiento como un valor indispensable de progreso. El conocimiento innovador, significativo y altamente discriminatorio será probablemente el elemento clave para la explicación del distanciamiento tecnológico en las sociedades de la información.

El caso de las tecnologías muestra que el conocimiento se traduce en poder político, económico, social. No basta con expresar que el fundamento valioso de transmisión de conocimientos en el campo tecnológico es lo que propicia el desarrollo, no son los artefactos ni los productos terminados lo que está solamente a la vanguardia de la innovación, son los conocimientos los que mueven el tinglado de los campos tecnológicos sumados a los factores mediáticos como la economía y la política los que determinan el rumbo de los adelantos técnicos.

Jesús Mosterín (2000) dice que la técnica es parte de la cultura, la cultura es el conjunto valioso de información transmitida para alcanzar un aprendizaje social que ayuda a la creación de la identidad de los grupos y su distinción entre los demás. Este patrimonio cultural que cada organización cultiva y transmite de una generación a la siguiente, es de carácter pragmático, ya que no se encuentra a discusión, está dada, y por tanto es el legado a transmitir. De este tipo de información es la técnica, la cual se organiza y fragmenta de tal manera que pueda ser transmitida como rasgos distintivos para la siguiente generación. Aunque la técnica sea información práctica o para ser aplicada, no deja de ser pragmática y susceptible de entrar en la dinámica del desarrollo tecnológico, donde a partir de lo conocido se pretende evolucionar en base a la mejora continua; en la carrera sin fin antes mencionada de agregar nuevas características a los artefactos en base a la línea de innovación vigente.

Dentro de esta misma corriente culturalista, se encuentra la dimensión simbólica, en la que los significados que los usuarios le otorgan a los artefactos técnicos, son más importantes para el proceso de socialización que la función propiamente ofrecida por las herramientas. Es decir, el artefacto al entrar en el terreno de la socialización con el usuario, —el mismo sujeto—, le otorga un significado especial, probablemente diferente al que la propia herramienta pueda tener desde su perspectiva instrumental, útil y manipulable. Esa resignificación propuesta por el consumidor se considera simbólica, ya que no requiere de los modelos propiamente ingenieriles para su elaboración, más bien obedece a parámetros socioculturales. Esta propuesta concuerda con el constructivismo social, la cual se encuentra ampliamente explicada en los estudios culturales de las tecnologías.

Pinch y Bijker (1987) indican que el constructivismo social ha aportado un punto de partida interesante tanto para la sociología de la ciencia como para la sociología de la tecnología y los estudios tecnológicos, al tratar de ofrecer una aproximación más analítica y empírica al problema de la tecnología. Mitcham (1989) indica que la tecnología debe ser pensada como una fuerza que impacta a todo su entorno y por tal motivo es indispensable explorar tres temas básicos que se encuentran inmersos en el desarrollo tecnológico. El primero es el aspecto material que recae en el ámbito técnico ingenieril y que es representado por la teoría instrumentalista. El segundo tema corresponde a la historia y la sociedad como elementos inseparables del desarrollo tecnológico, el cual analiza el punto de vista humanista, el constructivismo social representado por Michael Callon (1996) propone fijar claramente el desarrollo de la tecnología a favor del ser humano. El poder y fuerza de la tecnología debe estar orientado hacia el beneficio del hombre, no en su perjuicio. Y el tercer tema es la estructura y la funcionalidad de la tecnología como detonador del propio desarrollo tecnológico. Esta corriente se encuentra más apegada a la teoría sustantiva que promueve nuevas reglas a partir de la propia dinámica que privilegia la autonomía e independencia de la nueva tecnología. Esta postura estructural funcional también llamada “esencial”, según Mitcham se refiere al concepto más cercano de lo que actualmente entendemos por desarrollo tecnológico ya que involucra de manera indisoluble a la tecnología como conocimiento, a la tecnología como proceso y a la tecnología como producto (asunto ya tratado en el tema de la técnica y tecnología).

El desarrollo tecnológico insiste Mitcham debe ser considerado o estudiado de manera conjunta desde estas tres perspectivas que focalizan el problema como un proceso activo, complejo y cambiante. El constructivismo social aparece como la contraparte del determinismo tecnológico, ya que centra su atención en los procesos y sistemas sociales que interactúan con la tecnología para entrar en una franca reciprocidad continua entre el ámbito social y el ingenieril. Un ejemplo que permite percibir lo antes señalado corresponde al diseño de los artefactos y herramientas tecnológicas, los cuales tienen que pensar tanto en el funcionamiento óptimo como forzosamente en los usuarios al momento de su proyección. La parte creativa de diseñar e implementar cierta tecnología implica también pensar en su maleabilidad, su aceptación para el operario, su adaptabilidad, de esta manera los estereotipos, las creencias y las diversas circunstancias que predominan en la sociedad, determinarán su diseño final.

Las tres propuestas más significativas del constructivismo social aparecen con Bijker, Pinch, Hughes y Callon; y se refieren principalmente a la construcción social de la tecnología, a los sistemas tecnológicos y a la teoría actor-red o de los actantes. La primera gran tarea que propone esta corriente es tratar de destruir la versión lineal del determinismo tecnológico que con sus estudios históricos argumentaron la evolución paso a paso que el desarrollo tecnológico siguió y que ya se mencionaron con anterioridad.

Por otro lado, los constructivistas asumen el reto, —según ellos—, de abrir la “caja negra” del diseño tecnológico para entender el proceso de negociación e interpretación que los grupos sociales involucrados efectúan al momento de contextualizar la tecnología. El ejemplo más claro que les permite explicar estos conceptos se desprende de la evolución natural del diseño de la bicicleta, el cual pasa por un proceso de socialización, que permite al usuario opinar sobre su maniobrabilidad, comodidad, aspecto, etcétera, tanto por hombres como por mujeres y finalmente se consolida como la mejor opción gracias a sus ventajas técnicas . Es importante indicar que este tipo de proyectos se encuentra basado en casos particulares, los cuales no representan la generalidad. Son los ejemplos más representativos para cada argumentación. Además de considerarse casos exitosos. Las explicaciones dadas por los constructivistas que tratan de desmentir la versión lineal del desarrollo tecnológico indican que en todo proceso de innovación tecnológica se parte de una base sustentada de conocimiento científico accesible en ese momento. El científico o grupo de ellos, observan una problemática o situación dada y se busca la mejor propuesta en base a múltiples versiones de lo que puede ser un proyecto de solución a las condiciones por resolver. Esta primera etapa, antes descrita la denominan “flexibilidad interpretativa”, la cual se resuelve con una oferta técnica factible de materializar.

La segunda se refiere a cómo los mecanismos sociales que permiten interactuar en controversias grupales tanto de carácter técnico, como político, económico, social y cultural; se manifiestan o interrelacionan para valorar la propuesta palpable y el juego de tensiones que se dan antes de que una de ellas predomine sobre las demás. También se abre la posibilidad de llegar a acuerdos en función de simple manejo de retórica, propaganda, actos de poder, etcétera. Por último, a la tercera fase se le denomina “mecanismos de cierre”, donde los técnicos, los fabricantes o la publicidad tienen la última palabra para convencer de cual es la mejor manera, o el artefacto más versátil para satisfacer las necesidades sociales.

De este modo, los autores, tratan de argumentar que la evolución tecnológica no sigue una trayectoria natural, lineal, dependen de los contextos y de ciertos grupos sociales altamente involucrados en constante interacción por periodos largos de tiempo para llegar a una resolución final. Con todo esto, el constructivismo social quiere dejar en claro la influencia de la sociedad ante la innovación tecnológica, la propuesta, trata de resaltar los pasos donde se interactúa mediante tensiones y asociaciones de carácter económico, político, cultural, que influyen en los aspectos técnicos y científicos que respaldan la construcción de artefactos.

Por su parte Thomas Hughes (1969) encuentra al determinismo tecnológico como una propuesta bien fundamentada para explicar cómo la tecnología moldea a la sociedad, pero también reconoce el valor crítico que el constructivismo social aporta al debate al explicar cómo los mecanismos sociales moldean los avances tecnológicos, especialmente la parte técnica que se refiere a los aparatos, máquinas y unidades tecnológicas. Su aportación a la problemática de la relación entre tecnología y sociedad se encamina más que nada a dar cuenta de las grandes redes o vías tecnológicas extendidas en el mundo para transmitir e informar de las propias tecnologías y propone el concepto “sistema” como la unidad de análisis adecuada para explicar la estructura básica por donde fluye la información. Este sistema se encuentra compuesto por redes y componentes integrados, normalmente controlados de manera centralizada para optimizar el sistema, su desempeño y control. En términos generales estos componentes están diseñados para actuar de manera independiente hacia el cumplimiento de objetivos concretos. Su ejemplo clásico es el sistema eléctrico de los Estados Unidos.

Su propuesta radica en que cualquier componente interrelacionado afecta o puede afectar el estado o la actividad de todos los demás componentes. Hughes (1987) distingue tres fases para el desarrollo de los grandes sistemas tecnológicos, las tres fases se encuentran sujetas, según el autor, por características dominantes identificables. La primera de ellas se encuentra sustentada por la invención y el desarrollo y se explica por la capacidad de ingenieros, científicos y profesionistas que como grupo tienen influencia específica sobre el inicio del proyecto y su avance. Esto quiere decir, que el campo de la invención se encuentra cerrado a un grupo reducido e identificable de personas que tienen injerencia directa sobre el proceso y su desarrollo. Para la segunda fase, una vez consolidado su desarrollo y en etapa de transferencia, otro grupo de profesionales toman las riendas del proyecto, grupos interdisciplinarios, grupos más grandes que determinan el modo de la transferencia tecnológica y los intereses ya no son solamente técnicos, sino que se convierten en intereses sociales, económicos, políticos y culturales. En este sentido, los ingenieros y científicos ya no tienen injerencia y control sobre el desarrollo tecnológico y probablemente nadie lo tenga, ya que influyen un sin número de circunstancias difíciles de identificar y por supuesto incontrolables.

La tercera fase se denomina crecimiento del sistema y se considera como una etapa donde ya se superó la asimilación de su entorno y su operación se encuentra estable y difícilmente la trayectoria que sigue el sistema tecnológico se puede alterar, ya que se requerirían esfuerzos del mismo tamaño que los del sistema para tener injerencia en la trayectoria que la propia inercia ha determinado. Hughes menciona que en la primera etapa la inercia es pequeña por lo tanto se puede modificar, pero cuando la inercia es enorme, sólo fuerzas sociales poderosas pueden desviar el rumbo prefijado.

En esta fase queda claro que el propio sistema es el que determina a la sociedad, siempre y cuando la fuerza y su crecimiento sea superior a la fuerza social que lo quiere repeler. Este aspecto podría ser tomado en cierto sentido, como un determinismo “blando” a la manera de Heilbroner. El mismo Hughes en su extensa investigación, indica que los sistemas más jóvenes o en vías de desarrollo, suelen estar más abiertos a las influencias socioculturales, en cambio, los sistemas maduros, consolidados son más independientes y por tanto tienen un carácter más determinista. Desde esta propuesta, la tecnología es tan independiente como su historial de desarrollo. El gran problema que el propio autor no aborda es la obsolescencia tecnológica. Los sistemas tienden a desgastarse y por tanto ser obsoletos, por más maduros que parezcan, son desplazados por una nueva visión y una nueva forma de concebir dicha problemática aunque siga siendo altamente determinista.

Hughes desarrolla además de lo ya comentado, una nueva propuesta intermedia y la nombra “impulso tecnológico”, el cual lo considera como una alternativa entre el determinismo tecnológico y el constructivismo social e indica que el concepto impulso tecnológico es complejo ya que implica que tanto el desarrollo social configura y es configurado por la tecnología durante un lapso de tiempo específico. Esta propuesta corresponde dentro del presente trabajo a una parte de la hipótesis de trabajo, el lapso de tiempo correspondería a los usos y consumos de los usuarios y la configuración o reconfiguración aparecería en el constante ir y venir del desarrollo social ante la tecnología manipulada.

El concepto de impulso tecnológico es discutible, especialmente porque hace referencia a la parte tecnológica y deja a un lado el desarrollo social. Así que, no convence el término como tal, pero sí es de tomar en cuenta su significado alternativo, conciliador entre determinismo tecnológico y constructivismo social. La interpretación del término impulso tecnológico está encaminado a explicitar que el sistema tecnológico comprende tanto los aspectos técnicos como los sociales y distingue dos ámbitos importantes: el entorno como el mundo que rodea todo lo que no es comprendido dentro del sistema tecnológico y que configura y moldea al propio sistema tecnológico pero no es parte de él. Y el sistema tecnológico como una estructura definida, con reglas y normas internas que le dan cohesión pero no dependen de las leyes naturales que regulan el entorno.

De esta manera el impulso tecnológico es un concepto que pretende situarse entre los dos grandes extremos del determinismo tecnológico y el constructivismo social, es una postura flexible y mediadora que trata de estar acorde con la historia de los grandes sistemas tecnológicos. Para la presente investigación el concepto antes señalado es de provecho ya que al momento de exponer las TIC la propuesta flexible ayudará a entender mejor las circunstancias que rodean a los usuarios en el contexto tecnológico. En términos generales, las aportaciones de Hughes antes señaladas serán de mucha utilidad para el desarrollo del capítulo referente a la Comunicación Mediada por Computadora con conexión a Internet, ya que tanto el sistema interno que controla los protocolos necesarios para el buen funcionamiento de la herramienta tecnológica como la creación de un “nuevo entorno” externo al propio sistema vigente (conceptualización del ciberespacio), permitirán entender la construcción simbólica que realizan los consumidores con la finalidad de integrar en un solo concepto la idea de navegación en Internet.

Michel Callon (1996) siguiendo la línea sistémica de Hughes analiza las unidades que comprenden los sistemas y los denomina los actores-red, los cuales son considerados como las partes nucleares o unidades mínimas en las cuales se puede descomponer los sistemas tecnológicos. Desde la perspectiva sociológica el mismo Callon considera a los actantes como actores humanos y no humanos, la intención es ampliar el concepto de actantes a elementos propios o impropios de una condición social. De esta forma se define la posición del actante de la facultad de desempeñar un rol específico dentro del sistema que pudiera afectar a los demás elementos del propio sistema, sin por ello, modificar su actuación. En este sentido, cada actor además de ser definido desde dentro del sistema, también es determinado por el conjunto, por la totalidad de actores y también por su funcionalidad o lo que se espera de su actuar. Este nuevo enfoque social, permite según los analistas de esta corriente, estudiar las relaciones existentes entre actores sociales y técnicas concretas para integrar una explicación continua de la invención, la innovación y la difusión de las tecnologías en su entorno social.

Desde el punto de vista político Langdon Winner (1989) en su artículo ¿Los artefactos tienen política? Distingue dos modos en que los artefactos encarnan, participan o ejercen cualidades políticas. La primera se refiere al uso de la tecnología con intenciones manifiestas de poder y la segunda se refiere a que existen tecnologías con carga política intrínseca, es decir, la misma tecnología ayuda al control de los usuarios y la posibilidad de negar o dar acceso solamente a aquellos que están dispuestos a aceptar estar bajo la influencia o el poder de los dueños, creadores o administradores de la tecnología. Los dos ejemplos más claros que demuestran estos aspectos son los 200 puentes de Long Island en Nueva York y las segadoras Cyrus MacCormick en los Estados Unidos .

Los dos aspectos comentados en el párrafo anterior tienen como objetivo poner en evidencia la falta de neutralidad de las herramientas tecnológicas y a la propia tecnología que pudiera suponerse se encuentra fuera de aspectos políticos y ajena a sus creadores o inventores. Esta serie de casos analizados por politólogos permite reflexionar si verdaderamente los artefactos tecnológicos son creados desde un inicio con una intencionalidad determinada con carácter de dominio o de aumentar el poder de unos cuantos sobre la sociedad en general, o los artefactos tecnológicos ya construidos y manipulados por los usuarios adquieren una tendencia política por la propia interacción con el entorno social. También existe la posibilidad de que los impactos sociales relacionados con alguna tecnología fueron planeados y deseados desde su creación con cierta intencionalidad bien definida, o la misma inercia los proyectó hacia situaciones inimaginables o no previstas, al grado de que la tecnología y sus artefactos caminen por senderos fuera del control del ser humano.

La revisión documental de estas teorías permite contextualizar la propia postura tecnológica que el autor asume en su investigación y que se acerca al concepto de “impulso tecnológico”, como forma de establecer puntos de encuentro entre el determinismo tecnológico, el instrumentalismo y el constructivismo social, en especial en la construcción de entornos tecnológicos propicios para la interacción entre el hombre y la tecnología. Las tres teorías revisadas han permitido observar un panorama amplio de las formas en que es vista la tecnología y su relación con el desarrollo social. La tecnología puede ser abordada de muchas maneras, pero siempre será factor de impacto en la vida diaria de sus consumidores. La tecnología reconoce que su campo de aplicación siempre estará mediatizado por un ambiente sociocultural, sus usuarios, tal vez actantes, serán los sujetos y por tanto se establecerá una relación interdependiente. El encuentro hombre máquina es interactivo y forman un bloque compacto que incluye al entorno y a la estructura tecnológica, pero además de estos factores se adhieren los conocimientos, los proceso y los productos que en algún momento pasarán por el tamiz sociocultural que el propio ser humano imprime a sus acciones y en esa tensión propia de la negociación se harán los ajustes necesarios para alcanzar relaciones significativas y adaptaciones necesarias para el buen funcionamiento del producto y su usuario. Este es el proceso que requiere ser explicado documentado y por tanto, objeto de estudio.

De esta manera se puede avanzar con una visión un poco más delineada hacia el análisis de las herramientas tecnológicas que han impactado a la modernidad y propiciado la globalización; las tecnologías de la información y la comunicación serán revisadas en el siguiente apartado y de cierta forma examinadas desde alguna de las teorías antes mencionadas.


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