Revista: CCCSS Contribuciones a las Ciencias Sociales
ISSN: 1988-7833


UNA PERSPECTIVA SOBRE LA GUERRA FRÍA

Autores e infomación del artículo

Francisco Javier Ruiz Durán *

Universidad de Extremadura

pacobadajoz@hotmail.com

Resumen: En este artículo intentaremos demostrar como el fracaso político, social y económico de Europa en el siglo XX, que desembocó en la II Guerra Mundial, produjo que el mundo occidental de postguerra tuviese que buscar nuevas vías para reconstruir el Viejo Continente, a fin de evitar  la penetración de las influencias soviéticas durante la Guerra Fría.
Palabras clave: Postguerra, Plan Marshall, Guerra Fría, Congreso por la Libertad Cultural y Nueva Izquierda.

Abstract: In this article we will try to demonstrate as the political, social and economic failure of Europe in the 20th century, which ended in the World War II, it produced that the western world of postwar had to look for new routes to reconstruct the Europe, in order to avoid the penetration of the Soviet influences during the Cold War.
Keywords: Postwar, Marshall Plan, Cold War, Congress for the Cultural and New Left Freedom.


Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:

Francisco Javier Ruiz Durán (2017): “Una perspectiva sobre la guerra fría”, Revista Contribuciones a las Ciencias Sociales, (julio-septiembre 2017). En línea:
http://www.eumed.net/rev/cccss/2017/03/guerra-fria.html

http://hdl.handle.net/20.500.11763/cccss1703guerra-fria


1. La llegada de la Guerra Fría: 1945-1953.


La II Guerra Mundial desarrolló una guerra total donde se borró la frontera entre civiles y militares; se ocupó, se explotó y se exterminó desde Noruega al Norte de África y desde Francia a Stalingrado, dejando una Europa arruinada y desolada.

Los aliados estuvieron de acuerdo en desarrollar un programa de desnazificación para implantar las semillas de la democracia y erradicar el nazismo; incluidos los soviéticos. Pero la realidad no tardó en imponer su peso: “El general Lucius Clay, comandante en jefe de la zona norteamericana,… La administración civil, la salud pública, la reconstrucción urbana y la iniciativa empresarial privada de la Alemania de la postguerra tenían que ser inevitablemente asumidas por hombres como estos, si bien bajo la supervisión aliada. Era imposible apartarlos de golpe de los asuntos alemanes… El 5 de mayo de 1946, el futuro canciller alemán, Konrad Adenauer, protestó contra las medidas de desnazificación en un discurso público… en el que exigía que dejaran en paz a los <<compañeros de viaje de los nazis>>… Debido precisamente a las profundas raíces que el nazismo tenía en su país, el futuro canciller creía más prudente permitir e incluso fomentar el silencio a este respecto. No estaba del todo equivocado”. 1

            El bando soviético no tardó en seguir el camino del silencio cuando: “En Austria, el Partido Comunista local cometió el error, durante las elecciones celebradas a finales de 1945, de rechazar el apoyo potencialmente decisivo de los nazis de a pie y los antiguos miembros del partido. Al hacerlo malograron las esperanzas del comunismo en la Austria de la postguerra. Ello les sirvió de lección en el caso de Berlín. El Partido Comunista Alemán (KPD) decidió en cambio ofrecer sus servicios y su protección a millones de antiguos nazis… Los ex-nazis estaban encantados de borrar su pasado uniéndose a los vencedores. Como miembros del partido, los administradores locales, informadores y policías demostraron adaptarse particularmente bien a las necesidades del Estado comunista”.2 El profesor Judt afirma que los nuevos bandos actuaron rememorando lo que Isócrates, tras las guerras del Peloponeso, enseñó a los atenienses: <<Gobernemos colectivamente como si nada malo hubiera ocurrido>>.

La rehabilitación europea iba a jugarse en un nuevo marco entre el: <<Ahora todos sabemos que a raíz de esta guerra no es posible retornar a un orden social de Laissez-faire, que una guerra como ésta genera una revolución silenciosa que prepara el camino para un nuevo tipo de orden planificado>>, de Karl Mannheim, y <<La solución está en romper el círculo vicioso y restaurar la confianza del pueblo europeo en el futuro económico de sus propios países y de Europa en general>>, de George C. Marshall, que el profesor Judt aplica para explicarnos como la II Guerra Mundial lo cambiará todo en el viejo continente. Pero la rehabilitación tropezaría desde el principio con las actuaciones de los Gobiernos exiliados, mayoritariamente en Londres, y el papel preponderante de la Resistencia en Bélgica, Francia, Italia y Noruega. Si bien es cierto, que la Unión Soviética ordenó a sus grupos que pacíficamente volviesen a la senda del parlamentarismo occidental con la idea de crear partidos políticos,  los aglutinara aprovechando un halo antifascista, que llevó a los partidos de izquierda a la mayoría de los Gobiernos como ya había ocurrido en los Frentes Populares en el periodo de entreguerras mientras se creaban las formaciones democristianas.

            Por otro lado, el fracaso del sistema político y económico europeo anterior al conflicto había sido de tal magnitud que la idea de una sociedad europea planificada parecía la más plausible para recuperar la democracia en Europa. Pero teniendo muy presente que las medidas que el fascismo tomó para combatir la gran depresión provocó la admiración, por Albert Speer o por Mussolini, en el mundo por sus planificaciones sociales y económicas, cuando no la conversión de laboristas o socialistas al fascismo antes de la II Guerra Mundial. Durante ella estos programas de dirección y regulación económica se implementaron en Bélgica, Checoslovaquia y Francia durante sus ocupaciones, mientras que a Gran Bretaña llegó para aguantar el esfuerzo bélico que Alemania le impuso con la guerra total. Así el fascismo y la guerra fueron el puente que enlazó los conceptos marginales, heterodoxos, y a menudo controvertidos de la planificación económica dominante de la postguerra. Dada la situación en que estaba Europa, destruida y postrada ante la URSS, la única barrera ante la miseria y la Revolución era la planificación del Estado. Además era un gran reclamo para atraer a los socialdemócratas. Un claro ejemplo fue Italia donde el sistema económico con grandes sectores bajo la tutela estatal se mantuvo en la postguerra. Pero las nacionalizaciones también aparecieron en Holanda, Francia y gran parte de la Europa Occidental. Así Jean Monnet presentó al Presidente De Gaulle el primer plan nacional, en enero de 1947, que llevó a Francia al crecimiento económico y la modernización bajo la dirección del Gobierno hasta la llegada del Plan Marshall. Eso sí, debemos recalcar que esta dirección económica era radicalmente opuesta a la planificación soviética puesto que la europea promovía la inversión pública mientras que la soviética, perseguía objetivos numéricos en el gasto básico en las que no entraban la educación, la vivienda, los servicios médicos, la alimentación…

El objetivo real de la planificación europea era evitar la senda que llevó al poder a los fascismos, estancamiento económico y depresión, mediante un Sistema del Bienestar ampliamente superior a los Sistemas de Protección del siglo XIX que Alemania había tenido con el Gobierno de Bismarck y que a principios del siglo XX se empezó a extender al resto de Europa. Los nuevos Estados del Bienestar se centraron en la atención médica, la educación, la vivienda, las subvenciones… generando un Estado intervencionista que redistribuía los recursos, para promover la universalidad del sistema siguiendo la nueva estrategia política.

En noviembre de 1942 Sir William Beveridge hizo público su informe con los cuatro supuestos para mitigar las injusticias sociales en la postguerra. Creación de un servicio nacional de salud, aumento de las pensiones, ayudas a las familias y la búsqueda del “cuasi pleno empleo”.

En los inicios de la postguerra la idea de los Frentes Populares seguía en la mente de los partidos socialistas y comunistas, sobre todo en la Europa del Este, que en Bélgica, Francia e Italia representaban la influencia política de la Resistencia mientras que en los países escandinavos y Gran Bretaña esa asociación no consiguió la fuerza que tuvieron en los países anteriormente citados. La otra cara de la moneda la representó la democracia cristiana que supuso el contrapeso en Austria, Holanda, Bélgica, Francia, Alemania Occidental e Italia. Pero en la Alemania Occidental e Italia necesitaron el “empujón” americano para mantener el poder. Dicho poder necesitaba urgentemente recuperar sus economías para consolidarse a través de las reformas sociales y la estabilidad política que requerían ante la grave crisis que tenía a Europa al borde del abismo en 1947. Ante esta situación George Kennan alertó sobre el atractivo que podía tener el comunismo si la crisis persistía. Y no le faltaba razón pues en 1947 los Partidos Comunistas de Bélgica, Finlandia, Francia, Islandia e Italia eran parte de las coaliciones de Gobierno de sus países. En Francia tenían casi un millón de afiliados y en Italia superaban los dos millones. Muy por encima de los números que podían presentar en Polonia o Yugoslavia. Estos números junto a la conocida pertenencia de Palmiro Togliatti, líder italiano, a la Inteligencia soviética o al pasado de León Blum, líder francés, hizo germinar el abismo de la confrontación civil mientras ya se tambaleaba Grecia. Eran los primeros vientos que helarían el  mundo.

            El 28 de abril de 1947 tuvo lugar en Moscú una reunión de los Ministros de Exteriores de los países aliados donde el Secretario de Estado de Estados Unidos George C. Marshall comprobó la nula voluntad soviética para recuperar a Europa. La decepción se convirtió el 5 de junio de 1947 en su famoso discurso sobre un programa de Recuperación Europea que realizó en la Universidad de Harvard. Era el inicio del Plan Marshall.

Para los responsables políticos estadounidenses, la vulnerabilidad de Europa constituía un problema, no una oportunidad. El mayor peligro para la seguridad de Estados Unidos residía en la posibilidad de un derrumbamiento económico en Europa Occidental y la consiguiente llegada al poder de elementos comunistas. Así lo expresaban los informes de la CIA en 1947.

“En Francia, la ayuda del Plan Marshall sirvió en gran medida a los objetivos de las <<planificadoras>>. Como más tarde reconoció Pierre Uri, uno de los colaboradores de Monnet: <<Utilizamos a los norteamericanos para imponer al Gobierno francés lo que considerábamos necesario>>, ignorando el deseo americano de la liberalización pero respondiendo al mismo tiempo entusiastamente a la inversión y la modernización. Los dólares del ERP (1,3 billones en 1948 y 1,6 billones más a lo largo de los tres años siguientes) financiaron casi el cincuenta por ciento de la inversión pública francesa contemplada por el Plan Monnet durante los años de la ayuda Marshall, y sin este dinero, el país no habría podido salir adelante…

La relativamente mala imagen del Plan en Francia respondía en parte a un éxito  de relaciones públicas de los comunistas franceses”. 3

 Pero no debemos olvidar que la otra causa de la irritación francesa era el desprecio a coger la ayuda de un país culturalmente inferior. Cosas de La France.

Muchos creen que la  II Guerra Mundial fue un conflicto diferente porque los contendientes imponían su sistema social, o como decía Stalin se imponía cada sistema allí donde su Ejército llegaba, pero se olvida tanto de que en las Guerras de religión concluidas con la Paz de Ausburgo en 1555 se guiaron por el principio de quien reina impone su religión, cuius regio eius religio, como que en el periodo napoleónico Europa ardió en revoluciones sociales guiadas por el ejemplo francés del siglo XIX.  Así tras la II Guerra Mundial la Europa del Este cayó bajo la bota roja y aunque al principio fueron recibidos como liberadores los Partidos Comunistas de la zona, aunque legalizados, siguieron sin obtener un peso específico por su identificación con la política de Moscú, por las purgas y los encarcelamientos masivos en Polonia, Hungría, Yugoslavia… por lo que Stalin recurrió de nuevo a la táctica de los años treinta del Frente Popular para formar coaliciones entre socialistas y comunistas como la formada en España, puesto que ahora también los comunistas estaban en franca minoría, y querían llegar al Gobierno de la misma manera que Walter Ulbricht explicó tan brillantemente en los inicios de la postguerra: “Está muy clara: tiene que parecer democrática, pero debemos tenerlo todo bajo control”.4 Así podrá comprobar usted mismo el gusto histórico de los comunistas, dentro de estas coaliciones, por detentar Ministerios como el de Interior y el de Justicia. Pero las poblaciones de Europa del Este, bien escarmentadas, no le iban a dar la victoria en las urnas como no tardaron en comprobar los propios comunistas. Llegados a este punto, fallida la vieja estrategia, los comunistas optaron por quitarse la máscara imponiendo el terror contra sus oponentes políticos durante los años 1946 y 1947 donde se les eliminó poco a poco. Incluso así los socialistas, tradicionalmente asentados en la Europa del Este, se mantuvieron y los comunistas tuvieron que volver a la coalición con ellos. Lenin siempre les aleccionó para dividir a los partidos socialistas como él había hecho desde 1918 a 1921 asimilando a las facciones más duras, incrementando notablemente sus filas, y tachando al resto de partidarios como la reacción. Es decir, voluntarios para las purgas como más tarde ocurrió con la llegada de Stalin. De esta forma se celebró una reunión secreta en Moscú, en febrero de 1946, donde se acordó aumentar las invitaciones para crear una sola fuerza política entre socialistas y comunistas en Europa del Este,  donde no tendrían más opciones, pero también para Europa Occidental pensando en los poderosísimos Partidos Comunistas de Francia e Italia y en la zona soviética de Alemania para la creación del Partido de Unidad Socialista. Esta Unidad en la Europa del Este terminó siendo forzada hasta tal punto que los comunistas por fin mejoraron sus resultados de 1947 en adelante que les otorgó entre 1948 y 1949 el poder necesario para comenzar a imponer el control y la colectivización al gusto de Stalin. No importaría nada los Tratados de Paz de París ratificados el 5 de junio de 1947 por los Estados Unidos con Bulgaria, Finlandia, Hungría, Italia y Rumania, Stalin quería los territorios ocupados por su Ejército; arrestos, ejecuciones, amaños de elecciones como en Polonia en 1947 o Golpes de estado como el de Praga en 1948 consolidaron la victoria. Precisamente el Golpe de estado en Praga, la única democracia de la zona antes del conflicto, hizo remover muchas conciencias en Occidente que terminaron por creer que la Unión Soviética no pararía ahí. La reacción ante lo ocurrido pudo ser la clave para que Stalin firmase un Tratado de Amistad con Finlandia en 1948 aunque, eso sí, obligándoles a fusionar las fuerzas socialistas y comunistas en la Liga de Defensa del Pueblo Finlandés. Pero sobre todo acabó con la inocencia de los socialistas occidentales sobre la situación de la Europa del Este que encabezó el viejo frentepopulista Léon Blum y que se extendió a la izquierda no comunista del resto de la Europa Occidental que los anclaría definitivamente en el bando de Occidente. Stalin volvió a errar el tiro.

            Yugoslavia fue desde el inicio una excepción en el Bloque soviético. En 1947 el Gobierno comunista de Tito llegó al poder por sus propios méritos en la II Guerra Mundial, donde los partisanos se enfrentaron con éxito a los oponentes germanos e italianos. A ello se le debe sumar que Yugoslavia recibió en los inicios de la postguerra la mayor ayuda en Europa de la UNRRA (Administración de Socorro y Rehabilitación de las Naciones Unidas).  En este marco Stalin comenzó alabando los logros revolucionarios de la Yugoslavia titista, que representaba el comunismo más duro y avanzado, pero todo cambió cuando comprobó que Tito estaba creando un modelo diferente al de Moscú; que deseaba crear una Federación Balcánica con Yugoslavia, Macedonia, Albania y Bulgaria; y que tomó una dirección política independiente en la Guerra civil griega, que acabó con la Resistencia comunista griega al cerrar su frontera en 1949, tras romper relaciones con Stalin. Yugoslavia y China estaban fuera del control que Moscú deseaba sobre el movimiento comunista mundial. Y ahí estaba la clave. Durante la guerra el comunismo abandonó su ideal revolucionario por la unión antifascista que representaron los Frentes Populares que Moscú creó para dominar a través del control de los partidos, la intervención y el terror que simbolizó la Komintern que Stalin disolvió en 1943 porque ese control ya se había perdido durante la guerra.

En mayo de 1947 los Gobiernos de Francia e Italia expulsaron a los Ministros comunistas. En esos momentos los comunistas europeos, no tenían buenas comunicaciones con Moscú, por eso sólo se opusieron al Plan Marshall cuando Stalin lo rechazó públicamente. Por ello, y siguiendo la teoría de los dos bandos irreconciliables de Zdanov, a finales del verano de 1947 los representantes de los Partidos Comunistas de Bulgaria, Checoslovaquia, Francia, Hungría, Italia, Polonia, Rumania, la Unión Soviética y Yugoslavia se reunieron para crear la Kominform, Oficina de Información Comunista que suplantaba a la Komintern o Internacional Comunista, para coordinar las acciones y las comunicaciones de los Partidos Comunistas con Moscú. Es decir, tomar el control absoluto del movimiento comunista internacional. Comenzaba la coexistencia pacífica que Lenin les había legado: huelgas, manifestaciones, absorción de la Europa  Oriental, denegación de la ayuda Norteamericana, y ataques contra los socialistas que como en el periodo de entreguerras quedaban en el bando antipacifista o anticomunista pues volvían a ser los socialfascistas que odiaba Lenin. Pero en la segunda conferencia de la Kominform llegó la ruptura yugoslava al no reconocer el papel que la organización le daba al Ejército Rojo. Así desde 1948, el aparato propagandístico de la Kominform comenzó a denunciar de desviacionismo a Tito. En este periodo fue cuando las autoridades comunistas cortaron las líneas ferroviarias de Berlín con la Alemania Federal tras introducir los aliados, en junio de 1948, la nueva moneda para su parte de Alemania. Los aliados respondieron con el mítico puente aéreo, en el aeropuerto de Tempelhof en Berlín Occidental, que permitió violar el bloqueo soviético y dejar bien claro al mundo que Occidente no cedería más. Cabe destacar que la URSS tenía en esos momentos trescientas divisiones, en Berlín, frente a 7.000 soldados americanos de los 60.000 que tenían en todo el continente europeo. Stalin volvió a equivocarse en sus cálculos. Para la defensa de Alemania los americanos estacionaron 56 bombarderos atómicos en Inglaterra pero el replanteamiento militar de la Defensa estratégica de Europa comenzó tras el Golpe soviético en Checoslovaquia que aumentó la inseguridad en Occidente que por entonces sólo tenía la promesa de la Doctrina Truman mientras se apresuraban, el 17 de marzo de 1948, a firmar el Pacto de Bruselas en el marco de la aprobación del Plan Marshall en el Senado de Norteamérica y el compromiso, el 22 de enero de 1948, del Parlamento británico de implementar la Unión Europea Occidental. En esos momentos Stalin presionaba a Noruega para que ratificara un Tratado de no agresión, que aumentaba, a ojos del Ministro británico Bevin y del General Marshall, la necesidad de un compromiso mayor con la seguridad del Atlántico Norte que reunió a británicos, canadienses y norteamericanos para comenzar las líneas maestras de la seguridad atlántica diez días después de que Stalin ordenara el bloqueo de Berlín. Durante esos diez días Stalin dio otro golpe en la mesa expulsando a la desviada Yugoslavia de la Komimform. En este contexto nació la OTAN (Organización del Atlántico Norte) en 1949 que permitió que Francia, librándose de sus fantasmas, permitiera la creación de la República Federal de Alemania. Pero en la Guerra Fría no había tiempo para la tranquilidad y Stalin realizó su mayor error estratégico cuando en 1950 apoyó la invasión del Régimen comunista de Korea del Norte a sus paisanos del sur. Europa tembló pensando que era el entrenamiento tácito para la deseada, históricamente, atracción de Alemania al camino de la Revolución; máxime cuando hacía pocos meses la Unión Soviética había entrado oficialmente al rango de potencia nuclear. La falta de información sobre lo que ocurría tras el Telón de Acero provocó un increíble aumento de armamento en Occidente. Pero aún así todo el mundo reconocía que la única posibilidad, ante un hipotético ataque soviético, de Europa era permitir el rearme alemán que Francia pudo retrasar hasta 1954. Y entonces muchos recordaron que durante la ocupación nazi de Francia, en 1940, “llegaron a un acuerdo con Petain sobre un sistema de pagos y entregas que equivalían a la utilización forzosa de los recursos franceses para los esfuerzos bélicos alemanes, fueron muchos los que, por parte de ambos bandos, vieron en esta <<colaboración>> francoalemana el germen de un nuevo orden económico <<europeo>>. Así, Pierre Puches, un veterano administrador de Vichy… ideó un orden europeo de postguerra en virtud del cual las barreras aduaneras quedaban eliminadas y una sola economía europea englobaría a todo el continente, con una moneda única. La idea… representaba una especie de actualización del sistema continental napoleónico…

En octubre de 1949, George Kennan confesaría a Dean Acheson que aunque podía entender la aprensión ante la creciente importancia de Alemania… <<a menudo me pareció, durante la guerra, que el nuevo orden de Hitler no tenía nada de malo salvo que era de Hitler>>”.5

La Unión Aduanera comenzó a andar el 1 de enero de 1948 cuando los Gobiernos de Bélgica, Luxemburgo y Holanda, todavía en el exilio, ratificaron el Acuerdo del Benelux. Le siguió por consejo americano el Plan Schuman, es decir, la CECA (Comunidad Europea del Carbón y del Acero).

            En este torbellino Milan Kundera dijo: “Digas lo que digas, los comunistas eran más inteligentes. Tenían un programa grandioso, un plan para el mundo completamente nuevo en el que todos encontrarían su sitio… Desde el principio hubo gente que se dio cuenta de que carecían del carácter idealista necesario y decidió marcharse del país. Pero, dado que el ideal es por definición un mundo para todos, las personas que decidían emigrar estaban negando implícitamente su validez. En lugar de irse al extranjero, fueron a la cárcel”. 6

Como dijo Alexander Wat: “El estalinismo significa la muerte del fuero interno del hombre. Y digan lo que digan los sofistas, sean cuales sean las mentiras que cuenten los intelectuales comunistas, a eso es a lo que se reduce. El fuero interno del hombre debe morir para que el decálogo comunista se pueda alojar en su alma”. 7

            En 1949 comenzó la purga religiosa: en Bulgaria por conspirar para favorecer la vuelta del capitalismo; Monseñor Gras que actuaba como cabeza visible de la Iglesia católica en Hungría, por el encarcelamiento del Cardenal Mindszenty, fue acusado de apoyar la restauración de los Habsburgo y de promover la alianza entre los fascistas húngaros y Tito; en Praga comenzaron los juicios contra un grupo de sacerdotes católicos a los que se acusaba de espiar para el Vaticano, en 1950 ya estaban en prisión ocho mil religiosos sólo en Checoslovaquia.

Hasta la II Guerra Mundial no se había puesto de manifiesto la aversión de Stalin por los judíos por la sencilla razón de que eran depurados en otras categorías como disidentes políticos de izquierda, burgueses, trotskistas, intelectuales… que unido al estandarte del antifascismo llegó incluso a hacerles creer a muchos de ellos que la Unión Soviética era un refugio. Esto explicaría en parte el gran número que se encontraba entre los Partidos Comunistas de Checoslovaquia, Hungría, Polonia y Rumania. El dogma antifascista decía aborrecer tanto de los prejuicios raciales y religiosos como de los sentimientos nacionalistas antisemitas esparcidos durante las ocupaciones alemanas por toda Europa y esto propiciaría que durante los primeros años de la postguerra muchísimos líderes comunistas en los países del este fuesen precisamente judíos. En esta época fue cuando Stalin no tuvo ningún problema para apoyar al Estado judío que se proponía en las Naciones Unidas, sí bien es cierto que lo veía como una cuña contra los intereses británicos en Oriente Próximo, precisamente hasta que Stalin comprobó que el izquierdismo del nuevo Estado no era precisamente pro-soviético. Es más, esto ocurrió mientras Yugoslavia escogía la desviación y Berlín iba a ser bloqueado. ¿Cómo se lo tomó Stalin?. En enero de 1949 el periódico soviético Pravda comenzó una campaña propagandística contra <<los vagabundos sin pasaporte>> o <<los cosmopolitas sin raíces>> que precedió al cierre de las escuelas, los periódicos y las bibliotecas yiddish. Luego comenzaron a desfilar por las cárceles, durante tres años, hasta la puesta en escena del juicio-espectáculo que les esperaba, a los artistas, escritores, políticos y funcionarios. Ni siquiera se salvaron aquellos que habían movilizado, con tanto esfuerzo y acierto, a la opinión judía internacional contra el nazismo en el Comité Antifascista Judío. El antisemitismo no tardó en extenderse por toda la órbita soviética. En 1953 estalló el complot de los doctores judíos.

Otro caso especial que muestra el grado de paranoia del Régimen soviético era que todo comunista que, siguiendo las órdenes, hubiese trabajado en el extranjero como en España durante la Guerra civil o en la Alemania del Este terminarían en el mejor de los casos camino de un campo de concentración. O peor aún, salir de un campo nazi para ir a uno soviético como le ocurrió a Josef Frank, Margarette Buber y tantos otros. ¿Por qué delito? Habían estado lejos  de la estrecha vigilancia de Moscú y podían haber sido inoculados por una realidad distinta a la deseable, a la exigible para la creación del camino al socialismo que exigía la pureza del dogma soviético.

            Pero no podemos olvidar que aquellos campos servían para otro propósito: “En 1952, en el apogeo de la segunda ola de terror estalinista, los campos de trabajo registraban una población de 1,7 millones de prisioneros, más otros 800.000 en las colonias de trabajo y 2.753.000 en <<centros especiales>>. La sentencia <<normal>> de los gulags era de 25 años, seguida generalmente (en el caso de los supervivientes) del exilio a Siberia o a la Asia Central soviética. En Bulgaria, de una plantilla de trabajadores de la industria de medio millón de personas, dos de cada nueve eran mano de obra esclava.

En Checoslovaquia se estima que había 100.000 prisioneros políticos de una población de 13 millones de habitantes a principios de la década de 1950, una cifra que no incluye a las muchas decenas de miles de personas que trabajaban en las minas del país y que en realidad no eran otra cosa que mano de obra esclava. Las <<liquidaciones administrativas>>”. 8

            En este contexto comenzaba una Guerra de la cultura con trincheras políticas. En ella  Raymond Aron decía que “cada acción, a mediados del siglo XX, presupone e implica una toma de postura con respecto a la empresa soviética” 9 mientras Jean Paul Sartre afirmaba que  “nos guste o no, la construcción del socialismo tiene el privilegio de que para comprenderla hay que propugnar su movimiento y adoptar sus metas” 10 .

            La izquierda no comunista no fue una alternativa real en Italia, como confesó Ignazio Silone, tanto por las relaciones tan profundas que siempre habían tenido allí el Partido Comunista y el socialista como por la renuncia a criticar abiertamente a la Unión Soviética. “El comunismo entusiasmaba a los intelectuales de un modo que ni Hitler ni (especialmente) la democracia liberal podían soñar con igualar. El comunismo era exótico en cuanto a su escenario y heroico en cuanto a su escala. En 1950, Raymond Aron subrayó <<la absurda sorpresa… de que la izquierda europea haya tomado a un constructor de pirámides por su Dios… Sus crímenes eran excusados por muchos observadores no comunistas como, digamos, el precio que había que pagar por negociar con la historia>>”. 11 Raymond Aron hizo una ácida, pero acertadísima, crítica al pensamiento progresista cuando señaló que su función era presentar el pensamiento comunista de forma que pareciera fruto de un pensamiento independiente.

Si me lo permiten, debido a su importancia, paremos un segundo para explicar eso de la Guerra de la cultura y la izquierda no comunista. Siguiendo la impresionante labor de la propaganda comunista, no es difícil asimilar que en plena guerra fría, la CIA reclutaba a los intelectuales del mundo libre para desarrollar un programa secreto sobre el control ideológico; para un nuevo campo de batalla en la confrontación bipolar que se estaba desarrollando en todo el planeta.

La clave de bóveda de todo el edificio  fue el Congreso por la Libertad Culturalcreada  y dirigida por el agente de la CIA Michael Josselson de 1950 a 1967.  El congreso fue el elemento central de su operación ideológica, tuvo sedes en más de treinta y cinco países, creó un servicio de noticias propias, sus artículos se publicaron en más de veinte revistas de prestigio, organizó los eventos culturales de más alto nivel, financiaba la música, etc.; pocos intelectuales y artistas se resistieron a disfrutar del lujo de los viajes, hoteles, becas, editoriales, revistas, exposiciones o conciertos, financiados por la Agencia. La CIA llegó a parecer un verdadero Ministerio de la Cultura, un Ministerio con la finalidad de apartar a los intelectuales de las diversas vías de atracción a la órbita soviética y crear en el mundo su concepto de “Pax Americana”.

“El consorcio que construyó la CIA – consistente en lo que  Henry Kissinger calificó como << aristocracia dedicada al servicio de esta nación en nombre de unos principios que están más allá de los enfrentamientos entre los partidos>> fue el arma secreta con la que lucharían los Estados Unidos durante la Guerra Fría, un arma que, en el campo cultural tuvo un enorme radio de acción. Tanto si les gustaba, si lo sabían como si no, hubo pocos escritores, poetas, artistas, historiadores, científicos o críticos  en la Europa de postguerra cuyos nombres no estuvieran, de una u otra manera, vinculados con esta empresa encubierta. Sin sentirse amenazado por nadie y sin ser detectado durante más de veinte años, el espionaje estadounidense creó un frente cultural complejo y extraordinariamente dotado económicamente, en occidente, para occidente, en nombre de la libertad de expresión. A la vez que definía la Guerra fría como <<la batalla por la conquista de las mentes humanas>>, fue acumulando un inmenso arsenal de armas culturales: periódicos, libros, conferencias, seminarios, exposiciones, conciertos y premios.

Entre los miembros de este consorcio había un surtido grupo de intelectuales radicales y de izquierda cuya fe en el marxismo y en el comunismo se había hecho añicos ante la evidencia del totalitarismo estalinista”. 12

Según Arthur Schlesinger el liderazgo de la Agencia fue políticamente inteligente y correcto. “Esta concepción de la CIA como paraíso del liberalismo fue un poderoso incentivo para colaborar con ella… el grado del espionaje norteamericano extendió sus tentáculos hacia las cuestiones culturales de sus aliados occidentales, actuando como posibilitador en la sombra de una amplia variedad de actividades creativas, colocando a los intelectuales y a su obra como piezas de ajedrez para jugar en el Gran Juego, sigue siendo uno de los legados más sugerentes de la guerra fría….

Un componente esencial de este esfuerzo era la <<guerra psicológica>>, definida como <<el uso planificado de la propaganda  y otras actividades, excepto el combate, por parte de una nación, que comunican ideas e información con el propósito de influir en las opiniones, actitudes, emociones y comportamiento de grupos extranjeros, de manera que apoyen la consecución de los objetivos nacionales>>. Más  aún, se definía como <<el tipo de propaganda más efectivo>>, aquella en la que el sujeto se mueve en la dirección que uno quiere por razones  que piensa que son propias13 .

Los comunistas se hicieron con el poder en Polonia. Mientras en Francia e Italia corrieron rumores de Golpes de estado, Europa estaba postrada, y volvieron a desplegar todos los organismos de propaganda soviética –tanto los que había creado Willi Münzenberg- como otros de nueva creación para volver a ganarse la opinión pública: “Ya en 1945, un oficial de inteligencia había predicho las tácticas no convencionales que ahora estaban siendo adoptadas por los soviéticos: << la invención de la bomba atómica producirá una alteración en el equilibrio entre los métodos “pacíficos” y “bélicos” de ejercer presión internacional –informaban al jefe de la Oficina de Servicios Estratégicos, el general Donovan-. Y debemos esperar un sustancial incremento de la importancia de los métodos “pacíficos”. Nuestros enemigos se verán más libres (que nunca) para hacer propaganda, subvertir, sabotear y ejercer… presión sobre nosotros, y por nuestra parte, estaremos más dispuestos a soportar estos ataques y a utilizar esos métodos- en nuestro deseo de evitar a toda costa la tragedia de la guerra declarada; las técnicas “pacifistas” se harán más vitales en épocas prebélicas de debilitamiento, en la guerra abierta real, y en épocas de manipulación posbélica>>. Este informe muestra una sorprendente visión de futuro. Ofrece una definición de la guerra fría como una contienda psicológica, como la fabricación del consentimiento por métodos <<pacíficos>>, del uso de la propaganda para erosionar las posiciones hostiles. Finalmente, como demostraron con creces las primeras escaramuzas en Berlín, el <<arma operativa>> habría de ser la cultura. Había comenzado la guerra fría cultural”. 14

Los rusos no tardaron en inaugurar la Ópera Estatal en Berlín y la <<Casa de la Cultura>>  para atraer a un público bastante amplio. Y los americanos tuvieron que crear rápidamente su propia casa para afianzar los enclaves que reorienten los valores de una vencida Alemania e importar figuras de ópera de las academias americanas, así como mantener la dirección de dieciocho orquestas sinfónicas alemanas. También cabe destacar, para contrarrestar la propaganda comunista, que los norteamericanos promocionaron a artistas negros.

Los americanos diseñaron un programa de teatro, mediante la elección de obras, donde subliminalmente se transmitían los valores y principios fundamentales a seguir:

  • Libertad y democracia.
  • Poder y fama.
  • Igualdad.
  • Paz y Justicia.
  • Búsqueda de la Felicidad.
  • Denuncia del nazismo.

 

Se tenía presente la afirmación de Disraeli de <<un libro puede ser algo tan importante como una batalla>>. El Gobierno de ocupación confeccionó un listado bibliográfico, mediante las editoriales más importantes, para proyectar la cultura y la historia norteamericana de la manera más disimulada posible. Esta medida fue muy eficaz, pronto el prestigio cultural americano ascendió gracias a las obras de Louisa May Alcott, Peral Buck, Jacques Barzun, James Burnham, Ernest Hemingway, Matthiessen, Reinhold Niebuhr, Thomas Wolfe…

Aunque no se descuidó a ningún europeo cuya obra fuera crítica con la Unión Soviética, como fue el caso de André Gide con Regreso de la URSS; Arthur Koestler con El cero y el infinito; e Ignazio  Silone con Vino y pan.

En el campo de las artes se produjo una conferencia sobre la dirección que estaba tomando la <<Nueva Bauhaus>> que se completó con una exposición en el Museo Guggenheim de la Escuela de New York. Fue la primera subvención del Gobierno al expresionismo abstracto, pero no sería la última, pues era una valiosa arma contra el colectivismo y el realismo soviético. De la misma manera que se sufragan los cursos de verano de Darmstadt para la experimentación vanguardista en la música.

Los diferentes proyectos de la Guerra contracultural, siempre, se guiaban por las dos grandes recetas de la política exterior Norteamericana:

1º  La Doctrina Truman: “<<en el presente momento de la historia mundial, casi todas las naciones han de elegir entre formas de vidas excluyentes. La elección, con demasiada frecuencia no se hace libremente. Una forma de vida se basa en la voluntad de la mayoría… la segunda… se basa en la voluntad de una minoría impuesta a la fuerza sobre la mayoría. Se fundamenta en el terror y en la opresión, en el control de la prensa y de la radio, en unas elecciones amañadas y en la supresión de las libertades individuales. Pienso que la política de los Estados Unidos ha de ser apoyar a los pueblos libres que se resisten a ser sometidos por minorías armadas o por presiones exteriores. Pienso que debemos ayudar a los pueblos libres a forjar sus propios destinos en la manera que ellos elijan>>.

Tras el discurso de Truman, el Secretario de estado, Dean Acheson, les dijo a los congresistas:<<Hemos llegado a una situación que no tiene precedentes desde la Antigüedad. Desde los tiempos de Roma y Cartago no se ha producido una polarización tal de poder en el mundo. Además, las dos grandes potencias estaban separadas por un insalvable abismo ideológico>>”. 15

  El Plan Marshall, la segunda receta: Un conjunto de medidas económicas que en combinación con la Doctrina Truman transmitían un mensaje meridianamente claro: el futuro de Europa Occidental, si es que iba a tener futuro, debería asociarse a la Pax americana.

Los soviéticos, teniendo en cuenta su magnífico expediente, no tardaron tanto en prohibir que la ayuda llegara a sus territorios, como en denunciar la presión política que la jugada escondía tras la ayuda humanitaria, puesto que no sólo se produciría en Europa Occidental sino sobre todo en los países satélites recién conquistados por la Unión Soviética, donde la oferta económica podría provocar disidencias con Moscú.

Stalin ordenó como respuesta la organización de la política cultural para reorganizar a los intelectuales de Europa Occidental bajo la bandera de la Unión Soviética. La recién creada Oficina de Información Comunista -Kominforn-, en manos de Andrei Zhdanov, acometería de nuevo dicha misión; y su primer movimiento fue la celebración del Congreso de Escritores de Berlín Oriental.

El Gobierno británico también tomó parte de las operaciones culturales, contra su antiguo aliado, para contrarrestar la propaganda soviética. Para ello se incrementó notablemente la sección del Foreing Office llamada IRD, el Departamento de Investigación de la Información, el cual bajo la batuta de Ernest Bevin, comenzó a elaborar una ideología, construida sobre los principios de la democracia y la fe cristiana, que rivalizase con el comunismo. El IRD llegaría a ser, en la sombra, un Ministerio de la Guerra Fría desde donde se realizaron operaciones encubiertas para introducir propaganda sin que nadie conociese su origen o sus fondos. Entre sus primeras figuras destacó Arthur Koestler, viejo compañero de Willi Münzenberg, que fue uno de los consejeros más importantes del IRD, precisamente fue él quien les enseñó la importancia de atraer a los izquierdistas desilusionados con un  doble propósito: Aproximar a los grupos progresistas para controlarlos y penetrar en estos grupos para alejarlos de la radicalidad.

Pero Koestler también prestó otro servicio de crucial importancia. Embarcó rumbo a Estados Unidos para dar una serie de conferencias y durante una de ellas en New York, se entrevistaría con William Donovan para enseñarle al General la estructura, la financiación y el funcionamiento de los órganos de propaganda soviéticos. Posteriormente en otra conferencia, esta vez en Washington, y con ayuda de James Burnham, otro intelectual desilusionado, se introdujo en sus grupos de asesores, periodistas y dirigentes sindicales. La CIA comenzó a ver su valía para la campaña de movilización de las personas de izquierdas que no eran comunistas, que estaba organizando en esos momentos, gracias a hombres como Ignazio Silone, André Gide, Arthur Koestler – los tres fueron hombres de Münzenberg-, Richard Wright, Louis Fischer y Stephen Spender.

 “La base ideológica de esta estrategia, en la que la CIA coincidía, o incluso se identificaba con los intelectuales de izquierda, fue expuesta por Schlesinger  en The Vital Center, uno de los tres libros fundamentales que aparecieron en 1949 (los otros dos eran The God That Failed, y 1984 de Orwell)... La tesis que animaba toda esta movilización de la izquierda no comunista era fervientemente defendida por Chip Bohlen, Isaiah Berlin, Nicolas Nabokov, Averrell Harriman y George Kennan –reconocería más tarde Schlesinger-. Todos pensábamos que el socialismo democrático era el baluarte más eficaz contra el totalitarismo”. 16

Empero la sociedad moderna, y aquí radica su principal problema, no tiene una estructura organizativa que permita y arrope la autorrealización del ser humano. Es decir, que “el hombre no es libre; está en libertad bajo fianza… esa libertad ha traído consigo más frustraciones que satisfacciones, más aislamiento que integración. << La angustia –escribe Kierkegaard- es el vértigo de la libertad>>; y la angustia es también la emoción oficial de nuestro tiempo… El hombre se hace a sí mismo eligiendo y así crea o destruye su personalidad moral. Esta es una valiente y sombría expresión de nuestro tiempo. Pero una filosofía de este tipo impone una carga insoportable a la mayoría de los hombres… la mayoría de los hombres prefieren huir de la elección, huir de la ansiedad, huir de la libertad… Ese <<escapar de la libertad>>, como lo llama Erich Fromm, es una característica de nuestro tiempo… El hombre se esfuerza por escapar a las pasiones que golpean su frágil individualidad; y, cada vez más, el medio más seguro de escapar parece ser rendir esa individualidad a alguna autoridad externa y masiva. Dostoievsky comenta: <<La mayor angustia que atormenta al hombre es encontrar rápidamente alguien a quien poder entregar ese don de la libertad con el que nace la criatura desafortunada>>.

Erich Fromm, como reconoció el mismo Schlesinger en su obra, llega en su notable análisis a la conclusión de que el estigma psicológico de los fugitivos de la libertad es el esfuerzo por la sumisión y la dominación, la pérdida del yo en el masoquismo o el sadismo”. 17

2. La política de la estabilidad y sus consecuencias: 1953-1971.

Con la muerte de Stalin y el armisticio de la Guerra de Corea, Europa entró en un periodo de estabilidad política en la década de los cincuenta, aún teniendo en cuenta el importante número de efectivos humanos y convencionales movilizados y la detonación de la primera bomba atómica soviética en 1949. Los Estados Unidos aumentaron notablemente su armamento nuclear y su flota de bombarderos B-29 y contaron con los B-52, bombarderos intercontinentales, desde el verano de 1952 como contrapeso estratégico. Siguiendo esta línea los americanos comenzaron a almacenar armas nucleares en Alemania Occidental. El uso de las armas nucleares tácticas se convirtió en uno de los pilares de la estrategia defensiva de la OTAN. Con la perspectiva actual podemos ver que la estabilidad europea comenzó a llegar con la nuclearización de la Alianza Atlántica.

 “Uno de los logros del Movimiento por la Paz de comienzos de la década de 1950, respaldado por los soviéticos, consistió en convencer a muchos alemanes occidentales de que su país alcanzaría a la vez la reunificación y la estabilidad si se declaraba <<neutral>>… a principios de 1950… casi un 50 por ciento deseaba que la República Federal se declarase neutral en caso de Guerra”. 18

Pero también fue la época de las ilusiones perdidas. En 1963 De Gaulle dijo no a la entrada británica en la CEE en vista del Tratado de Amistad franco-alemana, que perseguía, para alinearse con su peor fantasma pensando tanto que la alianza les libraría del peso angloamericano como que era preferible tener a Alemania como directora de Europa que volver a tenerla enfrente. Casualmente el Tratado de 1963 llegó cuando Francia había perdido Argelia. Así se entiende mejor que quiso decir Adenauer cuando le dijo al Primer Ministro francés Guy Mollet aquello de <<Europa será nuestra venganza>>. El 25 de marzo de 1957 se firmó, en Roma, el tratado que establecía la CEE y el EURATOM. Un año después de la Revuelta de Hungría.

Si los británicos, franceses e israelíes no hubiesen atacado el Canal de Suez, la Unión Soviética no hubiera podido invadir Hungría, hecho que la Inteligencia soviética conocía de antemano. Pero los valientes húngaros y Radio Europa Libre no podían saberlo.

Cuando Kruschev  criticó los crímenes de Stalin lo hizo para que los simpatizantes progresistas del mundo, y los miembros del PCUS, pudieran seguir aferrándose a una ilusión que volvió a caerse ante la imagen de los tanques soviéticos entrando en Hungría. Es más, los miembros de los Partidos Comunistas de Francia, Gran Bretaña e Italia los abandonaron en masa y los intelectuales y demás compañeros de viaje comenzaron a replantearse sus posiciones como dijo, en París, el joven comunista Jorge Semprún:  “<<el discurso secreto nos liberó;  nos permitió al menos la posibilidad de despertar… del sueño de la razón>>. Tras la invasión de Hungría, ese momento de esperanza ya había pasado” 19. En noviembre de 1956 la izquierda de Occidente, intelectuales, pacifistas, feministas, y estudiantes, ya no pudo escudarse en que la violencia bolchevique era el precio que exigía la Revolución y la Fe en la marcha de la historia. Y para millones de personas que vivían tras el Telón de acero la utopía progresista del comunismo ya no sería más que un sistema político impuesto que debían soportar sin la ayuda de Occidente.

A la par, en las sociedades libres comenzaba la era de la opulencia. El 20 de julio de 1957 el Primer Ministro británico Harold Macmillan afirmó aquello de <<Seamos francos: la mayoría de nuestro pueblo jamás ha vivido tan bien>>. El Estado de Bienestar en Europa Occidental hizo descender la mortalidad infantil gracias a las mejoras en la atención médica, la nutrición y las viviendas. En la década de los cincuenta comenzó tanto las migraciones del campo a las grandes ciudades como el millón de andaluces que fueron a Cataluña; la del Alentejo a Lisboa; los nueve millones de personas que se trasladaron de región en Italia; y los millones de germanos orientales que escaparon a la Alemania Occidental; como el flujo de emigrantes italianos, griegos, españoles, turcos, marroquíes, portugueses, tunecinos o yugoslavos que, gracias a los acuerdos gubernamentales, eran <<invitados>> a aceptar un empleo en una Alemania que comenzaba a desarrollar su milagro económico. En la misma época el Gobierno británico optó por fomentar las migraciones del Caribe, Barbados, India y Pakistán dentro de la Commonwealth.

 “Como  Maurice Duverger informaba a los lectores del semanal francés L´Express en marzo de 1964, el comunismo ya no constituía una amenaza: <<Sólo existe un peligro inminente para Europa, y es la civilización americana>> - <<una civilización de bañeras y frigoríficos>>, como el poeta Louis Aragon la había descrito despectivamente treinta años antes. Pero a pesar del altivo desdén de los intelectuales parisinos, una civilización de bañeras y frigoríficos- y fontanería interior, calefacción central, coches y televisiones – era lo que la mayoría de los europeos deseaba en aquel momento… Por primera vez en la historia, el desahogo y la comodidad estaban al alcance de la mayoría de los europeos”20 .

Ya en 1958 podía observarse que mientras la economía de la Alemania Federal desarrollaba su milagro la británica pasaba a ser la enferma de Europa. La razón del milagro alemán se cimentaba, aunque no sea políticamente correcto, en el desarrollo económico que generó Hitler, en la década de los años treinta, cuando ordenó que las inversiones para el desarrollo de las comunicaciones, la fabricación de vehículos, la química, el armamento, la óptica, los metales no ferrosos o la ingeniería ligera se desarrollasen con vistas a una economía para la guerra que bajo la tutela de Albert Speer desarrolló un cuadro de planificadores y directivos, generalmente jóvenes, que se mantuvieron en sus cargos tras la contienda junto a los mismos organismos que había levantado el III Reich. De este modo en 1950 Alemania Occidental crecía al 9% anual mientras que Gran Bretaña lo hacía al 2,6 %. También es cierto que el Gobierno de Bonn tampoco tocó el sistema hitleriano de bancos, aseguradoras, distribuidoras o a los campeones nacionales como Mercedes, BMW, o Volkswagen.

En este periodo, comenzaba el momento de la socialdemocracia. Desde el inicio de la postguerra se buscó que el Estado estuviera al servicio de sus ciudadanos frente a la ineficiencia económica y la represión política del Bloque del este. Por ende los Estados occidentales aprovechando el rápido crecimiento de su producto interior bruto, entre 1950 y 1973, invirtieron en vivienda, salud, educación, pensiones y seguros que a la par fortalecieron al sector público del nuevo capitalismo europeo. En Italia la Democracia Cristiana desarrolló una burocracia en un gran abanico de servicios públicos y subvenciones; en Bélgica se controlaron las empresas públicas para frenar los problemas regionalistas; en Francia se crearon una serie de redes sectoriales con las nacionalizaciones llevadas a cabo por sus Gobiernos. Así los Estados europeos introdujeron a millones de personas en sus servicios públicos que terminaron germinando en un mercado único de bienes y servicios que se asentó en toda la Europa Occidental. Como indicó el profesor Judt “la fe en el estado- como planificador, coordinador, promotor, árbitro, proveedor, celador y guardián- se extendió a través de prácticamente todas las demarcaciones políticas. El Estado del Bienestar era declaradamente social, pero quedaba lejos de ser socialista. En este sentido, el capitalismo del bienestar, tal y como se desarrolló en Europa Occidental, era verdaderamente postideológico”21 .

            Los países nórdicos históricamente fueron sociedades humildes que durante el crack de 1929 se sumieron en una honda depresión de la cual Suecia consiguió salir, y alumbrar el camino a Dinamarca y Noruega, por la visión política de su socialdemocracia que tras la Gran Guerra abandonó el ideario de la Segunda Internacional y crearon el entendimiento entre la mano de obra y el capital. Es decir, el compromiso histórico, que desarrollado también bajo el fascismo, se implantaría tras la II Guerra Mundial en Alemania y Austria. El Partido Socialista Alemán (SPD), en 1959, desarrolló un nuevo programa que partiendo de las raíces de la filosofía clásica, la ética cristiana y el humanismo que forman Europa pedía avanzar hacia el socialismo democrático siguiendo la línea que el año anterior había expuesto su homólogo austriaco cuando declararon que el socialismo democrático debe ocupar una posición intermedia entre la dictadura y el capitalismo. Desgraciadamente el poder de los sindicatos británicos provocó, que el Partido Laborista no mostrase demasiado interés para conformar su Estado de Bienestar en la línea escandinava o alemana, quedando durante muchos años fuera de los logros sociales y económicos que empezaron a extenderse por la Europa continental occidental. Este fue el contexto donde en el transcurso de una reunión del Congreso por la Libertad Cultural, en marzo de 1955 en Milán, donde Raymond Aron propuso su polémico <<El fin de la era ideológica>>. Con el tiempo se terminaron implantando los avances del Estado del Bienestar.

Pero el espectro de la Revolución, volvió a recorrer Europa, con el redescubrimiento del joven Marx por parte de la Nueva Izquierda. Un hecho poco reconocido fue, que las protestas estudiantiles francesas llevaron a finales de mayo a que el General De Gaulle adelantase las elecciones, advirtiendo a los franceses que la elección era entre un Gobierno legítimo y la anarquía revolucionaria; y Raymond Aron por su parte dijo aquello de <<expulsar a un presidente elegido por sufragio universal no es lo mismo que expulsar a un rey>>. Llegados a este punto y ante el miedo de un Golpe de estado comunista la derecha francesa montó una contramanifestación mucho más multitudinaria que las protagonizadas por los estudiantes que sembraron la aplastante victoria electoral de los partidos gaullistas que aumentaron su mayoría en más de una quinta parte de la Asamblea Nacional. “El 24 de abril de 1969 se colocaron sendas bombas en la Feria de Comercio de Milán y en la estación central de ferrocarril. Ocho meses más tarde, después de que los conflictos de Pirelli se hubieran resuelto y el movimiento huelguista hubiese finalizado, una bomba hizo volar el Banco Agrícola de la Piazza Fontana en pedazos. La <<estrategia de tensión>> subyacente en los años de plomo de la década de 1970 había comenzado” 22.         
                     
De las obras de Marcuse, Fromm y Wilhelm Reich la izquierda radical de Alemania Occidental y Austria se quedaron con el amor libre, el desnudo y el deseo de una educación antiautoritaria que en 1967 tras la muerte del estudiante Benno Ohnesorg en una manifestación, contra el Sha de Irán en Berlín, se lanzaron a la calle, por lo que  Rudi Dutschke calificó de <<asesinato político>>. A este respecto Jürgen Habermas le respondió advirtiéndole que <<el fascismo de izquierdas>>  es tan letal como el de la derecha. Desgraciadamente las palabras de Habermas se tornaron en premonitorias cuando el 11 de abril de 1968 en Berlín un neonazi le pegó un tiro a Dutschke.

            Como es lógico, la Alemania Oriental y Moscú que llevaban tiempo financiando a los sectores estudiantiles más extremistas echaron el anzuelo para ampliar sus contactos y relaciones con gran parte de la izquierda de la Alemania Occidental y con sus radicales. Por otro lado, la Nueva Izquierda que aunque distante del comunismo, pero con algunas relaciones con la Alemania comunista, sí enarbolaban las banderas contra la OTAN y sobre todo con el estallido de la Guerra de Vietnam mientras obviaba lo que ocurría en lugares tan cercanos como Varsovia o Praga en esos mismos años. En este contexto se entiende el lamentable espectáculo que ocurrió “cuando Rudi Dutschke  realizó una visita fraternal a Praga, en pleno auge del movimiento reformista checo en la primavera de 1968, los estudiantes locales se quedaron sorprendidos ante la insistencia en que la democracia pluralista era el verdadero enemigo. Para ellos era la meta23 .

Por esa meta tan deseada tras el Telón de Acero seguían luchando contra la concepción soviética de que  cada partido comunista es libre de aplicar los principios del marxismo-leninismo y del socialismo en su propio país, pero no es libre de desviarse de dichos principios si quiere seguir siendo un Partido Comunista. Sólo después de la Primavera de Praga de 1968 empezó a verse quién era quién. Como dijo Zdenek Mlynár.

Tras la desestalinización posterior a 1965 comenzaron algunos cambios dirigidos, que tras la revuelta húngara dejaron claro que sólo se podrían encauzar bajo la mano de hierro del Partido. Así las mejoras que Kruschev intentó no produjeron los excedentes prometidos para intentar desarrollar el Estado del Bienestar soviético, al menos, embrionario que él deseaba. Por el contrario la combinación de la corrupción de las instituciones locales y la planificación centralizada soviética dieron lugar a sucesos, dignos de una tragicomedia, como la compra de provisiones de las tiendas en Kirguizistán por los propios jefes comunistas para cumplir a rajatabla las cuotas mínimas que se les exigían. En este punto cuando, además, venía algún año que la cosecha era paupérrima como la de 1963 la Unión Soviética tenía que comprar el grano a Occidente.

Otro ejemplo de la imposibilidad soviética ya se había dado en plena época de crisis tras el Telón de Acero: Polonia en junio de 1956, fue acallada en unos días; poco después fue Hungría quien saltó y el 4 de noviembre el Ejército Rojo entró en el país provocando la detención de 22.000 personas y la evasión hacia Occidente de otras 200.000 personas; con ello el Partido Comunista italiano perdió cerca de la décima parte de sus afiliados; el abandono del Partido Comunista francés del intelectual europeo más representativo, Sartre; Kruschev, en 1959, ordenó la creación de un comité para acelerar el tránsito al comunismo que Marx había evocado para 1980, lógicamente el Partido eliminó dicho comité, pero Kruschev con su deseo de sobrepasar a los Estados Unidos quiso comparar la situación del ciudadano medio ruso con el americano, cosa que jamás permitió Stalin, y lógicamente la fe del ciudadano soviético se tambaleó aún más cuando se produjo el conocido como <<debate de la cocina>> entre Nixon y Kruschev en la exhibición que los americanos montaron en el parque Sokolniki de Moscú en 1959 donde ante una casa con seis habitaciones y cocina con electrodomésticos de última generación; el Presidente soviético cuando escuchó que un obrero metalúrgico americano podía comprar una casa como esa por 14.000 dólares estalló públicamente diciéndole a Nixon: “Usted piensa que los rusos se quedarán estupefactos ante esta exhibición; pero el hecho es que casi todas las casas rusas recién construidas cuentan con este equipo. En Estados Unidos se necesitan dólares para comprar esta casa, pero aquí lo único necesario es haber nacido como ciudadano”. 24 Como es sabido esto no era cierto pero sí lo fue que a raíz de ello Kruschev, también escrito Jruschov, mandó construir miles de nuevos edificios con pequeños y baratos apartamentos que el agradecido pueblo soviético bautizó como Jrushchoby; partiendo del hecho que la palabra Trushchoby significa chabola imagínese usted mismo que significa el adjetivo jrushchoby. Y eso que eran mucho mejores que las de Stalin.

            En honor a la verdad, hay que indicar que hubo una medida acertada, con la que Kruschov obtuvo unos éxitos espectaculares, la microagricultura privada, que propició que a principios de los años sesenta el 3% de la tierra que dejó en manos privadas para su cultivo llegara a producir más de un tercio de toda la producción de la URSS. Como usted comprenderá tampoco se molestaron en darle publicidad. Y mucho menos cuando en 1965 se constató que las granjas privadas de la Unión Soviética producían las tres cuartas partes de los huevos y los dos tercios de las patatas que se consumían en todo el universo soviético, gracias precisamente, a unas granjas capitalistas. En esta época el Régimen soviético era un fracaso económico y moral que mantenía al pueblo y a los Estados satélites bajo una burbuja de represión que sólo era admirada y jaleada por la intelectualidad europea encabezada por Sartre que, en 1956, criticó la Revolución húngara porque era un movimiento de derechas. Quedaba bien claro que las teorías marxistas ya no podían desempeñar ningún papel en las sociedades occidentales.

            Las expectativas ya reducidas empeorarían con la caída del valor de las divisas que influyó en el aumento del precio de las importaciones justo en el momento que la inestabilidad de la economía internacional propició la subida del petróleo de 1970. Pero en el Yom Kippur de 1973 los Ejércitos sirios y egipcios atacaron Israel; Estados Unidos ayudó a su aliado y los países árabes productores en represalia incrementaron en un 70% el precio del crudo que tras la victoria israelí se incrementó hasta duplicar el precio que se había pagado a principios del año provocando una verdadera depresión económica en Occidente.  Mientras, la Unión Soviética, que no olvidemos era el mayor productor petrolífero del mundo, salió muy bien parada de la situación. Cabe recordar también, que el 5 de septiembre de 1972 tuvo lugar el asesinato de once atletas israelíes en las Olimpiadas de Munich por la organización palestina Septiembre Negro.

En la década de 1970 en Italia apareció todo un rosario de grupos terroristas como las Brigadas Rojas, la Formazioni Comunisti Combattenti, la Unione Comunisti Combattenti, la Prima Linea, la Avanguardia Operaria, Nuclei Armati Proletari, la Lotta Continua, el Potere Operario … Teniendo en cuenta esta irrupción de grupúsculos terroristas se comprende mejor que Italia entre 1970 y 1981 no tuvo un solo año sin atentados, mutilaciones, secuestros o asesinatos que acabaron con la vida de 300 civiles, 65 policías, 9 jueces y 3 políticos. El 16 de marzo de 1978 las Brigadas Rojas secuestraron al Presidente de la Democracia Cristiana, Aldo Moro, durante dos meses en los cuales Giulio  Andreotti no transigió a las presiones de los terroristas y estos cometieron el magnicidio.

En este contexto Occidente reaccionó desnudando su espada.

3. De los años de plomo a la caída del Muro: 1971-1989.

“La nueva izquierda carecía de programa, pero no le faltaban temas de discusión. Introdujo sobre todo nuevos sectores. La fascinación por el sexo y la sexualidad condujo naturalmente a la política sexual; las mujeres y los homosexuales, subordinadas las primeras e invisibles los segundos en los partidos radicales tradicionales ahora salían a la luz convertidos en sujetos históricos legítimos, con derechos y reivindicaciones. La juventud y su entusiasmo pasaron a un primer plano, sobre todo cuando los menores de dieciocho años comenzaron al voto en muchos lugares”25 . Empezaron con el acceso a los anticonceptivos, el divorcio o el derecho al aborto dentro de las campañas por la libertad sexual que llevó a Simone de Beauvoir, Françoise Sagan, escritoras; Catherine Deneuve, Jeanne Moreau y Marie-France Pisier, actrices; Yvette Roudy y Giséle Halimi, abogadas y activistas; junto a más de trescientas mujeres, bastantes conocidas todas, a declarar en una carta publicada en el semanario francés Le Nouvel Observateur el 5 de abril de 1971 haber abortado en el marco de una petición llevada por el Movimiento de Liberación de las Mujeres. Otro vector ideológico comenzó a ser el ecologismo y los partidos ecologistas en Alemania Occidental, Francia, el Reino Unido o Austria.

            El Partido Comunista italiano aunque mucho más capacitado que la cúpula mediocre y stalinista del Partido Comunista francés dependía, como casi todas las organizaciones comunistas, de la financiación soviética. Según el profesor Judt entre 1971 y 1990 los franceses recibieron cincuenta millones de dólares y los italianos cuarenta y siete de manos soviéticas. Pese a todo los comunistas italianos tuvieron la sangre fría de contravenir los designios de Moscú cuando en 1973, por decisión de Enrico Berlinguer, declararon su intención de defender la democracia. El compromiso histórico se produjo tras el Golpe de estado chileno, del mismo año, que les convenció de la imposibilidad de llegar al poder porque el Ejército, los empresarios, la Iglesia y los Estados Unidos y sus aliados se lo impedirían. Por eso cambiaron de actitud y el pueblo italiano les premió con tres millones más de votantes en las elecciones de 1972 y llegó a los doce millones seiscientos mil votos, 228 escaños, en las elecciones de 1976 que supusieron su cenit. Comenzaba una nueva época para los partidos comunistas europeos que viraron hacia las tesis eurocomunistas que públicamente comenzaron a distanciarse de la Unión Soviética. Eso sí, “el 13 de abril de 1976, sólo nueve semanas antes de las elecciones italianas, Kissinger declaró públicamente que Estados Unidos no <<acogería de buen grado>> la entrada de los comunistas en el Gobierno italiano, con lo que confirmó las intuiciones de Berlinguer” 26.

            Pero en plena Guerra Fría el eurocomunismo era un brindis al sol no en vano Lenin creó las organizaciones comunistas bajo el férreo control de la Unión Soviética y su financiación. Es más, la socialdemocracia de la Alemania Occidental, con Willi Brandt a la cabeza, era una cuña ideal para talar el comunismo.

            El Presidente Nixon, y principalmente Henry Kissinger, comenzaron una estrategia en el campo de la disensión que provocó que los ministros de la OTAN, en 1971, acordaran participar en una conferencia para la seguridad en Europa que al cabo de tres años alumbró los Acuerdos de Helsinki de 1975. Fue una jugada magistral propia de la época de Metternich, a la cual Kissinger le dedicó su Tesis Doctoral, pues a primera vista los Acuerdos de Helsinki eran favorables a los intereses de la Unión Soviética puesto que por fin, en el epígrafe del principio I, se reconocía oficialmente el reparto de los territorios que se anexionaron en la postguerra y los Aliados renunciaban a cualquier intervención sobre ellos. Pero los soviéticos no tuvieron en cuenta a la hora de ratificarlos la importancia que tendrían los epígrafes del principio VII y el principio VIII, respecto a los derechos humanos y las libertades fundamentales e igualdad de derechos y autodeterminación de los pueblos, que en un principio tomados como simples latiguillos parecían la bendición internacional del antiguo lema de las Guerras de Religión: Cuius regio, eius religio. A la larga Breznev ratificó la brecha que derribaría el Telón de Acero.

En este contexto comenzó la época de la transición a la democracia en España, Grecia y Portugal que vivían bajo regímenes militares como ya hemos visto.
                       
En el nuevo ambiente político de la vieja Europa el Estado del Bienestar se desarrolló sobre el crecimiento económico, la creación de empleo, los ingresos del Estado y los índices de natalidad altos para soportar las políticas públicas desarrolladas por el consenso keynesiano: seguridad social, vivienda, pensiones, sanidad y educación. Pero tras la crisis del petróleo de 1973 el pensamiento liberal de Hayek y Milton Friedman volvió a resurgir en la política de la dama de Hierro, Margaret Thacher, que no dudó en reducir los impuestos y privatizar industrias y servicios; así como, fomentar los valores victorianos, el patriotismo, el individualismo, la libertad empresarial y el libre mercado. Era la revolución conservadora, apoyada por las clases media y obrera, contra los libertarios años setenta fomentados por la intelectualidad progresista que fortaleció al Estado, redujo las competencias locales y regionales, desmanteló la impresionante influencia sindical, atacó con dureza las redes de intereses creados por ingentes cantidades y tuvo que desmantelar un sistema industrial ineficiente y subvencionado que elevó el paro en un millón seiscientos mil personas y más de tres millones en 1985 que le llevó, con la Guerra de la Malvinas mediante, a destrozar los registros en su victoria electoral de 1983 que terminó de hundir al Partido Laborista. El éxito del tacherismo duró catorce años y de un Reino proteccionista, igualitario y regulado pasó a uno de competencia empresarial, privatización y un mínimo de bienes y servicios compartidos que siguió su andadura, formando un nuevo consenso, cuando el nuevo laborismo llegó al poder en 1997.

            En Francia esta revolución la llevó a cabo la izquierda no comunista, tras la muerte del General De Gaulle en 1970, en las manos de François Mitterrand, antiguo funcionario del Régimen colaboracionista de Vichy, que recogió un partido deshecho en 1968 y lo reformó para tomar el poder.

            Con esta revolución, que ahora debería llegar a España, Europa renunció a la filosofía de la historia, el marxismo, sin cavar la fosa de la razón, para disgusto de los Maurice Merleau-Ponty. Así el anticomunismo de intelectuales como Hayek, Koestler, Aron, Camus o Isaiah Berlin terminaron haciendo realidad aquello que escribió el historiador británico E.P. Thompson contra Leszek Kolakowski por sus críticas a la Unión Soviética, tras los sucesos de 1968, <<tu desencanto constituye una amenaza para nuestra fe socialista>>.

            Este encabezonamiento por presentar la más mínima crítica, por justificada que fuera, al comunismo, al socialismo, a las nacionalizaciones, a la ingeniería social o a las planificaciones como intentos de desestabilizar el progreso de la historia es la clave principal para entender que el comunismo era entendido por sus seguidores como un verdadero dogma. Era una religión secular avalada por los intelectuales europeos. Pero el legado y la superioridad moral de la Revolución fue tan ultrajado durante décadas por el sistema soviético que terminó apareciendo en los años setenta y ochenta una nueva generación de intelectuales franceses que abandonaron el marxismo como André Glucksmann, Los maestros pensadores; o Bernard-Henri, Barbarie con rostro humano; que recogieron el testigo de Raymond Aron, El Opio de los intelectuales; o Albert Camus, El hombre rebelde; que desplazaron finalmente a Sartre siguiendo las palabras de Camus: <<la responsabilidad con la historia nos libera de la responsabilidad para con los seres humanos>>.

            En fin, para dibujarles una sonrisa: “El contrato social socialista se resumía secamente en un conocido chiste: <<Tú haces como que trabajas y nosotros hacemos como que te pagamos>>” 27.

Aunque no debemos olvidar como nos enseñó Alexis de Tocqueville que la época más peligrosa para un mal gobierno es cuando comienza a reformarse. El 16 de octubre de 1978 se puede citar como el inicio de la caída soviética. Ese día la Iglesia nombró Papa a Karol Wojtyla: el joven Cardenal de Cracovia tuvo la inteligencia y el carisma de encarar a sus enemigos comunistas y aceptarles la batalla ideológica junto al jefe de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Joseph Ratzinger. Comenzó el aumento del culto mariano, los grandes viajes internacionales, pisó por tres veces la Polonia comunista, pedía a los católicos del Este negarse a cualquier compromiso con el marxismo, presentó a la Iglesia como base moral contra el Bloque soviético y con su ejemplo y consejo los polacos comenzaron a levantarse. Nacía el Sindicato Solidaridad. Bien es cierto que en los inicios el papel de la Iglesia fue denostado y ridiculizado como hizo Stalin, para su desgracia, cuando dijo aquello de << ¿cuántas divisiones tiene el Papa?>>. Pero también es cierto que Juan Pablo II animó a los americanos a la asistencia del sindicato polaco.

Pero el largo estancamiento económico que llevaban arrastrando los países comunista provocaron que la Unión Soviética pusiera en marcha unos planes, en proceso de experimentación, de liberalización económica que llevarían al nacimiento de la Primavera de Praga en 1968; pero las imágenes que vio el mundo de los tanques soviéticos enterrando el deseo de un pueblo, pusieron al descubierto la crisis y la cadena de fracasos del Bloque comunista, Tito, Kruschev y Mao, en las diversas formas de democracias marxistas que en plena revitalización se comenzaba a fracturar profundamente. El Stalinismo tardío de austeridad, movilización y partitocracia severa necesitaba de los tanques para asfixiar al marxismo pragmático que buscaba el pluralismo político y la Primavera de Praga fue el mejor ejemplo. El problema comenzó cuando la URSS que seguía manteniendo el control de los Ejércitos y cuerpos de seguridad de los países satélites comenzó a aceptar que la vía para el desarrollo socialista dependía de las condiciones de cada país; en 1956 Kruschev marcó un hito con el reconocimiento de Tito. Así de la explotación de conquista comenzaron a subvencionar, desde 1950, a los países satélites lo que ya en 1970 supuso un pesado lastre para la economía soviética. Pero en 1960, inspirado por la Comunidad Económica Europea; Kruschev creo el Consejo de Ayuda Mutua Económica que alentaba a sus Estados Satélites a centrar sus economías en las áreas que supusieran una ventaja comparativa. El relajamiento del control ruso permitió que Rumania, Yugoslavia y Albania comenzasen a distanciarse de Moscú; Bulgaria comenzó a estancarse; Hungría comenzó a crear un régimen liberal; en Polonia y Yugoslavia abandonaron la colectivización agraria; y en todos los satélites los viejos Partidos Comunistas estaban en franca retirada. El resentimiento en las fábricas por la baja productividad empezaba a incrementar el malestar social; el opio del pueblo volvió a florecer, incluidas ortodoxas y musulmanas, donde la Iglesia católica tomó parte en el aumento de la autonomía de Polonia y Hungría mientras los protestantes lo hicieron en la RDA; la clase media, los burgueses, renacieron; el nacionalismo ocupaba el lugar del viejo sueño del comunismo pleno y en los satélites ligados a la tradición católica, Polonia, Hungría, se hicieron anticomunistas mientras que en Yugoslavia, Checoslovaquia y la mismísima Unión Soviética comenzaron a corroerse sus ligaduras; así estaba el orbe comunista en 1960. A todo esto debemos recordar que desde 1950 también se permitió el nacimiento de los autoservicios y supermercados que imitaban a los que el Plan Marshall había instalado en Europa Occidental; que en 1958 se permitió a la RDA crear su primer vehículo, el Traban, y la Unión Soviética pagó 900 millones de dólares  a la FIAT para la construcción, en 1966, de una fábrica en Togliatti para crear el Lada.

            Empero como explicó maravillosamente el profesor Friedrich von Hayek: “el lastre principal de las economías comunistas no era necesariamente la igualdad y los escasos incentivos para los trabajadores, como se suele pensar… Uno de los principales problemas del sistema residía en la distribución de capital, esto es, si se destina a áreas productivas o improductivas. La ausencia de democracia, combinada con la centralización del poder económico en manos de los planificadores, permitía a los grupos de interés más afianzados llevarse la parte del león”; 28 y precisamente ahí, en esa rigidez, se produjo la destrucción de la capacidad innovadora de los diversos regímenes comunistas porque la cadena de intereses impedía una distribución de recursos equilibrada y el imperativo gasto de Defensa, el 30 % del presupuesto de la URSS, impidió el desarrollo y la innovación en un sector tan trascendental como era y es el informático; aunque en honor a la verdad, si crearon un buen ordenador denominado RIAD que se consiguió gracias a la copia pormenorizada de todos los componentes de un ordenador de IBM, más concretamente, el modelo 370. La economía de consumo gracias a la planificación centralizada provocaba que las fábricas crearan toneladas y toneladas de bienes de consumo que nadie quería comprar debido a su escasa calidad. Este es el cuadro completo de la economía, la tecnología y la sociedad soviética en la década de 1960; aquí se encuadra la Primavera de Praga, la finalización del aperturismo cultural y la reforma económica tras el Telón de Acero. Tampoco debemos olvidar, que el año 1968 fue precisamente el año donde el mapa mundial registraba el mayor número de Estados comunistas de la historia, gracias al Tercer Mundo; que Lukács y Marcuse resucitaron el marxismo romántico del joven Marx combinado con la psicología freudiana, la Nueva Izquierda; que se hizo pública la Ofensiva del Tet sobre Vietnam del Sur; que comenzaron las manifestaciones universitarias en París, Roma, Berlín Occidental, México y Tokio. Pero, la URSS no tardó en ver la salvación con la crisis de 1973: las enormes ganancias que obtuvieron con la venta de su petróleo sumado a la canalización del dinero por los bancos occidentales hizo que naciera el sistema financiero global que hoy conocemos gracias a que la Unión Soviética fue realmente pragmática a la hora de solicitar los créditos que necesitaban para aumentar la inversión industrial y el nivel de vida de su población.

            Los soviéticos en la década de los ochenta aventajaban a los americanos en la metalurgia, la física de fusión, las matemáticas, la climatología o la investigación polar a lo cual se unieron las declaraciones de un ingeniero soviético, que desertó en 1982, que ponían sobre la mesa las listas de la compra que los estudiantes, científicos y funcionarios soviéticos traían para comprar manuales, revistas o maquetas sobre misiles, submarinos, aviones… que proporcionó grandes avances en campos como el informático, las comunicaciones, la microelectrónica, lo sensores o la navegación. En paralelo, por supuesto, “los operadores de la KGB buscan víctimas de un modo sistemático, sobre todo entre empleados y representantes comerciales de compañías en dificultades financieras. Tales individuos aceptarán a veces sin hacer preguntas contratos lucrativos con pequeñas compañías extranjeras, … a principios de los años ochenta, las multinacionales rojas controlaban unas 544 compañías por el mundo entero… transportes marítimos… la construcción, el petróleo… repuestos para maquinaria”.29 Pero estas multinacionales multiplicaban sus búsquedas y adquisiciones tecnológicas gracias a las compañías ficticias que montaban en Canadá, Holanda, Austria, Israel o Suecia para cubrir los envíos ilegales de tecnología hacia la Unión Soviética. Así las maquinarias industriales requeridas las enviaban a otros países occidentales, como pantalla, para finalmente mandarlos a Rusia. En 1978 los servicios de inteligencia polacos consiguieron que un especialista de radar, William Bell, de la Hughes Aircraft Company, con problemas económicos por su divorcio, les entregase una lista impresionante de tecnología militar punta norteamericana: “sistema de radar silencioso para los B-1 y Stealth; el sistema de radar de barrido y disparo, de vital importancia; un sistema de radar para tanques… y un sistema de vigilancia por radar para la marina”. 30

            En la década de los ochenta comenzó la denominada Segunda Guerra Fría, tras la distensión de los años setenta, las relaciones entre las dos potencias se volvieron a tensar notablemente, la OTAN se decidió a desplegar los misiles cruceros en la Europa Occidental y comenzaron dos revoluciones destinadas a cambiar el mundo: la capitalista neoliberal con Reagan y la comunista romántica con Gorbachov. Gorbachov fue el responsable de la voladura controlada de la URSS y Reagan contribuyó a la preeminencia global norteamericana. Ante semejante escenario China comenzó, sin entregarse, a ver la viabilidad de un capitalismo autoritario en varias <<zonas económicas especiales>>. El comunismo soviético presentaba fisuras muy serias en Polonia, en 1980, el sindicato independiente Solidaridad que contaba con el apoyo de Juan Pablo II comenzó una serie de huelgas que atrajeron a los obreros, a los técnicos y a los intelectuales que hicieron tambalear el poder rojo. Reagan unió a los neoliberales y a los neoconservadores en la punta de lanza de la contrarrevolución americana basada en el rearme moral y las teorías económicas de Friedman que caracterizó la receta americana para la Segunda Guerra Fría. Los Estados Unidos comenzaron el asalto final gracias a los créditos aportados por Japón y la nueva visión neoliberal para el mundo fue presentada públicamente por Robert McNamara en febrero de 1980 con el programa de los <<Prestamos de Ajuste Estructural>> del Banco Mundial a largo plazo; el FMI comenzaría a ser el arma más eficaz de la Segunda Guerra Fría: Guinea-Bissau y Mozambique abandonaron el campo comunista y aceptaron el trato con el FMI. El antiguo hábito de apoyar a los dictadores militares se cambió por la Guerra de guerrillas: Nicaragua, Filipinas, Afganistán, Angola, Etiopía y El Salvador. La competencia final de las dos potencias mundiales de la Guerra Fría comenzó por la Iniciativa de Defensa Estratégica (IDE), más conocida como la Guerra de las Galaxias, que encabezada por Ronald Reagan no pudo ser afrontada por una Unión Soviética que ya estaba derrumbándose.

Así, en las navidades de 1989 el Foro Cívico, en Praga, formado por hombres como Václav Havel estaban desmantelando setenta años de socialismo real para enviarlo al basurero de la historia. Había caído hacía poco el Muro de Berlín. Y la libertad llegaba a Checoslovaquia, Polonia, Viena, Rumania, Yugoslavia, Hungría y demás países fagocitados tras la II Guerra Mundial. Acababa de cerrarse el enfrentamiento ideológico más poderoso de la historia que arrancando desde el siglo XIX pasó por la Gran Guerra, el auge de los programas radicales que presentaron los Frentes Populares en Europa, la Guerra Civil española, la II Guerra Mundial y la Guerra Fría donde Europa Occidental con la ayuda americana implementó un Estado del Bienestar que cerró la puerta tanto a los viejos fantasmas fascistas como al mito comunista. Como bien indica el profesor Tony Judt se desarrolló una Europa postnacional a modo de prevención profiláctica. Europa arruinada, despojada de sus imperios y sin esperanzas políticas; se agarró a una idea de libertad que permitió la asociación de los democristianos y los socialdemócratas que terminaría desarrollando la Unión Europea. Así el papel de la Unión Soviética en ese combate por las mentes y los corazones del mundo podría resumirse en la frase de Arthur Koestler: “Que enorme fue el deseo de un nuevo orden humano durante el periodo de entreguerras y qué lamentable el fracaso a la hora de cumplirlo”31 .

“El <<pluralismo dirigido>> o el <<mercado socialista>> estaban condenados desde el principio. En cuanto a la idea se que el papel preponderante del PCUS podría mantenerse si este se limitaba a despojarse de las patológicas excrecencias de siete décadas de domino absoluto, indicaba cierta ingenuidad política por parte de Gorbachov. En un régimen autoritario el poder es invisible… el hecho de renunciar a parte de él supone que al final uno se verá obligado a perderlo todo. Casi cuatro siglos antes, el monarca Estuardo Jacobo I comprendía mucho mejor este asunto: así lo expresó de forma concisa al desairar a los presbiterianos escoceses que protestaban por el poder que concedía el soberano a sus obispos: <<Sin obispos, no hay rey>>.

Al final, Gorbachov y su revolución controlada se vieron arrollados por la magnitud de las contradicciones que despertaron… Una vez eliminados los soportes que constituían la censura, el control y la represión, todos los elementos importantes del régimen soviético (la economía planificada, la retórica pública, el monopolio del partido) se vinieron abajo”. 32 Generar un comunismo reformado y eficiente fue tan sólo un bonito sueño que derrumbó al gigante comunista.


Conclusión

A lo largo de este artículo, aunque muy brevemente, habrán podido ustedes comprobar como los bandos antagónicos, que nacieron durante la derrota del III Tercer Reich, pugnaron por atraerse a la desolada Europa, a su bando.
           
La Unión Soviética  comenzó ignorando todos los tratados con sus antiguos aliados occidentales cuando se anexionó Europa del Este como pago por sus sacrificios en la contienda; implementando la vieja política del Frente Popular para aprovecharse del poderío de los Partidos Comunistas en Francia e Italia, principalmente; imponiendo el Tratado de Amistad a Finlandia; levantando el Muro de Berlín; y renovando su impresionante labor de agitación y propaganda internacional en Europa, Asia, África y el Nuevo Mundo.

            Ante todo ello, los Estados Unidos, para defender la Europa occidental, desarrolló un programa para implantar la democracia, apoyó la construcción de un Estado de Bienestar que cerrase el camino al comunismo, desarrolló un programa secreto para fomentar la Izquierda No Comunista y apoyó a los Gobiernos europeos para que desarrollasen la Unión Aduanera, la Comunidad Europea del Carbón y del Acero,  la OTAN o el Congreso por la Libertad Cultural.

            En este contexto, por un lado, estalló la Guerra de Corea, murió Stalin y comenzaron las Revoluciones en los países satélites; y por el otro lado, Europa comenzaba a vivir en unos niveles sociales, económicos y políticos sin parangón en su historia, mientras, la socialdemocracia europea se convertía en el dique idóneo para contener la marea comunista.

            En paralelo también se desarrolló una Guerra Fría Secreta donde la Unión Soviética apoyó a los grupos terroristas e insurgentes en su lucha contra Occidente;  ante lo cual, la OTAN respondió creando tanto las Redes de Stay-behind, conocidas por el nombre enclave de su sección italiana -Gladio-, como una competencia económica que la URSS no pudo seguir ante el empuje final de Ronald Reagan.

Bibliografía.

 

Aron, Raymond. El mundo libre en la guerra fría. Fomento de Cultura, Valencia, 1959.
Bittman, Ladislav. El KGB y la desinformación soviética. Panorámica desde el interior. Editorial Juventud, Barcelona, 1987.
Judt, Tony. Postguerra. Una historia de Europa desde 1945.Taurus, Madrid, 2010.
Judt, Tony. Sobre el olvidado SIGLO XX. Taurus, Madrid, 2008.
Priestland, David. Bandera Roja. Crítica, Barcelona, 2010.
Schlesinger, Arthur M. La política de la libertad. El centro vital. Dopesa, Barcelona, 1972.
Stonor Saunders, Frances. La CIA y la guerra fría cultural. Debate, Madrid, 2001.

* Licenciatura en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad de Granada. Tesina por la Universidad de Granada: Aproximación al pensamiento de Erich Fromm: Humanismo socialista. Doctor en Filosofía por la Universidad de Extremadura, Departamento de Historia: El Humanismo socialista. Profesor del Máster Criminalidad y Seguridad Pública de la UNEX. Consejero internacional de la Revista “Política y estrategia” de la Academia Nacional de Estudios Políticos y Estratégicos de Chile. Tesis doctoral publicada, en 2011, por la Editorial académica española: El papel de los intelectuales en la guerra fría cultural. Cuius regio eius religio. ISBN: 978-3-8465-6830-9 Tesina publicada, en 2012, por la por la Editorial académica española Aproximación al pensamiento de Erich Fromm. El humanismo socialista. ISBN: 978-3-659-05619-2

1 Judt, Tony. Postguerra,  pp. 96-97.

2   Ibídem, pp. 100-101.

3   Ibídem, pp. 153.

4  Ibídem, pp. 203.

5  Ibídem, pp. 235-236.

6   Ibídem, pp. 251.

7   Ibídem, pp. 251.

8 Ibídem, pp. 289.

9 Ibídem, pp. 297.

10 Ibídem, pp. 297.

11 Ibídem, pp. 324.

12 Stonor Saunders, Frances. La CIA y la guerra fría cultural, pp. 14.

13 Ibídem, pp. 16.

14 Ibídem, pp. 35.

15 Ibídem, pp. 45-46.

16 Ibídem, pp. 97-98.

17 Schlesinger, Arthur. M. La política de la libertad. El centro vital, pp. 80-81.

18 Judt, Tony.  Opus cit., pp. 402.

19 Ibídem, pp. 471.

20 Ibídem, pp. 518.

21 Ibídem, pp. 530.

22 Ibídem, pp. 696.

23 Ibídem, pp. 613.

24 Priestland, David. Bandera Roja, pp. 338.

25   Judt, Tony. Opus cit., pp. 703.

26 Ibídem, pp. 717.

27 Ibídem, pp. 835.

28 Priestland, David., Opus cit., pp. 409.

29 Bittman, Ladislav. El KGB y la desinformación soviética, pp. 305-306.

30 Ibídem, p.  311.

31 Judt, Tony.  Opus cit., pp.  24.

32  Ibídem, pp. 868.

 


Recibido: 01/07/2017 Aceptado: 29/08/2017 Publicado: Agosto de 2017


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