Diego I. Murguía 
Wuppertal Institut
diego.murguia@wupperinst.orgResumen
Si bien América Latina viene transitando  un camino de progresos macroeconómicos y sociales significativos, sigue  sufriendo problemas de larga data a los que no se ha dado solución, como el de  la concentración y macrocefalia urbana, el extractivismo, la falta de  eficiencia y transparencia en el manejo de los recursos naturales.   
  La hipótesis desarrollada en el trabajo a  partir del análisis de la calidad de vida en la Ciudad de Buenos Aires y su  relación con la situación argentina, es que son necesarios cambios  estructurales a nivel nacional y territorial, encarados como políticas de  Estado que fomenten mediante inversión pública la re-distribución poblacional y  una re-configuración de los usos del suelo y las economías regionales. 
  Se proponen cuatro ejes a tomar en cuenta  para avanzar hacia un desarrollo sostenible que tome en cuenta los derechos  humanos: la re-distribución territorial de la población, la movilidad verde y  la red ferroviaria como hilo conductor de dicho desarrollo, el manejo  sostenible de los recursos y la eficiencia energética y algunas propuestas  alternativas para superar el extractivismo en el contexto de la UNASUR.
  Palabras clave: Argentina, manejo  sostenible de los recursos, redistribución poblacional, UNASUR.
Abstract
Visions of long term sustainable  development and axes for a Latin American transition. 
  The Argentinean case
  Although Latin America has been moving  through a path of noteworthy macroeconomic and social progress, it is still  locked in long-standing development problems like urban concentration and  macrocephaly, extractivism, lack of efficiency and transparency in the  management of natural resources.
  The hypothesis of this article is that,  based on an analysis of the life quality in the city of Buenos Aires and its  relationship with the situation in Argentina, structural changes at national  and territorial levels are imperative. These should be approaches as State  policies which promote public investment towards a re-distribution of the  population and a re-configuration of land uses and regional economies.
  Four axes are proposed to advance towards  a sustainable development taking into account human rights: the territorial  re-distribution of the population, green mobility and the rail network as the  leading tread of such development, a sustainable management of resources  coupled with energy efficiency improvements and some alternative proposals to  overcome extractivism in the frame of the UNASUR. 
Para citar este artículo puede uitlizar el siguiente formato: 
Diego I. Murguía (2015): “Visiones de un desarrollo sostenible a largo plazo y ejes para una transición latinoamericana. El caso argentino”, Revista DELOS: Desarrollo Local Sostenible, n. 23 (junio 2015). En línea: http://www.eumed.net/rev/delos/23/desarrollo-argentina.html
Durante  la última década Argentina ha transitado un camino de progresos macroeconómicos  y sociales significativos mediante una reinserción en el sistema financiero y  el mercado globalizado que rige la dinámica económica mundial. Ejemplos de ello  son las renegociaciones y cancelaciones de deuda externa, crecimiento sostenido  del PBI, aumento de las exportaciones e ingresos al Estado Nacional mediante  mayores regalías y tributos, mejoras en la re-distribución de ingresos a  sectores desfavorecidos, entre otras medidas positivas de carácter social. Por  otra parte, aún sufre problemas de larga data como ser la corrupción en  múltiples niveles, la inflación, la concentración territorial de la población  en Buenos Aires y las problemáticas sociales y ambientales que ello conlleva,  la falta de planificación y regulación ambiental en el uso del suelo, la falta  de planificación frente a la vulnerabilidad social y a potenciales catástrofes  naturales, en la eficiencia en el manejo de los recursos naturales y sobre todo  a la vulneración del derecho a la salud que podemos asociar a la calidad de  vida. Si bien el balance general es positivo a corto plazo, una estrategia de  desarrollo sostenible(1) a mediano y largo plazo supone re-direccionamientos  que marquen un rumbo hacia una Argentina que supere el modelo extractivista y  “desarrollista” que parece haberla condenado desde su fundación. 
       La  concentración territorial de la población en grandes aglomeraciones urbanas, y  las problemáticas sociales que ello acarrea, son uno de los fenómenos  característicos de América Latina.   Enormes asentamientos, devenidos ciudades globales, requieren de un  importante flujo de materiales y energía desde la periferia, hoy día global,  para sobrevivir. Es verdad que este no es un fenómeno propio de América Latina  sino que se viene acrecentando a nivel global y hoy día incluye hasta los  lugares más remotos del planeta,  pero  ello no implica que no debamos poner la mira en él dado que genera situaciones  de injusticia social y ambiental. A la hora de desarrollar un modelo de  sostenibilidad podemos tomar como ejemplo, en Argentina, a la ciudad de Buenos  Aires. La calidad de vida en esta ciudad, influenciada obviamente por el área  del conurbano que la rodea, ha empeorado, en múltiples planos: 1) a nivel ambiental  y de confort debido a que el sistema de transporte público no se ha modernizado  lo suficiente como para reducir las emisiones de gases nocivos para la salud y  para el medio ambiente, como tampoco los niveles de ruido y congestionamiento  de tránsito provenientes del denso tráfico de transporte automotor privado y  público(2), a lo que se suma no haber remontado el deterioro y la disminución  del arbolado urbano; ni realizar una correcta planificación urbana descuidando  la insuficiencia de las redes pluviales, el exceso de asfalto y la falta de  espacios verdes así como el procesamiento de la basura; 2) a nivel social  debido a la inseguridad, la falta de inclusión social de las poblaciones de los  asentamientos marginales, la precariedad del empleo (Médici 2012), el  crecimiento descontrolado de la edificación generadora de carencias de  servicios esenciales, la falta de vivienda popular y de acceso a créditos  blandos que acompañen la real dinámica del mercado inmobiliario, la falta de  defensa del patrimonio cultural, la desatención del creciente número de  personas en situación de calle, el mal acceso y sobrecarga de los servicios de  salud, entre otros.  Este empeoramiento  de la calidad de vida puede verse en muchas de las grandes urbes de la región y  debemos considerarlo como un impedimento para establecer en la misma el respeto  por la dignidad humana y  el orden de la  Naturaleza, que es la exigencia básica a la hora de pensar modelos sostenibles.
       Este  ensayo aborda la problemática de la calidad de vida en la Ciudad de Buenos  Aires como puntapié inicial para desarrollar el argumento principal, el cual  sostiene que las problemáticas sociales y ambientales que se originan en  megalópolis como Buenos Aires por la convivencia de grandes cantidades de  personas y vehículos en espacios reducidos, no pueden ser resueltas solo  mediante el incremento de innovaciones tecnológicas, logísticas, de transporte,  edilicias u otro tipo de reformas incrementales. Se necesitan cambios  estructurales a nivel nacional y territorial, enmarcados como políticas de  Estado (3) que fomenten la re-distribución poblacional y una mayor integración  de las economías regionales, dando lugar a una recuperación de la  diversificación en los usos del suelo y formas de ingreso formal e informal.  Esto debe ser puesto en marcha al interior de cada país, pero también a un  nivel integrado, por los países de la Unión de Naciones Suramericanas (en  adelante, UNASUR).
       Desde  esta perspectiva, este ensayo presenta al lector ideas y visiones de las  condiciones y los ejes centrales que pueden permitir la transición a una  Argentina con justicia social y ambiental, con equidad, donde se respeten las  normas éticas y principalmente el derecho a la vida tanto humana como de la  Naturaleza. El texto comienza abordando la irresoluta temática del desarrollo  sostenible proponiendo un manejo diferente de los recursos naturales y la  presentación de cuatro ejes centrales para re-estructurar el territorio  nacional en base a modelos propuestos por expertos. Estos ejes se plantean y  discuten sobre ejemplos concretos de nuestro país y de la región, usando nuevas  ideas y experiencias que circulan en la bibliografía anglosajona. 
Durante  el siglo 20 el destino de la Argentina, al igual que la mayoría de los países  latinoamericanos, estuvo sujeto a decisiones y acciones económico-financieras,  políticas y bélicas provenientes de élites asentadas en Europa y los Estados  Unidos. Esta dependencia económico-financiera y cultural tiene sus raíces en la  historia de la región y por lo tanto, el camino de desarrollo seguido, con sus  altos y bajos, también se explica en gran parte por la inserción de cada una de  las economías regionales argentinas en el orden económico mundial. El período  de industrialización por sustitución de importaciones luego de la 2da Guerra  Mundial hasta comienzos de los 1970s fue el período de mayor desarrollo  industrial, tecnológico e innovador de la Argentina, período en el que, si bien  en la economía predominaba el extractivismo (4), crecientes esfuerzos empujaron  la dinámica hacia un salto de rana o progreso tecnológico rápido(5) de la  economía. Este emprendimiento fue detenido por las reformas neoliberales  comenzadas en los 1970s y acentuadas en la segunda década infame de los 1990s  por las políticas del Consenso de Washington. Sin embargo, el extractivismo y  la exportación de commodities, con o sin Estado de Bienestar, ha sido y  parecería ser el rol asignado a la Argentina desde los países centrales. Ahora  bien, Argentina sigue siendo un país con gran disponibilidad de recursos  naturales y una densidad de población muy por debajo de la media mundial,  que  desde hace una década busca  recuperar el Estado de Bienestar, lo cual permite reconocer su  gran potencial. ¿Por qué, entonces, no  optimizar el espacio y los recursos para aumentar la calidad de vida dentro del  territorio Argentino? ¿Qué inversiones, innovaciones y re-direccionamientos  requiere la Argentina para realizar una transición hacia una sociedad  post-extractivista y post-desarrollista (6), que la reubique en el orden  mundial, que optimice el uso del suelo y provea de mayor calidad de vida a sus  habitantes?
       A  continuación se proveen algunas ideas y lineamientos para que la vida humana y  la de la Naturaleza alcancen un nivel de armonía que provea el mayor bienestar  para sus habitantes, evitando las consecuencias indeseadas del extractivismo y  promoviendo el buen vivir impulsado por los países de la región (7). Ello será  posible alentando la tendencia a adoptar elementos de una “economía verde” (8)  como también de una “economía azul” (Pauli 2011) que fomenten la creatividad y  la búsqueda de soluciones dentro y fuera de la lógica del mercado, logrando  nuevas reconfiguraciones de las relaciones sociales que no destruyan los  recursos naturales no-renovables en vano sino que hagan un uso óptimo del suelo  y que consideren poner en práctica algunas de las tendencias medioambientales  de la que son pioneras algunas sociedades europeas y latinoamericanas. 
¿Qué  dirían las encuestas de opinión en las ciudades si el m2 bajara de precio y la  media de la población tuviera acceso a un crédito razonable para construir su  propia casa (casas, no departamentos)? ¿Aún más, por qué no construir “casas  pasivas” ultra-eficientes en cuanto a la aislación o “casas verdes” con nuevas  tecnologías que logran un nivel alto de autoabastecimiento, por ejemplo  experimentando con algas para calefaccionarse (9) en vez de gas (10) ¿Cómo  sería recuperar viejos pueblos abandonados donde volviera a florecer una  población joven, trabajando en innovaciones, y donde el ciudadano común se  sintiera seguro en su hogar o en sus traslados? Sostenemos en este trabajo que las  inversiones económicas y energéticas para conseguir este bienestar pasan, no  solo pero principalmente, por una desconcentración territorial de las grandes  ciudades de nuestro país.  
       Buenos  Aires es una metrópolis de creciente expansión física (mancha urbana) y densa  dentro del eje industrial-fluvial Rosario-La Plata, la cual ha crecido y sigue  haciéndolo al concentrar oportunidades de empleo y de negocios, tendiendo hacia  una megalópolis. A esto se suma el éxodo rural promovido por un sector agropecuario  latifundista de agronegocios que ha creado un campo sin campesinos expulsando  pequeños productores y tecnologizando a niveles muy elevados la producción de  soja transgénica y otros commodities. Esta expansión espacial de la urbe  metropolitana se ha venido realizando sobre suelos aptos para actividades  agrícolas, sepultando de este modo tierra que podría emplearse para  agricultura, y no para vivienda. La búsqueda de tierra para construcción de  viviendas también se ha expandido sobre zonas inundables o rellenadas que han  generado numerosos problemas de difícil solución. Lo mismo que decimos de  Buenos Aires podríamos afirmarlo de otras ciudades de Argentina que presentan  gran densidad urbana. 
       A  diferencia de Brasil que tiene una superficie de selva amazónica considerable  que debe ser protegida y conservada, la Argentina tiene suficiente superficie y  asentamientos poblacionales de antaño que pueden actuar como vectores de la  re-distribución y re-poblamiento territorial poblacional. Mediante la  elaboración de políticas y planes que optimicen el uso del suelo, y siguiendo  ejemplos de países como Alemania o Italia, la sociedad argentina podría  comenzar una transición a re-distribuir y desconcentrar geográficamente su  población, aumentando el tamaño poblacional en ciudades intermedias. ¿Cuáles  serían estos beneficios para la sociedad en su conjunto? Una enumeración simple  permite observar que menor cantidad de personas por m2 implican menor cantidad  de bienes y servicios cotidianos para el transporte, menor cantidad de  automóviles por km2 y en tránsito, menor gasto energético absoluto por ciudad,  mejor atención, mejores relaciones interpersonales. Más allá de la ubicación de  la ciudad en el mundo, sea un país industrializado o emergente, existe una  relación entre calidad de vida y densidad de la población, siendo las ciudades  de tamaño intermedio en países ricos las que presentan las mejores condiciones  de vida: así lo demuestran los rankings de calidad de vida que sitúan en los  primeros puestos ciudades con baja densidad poblacional (11). Si esto es así en  los países industrializados, con más razón los países emergentes como Argentina  tienen que seguir ese modelo, de otro modo las problemáticas sociales de  inseguridad y delito, drogas, mal acceso y sobrecarga de los servicios de  salud, de transporte, de educación truncada, falta de empleo y seguridad  social, es decir, falta de libertad para decidir, que inciden fuertemente sobre  la salud de la población, seguirán creciendo en el círculo vicioso que parecen  estar. Sin embargo, una dificultad que enfrenta este tipo de propuestas es que  este esquema de concentración urbana y electoral pareciera ser funcional a la  sociedad política en términos de co-optación y dominación para perpetuar la  política partidista en el gobierno. 
Una  característica central del modelo de desarrollo de la Argentina ha sido la  falta de un desarrollo integrado, planificado, que luche en contra de las  desigualdades sociales y territoriales y considere a la Nación como un sistema,  o bien, como un metabolismo socio-industrial. Estos conceptos de la ecología  industrial ven a la economía en términos de flujos de energía y materiales, y  plantean la idea de metabolismo para hablar de la relaciones entre la  Naturaleza y la sociedad (12) y de la forma en que la economía transforma esos  insumos y genera bienestar y riqueza para la sociedad. El crecimiento  desproporcionado de las ciudades atenta contra el equilibrio del sistema. Más  allá de cuestiones administrativas, legales o normativas, esto genera una falta  de integración y planificación en el uso del suelo de facto, con desequilibrios  regionales físicos (por ejemplo hídricos) y sociales, que no han permitido ni  permiten brindar estabilidad al desarrollo socio-económico. La continuidad  espacial solo puede ser lograda si el sistema se mantiene estable en el tiempo.  Según la Teoría General de los Sistemas (von Bertalanffy), la diversificación  es la base de la estabilidad de un sistema, al tiempo que también permite  aumentar la resiliencia del mismo, es decir, la capacidad de absorber un  disturbio y aún retener las funciones básicas y su estructura (Walker and Salt  2006). De este modo, una estructura poblacional y sub-sistemas  económico-industriales descentralizados dotan al sistema de mayor capacidad de  respuesta y adaptación frente a catástrofes naturales/sociales, como ser  inundaciones, huracanes o terremotos, o también crisis económicas/financieras o  ecológicas. Por ejemplo, un subsistema energético altamente dependiente o  concentrado en un escaso número de megaproyectos generadores de energía tiene  mucha menor capacidad y velocidad de reacción que un subsistema diversificado  en múltiples fuentes energéticas, localizadas con buena distribución en el territorio  y aprovechando las ventajas naturales de cada ecosistema, que un subsistema  basado en energía termoeléctrica, atómica o hidroeléctrica con dos o tres  grandes centrales alimentando grandes centros de consumo. Esta teoría también  brinda beneficios si se consideran aspectos de defensa nacional, como también  frente a potenciales ataques terroristas que busquen desestabilizar la  provisión de materiales o energía a los centros urbanos. Así, tanto el control  social como los subsistemas descentralizados aportan estabilidad a los  sistemas, disminuyen el riesgo de interrupciones y tienden a favorecer la  suficiencia energética y la innovación local frente a antiguos (aunque  vigentes) modelos centralizadores. (13).
       Usualmente  la visión de la comunidad internacional sobre Argentina está fuertemente  sesgada por su desempeño económico, generalmente aún medida por el ya muy  cuestionado PBI como indicador principal de crecimiento económico y no por  indicadores enfocados en la calidad de vida. En este sentido, si la economía  nacional crece motorizada por las exportaciones de commodities y asimismo crece  el empleo formal (precarizado en muchos casos), la visión internacional es  positiva. Sin embargo esta lectura del progreso económico que se suele tener a  mano, olvida que la progresiva deforestación y desertificación, la degradación  de los suelos de la Pampa y el creciente uso de agrotóxicos para mantener el  modelo (neo) extractivista, no son considerados a la hora de juzgar el  crecimiento, no sólo porque son menos conocidos sino porque en general no son  considerados o contabilizados en las Cuentas Nacionales como pérdidas frente a  lo que se consideran ingresos y/o ganancias. Asimismo, la falta de una política  de re-distribución de la población en el territorio también es menos conocida y  tampoco considerada a pesar de ser un eje crucial para una estrategia de  desarrollo sostenible. 
Hace  tiempo que el paradigma de la gobernabilidad en el mundo occidental viene  cambiando tendiendo cada vez más hacia un modelo inclusivo que de mayor  participación activa a la ciudadanía y a las iniciativas voluntarias  corporativas o sociales que solamente la regulación estatal. Desde las  iniciativas de los presupuestos participativos de Porto Alegre hasta aquellas  de monitoreos ambientales participativos que se desarrollan en emprendimientos  mineros en la Cordillera de los Andes, se observa una creciente necesidad de la  participación ciudadana en el control y regulación de la producción y los servicios.  Enfrente se encuentran regímenes gubernamentales caracterizados por falta de  transparencia, la ausencia o debilidad de controles estrictos, ausencia de  regulaciones en el uso del suelo y de controles ambientales. 
       Una  nueva estructura poblacional re-distribuida en ciudades de tamaño intermedio  permitiría facilitar la organización política y la administración pública en  pos de una mayor participación ciudadana en la discusión de la cosa pública y  en la toma de decisiones. Ello haría más factible una continuidad política en  la implementación de decisiones que supere los constantes cambios de gobiernos  que condicionan el sistema democrático representativo latinoamericano.
   
La  sociedad globalizada del siglo 21 ha acelerado la movilidad, el transporte y la  logística de personas, mercancías, materiales y energía conectando las ciudades  globales y sus periferias, multiplicando flujos de información, cargas y de  personas a la vez que excluyendo de los mismos a todo aquello que no se  considera mercancía o que genera valor económico/ganancia de acuerdo a los  valores del sistema capitalista dominante. Esta revolución informática de la internet  y de la información en tiempo real ha tenido como contraparte la aparición (o  al menos su mayor conocimiento público) de problemas ambientales globales, cuyo  principal representante es el calentamiento global de origen antropogénico  generado por el efecto invernadero. Las causas de este fenómeno se atribuyen en  gran proporción a las emisiones de gases generados por la actividad económica  humana. Frente a esto, la investigación y desarrollo de alternativas de  transporte han concluido en que, además del transporte marítimo, el tren  eléctrico es la mejor “alternativa verde”. La razón es que no produce  emisiones, siempre y cuando la electricidad obtenida y la fabricación de las  formaciones también sea realizada minimizando (o al menos compensando) la generación  de gases de efecto invernadero y buscando el re-uso y reciclaje de los  materiales. (14). 
       El  territorio y los asentamientos poblacionales de Argentina fueron históricamente  establecidos siguiendo una red ferroviaria de transporte de cargas y personas,  orientada y confluyente en el eje Rosario-La Plata, principalmente en el Puerto  de Buenos Aires, lugar de salida de la mayoría de las exportaciones durante  gran parte del siglo 20. Esta red y los encadenamientos de servicios hacia  adelante y atrás, acerbos de décadas de desarrollismo, atravesó un severo  proceso de desinversión y significativos tramos fueron desmantelados desde  fines de los 1980s. De esta manera se destruyó un servicio no solo constituido  con fines económicos sino también sociales, y sólo se mantuvo en tanto y en  cuanto resultara un negocio, dejando abiertos solo los tramos rentables para  operadores privados. La recuperación de esta red es uno de los propósitos de la  actual administración nacional kirchnerista que ha dado pasos importantes en  ese sentido, sin embargo, es necesario puntualizar el tipo de red que  necesitará Argentina durante este nuevo siglo.
       En  primer lugar, e independientemente de su manejo en manos privadas, públicas o  mixtas, la red ferroviaria deberá recuperar su rol social, generando puentes  contra las desigualdades, ofreciendo la interconexión de ciudades y pueblos  mediante un sistema co-participativo que balancee áreas económicamente  rentables y áreas de menor tránsito o actividad económica. Además de generar  empleos directos e indirectos, fomentar la recuperación de pueblos abandonados,  puesta en valor de viejos talleres y nuevas empresas y formas empresariales  (empresas sociales por ejemplo), esta nueva red fortalecerá las economías  regionales, el turismo nacional, y será un incentivo para la desconcentración  poblacional, disminuyendo la necesidad imperiosa de trasladarse con vehículos  propios o autobuses. Dada la preponderancia que han adquirido las empresas de  autobuses y de camiones para reemplazar el ferrocarril, será necesario un  esquema de participación de las mismas en la nueva empresa ferroviaria, sin por  ello condicionar los objetivos sociales del “tren verde”.
       En  segundo lugar, la renovación de la infraestructura y de los encadenamientos  productivos que proveen de bienes y servicios debe ser hecha siguiendo altos  estándares tecnológicos y ambientales, evitando el uso de materiales que no  estén social y ambientalmente certificados. Así, se fomentará la sustitución de  materiales no amigables con el medio ambiente por otros que sí lo sean. Por  ejemplo los durmientes de quebracho colorado provenientes de la deforestación  del Chaco que se utilizaron para el tendido ferroviario, deberán sustituirse,  como se está haciendo, por materiales de producción local con innovación  tecnológica para reducir ruidos molestos, asegurar durabilidad y  reciclabilidad. A su vez, será necesaria una mayor diversificación de la matriz  energética, actualmente basada en energía hidrocarburífera, similar a lo que se  viene realizando en base al Plan Energético Nacional 2004-2019 mediante las  nuevas hidroeléctricas, parques eólicos y solares fotovoltaicos, centrales  térmicas a biogás (De Dicco 2013), además de la eventual construcción,  desarrollo e instalación de redes inteligentes (Smart grids). Algo que debe ser  considerado es que la energía nuclear, energía que deja residuos nucleares muy  sucios a largo plazo y que no es “barata” como usualmente se la considera desde  el punto de vista económico, no debería ser parte de la nueva matriz energética.  Sería importante en este sentido seguir la dirección pionera de sociedades que  eligen y se comprometen a poner en marcha un plan para ir progresivamente  abandonando la energía nuclear ser, por ejemplo, Alemania (15), Suiza, Italia,  Bélgica o Japón.(16) 
       En  tercer lugar, la recuperación del ferrocarril como hilo conductor del  desarrollo territorial estará dado por fuertes impulsos a las cadenas de  proveedores locales mediante el fomento de la sustitución de importaciones, un  nuevo elemento que viene implementando, por ejemplo, el sector minero en  Argentina. Uno de los mayores esfuerzos colectivos debe ser encaminado a lograr  la producción local de insumos y productos, buscando que también la extracción  de minerales se justifique con ese objetivo y no solo la producción de  commodities de exportación. 
Actualmente,  Argentina, al ser un país rico en recursos naturales tiene una tradición  cultural, reflejada explícitamente en la estructura de precios, de  subvaloración de los recursos. Esto se contrapone a las tendencias europeas  cuyo creciente paradigma es el aumento en la eficiencia en el uso de los  recursos, y cuyo objetivo es cerrar los ciclos de materiales, emulando al  máximo posible los ciclos de los compuestos en la Naturaleza en donde la  “basura” como tal no existe. Todo output se convierte en el input de un nuevo  proceso, es decir, la “basura cero” es la base y corazón de las economías  circulares. 
       De este  modo, el nuevo paradigma emergente fomenta la regla de las “3R”, la reducción  del volumen de basura o contaminantes ambientales, el re-uso y luego,  traspasando las fronteras de la reducción y el re-uso, el reciclado. En  sociedades opulentas, con crisis de sobre consumo y con abundancia de  materiales esto es imperativo, y existen procesos en marcha como ser la  responsabilidad extendida del productor, el aumento de incentivos para la  separación de residuos en origen, la recolección y el reciclaje o iniciativas  de diseño de productos sostenibles. Sin embargo, debido a que en muchos casos  la extracción y procesamiento de materias primas siguen siendo más económicos  que la inversión en innovación productiva con retornos a mediano o largo plazo,  existen muchas resistencias. En Argentina, debido a la existencia de otras  prioridades para la sociedad, ninguna de las 3R aparecen como prioridad y  existe poca conciencia ambiental en la población como para exigirlas. 
       Sin  embargo, la defensa del derecho a la vida y la salud, como afirma la  Declaración de Bioética y Derechos Humanos, requiere que de entrada se apliquen  enfoques de sostenibilidad. Uno de estos enfoques que está cobrando relevancia  para la medición y la toma de decisiones societarias sobre la inversión en la extracción,  procesamiento y uso de un recurso o bien natural, tiene que ver con la  eficiencia energética. El concepto de retorno energético por la energía  invertida, EROEI o EROI (Energy Return on Energy Investment - por sus siglas en  inglés), es una medida física dinámica en unidades adimensionales que depende  del estado de la tecnología y orienta sobre la sostenibilidad a largo plazo de  la misma, especialmente en una era que trascienda los recursos fósiles. Si la  eficiencia en la conversión de un proceso aumenta debido a avances técnicos,  también aumenta el EROEI; por el contrario, en el caso de recursos no  renovables, si el acceso a la materia prima se hace más difícil, el EROEI  disminuye, es decir, que hay que invertir más energía para obtener un resultado  menor. De esto se trata la teoría del peak oil, no es que el petróleo se vaya a  agotar, sino que los esfuerzos energéticos (por ejemplo, convertidos a costos  económicos) para extraer el petróleo, serán mucho mayores al beneficio  energético que se obtiene al extraerlo, procesarlo y utilizarlo. Por ejemplo,  el EROEI de la producción petróleo se redujo de 100 en los 1930s a 20 (20 a 1)  para el petróleo convencional. 
       Actualmente  está cobrando cada vez mayor relevancia la extracción de petróleo y gas de  yacimientos no convencionales conformados por esquistos bituminosos (shale oil  en inglés) explotados a través del controvertido método de fractura hidráulica  o fracking. (17) Estos depósitos consisten de rocas sedimentarias con una alta  proporción de materia orgánica cuya transformación a petróleo no fue completa;  las pizarras o lutitas (shales) son ricas en querógeno pero el problema es que  éste se encuentra distribuido en concentraciones bajas en la roca, es decir,  está diseminado y no se puede extraer por simple bombeo como los hidrocarburos  convencionales. Así, se requiere mucha energía para obtener hidrocarburos  útiles del esquisto petrolífero y el contenido energético del “petróleo de  esquisto” obtenido luego de refinarlo no es mucho mayor que la energía que se  invierte en producirlo. (Hill and Kolb, 1999) Esta afirmación ha sido  respaldada por una mayoría de investigaciones desde los 1970s que sitúan al  EROI para este tipo de extracción en un rango entre 1.5-4:1, con análisis más  recientes de la “técnica Shell”, supuestamente amigable para el medio ambiente  y actualmente en operación, con un EROI de entre 3-4:1. (Gupta and Hall 2011/  Cleveland and O’Connor 2010) Sin embargo, algunas investigaciones recientes  sostienen que el EROEI promedio sería de 85:1. (Aucott and Melillo 2013).  Existen discrepancias metodológicas en cuanto a si el cálculo del EROI incluye  la energía generada por la extracción misma (el recurso puede ser empleado como  combustible para su propia extracción) o si esa energía no se incluye en el  cálculo, como también incertidumbres, pero la mayoría de la bibliografía  existente sostiene un EROI bajo, es decir, una inversión energética que no se  justifica en base al retorno energético obtenido. 
       A este  bajo rendimiento en términos de EROI se suman serios problemas de contaminación  ambiental, principalmente la emisión a la atmósfera de gas metano proveniente  de venteos o pérdidas en los pozos (Howard, Santoro and Ingraffea 2011), el  cual es un poderoso gas de efecto invernadero, junto a la gran cantidad de agua  necesaria y el elevado riesgo (y numerosos casos existentes) de contaminación  del agua subterránea (acuíferos) al liberarse múltiples sustancias que estaban  contenidas producto de procesos geológicos (18), entre ellas elementos radioactivos,  que podrían desplazarse hacia la superficie por medios de nuevas conexiones  hidráulicas. Otro gran problema yace en que, debido a la diseminación del  recurso, este tipo de explotación requiere un elevado número de pozos y  plataformas de pozos, ocupando y transformando grandes porciones de la  superficie. 
       A pesar  de todas estas desventajas, la industria sostiene que el riesgo de  contaminación ambiental es mínimo y, especialmente en Estado Unidos, la  extracción por medio de fracking está creciendo aceleradamente como un método  de prolongar la era del petróleo. En Argentina, a septiembre de 2014, 39  distritos se habían pronunciado libres de esta práctica. Sin embargo, uno de  los más nuevos y ricos yacimientos no convencionales encontrados en la Patagonia,  el de Vaca Muerta, está en producción desde el 2011.
       En el  caso de los minerales, el agotamiento de los mejores yacimientos y la  existencia de depósitos con minerales metalíferos muy diseminados ha requerido  de mayor inversión energética y económica, lo cual se ha solucionado  temporariamente aumentando la escala de los emprendimientos y procesando  grandes volúmenes de mineral en lo que se denomina minería a cielo abierto. Sin  embargo, esta nueva tecnología ha traído aparejado grandes destrucciones de los  paisajes y ambientes, significativas catástrofes ambientales productos de  accidentes, como también la escalada de conflictos sociales frente a una  tecnología tan controversial. Estas interpretaciones han llevado en parte a  impulsar el reciclaje de metales, debido a que las concentraciones de mineral  en los productos son mucho mayores que las naturales: por ejemplo, en el caso  de los catalizadores de automóviles, se utilizan entre 2 y 5 gramos por unidad  del grupo de metales del platino (platino, paladio, rodio). Esto significa una  concentración de más de 1000 ppm, más que 100 veces mayor a la concentración en  los yacimientos naturales, y además, las plantas de recuperación de los metales  tienen tasas de recuperación de por encima del 90% (Buchert, Schüler and Bleher  2009). Así, si los productos se diseñaran desde el inicio para ser reclicados y  recuperados (19), se aumentaría mucho la eficiencia del uso de los mismos y  disminuiría la presión sobre la demanda de nuevos minerales primarios extraídos  en grandes minas contaminantes. 
       Siguiendo  este razonamiento, sería muy recomendable reconsiderar la creciente  industrialización que se viene desarrollando vinculada al sector minero y a  otros sectores en Argentina. Paradójicamente sería deseable que este proceso se  sume a estas tendencias del diseño sustentable de los materiales y productos,  fomentando el re-uso y el reciclaje como industrias económicas en sí mismas. De  este modo se evitaría la destrucción del ambiente cordillerano y se promovería  la eficiencia energética. Existen numerosas proposiciones para multiplicar  estas iniciativas, también movimientos de tipo código abierto que buscan la  fabricación de elementos con un diseño sostenible, destacándose el movimiento  de la Open Source Ecology (Open source ecology ), fundado en los Estados  Unidos, y donde se provee un kit de 50 herramientas de tipo modular, de bajo  costo y alto desempeño, para una civilización sostenible. Sería deseable que en  Argentina se reprodujeran este tipo de iniciativas, favoreciendo la producción  a mucho menor costo de productos modulares diseñados para ser re-usados y/o  reciclados. 
Durante  la transición hacia un modelo post-extractivista (Alayza y Gudynas 2011/2012),  la sociedad Argentina y los países vecinos deberán financiar su camino, y sus  notorias deudas externas, legítimas o ilegítimas, mediante la continua  exportación de commodities. Ahora bien, este motor generador de divisas también  deberá transformarse gradualmente, re-direccionando el rumbo de los  emprendimientos y las inversiones, locales o foráneas, como así también  cambiando el concepto de productividad, en los tres principales sectores  exportadores de recursos naturales: el campo, la montaña y el mar.
       Así, el  concepto clásico economicista de productividad podrá pasar de ser entendido  como la relación entre la cantidad producida y los recursos o el tiempo  utilizado para obtenerla a incorporar también elementos sociales como ser la  generación de empleo o el uso de productos ambientalmente certificados, es  decir, que un producto será productivo o competitivo siempre y cuando los  beneficios y costos sociales y ambientales sean tenidos en cuenta; este también  tendría aplicación en el campo de las políticas públicas, por ejemplo,  ofreciendo incentivos fiscales (deducción de los impuestos) para empresas que  generen empleos, progresivamente mayor a mayor cantidad de empleos generados, o  incentivos fiscales a empresas que produzcan de modo “limpio” y no tengan  asociadas denuncias o reclamos de generar deforestación u otros delitos  ambientales; asimismo  el respeto a  principios éticos, a los derechos humanos y sobre todo al valor de la vida en  otros seres antes de su producción. A su vez, la salida del extractivismo  implicará un cambio en las economías de escala como único o principal sistema  de valores para elegir el uso del suelo óptimo para la sociedad. Entonces, esta  nueva sociedad deberá buscar y aplicar alternativas a los grandes latifundios productores  del commodity de mayor cotización bursátil, como ser la búsqueda de nuevos  modelos productivos, con parcelas de menor tamaño y con cultivos que no  requieran grandes cantidades de agrotóxicos para su laboreo, como ser por  ejemplo los promovidos por la agricultura orgánica. (20) (Seufert, Ramankutty  and Foley 2012) 
       El  denominado “campo argentino”, corazón indiscutido de la economía nacional,  deberá pasar de un modelo dominado por los agronegocios sojeros transgénicos,  hacia un modelo co-financiado por otros sectores y bajo el apoyo del INTA, que  restablezca un balance en los usos del suelo, tendiente a un concepto de  productividad diferente, a restablecer un “campo con campesinos” y la  producción de alimentos saludables con el fin de auto-abastecer a la región.  Esta transición implicará la manutención temporal de la lógica cortoplacista  capitalista de producción sojera transgénica para alimentar ganado extranjero,  aceites industriales y biodiesel. Sin embargo ese debe ser un proceso de  transición hacia otra realidad donde el campo deberá diversificar su producción  y multiplicar las propiedades de pequeñas y medianas extensiones, recuperando  así la población rural o periférica y produciendo alimentos de primera calidad  y de buen valor nutritivo para alimentar grandes cantidades de personas  malnutridas en regiones de Argentina y países aledaños. De esta manera este  sector quedará también alineado con los Objetivos de Desarrollo del Milenio del  2015 y los nuevos 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible en la lucha mundial  para erradicar el hambre, la pobreza y el aseguramiento de vidas sanas.  Incentivos para ello son por ejemplo los programas de agricultura urbana como  así también iniciativas que buscan imponer impuestos a alimentos de mala  calidad, experimentales o con alto riesgo de provocar efectos dañinos a la  salud o el medio ambiente.
       En la  pre- y en la Cordillera de los Andes,   Argentina presenta un enorme potencial geológico con extensas reservas  de minerales metalíferos a lo largo de 3300 km de montaña. Desde los 1990s el  marco regulatorio y normativo ha dotado de generosos incentivos fiscales e  impositivos a la inversión extranjera minera, habiendo atraído numerosos  consorcios transnacionales y un modelo de mega minería altamente controversial  debido a la escala de los emprendimientos, la gran transformación del paisaje y  destrucción de ecosistemas, el alto riesgo de contaminación ambiental, entre  otros impactos negativos. Este modelo minero, basado en nuevas tecnologías, se  basa en la extracción y procesamiento a gran escala de la mayor cantidad de  roca mineral (mena) posible para extraer en el menor tiempo y al menor costo  monetario posible, la mayor cantidad de metal. Así, teniendo la maximización de  la ganancia como objetivo, el modelo no considera alternativas a la gran  minería ni internaliza costos sociales o ambientales, como tampoco se fomentan  alternativas al uso y aprovechamiento de los minerales a nivel local. 
       Frente a  este escenario, de carácter netamente extractivista, el sector minero argentino  deberá ser transformado en pos de una explotación minera que respete usos del  suelo, que busque alternativas tecnológicas y económicas a la gran minería y  que, fundamentalmente, busque otra manera de tomar decisiones. Desde esta  perspectiva, deberá promover la participación social en la decisión de qué  hacer con los recursos naturales del subsuelo, patrimonio de las provincias y  de todos sus habitantes, según mandato constitucional nacional. También será  necesario que tanto ese sector como toda la ciudadanía supere el concepto  clásico de productividad para hablar de productividad social o sostenibilidad.  Este concepto está inscripto en una perspectiva de respeto de derechos humanos  y de la Naturaleza. Implica que un emprendimiento sólo es productivo en tanto  respete, en la práctica, el ecosistema donde opera, generando el menor daño  posible a la naturaleza, promoviendo la mayor cantidad de empleos y  capacitación, yendo en contra de algunas supuestas “innovaciones tecnológicas”  o “mejoras en la competitividad” que buscan suprimir el trabajo humano  reemplazándolo por máquinas, como por ejemplo buscan realizar BHP o Vale do Rio  Doce (21), sin que se generen empleos en otros sectores como contrabalance.  Así, como puntapié inicial, serán necesarias reformas al Código de Minería y al  marco legal (Ley de inversiones mineras) para aumentar la apropiación pública  de la renta minera. (22) Sin embargo hay que propiciar políticas que vayan  mucho más allá de eso en busca de una minería que se realice con tecnologías menos  cuestionadas socialmente y de menor impacto ambiental. Para lograrlo no es  aceptable cualquier uso del suelo, habrán de adoptarse criterios de  sostenibilidad y a largo plazo, y se buscará extraer minerales no solo para ser  exportados sino para ser utilizados en la construcción de nuevas tecnologías  renovables en el país, en el desarrollo ferroviario y otros usos industriales  sostenibles. Uno de los ejemplos a seguir es la ley de protección de glaciares  (23) que tiene vigencia en Argentina desde 2010 que la convirtió, en este  sentido, en pionera en el mundo en la protección de estas fuentes de agua,  frente a la explotación de la megaminería.  
       Con  respecto a las reservas hidrocarburíferas, la transición deberá abordar el  problema de la gran dependencia de este recurso del metabolismo  socio-industrial nacional. Sin embargo, si bien la inversión en exploración  continuará como proceso de transición, se deberá comenzar a incrementar la  inversión en productos sustitutos y alternativas a la movilidad basada en combustibles  fósiles. Los nuevos yacimientos no convencionales no podrán ser la única  respuesta, sino que se deberán realizar más acuerdos con institutos de ciencia  y tecnología internacionales para participar en consorcios de países que buscan  romper con la dependencia petrolífera, especialmente aquellos países líderes  que son importadores netos como son Japón, Alemania, Corea del Sur, Francia que  están realizando investigación en pos de una era post-petróleo. 
       En el  ambiente acuático la pregunta es: ¿cómo puede ser posible que la sociedad  argentina tenga que pagar precios altos por el pescado, habiendo suficiente  recurso disponible y siendo un producto de buen valor nutritivo? ¿Cómo se puede  haber permitido la depredación de semejante recurso en los 1990s y cómo evitar  que vuelta a ocurrir? Una buena alimentación es el primer supuesto para una  buena salud, de modo que Argentina deberá reforzar su dieta con mayor consumo  de pescado, buscando ejercer un mayor control sobre la pesca marítima y fluvial  para no depredar el recurso por encima de las tasas de renovación. Esto  implicará que este uso de los recursos también tendrá mayormente un fin social,  y en segundo lugar, de generación de divisas y tasas de ganancias para las  empresas del sector. Sin embargo, nuevamente se buscará que el concepto de  productividad se cambie por el concepto de sostenibilidad de la industria  pesquera, buscando generar empleos locales para flotas pesqueras pequeñas o  medianas, evitando la pesca de buques factorías, disminuyendo las tasas de  captura accesoria o de juveniles y asegurando stocks dinámicos de peces que se  reproduzcan indefinidamente en el tiempo. Estos cambios se podrán viabilizar  mediante políticas públicas y privadas pero también mediante mayor  concientización social y exigencias de los consumidores en toda la cadena de  control y aseguramiento de que se respetan los criterios de sostenibilidad.
       Este  escenario vislumbrado para la Argentina no podrá ser logrado si no se realiza  una integración regional en el uso y aprovechamiento de los recursos. En este  marco, la conferencia reciente de la UNASUR proponiendo los recursos naturales  como eje de la integración regional, la creación del Instituto de Altos  Estudios,  como también el llamamiento a  un servicio geológico y un instituto de Ciencia y Tecnología del bloque (24),  son indicios de que los países sudamericanos tenderán a fortalecer los vínculos  y a enfrentar potenciales agentes desestabilizadores que en el pasado han  impedido la formación de un bloque sudamericano.
       La gran pregunta  de esta transición es: ¿quién y cómo se va a financiar semejante  transformación? ¿Cómo se podrán sortear los intereses y la avaricia de  poderosos sectores que tradicionalmente han priorizado y priorizan el usufructo  personal de los recursos y la propiedad frente al bien común? ¿Cómo se seguirán  generando divisas que permitan seguir cancelando deuda externa contraída  anteriormente y predominante mecanismo de dominación política de los  acreedores? ¿Cómo se priorizará lo que exige la Carta de Buenos Aires “que los  Estados recuperen la iniciativa en la creación de condiciones para el bienestar  general y el desarrollo humano y sostenible, en tanto éste es un deber moral  ineludible del sector público”? (Carta de Buenos Aires)
       En este  sentido, la creación de la UNASUR, y el proyectado Banco del Sur, resultan de  crucial importancia para la financiación de proyectos comunes que rompan  paulatinamente con las lógicas capitalistas cortoplacistas, como ser  mega-proyectos de pseudo-integración como la iniciativa I.I.R.S.A., para dar  lugar a proyectos vinculados a idiosincrasias nacionales-locales como el nuevo  concepto orientador del Buen Vivir (Vanhulst and Beling 2013) u otras  iniciativas de la economía verde o la economía azul incluyendo la producción  y el consumo sostenible de alimentos,  generación de energías renovables alternativas, protección de la biodiversidad,  etc. A su vez, será necesaria y fundamental la creación de nuevas instituciones  crediticias en Argentina y otros países sudamericanos, que transciendan  estándares sociales y ambientales, como por ejemplo los Principios de Ecuador,  y se basen en criterios de transparencia, ética y sostenibilidad, que inviertan  en proyectos de la economía real (productiva), en rentabilidad social y  desarrollo sostenible. Ejemplos de esta banca diferente están agrupados en la  Alianza Global para Bancos con Valores (Global Alliance for Banking on Values  en inglés), en la cual aún no existen bancos argentinos.
El  análisis y las propuestas realizadas se conformaron recogiendo e  interrelacionando ideas y visiones sobre la Argentina a la que, debate  mediante, podría confluir un proyecto de país que trascienda administraciones  políticas y tenga una continuidad en el siglo 21. La sostenibilidad, la  justicia social y ambiental, la lucha contra las desigualdades sociales y la  concentración poblacional, la lucha contra la pobreza, la desnutrición y la  falta de oportunidades de la generación actual y las siguientes, el acceso a  movilidad verde, a precios justos, con confort y seguridad, la creación de  empleo digno y con sentido de retribución social, entre otros, son objetivos  que este ensayo buscó proyectar sobre el lector para que pueda imaginar y  trabajar mancomunadamente en América Latina, en pos de un destino propio y  solidario. El recorrido se ha hecho sobre posibilidades no utópicas sino  realizables que permitan participar a los habitantes de estas tierras en  acciones tendiente a “encarar los problemas de la salud y el medio ambiente,  como temas prioritarios para alcanzar el bienestar general, la plena vigencia  de la justicia y los derechos humanos y la ratificación de una democracia  pluralista, social y participativa” (carta de Buenos Aires). 
       Es  posible que el lector esté de acuerdo con gran parte de la narrativa pero se  continúe preguntando si esto es factible, si realmente podrá impulsarse una  transición de la sociedad hacia un modelo de país tan diferente cuando las  mentalidades rentistas con profundas raíces coloniales impiden pensar y actuar  de manera no convencional. Sin embargo, Argentina también tiene una profunda  tradición solidaria que se ve capitalizada por movimientos sociales  innumerables o redes como la Red Solidaria que tienen mucho impacto como  agentes de cambio. Así, este ensayo fue realizado bajo  la convicción de que si la idea es buena, es  justa, alimenta conjuntamente la defensa de los derechos humanos y de la  Naturaleza, será captada y asumida por la sociedad y eventualmente implementada  más allá de partidismos, intereses sectoriales o tecnicismos, y el deseo de  lograr una añorada mayor integración regional.
(1)       La sostenibilidad es un concepto vago y  ambiguo, empleado para múltiples fines según el actor social que lo emplea. En  este artículo se la entiende desde la perspectiva de la sostenibilidad fuerte;  el desarrollo sostenible implica un proceso en el tiempo de progreso  socio-económico y avances hacia un bienestar general de la población,  reduciendo las desigualdades y respetando diferencias culturales, fomentando la  participación activa de la sociedad; a su vez implica el respeto y conservación  de la Naturaleza,  y su explotación  racional siguiendo criterios ecológicos y sistémicos que minimicen la  contaminación, la pérdida de la biodiversidad y los servicios ambientales
       (2)       El  crecimiento económico ha provisto la base para un incremento exacerbado del  parque automotor privado, sumado a la creciente proliferación de barrios  privados, llevando a Argentina a un patrón de movilidad automóvil-intensivo,  con un nivel cercano a 10 millones de vehículos en circulación en el país, de  los cuales 6 millones se concentran en la ciudad de Buenos Aires y la provincia  homónima. Esto da una proporción de 1 vehículo cada 4 habitantes (0.25  vehículos por habitante) a nivel nacional mientras que en Buenos Aires y  alrededores, la cifra asciende a 0.46 vehículos particulares por habitante. A  modo de comparación, en Nueva York, con más de 8 millones de habitantes, menos  del 50% de los hogares posee automóvil particular, siendo esta cifra aún mayor  en Manhattan, ver:
       http://e360.yale.edu/feature/greenest_place_in_the_us_its_not_where_you_think/2203/  (Consultado: 07/09/2014).  
(3)       Se entiende y refiere al Estado desde una  perspectiva weberiana como la sociedad política y jurídicamente organizada  capaz de imponer la autoridad de la ley dentro de un territorio y firmar su  personalidad y responsabilidad frente a pares en el exterior. 
       (4)       Siguiendo a Gudynas, se entiende el  extractivismo en este trabajo como un modo de acumulación basado en un  desarrollo humano a partir de la apropiación de la Naturaleza alimentando un  entramado productivo escasamente diversificado y muy dependiente de la  inserción internacional de un país como proveedor de materias primas. Así el  extractivismo se refiere a la remoción o extracción de grandes volúmenes de  recursos naturales de la tierra que no son procesados (o que lo son  limitadamente) en el país de origen y que son destinados con escaso valor  agregado para la exportación. Ver: Gudynas, E. 2009. “Diez tesis urgentes sobre  el nuevo extractivismo. Contextos y demandas bajo el progresismo sudamericano  actual” en: Autores Varios, Extractivismo, política y sociedad. Centro Andino  de Acción Popular y Centro Latinoamericano de Ecología Social, Quito, Ecuador.  
       (5)       En las teorías del crecimiento económico,  el concepto de leap frog se refiere a un proceso de rápido cambio hacia un  mayor grado de desarrollo.
       (6)       La idea del post-desarrollo surge a  partir de una corriente de opinión muy crítica sobre la palabra y el discurso  del “desarrollo” la cual sostenía que las promesas de bienestar del desarrollo  son simples ilusiones, con un balance de aplicación negativos, especialmente en  los países del sur, lo que lleva a su necesidad de abandono y reemplazo por  otros términos. Así el post-desarrollo no es una etapa posterior en el tiempo  al desarrollo, sino que implica cuestionamientos radicales a las formas  convencionales-occidentales de entender el desarrollo y los indicadores de  avance o progreso hacia el mismo, buscando un cambio de enfoque que revalorice  a la Naturaleza, re-definiendo el rol de las instituciones y los entramados de  poder; el buen vivir aparece como una propuesta para superar el  “desarrollismo”. Ver Gudynas, E. 2014. “El postdesarrollo como crítica y el  Buen Vivir como alternativa” en Delgado Ramos, G-C. (coord.). Buena Vida, Buen  Vivir: imaginarios alternativos para el bien común de la humanidad,  CEIICH-UNAM, Méjico.
       (7)       Ver constituciones nacionales de Bolivia  y Ecuador.
       (8)       Entendemos una economía verde como una  economía que realice bajas emisiones de carbono, eficiente en el uso de los  recursos y socialmente inclusiva y justa. Ver UNEP, 2011. Towards a Green  Economy: Pathways to a Sustainable Development and Poverty Eradication.
       (9)       Ver  el primer edificio con calefacción a algas en:
       http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias/2013/04/130415_tecnologia_edificio_algas_aa.shtml  (Consultado 07/09/2014)
(10)     Las casas pasivas son solo unas de las  decenas de innovaciones para mejorar la productividad y eficiencia en el manejo  de los recursos compiladas en los informes “Factor 4” y “Factor 5” hechos al  Club de Roma por E. von Weizsäcker y colegas.
       (11)     Se considera el ranking elaborado por la  revista The Economist el cual evalúa 30 factores cuali y cuantitativos en cinco  categorías: estabilidad, cuidado de la salud, cultura y medio ambiente,  educación e infraestructura. Ver por ejemplo el ranking elaborado en Agosto de  2012 por la Economist Intelligence Unit disponible en diversos sitios web.
       (12)     Ver por ejemplo los trabajos de Robert  Ayres, Marina Fisher-Kowalski, Helmut Haberl, Joan Martínez Alier, Thomas  Graedel, Stefan Bringezu, para mencionar algunos referentes europeos o los  recientes análisis de flujo de materiales por Mariana Walter, Pedro Luis  Manrique, Joan Martínez Alier y colegas del ICTA en Barcelona.
       (13)     Los  primeros ejemplos de autosuficiencia energética en Argentina están ocurriendo  mediante la creación del primer barrio solar 
       (http://www.ellitoral.com/index.php/diarios/2013/10/10/regionales/REGI-02.html  Consultado 07/09/2014) o los primeros particulares que generan, usan y venden  energía fotovoltaica a la red eléctrica  (http://www.unosantafe.com.ar/santafe/Por-primera-vez-en-la-historia-un-santafesino-generara-y-proveera-energia-a-la-EPE-20140507-0031.html  Consultado 07/09/2014). Estas experiencias parecieran ir en contra de la  inversión pública estatal nacional en centrales atómicas o mega represas, muy  controversiales por la escala de impactos negativos locales en el ambiente y la  sociedad.
(14)     A modo de ejemplo, en Alemania la Deutsche  Bahn (consorcio ferroviario monopólico) consume el 2% de la electricidad del  país y el 20% de ella se genera con energías renovables. Los clientes abonados  con tarjeta viajan en un 100% con energía renovable en trenes de larga  distancia dentro de Alemania y los clientes no regulares pueden abonar un euro  extra para hacerlo también; el consorcio por medio de esta estrategia de  marketing se asegura de comprar e insertar en la red electricidad proveniente  de energías renovables a la vez que apoya proyectos que expandan esta práctica.  Otro ejemplo en Bélgica es el llamado “túnel del sol” un proyecto de 15  millones de euros que consiste en cubrir el techo de un túnel de 3.6 km con  16.000 paneles solares que generará en un año suficiente electricidad para  abastecer todos los trenes en Bélgica por un día  (http://www.elmundo.es/elmundo/2011/06/06/ciencia/1307378850.html Consultado  07/09/2014).
       (15)       A  modo de ejemplo, y seguramente a raíz de la decisión política tomada por Angela  Merkel luego del accidente de Fukushima de apagar progresivamente y desmantelar  las centrales nucleares alemanas, Siemens, constructor de ha anunciado que  abandona el negocio de la energía nuclear.
       (16)     Ver  http://www.infobae.com/2012/09/14/1058104-que-paises-abandonan-la-enegia-nuclear-cuales-la-mantienen-o-la-anhelan  Consultado: 07/09/2014
       (17)     La técnica de la fractura hidráulica  consiste en la realización de perforaciones verticales profundas y  la instalación de tubos de aceros recubiertos  con cemento hasta llegar al nivel donde se encuentran las pizarras (o lutitas).  Allí la perforación se vuelve horizontal. Luego, por medio de explosiones se  provocan pequeñas fracturas en roca y se inyecta, a muy elevada presión, agua,  arena y un cóctel de aditivos químicos que liberan el gas y los hidrocarburos  contenidos en la formación rocosa, los cuales son bombeados a la superficie por  el pozo.
       (18)     Existen discrepancias científicas sobre  cuán elevado es el riesgo de contaminación, y en caso de que ocurra, a qué se  debe (y si se puede evitar). Un estudio reciente de la Universidad de Durham  sostiene que existe una probabilidad menor de cerca de 1% de que una fractura  hidráulica proveniente de estimulación por inyección de fluidos se propague  hacia arriba por una distancia mayor a 500m (Davies, R., Mathias, S., Moss, J.  Hustoft, S. y Newport, L. 2012. Hydraulic fractures: how far can they go?  Marine and Petroleum Geology November 2012). Sin embargo, una investigación  reciente en Estados Unidos concluye que de 141 pozos de agua potable analizados  en una zona con amplio fracking en los Apalaches, se encontró gas metano en un  82% de los mismos con concentraciones promedio 6 veces más altas (de metano) y  23 veces más altas (de etano) en los hogares ubicados a menos de 1 km de  distancia de los pozos de extracción de gas natural (Jackson et al. 2013.  Increased stray gas abundance in a subset of drinking water Wells near  Marcellus shale gas extraction. PNAS 110(28):11250-11255). Se espera para fines  de 2014 un informe de la Agencia Norteamericana de Protección Ambiental que  servirá para revisar la regulación vigente.
       (19)     Esta tendencia se conoce como  eco-innovación o diseño sostenible de productos, por ejemplo relacionados a la  electrónica, e infraestructuras (por ejemplo edificios).   
       (20)     Nuevas investigaciones han demostrado que,  bajo ciertas condiciones como ser buenas prácticas de manejo, determinados  tipos de cosecha y condiciones de crecimiento, los rendimientos de la  agricultura orgánica igualan o pueden igualar a la convencional.
       (21)     La minera más grande del mundo, BHP  Billiton, anunció en el 2012 que pondría en marcha una flota de camiones  automáticos en su mina de hierro Jimblebar mientras que Vale anunció que  reemplazaría por completo el uso de camiones fuera de ruta para el transporte  de mena en su mina de Carajas Serra Azul S11D, ambas “innovaciones” con el  objetivo de reducir personal frente a un escenario de crecientes precios del  diesel, impuestos al carbono u otros costos. Ver por ejemplo: http://www.miningaustralia.com.au/features/bhp-going-automated-and-truckless  (Consultado 07/09/2014).
       (22)     Ver por ejemplo el análisis y las  propuestas de Federico Basualdo en: Desempeño de la actividad minera metalífera  en la Argentina. Renta minera y distribución de los beneficios. Apuntes para el  cambio, año 2, n°2, Buenos Aires, marzo-abril de 2012.
       (23)     Ley  26.639  de “Presupuestos Mínimos para la  Preservación de los Glaciares y del Ambiente Periglacial” ver en 
       http://www.ambiente.gov.ar/archivos/web/AdCC/File/08leydepresupuestosminimos_glaciares.pdf
(24) Ver por ejemplo: http://www.unasursg.org/inicio/centro-de-noticias/archivo-de-noticias/con-una-estrategia-articuladora-unasur-ser%C3%A1-un-proyecto-irreversible-para-la-regi%C3%B3n (Consultado 07/09/2014).
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