Revista: DELOS Desarrollo Local Sostenible. ISSN: 1988-5245


FILOSOFÍA DEL TURISMO Y POBREZA: UN RESUMEN

Autores e infomación del artículo

Maximiliano E Korstanje
International Society for Philosophers
mkorst@palermo.edu


Resumen

El turismo es una actividad que conecta ciudades, culturas y personas en un mundo cada vez más global. Sus defensores argumentan que, planificado de forma coherente y sustentable, permite que ciertos grupos relegados y marginados puedan acceder a una distribución equitativa de la riqueza. En ciertas condiciones, las comunidades locales pueden adoptar al turismo como industria principal con el fin de reducir la pobreza existente y acceder a un mejor estilo de vida. Aun cuando, una gran cantidad de estudios críticos han atacado al turismo por considerarlo un mecanismo hegemónico de control sobre el tercer mundo, poca atención se ha dado a la raíz conceptual de la pobreza, y la forma en la cual el discurso de lucha contra las asimetrías creadas por el sistema capitalista legitima las propias bases de explotación.
Palabras Claves: pobreza, Turismo, desarrollo, distribución de la riqueza.


Para citar este artículo puede uitlizar el siguiente formato:

Maximiliano E Korstanje (2015): “Filosofía del turismo y pobreza: un resumen”, Revista DELOS: Desarrollo Local Sostenible, n. 22 (febrero 2015). En línea: http://www.eumed.net/rev/delos/22/turismo.html


Introducción

En las últimas décadas ha surgido la idea que el turismo funcionaría como mecanismo económico que no solo ayuda a las economías regionales, sino que reactiva a las comunidades inyectando una serie de divisas frescas las cuales fomentan la reactivación productiva (Balaguer & Cantanella-Jorda, 2002; Smeral, 2003; Oh 2005). Esta creencia ha sido ampliamente defendida por políticos, gestores culturales e incluso antropólogos hasta poder instalarse en la opinión pública. En forma más o menos reciente, los medios de comunicación etiquetan al turismo como una “actividad productiva” que previamente planificada puede alcanzar metas sociales de gestión y gobernabilidad. A grandes rasgos, una comunidad pobre puede dejar de serlo si adopta al turismo como su principal industria, a la vez que toma “consciencia” de sus posibilidades para poder auto-gestionar y explotar sus bienes patrimoniables como ser: historias, tradiciones, etc. 

Empero, ¿entendemos realmente cual es la relación entre la pobreza y el turismo?, ¿a qué nos referimos cuando hablamos de pobreza?, ¿es la pobreza un mal a erradicar o una condición persistente del sistema?

En la primera sección del trabajo exploramos las definiciones clásicas de pobreza y su asociación con el mundo financiero del desarrollo. En una segunda fase, por el contrario, prestamos atención a los peligros de la especulación inmobiliaria que puede llevar al turismo a convertirse en un mecanismo de “exclusión social”. Por último pero no por eso menos importante, discutimos críticamente los alcances y limitaciones conceptuales que la teoría de la “inclusión social” tiene para América Latina, sus costes y oportunidades. En este sentido, es necesario comprender como operan los discursos “neo-conservadores” que apuntan a la explotación de las tradiciones, en tanto que productor de “etno-mercancías”. Nuestra tesis señala que la pobreza ha sido convertida, a lo largo de los años, en un discurso ideológico cuyos alcances favorecen a los mismos grupos que la producen. La noción de pobreza moderna se refiere a la acumulación de bienes, es decir descansa sobre el principio de escasez. Una persona no es pobre por lo que necesita, sino por lo que le es negado, por aquello que no tiene. En consecuencia, el término funciona como objeto fetiche trabajando la fantasía propia del anhelo, donde la carencia se impone por sobre aquello que no se necesita pero se desea poseer. En este contexto, planificar sobre una definición de pobreza que excluye muchas otras posibilidades se hace parte del problema y no de la solución.

Discusión preliminar

El turismo, a diferencia de otras industrias, requiere que la demanda se desplace hacia el espacio de consumo (Vanhove, 2011). Este desplazamiento genera efectos en la población local que recibe ese contingente de turistas. Algunas de las cuestiones que los especialistas han investigado se asocian al grado de “inclusión” que la actividad puede poner en marcha respecto a la población local. ¿Es el turismo un agente de movilidad y de inclusión social?, o ¿simplemente una forma productiva que refuerza las asimetrías pre-existentes?

Emmanuel de Kadt (1991) explica que el turismo requiere toda una serie de servicios, infraestructura compatible con aquellos los cuales gozan los turistas en sus sociedades de origen. Los turistas provenientes del primer mundo eligen destinos situados en lugares de naturaleza para esparcirse y recrearse. La necesidad de ver algo nuevo que no puede apreciarse en la cotidianeidad es una de las características comunes de la actividad. No obstante, si el turista encuentra deficiencias en la hotelería y el alojamiento su visión del destino será negativa. El problema se suscita porque las sociedades que reciben a los turistas no disponen de los bienes y servicios necesarios para atender a todas las necesidades de la demanda. En tal circunstancia, los países abren sus importaciones a países industriales generando no solo una inflación no deseada, sino una exclusión manifiesta por parte de la comunidad local. Las regalías de los grandes centros internacionales de hotelería no son distribuidas en forma equitativa a otros actores del sistema turístico.

El enclave turístico ha sido recientemente uno de los obstáculos para que los residentes locales adquieran mayor protagonismo dentro de la cadena de comercialización (Freitag, 1994). La comunidad puede, en ciertas ocasiones, quedar excluida no solo del contacto con los visitantes, lo cual afecta la confianza entre ambos, sino de también del usufructo del espacio desfavoreciendo sus condiciones de negociación frente a los inversores extranjeros (Mullins, 1991; Butler 1999; Korstanje, 2011b). Estos últimos tienen un gran peso dentro del canal de comercialización pues repatrían sus ganancias a sus sociedades matrices dejando a la comunidad cerca de la pobreza (Pizam 1978). Turner y Ash (1975) estipularon que el turismo, lejos de generar mayores beneficios económicos para los locales los subordina a una prestar los servicios “como atractivo” pero a un costo mucho menor que en otros países.

El modelo del enclave turístico ha declinado en todo el mundo, dando paso a una nueva versión, la cual en cierta forma toma la opinión de los involucrados. Los costos del modelo de enclave turístico han sido de lo más variado, entre ellos se pueden destacar:

  • Altos niveles de inflación por importaciones.

  • Especulación inmobiliaria (Real Estate) ilimitada.

  • Desplazamiento socio-económica de la población local.

  • Fomento de discursos en contra del turismo que ayudan a grupos terroristas.

  • Migraciones forzadas para ocupar puestos de trabajo que generan conflictos con la población local.

  • Dificultades de competencia para atraer nuevos visitantes.

  • Falta de interacción entre residente y visitante.

La discusión, lejos de resolverse, ha sido lo suficientemente expandida hasta llevar el tema al terreno de la sustentabilidad (Fonteles 2004). Un programa de planificación sustentable exitoso no solo contempla los temas ambientales, sino las cuestiones socio-económicas mitigando los efectos negativos sobre la población residente (Korstanje, 2012). Empero, en una primera instancia debemos definir ¿qué se entiende por pobreza y cuáles son sus indicadores principales?

La pobreza es una condición por medio del cual el ciudadano queda excluido de la posibilidad de producir no solo su medio de subsistencia, sino su máximo potencial productivo (Sen, 2003). El turismo en este sentido, puede ser empleado como un instrumento que confiera a los residentes su máximo potencial organizativo en consideración de cómo puede producirse y distribuirse la riqueza obtenida por la actividad. Ello deriva en un mayor compromiso -por parte de la comunidad- de sus recursos para futuras generaciones, lo cual emparenta el tema de la inclusión con la sustentabilidad. Incluir a todos los sectores de la comunidad tiene los siguientes beneficios

  • Cuidado sustentable del ambiente.

  • Mayor empoderamiento por parte de los residentes.

  • Menores casos de delincuencia, y mayor seguridad.

  • Una imagen positiva del turista.

  • Explotación de la marca de la comunidad por parte de la población residente.

No obstante, cabe señalar también que existen algunos peligros del empoderamiento cuando queda sujeto a la lógica del mercado y no puede ser regulado por el estado. Existen abundantes ejemplos en Brasil, Sudáfrica, y México entre otros muchos países donde la atracción se delinea en manos de ciertos analistas de marketing “sin escrúpulos”, para los cuales la pobreza es un criterio de consumo. Miles de turistas contratan sus tours previamente para visitar espacios de miseria extrema, o pobreza en países de economías subdesarrolladas. A esta nueva forma de turismo, denominada “slum-tourism”, se le agregan dos componentes esenciales. La primera y más importante es la necesidad de observar “el sufrimiento del otro” como mecanismo para reforzar la propia superioridad de grupo (Tzanelli 2004; 2006). En segundo lugar, al no quedar regulado por el estado, pueden incurrirse en algunas violaciones a los derechos básicos de la personas.

Si bien las comunidades cobran una regalía por abrir sus hogares a los visitantes, estas son insuficientes para revertir el proceso de pauperización en la cual viven. M Korstanje establece que existen “reparos ético-morales” quede ser tenidos en cuenta cuando se quiere desarrollar turísticamente un espacio determinado. Si bien los miembros de la comunidad, en uso de sus libertades pueden decidir si optar por una forma sustentable o no de turismo, tomar a la pobreza como criterio de atracción implica replicarla a otras generaciones para que el mercado garantice el usufructo del producto que se ofrece (Korstanje, 2011a). No obstante, la pobreza implica una gran dicotomía como estructura conceptual. Por un lado, ella denota una persistencia que no parece ser común a todas las culturas o sociedades. En efecto, lo que se considera pobre en un país puede no serlo en otro. Por el otro, cada persona tiende a considera que pobre es el otro otorgándose el status de clase media, aun cuando viva por debajo del límite definido de pobreza.

Desde sus inicios, el concepto estuvo presente en los planificadores del turismo de diversas formas. Jafar Jafari elabora un modelo de cuatro plataformas acorde a su experiencia como editor en jefe de Annals of Tourism Research. Estas plataformas, desde diferentes ángulos, focalizan en una exclusiva característica del turismo. No obstante, si se presta mayor atención, Jafari se encuentra preocupado por la relación entre pobreza y turismo desde sus trabajos preliminares (Jafari, 1988; 1996). 

Los primeros estudios en la materia presentaban al turismo como una actividad generadora de riqueza, puestos de trabajo y un sinnúmero de beneficios para los residentes. Estos estudios, los cuales fueron englobados dentro del término “plataforma apologética”. No faltó mucho tiempo, para que los especialistas empezaran a notar que los supuestos beneficios encerraban ciertos problemas si no eran debidamente planificados por el sector público. La parte oscura del turismo comienza a ser seriamente tenida en cuenta y discutida por la “plataforma precautoria”.  Dotada de observaciones críticas acorde a los impactos del turismo, esta plataforma contribuyó a identificar no solo ciertas falencias en la planificación privada y en las promesas incumplidas del mercado, sino en los costes socio-económicos de la industria tales como la marcada estacionalidad, la dependencia financiera, los costos del efecto demostración y la destrucción de los recursos naturales. La discusión, finalmente, fue llevada a un terreno neutral por medio de un grupo de investigadores que inauguraron la “plataforma adaptativa”, en donde se balanceaban los beneficios creados por el turismo con sus costos sociales. Sin lugar a dudas, la plataforma adaptativa dio lugar a formas de planificación más equilibradas donde la posición de la comunidad como voz involucrada comenzó a tomar fuerza. El turista, en este contexto, debe ser “respetuoso” de la comunidad y su ambiente no solo para obtener una experiencia gratificante sino para crear un lazo de confianza con el residente. Se le reconoce, a grandes rasgos, a la plataforma adaptativa el declive del modelo de “enclave” en la planificación de recursos espaciales. Después de todo, el turismo combina aspectos positivos y negativos por igual; hecho por el cual es importante prestar atención a la movilización de recursos para identificar, mitigar y controlar aquellos factores que pueden afectar a la comunidad. Por último pero no por eso menos importante, la postura científico-céntrica, en contraste con las anteriores, alude a la construcción de teorías que expliquen el comportamiento del turista en sus centros de veraneo. Este corpus teórico de estudios sobre cómo se comporta el turista crea las bases para la producción de conocimiento a lo largo del tiempo (Jafari 2005). 

El endeudamiento financiero y el Desarrollo

Desde sus inicios, la antropología fue una disciplina que mostró cierta preocupación por las condiciones de explotación de los otros. La preocupación inicial de los primeros etnólogos era que las culturas no occidentales que estaban siendo invadidas por el colonialismo no desaparecieran. La preocupación por la pobreza y las condiciones de vida en comunidades aborígenes y también urbanas ha atravesado una gran cantidad de estudios, manuales y textos que se han producido por más de 100 años. ¿Podemos afirmar que la antropología sienta las bases para la adopción política del término desarrollo?

La noción de desarrollo como han demostrado algunos autores, tiene sus orígenes en el discurso del presidente Truman el 20 de enero de 1949. Desde ese entonces, la palabra ha adquirido un sentido específico entre los hombres: los que pertenecen a un mundo desarrollado y aquellos excluidos de éste (Escobar, 1997; Hyden, 1997). Según esta ruptura, la planificación como institución racional debería (entonces) asegurar un correcto desenvolvimiento y concreción de las estrategias a seguir. De esta manera, según Esteva se extiende a todo el mundo la noción de escasez (Nustad, 2001).

A tal efecto, la vida social se centraría exclusivamente en la “piedra angular de la escasez”. Se parte del supuesto de que los deseos del hombre son elevados en comparación a sus recursos; por tal motivo, la planificación estratégica lo ayuda a organizar racionalmente sus recursos para cumplimentar sus expectativas. Se parte, así de una visión mutilada de la naturaleza humana la cual lo subordina al orden económico vigente. El discurso de Truman marca un antes y un después no sólo en la cuestión del desarrollo sino la incursión de los Estados Unidos en la escena política mundial (Hyden 1997; Korstanje 2011b).
 
En esta misma línea, Corbalán (2004) marca el hito de la hegemonía estadounidense entre las décadas de 1980 y 1990. La racionalidad como modelo de distinción dio origen, en su lugar, al concepto de “gobernabilidad”. Los especialistas, para ser más exactos los trilateralistas, propugnaron abolir la lógica intervencionista del Estado y sustituirla por la del “libre mercado”. La progresiva pérdida de hegemonía de los Estados Unidos luego de la irrupción cubana, la liberación de África, y los movimientos independentistas en el medio oriente, conllevó a un cambio de dirección en plan de control.

Dentro de las ciencias sociales como la antropología, disciplina que tenía ya muchos de sus referentes en trabajos de campo en América Latina, África o Asia, se discute la idea de ver al desarrollo bajo el prisma de dos lógicas opuestas. Una rama conocida como “la antropología del desarrollo” promulgaba la tesis que las comunidades no occidentales, o los países subdesarrollados no tenían posibilidad de cambiar su condición a través de simples créditos que luego no iban a poder pagar por falta de capital. En este sentido, tanto los organismos de préstamo internacional como el Banco Mundial, enviaban a sus asesores (expertos) a aquellos “Estados” que solicitaban (o no) una ayuda financiera y los “guiaban” en materia de “reformas estructurales”. Todos estos cursos de acción combinados lograron (temporalmente) aplacar los ánimos de ciertos regionalismos o movimientos nacionalistas locales en favor de una centralización planificada cuyas consecuencias llevaron a invisibilizar la voz de las comunidades locales (Corbalán, 2004).   

Por regla general, la antropología del desarrollo, formada mayoritariamente por escritores de formación marxista, sostenía que la voz de la comunidad no era tenida en cuenta en los programas del desarrollo, arbitrariamente armados y fijados desde el hemisferio norte. Los valores culturales por medio de los cuales se concebía a una nación como desarrollada estaban asociados a Occidente. Según los parámetros de racionalidad occidental, grupos humanos no occidentales eran evaluados según programas confeccionados para otras sociedades. En este contexto, los préstamos financieros eran parte del problema y no de la solución, hasta el punto en que una gran cantidad de países terminaron la década del 90, con una gran deuda y pagando intereses exorbitantes sin que sus programas de desarrollo hayan llegado al éxito. En parte porque los programas estaban delineados siguiendo valores occidentales que los nativos no conocían y a los cuales ellos no podían plegarse. La respuesta de los fondos de inversión y los organismos internacionales fue convocar rápidamente a una junta académica que evaluara la situación. En diversos comunicados se dejó constancia que los fracasos se debieron a incompatibilidades sustanciales en las culturas de origen que habían solicitado los créditos y no en quienes los habían emitido sin ningún tipo de control. Patologías sociales como la corrupción, las guerras internas, los golpes de estado y otros habían sido las causantes de la falla de los programas de desarrollo adoptado por el tercer mundo (Escobar 2011; Korstanje, 2008; 2011b). 

Empero, una segunda escuela denominada “antropología para el desarrollo”, por el contrario, intentó echar luz sobre los aspectos positivos de los programas de desarrollo. Para este grupo, el desarrollo es un instrumento, en sí no es ni bueno ni malo. En la mayoría de los países la pobreza es vista como un problema a mitigar, para ganar mayor legitimidad política. En una economía global, no es extraño que los países adopten al turismo como forma económica que les permita movilizar los resortes de la economía. Los empréstitos pueden ser positivos si son regulados endógenamente por los interesados, descentralizados pero monitoreados por el poder estatal. Obviamente, existe un reparo ético por parte de los grandes organismos internacionales quienes como cualquier entidad bancaria se encuentran impedidos de prestar a pagadores de dudosa condición. En sí misma, la idea del desarrollo implica no solo la idea de combatir a la pobreza, como flagelo, desde todos los ángulos posibles sino en mejorar la calidad de vida de las personas ya sea en educación, sanidad, vivienda y otros servicios (Grillo & Rew 1985).

En perspectiva, Jean y John Comaroff advierten en los problemas culturales del sobre-endeudamiento cuando el proceso no es regulado eficientemente. La posición del mercado ofrece diversas posibilidades a la comunidad local para salir de la pobreza, que van desde el “empoderamiento” hasta la adopción de comercializar la misma tradición en post de una demanda turística internacional. Si bien en una primera instancia la comunidad mejora sus condiciones, con el paso del tiempo, los diversos conflictos entre los miembros de la comunidad llevan el proyecto al fracaso financiero. Las grandes cadenas de capitales compran el “fracaso” a la comunidad, a quienes se los necesita como commodities de la tradición que se pretende explotar, pero relegándolos a una posición de segundo orden o periférica. En otros contextos, el éxito de las comunidades locales despierta la necesidad en el gobierno central de controlar en forma centralizada la explotación del lugar. La autonomía conferida por el mercado al grupo de aborígenes, muchos de ellos relegados históricamente por el estado nacional, entra en conflicto con los intereses gubernamentales. Como resultado de ello, surge una alta probabilidad de conflicto que puede o no culminar en una “matanza étnica” o conflicto de gran envergadura (Comaroff y Comaroff 2009).

¿Es el turismo un mecanismo de Inclusión Social?

Siguiendo los lineamientos discutidos en la sección precedente asociados a la pobreza, el turismo y el desarrollo, en la presente se abordarán una serie de estudios de caso sobre los principales estudios en la materia, sin perjuicio de aquellos trabajos que deben ser excluidos por temas de espacio. 

La explotación de sitios turísticos ofrece una nueva oportunidad de distribución de la riqueza para el siglo XX. La falta de estudios analíticos en materia de la contribución del turismo a reducir la pobreza es evidente en todo el mundo; en parte por la dificultad en homogeneizar indicadores claros que puedan ser medidos, pero también debido al interés del mercado fuera del área de consumidores, a la cual se encuentra habituado.
En este sentido, el turismólogo argentino Julian Kopecek observa que la sustentabilidad y el turismo pueden ser grandes aliados en la lucha contra la pobreza. Para ello es necesario no solo expandir las bases del turismo popular, cuyo arquetipo descansa sobre la ciudad de Mar del Plata, sino por el acompañamiento estatal que hace del turismo una forma productiva funcional al “crecimiento sustentable” (Kopecek, 2007).

Por su parte, Elisa Pastoriza alude al turismo de masas o popular como una forma de democratizar una actividad que hace mucho tiempo atrás estaba reservada sólo para una elite aristocrática. El acceso a las prácticas de veraneo fue un verdadero logro de los sectores populares, logros que configuraron la identidad de Mar del Plata como un destino masivo de veraneantes. Los avances tecnológicos en Francia para 1936, no solo facilitaron una ampliación de derechos en lo laboral, sino que además posibilitaron que masas de trabajadores accedieran al ocio y al veraneo como prácticas habituales. En lo que se considera un verdadero “efecto democratizador”, el turismo y la pobreza han estado históricamente ligados entre sí. No obstante, este encuentro se ha dado con ciertos clivajes y conflictos entre las clases, algunos de ellos que perduran hasta nuestros días (Pastoriza 2011). Empero ¿qué puede decirse hoy sobre la igualdad social y el turismo?  

Cordero Ullate (2006) explica que el turismo no obedece a valores culturales más amplios o democráticos (como sugiere Pastoriza), sino a la maduración de formas productivas capitalistas altamente concentradas y centralizadas. Más allá de la quimera discursiva propia del desarrollo, la experiencia turística se determina por medio de producción de bienes que son consumidos y distribuidos siguiendo la lógica de explotación capitalista. La expansión del turismo como actividad coincide con la dominación mundial de los capitales concentrados. El consumo de los recursos locales por parte de la demanda internacional no se condice con la producción de riqueza que la actividad deja en la comunidad. El impacto del turismo en las comunidades aborígenes latinoamericanas se torna negativo en tanto que las estructuras estatales están imposibilitadas de frenar el grado desproporcionado de acumulación del sector privado.

Sin lugar a dudas, uno de los grandes enemigos de la sustentabilidad promovida por el turismo parece ser su gran fortaleza, la especulación inmobiliaria. En un punto, sin la infraestructura y la inversión necesaria, el turismo moderno orientado a cautivar a la demanda internacional no sería posible; empero, una vez que los capitales arriban a su destino, la especulación subvierte el orden político de las comunidades en favor del mercado. La tesis de la gentrificación ha sido una continuación de las antiguas preocupaciones de la Escuela de Chicago y la teoría de la descomposición social en donde convergían demografía, política y economía. Las formulas económico-demográficas originalmente propuestas por JJ Palen y B. London (1984) intentan explicar que cuando el valor de la casa (propiedad) sube, también lo hace la demanda sobre el suelo donde esa propiedad se encuentra construida. Dependiendo de factores como el ingreso, la composición familiar y la edad de los residentes, se accionan diversas dinámicas de tracción donde los trabajadores profesionales adquieren beneficios y oportunidades tácticas para comprar las propiedades de los trabajadores no especializados. Como resultado, los profesionales con mayor poder adquisitivo desplazan de sus respectivos barrios a los antiguos dueños. El proceso de gentrificación opera cuando se dan algunos de los siguientes indicadores:

  • Cuidado y re-acondicionamiento urbano.

  • Retasación del terreno.

  • Especulación de compañías inmobiliarias.

  • Inversión de grandes capitales privados

  • Patrimonialización de espacios fagocitados por el turismo y las industrias culturales.   

Como bien lo ha estipulado H Herzer (2008), la gentrificación no solo es producto del mercado cuando no es regulado, sino que opone fuerzas para crear conflicto. Por un lado, revitaliza los espacios generando cierta inclusión, pero una vez introducido el capital, crea resentimiento y desconfianza a tal punto de afectar seriamente los intereses comunitarios. El declive de cualquier localidad se encuentra sujeto a cambios estructurales en la coyuntura social y política. Los procesos de desindustrialización o precarización laboral se ven acompañados por aumento en el consumo de alcohol, crimen y otras patologías sociales. En un punto, la gentrificación ofrece una solución radica que pone al actor en segundo lugar. Por medio de la inversión de capitales, las zonas son reconstruidas acorde a valores fabricados y consumidos por las grandes industrias culturales. Lejos de alcanzar los beneficios del nuevo proceso, los antiguos moradores abandonan sus antiguos lugares de residencia para afincarse en zonas periféricas. Ya sea por los impuestos, o el uso coactivo de la fuerza, el estado y el mercado juegan un rol importante garantizando los procesos de gentrificación.

M. Di Virgilio (2008) considera que el desempleo, el riesgo social, la dependencia de las drogas son claros indicadores de descomposición del lazo social. El crimen como una amenaza a la paz pública, muchas veces es utilizado por ciertos grupos de poder para proteger sus propios intereses.  Aplicado esto a la gentrificación, el problema de la inseguridad no revista importancia sino por medio de la reflexión de que sólo pueden estar protegidos aquellos que pueden pagar. M. Gómez Schettini y L Menazzi (2011) afirman que el fin de la década de los noventa, permitió ciertos cambios de infraestructura en los barrios del sur como San Telmo. El turismo en conjunción al concepto de la identidad fue de capital importancia para que los ciudadanos pudieran valorar su propio pasado. El punto de discusión radica no solo en que se valora, sino bajo cuales parámetros. Los valores que resalta la patrimonialización parecen no respetar el consenso colectivo de todos los involucrados, a la vez que son diseñados por el mercado mismo con el fin de crear valor añadido a los espacios públicos. Bajo ciertas condiciones, cuando la expansión promovida por el turismo no es planificada en forma sustentable, los proceso de gentrificación, tal y como han sido descritos, pueden reforzar cadenas de exclusión y mayor pobreza, o turismo de enclave.

Turismo en América Latina

Carlos Carbonell explica que los países latinoamericanos han trabajado duro para intentar vencer las grandes concentraciones financieras acumuladas en las últimas décadas, aún así, existen grandes desigualdades que deben ser corregidas. Atender exclusivamente a las demandas del mercado, la cual tiene una tendencia a la concentración, implica priorizar la maximización de utilidad sobre otros criterios. Indudablemente, esta forma de pensar ha dado como resultado los modelos de turismo de enclave, el cual se lo define como un proyecto centralizado de gran escala circundado por grandes cordones de pobreza y exclusión. El bienestar de los residentes pasa a un segundo o tercer plano, dejando los esfuerzos en planificación a favor de satisfacer las necesidades de la demanda (Carbonell, 2008).

El crecimiento económico del turismo sugiere, entonces, una oportunidad para los gobiernos locales de mejorar no solo las condiciones de vida de sus respectivos pueblos, sino de dotar a sus comunidades de una imagen de sí mismas que sea conducente con la auto-administración de los recursos. En este sentido, E. Yunis Ahues (2008) desarrolla cinco indicadores que permiten potenciar el turismo en forma sustentable. Los países latinoamericanos por la variedad de su fauna, flora, culturas y tradiciones poseen una ventaja competitiva en comparación con los países desarrollados. La deforestación, y los problemas ecológicos son mucho más marcados en los centros industriales de Europa o Estados Unidos que en la región.  Esta ventaja abre la puerta a un potencial de expansión en donde las actividades turísticas puedan crear la riqueza necesaria para ser distribuida equitativamente. A esta capacidad de atracción, se le suma una segunda variable que es la oportunidad de acceder a costos realmente bajos de explotación como pasajes, costes de transporte y alojamiento. Estas condiciones propicias pueden ser manejadas por un “fuerte liderazgo político que opere sobre los siguientes puntos principales:

  • Crear consciencia sobre el problema de la pobreza.

  • Coordinar esfuerzos públicos y privados para lograr el empoderamiento de la población.

  • Conformar un marco jurídico para regular efectos socio-económicos no deseados.

Según este esquema, los pasos para lograr una transformación de la comunidad constan de:

  • Empleo de personal con menores recursos:

Es una táctica que consiste en elevar la condición social de los que más necesitan, ofreciendo cursos de capacitación para ocupar los puestos en el sector de turismo que se requieren. En este sentido, se requiere un esfuerzo del sector privado. Los estudios en la materia prueban que la “profesionalización de las clases excluidas permite crear verdaderos cuadros de trabajo” y vencer el circulo vicioso de la pobreza.

  • Comercialización de bienes a los turistas en manos de la población local.

La comunidad local debe organizarse con el fin de monopolizar los bienes y servicios que se le van a ofrecer al turista. Es necesario no solo evitar la excesiva inversión extranjera, o exógena, sino las poblaciones pueden arrendar formas alternativas de transporte, como camellos, burros e incluso caballos que confieran valor agregado al producto que ofrecen.
 

  • Venta de bienes y servicios a otros tour operadores.

Proveer a la planta turística de los insumos necesarios genera un efecto multiplicador en la economía local. El primer obstáculo es vencer la lógica que impera en los mercados abiertos de capitales, donde los resort abren la economía a importaciones pues consideran que sus productos son de mejor calidad. Si el turista se encuentra en el lugar para experimentar algo nuevo, no menos cierto es que lo que se le ofrece debe ser local.  En este contexto, el incentivo estatal debe estar puesto en poner nuevos incentivos para cambiar la cadena de distribución que se origina en la demanda de los segmento a favor de los residentes.

  • La Creación de micro-empresa turístico.

El primer paso consiste en vencer la caridad estatal, adoptando posturas de micro-emprendimiento en manos locales. El turismo por ser una industria que demanda una gran variedad de insumos permite no solo la creación de este micro organizaciones sino además una alta diversificación de productores involucrados.

5- Impuestos sobre las transacciones turísticas que ayude a los sectores más vulnerables.
Los impuestos y gravámenes impuestos por el Estado son herramientas de capital importancia para movilizar las ventajas competitivas de los sectores. A la vez que en ciertos sectores se pueden grabar impuestos para destinar el dinero a los sectores menos beneficiados, en otros contextos, se puede exceptuar ciertas regiones para favorecer los micro-proyectos turísticos.      

Partiendo de la base que la exclusión denota “una separación voluntaria o forzada de una persona o grupo respecto a sus características y/o posibilidades”, es importante que el estado preste atención a las causas económicas por las cuales se debe terciarizar funciones que son propias de él al sector privado. Si la adopción de políticas turísticas conjuntas entre sector público y privado permite la regulación de aquellos factores que pueden atentar contra el funcionamiento del destino y por ende afectar la inclusión de ciertos grupos, no menos cierto es que el miedo y la imposición del discurso de la inseguridad sientan las bases para estigmatizar y excluir a ciertos colectivos (Vázquez Soriano, 2008). Los casos y experiencias prácticas en materia de planificación en América Latina demuestran tres realidades bien definidas:

  • Muchos políticos y planificadores aluden a la patrimonialización de una zona o región como instrumento para vencer la pobreza. No obstante, los aspectos que se muestran de ese patrimonio son ideológicamente manipulados.

  • La imposición de un discurso del temor estandarizado permite a ciertas elites construir barreras que no permite la inclusión del otro diferente en los grandes resort.

  • La inversión privada, sobre todo en zonas urbanas precarizadas, permite crear una nueva red de bienes y servicios, mayor presencia de las fuerzas de seguridad que resuelve el problema de la violencia. No obstante a ello, el espacio turístico queda vedado para la migración forzada o para ciertos grupos.

             
Por último, reflexiona Wilmar Peña Collazos (2008) respecto a la “filosofía ética de la pobreza” en las grandes sociedades de consumo post-industriales. Debemos comprender a la miseria como una consecuencia de la planificación reduccionista que pondera el valor económico sobre otros factores de la vida. En términos prácticos, la pobreza se genera por la acumulación de una migración que es forzada a dejar sus lugares de residencia por falta de oportunidades. El contraste, se da con el turista, otro nómada no-forzado al cual se le garantizan todos los beneficios del sistema. Ese encuentro entre turismo y pobreza se explica por la disociación entre las estéticas del paisaje que busca el turista, con la estética del pobre. Sobre este último recaen los esfuerzos por invisibilizarlo o darle voz. En perspectiva, el turismo de enclave parece no prestar atención al hecho que el mundo atraviesa una crisis que involucra no solo a la ecología sino a sus propias formas productivas. La demanda turística parece estandarizar las pautas de consumo que se fijan en las sociedades de origen, consiguiendo de esa manera, un quiebre entre el visitante (indiferente del resto) y el residente (subordinado a la voluntad del turista). El enclave es algo más que un mecanismo de exclusión, es el signo de un valor donde el otro no tiene presencia, no es escuchado.

¿Qué entendemos cuando hablamos de pobreza?

¿Puede una persona ganar dinero explotando la miseria ajena?  Los estudios en la materia señalan que cuando se adopta la administración de la escasez de las comunidades por la imposición de la maximización de ganancias, surge una gran dicotomía en la idea misma de pobreza. Según nuestra percepción, ligar al turismo con la pobreza implica legitimarlo como objeto de valor, o puesta en valor de una comunidad. En parte, dicha táctica sugiere comoditizar a un pueblo entero, corriendo serios riesgos respecto sus efectos derivados. Empero, es necesario cuestionar nuestra propia idea de pobreza, hasta el punto de llevarla hacia el terreno filosófico.

Si uno le pregunta a la familia más pobre en que clase se sitúa, automáticamente responderá a la “clase media”. La percepción de “clase” de una persona se dirige siempre hacia un punto medio pues en la mayoría de los casos hay gente que tiene más y otros menos. La misma quimera sucede con la pobreza. Más allá del paradigma conceptual de la “exclusión”, cada grupo humano desarrolla acorde a sus patrones de producción, diferentes concepciones de clases. Los pobres en Estados Unidos, obviamente, tendrán diferentes modelos de consumo que en Argentina y viceversa. Al momento en que el nivel de ingreso de una familia aborigen de una comunidad local mejora respecto a otras épocas, existe la posibilidad de continuar siendo pobre en comparación a otros agentes de la misma comunidad. La misma noción de la pobreza imposibilita a la persona de adquirir el conocimiento necesario de sus posibilidades como actor económico. Cuando se habla del turismo como agente “democratizador”, o simplemente multiplicador del gasto que ayuda a mejorar las condiciones de vida, se alude a mecanismos globales de producción simbólica que hacen del nativo un commodity, una etno-mercancía en términos de Comaroff y Comaroff (2012).

Sin embargo, desde que los fijadores de precios de la comunidad quieren captar una mayor cantidad de dólares, los precios de los bienes circulantes tenderán a aumentar significativamente. La inflación creada por el turismo no solo atentará contra la posibilidad de los grupos impedidos para obtener posiciones privilegiadas dentro del sistema de consumo, sino que acelera las condiciones para que los históricamente “excluidos” caigan en lo que los especialistas llaman “empoderamiento”. En parte porque el sufrimiento ajeno nos deleita, pero por sobre todo, porque detrás de este fetiche, subyace la idea de la inclusión social como sinónimo de control. En otras palabras, que ciertos grupos tomen el control de las formas de gestionar el turismo en la comunidad, no implica que quiebren la gravitación política e ideológica de sus antiguos dueños sino todo lo contrario, que ahora las clases privilegiadas quieren observarlos, mirarlos, disfrutarlos a través del lente de la cultura occidental. Las formas estereotipadas de turismo estandarizado nos cuentan la historia del colonialismo pero evitando los verdaderos valores culturales que continúan presentes en nuestras sociedades. El pobre cobra ya no por su cuota de trabajo forzado en las grandes fábricas de Chicago o Philadelphia, o en una factoría colonial, sino por dejarse ver.

Como bien afirman J. Comaroff y J Comaroff, ese camino contempla un gran riesgo. El empoderamiento hace creer al nativo que es dueño y gestor de su propio destino, y si bien su posición relativa dentro del sistema económico mejora, en seguida se da un conflicto entre su comunidad y el estado nacional que la contiene. La política de fomentar las “etno-mercancías” es directamente proporcional a las matanzas o limpiezas étnicas, debido a dos cuestiones ideológicas claves que no son discutidas por los analistas. En primer lugar, la etno-mercancía que nace con la idea de patrimonialización es un comodity cuyo precio nunca alcanza un techo. Segundo, la ideología neoliberal descansa en la creencia extendida de que una persona es gestora de su propia performance económica (Comaroff y Comaroff, 2009). Al hacerlo, sus lazos de producción se quiebran hasta el punto de ser tenida en cuenta como una mercancía más. La gravitación del factor económico sobre un territorio lleva la impronta del discurso que lo legitima, y con éste, de los valores propios de la elite que lo ha creado. Cuando hablamos de “pobres” que pueden ser protegidos o ayudados por el turismo, les conferimos una identidad creada por y para beneficio de otros. La noción de pobreza moderna se refiere a la acumulación de bienes, es decir descansa sobre el principio de escasez. Una persona no es pobre por lo que necesita, sino por lo que le es negado, por aquello que no tiene. La pobreza como objeto fetiche trabaja sobre la fantasía del anhelo precisamente sobre aquello que no se necesita pero se desea poseer (Skoll y Korstanje, 2014).

Siguiendo a Rawls, podemos poner el ejemplo de dos sociedades A y B. De común consenso, la primera decide desarrollar formas agro-pastoriles de producción económica generando serias asimetrías entre los grupos; una clase aristocrática que monopoliza el total de campos cultivables, y una clase campesina que trabaja por la subsistencia. Una segunda sociedad decide trabajar duro hasta llevar su economía hacia el desarrollo industrial. Centrados en la igualdad y en la cooperación, necesaria para estimular una gran movilidad, este grupo posee una gran masa de capital y circulación de bienes. ¿Puede decirse que la sociedad A es pobre y la B es rica?, si ambas han definido de antemano sus valores de origen ¿por qué la sociedad B debe ayudar a la A? y lo que es pero, ¿por qué B supone que A necesita de ella?   

Los miembros de la sociedad B pueden argumentar que su sacrificio amerita disfrutar de ciertos privilegios respecto a sus colegas de A. Empero si juzgamos por los valores de B, la forma en que vive A, ¿no estaríamos cayendo en una suerte de etnocentrismo solapado de paternalismo?  Rawls sostenía que si una de las dos sociedades cambiaba sus reglas de origen, la situación se tornaba injusta pues contradecía el pacto “original” entre los miembros. Pensar la relación de la pobreza, el cual es un término vacío y abstracto, con el turismo con mayor profundidad conceptual es una de las tareas de los próximos años por parte de la academia.

Conclusión

Desde el momento, en el cual un grupo humano se autodenomina, o considera “pobre”, automáticamente abraza los valores culturales propios del capitalismo. Al hacerlo, no erradica su condición de pobre, sino que permite sentar las bases para convertirse en gestor de su propia pobreza. La falacia radica en la forma en la cual se define la inclusión o la exclusión en el ethos-productivo (Korstanje, 2011a). En la post-modernidad, la responsabilidad ética por la protección del ciudadano ya no le corresponde al estado. Los discursos de los Organismos de Crédito Internacional dan muestra de las ineficiencias de los estados nacionales para manejar los reclamos de la ciudadanía.  Por el contrario, tampoco el mercado liberal se encuentra interesado en proteger a los ciudadanos en un mundo altamente globalizado, conectado y de gran incertidumbre. Puntualmente, las compañías de seguros parecen tener serios problemas para poder cubrir los costos de los desastres naturales producidos por la introducción de la tecnología occidental. La responsabilidad, ideológicamente hablando, por el propio futuro ha quedado en manos del propio sujeto quien debe ser su propio gestor. La pobreza alude a un estado ficticio que permite la propia “gobernabilidad del sujeto” sobre sí y los suyos, en razón siempre de una carencia que es impuesta desde fuera. 

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Recibido: Noviembre 2014 Aceptado: Febrero 2015 Publicado: Febrero 2015


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