Observatorio de la Economía y la Sociedad China
Número 7- junio 2008

LA IDENTIDAD TAIWANESA
¿Factor desencadenante de un conflicto bélico en el Estrecho de Taiwán?
 

Jesús Ángel Merino Sancho (CV)



Asia Oriental se ha convertido en una zona con un peso específico en la escena internacional de primer orden, que sin duda se incrementará en este nuevo siglo. Hacia esta parte del Planeta, se está desplazando a marchas forzadas el centro de gravedad económico mundial. Por tanto, la estabilidad en la zona no es sólo una cuestión de índole regional. Un conflicto bélico de magnitud en esta zona tendría repercusiones de carácter mundial. Entre los posibles focos de tensión en la región, destaca la posibilidad en principio remota (y más desde hace unos meses) pero no descartable, de un conflicto bélico entre la República Popular China y Taiwán, que muy posiblemente derivaría en un conflicto de alcance internacional

En este trabajo iniciado a finales de 2007 y finalizado el 16 de junio de 2008, se aborda la hipótesis de que estallara un conflicto bélico como consecuencia del creciente sentimiento identitario taiwanés en la sociedad. Como no podía ser de otra manera, se recoge las repercusiones que sobre el tema pueden tener los procesos electorales celebrados en Taiwán en enero y marzo de 2008.  


Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:

Merino Sancho, J.A.
: "
La identidad taiwanesa" en Observatorio de la Economía y la Sociedad de China Nº 07, junio 2008. Accesible a texto completo en http://www.eumed.net/rev/china/



1.- INTRODUCCIÓN

Asia Oriental se ha convertido en una zona con un peso específico en la escena internacional de primer orden, que sin duda se incrementará en este nuevo siglo. Hacia esta parte del Planeta, se está desplazando a marchas forzadas el centro de gravedad económico mundial. Por tanto, la estabilidad en la zona no es sólo una cuestión de índole regional. Un conflicto bélico de magnitud en esta zona tendría repercusiones de carácter mundial. Entre los posibles focos de tensión en la región, destaca la posibilidad en principio remota (y más desde hace unos meses) pero no descartable, de un conflicto bélico entre la República Popular China y Taiwán, que muy posiblemente derivaría en un conflicto de alcance internacional.

Es éste un tema en el que confluyen los intereses no sólo de los dos principales protagonistas de una hipotética confrontación, sino de otros actores internacionales. Tampoco debemos perder de vista que vivimos en un mundo globalizado y que los intereses de terceros pueden, en cualquier momento, imponerse a los de los afectados en primer lugar, y en consecuencia, cabe la posibilidad poco probable, pero no imposible, de que fueran precisamente los intereses y las presiones de terceros los que abocaran a las partes (aún en el supuesto de que estuvieran poco predispuestas) al conflicto. Por ello, consideramos oportuno delimitar, acotar el objeto de este trabajo y centrarlo exclusivamente en el análisis de la posibilidad de conflicto bélico como consecuencia de la emergencia de un creciente nacionalismo taiwanés, diferente del nacionalismo chino de la parte continental.

El objeto de la investigación se justificaría fundamentalmente, porque recientemente, se han producido acontecimientos que podrían incidir de modo muy directo en el tema. En efecto, durante el primer trimestre de 2008, se han celebrado elecciones legislativas (12 de enero) y presidenciales (22 de marzo) en Taiwán. Además, coincidiendo con estas últimas, se han celebrado también sendos referéndums: uno propuesto por el presidente saliente de Taiwán y declarado independentista, para conocer si la población apoyaría el cambio de nombre actual del país, República de China, por el de Taiwán, con vistas a solicitar el ingreso de Taiwán en la ONU; el otro, propuesto por el principal partido de la oposición, el Kuomintang, que proponía que los electores se pronunciaran sobre el ingreso en la ONU con el nombre de República de China. La mera aprobación del cambio de nombre hubiera significado romper el principio de “una sola China” que hasta los dirigentes del Kuomintang aceptan. Todo ello, hubiese colocado al gobierno de Beijing en una situación comprometida, especialmente ante su opinión pública y, de no actuar se habría cuestionado seriamente la legitimidad del Partido Comunista para detentar el poder. Interesa pues, conocer en la medida de lo posible hasta dónde está dispuesta a llegar la sociedad taiwanesa, hasta qué punto el sentimiento identitario, el emergente nacionalismo, puede ser causa de un enfrentamiento bélico en el Estrecho de Taiwán.

Objetivos del trabajo

Fundamentalmente son:

a) confirmar la existencia de una identidad taiwanesa, un sentido de pertenencia a una entidad distinta de la República Popular China, y que constituye la base a partir de la cual se podría generar un nacionalismo taiwanés

b) conocer cuáles son las causas que en su caso, hayan podido generar un sentimiento identitario en la sociedad

c) determinar si el sentimiento identitario es mayoritario o no en la sociedad taiwanesa

d) averiguar si un nacionalismo taiwanés, en defensa de sus postulados, estaría dispuesto a llegar a un enfrentamiento bélico con la República Popular China

Presentación de la hipótesis a verificar

La hipótesis de partida sería la siguiente:

La existencia de una identidad taiwanesa y el creciente nacionalismo en la isla de Taiwán, no parece que pudieran conducir a corto plazo a un conflicto bélico con la República Popular China.

2. CUESTIONES PREVIAS

2.1 Trasfondo histórico.

La historia, sobre todo la reciente, deviene un elemento clave para entender el origen y evolución del sentimiento identitario taiwanés. Interesa poner de relieve los principales hechos y factores que a lo largo de la historia han podido contribuir a la formación de la identidad taiwanesa. Al abordar la cuestión de las vinculaciones entre la China continental y la isla de Taiwán podrían diferenciarse claramente tres fases.

2.1.1 Hasta 1683

Los orígenes de la población aborigen de Taiwán son discutidos y se trata de una cuestión que con frecuencia se utiliza instrumentalmente al servicio de posicionamientos políticos enfrentados. Pero en general, como señala Manel Ollé (2004, pp.12), la mayoría de antropólogos coincide en considerar que existen vínculos importantes entre los aborígenes taiwaneses y las culturas austronesias (malayas y polinesias) del sudeste asiático.

Aunque desde el año 239 a.C. han existido contactos oficiales, registrados, entre China y la isla de Taiwán, tuvieron siempre carácter esporádico y hasta el siglo XVII no se acompañaron de establecimientos permanentes. Manel Ollé (2004, pp.13-14) ha sabido sintetizar acertadamente la falta de interés del Imperio del Centro por incorporar la isla a sus territorios: “China no manifestaba su sinocentrismo en términos ofensivos o asimiladores, sino en términos defensivos y de separación respecto de los bárbaros de las periferias incivilizadas. Esto explicaría que, a pesar de la proximidad de Taiwán respecto a la costa continental china y a pesar de que las autoridades imperiales tenían un conocimiento geográfico de la isla, no se emprendieran iniciativas de dominación de la isla, y que cuando esto se hizo, en la segunda mitad del siglo XVII, fue en un contexto de confrontación dinástica [v. p.11] más que por voluntad expansiva y de control efectivo del territorio y de su población.”.

Los portugueses ya descubrieron Taiwán en el siglo XVI, y admirados por la belleza de la isla la denominaron Formosa. En el siglo XVII, Taiwán se convierte en escenario de luchas entre países europeos, Holanda y España, que pugnan por el dominio de la isla por su posición estratégica en las rutas comerciales. España tuvo escasa y limitada presencia en el tiempo. Holanda, que ya había establecido colonias en Java, conquistó en 1623 las islas Penghu, (islas Pescadores) desde donde controlaba el estrecho de Formosa y a los juncos chinos que se dirigían desde Fujian a Manila lo que le enfrentó al Imperio chino. Las hostilidades finalizaron en 1624 con un acuerdo en virtud del cual, China permitió el establecimiento de los holandeses en la parte sur de la costa de Taiwán y aceptaba la creación de una vía comercial holandesa desde la isla hacia el continente. A cambio, los holandeses se retiraban de las islas Penghu. Pero interesa resaltar en este punto, como recuerda Manel Ollé (2004, pp.18) que: “Este acuerdo podría sugerir una soberanía del imperio chino sobre Taiwán que en aquel momento no existía ni en el plano jurídico ni efectivo. Pero lo cierto es que no deja de confirmar una vez más el desinterés secular del imperio chino hacia la isla vecina de Taiwán.” Durante la época en la que los holandeses mantuvieron enclaves en la isla, se calcula que más de 50.000 chinos continentales, en sucesivas oleadas emigraron hacia Taiwán, donde eran empleados como mano de obra en las plantaciones dirigidas por los holandeses.

Los holandeses permanecieron en la isla hasta 1662, cuando fueron expulsados por Zheng Cheng-gong, conocido por Koxinga entre los occidentales. Este militar partidario de la derrocada dinastía Ming, se enfrentó a las tropas de la recién instaurada dinastía Qing de los manchúes. Huyendo de los ejércitos de los nuevos dirigentes, se refugió en la isla de Taiwán, desde donde pensaba reorganizar sus tropas e iniciar la reconquista de la China continental, una estrategia parecida a la que proyectaría Chiang Kai-shek casi 300 años después, como observa Xulio Ríos (2005, pp.21).

2.1.2 Desde 1683 hasta 1895

Los ejércitos de la nueva dinastía Qing se enfrentaron durante años a las tropas de Koxinga y de su hijo y conquistaron Taiwán en 1683. Se iniciaba así un período de soberanía china sobre la isla que duraría hasta 1895.

Administrativamente, Taiwán se integró en los primeros tiempos en la prefectura de la provincia de Fujian. El dominio Qing estuvo marcado entre otros aspectos por el desembarco en la isla de oleadas de inmigrantes chinos, sobre todo de la provincia de Fujian. Esta presión sobre el territorio implicó que los aborígenes fueran desposeídos de sus tierras y, marginados, tuvieran que refugiarse en las montañas. A lo largo de los doscientos años fueron frecuentes las revueltas populares protagonizadas por los aborígenes. En 1776, se creó la Oficina de Asuntos Bárbaros con el objeto de regular las relaciones de conflicto entre los colonos chinos y los aborígenes surgidas por la ocupación de las tierras de estos últimos. Pero, nos recuerda Xulio Ríos (2005, pp.22), “La creación de dicha oficina no detiene, en absoluto, el acelerado proceso de sinización de las etnias presentes en la isla, si bien es desarrollado por inercia, sin que obedezca a una política estrictamente calculada y definida con dicho propósito, favorecido por la abrumadora presencia de continentales y su papel predominante en la evolución de la isla a todos los niveles”. China no se preocupó excesivamente por el desarrollo de la isla, y sólo cuando en la segunda mitad del siglo XIX las potencias occidentales empezaban a mostrar su interés por Taiwán, impulsó, dentro del movimiento modernizador de los Qing, medidas para el desarrollo social y económico y elevó el nivel administrativo de Taiwán que pasó de prefectura a provincia.

2.1.3 De 1895 a la actualidad

El período más reciente de la historia de Taiwán está marcado por dos acontecimientos: la ocupación japonesa de 1895 a 1945, y la retirada de los ejércitos de Chiang Kai-shek a la isla como consecuencia de su derrota en la guerra civil china.

2.1.3.1 La ocupación japonesa (1895-1945)

En 1894 China y Japón entraban en guerra por el control de Corea. La guerra finalizó con la derrota de China que tuvo que aceptar suscribir el Tratado de Shimonoseki, en 1895. Entre otras estipulaciones, en el documento se establecía la cesión a Japón de la soberanía de Taiwán y las islas Penghu.

Françoise Mengin, (2006), destaca que el territorio de Taiwán no fue escenario del conflicto bélico entre China y Japón, sino que pasó a depender de Japón como consecuencia de un Tratado. En 1945, como consecuencia de otra derrota, esta vez, la de Japón, se retrocedió a soberanía china la isla. Ni en 1895, ni en 1945 se consultó a los taiwaneses. Sin embargo existe una diferencia: en 1895, los japoneses permitieron a los taiwaneses que pudieran seguir siendo chinos, a condición de que abandonaran la isla; en 1945 no se consultó a los taiwaneses, las potencias aliadas, ya habían decidido en las Conferencias del El Cairo y de Postdam, que Taiwán retornase a soberanía china.

F. Megin (2006), pone de relieve, por otro lado, que el imperialismo japonés presenta unas especificidades que hacen que la historiografía predominante lo considere como una anomalía. Japón es una potencia colonial tardía, que justo acaba de escapar a intentos de colonización cuando inicia, a su vez, procesos colonizadores. Sus colonias, Taiwán, las Islas Pescadores, Corea, etc, están muy cerca de la metrópoli. Los japoneses son unos colonizadores “no blancos”, étnicamente próximos a loa habitantes de sus colonias. Por otra parte, Japón, en los inicios de su expansión imperial es económicamente débil, es un imperio “sin capital”.

En los primeros años de la colonización (F. Megin 2006), el discurso dominante entre las élites japonesas tanto en la administración colonial como en la metropolitana, era el de una posible asimilación (doka) entre los japoneses de la metrópoli y la población han de Taiwán. Pero en la práctica, lo que se produjo fue una discriminación sistemática de la población insular, como consecuencia de que el invasor tuvo que hacer frente entre 1985 y 1915 a revueltas armadas y la asimilación fue descartada.

En efecto, durante los primeros años de la ocupación japonesa, se produjeron revueltas de la población china de Taiwán pero nunca involucraron a un gran número de población. Manel Ollé (2004, pp.26) lo atribuye a que: “A pesar de que la mayoría de la población china de la isla mantenía un fuerte enraizamiento familiar, cultural, religioso, etc., con las provincias continentales vecinas (Fujian, y en menor medida Guandong), no se había desarrollado en Taiwán un sentimiento nacionalista chino que hubiera podido movilizar con mayor fuerza a la población china de la isla: Taiwán solo llevaba diez años con el estatuto de provincia china”.

Entre 1920 y 1937, se adopta oficialmente la política de asimilación (doka). En la práctica, según Mengin, (2006) esta política: “no tuvo más objeto que conseguir que la élite local –propietarios terratenientes e intelectuales- no pudieran constituirse en contrapoder: esta élite era invitada a niponizarse, renunciando a la práctica del vendaje de pies, y a adoptar los usos y las costumbres del colonizador, su lengua o su forma de vestir. Pero esta política declarada de asimilación, no se acompañó de la atribución de derechos políticos y de la supresión de prácticas discriminatorias en los terrenos económico y social, como la prohibición de matrimonios mixtos, por ejemplo. La asimilación declarada, se convirtió pues, en una política de asimilación discriminatoria que descansaba ante todo en una aculturación (kyoka) progresiva de los colonizados y no sobre su admisión como sujeto integrante del imperio.”

Continúa diciendo Mengin, que: “Para poder reclutar a la población insular en las filas del ejército imperial, desde el principio de la guerra sino-japonesa, se puso en marcha la política denominada de imperialización (kominka) entre 1937 y 1945. Lejos de los ideales de la asimilación, fue una política de asimilación coercitiva, por una parte, la prohibición del uso del chino y de los dialectos locales, la obligación de niponizar los nombres de familia chinos o de convertirse al shintoismo, la generalización de las formas de vestir japonesas, y, por otra parte, la prohibición de toda forma de oposición política local con el cierre de todos los periódicos, partidos políticos, sindicatos, y el encarcelamiento o arresto domiciliario vigilado de los opositores reales o presuntos.”

A pesar de que el tratamiento que los japoneses dieron a la isla fue el de colonia, -más del 90% de las exportaciones tenían como destinataria la metrópoli según Manel Ollé (2004, pp.28)- impulsaron sin embargo un notable desarrollo económico: construcción de infraestructuras, aumento de la productividad en la agricultura, industrialización. Según Mengi, (pp 72) a partir de 1902, lo esencial del comercio exterior de la isla no se hacía con China sino con Japón. En 1905, la colonia devino financieramente autónoma. En un principio, la prioridad se otorgó a la agricultura. Sólo se desarrolló una industria, ligera, a partir de los años 1920, industria agroalimentaria y artesanal esencialmente, en manos de insulares. La guerra sino-japonesa favoreció una tardía industria pesada en manos de inversores japoneses. Esta industria absorbió mano de obra campesina, desde el sector agrícola, hacia el sector industrial, pasando de 68.000 obreros en 1935 a 214.000 en 1943.

En lo social las mejoras en la alimentación y en la sanidad posibilitaron que la población se duplicara durante el período de ocupación japonesa y en la educación se redujeron notablemente los índices de analfabetismo hasta el 30% . Se facilitó que insulares siguieran estudios universitarios en la metrópoli. Todas estas medidas permitieron mejorar sustancialmente el nivel de vida de los taiwaneses.

Resumiendo, en lo político, los japoneses gobernaron la isla con mano de hierro hasta casi el final de la ocupación, reprimiendo con dureza cualquier movimiento opositor. Los aborígenes fueron segregados y posteriormente objeto de asimilación forzosa. El impulso modernizador no evitó que en lo cultural, los ocupantes impusieran un proceso de “niponización” de la población entre la que generalizaron la lengua, la cultura y las costumbres japonesas, lo que derivó como se ha señalado anteriormente en un proceso de importante aculturización respecto de la civilización china.

Así pues, la ocupación japonesa presenta claroscuros, un balance positivo y negativo al mismo tiempo. A pesar de la relativa brevedad temporal, la impronta se dejó notar y su influencia llega hasta nuestros días.

2.1.3.2. De la retirada de Chiang Kai-shek a la implantación de la democracia

Finalizada la IIª Guerra mundial, Taiwán y las islas Penghu fueron retrocedidas a la República de China dirigida por Chiang Kai-shek. Pero como muy bien enfatiza Manel Ollé (2004, pp.32): “De la misma manera que en 1895, el cambio de soberanía se produjo de forma súbita y sin consultar a los ciudadanos de Taiwán”. Y añade: “Las nuevas autoridades militares chinas recién llegadas desde el continente chino eran una vez más ‘exteriores’ a la isla”. La derrota de Chiang Kai-shek en la guerra civil china motivó que el general, sus tropas, funcionarios y familiares, se retiraran a Taiwán donde se calcula que en 1948 arribaron más de 1.500.000 de personas. Son los denominados waishengren o “continentales”. [v. 2.2]

Las personas que llegaron a la isla monopolizaron los puestos de responsabilidad militar, política y administrativa. (Mengin, 2006) Los nacionalistas chinos considerados en la isla como un poder de origen extranjero, acapararon el poder político con el fin de que el principio de la unidad de China no se cuestionara. “En el marco de la política cultural de sinización, las instituciones nacionales, denominadas centrales, fueron no sólo importadas del continente, sino que se superpusieron a las instituciones locales –las de la provincia, las de los distritos y las de los municipios- y los cargos de carácter electivo representados en las tres asambleas representativas de ámbito nacional –Asamblea nacional, Yuan Legislativo y Yuan de control- fueron transformados en cargos vitalicios a partir de 1954 para que pudieran continuar con la pretensión de representar el conjunto de la nación china. En definitiva, la alta jerarquía del partido, del ejército del gobierno, de la administración y de la universidad fueron reservados a la minoría de los continentales o waishengren, cerca de un 14% de la población.”

Los recelos mutuos entre los militares y la población empezaron muy pronto. Según Ollé, (2004, pp.32-33) los mandos militares chinos consideraban a la población taiwanesa desafecta a China y colaboracionista con los japoneses. Las élites fueron despojadas de buena parte de su riqueza y desposeídas de sus cargos en la Administración pública. Incluso en el terreno de la lengua, era difícil el entendimiento, puesto que la gran mayoría de la población podía hablar el japonés y su lengua materna, el dialecto chino “minnanhua”, pero no el chino estándar o mandarín. Así pues, no es de extrañar que como dice Ollé, (2004, pp.33) “Los taiwaneses no tardaran en hacer comparaciones entre sus antiguos colonizadores japoneses y sus nuevos gobernantes chinos: las tropas nacionalistas llegadas desde el continente se mostraban incapaces de mantener en funcionamiento los servicios públicos, la economía entró en crisis, el crimen y la delincuencia crecían, reaparecieron plagas infecciosas como el cólera o la peste y los taiwaneses volvían a ser considerados ciudadanos de segunda”. Este cuadro general justificaría según Xulio Ríos (2005, pp.23) “el rechazo inicial de amplios sectores de la sociedad taiwanesa al regreso a un dominio político continental que le impide, a partir de 1945, una vez más, ejercer como dueños de su propio destino”.

Entre otros, un episodio, adquiere especial relevancia en la historia de la desconfianza de la población taiwanesa hacia la actitud del continente respecto de la isla. Nos referimos a los hechos ocurridos el 28 de febrero de 1947 (conocidos como er er ba, 2-28) Un incidente menor, el maltrato de la policía de Chiang Kai-shek a una mujer que vendía tabaco, degeneró en protestas que se extendieron rápidamente por toda la isla cuando se supo que la policía había disparado sobre las personas que protestaban por el trato infringido a la mujer. Se declaró la ley marcial y se enviaron tropas desde el continente que desencadenaron una represión que ocasionó entre 10.000 y 20.000 muertos. Las represalias se generalizaron sobre todos los sectores de la sociedad taiwanesa y perduraron en el tiempo. La importancia histórica de aquel hecho es tal que según Ollé (2004, pp.34) sus consecuencias se pueden rastrear en el desinterés de la mayoría de la población taiwanesa hacia el continente chino, y que “con el proceso de democratización de Taiwán, han emergido de forma visible a lo largo de la década de los noventa [del siglo XX] en forma de apoyo a opciones políticas contrarias a la reunificación con la República Popular China”. No obstante, los sucesos del 28 de febrero no fueron los más duros de la represión por parte del Kuomintang. Durante la época que se ha denominado como “Terror blanco”, que llega hasta bien entrados los años 50 del siglo pasado, se ejerció una represión deliberada y coordinada sobre cualquier tipo de oposición y contra la población en su conjunto, que algunos estiman supuso la ejecución de 45.000 personas.

Si bien en lo económico el balance de los gobiernos de Chiang Kai-shek y de su hijo Chiang Ching-kuo, que le sucedió en el poder desde 1975 hasta su fallecimiento en 1988, arroja en general un saldo favorable, en lo político, lo cultural y lo social, el balance no es en modo alguno positivo. Se reprimió duramente cualquier movimiento de oposición, especialmente del nacionalismo taiwanés, y se impuso como lengua obligatoria el chino mandarín o putonghua, con lo que se consolidó la fractura entre los dos grupos de población mayoritarios en la isla. Sólo con la implantación de la democracia, (década de los 90 del siglo XX) los grupos que defienden una identidad taiwanesa han podido hacer oír su voz y acceder a puestos de responsabilidad, incluso a la presidencia de la República.

Nos parece oportuno reproducir por su interés y porque es un ejemplo que ilustra muy bien las políticas seguidas por el Kuomintang, parte del artículo de T. Lepesant (2004)

El Kuomintang se aseguró directa o indirectamente, el control de tres canales de educación de la población: la escuela, la familia y la "educación inconsciente" (fórmula utilizada por Émile Durkheim en “Educación y sociología”) que consistió en la asimilación incesante de ideas por observación e inmersión en el entorno social.

La escuela fue, como en todo proyecto nacionalista, un instrumento privilegiado de esta política. Su misión era hacer de todos los taiwaneses, cualquiera que fuera su origen, “buenos chinos”, una misión reflejada en el contenido de los programas escolares, que se mantuvieron sin apenas modificación hasta la primera etapa de su reforma iniciada en 1994 y aplicada en las escuelas en 1997. Hasta esa fecha, la historia y la geografía de la isla apenas ocupaba lugar en los programas. El sistema escolar estaba orientado a la creación de una conciencia nacional china uniforme, mediante el aprendizaje de la historia, de la geografía y de la “tradición china” revisada por el Kuomintang, es decir, esencialmente las enseñanzas extraídas del confucianismo y de los Tres Principios del pueblo de Sun Yat-sen [nacionalismo, democracia y bienestar del pueblo] . Marginando el estudio de Taiwan en los programas, el poder buscaba impedir la formación de una comunidad apegada exclusivamente al territorio de la isla con el consiguiente riesgo de facilitar el germen de un nacionalismo taiwanés. La política lingüística iniciada por el Kuomintang desde 1946, que prohibía el empleo del japonés y de cualquier dialecto local (hoklo, hakka y aborígenes) en lugares públicos (y de manera particular en la escuela) en beneficio del mandarín obedecía al mismo objetivo. Era preciso aislar a los habitantes de Taiwan de todo medio de difusión espacial y de transmisión generacional de las diferentes culturas de la isla, consideradas " atrasadas" y susceptibles de ser obstáculo a la " restauración " y al " renacimiento" de la única " cultura china digna de este nombre ": la definida por el Kuomintang y cuyos pilares eran el uso del chino mandarín y un perfecto conocimiento de lo que el Partido proclamaba que era la " tradición china".

La educación paterna o familiar estaba controlada de una manera indirecta, pero también eficaz. Este control pasó, en un primer momento, por la creación de una atmósfera de terror en los años 1950 y 1960 (sucesos del 28 de febrero de 1947; terror blanco durante la década siguiente; anuncio de arrestos y de ejecuciones; fomento de la delación de los "rebeldes" o "traidores", etc.). Las represiones se atenuaron con la liberalización del régimen iniciada por Chiang Ching-kuo a finales de los años 1970, pero su recuerdo ha permanecido profundamente anclado en la memoria. Todo lo concerniente a la política era considerado en aquella época como potencialmente peligroso. Esta paranoia condujo a una forma de autocensura persistente. Todavía a principios de los años 90, un buen número de padres no hablaba jamás de política en presencia de sus hijos a los que prohibían pronunciarse en público sobre temas políticos.

Por último, la "educación inconsciente" de la juventud era canalizada por el Kuomintang. Una serie de prohibiciones se impusieron al conjunto de los medios de comunicación susceptibles de vehicular una visión distinta a la del Kuomintang. La prensa escrita estuvo durante mucho tiempo amordazada por el baojin, un sistema iniciado a principios de los años 50 que consistía en un conjunto de normas que restringían la libertad de expresión de los periódicos. Los programas de televisión y de las emisoras de radio fueron objeto igualmente de un control estricto ejercido a través de la ley de la radio y la televisión (guangbo dianshi fa) de 1978. Otro factor importante de “educación inconsciente », adoptado fuera de los marcos predefinidos por el Partido fue pura y simplemente la falta de tiempo libre. Los escolares tuvieron que soportar un empleo del tiempo excesivamente cargado: a la enorme presión paterna para que aprobaran las pruebas de acceso a los institutos y universidades, se añadían las actividades extraescolares (especialmente deportes y actividades en grupo) a menudo organizadas por el Kuomintang. Fuera del ámbito estrictamente escolar, el himno nacional debía entonarse antes de cada representación de una obra teatral, de cada concierto, de cada sesión de cine. En definitiva, el conjunto del paisaje urbano había sido remodelado a la llegada del Kuomintang a fin de convertir en real el mito según el cual la República de China era la única representante de la “Gran China”. Taiwán había sido transformada simbólicamente en una china en miniatura. El conjunto del proceso educativo tenía por objetivo formar « una juventud a imagen del Partido », es decir, erradicar cualquier forma de sentimiento de pertenencia a una comunidad afectiva distinta a la encarnada por las instituciones de la república de China refugiada en Taiwán. A principios de loa años 1980, se puede considerar que el poder había alcanzado sus objetivos, puesto que la casi totalidad de la juventud taiwanesas consideraba que pertenecía casi exclusivamente a la nación china. Sin embargo, esta adhesión a la ideología oficial no significaba que las culturas que el Kuomintang había querido eliminar habían caído definitivamente en el olvido.

2.1.3.3 La implantación de la democracia.

Chiang Ching-kuo, emprendió a partir de 1984 una serie de medidas reformadoras, (J. J. Palacios, 1999, pp.5) como consecuencia de las demandas de democratización de la oposición y en buena parte también por el descrédito de las dictaduras de la época en Asia, como en Filipinas y en Corea del Sur. En 1986 se permitió la legalización del primer partido de oposición, el Partido Democrático Progresista (PDP), y en 1987 se levantó la ley marcial que imperaba en Taiwán desde cuatro décadas antes. A Chiang Ching-kuo, le sucedió en la presidencia del país, Lee Teng-hui, un “isleño” que impulsó medidas de profundización en la democracia y de marcado carácter nacionalista. En 1996, Teng-hui fue reelegido presidente en las primeras elecciones presidenciales libres celebradas en Taiwán. En el año 2000, accedía a la presidencia otro “isleño” y significado soberanista, Chen Shui-bian quien revalidaría el cargo en 2004 tras una controvertida campaña electoral. Tanto Teng-hui como Shui-bian han apostado fuertemente por las medidas tendentes a implantar un sentimiento identitario taiwanés en la sociedad.

Mientras en Taiwán gobernaron Chiang Kai-shek y su hijo Chiang Ching-kuo, y a pesar de las profundas diferencias que les separaban del Partido Comunista de la República Popular China, tanto Taipei como Pekín coincidían en el mantenimiento del principio “Una sola China” que implica como se ha dicho [v. Introducción, pp. 4], según M. Esteban: sólo hay una China en el mundo; Taiwán y la China continental son partes de China; la soberanía y la integridad territorial de China no deben fragmentarse. Ninguno de los dos regímenes podía renunciar a este principio puesto que constituía la base de su respectiva legitimación (M. Esteban, 2005).

El fin de la dictadura en Taiwán ha propiciado la aparición de los contactos y relaciones con la otra orilla pero al mismo tiempo una “identidad” taiwanesa, diferenciada de la china, lo que refuerza la posición de los gobiernos de la Isla de la no reunificación ni tan siquiera bajo el principio “un país, dos sistemas” y una amplia autonomía que ofrecen los dirigentes de Pekín para la unificación.

En la Isla, dos grandes partidos políticos y sus respectivos aliados representan dos posturas divergentes. Por un lado, el Kuomintang, dirigido en la actualidad por Lien Chan y que junto con el Partido Pueblo Primero (creado por un ex líder del Kuomintang, James Soon) y el partido Nuevo, forman la Alianza Azul, partidaria de la reunificación. Por otro, la Alianza Verde, integrada por el Partido Demócrata Progresista (PDP) dirigido por Chen Shui-bian, actual Presidente de Taiwán y la Unión Solidaria de Taiwán, partido fundado y dirigido por otro exmiembro del Kuomintang, el expresidente de Taiwan, Lee Teng-hui, que defiende postulados soberanistas.

¿Qué es lo que ha venido a alterar ese estado de cosas que respetaban antagonistas tan destacados? Cuando se inicia el proceso democratizador en Taiwán a finales de la década de los 80 del pasado siglo, el Presidente Lee Teng-hui, miembro del Kuomintang, se desmarca del principio “Una sola China” y anuncia su apoyo a la existencia de dos Estados diferenciados. Las negociaciones, que siempre habían existido entre las dos orillas y que se habían visto favorecidas por la evolución política (fallecimientos de Mao Tse-tung y de Chiang Kai-shek) sufren un duro golpe.

La cosa se complica al llegar a la presidencia de Taiwán en 2000, el líder del PDP, Chen Shui-bian, significado soberanista. En la sociedad, se incrementa el proceso de “taiwanización” iniciado durante los mandatos de Lee Teng-hui. Chen, revalida su nombramiento en las elecciones de 2.004 y comunica públicamente su intención de iniciar un proceso de reforma de la Constitución, reforma que debería ser aprobada en 2.008, año en que se celebrarán los Juegos Olímpicos de Pekín (tal vez pensando que los dirigentes chinos no se arriesgarán a afrontar una aventura militar en esas circunstancias). En China, esta deriva soberanista motiva la aprobación en marzo de 2005 de la denominada Ley Antisecesión. En Taiwán, la reacción tampoco se hace esperar: el 14 de mayo, la Alianza Verde de Chen es derrotada en las elecciones a la Asamblea Nacional -especie de Senado y órgano candidato a desaparecer-, y el 11 de diciembre del mismo año, ocurre lo mismo en unas elecciones legislativas. Eso significa que el electorado taiwanés apuesta decididamente por la moderación y el mantenimiento del status quo.

2.2 Aspectos étnicos y demográficos. Los grupos de población

La población actual de Taiwán es de algo más de 23.000.000 de habitantes. La sociedad está compuesta por distintos grupos:

Benshengren. Suponen aproximadamente un 84% de la población. Son los descendientes de los emigrantes procedentes del continente, instalados en la isla entre los siglos XVII y XIX. Étnicamente pertenecen a la etnia han, la preponderante en la China continental. Se les denomina así, benshengren o “gentes de la provincia” para diferenciarlos de los waishengren o “gentes de las provincias [de China] exteriores [a Taiwán]” (Corcuff, 2001)

A su vez, los benshengren, pueden dividirse en:

- Hokkien, procedentes del sur de la provincia de Fujian en su mayor parte. Constituyen alrededor del 70% del total de la población de Taiwán. Su lengua es el minnanhua u hoklo.

- Hakka, procedentes del sur la provincia de Guandong. Suponen aproximadamente un 14% de la población y hablan la lengua hakka. Ollé (2004, pp.15) resalta que presentan rasgos lingüísticos y culturales identificadores, si bien étnicamente no se distinguen de los han. Se trata de una minoría marginada en el continente, que con origen en el Norte de China, se dispersó por el resto del país.

Waishengren (continentales). Son los emigrados y sus descendientes, exiliados desde diferentes provincias de la China continental a partir sobre todo de 1949, tras la derrota de las tropas nacionalistas de Chiang Kai-shek en la guerra civil. Murai Tomoko (1999, pp.25) pone de relieve el impacto que causó sobre la población de Taiwán, calculada en 6.000.000 en 1945, la llegada de aproximadamente 2.000.000 de continentales entre 1949 y 1950. Hoy en día, los waishengren constituyen alrededor de un 14% de la población de la isla. En su inmensa mayoría son de etnia han.

Para averiguar la identidad de alguna persona en cuanto al momento en que sus padres llegaron a la isla, en Taiwán se utiliza la pregunta ¿Eres batata o taro? (Cheng-hsin, 1999). Batata alude a los “benshengren”, taro, a los continentales. Obviamente, de esta pregunta se excluye a los aborígenes. No obstante, en las últimas décadas han empezado a proliferar los matrimonios mixtos entre población batata y taro.

Yuanzhumin (aborígenes). Según Gilles Guiheux (2001, pp.21) que cita fuentes del Ministerio del Interior, sumaban en febrero de 2000 un total de 402.452 personas, es decir, aproximadamente un 1,6% del total de la población. Según el Consejo de Pueblos Indígenas, organismo gubernamental, su cifra sería para el año 2006, de 474.919 personas. (Wikipedia, “Aborígenes de Taiwán”) La cifra actual tan reducida de aborígenes contrasta con la que los holandeses en el segundo cuarto del siglo XVII recogieron en sus censos: 25.000 chinos del continente frente a 100.000 nativos (Ollé, 2005, pp.195). No obstante la cifra de población aborigen no refleja fielmente la realidad (F. Allio, 1998). Son los nativos, los descendientes los indígenas que vivían en la isla antes de la llegada a la misma de las oleadas de inmigrantes.

Hablan lenguas austronesias y se considera que su origen étnico es malayo-polinesio. Se trata de grupos tribales, con un alto grado de aculturización que hasta hace muy poco tiempo han estado discriminados y recluidos en zonas montañosas del interior de la isla. Durante mucho tiempo han estado divididos impropiamente en dos grupos: (Wikipedia, “Aborígenes de Taiwán”) aborígenes de las montañas y aborígenes de la costa o de las llanuras. Esta división hacía referencia más bien a una antigua denominación discriminatoria, según la cual, se denominaba a los aborígenes, supuestamente sinizados, “bárbaros cocidos” por oposición a los aborígenes no sinizados o “bárbaros crudos”. Los primeros grupos aborígenes en contacto con extranjeros residían en las llanuras de la costa oeste. Los aborígenes de las montañas residían preferentemente en la costa este y resistieron durante más largo tiempo la penetración cultural extranjera.

Los aborígenes han conocido estos últimos años una revalorización y revitalización de sus culturas instrumentalizadas con fines políticos para intentar demostrar que Taiwán tiene su identidad propia diferente de la de la República popular de China. Y aunque los aborígenes se han beneficiado de un conjunto de medidas sociales preferenciales, su situación socio-económica no ha mejorado notablemente. Las culturas aborígenes se ha popularizado a partir de los años 1980 y se encuentran referencias de las mismas hasta en la publicidad, pero no existe un auténtico reconocimiento por parte de la sociedad. A pesar de que se han producido avances, sus condiciones de vida (Wikipedia, “Aborígenes de Taiwán”) son inferiores a las de la media de la población y no se han beneficiado del milagro económico en la misma medida que el resto de la población. Su esperanza de vida es inferior a la media en 10 años para los hombres y en 6 años para las mujeres. Su tasa de paro también es superior a la media. En su mayoría, forman parte de la mano de obra no cualificada, acaparan los empleos difíciles y desde los años 90 del pasado siglo tienen que hacer frente a la competencia de la mano de obra de la inmigración procedente del sudeste asiático.

A este cuadro de la población, habría que añadir la nueva emigración, también objeto de discriminación, que ha llegado a la isla en los últimos tiempos. Muchas de estas personas son “novias” procedentes de países del sudeste asiático. Como subraya Hsiao-hsien, (2004, pp.105), “Los hijos de estas novias suponen hoy un octavo de los nuevos nacimientos en Taiwán. Si la discriminación contra ellos persiste, no tardarán en convertirse en un gran problema social”.

3.- LA IDENTIDAD TAIWANESA

3.1 Concepto de identidad

Creemos que la identidad es una categoría totalmente subjetiva, que no admite una única conceptualización sino infinidad de ellas. Por eso, hemos optado simplemente, por reproducir la opinión a propósito de la identidad taiwanesa de dos de los autores consultados para este Trabajo de Investigación.

Joaquín Beltrán, (2006, pp.249-250), sostiene que: “La identidad es un concepto controvertido, que admite diferentes perspectivas de aproximación. En un sentido indica la pertenencia a un grupo: ‘identificarse con’; en otro siempre es relacional y necesita la presencia de otros para adquirir sentido:’ identificarse frente a’ ”. Añade este autor que “La identidad puede ir acompañada de diversos adjetivos cada uno de los cuales abarca distintos ámbitos de inclusión y de discusión: ‘identidad personal’, ‘identidad étnica‘, ‘identidad nacional‘, ‘identidad cultural’, por ejemplo.”

Gunter Schubert (1999) afirma que la expresión “identidad nacional” “expresa el sentimiento de pertenencia a una nación común”. Y cita a Anthony D. Smith, quien distingue dos conceptos o modelos de nación: “El ‘modelo cívico’ occidental que se basa en una historia territorial común, en una comunidad político-legal, en la igualdad política y jurídica de cada uno de sus miembros, así como en una cultura y una ideología cívicas. El ‘modelo étnico’, no-occidental que considera que la nación es como una comunidad de personas en la cual la genealogía (o el linaje), la movilización popular, la lengua vernácula, las costumbres y las tradiciones son los elementos de referencia para la identificación”. Smith añade que existen otros referentes de identidad colectiva, como por ejemplo, las clases sociales, la religión o la pertenencia étnica. Y concluye diciendo que la identidad nacional es fundamentalmente multidimensional y no puede en modo alguno ser reducida a un único elemento.

3.2 Formación de la identidad taiwanesa

M. Tomoko (1999, pp. 24-25) refiere que para algunos, la formación de la identidad taiwanesa se produjo durante la ocupación japonesa de la isla, cuando se la aisló del continente y no recibía inmigración china. La identidad sería el reflejo de una “conciencia solidaria” de convivir bajo el dominio de una fuerza de ocupación. Pero es más factible suponer como consideran la mayoría de expertos, que los factores que han propiciado la aparición de un sentimiento identitario en la isla son fundamentalmente dos. En primer lugar, el proceso democratizador iniciado a finales de la década de los años 1980, que ha permitido que políticos de ideología soberanista hayan llegado al poder y hayan tenido la oportunidad de llevar a la práctica parte de sus postulados, poniendo en marcha un proceso de “taiwanización” de la sociedad y de ruptura con el principio de “una sola China” respetado hasta por el Kuomintang. En segundo lugar, el notable crecimiento económico. Según Tomoko, Taiwán ha logrado una distribución de los ingresos muy igualitaria, con lo que la gran mayoría se siente como perteneciente a la clase media. El éxito económico ha hecho perder el significado de la diferencia de la etnicidad y ha orientado a los habitantes de la isla a sentirse como beneficiarios de la misma sociedad taiwanesa.

Para Mengin (2006), en Taiwán, la ocupación japonesa dio lugar a un anticolonialismo que generó un nacionalismo que paradójicamente no se reivindicó como chino.

Las razones que explicarían tal paradoja son en primer lugar, el hecho de que al día siguiente de la firma del Tratado de Shimonoseki, e incluso antes de que los japoneses tomaran posesión de la isla, el 17 de junio de 1895, una parte de la elite ilustrada intentó resistir proclamando el 23 de mayo, la república de Taiwán. Pero el desinterés de la corte imperial china por esta resistencia, alimentó un fuerte resentimiento contra la dinastía manchú, un resentimiento que no era en absoluto desconocido en la isla que ya fue escenario de una fuerte resistencia contra la dinastía Qing en el siglo XVII. (Vid. 2.1.2)

En segundo lugar, las múltiples divisiones que oponen a las diferentes comunidades de la isla antes de la llegada del colonizador japonés explicarían en opinión de F. Mengin la importancia del papel unificador jugado por la administración colonial en la formación de una identidad taiwanesa. Antes de que los japoneses ocuparan la isla, las divisiones étnicas, enfrentaban a los aborígenes (un 5% de la población) de la montaña con los de la costa o de las llanuras más culturizados, pero también en el seno de la etnia mayoritaria han (95% de la población), entre los colonos procedentes de Fujian y los que arribaron desde Guangdong. Así, aunque fueron numerosos los levantamientos armados contra el ocupante japonés, estuvieron condenados al fracaso al no estar organizados bajo una dirección única, sino aislados unos de otros.

Continúa diciendo F. Mengin, que a partir de los primeros años del siglo XX, la oposición al colonizador subsumirá las divisiones anteriores de la población insular bajo el denominador común de “taiwaneses”. En otras palabras, expone Mengin, “por primera vez en la historia de la isla, la población insular estaba sometida a un sistema administrativo unificador en los ámbitos agrícola, comercial, monetario, educativo, del transporte, de la propiedad de bienes raíces, etc.” y añade que “A partir de los años 1910, tanto el nombre como el adjetivo taiwaneses designan al conjunto de la población insular y aparece en la denominación de numerosos grupos de estudio, de organizaciones culturales, sociales, luego políticas, en escritos, argumentarios y proyectos de acción colectiva.”

Por otro lado, Mengin destaca que bajo la colonización japonesa, la oposición anticolonial “no engendró un discurso nacionalista taiwanés fuerte que se apoyara en toda la ingeniería indispensable para su posible difusión –emblemas, eslóganes y textos fundadores- sino en una obra literaria, más tarde también cinematográfica, durante largo tiempo reservada a la elite, centrada en un cuestionamiento identitario.”

En este sentido, resalta, por ejemplo, la corriente literaria denominada “nativista” nacida bajo la ocupación japonesa. Se considera como obra fundadora de esta corriente la novela, en parte autobiográfica, “El huérfano de Asia”, cuyo autor es el escritor y periodista hakka Wu Zhuoliu (1900-1976) quien la escribió entre 1943 y 1945. La novela es un ejemplo paradigmático y una metáfora de la problemática que rodea lo relativo a la identidad taiwanesa. Mengin sintetiza el argumento de la siguiente manera; “El protagonista, el intelectual Hu Taiming, no encontrando sus raíces en la isla colonizada por los japoneses, se dirige a la metrópoli donde es considerado como un extranjero, como lo será también en China, al final de su periplo. Chino para los japoneses pero japonés para los chinos, Hu Taiming es rechazado por los unos y los otros y se hunde en la locura al final de su desesperada búsqueda, mientras que la Guerra del Pacífico obliga a los suyos a luchar contra China bajo la bandera de Japón.”

Corcuff, (2008) diferencia cuatro fases en la formación de la identidad taiwanesa. Durante la primera que se correspondería con los gobiernos de Chiang Kai-shek y de su hijo Chiang Ching-kuo, el kuomintang, “habría intentado convertir Taiwán en un laboratorio en el que poder hacer revivir o hacer sobrevivir un China de de hecho reinventada”. Este proyecto habría entrado en conflicto con la identidad insular, gestada a lo largo de tres siglos y medio de recibir influencias internacionales, entre otras, las chinas. Lo más destacable de esta primera fase sería, siempre según Corcuff, que asistiríamos a la oposición de dos grandes discursos y que el proyecto, alternativo, de nación taiwanesa habría sido duramente reprimido.

La segunda fase se habría iniciado en los años 1990. El proceso de democratización habría favorecido la derogación de toda una serie de disposiciones jurídicas de carácter represivo lo que a su vez habría redundado en el cese de la represión del proyecto alternativo de los taiwaneses benshengren. También ayudó el cambio de actitud política de un Kuomintang dirigido ahora por un taiwanés nativo, Lee Teng-hui, decidido a “taiwanizar activamente” las instituciones, los manuales escolares y los símbolos políticos. Las interacciones entre un Kuomintang en transición y la oposición multiplicaron los acercamientos, los discursos y los proyectos sobre la nación, la ciudadanía y la cultura taiwanesa.

Con la elección de Chen Shui-bian como presidente de Taiwán el año 2000, se abre la tercera fase. Una fase dice Corcuff “diferente, la de la promoción, esta vez abierta, activa y oficial de una cultura nacional insular por parte del PDP”.

Por fin, según Corcuff, estaríamos entrando ahora, tras las elecciones legislativas y presidenciales ganadas por una abrumadora mayoría por el Kuomintang, en una cuarta y nueva fase

3.3 La relectura del pasado

Desde que se consolidó la democracia en Taiwán, los sucesivos gobiernos han perseguido potenciar la especificidad de la cultura taiwanesa y desde instancias oficiales se anima a los habitantes de la isla a reivindicar su “taiwanización” (Guiheux, 2001, pp.21). Se han creado institutos de historia, de sociología y nuevos museos que tienen por objetivo facilitar el conocimiento de la historia, la sociología, las tradiciones y las culturas locales. Incluso se redescubre y revaloriza la historia colonial (españoles, holandeses).Todo se hace con el fin de “recordar a los habitantes de la isla que poseen una historia, una cultura y características ‘nacionales’ que les hacen ‘diferentes’ de sus compatriotas del continente o de la diáspora.” (Guiheux, 2001, pp.21). Este despertar de la conciencia nacional ha adoptado especialmente la forma de una rehabilitación de la cultura de los aborígenes. Sin embargo, “Discriminados durante mucho tiempo, sometidos a una asimilación forzosa, poco a poco aculturizados, marginados y empobrecidos, los aborígenes han sido desfavorecidos en relación con el resto de la población y se consideran excluidos del éxito económico que ha conocido Taiwán en las tres últimas décadas.” (Allio, 1998). No deja de resultar una paradoja, como señala X. Ríos (2005, pp.24) que durante tanto tiempo fueran relegados del proceso de desarrollo “y ahora sean reclamados de forma instrumental para dar cobertura a un nacionalismo taiwanés, diferenciado del panchino.” Añadiremos, que en nuestra opinión resulta también cuanto menos curioso, que buena parte de la construcción de la identidad taiwanesa que están fomentando los intelectuales y políticos se fundamente en la rehabilitación de la cultura y la historia de menos de un 2% de la población que, como se ha indicado, hasta hace muy pocos años eran objeto de marginación y desatención por parte de las autoridades.

3.3.1 Un ejemplo: los manuales escolares

Los manuales de ciencias sociales de los escolares taiwaneses constituyen un buen ejemplo de lo citado en el epígrafe anterior. Veamos en primer lugar cuál era la ideología que propugnaban los seguidores de Chiang Kai-shek.

Vickers (2006) considera que los programas escolares elaborados bajo la ley marcial impuesta por el Kuomintang hasta finales de los años 1980 estaban concebidos como “poderosos instrumentos de ofensiva” con el objeto de transformar a los taiwanesas en patriotas chinos totalmente adictos.

Por su parte, Corcuff, (2001) subraya que los nacionalistas chinos del Kuomintang, “han utilizado durante cinco décadas la educación nacional como instrumento de socialización política para inculcar entre los taiwaneses el deseo de una reunificación con la madre patria china. Los manuales escolares han constituido un medio privilegiado para diseminar en la sociedad taiwanesa una nueva conciencia china, el sentimiento de pertenencia a una China cultural e histórica, una China ideal distinta de la noción político-administrativa de la actual República Popular de China.”

La ideología subyacente en los manuales escolares era la del chovinismo han y la de la superioridad de la cultura china. Vickers (2006). La población aborigen era totalmente ignorada, mientras que la población étnica china, los benshengren y waishengren eran presentados como pertenecientes a una etnia han única y homogénea. La historia de Taiwán antes de que los nacionalistas se refugiaran en la isla es marginal en la historiografía oficial desarrollada por el Kuomingtang. La isla sólo pasa al primer plano en el último capítulo de los manuales de bachillerato y para establecer una comparación entre las transformaciones sufridas por la República de China (Taiwán), presentadas como un milagro económico, frente a las del continente que aparecen como una catástrofe socialista.

La focalización de la enseñanza en el estudio de la China continental, derivó en una ignorancia general de la historia y de la geografía de la isla entre los escolares educados bajo los gobiernos del kuomingtang. Lee Teng-hui, que fue presidente de Taiwán llegó a decir durante los debates que se generaron sobre la reforma de los manuales escolares que: “Todo el mundo aprende la historia y la geografía, pero nosotros no conocemos más que la longitud de la Gran Muralla. Aunque la Gran Muralla no sobrepasa los 5.000 kilómetros. Por el contrario, los canales de irrigación construidos por nuestros ancestros [en Taiwán] medían 25.000 kilómetros y nadie lo sabe”. (Corcuff, 2001, pp.50)

Pronto los intelectuales denunciaron este tipo de enseñanza ideologizada y convertida en “uno de los principales instrumentos de propaganda del régimen al servicio del renacimiento de una sinitud en el espíritu de los taiwanesas, hasta calificar frecuentemente la educación nacional en Taiwán de política de embrutecimiento o atontamiento del pueblo.” (Corcuff, 2001, pp.45-46)

En 1995 se iniciaron las reuniones de una Comisión de ediciones de los nuevos manuales escolares, dependiente del Ministerio de Educación Nacional. En 1997, parecieron tres manuales, uno de Historia, otro de Geografía y un tercero de Sociedad.

Según Corcuff, (2001, pp. 49-54) los objetivos de la reforma de los manuales fueron, entre otros:

- En primer lugar, separar, en la medida de lo posible, política y enseñanza escolar. Se trataba ante todo de suprimir de los manuales escolares la ideología de la conciencia china y su corolario nacionalista.

- El segundo gran objetivo fue reevaluar la época colonial japonesa. Para Mengin (20006), el los nacionalistas estigmatizaron hasta tal punto la historia de la ocupación japonesas que en la práctica, fue pura y simplemente borrada de la historia oficial. Entre los continentales que habían llegado a la isla con Chiang Kai-shek, y que habían sido testigos directos de la guerra sino-japonesa, el odio hacia los japoneses no era extraño. Esto se tradujo en una ocultación de los aspectos positivos de la época colonial japonesa en los manuales escolares que destacaban más bien la “resistencia patriótica” de los taiwaneses durante la ocupación de la isla por los japoneses. La Comisión prefirió buscar el equilibrio, y que en los manuales se hablara de una “resistencia valiente” (habría desaparecido la connotación ideológica “patriótica”) y evocar por igual la crudeza de la represión japonesa y las consecuencias positivas de la época colonial en términos de desarrollo económico, industrial, de infraestructuras, de transportes, etc.

- Además, la reforma brindó la oportunidad de presentar por primera vez en un manual escolar la dimensión constitutiva de la identidad taiwanesa: la pluralidad de experiencias históricas y de grupos étnicos insulares. La educación en manos de los nacionalistas había minimizado el efecto, sobre el fondo de cultura china de Taiwán, de la exposición de la isla a las influencias exteriores más variadas: holandeses, españoles, japoneses..., olvidando que el primer fondo cultural de la isla no era chino sino austronesio.

Para Mengin (2006), nacionalistas estigmatizaron hasta tal punto la historia de la ocupación japonesas que en la práctica, fue pura y simplemente borrada de la historia oficial.

En resumen, siempre según Corcuff (2001, pp.54), los objetivos de la reforma, del programa denominado “Conocer Taiwán”, fueron: “retirar a la ideología su influencia heredada de una época caduca, poner fin a la hegemonía de la lectura han de la historia de Taiwán, construir un nuevo punto de vista integrando mejor las contribuciones históricas de todos los grupos étnicos de la isla, reconsiderar el período colonial japonés sin intolerancia ni concesión, permitir a las diferentes configuraciones de identificación nacional expresarse en la pluralidad...”

Para Vickers (2006), sin embargo, el “pluralismo” en los manuales escolares no es tal. Según este autor, el pasado chino tiene reservado en esos manuales un papel tan minúsculo como el que tenía Taiwán en los manuales editados bajo los gobiernos del Kuomintang. Vickers, llega a decir que el programa “Conocer Taiwán”: “no se propone sólo corregir la ausencia de la historia de Taiwán en los manuales precedentes, sino que expresa un proyecto consciente de formación nacional destinado a acentuar la diferencia entre la isla y el continente.”

3.3.2 La promoción de la identidad taiwanesa con fines políticos

La identidad es objeto de una fuerte instrumentalización por parte de los políticos con fines electoralistas, especialmente de los de la Alianza Verde.

Para Vickers, (2006), “el PDP trabajando para que el pasado tenga su lugar dentro de una visión armoniosa y pluralista de Taiwán, ha introducido sus propias distorsiones en la historia, por la exaltación o por la minimización, incluso la ignorancia de los hechos al servicio de un relato perfectamente liso y consolidando el mensaje del partido.” Así, según Vickers (8), los aborígenes, durante mucho tiempo ignorados y menospreciados tanto por el régimen del Kuomingtang como por la mayor parte de sus compatriotas han, desempeñan hoy un papel central: los aborígenes fundamentan el mito del Taiwán multicultural. Su pertenencia a un grupo austronesio, legitima la distinción entre la isla y el continente.

Siguiendo la exposición de Vickers, (2006) la conmemoración de un Taiwán culturalmente pluralista en un Asia también plural, se ha convertido en el icono de toda la política cultural o pedagógica del PDP. En efecto, funciona como una afirmación implícita y simbólica de la independencia. A partir de los años 1980, los aborígenes se han beneficiado en muchos aspectos de esta atención y de esta nueva consideración; pero el precio a pagar ha sido el de una desposesión de su herencia cultural que a partir de entonces ha servido para apoyar una identidad taiwanesa específica.

Dos ejemplos servirán par ilustrar la afirmación que hacíamos en el encabezamiento de este epígrafe, según la cual, la identidad es objeto de una fuerte instrumentalización por parte de los políticos con fines electoralistas. El presidente Chen, manifestaba el 17 de marzo de 2007 (Courmont, abril 2007, pp.5), en un encuentro con universitarios extranjeros que Taiwán necesitaba una nueva constitución, entre otros motivos, “para crear un consenso entre los ciudadanos sobre la identidad nacional”. Courmont, opina sobre este hecho que: “Es difícil saber si el proyecto de nueva constitución responde a una promesa electoral o a un debate necesario, estrechamente ligado a la cuestión de la identidad nacional. Un nuevo texto que reemplazara al de 1947 no respondería a la sensible cuestión de la identidad, de las raíces que reivindican los taiwaneses (ya sean originarios del continente o de la isla), y se presenta más como la politización de un debate social que como una respuesta a un problema de fondo”. A propósito de los referéndums celebrados en marzo de 2008 sobre el ingreso de Taiwán en la ONU (v. Introducción, p.2), Xulio Ríos (“El Truco de Chen”, La Vanguardia, 17-12-07) ponía de manifiesto que: “Todos saben que un SÍ en estas consultas será imposible de gestionar ante la intransigente actitud de China, quien multiplica sus esfuerzos para aislar internacionalmente a Taiwán. ¿Por qué entonces insistir en organizar un referéndum que no cambiará nada sustancial en el estatus internacional de Taiwán, pero que exacerba los nervios al otro lado del Estrecho, amenaza con alterar el status quo y puede desatar un grave conflicto? La respuesta es sólo una: porque electoralmente es una estrategia que puede beneficiar al PDP. Así ocurrió en 2004, cuando Chen Shui-bian ganó ayudado por otro plebiscito y un atentado frustrado que le reportaron una pequeña y polémica diferencia, pero suficiente para ganar”.

En una página web gubernamental, el profesor de psicología de la Universidad Nacional de Taiwán, Hwang Kwang-kuo (Chung, 1999) señala “Raramente se presentan problemas étnicos en la vida cotidiana, pero cuando se trata de alcanzar el poder político, éstos aparecen con mucha facilidad”. Y refiriéndose al síndrome de la “cultura electoral” que existe en Taiwán añade: “Cada vez que se aproximan elecciones, los candidatos manipulan a los votantes tratando de remover los sentimientos étnicos. Esta estrategia es con frecuencia efectiva, especialmente cuando se aplica en áreas rurales”.

Así, no debe sorprender que surjan movimientos contrarios a estas estrategias políticas. Sirva de ejemplo la creación poco antes de las elecciones presidenciales de 2004, de la Alianza por la Igualdad Étnica (Hsiao-hsien, 2004, pp. 95-96 y 114), una organización creada por un distinguido grupo de intelectuales, artistas y activistas “preocupados por el peligro de que una política de la identidad que genera separaciones, que se apoya en las fricciones étnicas en vez de resolverlas, pudiera conquistar un peso considerable en la campaña electoral” y que según uno de sus miembros más destacados, tuvo como objetivo para las elecciones de 2004, “impedir que se siguieran atizando las tensiones étnicas durante la campaña”.

3.4 ¿En qué consiste la identidad taiwanesa?

Para algunos (Guiheux, 2001, pp.22), el discurso sobre la identidad nacional de Taiwán es una reacción a los argumentos étnicos, culturales e históricos desarrollados por la China continental para demostrar que la isla es una provincia china. Añade Guiheux que: “es también un proceso de autoafirmación por el que los taiwaneses intentan redefinir su identidad nacional tras cuarenta años de una cultura impuesta. La mayoría de los taiwaneses comparten en efecto, el sentimiento de haber sido víctimas de los continentales”.

Para Gunter Schubert, (1999) se pueden distinguir tres posturas conceptuales en la evolución de la identidad taiwanesa:

1ª.- Un nacionalismo taiwanés étnico (cultural) que se opone al etnonacionalismo chino y que describe Taiwán como una comunidad histórica y culturalmente distinta, llegando incluso a sugerir en ocasiones, la existencia de una etnia o raza específicamente taiwanesa. Añade Schubert que: “El etnonacionalismo taiwanés se concibe en la actualidad de diferentes maneras. En general, la sinidad de Taiwán no suele cuestionarse por lo que se refiere a la etnicidad y la cultura, pero recordemos que la etnicidad no desempeña más que un papel limitado en la definición cultural y nacional de la identidad de Taiwán. Es la historia (colonial) lo que, en primer lugar, distingue a Taiwán de China y lo que justifica la reivindicación de independencia”.

2ª.- Un nacionalismo multiétnico, que defiende la idea de una nación compuesta por cuatro grandes grupos étnicos (beshengren, hakka, aborígenes y continentales), con derechos y status iguales, superando así el conflicto “provincial” y que hace de la armonía étnica la base de la nueva nación taiwanesa.

3ª Un nacionalismo político o de Estado, que busca trascender la etnicidad y concibe la nación taiwanesa como la expresión de una allegiance constitucional en el marco del Estado liberal, sin ignorar totalmente la importancia de la etnicidad en la formación de una nación taiwanesa. Ese nacionalismo político o de Estado, desarrollado desde principios de los años 1990, tenía y tiene según Schubert, como objetivos: “superar la variable étnica en la constitución del nacionalismo taiwanés y la formación de una identidad nacional, así como la promoción de una nueva nación taiwanesa fundada sobre las instituciones democráticas del sistema político, en suma, el Estado constitucional”.

Los aspectos étnicos, son sin embargo discutidos. Así, para Wennerlung (1998), el nacionalismo taiwanés sería el resultado de una crítica de la historia oficial enseñada por el Kuomingtang, con una fuerte connotación continental. Wennerlung, considera que más que en un problema de raza, el nacionalismo taiwanés se apoya en la idea de que Taiwán es una tierra de refugio, un punto de encuentro de los excluidos del mundo chino. Recuerda que las tesis del PDP, descansan en el hecho de que los taiwaneses han estado siempre oprimidos desde la dinastía Qing (por europeos, continentales, japoneses) y por consiguiente, Taiwán no debería volver a caer en manos de fuerzas exteriores. La tesis del PDP, coincide a grandes rasgos con los postulados del nacionalismo étnico. Wennerlung, cita al independentista Wang Yu-teh, quien describe la nación taiwanesa como un proceso de modernización posterior a la introducción del capitalismo, sin que mencione ninguna particularidad étnica taiwanesa. Añade que: “Ante todo chinos, se han convertido en taiwaneses, (…) hablar de etnicidad no estaría justificado”. Tang Nuo (Hsiao-hsien, 2004, pp.99-100), considera que: “Aunque la cuestión de la etnicidad ha cobrado con todo gran importancia en la vida pública, no lo ha hecho en tanto que un fenómeno social grave dentro de los grupos mayoritarios de la isla, sino, por el contrario, como un producto de la lucha política. La mayoría de la gente estaría de acuerdo con esta afirmación”.

Stéphane Corcuff, llega a la conclusión de que: “la identidad es un proceso, puede evolucionar en el tiempo y en el espacio”. A esta conclusión llega después de analizar cómo han vivido e interiorizado los “continentales” la intensa taiwanización política y social que se ha producido en la Isla entre 1.988 y 1.997, bajo el mandato de Lee teng-hui. Como se verá más adelante, [v. 4.1] incluso entre los “continentales”, “se pueden apreciar síntomas del desarrollo de una identidad taiwanesa, aunque no sean conscientes o intenten negar este proceso”.

B. Anderson (2001, pp. 72-73), considera que el nacionalismo taiwanés, presenta algunas características de lo que él califica como nacionalismo “criollo” del que serían ejemplos los colonos de las Trece colonias norteamericanas o los diversos países de América Latina. “Se trata de colonos originarios de la metrópolis, que comparten la religión, el idioma y las costumbres de la metrópoli, pero se sentían cada vez más oprimidos y alejados de ella”. Chaohua (2005, pp.76-77), a propósito de esta teoría de Anderson sobre el nacionalismo “criollo” de Taiwán, declara: “En el pasado, la legitimación de este tipo de nacionalismo, sostiene Anderson, no precisaba de ningún tipo de declaraciones de diferencia étnica o lingüística, al igual que no precisan de las mismas en la actualidad”.

3.5 Características de la identidad taiwanesa

La cuestión identitaria aparece en primer lugar ligada a un sentimiento de ambigüedad. La sociedad taiwanesa no parece dispuesta a romper de manera definitiva con sus orígenes chinos y se declara, al menos la mitad de ella, taiwanesa y china a la vez. [v. 4.1] Bertrán (2006, pp.262-263), habla en este sentido de una situación paradójica: “pues al mismo tiempo que una parte de la población reivindica una identidad separada y diferente de sus parientes continentales, también durante mucho tiempo se ha mostrado muy orgullosa de ser la depositaria de la quintaesencia de la sinidad en sus manifestaciones histórico-culturales (el patrimonio de los tesoros del Palacio Imperial se encuentra en Taiwán), y lingüísticas (la lengua nacional, [mandarín] es la oficial [en Taiwán]) que estaba siendo destruida por el Partido Comunista mediante sus ataques al patrimonio artístico (como en determinados momentos de la Revolución Cultural) y lingüístico (mediante la simplificación de la escritura de los caracteres)”.

Corcuff, (2001, pp 75) destaca que el hecho de que los taiwaneses sean de etnicidad han incide en la existencia de dos visiones de la identidad. “una visión conservadora, cerrada y reunificadora de la identidad, y una visión moderna de la etnicidad, vista como evolutiva, que no concibe una imposibilidad declarar Taiwán autónoma incluso aunque una buena parte de sus raíces liguen histórica y culturalmente a los taiwaneses con China. Dos visiones de la identidad que hacen de Taiwán un verdadero laboratorio identitario, un caso de estudio sin duda alguna entre los más interesantes del mundo contemporáneo”.

El “factor chino”, la presión ejercida desde el continente, parece desempeñar una gran influencia en la evolución del sentimiento identitario. La conciencia taiwanesa se refuerza cada vez que la amenaza china se intensifica. El “factor chino” puede inclinar a un número indeciso de electores tanto a favor de políticos partidarios de la independencia como de políticos partidarios de la reunificación. Courmont (marzo, 2007), llega incluso a sostener que “el nacionalismo chino alimenta el nacionalismo taiwanés, siendo este último más una reacción [frente al primero] que un concepto claramente definido”.

Una tesis compartida por Mario Esteban (2008) quien señala que “Cuando las iniciativas de Chen Shui-bian provocaban una reacción airada de Pekín, la situación creada contribuía a incrementar la simpatía hacia el PDP. Ahora [elecciones legislativas de 12 de enero de 2008, ganadas por el Kuomintang] que Pekín ha optado por adoptar un perfil bajo y que la Administración Bush ha cuestionado públicamente en varias ocasiones el aventurerismo de Chen, esa táctica se ha vuelto contraproducente para el PDP.” En anteriores procesos electorales, Pekín había respondido con despliegues militares a las provocaciones de Chen, lo que se había vuelto en contra de los intereses de los dirigentes comunistas y favorecido buenos resultados para el líder del PDP.

No se debería olvidar asimismo la utilización con fines políticos partidistas que se ha venido haciendo en las dos últimas décadas. [v. 3.3.2]

4. EL SENTIMIENTO IDENTITARIO EN LA SOCIEDAD TAIWANESA

4.1 Evolución

No puede negarse que la estrategia seguida por el PDP, consistente según M. Esteban (2005) en “activar un nacionalismo nativista taiwanés con fines electoralistas”, ha tenido éxito. La estrategia, sigue diciendo Esteban, “ha revertido en un cambio gradual de la identidad nacional de los taiwaneses, que cada vez se identifican menos como chinos”.

Así parecen confirmarlo las encuestas (Fell, 2004). Mientras que en 1989, el 52% de los taiwaneses se declaraban chinos; el 26% chinos y taiwaneses al mismo tiempo;y sólo un 16% taiwaneses exclusivamente, en 2001, los porcentajes son, respectivamente, del 7,9%; 50,7%; y 37,9%.

Gunter Schubert, (1999) cita una encuesta que señala que en 1997, el 45% de los encuestados declaraba sentirse orgullosos de sentirse a la vez chinos y taiwaneses; el 33,1% se consideraban sólo taiwaneses; y el 16,6% sólo chinos. Una encuesta del año 1999, dos años posterior a la primera, indicaba que era ya el 61% de los encuestados los que manifestaban sentirse orgullosos de su doble identidad, taiwanesa y china.

Mario Esteban (2005) por su parte alude a encuestas según las cuales, en 1992 sólo el 17% de los taiwaneses no se identificaba total o parcialmente como chino, mientras que en 2004 esa cifra alcanzaba el 41%.

Una tendencia que confirma The Economist de 12 de febrero de 2005: el 41% se declara exclusivamente taiwanés frente al 6% que se declara exclusivamente chino.

Muy significativas son también las cifras que se refieren al apoyo (Fell, 2004) que entre la población se da a las diferentes opciones de solución al contencioso que enfrenta a los dos países, estrechamente ligadas al crecimiento del sentimiento identitario.

(Fell, 2004): en 1990, un 51% de la población era partidaria de la reunificación, un 28% del mantenimiento del status quo y sólo un 4% apoyaba la independencia de la isla; en 2002, los porcentajes son del 15,51%, 50,5% y del 19,7% respectivamente.

Gunter (1999), pone de relieve que una encuesta “reciente” (el artículo es del año 1999) planteaba la siguiente pregunta “Algunos dicen que la cultura taiwanesa forma parte de la cultura china, pero que en el plano político, Taiwán puede a pesar de todo conservar su estatus de independencia y su soberanía. ¿Está Vd. de acuerdo con esta afirmación?.” El 78% de los encuestados respondieron “completamente de acuerdo”; el 3,7% manifestaron su acuerdo sólo con la segunda parte; y el 7,6% sólo estuvieron de acuerdo con la primera parte de la afirmación.

Según Mario Esteban (2005) “en la última década aquellos que se manifiestan explícitamente en contra del principio de una sola China han pasado de suponer el 57% de la población al 77%. Es más, actualmente, sólo un 12% de los taiwaneses apoya una solución al conflicto entre Pekín y Taipei compatible con el principio de una sola China”. Y añade, que los partidarios de alcanzar la independencia de iure suponen en torno al 20% de la población mientras que el 60% de la población aboga por el mantenimiento del status quo, esto es , la independencia de facto.

Mengin (2006), cita un sondeo de un organismo oficial taiwanés, el Consejo para Asuntos Continentales, realizado en abril de 2006, que indica que el 62,7% de la población está a favor del mantenimiento del satus quo (de entre los cuales, el 41, 5% se pronuncia por un aplazamiento de cualquier decisión y un 21,2% por un status quo ad vitam aeternam); el 20%, a favor de la independencia (un 4,7% de ellos favorable a la proclamación inmediata de la independencia y un 15,3% por un aplazamiento de la proclamación); y finalmente, un 11,7% está a favor de la reunificación (1,1% por una reunificación inmediata y el 10,6% por un aplazamiento de esta decisión).

Xulio Rios (“Una elección reveladora: Lai Shin-yuan”, Observatorio de Política China, 02-05-2008) aporta porcentajes similares extraídos de un sondeo reciente realizado por el magazine Global Views Monthly según el cual el 8,4% de la población taiwanesa estaría a favor de la unificación; el 20% a favor de la independencia; y un 45% a favor del status quo.

Así pues, se puede apreciar claramente, que la sociedad taiwanesa se encuentra divida y que además opta por la moderación en los temas clave: en materia de identidad, el 50,7% declara sentirse taiwanés y chino a la vez, y una cifra similar, 50,5%, es partidaria del mantenimiento del status quo.

Corcuff (2004), demuestra que incluso entre los continentales más recalcitrantes partidarios de la reunificación, se pueden apreciar síntomas del desarrollo de una identidad taiwanesa, aunque no sean conscientes o intenten negar este proceso. Es más, habla de una “fractura generacional”. Entre la vieja generación de continentales (los nacidos entre 1.945 y 1.967) el 45’5% se sigue considerando como continentales “puros”, por el contrario, los continentales más jóvenes, (los nacidos entre 1.967 y 1.981) se consideran simplemente como “taiwaneses”, incluso si su definición de “taiwaneses” difiere de la de los partidarios de la independencia. Para Corcuff, en definitiva, “si bien es cierto que muchos continentales son partidarios de la unificación con China, es una idea equivocada considerar que están dispuestos a sacrificar Taiwán en aras de la unificación. Recíprocamente, muchos simpatizantes independentistas no quieren necesariamente afrontar una guerra con China por lograr su objetivo”.

Para Courmont (abril 2007) “En los años 1990, los taiwaneses han manifestado un deseo cada vez más acusado y legítimo de priorizar su identidad taiwanesa, superando incluso sus referentes de identidad china, que hasta ahora era claramente mayoritaria. Pero esto, no supone que la mayoría de taiwaneses rechacen su identidad china sino que colocan su apego a Taiwán por encima de cualquier otra consideración. Se trata de una evolución de la sociedad taiwanesa, verdadera prueba de madurez de una nación que ha tomado conciencia de su existencia”.

La mayoría que apuesta por la moderación obligará los políticos de las distintas tendencias a desplazarse a posiciones políticas cada vez más cercanas al centro en el tablero político. De hecho, son muchos los que piensan la victoria de Chen en el año 2000, se debió más a los deméritos de sus adversarios del Kuomintang que a un proyecto soberanista ilusionante. Mengin, (2000, pp.43) opina que: “la elección de Chen debe entenderse como una aspiración al cambio interno y no como un posicionamiento frente a China”. Y Szu-yin (2001, pp.61), llega más lejos al defender que: “la división del Kuomintang y el deterioro de su imagen [corrupción, vinculación con el mundo del hampa] son los factores que han permitido la elección de Chen. Los estudios empíricos corroboran este análisis. En otras palabras, Chen no tiene mandato electoral para llevar a cabo una política independentista”

En 2004, Chen Shui-bian fue reelegido por menos de 30.000 votos de diferencia (sobre un total de 12.900.000 de votos emitidos) con su principal oponente del Kuomintag. Asimismo, en las victorias del Kuomintang de enero y marzo de 2008, han jugado un papel importante los casos de corrupción de Chen y de algunos de sus familiares y el estancamiento económico. Ma Ying-jeou, no debería olvidar este dato, la derrota del PDP, se debe en parte a sus errores; la victoria del Kuomintang no se debe solo a sus proios méritos, sino también a los deméritos del adversario.

Estos resultados, en nuestra opinión, abonan la tesis que sostenemos de la división existente en el seno de la sociedad taiwanesa y de la orientación de la mayoría hacia posiciones políticas moderadas y alejadas de los extremos (reunificación o independencia).

La identidad taiwanesa no reposa únicamente en criterios históricos y políticos, sino también en criterios económicos y sociales. Es cierto que para los taiwaneses no resulta atractiva la idea de una reunificación que suponga una integración en una economía (la de la República Popular China) con un nivel de vida y un grado de desarrollo sensiblemente inferior, pero en modo alguno el rechazo a la reunificación implica de forma automática el apoyo a la independencia. La idea que más parece seducir a la mayoría de taiwaneses es la de la independencia de facto, el mantenimiento del status quo. Así pues, todo parece indicar que el creciente sentimiento identitario de la sociedad taiwanesa, no parece que pueda poner en peligro la estabilidad en la zona del Estrecho.

4.2 Las diferentes manifestaciones según la edad

M. Esteban (2003) analiza en un interesante caso de estudio, si la relación entre la identificación partidista entre los taiwaneses es causa o efecto de la identidad nacional durante la transición a la democracia. Centra su estudio en el período 1993-1996, tras dos elecciones legislativas celebradas en 1992 y 1995.

En Taiwán, según Esteban, los partidos políticos establecieron durante la transición democrática, estrategias para acceder al poder, entre las que destacan su apelación a la cuestión de la identidad nacional en su afán por crear vínculos psicológicos estables con el electorado.

Para el estudio, Esteban, ha divido a la población taiwanesa en 6 generaciones: tres corresponderían a los benshengren (taiwaneses “de origen”) y las otras tres a los waishengren (continentales). A su vez, en cada uno de los dos grupos, distingue cohortes de edad en función del lugar de nacimiento y del sistema educativo en que se socializaron. Los miembros de la primera generación nacieron antes de 1943 e iniciaron su escolarización fuera del sistema educativo del Kuomintang (los “continentales” en China, y los taiwaneses bajo la ocupación japonesa). La segunda generación se corresponde con los que nacieron entre 1943 y 1960 y estudiaron con el sistema educativo establecido por el Kuomintang y crecieron en un país, entonces en vías de desarrollo.

Esteban, elabora una serie de tablas a partir de los datos de las encuestas que permiten apreciar de forma clara cómo en el período 1993-1996, desciende significativamente el número de electores que se consideran exclusivamente chinos, y aumenta el de quienes se identifican como chinos y taiwaneses al mismo tiempo y de los que se consideran exclusivamente taiwaneses.

Por otro lado, concluye que los miembros de la primera y de la tercera generaciones, no emplean su identificación partidista para determinar su identidad nacional, sino a la inversa. En cambio, quienes pertenecen a la segunda generación, son los que posiblemente usan sus preferencias partidistas para formular su identidad nacional.

5.- LOS RESULTADOS DE LAS ELECCIONES LEGISLATIVAS Y PRESIDENCIALES DE 2008

5.1 Análisis de los resultados

En un breve espacio de tiempo, poco más de dos meses, han tenido lugar dos procesos electorales de excepcional trascendencia para el futuro de Taiwán y de sus relaciones con la República Popular China así como para la cuestión identitaria. El 12 de enero de y el 22 de marzo de 2008, han tenido lugar en la isla, elecciones legislativas y presidenciales, respectivamente. En los dos casos, se han celebrado también referéndums.

Las elecciones legislativas del 12 de enero han sido ganadas abrumadoramente por el Kuomintang. En efecto, de un total de 113 escaños, 81, equivalente al 71,6% del total de escaños, se los ha adjudicado este partido; por su parte, el PDP, el gran derrotado, ha obtenido tan sólo 27. Los 5 escaños restantes, se los han repartido la Unión Solidaria de Taiwán (UST), tres escaños; el Partido el Pueblo Primero (PPP), un escaño; y un candidato independiente el otro escaño.

Mario Esteban (2008), ha sabido sintetizar acertadamente la repercusión de estos resultados: “El Kuomitang pasa a controlar más de dos tercios del Parlamento [Yuan legislativo], proporción necesaria para iniciar una moción de censura contra el Presidente de la República [en el supuesto de que las elecciones presidenciales del 22 de marzo de 2008 las ganase el partido del independentista Presidente Chen, el PDP], e incluso los tres cuartos requeridos para revisar la Constitución. Por su parte, el grupo parlamentario del PDP ha pasado de controlar el 40% de los escaños a menos de una cuarta parte. En ese escenario el PDP será incapaz de bloquear cualquier propuesta de ley, oponerse a las reformas constitucionales que pueda plantear el Kuomintang e incluso de apelar al Tribunal Constitucional para dirimir la constitucionalidad de las leyes. Obviamente, cualquier intento del PDP por reformar la Constitución para reafirmar la independencia de Taiwán respecto de China tendrá que esperar, al menos, hasta 2012. Tal cosa aparca por el momento un posible factor de tensión en el estrecho de Taiwán, en el supuesto de que Frank Hsieh, el candidato del PDP, se convirtiese en el nuevo presidente de Taiwán [no ha sido así, quien ganó las elecciones presidenciales el 22 de marzo fue el candidato del Kuomintang].”

Las elecciones presidenciales se han saldado con una nueva victoria del Kuomintang. Su candidato, Ma Ying-jeou, obtuvo el respaldo de 7.658.724 electores, un 58,45% de los votos emitidos. Su rival, Frank Hsieh, del PDP, recibió 5.445.239 de votos, es decir, el apoyo del 41,55% de los electores.

Como señala Bruno Philip (Le Monde, 24-03-08) no deja de resultar una paradoja que el candidato favorito de Pekín fuera Ma Ying-jeou, un abogado educado en Estados Unidos, nacido en Hong Kong, en el seno de una familia de militares del ejército de Chiang Kai-shek. Y es que los resultados tienen mucho que ver con una censura a la política seguida por Chen Shui-bian, claramente independentista y de control estricto sobre las relaciones económicas entre Taiwán y la República Popular de China además de una gestión económica poco brillante y de los casos de corrupción del propio Chen y de algunos de sus familiares.

No debe olvidarse que junto a las elecciones presidenciales, el 22 de marzo se celebraron dos referéndums que tenían gran trascendencia. El primero de ellos había sido propuesto por el presidente Chen y planteaba como pregunta si Taiwán cuyo nombre oficial es el de República de China, debía ingresar como estado miembro de la ONU con el nombre de Taiwán. Desde el Kuomintang, se barajaron varias respuestas a este reto: boicotear el referéndum o plantear a su vez otra pregunta. Ma fue partidario de mantener esta última opción y la pregunta auspiciada por el Kuomintang fue la de si Taiwán debía ingresar como estado miembro de la ONU con el nombre de República de China “u otro nombre apropiado”. Cualquiera de las consultas requería, para prosperar, que fuera avalada por al menos el 50% del censo electoral compuesto por 17.313.854 electores. Los resultados fueron: para el referéndum propuesto por el PDP, 5.592.230 votos a favor, un 94,01% de los votos válidos emitidos para esa consulta; para el referéndum propuesto por el Kuomintang, 4.962.309 votos a favor, es decir, un 87,27% de los votos válidos emitidos. En ambos casos, se pronunciaron a favor un 35, 82% y un 35,74% del censo electoral respectivamente, lejos del 50% mínimo exigido.

En cualquier caso, si el resultado de los referéndums hubiera sido favorable a cualquiera de las propuestas planteadas, en la práctica no hubieran servido para que Taiwán pudiera ingresar en las Naciones Unidas. En la ONU, la República Popular de China dispone de veto en el Consejo de Seguridad. Por otro lado, Taiwán sólo mantiene relaciones diplomáticas con 23 Estados, y además, EE UU hubiera desplegado toda su influencia para evitar la ruptura del status quo. Como recuerda M. Esteban (2008) la Secretaria de Estado, Condoleezza Rice, había calificado la consulta propuesta por Chen como “una provocación innecesaria”, “ya que no aumenta las posibilidades de Taipei de ingresar en Naciones Unidas e incrementa la tensión en el estrecho de Taiwán, al plantear un cambio de nombre que Pekín interpreta como un paso hacia la independencia de iure de la isla.”

5.2 Los resultados, ¿reflejo del sentimiento identitario?

Los resultados de todos estos procesos electorales han puesto de manifiesto claramente que mientras que a los políticos de Pekín les preocupaba mucho más el resultado de los referéndums que cuál de los dos candidatos pudiera ganara las presidenciales, a los taiwaneses lo que les preocupaba era la situación económica y no la independencia.

Los ciudadanos de Taiwán a la hora de votar no se han sentido motivados por razones políticas sino por razones económicas y sociales. Las relaciones con China les preocupan en tanto en cuanto unas buenas relaciones de vecindad incidirán en un reforzamiento de los lazos económicos con un efecto beneficioso sobre las tasas de crecimiento y de reducción del desempleo en la isla. Los taiwaneses, sin renunciar a su sentimiento identitario, han querido superar la etapa de enfrentamientos con la República Popular de China a la que los había abocado Chen Shui-bian. No obstante, también han enviado un mensaje claro al ganador, Ma Ying-jeou, negociar con China, sí, pero no vender o entregar Taiwán a Pekín.

6.- LAS RELACIONES ENTRE LA REPÚBLICA POPULAR Y TAIWÁN

6.1 Las relaciones económicas

El enfrentamiento entre las dos orillas desde 1949, motivó la práctica desaparición de las relaciones comerciales y económicas durante treinta años. A finales de los años 1979, Deng Xiapoing inició una política de apertura económica. Los capitales extranjeros, entre ellos los taiwaneses empezaron a llegar al continente. Las nuevas medidas económicas, favorecieron los intercambios comerciales entre las dos orillas, ilegales para Taiwán. Sin embargo según P. Chevalérias (2006), en solo cinco años, de 1979 a 1984, las importaciones de productos chinos en Taiwán se multiplicaron por dos (56 millones de dólares en 1979, 128 millones en 1984). Las exportaciones taiwanesas hacia el continente se multiplicaron en el mismo período por veinte (21 millones de dólares en 1979, mientras que fueron 425 millones en 1984).

Las autoridades taiwanesas impusieron desde el primer momento limitaciones a estos intercambios, pero no pudieron impedir su expansión. En 1985, tuvieron que rendirse a la evidencia y autorizar el denominado “comercio indirecto” (Chevalérias, 2006). “Todo comercio directo a través del estrecho, incluso todo contacto directo entre las empresas taiwanesas y chinas, quedaba prohibido, si bien los hombres de negocios taiwaneses podían desarrollar actividades comerciales con el continente chino con la condición de que las mercancías transitaran por un tercer país, como Hong Kong o Macao, a la sazón, colonias británica y portuguesa respectivamente.” Estos impedimentos han sido criticados por los empresarios, [v. pp. 55] no en vano: según X. Rios (2005) “tener que comerciar a través de Hong Kong o Macao y no directamente les suponen unas pérdidas anuales a los empresarios taiwaneses valoradas en más de 4.000 millones de dólares anuales.”

Hoy en día el grado de interdependencia es elevado. China es el primer cliente de Taiwán y a la vez es la receptora del 70% del total de las inversiones taiwanesas en el mundo. Más de 60.000 empresas de la isla se han instalado en la parte continental y un millón de empresarios taiwaneses residen en la República Popular. La interdependencia económica, (Xulio Ríos, “Taiwán: elecciones y estrategias en la recta final”, Argenpress, 01-03-2008), ha supuesto un volumen de intercambios de 102. 000 millones de dólares en 2007, con un crecimiento respecto del 2006, del 16,1%. Sólo en los dos primeros meses de 2008, el comercio bilateral se ha incrementado en un 23,8% (Xulio Ríos, “A sinerxia sino-taiwanesa”, ECO, junio de 2008).

La interdependencia no ha cesado de crecer. Es muy ilustrativo de lo que estamos diciendo la estadística que reproduce la Tabla nº 1 (Courmont, septiembre 2007). Como se puede apreciar, en la primera columna, el volumen de los intercambios entre 1992 y 2005 se ha multiplica por siete; por quince si tenemos en cuenta las estadísticas de las aduanas continentales que aparecen en la segunda columna.

No obstante, no se trata de un intercambio equilibrado. Se puede apreciar fácilmente que el volumen de las exportaciones taiwanesas casi triplica el de las importaciones procedentes del continente. Si tuviéramos en cuenta las cifras de las aduanas chinas, la diferencia sería de cinco a uno: 74.680 millones de dólares las exportaciones de Taiwán, frente a unas importaciones de productos chinos por un valor de 16.550 millones de dólares.

La Tabla nº 2 nos permite observar que el volumen del excedente comercial en 2005, arroja un superávit a favor de Taiwán de 36.170 millones de dólares, (58.130 millones según las aduanas chinas) y que esa cifra es el doble del excedente a favor de Taiwán en sus relaciones comerciales con el resto del mundo, 15.820 millones de dólares.

¿Cuáles pueden ser las causas de este déficit comercial tan acusado a favor de Taiwán? Xulio Ríos (2005) apunta las siguientes: “El desequilibrio obedece sobre todo a las restricciones impuesta por Taipei e, indirectamente, al trato de favor que dispensa Beijing a las exportaciones procedentes de la isla, un comercio que define como interprovincial y que hoy está totalmente liberalizado. Las importaciones procedentes de China continental deben respetar tres criterios: no poner en peligro la seguridad nacional, no dañar la industria local y favorecer la competitividad internacional de la producción taiwanesa.” Xulio Ríos hace notar que el excedente comercial favorable a Taiwán, “refuerza una integración con el continente cada vez más dependiente.” Y añade: “En resumidas cuentas, de no ser por China, el comercio exterior de Taiwán probablemente se encontraría en situación de déficit y no de superávit. China es muy consciente de su atractivo y ofrece seguridad y un tratamiento especial a las operaciones que tienen su origen en Taiwán, a sabiendas de que la intensificación de la cooperación económica y la implicación activa del colectivo empresarial taiwanés son pilares excelentes para favorecer su política de unificación. La comunidad empresarial se mueve como pez en el agua en esa situación y actúa en buena medida de portavoz de aquellos intereses.”

¿Cuáles pueden ser las causas de este déficit comercial tan acusado a favor de Taiwán? Xulio Ríos (2005) apunta las siguientes: “El desequilibrio obedece sobre todo a las restricciones impuesta por Taipei e, indirectamente, al trato de favor que dispensa Beijing a las exportaciones procedentes de la isla, un comercio que define como interprovincial y que hoy está totalmente liberalizado. Las importaciones procedentes de China continental deben respetar tres criterios: no poner en peligro la seguridad nacional, no dañar la industria local y favorecer la competitividad internacional de la producción taiwanesa.” Xulio Ríos hace notar que el excedente comercial favorable a Taiwán, “refuerza una integración con el continente cada vez más dependiente.” Y añade: “En resumidas cuentas, de no ser por China, el comercio exterior de Taiwán probablemente se encontraría en situación de déficit y no de superávit. China es muy consciente de su atractivo y ofrece seguridad y un tratamiento especial a las operaciones que tienen su origen en Taiwán, a sabiendas de que la intensificación de la cooperación económica y la implicación activa del colectivo empresarial taiwanés son pilares excelentes para favorecer su política de unificación. La comunidad empresarial se mueve como pez en el agua en esa situación y actúa en buena medida de portavoz de aquellos intereses.”

Algo parecido ocurre con las inversiones. La cifra de negocio de las empresas taiwanesas en China representa el 35% del Producto Nacional Bruto (PNB) de Taiwán. China es la primera destinataria de la Inversión Directa Extranjera (IDE) taiwanesa, con 52.000 millones de dólares, cifra que fuentes oficiosas elevan a 200.000 o incluso 400.000 millones de dólares (Mengin, 2008). A pesar de las trabas impuestas por el gobierno de Taiwán, dice Xulio Ríos (2005) con medidas “como el establecimiento de topes a la cuantía de las inversiones (máximo de 50 millones de dólares), la limitación en las transferencias de tecnología o el favorecimiento, desde 1994 de la llamada “política hacia el Sur” con el objeto de abrir una nueva vía de inversiones en el sudeste asiático”, los empresarios taiwaneses siguen deslocalizando y creando nuevas empresas en China, que para ellos como señala Xulio Ríos, “es una opción natural. Para llevar a buen término sus negocios, no dudan incluso en burlar las rígidas reglamentaciones de Taiwán, multiplicando sus operaciones desde Hong Kong”. Por el contrario, las inversiones de China continental en Taiwán están prohibidas, al igual que la presencia en la isla de empresarios chinos.

La interdependencia económica que cada día va a más, constituye a nuestro juicio, quizás la más de poderosa de las razones disuasorias de una posible confrontación bélica en el estrecho de Taiwán.

6.2 Las relaciones políticas

Los intentos de establecer puentes para el diálogo en el ámbito político adquieren una cierta relevancia en los años 1990. En Taiwán se creó en 1990 la Fundación para el Intercambio a través del Estrecho (FIE) una organización no gubernamental encargada de asegurar contactos de carácter civil entre las dos orillas. Un año después se creaba en China un órgano similar, la Asociación para las Relaciones a través del Estrecho de Taiwán (ARET). Para Xulio Ríos (2005), ambos organismos presentan algunas características comunes: “En primer lugar, son no gubernamentales sólo en apariencia, ya que sus actividades están directamente controladas por las respectivas autoridades. En segundo lugar, el ámbito de sus facultades se extiende a la búsqueda de soluciones para algunos problemas concretos que pueden surgir como consecuencia de la intensificación de los contactos y las relaciones a través del Estrecho. (…) Se trata de dos entidades creadas para facilitar la identificación de interlocutores y evitar que las discrepancias existentes entre las dos entidades políticas, la República Popular China, de una parte, y la República ce China, de otra, impidan la solución de problemas menores que exigen un tratamiento urgente.”

La creación de estas dos entidades supuso el inicio de contactos y acercamientos de mayor importancia que los habidos con anterioridad, sin embargo a lo largo de los últimos dieciocho años, las relaciones no han estado exentas de problemas. En 1992, ambas partes, a través de estos organismos, alcanzaron un acuerdo, el denominado “Consenso de 1992”, en virtud del cual, las partes se adherían al principio de “una sola China”. Sin embargo, ese “consenso” no lo fue tal. Cada parte lo interpretó de una manera diferente y esa diferencia ideológica sobre lo que debe entenderse todavía planea a día de hoy sobre las relaciones entre las dos orillas.

A lo largo de los años 1990, la política interna sobre todo la de Taiwán incidió de modo directo en el terreno de las relaciones políticas hasta llegar a la práctica ruptura en 1999 cuando el presidente Lee Teng-hui reclamó un diálogo entre “Estados”, algo que la China continental entendió como una derogación unilateral por parte de Taiwán del principio “una sola China”. La posterior elección de Chen Shui-bian en 2000 y su reelección en 2004, que desplegó una política abiertamente independentista llevaron a que la situación se tensionara de tal manera que en la República Popular se aprobó en 2005, la Ley Antisecesión que preveía el uso de la fuerza en el supuesto de una declaración de independencia de iure por parte de Taiwán. Sin embargo, los resultados de los procesos electorales que han tenido lugar este año, han supuesto un cambio espectacular, y el inicio de una nueva etapa en la que los dos organismos, la FIE y la ARET, desempeñarán un papel clave en la evolución futura de los acontecimientos. [v. 6.4]

6.3 Otro tipo de relaciones

Existen otros ámbitos en las relaciones entre los dos países y el balance que presentan es desigual.

En 1987 se autorizaron los encuentros de familias de las dos orillas lo que según Xulio Ríos, “marcó un punto de inflexión importante y generó también una importante recuperación de vínculos de diverso tipo, aunque no siempre culminados satisfactoriamente debido a los efectos colaterales que tantas décadas de separación habían producido en el ánimo y en las expectativas y modos de vida de unos y otros”.

Las visitas de turistas taiwaneses a la china continental no están sometidas a restricciones, se registran anualmente más de cinco millones de visitas. En cambio, tanto la República Popular China como Taiwán han impuesto restricciones a las visitas de turistas de China a la isla, sólo 200 turistas diarios.

La cooperación técnica y la académica se han desarrollado notablemente. No obstante existen aspectos mejorables, como la desconfianza mutua a la hora de transferir tecnología, la negativa china a la creación en el continente, de colegios o facultades universitarias con capital total o parcial taiwanés o las restricciones a la matriculación de alumnos chinos en Taiwán.

Para Xulio Ríos (2005), en el ámbito cultural: “conviene destacar que Taiwán concede una gran importancia a este tipo de intercambios (exposiciones, cine teatro, y otras manifestaciones artísticas) y en ellos, a diferencia de otros ámbitos, no ha dispuesto apenas límites. Sin embargo, las limitaciones provienen del continente, preocupado por evitar, la contaminación espiritual, ya que el intercambio puede afectar a asuntos políticamente sensibles, especialmente cuando se refiere a medios de comunicación social.”

6.4 La incidencia de los recientes procesos electorales en la futura evolución de las relaciones entre la República Popular China y Taiwán

Resulta inevitable hacer referencia a la incidencia de los resultados de los recientes procesos electorales que han tenido lugar en Taiwán por su trascendencia tanto en lo que se refiere a las relaciones entre las dos orillas, que sin duda se verán favorecidas y potenciadas, como incluso en la evolución del sentimiento identitario que podría, a nuestro juicio, dependiendo de la evolución futura de los acontecimientos no crecer más, sino estabilizarse.

En muy poco tiempo, el que ha transcurrido desde las elecciones presidenciales del 22 de marzo hasta el 14 de junio de 2008, se han producido una serie de declaraciones y actuaciones por parte de los políticos de las dos orillas, que parece que alejan de modo importante un escenario de enfrentamiento bélico.

El nuevo presidente taiwanés, Ma Ying-jeou, no se ha cansado de repetir durante la campaña electoral que durante su mandato no habrá “declaración de independencia ni reunificación”. Lo que no le ha impedido, una vez conocida su amplia victoria, proponer a la República Popular China, la reanudación del diálogo entre las dos orillas, la creación de una especie de mercado común y la firma de un tratado de paz. Ma, ha sabido recoger el deseo de la mayoría de la población que junto con las votaciones le ha transmitido un mensaje claro sobre las causas por las que ha castigado al PDP de Chen sui-bian. Tras conocer su victoria, Ma declaró: “Los taiwaneses quieren un gobierno limpio, una economía floreciente y la paz en el estrecho.” Y añadió: “Debemos reanudar las negociaciones a la mayor brevedad posible, apartar las controversias y alcanzar una situación de ganancia para todos.”

Esa nueva orientación de la política taiwanesa que intenta evitar el enfrentamiento sin renunciar a los principios básicos, ha sido muy bien acogida por los políticos de Pekín. Los nuevos aires en las relaciones pudieron apreciarse muy pronto. En el foro económico Asia-Pacífico, celebrado tres semanas después de las elecciones presidenciales, el 12 de abril, en Bao, en la isla de Hainan, el presidente chino Hu Jintao, se entrevistaba con Vincent Siew, que debería tomar posesión del cargo de vicepresidente de Taiwán, el 20 de mayo. El encuentro tuvo carácter de histórico, era una entrevista entre cargos institucionales, un presidente en ejercicio y un futuro vicepresidente. Hasta entonces, los contactos de más alto nivel lo habían sido solo a nivel de partidos políticos, entre el Partido Comunista Chino y el Kuomintang, en el año 2005, cuando poco después de la aprobación de la Ley Antisecesión, el presidente del Kuomintang, partido entonces en la oposición, visitó la República Popular en un gesto que fue calificado de traición por el presidente de Taiwán Chen Shui-bian.

El 29 de mayo de 2008, Hu Jintao, se entrevistaba con Wu Po-hsiung, el nuevo presidente del kuomintang, una entrevista entre los presidentes de dos partidos con responsabilidades de gobierno.

Fruto de los contactos posteriores a las elecciones, se ha celebrado en Pekín, entre los días 11 a 14 de junio de 2008, una reunión entre delegaciones de la Fundación para el Intercambio a través del Estrecho (FIE) y de la Asociación para las Relaciones a través del Estrecho de Taiwán (ARET). Las negociaciones se han realizado a través de estas dos organizaciones y no a nivel oficial porque Pekín no reconoce al gobierno de una “provincia rebelde”.

En las reuniones se han adoptado una serie de acuerdos que sin duda facilitarán un clima de entendimiento, alejarán el fantasma de enfrentamientos bélicos e incidirán y permitirán el mutuo crecimiento económico. Los temas espinosos, como la retirada de los misiles chinos que apuntas a Taiwán, la participación de Taiwán en organizaciones internacionales que exijan para ser miembro el reconocimiento internacional de Estado, como puede ser la Organización Mundial de la salud, o la firma de un tratado de paz han sido preteridos. Como ha manifestado Chen Yunli, presidente de la ARET, antes de las reuniones de junio, ya se había pactado que la idea rectora de este encuentro era “la economía antes que la política, los problema fáciles antes que los difíciles”.

Los principales acuerdos que se han cerrado han sido:

- La creación de unas oficinas con carácter permanente, en cada uno de los dos países, que ejerzan la función de delegaciones de las organizaciones semioficiales FIE y ARET y faciliten los contactos bilaterales.

- La apertura de la isla a la visita de turistas chinos hasta ahora muy restringida. Se autorizará la entrada de 3.000 turistas diarios, (hasta ahora era de 200 al día) aproximadamente un millón al año. Se prevé que dentro de cuatro años, el número de turistas autorizados sea de 10.000 diarios. Se calcula que en Taiwán se creará un nuevo puesto de trabajo por cada 25 turistas

- La autorización de los vuelos directos entre las dos orillas, prohibidos desde 1949. En la actualidad se ha de hacer escala en un tercer país. Excepcionalmente, desde algunos años, los vuelos directos se autorizaban solo en fechas señaladas, como la festividad del Año Nuevo y para taiwaneses que se desplazaban al continente. El acuerdo prevé vuelos directos todos los fines de semana.

Reproducimos por su interés, parte de un comunicado de la Agencia de noticias EFE, para TERRA ACTUALIDAD, de fecha 13 de junio de 2006, sobre el impacto económico de los acuerdos sobre la autorización de incremento del número de turistas chinos y de los vuelos directos de fin de semana para la economía de Taiwán.

Los expertos en Taiwán resaltan el fuerte impacto económico que tendrá el acuerdo que han firmado hoy en Pekín Taiwán y China sobre vuelos fletados directos y la llegada de turistas chinos a la isla.

'Las repercusiones serán muy amplias: un fuerte ahorro de costos, facilitar una mayor integración manufacturera y, sobre todo, reducir el tiempo de vuelo para los cientos de miles de taiwaneses con inversiones en China', dijo a Efe la economista Cristina Chen.

Cientos de miles de gerentes no necesitarán abandonar Taiwán para gestionar las más de 90.000 empresas, donde los empresarios isleños han desembolsado unos 100.000 millones de dólares.

'El ahorro de tiempo de vuelo permitirá viajes de un día, con salida por la mañana y vuelta por la noche, con lo que miles de taiwaneses podrán volver a residir en la isla', agregó Chen.

La fuerte integración manufacturera entre China y Taiwán se verá reforzada con la apertura de vuelos directos de carga, cosa que aún se está negociando, al abaratar los costos y disminuir el tiempo de vuelos.

La necesidad de hacer escalas en Hong Kong u otro tercer territorio encarecía mucho el transporte aéreo entre China y Taiwán, más aún en esta época de altos costos del combustible.

'Los pasajeros podrán ahorrar, como mínimo, unos 300 dólares (190 euros) en sus vuelos de ida y vuelta a China', expuso Jenny Yi, de la agencia de viajes Glory Travel de Taipei.

6.5 Las relaciones entre las dos orillas como factor reductor del riesgo de conflicto

Los resultados de las elecciones han puesto de relieve que las cuestiones identitarias han pesado mucho menos en el ánimo de los electores que en anteriores procesos electorales. Como recuerda M. Esteban (2008), los taiwaneses han acudido a votar pensando más en clave de política interna que en las relaciones exteriores, y más preocupados por los problemas cotidianos que por las cuestiones ideológicas.

La principal preocupación del empresariado taiwanés, no perder las oportunidades de negocio que brinda el espectacular crecimiento de China, revitalizar la economía de la isla, evitar las situaciones de inestabilidad, parece que será resuelta de forma positiva a tenor de los acuerdos adoptados desde la elección de Ma. El nuevo clima de las relaciones favorecerá la distensión entre las dos orillas y reforzará la interdependencia económica, lo que de por sí, ya es una buena noticia que permite presumir que la posibilidad de conflicto bélico se aleja, por lo menos a corto y medio plazo.

Ma, ha anunciado su deseo de crear un mercado común entre Taiwán y la República Popular. Recordemos que después del horror de la IIª Guerra Mundial, y entre otras poderosas razones, para evitar de nuevo enfrentamientos entre Francia y Alemania que ya fueron a la guerra en el último tercio del siglo XIX y de nuevo en la Iª Guerra Mundial, se optó en los años 1950 por crear el Mercado Común Europeo, antecedente de la actual Unión Europea. No puede negarse que se alcanzó el objetivo de acabar con los enfrentamientos bélicos entre las dos potencias continentales. Desde esta perspectiva, consideramos que la creación de un mercado común, o en su defecto una zona de libre cambio, podría constituir un excelente instrumento de integración que serviría para desterrar de forma segura la hipótesis de un eventual conflicto armado en el estrecho de Taiwán.

Con una mayoría de más de dos tercios en el parlamento y con la presidencia de Taiwán y el gobierno en manos del Kuomintang, Ma, podrá llevar a cabo su programa político con comodidad y restaurar las relaciones con la República Popular de China. Pero se precisará que por parte de los políticos de Pekín se corresponda de forma apropiada. El gran peligro radica, según M. Esteban, (2008) en que en China se creen unas expectativas demasiado elevadas sobre lo que Ma puede ofrecer. Para este autor, “Se corre el riesgo de que Pekín espere de Ma Ying-jeou más de lo que éste puede ofrecer, ya que ningún presidente de Taiwán puede permitirse en términos electorales aparecer como demasiado acomodaticio a las demandas de Pekín.”

A tenor de las declaraciones y acuerdos adoptados en los últimos días, parece que tanto en el Kuomintang como en el Partido Comunista Chino se tiene claro que en las relaciones entre las dos orillas, se tendrá que aplicar el criterio de las “dos velocidades”, (X. Ríos, “Las dos velocidades de Ma”, Argenpress, 26-03-2008) a la economía y a los intercambios sociales y culturales por un lado, y a la política por el otro. X. Ríos (“Taiwán y el sueño nacionalista chino”, El Correo, 25-03-2008) opina que los dirigentes de ambas orillas del estrecho diferencian entre economía y política, “dos mundos paralelos pero que evolucionan a ritmos muy distintos. En la primera, los temores serán cada vez menos relevantes y podremos asistir en los próximos años a un diálogo intenso y beneficioso para ambas partes (también con perjudicados como Hong Kong o Macao que se beneficiaban de la inexistencia de relaciones directas entre ambas). En lo político, el proceso será mucho más lento, no solo por las dificultades intrínsecas del acercamiento de sistemas mucho más distantes que la propia geografía, sino porque es inimaginable hoy día la adopción de una decisión trascendental en cuanto a la unificación sin un amplio consenso social que la respalde.”

No deja de resultar paradójico que sea precisamente el elemento identitario taiwanés, potenciado por el ya expresidente Chen Shui-bian el denominador común que permita a corto plazo el fortalecimiento de las relaciones entre las dos orillas. En este sentido, compartimos la tesis de Francisco Haro. HARO (entrevistado para el número especial del Observatorio de la Política China, dedicado a las elecciones presidenciales de marzo), quien preguntado poco antes de las elecciones, sobre cómo creía él que evolucionarían las relaciones entre Taipei y Pekín ante la probable hipótesis de la victoria del candidato del Kuomintang, respondía:

“Los procesos sociales cristalizan en resultados, al menos en muchas ocasiones, teniendo como base paradojas. Una de ellas, de las más interesantes que uno pueda encontrar, es el fortalecimiento y regreso al poder del KMT sobre las espaldas de aquellas fuerzas que los echaron del continente en la segunda parte de los años cuarenta del siglo XX, las huestes de Mao Zedong, el Partido Comunista. ¿Qué podría unir, o por lo menos acercar, a enemigos históricos, tan aparentemente irreconciliables? Lo que los une, es precisamente lo que los separa de Chen y de millones de isleños, y que es clave en el diferendo entre ambos lados del Estrecho de Taiwan: el elemento identitario. Es decir, en la medida que dos fuerzas gubernamentales, el Partido Comunista en Beijing y el KMT en Taipei, estén de acuerdo en ese hecho fundamental, una China unitaria, se podrá avanzar, no sin dificultades. Los otrora acérrimos enemigos, se entenderán de manera más fácil, al menos por un tiempo.”

7. EL FUTURO

Nos atrevemos a aventurar que en el futuro, el sentimiento identitario evolucionará dependiendo del grado de acercamiento entre las dos orillas. Si la República Popular de China se democratiza, la interdependencia económica se consolida y se producen procesos de integración económica, creemos probable que el sentimiento identitario taiwanés disminuya.

Como señala un editorial del diario El País, del 24 de marzo de 2008: “Ambas sociedades pueden vivir muchos años más separadas pero sin divorciarse, a la espera de una convergencia que, idealmente, debería producirse en el seno de una democracia compartida.”

Nos parece de interés reproducir la respuesta que el general francés y Director del Institut de Relations Internationales et Stratégique (IRIS) Jean-Vincent Brisset, dio a una pregunta que le hacía Joseph Henrotin para el número de febrero de 2008 de la revista Défense et Sécurité Internationale: “Las élites taiwanesas a menudo las componen militares o altos funcionarios muy contrarios a una escisión definitiva de China continental. Tengo un amigo en el ejército del aire taiwanés que piensa que se llegará a la reunificación. Las élites taiwanesas comerciales y universitarias, por su parte, dicen en privado que los taiwaneses son 22 millones pero que tienen más diplomados de tercer ciclo que la China popular y piensan que ellos podrían desempeñar puestos de gran relevancia en la dirección del conjunto de China. Es algo que también encontramos en Singapur y en Hong Kong: estas élites se ven como potenciales dirigentes de una gran China.”

M. Esteban destaca que “aunque la identidad taiwanesa es cada vez más prevalerte entre la población de la isla, su significado está disminuyendo (como puede apreciarse en el gráfico). Hay un creciente hartazgo entre la población, particularmente entre los jóvenes, hacia el afán del PDP de arrogarse el monopolio de la definición de la identidad taiwanesa.”

Lepesant (2004), pone de relieve que los jóvenes de entre 20 y 35 años, representan el 35% del electorado, un dato que consideramos debe tenerse muy en cuenta. Por eso, interesa saber qué piensan los jóvenes taiwaneses sobre el tema que nos ocupa.

Lepesant destaca que “La juventud taiwanesa comparte el sentimiento de formar parte de una comunidad de valores y de intereses territorializada: Taiwán. Pero este sentimiento incontestable de pertenencia a la sociedad taiwanesa no implica automáticamente una identificación exclusiva con Taiwán en tanto que nación, aunque no cese de crecer. Denominarse taiwanés, no implica sistemáticamente sinónimo de de voto a favor del PDP. Para una gran mayoría de jóvenes el futuro de Taiwán sigue abierto. Lo que cuenta ante todo es privilegiar lo que es bueno para Taiwán. Cualesquiera que sean sus preferencias en cuanto al futuro de Taiwán (para los que las tengan) vienen determinadas en función de la preservación de las conquistas esenciales que son la democracia y la prosperidad, y ello pasa por el mantenimiento de la paz en el estrecho y por una política centrada en los intereses de Taiwán y de los taiwaneses. Esta postura se traduce en un apoyo masivo a la preservación del status quo y de la independencia de facto de Taiwán bajo el nombre de República de China”.

Creemos, para finalizar, que son estas nuevas generaciones, los futuros políticos, economistas, militares, diplomáticos, etc. los que no sólo van a decidir el futuro de Taiwán, sino que están en condiciones de decidir su presente. Reconforta saber que en una zona geopolíticamente tan estratégica y potencialmente conflictiva, existe un sector importante de población capaz de frenar a los políticos que instrumentalizan el sentimiento identitario poniéndolo al servicio de intereses partidistas que pueden generar conflictos de gran magnitud.

8. CONCLUSIONES.

Creemos que hemos conseguido dar respuesta a los interrogantes que planteábamos tanto en la definición de los objetivos de este trabajo, como en la hipótesis de partida. Entendemos que las elecciones legislativas del 12 de enero y las presidenciales del 22 de marzo vendrían a confirmar uno de nuestros principales argumentos. Existe, hasta la fecha, un creciente sentimiento identitario en la mayoría de la sociedad taiwanesa, pero ésta habría apostado por la moderación, y por aquellas fuerzas políticas que no son partidarias de la independencia. En otras palabras, los resultados electorales constituirían la prueba palpable de la madurez de la sociedad taiwanesa que habría votado mayoritariamente por el mantenimiento del status quo, aplazando la resolución del conflicto y evitando el riesgo de confrontación en el Estrecho.

Hemos intentado poner de relieve en el capítulo 2 cómo: desde el S. XVII, los aborígenes de la isla han estado sometidos a ocupantes extranjeros (europeos, chinos continentales y japoneses); desde hace más de un siglo, (con el paréntesis de 1945 a 1949) Taiwán existe sin estar sometida a un control directo por parte de la China continental; la pertenencia al Imperio del Centro ha sido de poco más de dos siglos; y que los taiwaneses se han sentido abandonados por China (recordemos por ejemplo, la cesión a Japón en 1895). Por eso entendemos que la desconfianza, el recelo y la falta de interés de un sector importante de la población taiwanesa hacia la integración en la China continental no carecen de cierto fundamento. Taiwán es una tierra de inmigrantes y la historia de la isla, sobre todo la más reciente, es un factor que no puede ser obviado en modo alguno porque constituye una de las claves para entender por qué ha aparecido una identidad taiwanesa. En el origen del actual “problema” de Taiwán, dos factores han sido decisivos: que los nacionalistas de Chiang Kai-shek perdieran la guerra civil y se refugiaran en la isla, y el estallido de la guerra de Corea que obligó a Mao a concentrar sus esfuerzos militares en el conflicto internacional, lo que a su vez fue aprovechado por Chiang Kai-shek para organizar mientras tanto la defensa de la isla, para lo que contó con el apoyo inestimable de EE UU.

Además de la historia, otros dos factores habrían influido decisivamente en la formación del sentimiento identitario en la sociedad taiwanesa: el proceso de democratización y el notable éxito económico que se han producido en Taiwán en las últimas décadas. Pero tampoco debería olvidarse la instrumentalización de la “identidad” realizada con fines políticos partidistas, que llega al extremo de vincular esa identidad con una rehabilitación de la historia, lengua, cultura y tradiciones de los aborígenes, apenas un 2% de la población, secularmente y hasta hace muy poco tiempo marginados.

A pesar de la complejidad de su definición, la encuestas nos llevan a considerar que existe realmente una “identidad” taiwanesa, que parece ser un sentimiento mayoritario y con tendencia a incrementarse entre la población. Pero ese sentimiento identitario está caracterizado por la ambigüedad, coexiste con otro sentimiento, también mayoritario, que no desea poner en peligro la estabilidad económica y la democracia de las que disfruta Taiwán por intentar defender el soberanismo. El mantenimiento del actual “status quo” es la opción que cuenta con mayor número de partidarios entre la población de Taiwán. En resumen, la sociedad taiwanesa se encuentra dividida, pero apuesta por la moderación. Algo que han sabido captar los dirigentes del Kuominntang y cuyos primeros resultados se han podido comprobar en las reuniones mantenidas en Pekín del 11 al 13 de junio por las delegaciones de la FIE y de la ARET.

Quedaría así validada, al menos a corto y medio plazo, la hipótesis planteada: La existencia de una identidad taiwanesa y el creciente nacionalismo en la isla de Taiwán, no parece que pudieran conducir a corto plazo a un conflicto con la República Popular China.

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