Revista: CCCSS Contribuciones a las Ciencias Sociales
ISSN: 1988-7833


HACIA LA SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO: UNA MIRADA CRÍTICA DESDE EL CONTEXTO ITALIANO

Autores e infomación del artículo

Gerardo Pastore

Departamento de Ciencias políticas, Universidad de Pisa, Italia

gerardo.pastore@unipi.it

RESUMEN

La fase histórica actual se caracteriza por el avance, no sin problemas, de los procesos de globalización. La financiación de la economía, la abertura de los mercados internacionales, la transformación del mercado laboral, la intensificación de los flujos de movilidad humana y también de los flujos de información, la multiplicación de las formas de comunicación y la consiguiente redefinición de las relaciones individuo-sociedad son solamente algunos de los factores significativos del cambio social contemporáneo. En este contexto, el concepto de sociedad del conocimiento parece afirmarse como una respuesta posible y necesaria a los cambios en curso, una propuesta para un nuevo modelo de sociedad. En este artículo se presenta una reflexión crítica sobre la idea de sociedad del conocimiento, se considera sintéticamente el proyecto europeo para una sociedad del conocimiento y se dedica un enfoque sobre la situación de Italia.

Palabras clave: sociedad del conocimento, cambio social, Estrategia de Lisboa, Estrategia Europea 2020, Italia

TOWARDS THE KNOWLEDGE SOCIETY: A CRITICAL LOOK FROM THE ITALIAN CONTEXT

ABSTRACT

The current historical phase is characterised by the problematic advance of the processes of globalisation. Some of the significant drivers of change that clearly demonstrate the high degree of complexity in today’s social systems include financialization of the economy, opening up international markets, new/net/knowledge economies, transformation of the workplace, intensification human mobility flows and also information flows, multiplication of forms of communication and the consequent redefinition of individual-society relations. In this context, the concept of a knowledge society seems to be affirmed as a possible and necessary response to ongoing changes: a proposal for a new model of society. This article presents a critical reflection on the idea of a knowledge society. Furthermore, it intends to analyse the European project for a Knowledge Society and focuses on the Italian situation.

Keywords: Knowledge Society, social change, Lisbon Strategy, Europe 2020, Italy.



Para citar este artículo puede utilizar el siguiente formato:

Gerardo Pastore (2017): “Hacia la sociedad del conocimiento: una mirada crítica desde el contexto italiano”, Revista Contribuciones a las Ciencias Sociales, (abril-junio 2017). En línea:
http://www.eumed.net/rev/cccss/2017/02/conocimiento.html

http://hdl.handle.net/20.500.11763/cccss1702conocimiento


1. LA SOCIEDAD DEL CONOCIMENTO: PERSPECTIVAS TEÓRICAS Y CULTURALES

Desde hace varios años, la literatura sociológica (y no solo) se enfrenta a la idea de "sociedad del conocimiento", una expresión que circula con fluidez en debates de políticos, intelectuales y diversos expertos. El cambio social es un tema central, que atraviesa toda la historia del pensamiento sociológico. La sociología nace propio en un momento convulso, en una época de rápidos y bruscos cambios sociales, político, económico y cultural (Anderson, 1984; Boudon, 1985; Giddens, 1990, 1994; Moore, 1963; Nibset, 1969; Pendenza, 2016; Touraine, 1973, 1993).  Podemos pensar en los cambios relacionados con la modernidad, a la propagación de la época de la Ilustración y sus ideales de democracia y libertad. Podemos pensar en las ilusiones y en las desilusiones del progreso.
¿Por qué se habla de sociedad del conocimiento? ¿En qué contexto se afirmó y desarrolló esta idea? ¿Cuáles son las posibilidades reales y cuáles son los riesgos?
La fase histórica actual se caracteriza por el avance, no sin problemas, de los procesos de globalización. La financiación de la economía, la abertura de los mercados internacionales, la transformación del mercado laboral, la intensificación de los flujos de movilidad humana y también de los flujos de información, la multiplicación de las formas de comunicación y la consiguiente redefinición de las relaciones individuo-sociedad son solamente algunos de los factores significativos del cambio social contemporáneo (Bauman, 1999, 2000; Beck, 1999; Martell, 2010; Ritzer & Dean, 2015; Touraine, 2008; Urry, 2007; Zolo, 2004). Por lo tanto, en este contexto, el concepto de sociedad del conocimiento parece afirmarse como una respuesta posible y necesaria a los cambios en curso, una propuesta para un nuevo modelo de sociedad (de Espinosa, 2002; Krüger, 2006; Kumar, 2000; Pastore, 2015; Stehr, 1994; Vespasiano, 2005).
Uno de los primeros estudiosos que ha utilizado la expresión de sociedad del conocimiento para presentar una nueva visión del mundo fue Peter Drucker desde 1957 en sus estudios sobre las transformaciones del capitalismo y de los sistemas de producción (Drucker, 1969, 1993). La revolución anunciada es la de la "gestión del conocimiento" que reemplazaría, en la etapa actual del capitalismo, la "gestión de los empleados" de las épocas taylorista y fordista. La referencia específica es a los cambios de empleo y a la creciente importancia del "capital humano" en las nuevas formas de organización del trabajo (Becker, 2008; Livraghi, 2004; Schultz, 1971; Stehr, 1994). Se individua en el conocimiento el recurso estratégico, cuya gestión es crucial para el éxito y la competitividad, de la mayor parte de las empresas, como de la totalidad de los sistemas económicos y sociales. No es una novedad. El conocimiento ha sido siempre un valor, opuesto al valor negativo de la ignorancia. En sus Principios de Economía (1890), Alfred Marshall dice, en efecto, que "el capital consiste en gran parte de conocimientos y que organizar el conocimiento es el motor más potente de la producción"(Marshall, 1987, p. 115). También para los austriacos Frederich von Hayek y Schumpeter es esencial tener en cuenta el "factor conocimiento" en las actividades económicas. Sin embargo, debe tenerse en cuenta que en estos casos aún prevalece una dimensión económica-material y aún no se da extrema importancia a los capitales intelectual y humano.
Una autentica economía del conocimiento, según las teorías de Drucker, debería prever importantes inversiones pública en capital humano, educación, investigación y desarrollo social. Esto debería significar producir valor activando nuevas posibilidades de pensamiento, de comunicaciones y de intercambio (Becker, 2008; Foray, 2006; Rullani, 2004). Es evidente que una primera teorización de la sociedad del conocimiento se ha en el ámbito socio-económico y organizativo, desde aquí habremos ulteriores teorizaciones y transiciones.

1.1. DE LOS MERCADOS A LAS REDES

Entre el final de los años 60 y principios de los años 70, el debate sociológico en torno a la cuestión del "nuevo" modelo de sociedad se vuelve cada vez más cerrado. Muchos estudiosos atribuyen al rápido desarrollo de las tecnologías de la información y la comunicación un importante papel dentro del proceso general de transformación de las sociedades contemporáneas (Bell, 1973, 1987; Castells, 1989, 2002; Kumar, 2000; Porat, 1977; Wiener, 1950).
Daniel Bell es de los primeros en evidenciar la importancia de la información y el conocimiento en las renovadas configuraciones sociales, aunque no pierdan su carácter híbrido. El sociólogo de Harvard señala una nueva fase del desarrollo económico y social, en la que el conocimiento y la información se están convirtiendo en el recurso estratégico y el agente de transformación de la sociedad posindustrial, al igual que la combinación de energía, materias primas y tecnología mecánica era el motor del desarrollo de la sociedad industrial (Bell 1973, 467; Bell 1980).
Manuel Castells habla más específicamente de la aparición de un «nuevo paradigma sociotecnológico». La reflexión de Castells tiene como eje el concepto de informacionalismo, con el que quiere indicar «el atributo de una forma específica de organización social en la que el desarrollo, la elaboración y la transmisión de información se convierten en las fuentes básicas de productividad y poder gracias a las nuevas condiciones tecnológicas surgidas en este periodo histórico» (Castells, 2002: 21). Una sociedad se puede definir como informacional cuando los procesos centrales de creación del conocimiento, de la productividad económica, del poder político/militar y de los medios de comunicación aparecen ya profundamente transformados por el paradigma informacional y se encuentran conectados a redes globales de riqueza, poder y símbolos que actúan de acuerdo con esta lógica (Castells, 2009). Lo que parece de especial interés en la reflexión de Castells es la idea de sistema abierto, en el que la dimensión estructural siempre se entrecruza con la revalorización de los recursos denominados intangibles: «el paradigma de la tecnología de la información no evoluciona hacia su cierre como sistema, sino hacia su apertura como una red multifacética. Es poderoso e imponente en su materialidad, pero adaptable y abierto en su desarrollo histórico. Sus cualidades decisivas son su carácter integrador, la complejidad y la interconexión» (Castells, 2002: 81).
En general, la transición que se observa es de lo material a lo inmaterial, del hardware al software, de la realización a la concepción, de los mercados a las redes. Se trata, como se ha dicho anteriormente, de etapas relacionadas con la difusión y el desarrollo progresivo de las Tecnologías de la información y la comunicación (TIC).
Con el avance de las transformaciones económicas, organizativas y socioculturales, atribuibles a los procesos de innovación antes descritos, se abre camino la idea de organización de aprendizaje (learning organization): un verdadero "sistema cognitivo" que restituye la imagen de unas organizaciones y empresas "desmaterializadas", cuyos rasgos distintivos han de buscarse en la propia naturaleza cognitiva del entorno, en la omnipresencia de los conocimientos y competencias, así como en los circuitos relacionales desarrollados dentro y fuera de los lugares de trabajo (Senge 1990; Miggiani 1994; Nonaka and Takeuchi 1997; Argyris and Schön 1998; Butera 2009). Una situación que Nonaka y Takeuchi (1997) describen mediante el modelo de la llamada espiral del conocimiento (The Knowledge Spiral). Un ciclo, articulado en cuatro fases, que se abre con un intercambio de conocimientos tácitos (socialización) y continúa con un proceso de externalización de los mismos que los hace explícitos. De la combinación de conocimientos tácitos y explícitos se genera una nueva base de conocimientos tácitos que es absorbida por la organización (internalización); el ciclo se vuelve a abrir y el proceso continúa.
Las consecuencias culturales, económicas y sociales de este proceso reciben una especial consideración critica por parte de un nutrido grupo de estudiosos que pertenecen a la línea de investigación sobre el "capitalismo cognitivo", expresión que prefieren a la de “economía basada en conocimiento” (knowledge-based economy) (Boutang, 2007; Fumagalli, 2011; Gorz, 2003; Marrazzi, 2015; Vercellone, 2006). En concreto, el concepto de capitalismo cognitivo pretende mostrar adecuadamente la dimensión histórica y la relación conflictiva entre los dos términos que lo componen: «el término "capitalismo" designa la permanencia, en el cambio, de las invariantes fundamentales del sistema capitalista, así como el papel de motor de los beneficios y la centralidad de la relación salarial [...]. El término "cognitivo" especifica la nueva naturaleza del trabajo, de las fuentes del valor y de las formas de propiedad sobre las que se basa la acumulación del capital, así como las contradicciones que esta genera» (Vercellone, 2009: 32).
En tal escenario, se hace referencia a menudo a una nueva categoría de trabajadores, considerados elementos imprescindibles para el sostén de todo el proceso: los trabajadores del conocimiento. Hablar de "trabajadores del conocimiento" permite poner rostro con precisión a una figura real, contrarrestando la vaguedad y la excesiva abstracción que supone en sí misma una concepción ideológica de lo inmaterial (Bologna, 2015). Jeremy Rifkin (1997), destacando la composición no homogénea por niveles de ingresos y especialización, los describe como un grupo unido por el uso de las tecnologías informáticas más actualizadas para identificar, analizar, formular y resolver problemas.
Los profesionales del conocimiento se encuentran efectivamente en crecimiento (Butera, Bagnara, Cesaria, & Di Guardo, 2008), pero el binomio 'saber-poder' merece una problematización adecuada de modo que se eviten los riesgos de análisis parciales y la adhesión acrítica a visiones apocalípticas (como 'el fin del trabajo') o a escenarios de igualdad y libertad universales. Como explica David Lyon (1991:108), «el conocimiento puede ser importante para el mantenimiento del poder, pero eso no significa que quien posee este recurso detente necesariamente también el poder». El poder de un recurso es tal sólo si existe la posibilidad de aplicarlo y la posibilidad no es una invención de la mente, la experiencia de la posibilidad en el mundo es el trabajo, que presenta al hombre como agente de lo posible, puesto que mientras hace el mundo se hace a sí mismo (Toscano 1988: 52–53).
Un asunto muy importante y de efectos profundos, que es oportuno detectar en una fase de reconstrucción teórico-analítica de todo el proceso de afirmación de la sociedad del conocimiento, reside justamente en una suerte de correspondencia entre la constante evolución de los contextos sociales, culturales, productivos y la disolución de la realidad (en un sentido duro): una difusión capitalista de lo abstracto que, al imponer la continua redefinición de los conocimientos necesarios, favorece una cierta relativización de la idea de utilidad y una sensación general de incertidumbre (Finelli, 1998). El espectro de la inutilidad evocado por Sennett (2006) parece colonizar y desgastar desde dentro las nuevas realidades sociales, culturales y económicas, favoreciendo por un lado una forma de adquisición acrítica de los conocimientos y, por otro, la aparición de una cultura generalizada del fragmento. De hecho, cada vez con mayor frecuencia en las sociedades contemporáneas, se asiste a un constante cuestionamiento de las que un tiempo fueron consideradas como certezas sedimentadas y se daban por sentado; la unidad del proyecto moderno deja espacio a la multiplicidad, a la fragmentación y al declive del conjunto (Melucci, 1991, 1998). Las sociedades, por usar una metáfora de Bauman (2002), se muestran líquidas. En ellas, las tradicionales consistencias relacionales parecen débiles, reemplazadas por el avance de las fases de desenfrenada desregulación, flexibilización y fluidificación, declinables en términos de una mayor inestabilidad, provisionalidad y precariedad de las relaciones sociales (Bauman, 1999, 2000, 2002). Los nuevos contextos no son capaces de crear las condiciones para que emerja el 'capital potencial' del trabajador del conocimiento y ofrecerle las posibilidades para desarrollar del mejor modo su carrera. Invertir en el conocimiento no siempre es una prioridad que se traduce en intervenciones concretas, por lo que a menudo, los trabajadores del conocimiento, especialmente los jóvenes que se asoman por primera vez al mundo del trabajo, parecen pagar el precio de las crisis provocadas por un capitalismo especulativo: disminución de los ingresos, precariedad laboral, compresión del estado de bienestar y deterioro de las perspectivas de movilidad social y profesional. Se trata claramente de posibles derivas, que no se deben pasar por alto durante el reconocimiento y análisis de los principales proyectos políticos, así como en la consideración de los caminos institucionales y subjetivos a ellos, voluntaria o involuntariamente, asociados.
 
2. LA SOCEDAD DEL CONOCIMIENTO COMO PROYECTO POLITICO

Por lo que pertenece al proyecto politico europeo, al final de la cumbre de Lisboa, en marzo de 2000, se hizo absolutamente clara la voluntad de centrarse firmemente en el crecimiento económico, para acercar la economía europea (acusada en más ámbitos de rigidez y falta de competitividad) a la economía estadounidense, considerada más fuerte y más dinámica. El objetivo declarado claramente en las Conclusiones de la Presidencia del Consejo fue el de hacer de la Unión Europea entre 2010 "la economía basada en el conocimiento más competitiva y dinámica del mundo, capaz de crecer económicamente de manera sostenible con más y mejores empleos y con mayor cohesión social". Un ambicioso programa que  invitabaa los Estados miembros a aumentar la tasa de empleo hasta un 70% de la población y a tener una tasa media de crecimiento económico del 3% mediante una serie de medidas en diversos frentes: el mercado interior, la educación, las reformas económicas estructurales, la sociedad de la información, una moneda estable y una combinación de políticas macroeconómicas favorable al crecimiento y a unas finanzas públicas sostenibles. La mayor parte de estos ámbitos están relacionados entre sí: unas finanzas públicas sostenibles ayudan al crecimiento y, por tanto, a la creación de puestos de trabajo, mientras que una menor tasa de desempleo equivale a unos costes menores de la seguridad social que, a su vez, mejoran las finanzas públicas.
El seguimiento continuo de los resultados de la Estrategia de Lisboa ha puesto de relieve, más allá de los éxitos en algunos sectores importantes, dificultades obvias de crecimiento, empleo e innovación (Crescenzi, 2011). Esto impacta de forma especial las economías más grandes de la zona euro y la crisis económica y financiera ha agravado la situación (Gallino 2011, 2015).  Por estas razones se asiste a la implementación de una nueva estrategia - Europa 2020 - que, de acuerdo con lo propuesto en Lisboa y posible salida de la crisis, confirma como inevitable el camino hacia sociedad del conocimiento, con el fin de lograr mejores resultados. Un proyecto en el que Europa debería actuar colectivamente como Unión, para salir fortalecidos de la crisis y convertir a la Unión Europea en una economía inteligente, sostenible e inclusiva que disfrute de altos niveles de empleo, productividad y cohesión social (Comisión Europea, 2010 ).

3. ITALIA EN EL BANCO DE PRUEBAS DE LA SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO

En esta parte del trabajo se tiene en cuenta el estado de progreso del trayecto italiano hacia la sociedad del conocimiento. ¿De qué modo se inserta Italia en este proyecto político? ¿Cuáles son las opciones concretas de apoyo a los sectores considerados estratégicos? ¿Qué procesos de transformación están en curso, con qué resultados y qué fracasos?
Los datos estadísticos difundidos por los más acreditados institutos de investigación nacionales e internacionales señalan, en relación con la situación italiana, retrasos en casi todos los ámbitos considerados estratégicos para la construcción de la Sociedad del Conocimiento. De hecho, las inversiones públicas en educación, formación, investigación y desarrollo se encuentran entre las más bajas de los países europeos.
Con el fin de evaluar las políticas llevadas a cabo en materia de crecimiento y capital humano, el gasto en educación y formación, medido en relación con el producto interior bruto, se perfila como uno de los indicadores clave que permite cuantificar, a nivel nacional e internacional, cuánto invierten los países en mejorar las estructuras y animar a profesores y estudiantes a ser parte activa del proceso formativo.
En Italia, el porcentaje del producto interior bruto destinado a la educación y la formación ha ido disminuyendo desde 2009: ha pasado del 4,8% de 2009 al 4,1% de 2013 (ISTAT, 2016). Los países de la OCDE gastan aproximadamente el 6% de su Producto Interno Bruto (PIB) total en instituciones educativas, variando entre más del 7% gastado por Dinamarca, Noruega, Islandia y Nueva Zelanda y el 4,5% o menos gastado por Italia, Eslovaquia y Chequia. Comparativamente, el gasto público medio en la OCDE destinado a las instituciones del sistema de enseñanza ha aumentado un 38%. En Italia, sin embargo, ha disminuido el gasto destinado al conjunto de las administraciones públicas entre 2008 y 2011 (OCDE, 2014). A raíz de esta tendencia "a la baja", se constata un declive general del sistema universitario italiano que, en los últimos diez años, ha sufrido una caída de más del 22% en la financiación procedente del Fondo Regular (Fondo Ordinario), que es una de las principales fuentes de ingresos para las universidades italianas (Binetti, 2016; Viesti, 2016). Las consecuencias no son de hecho nada despreciables: piénsese, sólo a modo de ejemplo, en la disminución del número de matriculaciones; en la reducción del personal docente; en la precarización progresiva de las carreras de los jóvenes investigadores, a menudo obligados a buscar "refugio" y apoyo en el extranjero; en la contracción de los cursos; en la falta de apoyo al derecho a la educación; en la creciente diferenciación entre las universidades del norte y del sur, estas últimas aún más debilitadas por el pequeño número de inscripciones y la consiguiente distribución desigual de los recursos (Vaira, 2010, 2011; Viesti, 2016). A pesar de eso, no se atisban señales respecto a la necesidad de invertir esta tendencia. Si se examinan las proyecciones de gasto a medio y largo plazo descritos en el Documento de economía y finanzas de 2016, se observa que el gasto en educación, desde las escuelas primarias a los doctorados de investigación, que en 2010 se situaba en el 3,9% del PIB, se mantiene muy por debajo de la media de la OCDE, no habiendo aumentos programados. En el año 2015, de hecho, desciende al nivel del 3,7%, en 2020 al 3,5%, en 2025 hasta el 3,4%, para luego comenzar a subir en los años siguientes, hasta un máximo del 3,6%. El regreso a unos parámetros más aceptables se revela difícil, también y sobre todo debido a la debilidad de perspectivas del poder político, proclive principalmente a reducciones cuantitativas y no a decisiones responsables de perfil cualitativo. El proceso en curso, con amplias referencias a la evaluación y la autoevaluación, parece aún lejos de la consecución de resultados visiblemente importantes y convincentes.
Otro banco de pruebas para evaluar la trayectoria italiana hacia la sociedad del conocimiento es la investigación. Sin investigación carece de sentido la idea misma de Sociedad del Conocimiento, además de convertirse en mero ejercicio demagógico el debate sobre el desarrollo y la innovación (Pastore, 2009; 2015; Perulli, 2012). Entre los objetivos establecidos en el marco de la Estrategia "Europa 2020", de hecho, resulta de una importancia fundamental alcanzar un equilibrio adecuado entre el gasto en investigación y desarrollo (I+D) y el PIB, con el fin de potenciar los niveles de productividad, empleo y bienestar social. Incluso en estos ámbitos, por desgracia, no es posible registrar resultados satisfactorios. En particular, las colaboraciones público-privadas se encuentran todavía en niveles muy bajos. Durante los últimos diez años, la intensidad del gasto en I+D de nuestro país ha crecido sólo 0,24 puntos porcentuales, un progreso insuficiente para cerrar la brecha con otros países europeos. El gasto en I+D como porcentaje del PIB es todavía inferior a la media de la UE (equivalente al 2,03%), lejos del objetivo nacional para 2020 (1,53%) y aún más del objetivo europeo del 3% (EUROSTAT, 2016). Las evidencias empíricas obtenidas muestran, también desde un punto de vista simbólico, un apoyo insuficiente a este eje estratégico: Italia ha disminuido el presupuesto público a favor del I+D en una medida más marcada que el presupuesto público en general, pues la proporción del gasto público destinado a I+D se redujo en 2016 al 1,02%, en comparación con el 1,32% de 2007. Estos resultados poco halagüeños no favorecen ni siquiera la necesaria renovación del tejido económico, especialmente la derivada del rápido crecimiento de empresas innovadoras y del empleo en sectores de alto coeficiente de conocimiento (Comisión Europea, 2015). El riesgo radica en que Italia se convierta en un país con un alto peso de la mano de obra con bajos niveles de cualificación (37,1% frente a la media del 19,5% de la UE) y con una carencia fortísima de mano de obra altamente cualificada (17,5% frente al 32% de la UE). Un escenario que refleja una situación de grave déficit en materia profesional, con una falta de perfiles técnicos y especializados en muchos campos, lo que compromete la dinámica del desarrollo y la misma capacidad competitiva (Gallino, 2003, 2005).

CONSIDERACIONES CONCLUSIVAS

Los datos mencionados, aunque se configuren como simple referencia, indican que la ausencia de una visión estratégica es evidente: pocos recursos públicos destinados a los sectores considerados estratégicos, restricción general de la base cultural, ausencia de una visión de sistema y fuertes disparidades internas entre las regiones del norte y del sur.
La hipótesis de una salida para superar las paradojas de Italia en cuanto al conocimiento hace que resulte de actualidad la invitación gramsciana a una «reforma intelectual y moral» fundamentada en un cambio profundo de la realidad de las relaciones humanas de conocimiento como elemento de construcción de una "hegemonía" política, entendida como una dirección intelectual y moral; esto implica una transformación total de la cultura y de sus modos de producción y difusión (Frosini, 2009). Pero hay que señalar que «el programa de reforma económica es la forma concreta en que se presenta cada reforma intelectual y moral» (Gramsci, 1975: 1561). Ya se ha señalado que la cuantía de los recursos públicos puestos a disposición por Italia para la inversión en sectores estratégicos (educación, investigación, innovación) es una de las más modestas entre las registradas en los países desarrollados. Dicha carencia limita notablemente cualquier propósito de optimización. Pero a esto se añade, en estos momentos, la incapacidad de poner en práctica y sistematizar un procedimiento que tendría una necesidad aún más radical de tal prerrogativa (Gallino, 2006). Edgar Morin (2012) encuentra en la fragmentación y compartimentación de los conocimientos, en disciplinas que no se comunican entre sí, la razón de la incapacidad para percibir y concebir problemas fundamentales y globales. La salida que ofrece el estudioso francés es la de una política de civilización, un nuevo humanismo capaz de asumir la tarea concreta de "solidarizar el planeta". Un cambio de paradigma que no puede afectar sólo a las lógicas del desarrollo, sino de forma más general a las opciones y valores que pretende perseguir la sociedad en su conjunto.
El trayecto italiano hacia la Sociedad del Conocimiento sigue siendo, en su disparidad cuantitativa y cualitativa, generalmente "abstracto", razón por la cual es todavía insuficiente. La falta de planificación, porque de eso se trata, se puede incluso teorizar, en el marco de un liberalismo que se inclina, quizás sin saberlo, hacia un darwinismo social de facto. Aquí renacen viejas artes y antiguos vicios, para los que se requerirían nuevas vocaciones y nuevas virtudes. De hecho, no se puede pensar en una sociedad del conocimiento sin vocación y sin virtud: se vendría abajo todo el edificio que la sustenta y se socavarían las fuentes de las que toma su inspiración.
Una sociedad del conocimiento requiere una política para el conocimiento (Sen, 2002), y el Estado debe recuperar su función de orientación en el delicado paso de la teoría a la práctica (Innerarity, 2013). Una inversión de la tendencia que debería basarse en el relanzamiento de las políticas públicas en apoyo del conocimiento y la cultura, como fuentes de bienestar social. Invertir en conocimiento, por tanto, sería fundamental no sólo por su impacto positivo en el crecimiento, sino que podría (¡y debería!) participar de manera profunda en la elevación del espíritu cívico: una contribución importante a la cohesión social y el bienestar de los ciudadanos. El desarrollo parece, de hecho, cada vez más ligado a la activación de una relación virtuosa entre potenciación de la investigación, aumento de los niveles educativos y formativos de la población, reubicación de los sistemas de producción en la dirección de la innovación, la calidad y la sostenibilidad. Por lo tanto, educación, formación e investigación asumen, como se ha dicho, un papel decisivo dentro de un concepto moderno de ciudadanía y de planificación económica y, en esta perspectiva, el trabajo cognitivo y altamente cualificado puede recobrar su sentido, dignidad y valor (Stiglitz, Sen, & Fitoussi, 2013). Por ello, una auténtica "republicitación" de los sistemas del conocimiento (Hess & Ostrom, 2009) permitiría experimentar plenamente las posibilidades que residen en la idea de "sistema abierto" y revalorizar los efectos de la participación.

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Recibido: 06/04/2017 Aceptado: 11/04/2017 Publicado: Abril de 2017

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